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"El matadero" es un cuento que parte aguas en la literatura argentina. Esteban Echeverría lo escribió durante su exilio en Uruguay, aunque no se publicaría sino tras su muerte. Concebido como una ejemplificación del "terror rosista", en el relato se encarna una dialéctica de la violencia más compleja de lo que podría parecer a primera vista. Este último tomo de las Obras Completas de Echeverría incluye otros textos salidos de su pluma –"Mefistófeles", "Locuciones y modismos"...– junto con varias semblanzas que de su persona hicieron sus contemporáneos.
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Seitenzahl: 775
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Esteban Echevarría
ESCRITOS EN PROSA Con notas y esplicaciones por Don Juan María Gutierrez.
TOMO QUINTO Y ÚLTIMO. Con una noticia acerca de la vida del autor, Juicios Críticos por los Sres. Goyena, Mitre, Alberdi Varela (D. Florencio), Torres Caícedo, Amunategui, y poesias laudatorías de los Señores Berro y Magaríños Cervantes.
Saga
Obras Completas V Escritos en prosa
Copyright © 1874, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726602401
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
SOBRE DON ESTÉBAN ECHEVEBRIA
por Juan Maria Gutierrez.
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Queria Sócrates que los hombres pusiesen los ojos en la vida y hechos de varones señalados, á quienes él y San Basilio llaman espejos de la República: para que viéndolos se viesen, ó bien como semejantes en las virtudes, ó bien como desemejantes en los vicios.
(Martin de Roa)
No sienta bien el oficio de crítico á quien ofrece al público la obra completa de un escritor contemporáneo. Lo único que le corresponde es ayudar al lector, para que juzgue con independencia y acierto, informándole de aquellas circunstancias que son del resorte de la biografía.
Dentro de estos límites nos ceñimos en las presentes páginas, con tanta mayor razon, cuanto que, como puede verse en el presente volúmen, nos hemos atrevido varias veces y en diferentes épocas, en vida y despues de los dias de Echeverria, á espresar nuestra opinion sobre el valor literario de sus escritos y sobre la importancia del papel que desempeñó, como obrero de la mejora social en ambas orillas del Rio de la Plata.
Esos nuestros juicios, lo confesamos francamente, son imperfectos é incompletos, mas que por falta de voluntad por una razon que no queremos ocultar. Aun cuando al comenzar á escribirlos, llevábamos la intencion de detenernos en ellos y de tratar la materia bajo todos sus aspectos, muy pronto se nos desprendia la pluma de la mano, porque nada es tan doloroso como clavar el escalpelo del análisis en las entrañas, que aun sentimos palpitar, de una memoria querida.
Entre este sentimiento y el deber de no defraudar á nuestro pais de una de sus glorias mas puras, ha vacilado por mucho tiempo nuestro espíritu, hasta lograr dominarle y sacar de nuestro culto por una amistad que nos honra, las fuerzas necesarias para poner en estado de ver la luz pública el fruto entero de la cabeza sazonada y del delicado corazon del autor de los «Consuelos» y del «Dogma de Mayo,»
Mezclados á los nuestros se encontrarán en este último volúmen de las obras completas de Echeverria, una série de juicios críticos escritos en América y en Europa por jueces distinguidos é imparciales, los cuales llenan airosamente el vacío que señalamos arriba, y justifican la importancia intelectual del amigo cuya vida, lacónicamente, pasamos á relatar.
Esta vida no es propiamente de accion, si por accion se entiende la parte que toma un ciudadano en las funciones públicas de su pais. Los tiempos alejaban naturalmente de ellas á un hombre del caracter y principios de Echeverria. Pero en el teatro de las teorias, pocos argentinos han sido tan activos, laboriosos y persistentes, como este pensador siempre en la brecha, luchando contra el error dia y noche, y manejando en esta lucha todas las armas de la palabra conque la idea ataca y se defiende.
Esta gloriosa batalla, sin ruido sin sangre, emprendida casi con la certeza de la derrota ó de lo infructuoso del triunfo, que consumió la existencia de Echeverria y le devoró de sed de verdad y justicia, está consignada en sus escritos, que son como los anales de ella, jornada por jornada. Hoy que estas producciones, se entregan al público, casi en su totalidad, queda su biógrafo descargado de la dificil tarea de historiar los medios y fines del pensamiento de Echeverria dentro de las esferas de la política y del arte.
Esta es labor agena y venidera. Ponemos en manos de quienes hayan de desempeñarla los antecedentes indispensables para proceder con entero conocimiento de causa.
Don José Esteban Antonino Echeverria, nació en Buenos Aires el dia 2 de septiembre de 1805, en el barrio llamado vulgarmente del alto, y fué bautizado en la misma pila en que lo habia sido cerca de medio siglo antes, el ilustre patriota don Feliciano Antonio Chiclana. Tuvo por padres á don José Domingo Echeverria, natural de Vizcaya y á doña Martina Espinosa hija de esta ciudad. Segun hemos podido averiguar don Esteban tuvo la desgracia de perder á su padre en la primera niñez y tomó los caminos un tanto anchos que las señoras viudas abren comunmente á sus hijos predilectos. Él mismo, en una carta escrita á un íntimo amigo suyo en julio de 1836, delineaba con rasgos generales, pero francos, sus estravios desde los 15 á los 18 años de edad; y segun esta confesion espontánea, era por entonces un héroe de novela en miniatura, y uno de esos inocentes libertinos que lisonjean su amor própio haciéndose blanco de las murmuraciones de su barrio. 1
Estos deslices, complicados con «ciertos amoríos de la sangre un tanto escandalosos,» empleando sus propias espresiones, no obstaban para que se entregara con suficiente ardor al cultivo de su inteligencia, sujetándose estrictamente al régimen de los estudios establecido en el Colegio de «Ciencias morales,» el mas sério y disciplinado de los establecimientos de enseñanza preparatoria, durante la administracion que logró tomar asiento en el terreno conmovido por los sacudimientos políticos del año 1820. Tuvo por inmediatos maestros de latinidad y de filόsofia, á dos inolvidables varones, cuya voz, apaciple y mansa, en uno; ardiente, y despreocupada en boca del otro, nos parece escuchar todavía, despues de largos años, con gratitud y amor. Estos mismos eran los sentimientos que guardó siempre en su corazon don Esteban para con sus buenos profesores don Mariano Guerra y don Juan Manuel Fernandez Agüero. Tenemos autógrafos á la vista, los certificados de aplicacion y exelente conducta en el aula, que dieron ambos señores á su discípulo; y consta de esos documentos que habia cursado dos años de latinidad,» distinguiéndose entre sus condiscípulos,» y la ideologia, la lógica y la metafísica, en el de 1822, «dando pruebas repetidas de talento, juicio y áplicacion.»
«Continué mi vida de estudiante, dice el mismo Echeverria en la carta mencionada, hasta fines de 1823, en cuya época me separé de las aulas, por causas independientes de mi voluntad para dedicarme al comercio.» En efecto, entre los apuntes personales contenidos en una cartera de su uso, hallamos, que entró en calidad de dependiente de aduana al servicio de la afamada casa de los señores Sebastian Lezica y hermanos, en donde permaneció hasta el 20 de septiembre de 1825.
Las ocupaciones humildes y prosaicas del empleo que desempeñaba contra su inclinacion, no pudieron sofocar las que predominaban en él, y el dependiente de la casa Lezica no dejó de ser el mismo estudiante y el mismo jóven ardiente y fantástico que fué antes de ocuparse de pólizas y de facturas. En los momentos desocupados, y sobre los fardos de mercaderias de los almacenes por mayor de la casa de sus patrones, tomaba sus lecciones de lengua francesa y se entregaba, en libros escritos en esta, que pronto logró poseer con perfeccion, á la lectura reflexiva de materias de «historia y de poesia. » Así nos consta de una página casi indescifrable, en que Echeverria, comenzó con conocida pereza y desaliño á escribir una especie de autobiografia que abandonó á los pocos renglones. En otro escrito del mismo caracter, pero mas detenido, comenzado al cumplir la edad crítica de los treinta años, pinta la situacion de su corazon y de su espíritu en la época en que se dedica al comercio y abandona los estudios escolares. «Hasta la edad de 18 años, dice allí, fué mi vída casi toda esterna: absorviéronla sensaciones, amoríos, devaneos, pasiones de la sangre, y alguna vez la reflexion, . . . . Entonces como caballo desbocado, yo pasaba sobre las horas, ignorando dónde iba, quién era, cómo vivia. Devorábame la saciedad, y yo devoraba al tiempo» . . . .
Por mucho que los hábitos literarios y la esperiencia de la vida, interpuestos entre los años 1835 y 1824, hayan adulterado las impresiones en la pluma del pensador ya maduro, no obstante, las anteriores palabras son veraces en sí mismas y producen el convencimiento de que el viaje á Europa emprendido por Echeverria en 1825, fué resultado de una lucha moral en que triunfaron la razon y las grandes aspiraciones á perfeccionarse que constituyen su carácter. Fué entonces que se levantó definitivamente en su alma, como un gigante cuya estatura se esforzó duraute toda su vida por alcanzar, ese tipo ideal, pintado en varios de sus poemas, del individuo perfecto, del patriota, del indagador curioso de la verdad, que todo lo pospone por enriquecer la mente, acrisolar los sentimientos y acaudalar esperiencia, con el fin de levantar sólida fama sobre tan nobles cualidades. Esta ambicion noble y laudable, esplica el martirio moral de la existencia de quien la concibió y fomentó en su alma. Una aspiracion tan difícil de realizar, que casi al alcanzarla huye como una ilusion óptica, convierte al viagero por los caminos positivos y vulgares del mundo, en una víctima que se devora á sí misma, que solo ama lo imposible y subleva contra sí el egoismo de los intereses prácticos con arreglo al cual juzgan los hombres contemporáneos á sus semejantes. A este precio doloroso vivirá perdurablemente el nombre de Echeverria. Su martirio se ha convertido en gloria, porque si en la posteridad no se hallara el premio por semejantes sacrificios, la humanidad no tendria derecho para ostentarse tan orgullosa como la retrata la historia.
Las causas que produjeron la crisis moral porque pasa Echeverria en el año 1825, al contar los 20 de su edad, y se decide á emprender su viage á Europa «á continuar sus estudios interrumpidos,» se hallan de manifiesto, bajo formas literarias y un tanto idealizadas, en casi todas sus obras poéticas, y muy especialmente en el bosquejo de su poema «Gualpo» y en las «cartas á un amigo» que aparecen por primera vez en el presente volúmen de sus obras completas. Allí, como en «El Ángel Caido» se desprende sobre el fondo oscuro de un pasado nebuloso, la figura de un jóven que hastiado de goces sensuales y de liviandades pueríles, busca en la cultura de la inteligencia y en las indagaciones científicas, pábulo á la actividad de la mente y del corazon, y un empleo digno de las facultades del hombre cuya noble mision en la vida acaban de revelarle la razon y el infortunio con la claridad súbita de un relámpago. Nacido en un pais que ama con delirio; pero en donde ni la historia suministra esperiencias, ni el arte ostenta sus prodigios; en donde son pobres las escuelas y carecen los maestros del prestigio de la fama, toma el camino del viejo mundo, creyendo hallar allí los elementos de saber de que carece en su patria, y una fuente abundante y pura en que saciar la sed de ciencia que le devora.
En la tarde del 17 de Octubre de 1825, se embarcó Echeverria con destino á Burdeos á bordo del bergantin francés «Jóven Matilde» el cual se puso á la vela en la madrugada del dia siguiente. Este viage no fué feliz. El 27 de Noviembre se hallaba el Matilde en la latitud Sur de 27° 47’, tan mal parado á consecuencia de los temporales que habia sufrido, que su capitan Donolf, determinó recalar al puerto de Bahia para reparar las averias de la nave que hacia agua por todas las costuras. El primero de Diciembre á las 2 de la tarde, dió fondo el bergantin en el indicado puerto brasilero.
Seguimos á la letra unos apuntes sumamente lacónicos contenidos en una cartera de viaje, y en ellos se limita Echeverria á consignar que el 21 de Diciembre á las 10 de la mañana se embarcó en Bahia á bordo de la «Aquiles», fragata francesa con destino á Havre de Gracia y con escala en Pernambuco, habiendo ajustado y pagado su pasage á razon de 160,000 reis. Los veinte dias que permaneció en Bahia Echeverria, debió vivir como un anacoreta á juzgar por su cuenta de gastos re ducida á 11.186 reis apesar de que en ella figuran 4466 por el pasaporte, 3200 «por dos dias en la posada» y 520 por valor de un sombrero, probablemente de paja ordinaria.
La fragata Aquiles llegó á Pernambuco el sábado 31 de Diciembre, y como era mercante y debia embarcar carga, permaneció en este puerto veinte y dos dias, habiendo continuado viage en la tarde del 22 de Enero de 1826. Aquí no fué menos parco que en Bahia nuestro viagero, pues solo anota en su cuenta de gastos el valor del lavado de su ropa y de unos «cocos» para refrigerarse en aquel clima y en el rigor del verano, importando todo 586 reis. La fragata Aquiles salió de Pernambuco el 22 de Enero, á las 2 de la tarde y fondeó en Havre de Gracia el 27 de Febrero de 1826. De manera que la travesía de nuestro viagero desde Buenos Aires hasta este puerto de Francia, á bordo de embarcaciones mercantes, á vela, duró cuatro meses y diez dias. Su permanencia en Havre debió ser muy corta pues sus gastosa alli se reducen á cinco francos.
Echeverria viajaba y vivia, como un verdadero estudiante y como hombre sensato que economiza gastos supérfluos para emplear sus recursos pecuniarios en el objeto que le preocupaba, que era el estudio; y para estudiar con aprovechamiento, en las condiciones en que él se encontraba, era indispensable pagar maestros especiales sin perjuicio de las lecciones públicas y gratuitas.
Echeverría llevó consigo al salir de Buenos Aires algunos libros cuyos títulos anuncian cuáles eran sus inclinaciones, y cuáles las lecturas que se proponia hacer durante el viaje. Antes de todo, como que iba á vivir entre franceses, le era indispensable perfeccionarse en la lengua en que habia de hablarles, y cargó con su gramática y diccionario del idioma francés que ya conocia bastante. Llevaba tambien un ejemplar de las lecciones de aritmética y áljebra de don Avelino Diaz, para comenzar por medio de ellas á iniciarse en las matemáticas puras que no habia cursado sériamente en Buenos Aires; la Retórica de Blair, que sin duda le habria recomendado como libro á la moda entonces, su catedrático Agüero, y la «Lira Argentina» en la cual, al mismo tiempo que encontraba los halagos del patriotismo, tomaba las primeras lecciones de versificacion castellana, á que desde entonces le llevaba una de sus mas persistentes inclinaciones. Una carta geográfica de la República Argentina completaba el bagaje de su limitada biblioteca de viaje.
Don Esteban tuvo la fortuna de acompañarse, por casualidad, en su viaje á Europa, de dos hombres notables por su ciencia y por su honradez, conocidos por la obra que publicaron asociados, con el título de «Ensayo historico sobre la revolucion del Paraguay.» 2 Los doctores y naturalistas suizos, Longchamp y Rengger eran los pasageros á que nos referimos, y tanto el uno como el otro concibieron una idea ventajosa del carácter y talento del jóven americano que la intimidad del bordo les proporcionaba ocasion para estudiar íntimamente. Echeverria, por su parte, les conservó una amistad sincera y mantuvo correspondencia con ambos hasta el año 1841; época en que Longchamp le pedia noticias desde Friburgo, acerca del estado en que se encontraba la sociedad y la política de estos paises. «Estoy, le decia, en un párrafo de carta datada á 18 de Julio del año mencionado, siempre como antes de su salida de Paris, establecido en la ciudad de Friburgo, con mas qué hacer que el que pueden sobrellevar mis fuerzas. Sin embargo, sea por los recuerdos que me empujan hácia el continente americano, sea por el estado de mi salud, que no es muy buena en este clima, pienso encaminarme á Buenos Aires, y al Paraguay talvez, en el año próximo venidero.» En esta misma ocasion le anunciaba su corresponsal á Echeverria la muerte de «nuestro comun amigo Rengger» acaecida á fines de Setiembre de 1832.
Echeverria no se complacia en referir historias de sus viajes, ni las anécdotas de su permanencia en Paris, y segun hemos podido comprender, pasó allí años enteros tan absorbido en el estudio, que poca razon habria podido dar de las cosas que en la capital de la Francia llaman de preferencia la atencion de los viajeros comunes. No hemos podido averiguar tampoco quiénes fueron allí sus mentores y guias para concertar el plan de estudios que se propuso seguir. Este plan fué acertado, y lo llevó á cabo con una laboriosidad y en una estension que admira, y solo puede creerse teniendo á la vista, como tenemos nosotros, las pruebas y testimonios autógrafos de las variadas materias á que se aplicó, tanto en las ciencias morales como en las positivas.
Su sistema para aprender con aprovechamiento, fué redactar él mismo, de su propia mano, en libros ó cuadernos á propósito, el resultado de lo que habia oido y le habian hecho comprender sus profesores durante la leccion de cada dia. No tomó jamás en su mano un libro elemental escrito espresamente para servir de testo en las escuelas. Estos libros son de fácil adquisicion y manejo; pero hacen perezoso el espíritu y reservan en sus páginas la ciencia del autor sin que se trasmita viva á la inteligencia del discipulo. Pero como Echeverría deseaba saber de veras y no habilitarse únicamente para responder, ante un programa de examenes, del estado de su aprovechamiento, adoptó naturalmente el método mas eficaz aconsejado por los hombres de esperiencia y amigos de la verdad y de lo positivo en materia de educacion.
En este momento abrimos y hojeamos por la centésima vez aquellos cuadernos á que nos hemos referido, y de su exámen podemos deducir cuales fueron las materias que abrazó en sus estudios y cuales las de su preferencia. En las ciencias físico-matemáticas, consagró mayor atencion á la química que á ninguna otra, á juzgar por la prolijidad con que consigna las fórmulas y los análisis en sus cuadernos, dibujando atentamente la forma de los aparatos para la elaboracion, por ejemplo, de los ácidos y de los cloruros. En la geometría se dedicó al conocimiento de aquella parte mas aplicable, como es la resolucion de los triángulos, no solo gráficamente sino por medio de fórmulas algébricas y de las tablas logarítmicas. Encontramos un cuaderno de pocas páginas, dedicado esclusivamente al estudio de los poliedros y de la esfera.
Echeverría tenia predileccion por el estudio de la historia; pero al llegar á Francia, conoció cuán superficiales y faltos de base eran los conocimientos que en este ramo habia podido adquirir en sus lecturas. Tuvo la humildad, para correjir esta insuficiencia, de resignarse como un discípulo principiante á trazar cuadros cronológicos de diferentes periodos de la historia antigua y moderna, llamándonos entre estos la atencion, uno muy prolijo referente á la historia del bajo imperio de Oriente, historia á la verdad llena de enseñamientos saludables.
En cuanto á las ciencias políticas y á la filosofia, materias á que consagró gran parte de su residencia en Francia, no hallamos rastro de las lecciones que debió escuchar á los notables profesores de estos ramos que se distinguian en su tiempo en Paris. Lo que sí hallamos, es una porcion de volúmenes, escritos todos de puño y letra de Echeverria, en los cuales ha consignado el fruto de sus lecturas en filosofia y política, estractando aquello que le ha parecido mas vigoroso ó mas notable de los escritores franceses desde Pascal y Montesquieu hasta Leroux y Guizot. 3 En todos y cada uno de estos estractos, puede advertir el mas distraido, que Echeverria no perdia ni por un momento la memoria de su patria, y que atesoraba para ella, sabiéndola necesitada de doctrina y de una base de organizacion política en armonía con los fines de la revolucion de la independencia. Cuanto podia dar el pensamiento frances á este respecto hasta aquellos dias, está recojido en esos laboríosos estractos que suponen una lectura constante y variada. En el menor de estos volúmenes manuscritos, hemos contado trece autores cuyos nombres son los siguientes, colocados en el órden en que aparecen en las páginas del volúmen: Montesquieu, Sismondi, Wattel, Lerminier, Lammenais, Gúizot (hist. de la civ. en Europa) Lando, Vico, Saint Marc Girardin, Vinet (lib. des cultes). Chateaubriand (los Estuard.) Pascal (pensamientos.)
En medio de estos estudios arduos que ocupaban á Echeverria en Europa, emprendió otro que no lo es menos cuando se toma con seriedad. Las cuestiones suscitadas por el romanticismo, eran entonces tan ruidosas y apasionadas que no era dado permanecer indiferente á ellas á nadie que tuviese inclinacion á cultivar la imaginacion y el arte de espresar lo que es bello. Echeverria se hallaba en este caso, y se dedicó á formarse una idea clara de lo que significa la literatura dentro de la humanidad y en cada una de las civilizaciones separadas por sus respectivas lenguas; qué partido puede sacarse de ella en favor del progreso y la libertad de los pueblos, y cuál seria la mas adecuada para aquellos, que como los americanos, habian entrado en la senda de nuevos destinos al emanciparse de una Metrópoli que, en su concepto, era la personificacion de cuanto existia de vetusto y atrasado en el año diez del presente siglo. Esta idea se convirtió en su espíritu en una especie de mision religiosa, y aplicó toda su voluntad y todas sus facultades, no solo á resolver acertadamente estos problemas que su penetracion planteada en presencia del debate, sino á adquirir los medios é instrumentos para que sus soluciones teóricas se convirtieran en realidades en esta parte de América cuando llegara á saludarla como hijo que regresa al hogar. Sus poesias dicen de qué modo influyó con el ejemplo; y en el presente volúmen de sus obras completas se insertan los fragmentos de trabajos mas estensos que ha debido escribir sobre teorías literarias y no han llegado íntegros á nuestro conocimiento.
Con respecto á la vocacion literaria de Echeverria, podemos referirnos á su propio testimonio. «Durante mi residencia en Paris, dice en uno de sus rasgos autobiográficos, y como desahogo á estudios mas serios, me dediqué á leer algunos libros de literatura. Shakespeare, Schiller, Goeth, y especialmente Byron, me conmovieron profundamente y me revelaron un nuevo mundo. Entonces me sentí inclinado á poetizar; pero no conocia ni el idioma ni el mecanismo de la metrificacion española. Era necesario leer los clásicos de esta nacion. Empecé: me dormia con el libro en la mano; pero haciendo esfuerzos sobre mí mismo al cabo manejaba medianamente la lengua castellana y el verso.» —De esta penosa tarea de aprender de adulto lo que debe mamarse con la leche materna, ha dejado Echeverría un testimonio mas de su constancia y fuerza de voluntad. Esos mismos libros que el tédio le hacia tan pesados, llegaron á ser sus amigos y bien venidos á sus manos, y poco á poco fué comprendiendo que de entre las frases vacías y las aspiraciones místicas de los asceticos antiguos, podian estraerse espresiones y giros de lenguaje que dieran color y energía al pensamiento moderno espresado en nuestro idioma. Y como estas adquisiciones suelen ser fugaces porque solo en la memoria que es frágil se depositan por lo comun, emprendió la tarea de formar una especie de diccionario de modismos castellanos, señalando el autor de quien los tomaba. 4 Por esta razon se observa que mientras todos los estudios sérios de Echeverria fueron hechos en Francia, y por medio de la lengua francesa, es sin embargo uno de los escritores sud-americanos, á quienes no puede tachárseles de galicismo, ni en las palabras ni en las construeciones gramaticales. Antes por el contrario, en aquellos de sus escritos que pueden llamarse didácticos, y en los humorísticos, abre el arca de sus tesoros adquiridos en el trato con los autores del siglo de oro, y salpica sus producciones con oportunos arcaismos que les dan sal y relieve. La introduccion de los Rimas, algunas notas de la Cautiva, y casi todos sus escritos doctrinarios, son ejemplos de como sabia él demoler las fábricas del clasicismo plagiario é infecundo, valiéndose de instrumentos que se rejuvenecen bajo la inspiracion de su pensamiento innovador.
Aquella especie de estudio retrospectivo de la lengua, era un síntoma de la constitucion literaria de la Europa que influia sobre Echeverría. A toda revolucion en las ideas, corresponde en la historia una revolucion en la manera de espresarlas, porque las cosas nuevas ó renovadas, exijen vestidos á la moda intelectual que entra en uso. El romanticismo, traia en sí, á pesar de sus pretensiones innovadoras, mucho de pasado y vetusto, y así como puso en valimiento los castillos feudales, las catedrales góticas, los trajes pintorescos y las costumbres rudas de la edad media, entró en la tarea de buscar en la índole arcádica de los idiomas vivos, palabras y formas de diccion que imprimieran al estilo la fisonomía de las edades remotas enterradas bajo las capas vivas de la civilizacion moderna. Para que una página escrita segun la disciplina romántica tuviera el sabor de la escuela, debia forzosamente remedar con la palabra la tosca simplicidad del cincel de los decoradores de los monumentos religiosos anteriores al renacimiento.
Esta tendencia que no nos toca apreciar, ni en Francia ni en el resto del continente europeo, indujo naturalmente á Echeverria á trasportarse á los dias de Leon y de Malon de Chaide, y á entregarse á la lectura de estos soñadores con las cosas del otro mundo. Aun cuando saboreó los peligrosos filtros del misticismo, hay que agradecerle el que no nos haya infiltrado su veneno, ni cedido á las tentaciones devotas y teocráticas del autor de los «Mártires.» Fué romántico de buena ley, y no aceptando del Medio dia sino los instrumentos del arte, se inspiró, en el fondo, en las escuelas serias y filosóficas del Norte afiliándose bajo las inmediatas banderas de Goeth, de Schiler y de Byron, grandes hablistas á su vez y artífices cuidadosísimos de la forma.
En este punto no pretendemos otra cosa mas que señalar y esplicar, tal cual lo entendemos, un rasgo característico de Echeverría como escritor, rasgo que no podiamos pasar en silencio en la esposicion de su vida literaria. Por lo demas las lenguas, como tantas veces se ha observado ya, se modifican con el curso del tiempo, así como se modifican las creencias, las ideas y las necesidades de que son la representacion, y aquellas formas de lenguaje deben ser preferidas en un momento dado, que mejor respondan á la espresion del pensamiento y al genio de cada pensador.
Así que Echeverría, logró adiestrarse en el arte de elaborar la rima y enriquecer su vocabulario, herramientas indispensables de que tiene que proveerse todo principiante en el oficio, comenzó á escribir versos y á someterlos, en estado de borradores y con calidad de ensayos, al juicio de sus amigos íntimos. Residian entonces en Paris, varios hijos de Buenos Aires completando sus estudios científicos á espensas del gobierno de la Provincia. Portela, Rodriguez, Rivera, Fonseca y otros varios, eran de este número, y el primero y el último fueron los primeros confidentes de las inspiraciones de nuesto poeta, así como fueron los predilectos en su cariño, entre sus condiscípulos americanos en Paris. Los ensayos de Echeverría, debieron consistir en algunas composiciones que, corregidas y mejoradas, hacen probablemente parte de los «Consuelos»; pero si esto es dudoso, consta de su correspondencia con el doctor Fonseca que dichos ensayos llegaron á manos de este con el título de Ilusiones , y que el objeto del autor era pintar los sueños y aspiraciones ideales de la juventud en general, encerrando en un cuadro pequeño, pero variado en situaciones y accidentes, un periodo completo de la existencia del hombre. El tipo de su héroe le habia sacado de lo hondo de su propio corazon, delineándole con el recuerdo de las luchas morales que él mismo habia esperimentado, segun lo declara en su correspondencia privada con aquellos amigos.
El resultado de estas esploraciones de la opinion agena, acerca del efecto que podian producir sus ensayos en la sensibilidad de un hombre selecto nacido, y destinado á vivir como él á las orillas del Plata, no pudo ser mas satisfactorio ni mas lisonjero para sus aspiraciones concentradas esclusivamente en este pedazo del mundo americano. Las «Ilusiones» no solo fueron bien recibidas y atentamente leidas por su distinguido compatriota, sino aplaudidas y elogiadas con verdadero entusiasmo, no con voces vagas ni palabras comedidas, sino con detenidas demostraciones razonadas, porque aquellas poesias, como ningunas otras, le habian afectado hondamente, conmovido sus entrañas, y trasportádole penosamente á los recuerdos de una juventud análoga á la del héroe de las «Ilusiones.» «Yo he pasado por las mismas vicisitudes y he sido jóven y amado del mismo modo y con las mismas consecuencias,» decia el doctor Fonseca al autor. El triunfo de éste al comenzar su carrera de poeta, no podia ser mayor, puesto que habia conseguido la aprobacion de juez tan competente. Aun consiguió mas: los versos de Echeverría produjeron el efecto de una corriente galvánica sobre la persona moral del doctor Fonseca.
El hombre interior se reveló espontáneamente. Bajo la nfluencia de los choques de aquella lectura, el médico tomó la pluma y en una página detenida y esmeradamente escrita dejó consignadas revelaciones preciosas para la historia de su vida y para el estudio del corazon humano. La primera juventud de ambos amigos, nacidos en una misma parroquia, que solo se conocieron en el estranjero, fueron casi idénticas.
Llevaban ambos en el corazon las mismas heridas que les inclinaron á la melancolía y al desaliento, mezclados á la energía que inspiran el deber y los anhelos á la perfeccion. Ambos eran poetas románticos en el alma, ambos habian estudiado lo bello bajo sus aspectos humanos y sociales, y tanto el uno como el otro dan prueba de que en la atmósfera general de aquella época, las formas literarias no fueron en su novedad otra cosa mas que la espresion adecuada y natural de un movimiento en la raiz de los espíritus, producido por la influencia de la libertad que comenzaban á disfrutar mas ampliamente.
La influencia de Lafinur y de Fernandez Agüero, en filosofía; el liberalismo seglar bajo cuyas influencias se reformaron los planes de estudios, despertaban nuevas curiosidades intelectuales y preparaban para las letras el terreno en que con tanta fortuna sembró mas tarde Echeverría la doctrina y el ejemplo. A la penetracion de éste, si no nos equivocamos, escapan estas observaciones y desdeña demasiado en sus escritos el proceso ascendente que habian seguido las ideas en su pais, formando una cadena progresiva de la cual nuestro distinguido pensador era un eslabon mejor forjado, si se quiere, y de mejores quilates, pero de igual materia, vaciado en el molde fatal del progreso de que nunca estuvimos desheredados los argentinos.
Echeverría no se redujo á tratar esclusivamente á los hombres de su misma habla y nacionalidad residentes en Paris. A mas de cultivar relaciones con estos señores, frecuentaba la tertulia de varios literatos de nota, y en especial la de aquellos que por adhesion á las ideas liberales, como entonces se decia, simpatizaban con la América independiente y estudiaban con pasion el problema de la estabilidad y del progreso de las instituciones democráticas en el nuevo mundo. En esas reuniones era, como es de presumir, el mimado de los concurrentes, por su calidad de estranjero, que es una recomendacion en aquella capital cosmopolita, por lo remoto de su oríjen y por la novedad que allí despierta un hombre de tierras lejanas, que habiendo nacido en paises bárbaros, se presenta con todos los dotes y adornos de la civilizacion.
A estas circunstancias se juntaba para favorecerle en aquellas sérias y cultas sociedades, su competencia como juez en las cosas de América, y la exactitud de sus informes acerca del carácter é importancia de nuestros prohombres, de la marcha y desenlace posible de los acontecimientos políticos y militares, y de los elementos que tanto la naturaleza como el desarrollo de la civilizacion americana ofrecian para la prosperidad de las nacientes repúblicas. En todas estas materias se mostraba Echeverría juicioso, entendido, y capaz de dar solucion á las dudas y preguntas que se le dirijian y de apoyar sus opiniones con hechos y cifras estadísticas, de las cuales encontramos muchas en sus libros de memoria, tomadas de su propia mano en las mejores fuentes. Tenemos testimonios ante los ojos que prueban el vivísimo interes que exitaba en algunos espíritus selectos del círculo parisiense de Echeverría, la causa americana, y facilmente se comprende la influencia en él de la palabra del jóven porteño, cuando con orgullo y firmeza, les tranquilizaba en sus perplejidades é inquietudes.
«Tiempo hace (decia á uno de estos en Junio de 1827) que el destino de la América ha dejado de ser un problema, y no hay poder en el mundo que pueda trastornarle. Sería necesario estirpar la raza americana, y desnaturalizar totalmente las cosas para embarazar el progreso de la civilizacion en aquellas favorecidas regiones: progreso á que contribuyen á torrentes todos los hombres libres del globo.» 5
En estos círculos parisienses encontró Echeverría un amigo, jóven como él, que tuvo notable influencia en sus predilecciones literarias Pertenecia á una distinguida familia que suponemos oriunda de uno de los Cantones alemanes de la Suiza, ardiente partidario de la libertad política y dado á las letras con competencia poco vulgar en ellas. La inteligencia y la imaginacion vinculaban esta amistad.
Paris es un medio social en donde respiran á su sabor y albedrio todas las inclinaciones. Si es la Babilonia de los placeres y de los vanos espectáculos, es tambien la Tebaida del estudioso y una de las ciudades del mundo en donde pueden admirarse con todo su atractivo las virtudes que brotan al rededor del trabajo asiduo é inteligente. Allí hay tentaciones por demas para los sentidos y seducciones irresistibles para los estudiosos: allí halla, generosamente á su disposicion cuanto puede ambicionar el espiritu para aplicarse y desenvolverse.
En este mundo de la vida mental, vivian en Paris el suizo y el porteño, y cavilosos ambos y de alma de poetas, se alejaban frecuentemente de los Bulevares, y se perdian conversando en los risueños alrededores de aquella capital.
Fué en esos paseos y en esas conversaciones que Echeverría comenzó á conocer la literatura alemana. El mismo, recordaba en una carta á aquel amigo, la profunda é indeleble impresion que le habia causado un drama de Schiller, que hemos visto representar en Buenos Aires, en nuestra juventud, con lágrimas en los ojos, interpretado por la Trinidad y por Velarde, titulado en aleman «La hija del músico,» y en la traduccion española, el «amor y la intriga.» Esa lectura despertó en Echeverría, son sus propias palabras, el mas ardiente deseo por conocer las obras de aquel gran escritor, así como las de Goethe. Tan pronto como pudo proporcionarse traducciones francesas de ambos, las devoró, encontrando en ellas tesoros que sentia no apreciar mas en su justo valor por desconocer la lengua en que fueron originalmente escritas.
Tal era la atmósfera pura y vivificante para la vida moral que respiraba Echeverría en la capital de la Francia. Habia poblado su modesto rincon de estudiante de todas las realidades y visiones del espíritu, y como se hallaba engolfado en la asidua lectura, en el estudio y la contemplacion, oia con indiferencia los ruidos seductores de las plazas y las calles públicas. Como suele cambiarse de clima para recobrar las fuerzas físicas, él habia atravesado el océano para robustecer su razon, y á manera de aquellos romanos antiguos que visitaban las escuelas de Atenas para prepararse á las luchas de la tribuna y de la libertad en la gran república, Echeverría no fué mas que un transeunte por la Europa en el camino del ansiado regreso á su patria, cuya imágen no se apartaba ni por un momento de su memoria.
Echeverria no podia vivir largo tiempo lejos de las orillas del Plata Su alma estaba encordada como una harpa eólica que solo resonaba herida por las auras patrias. Pocas veces puede darse una harmonía mas íntima entre el hombre y el suelo, entre el alma y la naturaleza; entre la luz, el ambiente, y la inteligencia y la imaginacion, como la que existia entre don Esteban Echeverría y el pais en donde habia brotado á la vida como una planta indígena. Era generoso como la tierra vírgen, vasto en sus miras como la llanura, de alma tranquila y tempestuosa á un tiempo como el mar dulce que tantas veces cantó al rumor de las crecientes que habian arrullado su cuna.
Fácil es imaginar que esa sombra que entristece el espíritu del espatriado y se llama nostalgia, debia interponer de cuando en cuando su desaliento entre los ojos enternecidos y el libro de nuestro estudiante, especialmente en esas largas horas de nieve del invierno europeo en las cuales hasta la llama del hogar habla de melancolía y despierta el deseo de gozar del sol. Pero en esos momentos, un amor concebido en la patria, una predileccion nacida con él y convertida en Hada benéfica, llegaba á disipar aquella sombra ó á colorirla con los tintes azules del ciclo ausente. Esa hechicera era su guitarra, su «fiel compañera,» la que segun sus propias espresiones alejaba con sus sonidos las fieras que le devoraban el pecho. 6 Sin duda esa guitarra habia sido llevada muchas veces oculta como un delito, bajo la capa del hijo del Alto y sonado acompañando el cielito en los bailes equívocos y ultra familiares de los suburbios del sud, en la primera juventud de nuestro poeta. Pero esa guitarra de pacotilla, de cuerdas y bordonas compradas al menudeo en la esquina de «Almandos» ó en el almacen de «Lozano» habia pasado á ser una vihuela de las fábricas de Sevilla ó de Cádiz, un verdadero instrumento gobernado por manos adiestradas bajo la direccion de profesores afamados. Echeverría se preciaba de pertenecer á la escuela del maestro Sor, y de interpretar con inteligencia la música sabia de Aguado, escrita especialmente para el diapason de la vihuela.
Pero mas que al gusto ageno debia el suyo propio y á la delicadeza de sus sentidos, el encanto con que pulsaba aquel instrumento que pocas personas le vieron en la mano, porque le reservaba esclusivamente para él y para las horas en que solo estaba visible para su propia alma. Los que hemos oido los arpegios que brotaban de sus dedos al recorrer alternativamente con lentitud ó rapidez, las cuerdas de su guitarra, podemos comprender cómo este instrumento era á la vez su consuelo, su inspirador y el consejero de esa vaga y ondulante armonía melancólica que sombrea la mayor parte de las poesias fugitivas de Echeverria. Estas, antes de tomar formas en la palabra habian nacido envueltas en las ondulaciones de un sonido armonioso, de modo que la estrofa de su poesía es como un libreto que forzosamente se amolda á sonidos mas elocuentes que la palabra misma. Ritmo y música eran sinónimos para nuestro poeta, así como tañir y modular, pasion y concierto, hermanadas y confundidas estas identidades en las regiones del entusiasmo. El músico diestro, es decir, el poeta, «con una disonancia hiere, con una armonía hechiza, y por medio de la consonancia silábica y onomatopéyica de los sonidos, dá voz á la naturaleza inanimada y hace fluctuar el alma entre el recuerdo y la esperanza pareando y alternando las rimas.» 7
Así él que conocia mejor que nadie estos procederes y que tan arriba levantaba los oficios del consonante, y la medida del verso, perdia su templanza ordinaria cuando veia interpretadas por las reglas gramaticales y de la retórica vulgar, las combinaciones del metro y de la frase en el conjunto de sus obras, cualquiera de las cuales, por pequeña y trivial que parezca, está siempre impregnada de un no se sabe qué, que entra al cerebro como un perfume, por los ojos como un rayo de luz, al corazon como una gota de miel ó como un grano de acibar.
Cuando Echeverria salió de Buenos Aires para Europa, ya habia esperimentado los primeros síntomas de la enfermedad que le atormentó toda la vida. Ese mal que tenia su asiento en el corazon y «le absorbia casi toda la vitalidad de sus órganos», desapareció á poco de estar en Francia, si no del todo al menos atacábale allí de tarde en tarde y con menos violencia. En el año 1835, época en que escribió unos apuntes autobiográficos que tenemos á la vista, contaba ya doce años el mal de que se quejaba. De manera que, á pesar de su mucho amor al suelo natal, encontrándose de mejor salud en el estrangero y no habiendo llenado del todo el programa de sus estudios, cuando se vió obligado á regresar y á emprender viage á Buenos Aires, lo hizo contra su voluntad urgido probablemente por la falta de recursos pecuniarios. Faltábale todavia completar sus cursos de Economía política y Legislacion que habia emprendido en la Universidad de Paris de una manera formal. Como para despedirse de la Europa, quiso conocer á Lóndres, y visitó la gran metrópoli británica durante mes y medio en el verano de 1829, 8 embarcándose á su vuelta á Francia en elpuerto de Havre de Gracia en Mayo de 1830, con escala en Montevideo, donde tocó en Junio, desembarcando en Buenos Aires en los primeros dias del siguiente mes de aquel mismo año.
El regreso de Echeverria á la patria no debió ser un hecho que pasase desapercibido en aquella parte de la sociedad porteña que aun participaba de los hábitos cultos que tanto se habian esparcido desde 1821, y comenzaron á descolorirse despues de los funestos resultados del movimiento revolucionario de fines del año 1828. Llegaban junto con él los profesores y amigos suyos, Fonseca y Portela, cuyos nombres se encontraban diariamente en los avisos de los periódicos, anunciando, que, por el espacio de mas de cuatro años, y á espensas del gobierno, habian perfeccionado sus conocimientos profesionales en las escuelas de Paris, y ofrecian al público sus servicios en la práctica de la medicina y de la cirugia. Esta notoriedad se reflejaba naturalmente sobre el literato y el publicista, por reducido que pudiera ser el círculo de sus relaciones. La figura personal de Echeverria interesaba donde quiera que se mostraba, y era, cuando por entonces le conocimos de vista, un modelo de buenos y sencillos modales, y llevaba con suma naturalidad el vestido que por su corte demostraba desde lejos la esquisita habilidad de los artesanos franceses en materia de modas. Usaba lente, de aro de oro labrado, porque lo necesitaba en realidad para discernir los objetos distantes, y nadie le tachaba de afectado cuando en la calle y con frecuencia llevaba la mano al ojo para reconocer las personas que le llamaban la atencion. Estos eran los aspectos esternos bajo cuyos auspicios se presentaba en Buenos Aires el recien llegado.
La «Gaceta Mercantil» que apesar de su pobreza tipográfica, era en aquellos dias una especie de poste en donde se clavaban las novedades que podian interesar al público, habia reproducido en sus menguadas columnas dos composiciones poéticas de Echeverria, acompañadas de cortas palabras amistosas y cariñosas, no del redactor, sino de algun interesado anónimo en el lustre de la literatura patria. Estas composiciones, el «Regreso» y en «Celebridad de Mayo» son páginas de los «Consuelos» que Echeverria, lleno aun de ilusiones y esperanzas patrióticas, echaba como hojas de laurel sobre la cabeza de una ciudad que habia abdicado su antigua corona. Este obsequio á la patria tiene el aire en aquella Gaceta de una accion de cuya misma bondad se recelara, callando el nombre del autor y designándole simplemente con la espresion vaga de— «un jóven argentino». El público ignoraba cual era el verdadero nombre y apellido de quien sabia escribir versos que no habia leido ni mejores, ni parecidos, desde algunos años atras.
Esta publicidad á medias y como vergonzante no podia contentar el noble orgullo de Echeverria, sino irritarle, y amargarle el ánimo. A mas de la Gaceta, brillada en nuestra constelacion periodística, el lucero , redactado por un estrangero bien conocido, cuyas pretensiones literarias le colocaban en la obligacion de abrir su juicio sobre los ensayos poéticos recien aparecidos. En efecto en el número de ese diario, correspondiente al 15 de Julio de 1830, y con referencia al «Regreso» publicado una semana antes en la Gaceta, su editor, dice que ha recorrido con placer esos versos que justamente merecen la aprobacion pública. A esta vaciedad, agrega esta otra: «celebramos que un jóven argentino se distinga por esta clase de trabajos. Algunas líneas encierran ideas cuya brillantez fascina la imaginacion: la rima es con pocas escepciones; perfecta; y muy feliz la eleccion de los conceptos.» Pero entre estos «conceptos» habia algunos que no le cuadraban bien y redujo su critica á desvirtuar su verdad y energia con una habilidad que queremos hacer patente para que se vea cómo se enjendraban y brotaban los gérmenes malignos é inmorales al calor malsano de la situacion creada por la arbitrariedad política. El poéta habia dicho en una de las valientes estrofas del «Regreso:»
Confuso, por tu vasta superficie,
Europa degradada, yo no he visto
Mas que fausto y molicie,
Y poco que el espíritu sublime;
Al lujo y los placeres
Encubriendo con rosas,
Las marcas oprobiosas,
Del hierro vil que á tu progénie oprime.
El redactor del Lucero, se empeña en desmentir con ejemplos de magnanimidad y de liberalismo recientes estas inculpaciones á la Europa; tarea no difícil cuando se recurre á los detalles para contestar á una generalidad poética y á un arranque de la imaginacion. Pero, continuando la apologia, asegura el redactor, que los vicios que pudiera echársele en cara al viejo mundo, son consecuencia inevitable de una grande civilizacion, y que en la imposibilidad de desterrarlos del todo, mejor es verlos encubiertos con rosas, que rodeados de espinas. Esta era la ethica de Tartufo que predominó en la prensa mas inteligente de Buenos Aires y que desde entonces se preparaba á no escandalizarse de ninguna maldad ni de ningun crímen.
Tal es la historia de los primeros anuncios que recibió Buenos Aires de que contaba su nuevo poeta. Ahora será mas fácil comprender por qué aquel jóven, que pocos renglones antes hemos pintado tan apto para gozar de los placeres de la sociedad, desaparece repentinamente de ella y se asila como un misántropo en el seno de sus afectos de familia, en el círculo de unos cuantos amigos selectos, y busca el alimento de su vida en las abstracciones de la meditacion y de la poesia.
En pocos dias habia podido sondar hasta las entrañas la situacion política en que se encontraba su patria. Sus esperanzas y proyectos se desvanecieron como un sueño: él no podia tomar parte en la accion directiva del pensamiento gubernativo, ni como escritor, ni como representante del pueblo, y mucho menos como funcionario de una administracion que mas que mérito en sus empleados comenzaba ya á exijir de ellos las ciegas sumisiones que prepararon el franco advenimiento del despotismo.
Él mismo ha dicho, en unos de sus bosquejos autobiográficos: «el retroceso degradante en que hallé á mi pais, mis esperanzas burladas, produjeron en mí una melancolía profunda. Me encerré en mí mismo y de ahí nacieron infinitas producciones de las cuales no publiqué sino una mínima parte con el título de los «Consuelos» . El mismo dia en que contaba treinta años de edad (2 de Septiembre de 1835) «queriendo poner en un papel los pedazos del corazon» escribia tambien lo siguiente . . . . «Al volver á mi pátria,—cuántas esperanzas traial Pero todas estériles: la patria ya no existía. Omnia vanitas.» 9
Esta pena moral tan profundamente sentida y espresada con tanta amargura, tuvo una influencia perniciosa sobre su físico y su temperamento excesivamente nervioso, y comenzó de nuevo á esperimentar, con mayor violencia, el mal al corazon de que se habia aliviado con el viaje por mar y él clima rígido de la Europa. A los tres meses despues de su regreso le acometieron dolores vagos en la region precordial, y poco mas tarde se declaró la enfermedad con todos sus caracteres, y con todos los tormentos que el mismo paciente describe así….. «Dolores insoportables y palpitaciones irregulares y violentas desgarraban mi corazon. El mas leve ruido, la menor emocion hacian latir fuertemente mi pecho y todas mis artérias. Mi cerebro hervia y susurraba como un torrente impetuoso. Eran los nervios ó la sangre la causa de este tumulto? Los médicos han hecho gigote de mi cuerpo y han verificado en él este aforismo de Hipócrates: Quœ medicamentum non sanat, ferrum sanat; quœ ferrum non sanat ignis sanat; quœ ignis non sanat; insanabile est.» Medicina, hierro, fuego, han probado en mí, y estoy extenuado, sin salud y sin esperanza.
«Si no he sucumbido es sin duda porque hay un robusto y generoso gérmen de vida en mi organizacion, que maravillosamente la sostiene, y el cual siento que se agota cada dia. «Una irritacion tan larga, tan tenaz que no han podido desalojar las medicinas mas activas, debe necesariamente haber enervado las fibras musculares de mi corazon, gastado sus fuerzas vitales y reducidolo á un estado de atonía ó debilidad preternatural. Se hace esto evidente para mí al observar que una sensacion inesperada, la sorpresa, ó cualquier ejercicio muscular algo violento, me sofocan; me producen tirantez, dolor y latidos en la region precordial, y sacudiendo todas las fibras de mi máquina la desacuerdan y relajan. No pudiendo entonces mi corazon débil, repeler con enerjía la sangre que lo atosiga, ceja, se dilata, lucha turbulento con ella, y al fin triunfa; pero quedando mas dolorido y quebrantado.» 10
En la víspera del 25 de Mayo de 1831, Echeverria hace un paréntesis á sus dolores y desaliento, y remite al «Diario de la Tarde,» su conocida «Profecía del Plata,» que ocupa una de las seis mezquinas columnas de aquel periódico político y literario. 11 Apesar de este título último, su redaccion se redujo á decir que aquella poesía habia sido remitida por un «jóven hijo de Buenos Aires» para que se le diera un lugar en las páginas de aquel Diario.
Durante un año y medio, á contar de aquella fecha, no aparece un solo verso de Echeverria en nuestra prensaperiódica. Sin embargo, el mártir de los padecimientos físicos, sintiéndose morir y dando por extinto completamente el fuego de su juvenil entusiasmo, continuaba escribiendo en verso para desahogar su corazon y adormecer un tanto sus dolores con la dulce melodía de las Musas,—segun su propio testimonio: semejante (decia por entonces) al pintor de la iglesia de los jesuitas de Hoffman, arrastro una vida de impotencia y despecho, mientras el fuego de Prometeo devora mis entrañas. Siendo para él, el mundo real una carcel y una perpétua tortura, fraguábase en la fantasía otro poblado de visiones y de séres imaginarios en quienes infundía sus aspiraciones y se personificaba él mismo. Su poema de «Elvira,» escrito en la época á que nos referimos, tiene por único concepto el triunfo de las fuerzas funestas del mal sobre las aspiraciones lejítimas á la felicidad. Lisardo es la virtud y la ciencia encarnadas en una alma jóven y viril sedienta de amor. Elvira es la esencia candorosa de la belleza, bajo la forma de una muger, prometida á las ardientes aspiraciones de aquella alma de hombre. La union de estos dos séres que se atraen por la simpatía, debia concretar en un hecho la idea de la ventura suprema. Una mano diabólicamente envidiosa se pone descarnada entre uno y otro y los divorcia inexorable para siempre. La felicidad de este mundo, el amor, la hermosura, flores son de una mañana como las del desierto, dice el poéta, y de estas tristes verdades destila algunas gotas balsámicas de resignacion.
«Elvira» apareció anónima en 32 páginas in 8o en el mes de Septiembre de 1832. 12 El momento no era por cierto literario. El año 1832 comenzó para Buenos Aires con la celebracion oficial de los triunfos del general Quiroga, con la represion de las libertades de la prensa, y terminó con las famosas renuncias del Gobernador Rosas, que no fueron mas que una trégua hipócrita á las miras que realizó mas tarde. La faz pública tenia aspecto de resignacion y cansancio, y la sociedad de Buenos Aires se materializaba para entregarse sin remordimiento á la suerte que le deparase el despotismo irresistible que ya sentia sobre sus espaldas, briosas en otro tiempo. Si á esta situacion política del pais se agrega la estrañeza de la estructura literaria de Elvira, sin modelo en la poesía castellana y ajustada á la romántica de Inglaterra y Alemania, segun declaracion espresa de su autor, podrá esplicarse la indiferencia con que se miró por el público la aparicion de aquel librito, apesar de sus bellezas y de lo que estas prometian en provecho de la literatura pátria. Los grandes apasionados del verso habian huido con el altar de sus Musas á la otra orilla del Rio, y una que otra pluma inexperta concurrieron con tímidos comunicados en los periódicos á celebrar y criticar la Elvira, sin pasar de su epidermis y discutiendo con interés sobre sí era ó no atinado el cambio frecuente de métro observado por el autor. La opinon editorial de la prensa se manifestó insípida y en dimensiones infinitesimales, en el «Lucero» y el «British Packet,» redactados por personas versadas en las literaturas estrangeras que debieron aprovechar aquella rara ocasion para lucirse. Pero no fué así. Este último, tomando pié del epígrafe de Wordswort, puesto al frente del poemita, se limitó á contradecirle con un testo del «inmortal Shakespeare» y á declarar digno al jóven del pais autor del Poema, de ocupar un «nicho» en el Parnaso. 13 El «Lucero,» que jamás dijo bien de persona que no estuviera en gracia oficial, por mucho que fuese su mérito, huyó el cuerpo á los compromisos de crítico y desató, en pocos renglones, una vasta erudicion de nombres propios en abono de la promiscuacion de metros, puesto que, decia, era comun en las obras de Schiler, Byron, Alfieri, Grossi, Manzoni, Lamartine, Hugo etc. 14
Echeverria esperaba con ansia las manifestaciones de la opinion pública sobre su primer ensayo, y las buscaba naturalmente en los editoriales de los diarios mas acreditados y entendidos. De manera que cuando cayeron en su mano los artículos de que acabamos de dar idea, padeció una profunda mortificacion en su amor propio, y tomó la pluma ab irato, para escribir una sátira mordaz ingeniosa y humorística, improvisada en endecasílabos sueltos. 15
Estas espansiones de la irritabilidad del vate, eran frecuentes en el autor de Elvira. Pero una vez que habia dejado escapar, en prosa ó verso, el exesivo hervor de su resentimiento, volvia á su mansedumbre normal y condenaba al olvido el testimonio manuscrito de un rato de mal humor de que se reia mas tarde. Estos actos eran en él á veces cumplimiento de deberes de conciencia. Su cartera, como puede advertirse en el presente volúmen, estaba atestada de protestas, bajo todas las formas, contra los hechos sociales y políticos, que no podia condenar en público, pero que merecian un exámen imparcial y severo ó una elocuente condenacion en nombre de la buena doctrina, del patriotismo ó de la ciencia. Su tirria contra ciertos «gaceteros» no era tanto personal como pudiera parecer: un sentimiento de mas alcance la inspiraba, porque se dolia de que invocando el saber y el talento, tomasen la pluma los estraños para ilustrar al pais y burláran esta mision que nadie les imponia, contribuyendo, por cálculos sórdidos, á estraviarlo, á oscurecerlo y á disculpar por último los errores de los malos gobernantes. Algunas de aquellas protestas silenciosas de Echeverria, serán desde la aparicion de sus obras completas, una venganza póstuma de muchos de sus tormentos morales.
Estas inquietudes del espíritu en un cuerpo debilitado debieron despertar en el autor de «Elvira» el deseo de ausentarse de la ciudad en busca de silencio y aire libre. En los primeros dias del mes de Noviembre de 1832, acompañado de un amigo que le estimaba mucho, se embarcó á bordo de una goleta que remontó el pintoresco Uruguay hasta la linda y salubre ciudad de Mercedes situada á las orillas del Rio Negro, afamado por la exelencia de sus aguas, y cuyos bosques abundantes en flores del-aire ha cantado mas de un poeta argentino. Allí permaneció seis meses gozan do de aquella bella naturaleza y de los agrados de la sociedad de personas escojidas que apreciaban su talento y su carácter. Allí escribió dos felices composiciones ligeras, «el pensamiento,» «la diamela,» y muchos versos de un poema titulado «Lara», segun se infiere de los siguientes:
Adónde Lara va? ¿Dónde dirije
Sus pasos hoy? Va, acaso, vagabundo
Cual otro tiempo á recorrer el mundo
En busca de ilusiones? . . . .
. . . . . . . . . . . . No, angustioso
Va á buscar la salud en las orillas
Apacibles del Negro. Allí lo lleva
La esperanza feliz de hallar consuelo
Al mal que lo devora, en otro cielo
En clima mas benigno. . . . .
Esta esperanza de recobrar la salud no se realizó, á pesar de las aguas benéficas, del clima placentero y del aire puro de las costas del Rio Negro, de las cuales se despidió tan atribulado como cuando llegó á ellas; triste, abatido, enfermo, desesper anzado, segun las testuales espresiones de uno de sus mas quejumbrosos romances. 16
Valióle á Echeverria para no caer de veras en la tumba abierta á sus pies, el temple de su alma que entónces nadie conocia, como pocos le conocen hoy mismo. Valióle la actividad de una inteligencia que aliviaba sus horas dolorosas transportándole á las regiones donde reina la idea, se vive con el alma, y se adormece la materia en la contemplacion. Valióle sobre todo el desprendimiento de sí mismo, de que era capaz cuando su profundo amor á la patria le inspiraba los planes de reforma social que concebia su cabeza, y tenia la ambicion de ofrecer á su país como tributo de buen ciudadano.
La virtud eficaz de estas influencias, el sentimiento del deber, y los halagos de la esperanza, que es la elocuente consejera de la perseverancia en los desfallecimientos de la juventud, produjeron en nuestro poeta una especie de convalescencia física y moral, cuyos síntomas mas aparentes eran la resignacion y la paz de la conciencia; y con la sonrisa de un justo, reapareció en la sociedad trayendo en su mano, como resto precioso de una tormenta y de un naufragio, el libro inmortal de los Consuelos . Denominaba así á esa coleccion de fugaces melodías, (segun una modesta nota escondida entre sus páginas) porque aliviaron su amargura en una época funesta de que no conservaba mas que una imágen confusa. Esto tenia lugar en el año 1834. Sin la moderacion característica y veráz que distinguia á Echeverria, hubiera podido prometer entonces á sus compatriotas con tanta oportunidad como el poeta romano, la traslacion á la Patria de nuevas y peregrinas Musas, y decir con él:«Probemos nuevas sendas, por las cuales, como otros, pueda levantarme de la tierra y volar victorioso en boca de la fama»..…
Tentanda via est, qua me quoque possim
Tollere humo, victorque virum volitare per ora.
Echeverria, que como su Lara, supo desde temprano sofocar las ansias ó el contento del corazon, 17 habíase rejenerado á esfuerzos de una voluntad poderosa y valiente, y se presentaba disimulando el atrevimiento de sus intenciones, bajo las formas líricas de una poesia personal, en la que, sin embargo, se reflejaba la situacion del pais. Qué era este, por entonces, sino una víctima martirizada, descontenta y quejosa de lo pasado, resignada á la fatalidad del presente, y esperanzada en los secretos del porvenir? Qué son los «Consuelos» sino el trasunto y la personificacion de estos mismos dolores y esperanzas?
Esta consonancia entre el libro y el público, que ni los críticos mas avisados notaron por entonces, fué la causa principal, aunque latente, de la aceptacion general de que gozaron los «Consuelos» desde su aparicion. Las mugeres bojeaban el precioso volúmèn en busca de las páginas que hablan de amor y en donde dialoga la pasion entre él y ella dejando en blanco los nombres propios. Los ardiente rayos que destellan las composiciones consagradas á los recuerdos pátrios, tentaban á su lectura á los hombres maduros testigos de la revolucion. Todo el mundo concurria á aquel inesperado banquete literario, el último de que habia de disfrutar por largos años la culta Buenos Aires. Los «Consuelos» fueron, sobre todo, los bien venidos de la juventud inteligente, saludados por ella con simpatía y entusiasmo. Este recibimiento que la nueva generacion hacia al recien venido, era natural: saludaba en él la imágen de su propio corazon y de su propia mente, y dábale en el hogar el asiento del hermano mayor que vuelve cargado de esperiencia despues de un largo viaje. Esa juventud halló en el pequeño volúmen la historia de su vida interior, dictada por ella misma en las realidades del presente y en las aspiraciones indeterminadas para en adelante. Y como la juventud es melancólica de suyo porque mas sueña que medita, y ambiciona mas de lo que puede conseguir, aspiró deleitada el ambiente de la nueva poesia, impregnado de las mismas tristezas y de las mismas aflicciones morales que superabundaban entonces en aquella generacion tan desgraciada. Los «Consuelos» en una palabra, fueron el éco de un sentimiento comun y una verdadera revolucion. Una por una, todas las páginas del presente volúmen de las obras de su autor, prueban la exactitud de esta opinion, segun nuestra manera de entender los antecedentes sobre que la fundamos.