Moby Dick - Herman Melville - E-Book

Moby Dick E-Book

Herman Melville.

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Beschreibung

El capitán Ahab, apoyado sobre su pierna fabricada con una mandíbula de cachalote, empuja a su tripulación del Pequod al desastre en su obsesión por acabar con la ballena blanca, con Moby Dick; esa reencarnación del mal que mutiló su cuerpo y su alma para siempre. Una novela de aventuras imprescindible, un compendio sobre los balleneros y el mar y un clásico de la literatura universal de todos los tiempos.

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Seitenzahl: 161

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Índice

Introducción

Capítulo I. La posada del Chorro

Capítulo II. La capilla de los Balleneros

Capítulo III. El Pequod

Capítulo IV. El profeta

Capítulo V. Una tripulación muy variada

Capítulo VI. La promesa

Capítulo VII. La obsesión de Ahab

Capítulo VIII. La primera persecución

Capítulo IX. Encuentros en alta mar

Capítulo X. El kraken

Capítulo XI. Entre restos de cetáceos

Capítulo XII. Ámbar gris

Capítulo XIII. Grumete al agua

Capítulo XIV. El final de las ballenas

Capítulo XV. El ataúd de Queequeg

Capítulo XVI. Un arpón especial

Capítulo XVII. El rayo

Capítulo XVIII. El infortunado Rachel

Capítulo XIX. La caza

Capítulo XX. Sed de venganza

Capítulo XXI. El duelo final

Epílogo

Apéndice

Créditos

Un cachalote llamado Mocha Dick

Mocha Dick era un gigantesco cachalote blanco. Recibió ese nombre por haber sido visto por primera vez antes de 1810 cerca de la isla Mocha, al sur de Chile. Pronto se hizo famoso entre los balleneros por su tamaño, su blancura y su presunto carácter vengativo. Muchos intentaron cazarlo, pero en vano. En ocasiones parecía dócil y nadaba al lado de los barcos, pero, una vez atacado, respondía con ferocidad y astucia.

Se contaba que Mocha Dick había desarrollado una estrategia, que consistía en huir a toda velocidad de los arponeros que lo perseguían y, de repente, cuando más confiados se sentían, dar media vuelta, saltar sobre ellos y aplastarlos. También se decía que había perfeccionado la técnica de destrozar las lanchas balleneras partiéndolas con sus mandíbulas, y que esperaba a que otras lanchas socorriesen a los náufragos para destruirlas también.

Su ubicuidad era asombrosa. Pese a su predilección por las aguas chilenas, el cachalote blanco podía ser visto en cualquier lugar del mundo, e incluso, prácticamente al mismo tiempo, en océanos muy alejados entre sí, como el Ártico y el Antártico, o el Atlántico Sur y el mar del Japón.

En 1820, Mocha Dick embistió dos veces contra un ballenero de Nantucket, el Essex, y lo hundió, mientras sus tripulantes estaban lejos, persiguiendo y arponeando a otros cetáceos. Tras el naufragio de su barco, los marineros se repartieron en tres lanchas, con escasos suministros de comida y agua fresca. A los pocos días de navegar a la deriva llegaron a Henderson, una pequeña isla despoblada del archipiélago de las Pitcairn.

En Henderson, los hombres encontraron una fuente de agua dulce y se alimentaron de aves, pescado y vegetales. Sin embargo, pronto comprendieron que estaban agotando los recursos naturales de la isla, y que esta no podría mantenerlos a todos durante mucho tiempo. Tres hombres optaron por quedarse. Los demás volvieron a embarcar y se lanzaron a explorar la inmensidad del Pacífico.

La desnutrición y el exceso de sal en la comida debilitaron a los navegantes. Los primeros en morir fueron amortajados en sus ropas y arrojados al océano, siguiendo la antigua costumbre de los marineros. Pero, al acabarse las provisiones, los hombres recurrieron al canibalismo para sobrevivir. Eligieron por sorteo quiénes debían ser sacrificados y quiénes debían hacer de verdugos.

Tres meses después del hundimiento del Essex, los supervivientes de las lanchas fueron rescatados por otros barcos, e informaron de los tres hombres que permanecían en la isla Henderson. También estos fueron rescatados, cuando ya se encontraban al borde de la muerte.

Owen Chase, el primer oficial, uno de los ocho supervivientes, escribió un relato del desastre, titulado Narración del muy extraordinario y angustioso naufragio del ballenero Essex (1821), que serviría de inspiración a Edgar Allan Poe (1809-1849) para redactar su única novela, La narración de Arthur Gordon Pym (1838), y a Herman Melville (1819-1891) para componer Moby Dick (1851).

En cuanto a Mocha Dick, sus peripecias siguieron dando pie a rumores y habladurías en todos los mares y puertos del mundo. Según se cuenta, sostuvo hasta un total de cien escaramuzas, muchas de ellas en las cercanías del cabo de Hornos, y no murió hasta 1838, a la vista de la isla de Mocha que le había dado el nombre. Al parecer, intentaba ayudar a un cachalote hembra, cuya cría ya había sido herida por los balleneros. Llevaba al menos diecinueve arpones clavados en el cuerpo y proporcionó ciento cincuenta barriles de aceite y cierta cantidad de ámbar gris. Se cuenta que, durante los años siguientes a su muerte, su blanco fantasma aún fue visto varias veces.

Un ballenero llamado Herman Melville

Herman Melville era un joven de 20 años al que le costaba encontrar empleo en tierra, cuando en 1839 se enroló como grumete en el barco mercante St. Lawrence, que viajaba desde Nueva York a Liverpool. Una década después contaría esa experiencia en la que sería su cuarta novela, Redbur: su primer viaje (1849). Pero el joven que se embarcó en el St. Lawrence, aunque era un gran lector, solo había publicado un artículo, «Fragmentos de un escritorio», en un periódico local.

De vuelta en Nueva York, Melville dio clases durante un curso entero, al cabo del cual se despidió porque no le pagaban. Una novela, Dos años al pie del mástil (1840), de Richard Henry Dana (1815-1882), que se había hecho muy popular, y un extenso artículo de prensa titulado «Mocha Dick, la ballena blanca del Pacífico», firmado por el explorador y escritor Jeremiah N. Reynolds (1799-1858), renovaron su interés por el mar.

Como el Ismael de Moby Dick, Melville se dirigió a New Bedford. Allí se alistó en un ballenero, el Acushnet, al mando del capitán Valentine Pease. Recién construido, el barco tenía tres mástiles y dos cubiertas, y medía algo más de treinta metros de eslora (longitud de proa a popa). El día de Navidad de 1840, Melville firmó un contrato como grumete por una parte de las 175 en las que se dividían los beneficios, y recibió un anticipo. Estaba previsto que el viaje durara algo más de cuatro años.

Era tradicional que, antes de embarcar, los marineros asistieran al sermón del reverendo Enoch Mudge en la capilla de los Balleneros de New Bedford, donde los cenotafios de mármol de las paredes recordaban a los marineros fallecidos o desaparecidos en el mar. Melville escuchó el sermón del 27 de diciembre, domingo, y zarpó el 3 de enero de 1841. En Moby Dick, Enoch Mudge sería convertido en el padre Mapple.

Esa noche, el futuro escritor durmió con veinte de sus compañeros en el castillo de proa. Mientras, el capitán y los mandos dormían en la popa. Cerca de las Bahamas encontraron manadas de ballenas, y empezó la caza.

Descuartizar y extraer el aceite de una sola ballena les costaba tres días. El aceite se dejaba en cubierta un día para que se enfriara, y luego se almacenaba. A continuación se fregaba todo concienzudamente, para empezar de nuevo. De vez en cuando, la bodega se vaciaba y los barriles de aceite se trasladaban a otros barcos, que los llevaban a Nantucket.

En abril, el Acushnet rodeó el cabo de Hornos y se adentró en el Pacífico Sur, donde coincidió con otros barcos balleneros. En un encuentro con el barco Lima, de Nantucket, Melville conoció al hijo de Owen Chase, primer oficial del Essex. William Henry Chase, que así se llamaba, le prestó un ejemplar de Narración del muy extraordinario y angustioso naufragio del ballenero Essex, el relato de su padre sobre el naufragio de su barco y sus aventuras en el Pacífico. Diez años más tarde, Melville escribió: «Leí esta maravillosa historia marinera muy cerca de la latitud misma del naufragio del Essex, lo que tuvo sobre mí un efecto sorprendente».

El Acushnet cruzó el ecuador hacia el norte y, en octubre de 1841, llegó a las islas Galápagos, donde pasaron varios meses cazando ballenas. Esa visita sería la base de Las Encantadas, un libro de relatos de viajes que Melville publicaría en 1854.

En junio de 1842, el Acushnet llegó al archipiélago de las Marquesas y echó el ancla en Nuku Hiva, la mayor de ellas. Al mes siguiente, Melville y un compañero desertaron, hartos de la dureza de la vida a bordo, y se internaron en las montañas, para evitar ser arrestados y devueltos al barco. Los isleños, que eran caníbales, los acogieron durante un par de meses. El primer libro de Melville, Taipi. Un edén caníbal (1845), que fue también su mayor éxito literario en vida, novela su estancia en la región de Tai Pi y dramatiza el contraste entre la cultura idílica de los nativos y la civilización occidental.

En agosto se embarcó en el mercante australiano Lucy Ann, con destino a Tahití. Un tercio de la tripulación, Melville incluido, se amotinó y fue encarcelado al llegar a su destino. Dos meses después escapó de Tahití y se instaló en la isla vecina de Moorea. Contaría esta experiencia en su segunda novela, Omoo (1847), secuela de Taipi.

Había adquirido la costumbre de alistarse y luego desertar. De nuevo se embarcó en un ballenero, en este caso el Charles & Henry, de Nantucket, que seis meses después abandonó en la isla de Maui, en el archipiélago de Hawái. Tuvo varios empleos, antes de alistarse como marinero ordinario en el barco de guerra United States, una moderna fragata de tres mástiles. Durante el año siguiente, la fragata visitó Polinesia y América del Sur. En octubre de 1844, de vuelta en Boston, Melville dejó la Marina.

El relato de sus aventuras hizo que amigos y parientes le animaran a contarlas por escrito. Para aumentar el interés, Melville exageró los hechos reales cuanto quiso. Taipi se publicó en Londres y luego en Nueva York. Nathaniel Hawthorne (1804-1864), escritor y crítico de prestigio, redactó una reseña elogiosa que contribuyó a la popularidad de Melville, no solo como novelista, sino como aventurero. «Acabaré pasando a la posteridad como un hombre que vivió entre los caníbales», se lamentó el futuro autor de Moby Dick.

En 1847, se casó con Elizabeth Knapp Shaw y se instaló en una casa de la Cuarta Avenida, en Nueva York. Al tiempo que nacían sus hijos, sus libros se fueron publicando regularmente, con resultados variables. Omoo fue un nuevo éxito, pero no así Mardi, novela satírica en la que una serie de personajes hablan sobre el mundo que les rodea, en un archipiélago imaginario llamado Mardi. Tampoco Redburn: su primer viaje, novela autobiográfica, ni White-Jacket (1850), el relato de su experiencia a bordo del United States, se vendieron especialmente bien.

Una novela llamadaMoby Dick

Melville empezó a escribir Moby Dick en febrero de 1850, y se calcula que tardó 18 meses en acabarla, un año más de lo que había previsto. En mayo, Melville envió a Richard Henry Dana, el autor de Dos años al pie del mástil, una carta en la que le informaba de que la novela avanzaba y ya se encontraba «a medio camino». El manuscrito de Moby Dick se ha perdido, por lo que es imposible saber en qué estado se hallaba exactamente.

La novela se basa en la expedición ballenera que Melville hizo en 1841 en el Acushnet. La ballena blanca, que en realidad es un cachalote, está modelada a partir de la evasiva Mocha Dick, a la que el autor cambió el nombre. El final del libro evoca el hundimiento del ballenero Essex en 1820, tal como aparece en el relato de Owen Chase.

Gracias a sus experiencias en el Acushnet y en otros barcos, Melville poseía un conocimiento de primera mano sobre la caza de cetáceos. Pero, como ya hizo con sus libros sobre los mares del Sur, buscó fuentes externas para inspirarse. A la hora de escribir Moby Dick, leyó y anotó libros como Un relato de las regiones árticas (1820), de William Scoresby, y La historia natural del cachalote, de Thomas Beale (1839).

En su ejemplar del libro de Beale, Melville subrayó detalles sobre el tamaño y el comportamiento de las ballenas. Sin embargo, en la novela alteró esos mismos detalles por razones literarias. Así, por ejemplo, exageró a conciencia las dimensiones de los cachalotes, con la intención de que Moby Dick fuese un adversario lo más digno y grande posible.

Menos de dos meses después de mencionar sus avances a Richard Henry Dana, Melville informó del proyecto a Richard Bentley, su editor inglés: «Le escribo para proponerle la publicación en Inglaterra de un nuevo libro, que espero terminar a finales del próximo otoño. Es una novela de aventuras, basada en ciertas historias sobre la caza de los cachalotes, a las que he añadido mi experiencia personal de más de dos años como arponero».

Melville casi había terminado su novela cuando en agosto de 1850 conoció a Nathaniel Hawthorne, el renombrado autor de La letra escarlata. Este era quince años mayor que él y vivía en Lenox, en las colinas de Berkshire, al oeste de Massachusetts. Hablaron mucho, y quedaron mutuamente impresionados. Melville escribió que Hawthorne había «dejado caer semillas germinadas en mi alma», e interrumpió el trabajo en su novela para redactar una reseña entusiasta de un libro de cuentos de su nuevo amigo, Musgos de una vieja rectoría (1846).

Bajo el influjo de Hawthorne, Melville revisó Moby Dick desde el principio, y convirtió un simple relato de aventuras sobre la caza de las ballenas en lo que algunos críticos han considerado como «el libro más ambicioso jamás concebido por un escritor estadounidense».

Atraído por la proximidad de su colega y la posibilidad de pasar más tiempo con él, Melville compró una granja y se trasladó con su familia a Pittsfield, a pocos kilómetros de Lenox. Llamó a su nuevo hogar Arrowhead, esto es, «punta de flecha», a causa de las numerosas puntas de flecha que aparecían en el lugar cuando se removía la tierra para la siembra.

Pero Hawthorne se encontraba muy ocupado, escribiendo La casa de los siete tejados (1851), y no estaba de humor para recibir visitas. Melville tuvo que esperar, pues, a que su amigo terminara la novela. Concluida esta, pasaron varios días «fumando, bebiendo brandy y hablando de literatura y metafísica».

Naturalmente, la apreciación que cada uno tenía del otro era muy distinta. Melville admiraba la fantasía, la facilidad de su amigo para atribuir a las cosas un carácter simbólico y la alternancia, en la obra de Hawthorne, de lo luminoso y lo oscuro. Encontraba en él el tipo de estimulación intelectual que necesitaba. Hawthorne, en cambio, era un hombre solitario, ensimismado, comprometido con su obra, que no necesitaba más estímulos. Sentía simpatía por Melville y disfrutaba de su lado aventurero, pero en ocasiones su compañía le resultaba agotadora.

Moby Dick se publicó por primera vez en Londres el 18 de octubre de 1851, en tres volúmenes y una edición de solo quinientos ejemplares. Llevaba el título de The Whale, es decir «La ballena», y estaba dedicada «a Nathaniel Hawthorne, como testimonio de mi admiración por su genio». La edición estadounidense, que contenía numerosos cambios y llevaba el título definitivo de Moby Dick, se publicó el 14 de noviembre en Nueva York, en un solo volumen y con una tirada de 2915 ejemplares.

«¡Qué libro tan extraordinario ha compuesto Melville! —escribió Hawthorne al editor del semanario Literary World, que había publicado una reseña poco favorable de Moby Dick—. Al leerlo, uno percibe el poder del autor con mayor claridad que en sus obras anteriores. Creo que su reseña en el Literary World está muy lejos de hacerle justicia».

La relación entre Melville y Hawthorne solo duró quince meses. De pronto, este decidió que prefería vivir cerca de la costa, y a finales de 1851 se trasladó con su familia a West Newton, cerca de Boston. Por su parte, Melville llegó a la conclusión de que la amistad que había perseguido tan ardientemente había sido un sentimiento unilateral. En 1876, hizo un retrato poco lisonjero de su antiguo colega en el largo poema épico Clarel, donde Hawthorne, que ya llevaba quince años muerto, encarna a Vine, un personaje solitario y ambiguo. Pero habría que preguntarse si hubiera tenido el mismo alcance, si Hawthorne no la hubiese leído y comentado.

Esta edición

La obra que aquí presentamos es una traducción y adaptación del texto original, publicado en 1851. No se trata, obviamente, de una versión íntegra del libro en inglés, que consta de 206052 palabras y 135 capítulos, pero recoge lo esencial de la historia y aspira a conservar algo de la intención y el estilo que Herman Melville utilizó a la hora de escribir Moby Dick, la novela que aún es, para muchos, «la mejor novela de la literatura norteamericana» y, para otros, «el mejor libro sobre el mar jamás escrito».

CAPÍTULO I

La posada del Chorro

Llamadme Ismael. Hace años, con muy poco dinero en el bolsillo, y sin nada que me atara a la tierra, pensé en irme a navegar por ahí, para conocer los océanos del mundo.

Ahora, esa inquietud se ha convertido en costumbre. Cada vez que me encuentro triste y malhumorado, cuando me siento solo sin saber por qué; cuando noto que el frío de noviembre se instala en mi alma; y sobre todo cuando me detengo, casi sin darme cuenta, ante las tiendas de ataúdes, comprendo que es hora de embarcarme.

He nacido tierra adentro, pero todos los caminos llevan al mar. El agua tiene una magia irresistible que atrae a los hombres y los impulsa a cruzar montañas, a seguir arroyos, riachuelos y ríos, hasta llegar al mar, que es como un inmenso espejo donde a todos nos gusta mirarnos.

Recuerdo que llegué al puerto de New Bedford un sábado por la noche, en diciembre de 1841. Con pasos vacilantes recorrí las calles, buscando un alojamiento acorde con mis posibilidades. Al final, no lejos de los muelles, atisbé una débil luz. Escuché un chirrido y, al levantar los ojos, vi un letrero que se balanceaba sobre la puerta, con un surtidor alto y blanco pintado y estas palabras debajo: «Posada del Chorro». Se refería, claro está, al chorro de vapor que brota de la cabeza de la ballena.

Me dije que aquel podía ser el sitio perfecto para conseguir un alojamiento barato, algo de comida y un buen café. Empujé la puerta de la posada del Chorro y me encontré en un vestíbulo oscuro, con antiguos paneles de madera que debieron de haber pertenecido a una embarcación ruinosa. A un lado, un cuadro enorme representaba a una ballena en medio de una tempestad, abalanzándose sobre un barco de tres mástiles casi sumergido, con todas las velas recogidas. La pared opuesta mostraba una aparatosa exhibición de lanzas oxidadas y afilados arpones.

Tras atravesar ese vestíbulo llegué a la sala común, donde jóvenes marineros bebían acodados en las mesas. En un rincón estaba el bar, una especie de guarida con la mandíbula de una ballena como adorno. Bajo aquella mandíbula se afanaba un hombrecillo enclenque, que llenaba los vasos toscamente graduados.

—Hasta esta marca —decía—, el precio es un penique. Hasta aquí, un penique más, y puedes beberte el vaso entero por un chelín.

Hablé con el patrón, un tal Coffin, para pedirle una habitación. Me contestó que la posada estaba llena y que no había ni una cama desocupada. Luego, como si se acordara de golpe, me preguntó si tendría inconveniente en compartir la manta con un arponero.

—Nunca me gustó dormir con otro —le dije—, pero tampoco me apetece seguir dando vueltas por ahí en una noche tan fría, y menos en una ciudad desconocida. ¿Cómo es el arponero?