Naturaleza y sus maravillas (traducido) - Georges Lakhovsky - E-Book

Naturaleza y sus maravillas (traducido) E-Book

Georges Lakhovsky

0,0
3,49 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

¡Naturaleza! ¿Qué dominio del espíritu, así como de la materia, no encierra esta prestigiosa palabra? La naturaleza, pero todo lo que nuestros sentidos nos permiten concebir de ella no puede darnos más que un pálido reflejo de su poder omnipotente.
En mi libro El secreto de la vida, ya he intentado levantar una esquina del velo, examinando algunos problemas especiales que plantea la biología, especialmente los del instinto de los animales, la vida de nuestras células, la lucha del organismo contra los microbios.
En mi otra obra, La Universión, intenté dar una explicación de la estructura del mundo, mostré la función de todas las fuerzas y fluidos, la razón de ser de todos los corpúsculos, electrones, protones, iones, átomos y moléculas que "transportan" el poder universal en este medio supremo disperso en la infinidad del espacio y del tiempo, y que llamé la Universión. Demostré que el pensamiento podía ser comparado con una vibración y que esta vibración nos permitía llegar hasta el concepto mismo de Dios.
En los volúmenes: Materia y El Gran Problema, intenté anatomizar otro misterio de la naturaleza, el de la materia, mostrando cómo surgió de la radiación, de la misma manera que da lugar a la radiación.
He intentado demostrar que la materia no es, en verdad, el producto de una creación, sino el de una reproducción a la que he dado el nombre de materialización.
Gracias a este nuevo principio básico, es posible concebir que nuestra efímera vida corporal, si desaparece en un punto del espacio, continúa sin embargo existiendo en otras estrellas, en las que nos reproducimos eternamente.
En este nuevo volumen, volveré a intentar arrancar a la naturaleza algunos de sus secretos, cuyo misterio aún no hemos logrado penetrar: la electricidad, T. S. F., vibración del pensamiento, autosugestión, magnetismo animal y humano, homeopatía y radiestesia.
Todas estas ciencias, que actualmente están en camino, y de las que mostramos la apasionante evolución, reservan a la humanidad sorpresas insospechadas cuyas consecuencias trastornarán toda nuestra concepción del universo.
Ciertamente, ¡ay! Cuanto más intentamos acercarnos a la meta penetrando más profundamente en los secretos de la Naturaleza, más sentimos nuestra impotencia para descubrir su significado absoluto.
El científico, que dedica toda su vida a la investigación científica, no es más que una abeja que devuelve una molécula de miel a la colmena.
Pero la luz y la intensa fe que dispensa la Naturaleza nos animan y consuelan por la mediocridad de los resultados que obtenemos.
Por lo tanto, buscamos siempre alcanzar una verdad más elevada, en la medida en que nuestro cerebro pueda ayudarnos. Y la única razón de ser de nuestra miserable vida terrenal.
 

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



ÍNDICE

 

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE - TEORÍA Y PRINCIPIOS

CAPÍTULO I - Resonancia

CAPÍTULO II - La Universidad

CAPÍTULO III - Oscilación celular

CAPÍTULO IV - La vibración del pensamiento

CAPÍTULO V - Materialización

SEGUNDA PARTE - ELECTRICIDAD Y RADIOBIOLOGÍA

CAPÍTULO I -La electricidad

CAPÍTULO II - Radiobiología

TERCERA PARTE - AUTOSUGESTIÓN

CAPÍTULO I - La autosugestión

CAPÍTULO II - Los curanderos

CAPÍTULO III - La homeopatía

CUARTA PARTE - RADIESTESIA

CAPÍTULO I - La radiestesia

GIORGIO LAKHOVSKY

Naturaleza y sus maravillas

T. S. F. - AUTOSUGESTIÓN - HOMEOPATÍA

MAGNETISMO ANIMAL - RADIESTESIA

Traducción y edición 2021 por Ediciones Planeta

Todos los derechos reservados

INTRODUCCIÓN

¡Naturaleza! ¿Qué dominio del espíritu, así como de la materia, no encierra esta prestigiosa palabra? La naturaleza, pero todo lo que nuestros sentidos nos permiten concebir de ella no puede darnos más que un pálido reflejo de su poder omnipotente.

En mi libro El secreto de la vida ya he intentado levantar una esquina del velo examinando algunos problemas especiales que plantea la biología, especialmente los de los instintos de los animales, la vida de nuestras células, la lucha del organismo contra los microbios.

En mi otra obra, La Universión, intenté dar una explicación de la estructura del mundo, mostré la función de todas las fuerzas y de todos los fluidos, la razón de ser de todos los corpúsculos, electrones, protones, iones, átomos y moléculas que "transportan" el poder universal en este medio supremo disperso en la infinidad del espacio y del tiempo, que llamé la Universión. Demostré que el pensamiento podía compararse con una vibración y que esta vibración permitía alcanzar el concepto mismo de Dios.

En los volúmenes Materia y El Gran Problema, intenté anatomizar otro misterio de la naturaleza, el de la materia, mostrando cómo surgió de la radiación, de la misma manera que da lugar a la radiación.

He intentado demostrar que la materia no es, en verdad, el producto de una creación, sino el de una reproducción a la que he dado el nombre de materialización.

Por gracia de este nuevo principio básico, se puede concebir que nuestra efímera vida corporal, si desaparece en un punto del espacio, sigue sin embargo existiendo en otras estrellas, en las que nos reproducimos eternamente.

En este nuevo volumen, volveré a intentar arrancar a la naturaleza algunos de sus secretos, cuyo misterio aún no hemos podido penetrar: la electricidad, la T. S. F., vibración del pensamiento, autosugestión, magnetismo animal y humano, homeopatía y radiestesia.

Todas estas ciencias, que están actualmente en curso, y de las que demostramos la apasionante evolución, reservan a la humanidad sorpresas insospechadas cuyas consecuencias trastornarán toda nuestra concepción del universo.

Por supuesto, ¡ay! Cuanto más intentamos acercarnos al propósito penetrando más profundamente en los secretos de la Naturaleza, más sentimos nuestra impotencia para descubrir su significado absoluto.

El científico, que dedica toda su vida a la investigación científica, no es más que una abeja que devuelve una molécula de miel a la colmena.

Pero la intensa luz y la fe que dispensa la Naturaleza nos animan y nos consuelan de la mediocridad de los resultados que obtenemos.

Procuremos, pues, alcanzar siempre una verdad más elevada, en la medida en que nuestro cerebro pueda ayudarnos. Y la única razón de ser de nuestra miserable vida terrenal.

G. L.

PRIMERA PARTE - TEORÍA Y PRINCIPIOS

CAPÍTULO I - Resonancia

Ahora intentaré explicaros la resonancia que, en su interpretación más general, es, en mi opinión, la causa de todo el universo. Quizá piense que quiero fatigarle con la exposición de fórmulas matemáticas y demostraciones algebraicas. Esa no es mi intención. Por el contrario, se verá en lo que sigue que la resonancia puede explicarse mediante un conjunto de hechos comprensibles para un niño al que sus propios juguetes mecánicos ya le han dado un concepto, aunque elemental, del mundo y del movimiento.

En mis trabajos anteriores ya he explicado la resonancia. Pero creo que es necesario volver a ella aquí, ya que es la piedra angular de la mayoría de las demostraciones que haré en el curso de este trabajo.

Seguro que conoces el episodio del hombre que, deseando comprar un piano, acudió a un reputado fabricante. Después de que le hicieran pasar a una sala que contenía toda una serie de pianos de diversos modelos, y de que el vendedor se mantuviera a la espera, comenzó, para probar el sonido de uno de ellos, a tocar una de las notas, el la, por ejemplo.

Qué maravilla fue escuchar esa nota con el eco de todos los demás pianos! El cliente creyó entonces que la sala era especialmente sonora y, por tanto, reproducía ecos en todas las direcciones. Sólo que el vendedor, nada más llegar, al notar su asombro, se apresuró a explicarle que aquello no era nada extraordinario, sino sólo el efecto de un fenómeno físico bien conocido: la resonancia.

Es decir, las cuerdas "A" de los otros pianos comenzaron a vibrar bajo la influencia de la primera cuerda del piano, a excepción de todas las demás cuerdas.

Este es otro fenómeno que puede reproducirse fácilmente. Cuelga en la pared dos péndulos cuyos equilibrios sean geométricamente iguales, es decir, de la misma forma y longitud. Pon en movimiento uno de ellos y verás que el otro, aunque esté a varios metros del primero, oscila, al cabo de unos instantes, con la misma frecuencia que el primero. Esto significa que el uno ha entrado en resonancia con el otro.

He aquí otro experimento que puedes reproducir fácilmente en casa por ti mismo. Vierte lentamente un poco de agua en un vaso mientras, con la otra mano, golpeas un diapasón sostenido sobre el vaso. Cuando el agua alcanza una determinada altura, se oye de repente el sonido del diapasón considerablemente reforzado. En este caso, el espacio vacío del vaso que se encuentra por encima del nivel del agua adquiere la misma frecuencia vibratoria que el diapasón y, en consecuencia, resuena con él, reforzando así el sonido producido.

La resonancia, que a menudo tiene causas mínimas, puede sin embargo producir efectos considerables e incluso catastróficos. Así, tal vez conozcan la historia del puente colgante sobre el Loira que se derrumbó un día como consecuencia de la resonancia, y del que he hablado en mi libro "La Tierra y nosotros". Un regimiento, cuyo peso era mucho menor que la carga normal que podía soportar ese puente, tuvo que cruzar el río. En el momento de iniciar el paso sobre esa construcción, obra maestra de nuestros ingenieros de Puentes y Caminos, el Coronel dio órdenes a la tropa de cruzar el puente a paso cadencioso. Bajo la acción rítmica del impacto de los pies de cada soldado, el andamiaje del puente comenzó a vibrar, y a medida que el regimiento avanzaba, la amplitud de la oscilación lograba incluso divertir a los soldados que no hacían nada por evitarlo. Ni siquiera sospechaban que se dirigían a la ruina. De hecho, la tropa aún no había llegado a la mitad del puente cuando éste se hundió y los desafortunados soldados cayeron al río, por lo que un gran número de ellos murió.

¿Qué había pasado entonces? Según los cálculos, el puente había sido construido de tal manera que podía soportar diez veces el peso de todo el regimiento, lo que, por otra parte, constituía una carga muy bien distribuida.

Por desgracia, los ingenieros no habían tenido en cuenta la resonancia en sus cálculos.

El paso de los soldados, golpeado rítmicamente, había producido, con el período de oscilación del puente, una resonancia tal que multiplicaba por diez la carga que podía soportar el andamio.

De este simple hecho se desprende el gran efecto que puede tener la resonancia.

Por último, he aquí otro fenómeno, éste eléctrico, siempre debido a la resonancia.

Todos ustedes conocen la T. S. F. [1], que ahora prevalece en casi todos los hogares, tanto en las habitaciones más suntuosas como en las viviendas más modestas. Puede decirse que el 99% de los propietarios de aparatos de radio ignoran por completo los fenómenos que se producen en sus aparatos receptores; del mismo modo que muchos radiestesistas practican la radiestesia con notable habilidad y obtienen los resultados más extraordinarios sin saber cómo ni por qué.

Intentaré explicar a todos los que se ocupan de la T. S. F. y que creen que la radio es una cosa complicada y misteriosa, el principio de su funcionamiento. Y te darás cuenta de que, lejos de ser un misterio, su funcionamiento es más sencillo que el de un coche o una máquina de coser.

Hacia 1892, un físico alemán, Hertz, trabajaba en su laboratorio para verificar la teoría de Maxwell sobre la naturaleza electromagnética de la luz y las generalizaciones que tenía de ella eléctricamente en medias ondas, siendo un principio conocido que un circuito abierto vibra en medias ondas, como veremos más adelante. Por lo tanto, en la perturbación causada por el disparo de las pequeñas chispas que se producen en el timbre del teléfono o de la puerta, estaba la longitud de onda que desconocemos y todos sus armónicos y entre estos uno, cuya longitud de onda era de 20 centímetros, longitud de onda que es propia de la varilla colocada en su mesa y que mide 10 centímetros, correspondiente a media onda, como ya hemos dicho. He aquí, en pocas palabras, el principio de la T. S. F.

Pasemos ahora a un experimento de laboratorio muy sencillo, que hicimos hace unos quince años, durante la época heroica de la radio. Se colocaba una bobina en una mesa con un bobinado de cien metros de cable eléctrico aislado que formaba un determinado número de vueltas, 300 por ejemplo.

En otra habitación cercana, colocamos una segunda bobina de exactamente la misma longitud, es decir, 100 metros de cable y el mismo número de vueltas, precisamente 300, como hemos supuesto. Pues bien, cuando se producía alguna chispa en las proximidades de la primera bobina, podíamos oírla crepitar en el auricular del teléfono, conectado mediante un detector a la segunda bobina, cuya longitud de onda era la misma que aquella. Esto significa que la primera bobina estaba en resonancia con la segunda, de ahí el ruido tan fuerte que oímos dentro de los auriculares, incluso a una distancia de varios cientos de metros.

Pero si, en una de estas bobinas, sólo se quitaban algunas vueltas, la longitud de onda ya no era la misma en cada bobina, no se producía la resonancia y, por tanto, no se oía nada.

Ya ves qué sencilla es la T. S. F.

Pero al descubrimiento de Hertz la ciencia ha aportado considerables mejoras, por ejemplo, para producir la radiación de energía electromagnética, en lugar de chispas se utilizan ahora lámparas inventadas por el norteamericano Lee de Forest, que sirven también en la recepción, para amplificar millones de veces los efectos producidos por esas radiaciones que vienen de lejos. Además, se han aplicado condensadores variables a los sistemas de placas que se encajan entre sí sin tocarse y que permiten, mediante un desplazamiento adecuado, aumentar o disminuir la longitud de onda para producir las resonancias de la estación que se busca en el aparato receptor.

No pretendo describirles todos los refinamientos aportados por innumerables estudiosos a este sencillo principio: un volumen entero no bastaría. Por otra parte, como todo invento, la T. S. F. es el resultado del trabajo de un gran número de investigadores, no sólo de distinguidos científicos y físicos, sino a veces de simples trabajadores.

Sin embargo, se puede afirmar que el desarrollo de la radioelectricidad, hoy difundida en todo el mundo, se debe en Francia al genio organizador del general Ferrié que, en sus laboratorios militares de la Torre Eiffel y de los Inválidos, inició a toda una serie de científicos e ingenieros en esta gran obra, antes y sobre todo durante la guerra.

También se puede añadir que la lámpara triodo de Lee de Forest, que al principio era más bien una invención teórica, se realizó prácticamente en el laboratorio militar de Latour-Maubourg. En cuanto a la realización de las comunicaciones por radio en todo el mundo, se lo debemos indiscutiblemente al genio del gran científico italiano Guglielmo Marconi.

En conclusión, si quieres escuchar una emisora que opera en una longitud de onda de 300 metros, correspondiente a un millón de oscilaciones por segundo, debes ajustar tu receptor para que sea capaz de oscilar eléctricamente a esta misma frecuencia de un millón de vibraciones por segundo: es la resonancia electromagnética.

Para poner un ejemplo práctico, consideremos ahora, si se quiere, una estación transmisora: la de Roma, cuya antena, debido a la sintonía de los circuitos eléctricos que se le acoplan, es decir, de las bobinas que los componen, transmite en ondas de 420 metros de longitud. En cualquier punto, incluso a varios miles de kilómetros de distancia, podrás recibir la transmisión de Roma mediante un receptor que sintonizarás a esta onda de 420 metros por medio de su condensador variable y así escucharás claramente los conciertos que se den en esta ciudad.

A continuación, gire el botón del condensador ligeramente hacia la derecha, por ejemplo. Uno de los grupos de placas, al replegarse más en el otro, aumenta la capacidad y, en consecuencia, la longitud de onda; ya no se oirá Roma, sino Langenberg, en una onda de 472 metros. La música italiana habrá dado paso a la alemana. ¿Por qué razón? Porque acercando o alejando las aspas del condensador cambias la longitud de onda y en lugar de 420 metros, tienes 472. En este caso sólo hay resonancia para las ondas de 472 metros y se escucha la emisora que trabaja en esta longitud de onda, con la excepción de otros cientos que se propagan simultáneamente.

Si ahora gira el botón del condensador hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha, disminuirá la longitud de onda y podrá recibir, de repente, la transmisión de Bruselas y escuchar claramente los acordes de un concierto celebrado en la Exposición de esta ciudad.

Por supuesto, el mecanismo de sintonización en las estaciones modernas de T.S.F. es un poco más complicado de lo que se puede ver en los ejemplos que acabamos de dar, especialmente en los equipos "superheterodinos", es decir, con cambio de frecuencia. Pero el principio sigue siendo el mismo.

Por otro lado, los aparatos de T. S. F. no son tan difíciles de construir como se cree. Mi segundo hijo, Sergio, teniendo todavía cinco años, a la edad de dieciséis, en el aula de la escuela, construyó él mismo, pieza a pieza, una radio de válvulas de doble rejilla, mediante la cual recibía, con notable pureza, no sólo las emisiones francesas, sino también las inglesas, lo que, en aquella época, se consideraba una habilidad.

Al mismo tiempo, recibí la visita de uno de mis amigos, un antiguo alumno del Politécnico, que se había graduado hace unos veinte años, y que vino a decirme lo siguiente: "Mi querido amigo, acabo de comprar un aparato de T. S. F., y, en vista de mi condición, no quiero, cuando se me hable de esta ciencia, pasar por un ignorante.... Así que explícame qué es. Por supuesto, le expliqué el principio, y él mismo se quedó asombrado por la sencillez del asunto. Luego, para "completar su educación", le presenté a mi hijo, que le mostró el esquema del aparato que había construido entonces.

No os creáis, pues, perjudicados, queridos lectores, si los principios de T. S. F. no son conocidos por usted.

De lo anterior se desprende que un ex alumno muy capaz de la Politécnica, un matemático que conocía el cálculo vectorial y tensorial, se consideraba un lego en esta nueva ciencia.

Pero ahora puedes ver lo sencillos que son los principios de esta T. S. F. que parecía tan misterioso para la mayoría de ustedes. Pues bien, para la radiestesia, que no os parece menos misteriosa, os daremos, un poco más adelante, explicaciones similares que, por gracia de la resonancia, os harán comprender fácilmente su mecanismo.

1] En italiano: radiofonía, radiotelegrafía, telegrafía sin hilos, equipo de radio.

CAPÍTULO II - La Universidad

 

 

En el capítulo anterior te hablamos de la resonancia y de los considerables efectos que puede producir, incluso a grandes distancias, como ocurre en las transmisiones de radio, de las que te hemos dado varios ejemplos.

Ahora es oportuno explicarles cómo pueden tener lugar estas acciones a distancia, pues si reflexionamos un poco, no podemos concebir efectos como, por ejemplo, la recepción de ondas de radio de conciertos, de televisiones a varios miles de kilómetros de distancia, si no hay entre la estación emisora y la receptora un agente capaz de transmitir estas ondas y, de alguna manera, de servir de vehículo para ellas.

Alrededor de este "agente" que he llamado en mis trabajos anteriores la universión, quisiera entretenerles en el presente capítulo.

Es evidente que las teorías clásicas de la gravitación de Newton y las, más modernas, de la relatividad de Einstein, seguirían siendo totalmente inexplicables sin la existencia de un agente físico de transmisión. Muchos otros fenómenos como la atracción del hierro y de ciertos metales por medio del imán, las atracciones y las repulsiones a distancia de los cuerpos electrificados, las transmisiones radioeléctricas a las que acabamos de referirnos, la propagación, en los espacios celestes, de la luz del sol y de las estrellas y, finalmente, la aparición de nuevas radiaciones ultrapenetrantes que surcan todo el espacio, presuponen la presencia de un medio imponderable, dotado de una perfecta elasticidad, apto para servir de soporte a estas acciones y fenómenos, y de una fuerza universal, cuyos efectos se dejan sentir hasta el infinito.

Este medio imponderable, que los físicos llamaron éter, sin definirlo, ha sido llamado por mí "universo", palabra compuesta de dos términos: "universo" e "ion", para indicar primero que llena todo el universo y luego que se encuentra igualmente en los espacios intermoleculares e intraatómicos de los corpúsculos elementales que constituyen toda la materia, como los iones, los electrones, los protones, los neutrones, los positrones y otras partículas que la física moderna no dejará ciertamente de descubrir.

Hace unos diez años, expresé por primera vez esta idea del universo en una obra de este nombre, y traté de mostrar la importantísima función ejercida en el universo por este depósito de energía primordial, que es al mismo tiempo un quid incorpóreo, infinitamente sutil e impalpable. No sólo sirve de vehículo para todas las radiaciones y ondas, desde las infinitamente pequeñas hasta las infinitamente grandes, sino que constituye una formidable reserva de energía, de la que proceden todas las fuerzas y todos los movimientos que tienen lugar en el universo.

Ahora bien, este concepto de la universalidad se ha desarrollado después de que los trabajos sobre las ondas cósmicas hayan señalado, mediante experimentos tan numerosos como indiscutibles, esas considerables energías radiantes que surcan los espacios interplanetarios, cuyos efectos se dejan sentir hasta en los lagos más profundos.

Volveré, por otra parte, un poco más lejos sobre esta cuestión tan ardua de las ondas cósmicas, que no son más que mi universo.

Es la universalidad, en efecto, la que domina tanto lo infinitamente grande como lo infinitamente pequeño. Se le asigna la función de mantener las estrellas a sus respectivas distancias y en sus órbitas inmutables en las infinitas profundidades de los espacios siderales, así como de asegurar, dentro del átomo, la rotación perpetua de los electrones alrededor del protón o núcleo central. Así hace que los ferrocarriles eléctricos y los ramales del metro funcionen como los motores de nuestros ascensores, montacargas, etc., pues en estos motores las partes motrices giratorias ejercen a distancia atracciones y repulsiones sobre las partes fijas, y, sin la universalidad, no produciéndose ya estas atracciones y repulsiones, el metro permanecería inmóvil y también su ascensor.

Pero la universalidad no se nos presenta simplemente como el agente general de transmisión de todos los movimientos vibratorios -luz, electricidad, magnetismo, etc. También debe ser, necesariamente, la promateria ideal de la que se derivan todas las sustancias que caen bajo nuestros sentidos.