No he salido de mi noche - Annie Ernaux - E-Book

No he salido de mi noche E-Book

Annie Ernaux

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Beschreibung

Mi madre sufrió la enfermedad de Alzheimer a principios de los años 80. Al final, tuve que ingresarla en una residencia de ancianos. Siempre que volvía de mis visitas, necesitaba escribir sobre ella, sobre su cuerpo, sus palabras, el lugar donde se encontraba. No sabía que aquel periodo me conduciría hacia su muerte, en 1986. Al hacer públicas estas páginas, las revelo tal y como fueron escritas, fruto del estupor y el trastorno que entonces sentía yo. No he querido modificar nada al transcribir aquellos momentos en que me quedaba junto a ella, fuera del tiempo, de todo pensamiento. Había dejado de ser la mujer que había conocido, que velaba por mi vida, y sin embargo, bajo ese rostro inhumano, por su voz, sus gestos, su risa, era mi madre, más que nunca. Autora ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022.

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NO HE SALIDO DE MI NOCHE

PRIMERA EDICIÓNabril 2017

TÍTULO ORIGINALJe ne suis pas sortie de ma nuit

Publicado por

EDITORIAL CABARET VOLTAIRE S.L.

[email protected]

www.cabaretvoltaire.es

©1997 Éditions Gallimard

©de la traducción, 2017 Lydia Vázquez Jiménez

©de esta edición, 2017 Editorial Cabaret Voltaire SL

BIC: FA

ISBN-13: 978-84-190470-2-1

DEPÓSITO LEGAL: B 9360 - 2017

Producción del ePub: booqlab

Dirección y Diseño de la Colección

MIGUEL LÁZARO GARCÍA

JOSÉ MIGUEL POMARES VALDIVIA

«Esta obra se benefició del P.A.P. GARCÍA LORCA, programa de publicación del Institut français y del Ministerio francés de Asuntos Exteriores y Europeos.»

FOTOGRAFÍAS

Cubierta: Betty, 1991 ©Gerhard Richter

Guarda: Annie Ernaux, 1997 ©Patrick Box

Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro -incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet- y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo públicos.

 

 

NO HE SALIDO DE MI NOCHE

 

 

 

Mi madre empezó con pérdidas de memoria y comportamientos extraños dos años después de sufrir un accidente de circulación grave —se la llevó por delante un coche que se saltó un semáforo en rojo— del que se había recuperado perfectamente. Durante varios meses, pudo seguir viviendo de manera autónoma en la residencia para mayores, de Yvetot, en Normandía, donde ocupaba un pequeño apartamento para ella sola. En el verano del 83, en plena canícula, se encontró mal y la ingresaron. En el hospital descubrieron que llevaba varios días sin comer ni beber. En su frigorífico solo había unos terrones de azúcar. Ya no podía quedarse sola. Decidí llevármela a casa, a Cergy, convencida de que en ese marco, familiar para ella, con la presencia de mis dos hijos mayores, Éric y David, que me había ayudado a criar, sus perturbaciones desaparecerían, que volvería a ser la mujer dinámica e independiente de antes.

No fue así. Su memoria siguió deteriorándose y el médico habló de la enfermedad de Alzheimer. Dejó de reconocer los lugares y a las personas, a mis hijos, a mi ex marido, a mí misma. Se convirtió en una mujer perdida, recorriendo la casa de arriba abajo o permaneciendo sentada horas en las escaleras del pasillo. En febrero de 1984, a la vista de su postración y de su negativa a alimentarse, el médico prescribió su traslado al hospital de Pontoise. Se quedó allí dos meses. Después, y tras una breve estancia en una clínica privada, sería admitida de nuevo en el hospital de Pontoise, en el servicio de geriatría, donde falleció de una embolia en abril del 86, a los setenta y nueve años.

En el periodo que pasó en casa me puse a anotar, en trozos de papel, sin fecha, frases, comportamientos de mi madre que me aterrorizaban. No podía soportar que semejante degradación se apoderara de mi madre. Un día soñé que le gritaba enfadadísima: «¡Deja de estar loca de una vez!». Luego, cuando volvía de visitarla en el hospital de Pontoise, necesitaba escribir sobre ella a toda costa, sus palabras, su cuerpo, que me resultaba cada vez más cercano. Escribía muy rápido, sumida en la violencia de las sensaciones, sin pensar ni buscar un orden.