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Jasón no solo regresó de la Cólquide con el vellocino de oro, sino que también sedujo a la hija del rey Eetes, Medea. A su vuelta a Yolco, hallan un escenario de traición familiar del que huyen dejando un rastro carmesí. Cuando recalen en Corinto, Medea desplegará una pavorosa venganza contra Jasón al descubrir que pretende a la hija del rey Creonte.
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Jasón no solo regresó de la Cólquide con el vellocino de oro, sino que también sedujo a la hija del rey Eetes, Medea. A su vuelta a Yolco, hallan un escenario de traición familiar del que huyen dejando un rastro carmesí. Cuando recalen en Corinto, Medea desplegará una pavorosa venganza contra Jasón al descubrir que pretende a la hija del rey Creonte. Este imperecedero personaje femenino recoge las leyendas que veían a la hechicera como una mujer exótica y salvaje que, por amor, despierta el lado atroz de lo humano. Sus coetáneos decían que Eurípides prefería representar «las cosas como son y no como debieran», y ello quizá sea lo que nos sigue atrayendo de esta princesa extranjera: su cruda realidad, su repulsión natural hacia el perjurio, su asimilación negada, su temible ira, su compromiso con la sangre.
La presente edición de Medea cuenta con la versión y la introducción del helenista, escritor y traductor Ramón Irigoyen. Asimismo, los profesores de comunicación audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra Jordi Balló y Xavier Pérez han escrito a cuatro manos el epílogo «La venganza triunfal».
Eurípides
NODRIZA
PEDAGOGO
HIJOS DE MEDEA Y DE JASÓN
MEDEA
CORO DE MUJERES DE CORINTO
CREONTE
JASÓN
EGEO
MENSAJERO
(La acción se desarrolla en Corinto, ante la casa de Medea. De ella sale una esclava vieja).
NODRIZA
Ojalá que en su viaje a la Cólquide
no hubiera volado jamás
la nave Argo atravesando las Simplégades
—esas rocas sombrías—; ojalá que el hacha
no hubiera talado jamás
en los bosques del Pelión
los pinos transformados en remos
en manos de los guerreros
con más bríos; ojalá
que jamás hubieran partido:
no habrían regresado trayendo
para Pelias el vellocino de oro.
Si así fuera, nunca
mi señora, Medea, habría zarpado
hacia las torres de la tierra de Yolco
con el corazón hecho una llaga
en su amor por Jasón;
y no habría instigado a las hijas de Pelias
a matar a su padre.
Y ni habría venido
con su marido y con sus hijos
aquí, a Corinto,
poniendo sus empeños
de fugitiva en agradar
a la gente de esta tierra,
y plegándose en todo a su Jasón:
porque salva su matrimonio
la mujer que no le levanta la voz a su marido.
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