Obras Completas II El ángel caído - Esteban Echevarría - E-Book

Obras Completas II El ángel caído E-Book

Esteban Echevarría

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Beschreibung

"El ángel caído" ocupa el segundo volumen de la obra completa de Echeverría. Se trata de un poema extenso que vuelve sobre la figura de Don Juan, pero en este caso, según el mismo autor, apuntado a ser "un proteo americano". También Ángela es anunciada como arquetipo de la mujer americana. En esta obra de 1846, las visiones sociales del exiliado Echeverría se entreveran con los temas románticos del amor pasional y el conflicto subjetivo.

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Seitenzahl: 349

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Esteban Echevarría

Obras Completas II El ángel caído

DE D. ESTÉBAN ECHEVERRIA.

Saga

Obras Completas II El ángel caído

 

Copyright © 1870, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726602432

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Montevideo, Enero de 1844.

 

Le mando la primera y segunda parte del Ángel Caido. Estoy persuadido que el poéma, cuando se publique, sublevará censuras de todo jénero: nada me importa. El que tiene la debilidad de meterse á escribir, debe resignarse de antemano á sufrir todos los inconvenientes del oficio. Ninguna consideracion me impedirá entrar de lleno, como lo he resuelto, en el fondo de nuestra sociabilidad.

El Don Juan es un tipo en el cual me propongo concretar y resumir, no solo las buenas y malas propensiones de los hombres de mi tiempo, sino tambien mis sueños ideales y mis creencias y esperanzas para el porvenir. Asi pues, tipo multiforme, Proteo americano, lo verá Vd. reaparecer bajo otra luz y con distinto relieve, en otros poémas que tengo ideados. Angela es otro tipo compuesto de elementos sociales de nuestro pais: me lisonjeo se hallará en él mucho de Americano.

Como todas las almas grandes y elásticas, la de mi D. Juan se engolfará á veces en las rejiones de lo infinito y lo ideal; y otras se apegará para nutrirse, á la materia ó al deleite. Asi representará la noble faz de nuestro ser — el espiritu y la carne, ó el idealismo y el materialismo; y probará alternativamente los placeres y dolores, las esperanzas y los desengaños, los éxtasis y deleites que constituyen el patrimonio de la humanidad. Y como nuestra sociedad es el medium ó el teatro donde esa alma debe egercitar su devorante actividad, esto me dará lugar para ponerla á cada paso en contacto con ella, pintar nuestras costumbres, censurar, dogmatizar é imprimir hasta cierto punto al poema un colorido local y Americano.

 

Montevideo, Junio de 1846.

 

El Ángel Caido está concluido. Pensé darle mas estension pero he vuelto como antaño á caer en hastío completo de versos y de pluma. Sabe Dios cuanto me durará. Ademas ¿para que escribir? para amontonar papeles en un cajon. . . . Seguro es que esta como otras producciones mias dormirán arrinconadas por tiempo indefinido. A los que viven en paises mas felices les costará creer que tal sea en el Plata la situacíon de los que poscriptos se esfuerzan por enriquecer la literatura de su Patria. Y despues no faltará quien moteje á los Americanos de esterilidad, ni quien atribuya á esa causa la insignificancia de su literatura.

Para que la literatura adelante en un pais cualquiera, no bastan hombres de ingenio; se requieren, ademas, ciertas condiciones de sociabilidad que todavia no han aparecido en América.—Otro tanto puede decirse de las bellas artes, de la industria y la ciencia.

No vaya Vd. á imajinarse que he invertido años en escribir el Ángel Caido: ha corrido mas de uno sin acordarme de él, y nunca he trabajado seguido arriba de dos meses; no solo por hábito, sino porque la asídua contraccion al trabajo mental es imposible donde no se oyen continuamente mas que los ayes de las víctimas y las vociferaciones sangrientas de los tiranos y de los verdugos.

El Angel Caido es la continuacion de la Guitarra; pero entre uno y otro poema quedan en blanco algunas pájínas de viaje por Europa que no me determino á intercalar en la tercera parte de esta obra por muchas razones.

Los principales personajes del Ángel Caido reaparecerán en el Pandemonio. Con este poema daré fin al vasto cuadro epíco-dramático en el cual me propongo bosquejar los rasgos característicos de la vida individual y social en el Plata, es decir, en las ciudades porque en las campañas, como vd. sabe, las costumbres son completamente diversas: no tardaré en agregar un apéndice á la Cautiva, haciendo una nueva escursion por ellas.

___________

EL ÁNGEL CAIDO. PRIMERA PARTE.

D. Juan á una niña en su dia.

Vírgen, ¿cómo has perdido

Tu aureola de inocencia?

Por qué de ángel caido

La pena sufres hoy?

Por qué, si reverente

Mi culto ayer te daba,

Hoy triste solamente

Mi compasion te doy?

Pregúntalo al bosquejo

De mi pincel; acaso

De tu concíencia espejo

Es demasiado fiél;

Pregúntalo y sin duda

A conocerme tarde,

No en la apariencia muda,

Aprenderás en él.

Si con la sangre mía

¡Oh Dios, posible fuera!

La mancha lavaría

Que empaña tu candor;

Pues si te hubiese amado,

Con la villana sangre

La habría ya borrado

Del mismo seductor.

Dichoso si vez una

Regares estas hojas,

Sembradas de congojas,

Con lágrima feliz;

Si al volver de tu dia

La aurora, reaparece

De tu frente hoy sombría

El plácido matiz.

Dichoso, si un consuelo

Te lleva mi armonía,

O si al orar, el cielo

Piadoso vé tu afan:

Pero en mala fortuna

Como en feliz, recuerda,

Que sin reserva alguna

Tu amigo soy, Don Juan.

¿Qué haces aquí tan lejos de tu cielo?

En este valle de miseria y duelo,

¿Qué buscas, serafin?

Por qué entre los mortales peregrinas?

No temes que se roce en las espínas

Tu túnica mas blanca que el jazmin?

¿Te desterró el Señor, ó simpatía

Sentiste alguna vez por la agonía

Del humano dolor?

O viniste de algun predestinado

A sublimar la vida y su pecado

Lavar con las purezas del amor?

Bien venido serás, huésped divino,

Si á realizar benéfico destino

El cielo te envió aquí;

Pero temo, que aliento de impureza

Llegue á empañar la angélica belleza

Que resplandece en ti.

¿Qué te importan arcanos de la vida?

Mejor sería, sí, que desprendida

De esta rejion mortal,

A la tuya de luz te sublimases,

Y desde allá benigno nos enviases

Consuelo divinal.

No crecen, no, las peregrinas flores

De tus santos y púdicos amores

En terrenal jardín,

Ni te van bien perecederas galas;

Sacude el polvo de tus ricas álas,

Y véte, serafin.

Puro como viniste alza tu vuelo

Y llévame contigo hasta ese cielo

Donde brilla tu trono de carmín:

Pasear quisiera en las etéreas salas.

Llévame, serafin, sobre tus álas,

Llévame, serafin.

El rumor de la tierra me molesta,

Y el aire suyo respirar me cuesta;

Anhelo ver espacio sin confin,

Y bañarme en la lumbre que tú exhalas.

Llévame, serafin, sobre tus álas,

Llévame, serafin.

Se gozarán perpétuas alegrias,

Y se oirán inefables armonías

Allá donde velado el querubin

Se ostenta de esplendores que no igualas.

Llévame, serafin, sobre tus álas,

Llévame, serafin.

Y dudas no habrá allí ni desengaños,

Y el amor será eterno y sin engaños,

Y el deleite y el bien no tendrá fin,

Como este que tú, mundo, nos regalas.

Llévame, serafin, sobre tus álas,

Llévame, serafin.

Y el espíritu allá vasto y profundo

Palpará vivo el universo mundo,

Comprenderá sus leyes y su fin,

Rodeados de las pompas de sus galas.

Llévame, serafin, sobre tus álas,

Llévame, serafin.

Pero ¡ah! te ha divinizado

La ilusion de mi deseo!

Eres hija del pecado,

Solo hechura terrenal;

Aunque en tu forma tan bella,

Con designio que no alcanzo,

Sin duda viva centella

Puso Dios angelical.

Y tu cérebro de carne

Apetitos y pasiones,

Mundanales afecciones

Debes sin duda sentír;

Y sintiendo tú la vida

Rebosar en tus entrañas

Querrás, como copa henchida

Verterla en otra, y vivir.

Vivir simpática vida

Como las otras criaturas,

Y paladear las dulzuras,

Los sinsabores tambien,

Vivir de la vida doble

Del espíritu y la carne,

Como la criatura noble

Del mal probando y del bien.

Vivir, sí, y vivir es bello!

Sentír el humano gozo,

El mundanal alborozo,

El tumulto y el afan;

Y la risa y los dolores,

Las pasiones y esperanzas,

El deleite y los amores,

Que los demas sentirán.

Vivir, si, y vivir es grato

Cuando vírjen todavia,

Lleno de fé y simpatía,

Late ardiente el corazon;

Cuando ilusos caminamos,

Inmortales nos creemos,

Y como reyes tomamos

De la tierra posesion;

Cuando á la natura abrimos

El sentido aletargado,

Y el dulce sueño dormimos

De la fugaz juventud;

Cuando el deseo es indómito

Y la pasion devorante,

Y la voluntad gigante

Tiene májica virtud.

Cuando racional conciencia

De la vida no tenemos,

Ni la luz de la esperiencia

Nunca nos mostró lo que es;

Y en nuestro candor sencillo

Ciegos nos lanzamos y ágiles,

Como el fogoso potrillo

Del verde campo al través.

Y por la senda mas breve

Buscamos el bello enígma

Lo que es por lo que ser debe

O nos revela el sentir;

Y á cada paso que damos

Un escollo ó un abismo,

Un desengaño encontramos

Que nos hace maldecir.

Porque hay entre los que anida,

O siente virgen el alma,

Y lo que enseña la vida

Perpétua contradiccion;

Lucha horrible que desgarra,

Confunde, irrita, atormenta;

Lucha que imbécil fomenta

La estraviada educacion.

¿Pero si tú, ¡angel sublime,

De mis raptos inocentes!

Tan temprano voraz sientes

El deseo de vivir,

Si al empezar el camino

Tan jóven ¡ah! temeraria,

Saber quieres tu destino,

Sondar en tu porvenir?

Oyeme un momento, y antes

De poner el pié atrevida

En el umbral de la vida

Deten el paso, por Dios;

No lleves, nó, todavia

Tu alma virgen á ese teatro,

Bello, que por ironía

Llama el mundo y es caós.

Detente: hoy cuentas quince años,

Deja correr sin medida

Para los otros la vida,

Déjalos gozar sin fin;

El saber de su esperiencía,

¿Qué te importa á tí tan jóven?

Guarda de ángel la inocencia,

Tu candor de serafín.

Teatro es ese de comedia,

De risa, sarcasmo y burla,

De drama horríble y tragedia

Do reina el genio del mal;

Babilonía, Pandemonio,

Donde acuden figurantes

Con sus caras de demonio

De angel, tigre ó animal.

Y embrionarios ó de bulto,

Vienen, van, suben, se arrastran,

Luchan, hierven en tumulto

Con tremenda confusion,

Y donde actores y actrices.

Amos, siervos y lacayos,

Son igualmente infelices

Y no saben lo que son.

Donde se oyen maldiciones,

Y blasfemias y gemidos,

Palmoteos y silbidos,

Vivas y mueras tambien;

Donde, entre ayes que horripilan,

Troncos sangrientos, vampiros,

Manos que sangre destilan,

Puñales, cráneos se ven.

Detente y mi voz escucha,

Mi voz, amiga, y al mundo

Deja en la embriaguez y lucha

De su báquico festin.

¿Qué te importa á tí la cíencia

Que nos revela la vida?

Guarda, virgen, tu inocencia,

Tu candor de Serafin.

Guárdala, sí, y en las horas

En que mi alma ilusa sueña,

Ven tù, cándida, halagüeña

A alimentar mi ilusion;

Ven á reanimar mi vida,

Mi fé y esperanza muertas,

A dar bálsamo á una herida

Que sangra en mi corazon.

Ven á inspirar á mi mente

Santos, sublimes ardores,

Y á mi pincel los colores

De inspiracion ideál;

Ven que ya negro sudario,

Prenda, regalo del mundo,

Cubre mi alma, y solitario

Lucho con genio infernal.

Pero ¡ah! vanamente te hablo

No puedes oirme vos.

Porque llega á ti del diablo

Mundo la mágica voz.

el mundo

Ven, niña, que mis placeres

Serán todos para tí,

Si tú en cambio, dócil quieres

Darme tu belleza á mí.

Para tí tengo galas

Y joyas diamantinas,

Y magníficas salas,

Donde lucir podrás;

Y reina de las bellas,

De todos acatada,

Como ninguna en ellas

Tú sola reinarás.

Y los hombres á verte

Acudirán ansiosos,

Y humildes á ofrecerte

Culto de admiracion;

Y con una sonrisa

Tendrás á tu capricho

Su voluntad sumisa,

Siervo su corazon.

Y en bailes y paseos

Se llevará la palma,

Conquistará trofeos

Tu mágico poder;

Y repetir tu nombre,

Heridas, envidiosas,

Oirás otras hermosas

Que triunfaban ayer.

Y de galanes nuevos

Regalos y homenages,

Y gallardos mancebos

Tendrás para elegir;

Y aquel que por bizarro,

Por bello otras codicien,

Al yugo de tu carro

Lo verás acudir.

Oyéme, niña, ¿qué haces,

Para gozar nacida,

Como perla escondida

En el fondo del mar?

Por qué dejas oscura

Estéril consumirse,

Tu gracía y hermosura

En el desierto hogar?

Desplega Crisalida1

Tus rozagantes álas,

Baja, aerea Silfida2

De tu palacio azul;

A regalar tu aroma,

Angel de los hechizos,

Por el trasluz asoma

De tu cándido tul.

Sal, hechicera Ondina3

Del Plata, abandonando

La gruta cristalina

De tu fugaz niñez;

Vírgen de los amores,

A probar de la vida,

Ven, con los sinsabores

La dicha y la embriaguez.

Ven, que preciosas galas

Y diamantinas joyas,

Y magníficas salas

Yo tengo para tí;

Y tengo mil placeres,

Deleites que no sacian

Que te daré si quieres

Darme tributo á mí.

Y qué bello es el mundo á los quince años!

Qué arte tiene, qué acentos y qué amaños

Para enlabiar el jóven corazon!

Cómo sabe inflamar la fantasia!

Arrullar con angélica harmonia!

Prodigar su ternura y bendicion!

¡Qué amable y seductor cuando convida

Con su copa de miel apetecida

Como galan gentil!

Cuando males y bienes ignoramos,

Cuando al traves del prisma lo miramos

De la edad juvenil!

Y hermoso es para tí porque fecundo

Te guarda en sus entrañas ese mundo,

Que no puedes ¡oh niña! comprender;

Un tesoro de bienes inmortales,

Que viste en tus ensueños virginales

Y desearás con ansia poseér.

Vive, pues, niña, que la vida es bella,

Y reir y cantar y gozar de ella

Con alma virginal,

Y delíquios tener de amor eterno,

Y saborear soñando aquel tan tierno

De la mente ídeal.

Y con labio bendice de fé lleno

El alba de este dia que sereno

Te rie el porvenir:

Tu frente bañan lisongeras brisas

Y entre colores mágicos divisas

Ese mundo dó empiezas á vivir.

Muy mal, niña, sentaria

En tu rostro de quince años

La triste melancolía

Signo de oculto pesar:

Rie y canta, alegre goza

Mientras en el pecho tuyo

La fé cándida rebosa;

Tiempo tienes de llorar.

Para otros los sinsabores,

Las congojas y las dudas,

Para tí las frescas flores

De este sublunar jardin;

Para tí solo la vida

Con sus festines y danzas,

Sus benditas esperanzas

Sus sueños de oro sin fin.

Pero escúchame que te amo,

Y soy tu amigo; no acudas,

Aunque meloso, al reclamo

De ese mundo engañador;

No le pidas su tesoro,

Ni los bienes que te brinda;

No rompas la tela de oro

De tu ignorante candor.

Y cual si vieses, grotesca

Representar y sublime,

Alguna obra gigantezca

Del gran dramaturgo inglés;

Y mil afectos contrarios

Moviese en tí la accion viva

De los personajes varios,

La fortuna ó el revez.

Asi contempla de lejos

Ufana el drama del mundo,

Y sus cuitas y festejos,

Su algazara y su tropel;

Que aunque parezcan felices,

Rian locos, canten ébrios,

Son igualmente infelices

Los que figuran en él.

Y llora por sus dolores,

Que simpatizar, criatura,

Con la agena desventura,

De ángeles es como vos;

Pero aunque el mundo á tu orgullo

Ofrezca régia corona,

No oigas su falaz arrullo,

Deten el paso por Dios.

Detenlo, y deja á los otros

Consumirse en las pasiones,

La embriaguez y convulsiones

De su báquico festin.

Qué te importa á tí la ciencia

Que nos revela la vida?

Guarda, virgen, tu inocencia,

Tu candor de Serafin.

Guárdalo, sí, y en las horas

En que mi alma ilusa sueña,

Ven tú, cándida, halagüeña

A alimentar mi ilusion;

Ven á reanimar mi vida,

Mi esperanza agonizante

Y á dar bálsamo á una herida

Que sangra en mi corazon.

Pero! ah! que en tu frente veo

Viva señal de la lucha

Del comprimido deseo,

O de la pasion febril;

¿Por qué, lánguidos tus ojos

Y el color de tu mejilla,

Alegre hoy, niña, no brilla

Tu frescura juvenil?

Por qué mústia tan temprano

Flor peregrína del Plata,

Si aun no ha podido el gusano

Entre tu caliz nacer?

Acaso el sol del estío

Te despojó de tus galas,

O el buracan en sus alas

Llevó tu pompa de ayer?

Que tienes? algun fantasma

Tu sueño anoche ha turbado?

No eres venturosa al lado

De los padres de tu amor?

Sobre tí su almo cariño,

Que tu solo bien anhela,

Infatigable no vela

Como un anjel protector?

Si nada falta á tu dicha,

¿Por qué esa pálida sombra

Sobre tu frente que asombra?

Qué escondes en tu alma, dí?

Dímelo que soy tu amigo,

Y te quiero y siempre busco

De tu candor el abrigo,

Que me purifica á mí.

Amor! y ¿será posible

Que tu candidez tan pura

La boca del hombre impura

Se atreviera á profanar?

¿Será posible, por Dios,

Que la paz de tus quince años,

Con sus pérfidos amaños

Haya logrado turbar?

¡El hombre! ¿sabes ¡oh niña!

Que en el casto ó vírgen seno

De la inocencia, veneno

De muerte echa corruptor;

Y con lengua almibarada,

A la paloma infelice

Que en sus garras tiene, dice:

«Por tí me muero de amor»?

¿Sabes, niña, por ventura,

Lo que es amar en la vida,

Querer y no ser querida,

Probar amor criminal!

Entregar el cuerpo y alma

A devorantes caricias,

El tesoro y las primicias

Del pudor angelical?

¡Sentir la fiebre insaciable,

La incesante calentura,

La agitacion y locura

De la primera pasion!

Una esperanza infinita

Concebir de amor eterno

Y con ilusion bendita

Cebar tierno el corazon?

Tú no lo sabes sin duda,

Que es trocar por un momento

De feliz arrobamiento,

La joya de la virtud,

Una corona lucida

Que te dá régio ascendiente,

La esperanza mas querida

De tu rica juventud.

La paz virginal de tu alma

El reposo de tu sueño,

La delectacion y calma

De tu tranquilo vivir;

Y hacer para siempre al vicio

Descorazonado y torpe,

El inmenso sacrificio

De tu honra y tu porvenir.

Que es dar el cielo, no sabes,

Por el torcedor eterno,

Devorante de un infierno

Sin redencion ni salud;

Y cambiar por el delirio

De una dicha transitoria

Un paraiso de gloria

De inefable beatitud.

No sabes que es, para tu alma

Buscar perpétuos enojos,

Lágrimas para tus ojos,

Fiebre intensa y languidez;

Fantasmas para tu sueño,

Y para tu rostro alegre,

En vez de color risueño,

Congojosa palidez.

Guarda, niña, tu amor celeste y puro,

Del halago carnal del vicio impuro,

Tu corazon conserva virginal;

Si no quieres probar á los quince años

Del árbol que produce desengaños,

Fruto acerbo y mortal.

Guárdalo para aquel predestinado

De tus sueños de virgen, que velado

Misterioso te oculta el porvenir;

Si no quieres romper inadvertida

La copa del deleite que da vida,

Ni terribles arcanos descubrir.

La dicha, el bien, es gloria que en idea

Solamente en sus raptos saborea

El alma henchida de esperanza y fé;

Si gozar de esa gloria siempre quieres,

No le pidas al mundo sus placeres,

Ni preguntes el cómo ni el porqué.

Si por florida senda tú caminas,

¿Por qué con ansia recoger espinas

De la herencia comun,

Y perdiendo tu fé, la faz desnuda

Del desengaño triste y de la duda

Descubrir niña aún?

Pronto, si, la verás, su faz impía

Hacer burla, en sus horas de agonia

Con sardónica risa, al corazon;

Cuando en la tumba del pasado abierta

Caiga de tus quince años mústica y yerta

Una y otra ilusion.

De esos amorios vanos,

Que apetecen otras bellas,

Y de los ojos livianos

Guarda niña tu candor;

Porque cristal es que afea

Y empaña el soplo mas leve,

Flor que si se manosea

Pierde el aroma y frescor.

Guárdalo como reliquia

Para los tiernos amores,

Para los santos rubores

Del casto lecho nupcial;

Y que el esposo, ó el hombre,

Feliz que tu amor escoja,

Intacto y puro recoja

El tesoro virginal.

Cierra prudente el oido

Al arrullo lisongero,

Al melodioso gemido

De labios que brindan miel;

No lo cebes ni acostumbres

A los mágicos rumores

De esos lindos picaflores

Que traen en su pico hiel.

Tu corazon amuralla

En santuario donde el vicio

A profanarlo no vaya,

Ni ver lo que esconde allí;

Mira que insaciable vela

Y al candor tiende acechanza:

Guárdalo, sí, con cautela

De los hombres y de mí.

Porque yo tambien á veces

Cuando veo alguna bella

Virgen y jóven, por ella

Siento fuego criminal;

Y prestigios en mi lucen

Juveniles y atesoro

Armonias que producen

Alucinacion fatal.

Y del vicio por la senda,

Como aquel Don Juan famoso

De la española leyenda,

Busco incógnita mortal;

Porque en mí como en todo hombre

Existe en gérmen la idea

Que concretó en ese nombre

El ingenio colosal.

Y frenético, en delirio

Como él busco en un abismo

Del deleite el idealismo,

Del placer la realidad;

Y si hay allí para el alma.

Despues de haberlo sondado,

Algun místerio encerrado,

Algo mas que vanidad.

Busco nuevas emociones,

Ideas que nadie alcanza,

Vida, cebo á la esperanza,

Que no tìene ya raiz;

Y probando, asi, de todo

Cuanto la mente concibe,

Ver si alguna luz percibe

Que lleve á region feliz.

Busco olvidar lo pasado,

No ver lo horrible presente,

Embriagar el alma ardiente

Con ponzoñoso licor;

O en el lábio de una virgen

Beber esa vital aura

Que purifica y restaura

Adormeciendo el dolor.

Y maldiciendo otras veces

Esa ilusion de un momento,

Que enjendra remordimiento

Y congoja y saciedad,

Indolente y caprichosa

Dejo resbalar mi vida,

Por el camino fangoso

Que trilla la sociedad.

Porque si necia comprime

De las nobles facultades

El ejercicio sublime,

La libre, enérjica accion;

Preciso es que se desborde,

Y en el vicio se encenague,

Y que inmensa se propague

La general corrupcion.

Y por pasatiempo entonces,

Como el frívolo mancebo,

Suelo tambien aquel cebo

Que todos buscan querer;

Y ardor intenso mintiendo,

Con lábio do la ironia

Asoma á veces riendo,

Engañar á la mujer.

Y despues que ya rendida

Ante mi, tierna la veo,

Taciturna despedida,

O adios privado la doy;

Porque la flaqueza suya

Me desarma, ó menosprecio

Victoria á tan poco precio,

O sin ilusion ya estoy.

Pero tú amas, niña hermosa!

Húmedos están tus ojos,

Y marchita y cavilosa

Tu alegre y cándida faz:

Guardarte ¡oh Dios! no pudiste

Del dominador contagio,

Y presa inesperta fuiste

De la seduccion falaz.

Amor honesto y fogoso,

Sin duda te habrá mentido

Por el lábio empalagoso

De algun bastardo D. Juan;

Y tú habrás creido, incauta,

Porque tu lengua no miente,

Que lo que te ha dicho siente

Ese frívolo galan.

Galan sin duda, buen mozo,

Casquivano y presumido,

De esos que nécio alborozo

Irradiando siempre van;

Que no sienten las espinas,

De la senda, y en quien hallan

Las miradas femeninas

Poderoso talisman.

De esos que en lo nuevo cifran

De su rica vestidura,

En su audacia y su lindura

Los medios de seduccion;

Que al hablar sério se ofuscan,

No eslabonan dos ideas,

Y el cebo tan solo buscan

De la carnal sensacion.

Hombres que la influencia doble

Del espíritu y la carne

No sienten, ni grande y noble

El corazon palpitar;

Reptiles de nuestra especie,

Almas brutas que sin rango,

De la materia en el fango

Se arrastrarán sin cesar.

Y escojió Satan sin duda

Lo mas vil para perderte,

Para mas envilecerte

Y mayor tu culpa hacer;

Y á ese ser de alma rastrera

Ciega, ilusa tú adoraste,

Porque de él solo hechicera

Pudiste la forma ver.

¿Cómo conocer al hombre,

Si cuando el mal se previene

La sonrisa de ánjel tiene,

De demonio el corazon?

¿Sí al parecer tan activo

Arde el fuego en su pupila,

Si miel su lábio destila

De un fruto de bendicion?

Pobre paloma inocente!

¿Cómo al salir de tu nido

Tan pronto, dime, has perdido

La pureza virginal?

Cómo en las garras caiste

Del gavilan tan aprisa,

Y despedazada fuiste

Por su lacivia brutal?

Se burló de tu cariño

Para manosear infame

Esa tu gala de armiño

Que el cielo te regaló;

Puso en el tuyo su lábio,

Que cuanto toca mancilla,

Y en tu lozana mejilla

Triste palidez brotó.

Pecaste, y sobre tu frente

Está el sello del pecado,

Y el candor inmaculado

De tu sonrisa se fué;

Y con asombro la lumbre

De beatitud ya no veo,

La inefable mansedumbre

Que estático en tí admiré.

Aquel aroma divino

Que tu belleza exhalaba

Y el alma purificaba

Y aquietaba el corazon;

Aquella mística aureola

Que la frente de una vírgen

De quince años arrebola,

Le dá angélica espresion.

Angel caido, perdistes

Todas las galas del cielo,

Y con harapos viniste

A cubrir tu desnudez;

Vil, mundana vestidura,

Donde la lascivia torpe

De tus formas la figura

Buscará y la morbidez.

Y al verte dirá, sin duda,

Abriendo pupila avara:

Hermosa es! quién devorára

Las caricias de su amor!»

Ella que antes, impotente,

Subyugada se sentía

Por el benigno ascendiente

De tu virginal pudor.

De lo que fuiste vestigio

Apenas encuentro alguno;

Perdiste, ángel, el prestigio

Fascinador para mí:

Como otras tantas mujeres

Vulgar, destinada solo

Al deleite carnal eres:

Nada hallo ideal en tí.

Perdiste, sí, lo divino,

Lo terrenal te ha quedado,

Lo que el mundo depravado

Suele mas apetecer;

Bellas formas! aquel cebo

Que la estólida caterva

Busca, codicia y observa

Solamente en la mujer.

¿Y que es ¡oh Dios! esa tu obra

La mas acabada y bella,

Si encarnada no está en ella

Pura, ideal perfeccion?

Estátua donde no hay vida

Ni simpáticos latidos,

Que hablar puede á los sentidos,

No al alma ni al corazon.

Y eso hallarán, gentil forma

Que estimule el apetito,

Y al estatuario de norma

Logrará servir tal vez;

Seno turgente que anida

Los dos ricos manantiales

Del deleite y de la vida;

Rosada y ebúrnea tez.

Ardiente y negra pupila,

Azabachado cabello,

Erguido y gracioso cuello

Sobre espalda de marfil;

Carnes que el vestido cubre,

Pero que al travez redondas,

Chispeando el ojo descubre,

De la lujuria febril.

Pero no, aquel acabado,

Vivo, harmonioso conjunto,

Que nos bosqueja un trasunto

De la ideal concepcion;

No aquella alma en cuerpo de angel

Que en sublime arrobamiento

Se adora como el portento

Mas bello de la creacion.

Por las mundanas pasiones

Renegaste tu destino,

Que era ideales visiones

Dulces sueños inspirar;

Al corazon agitado

Trasmitir tu santa calma,

Y el duelo y cuitas del alma,

Con tu vista disipar.

Y el afan y la tortura

Del mundo y los devaneos

Temprano, sí, en tu locura

Te condenaste á sufrir;

Alzando el májico velo

Que para tí todavia,

Los misterios encubría.

Los engaños del vivir.

Angel te ví, y hoy como otras,

Criatura envilecida

De inmundo lodo nacida

Para pasto del dolor;

Cebando, su carne impura

En orgías y deleites,

Para entregarla á la hartura

Del gusano roedor.

Rompió en ti el vicio nefando

De Dios la obra mas perfecta,

Y los ángeles llorando

Estarán tu perdicion;

Porque hermana suya tu eras,

Angel tambien que traía

Bajo formas hechiceras

Del cielo una bendicion.

Por eso, sí, tan temprano,

El Demonio que no duerme,

Cándida paloma, inerme

Te tendió el lazo fatal;

Por eso en el labio inerte

De mancebo sin entrañas,

Puso el talisman de muerte

De tu aureola virginal,

Angel ayer, tu cielo rememora,

Hoy, mujer infeliz, tu culpa llora,

Solo duelos te guarda el porvenir.

Cediste á sus halagos y ya el mundo

De su deleite vano el fruto inmundo

Te regaló en la aurora del vivir.

Llora y maldice el alba de este dia,

Que tu inocente pecho bendecía,

Cuando casto latiera y virginal;

Porque ya, niña hermosa, en lo futuro,

Vendrá cubierto del celage oscuro

De una memoria para tí fatal.

Y sin embargo en el mundo

Que poco ha tan bello viste,

Ser dichosa tu pudiste,

Esposa de hombre feliz;

Y de los tuyos querida,

Llenar tu noble destino

Con plenitud de la vida,

Siempre honrada en tu país.

Ser madre, y sobre tus hijos

Derramar las bendiciones,

Los inagotables dones

De una fértil juventud;

Y en sus corazones tiernos

Sembrar la vivaz semilla

De los principios eternos

Del bien y de la virtud.

Enseñarles que los hombres

Libres, hermanos, iguales

Son por las leyes fatales

De Dios y la humanidad;

Y que ese dogma sublime

Es el que ilustra á los pueblos

Los regenera y redime,

Les dá gloria y libertad.

Porque la voz de cariño

De la madre, aleccionando,

En la cabeza del niño

Echa profunda raiz;

Y de ella brota fecunda

Aquella santa doctrina,

Que á ser bueno lo encamina,

Grande, patriota y feliz.

Y el poder y la eficacia

Tiene del verbo, y en ella

La productora centella

Está del divino amor;

Porque el amor es la vida,

O el espiritu invisible

Que engendra de lo sensible

El movimiento creador.

Y de tu prole dichosa

Otras proles nacerian,

Que en sus entrañas traerian

Regeneracion vital;

Y la muerte, sí, con otros

Del vicio que te ha perdido,

Y que bebimos nosotros

En la cloaca social.

Porque en mal hora nacimos,

Y como hijos de una madre

Con vosotras recibimos

La herencia de maldicion;

Herencia de desenfreno,

De confusion y de crímen,

Que inoculada en su seno

Lleva otra generacion.

Y en su ejemplo aprenderían

Otras vírgenes y madres,

Otras proles y otros padres

La ley santa del deber;

Y dichosa nuestra patria

Grande entonces se alzaría:

Y madre ó virgen sería

Venerada la mujer

La mujer, sí, que al capricho

De amoroso devaneo,

Al deleite y al recreo

Solo parece servir;

Y que á la frívola charla,

A imaginar atavios,

O á livianos amoríos

Dá su indolente vivir.

La mujer, que solamente

Reinar no debiera ufana

Por el mágico ascendiente

De su belleza y su amor;

Sino por esas virtudes

Que su natura ennoblecen,

Y á la sociedad ofrecen

La gala y prenda mejor.

La mujer, cuyo destino

Es embellecer la vida,

Llevar bálsamo á la herida,

Derramar su caridad;

Y fecundar con misterio

El principio donde afirma

La democracia su imperio,

Su alto fin la sociedad.

Porque el hogar es santuario

Donde inmaculado y vivo

Arde el fuego primitivo

De la perfeccion moral;

Y el destino de la esposa

Mas alto, es alimentarlo,

Intacto y puro guardarlo

Como cristiana vestal.

Y del hogar se difunde

Invisible en las entrañas

De la sociedad, y se infunde

Ese fuego engendrador;

Y mantiene su armonía,

La anima y la regenera,

La ilumina en su carrera,

La impele á estado mejor.

Y la mujer es el ángel

A quien la tabla divina

De salvadora doctrina

Confió en su designo Dios;

Y su lengua al hijo tierno

La revela cariñosa,

Y la humanidad gozosa

Oye esa mística voz.

Y renegaste, mujer,

Como muchas ese rango

Para arrastrarte en el fango

De la corrupcion comun;

Y al bosquejo de mi pluma

Verás, tarde arrepentida,

Lo que perdiste en la vida,

Lo que ella te guarda aun.

Y á mi ilusion venturosa

Quizá yo te hubiese amado,

Porque tambien para esposa

La mujer busco ideal;

La que mi alma, mis sentidos

Absorba, y de cuyo pecho

Harmonicen los latidos

Con los del mio fatal.

O mas bien yo no le busco,

Espero sí que el destino

Me la ponga en el camino

Por do vagabundo voy;

Y aunque desespero hallarla,

Verla quisiera, y por siempre

Regenerado, adorarla,

No siendo ya lo que soy.

Y unir en santo himeneo

Todo mi ser á su ser,

Su deseo á mi deseo,

La suya á mi voluntad;

Y realizando un destino

Que concibe mi esperanza,

Seguir juntos el camino

Que lleva á la eternidad.

Y cuantás ¡oh Dios, tan bellas!

Que con pasion me quisieron,

Y no he sentido por ellas

Sino ternura fugaz!

O amor, que por lo atrevido,

Por lo ardiente, imaginaran

Que el desamor ó el olvido

No aniquilase jamás.

Porque el misterio de mi alma

Ilusas no comprendieron,

Ni tanmpoco consiguieron

Penetrar mi corazon;

Ni qué idea me movía,

Ni lo que buscaba en ella.

Ni si mi amor nacería

De fantástica ilusion.

¡Cuántos pechos inocentes

Que contaminó mi lábio,

Cuyos latidos ardientes

Eran solo para mí!

Y que en la ilusion bendita

De su amor inmaculado,

La vida me hubieran dado,

Por vano amor que las dí.

Y yo ingrato al ardor suyo,

Rompiendo el mágico hechizo

Las menosprecié en mi orgullo

Porque nunca las amé;

Con aquel amor gigante,

Amor intenso y febríl,

Amor loco y devorante,

Que á los diez y ocho probé.

Y todas ellas pasaron

Como visiones de un sueño,

Y tan solo me dejaron

Tristeza y desolacion;

Reliquias, prendas queridas,

Que mil recuerdos despiertan,

Hojas secas desprendidas

Del árbol del corazon.

¡Perdon te pido, Dios mio!

Por tanta loca pasion,

Perdon! por tanto estravío

De la ciega juventud.

¿Por qué el amor no me diste

De la mujer que imajino,

De la que busco sin tino

Como á un ánjel de salud?

¿Por qué esa mística perla

No hallé en mi senda temprano?

Por qué ¡Dios mio! esconderla

De mi gigantesco amor?

Yo hubiera puesto en su frente

Una corona de lauro,

Tan bella y resplandeciente,

Que no hubiera otra mejor.

Glorificado tu nombre

Oh Dios! en tu hermosa hechura

Y que prosternado el hombre

La adorase como á tí.

Entonces sí. . . . pero, fuera

Pasiones locas de una alma

Que nunca se desaltera;

Dejadme en paz, huid de mí.

Pero tú, puro, sublime,

Parto de mi fantasía,

Angel de luz y harmonía

De un mundo sin realidad,

¿Donde estás? donde te has ido?

Qué opaca nube te mancha?

Cómo en el fango has caido

Que huella la sociedad?

Por sus pasiones mezquinas

Tu destino renegaste,

Que era ilusiones divinas

Al espíritu infundir;

En su horizonte nubloso

Brillar como ástro benigno

Y al corazon borrascoso

Tu santa paz trasmitir.

Probaste el fruto vedado,

Saboreaste su dulzura,

Y el acibar te ha quedado

Pegado en el corazon;

Acibar que su amargura

Derramará en tu alborozo

Én tu deleite y tu gozo,

En tu mas bella ilusion.

Lo probaste y un demonio

Está en tu carne lascivo,

Y en tus entrañas activo

El atizará un volcan;

Y en la noche y en el dia,

Y en el sueño, y toda hora

Mostrará á tu fantasía

Sombras que te agitarán.

Y tú ansiosa como nunca,

Revoleándote en el lecho,

Con hondo grito del pecho

Llamarás al seductor;

Y creerás acariciarlo,

Estrecharlo, y sin acíbar

En sus lábios el almibar

Beber de su puro amor.

Y al despertar batallando

Con la ilusion de tu sueño,

Lo buscarás con empeño,

Y preguntarás por él.

Y se verán con asombro

En tu rostro las señales

De los insomnios fatales

De ese tu cariño fiel.

Y al cebo de tus caricias

Él vendrá, y con voz mentida

Te repetirá: «mi vida,

Para adorarte aquí estoy.»

Y pagarás con halagos,

Ilusa tú, su desvio,

Diciéndole: ¡amado mio!

¿Por qué no has venido hasta hoy!

Y despues él se irá riendo

De tu amor cándido y puro,

O te olvirá perjuro

Para no verte jamás;

Y la furia de los celos

Se asirá de tus entrañas,

Y entonce ¡oh niña! sin velos

Lo que es ese amor verás.

Y ojerosa y amarilla

Como la planta sin riego,

Te irás consumiendo al fuego

De la pasion criminal;

Y recordarás las noches,

Y recordarás los dias,

Y las santas alegrías

De tu aurora virginal.

Y llamarás en tu alivio

La muerte que acaso te oiga,

O sintiendo ya mas tibio

El primitivo volcan,

Abrirás el pecho tuyo

Coqueteando y siempre bella,

Entre muchos, al arrullo

De otro frívolo galan.

Y ora frívola riendo,

Ora frívola llorando,

En el abismo cayendo

Irás do no hay redencion;

Y obtendrás del mundo nécio,

A quien diste tu tesoro,

Sonrisa de menosprecio

Mirada de compasion.

Y el vicio al salir de casa

Acechándote orgulloso,

Al verte dirá: «allí pasa

La que yo gozé feliz;»

Y cada labio, sí, inmundo

Te lanzará una ironía,

Porque inexorable el mundo

Castiga al que hace infeliz.

Porque iluminada y justa,

Distribuye el galardon,

El castigo ó el perdon

Rara vez la sociedad;

Por eso una voz del alma

Nos dice consoladora:

«Hay un cielo que atesora

Incorruptible equidad.»

Angel caido, un recuerdo

Se asirá de tu memoria,

El recuerdo de una gloria

Que á gozar no volverás;

Y las esperanzas tuyas

Roerá mas inocentes,

Tus deseos mas ardientes

Como gusano voráz.

Y en derredor de tu almohada

No vagarán halagüeños

Los virginales ensueños,

Con sus álas de zafir;

Sino sombras de ojo hueco,

De tez negra ó amarilla,

O la horrible pesadilla

Que hace los dientes crujir.

Y en el hogar con asombro

Esa tu melancolía

Verán, y de dia en dia,

Marchitarse tu frescor;

Ni lo alegrará como antes

Tu vista, y sufrirá inquieto,

Ansias y dudas punzantes,

De tus padres el amor.

Porque tú retoño eres

De su esperanza ya mústia,

Fuente viva de placeres,

De tierna solicitud;

Y de tu vida ellos viven,

En tu alegria se gozan,

Y de tu aliento reciben

Aura vital de salud.

Y á los que les preguntaren,

Porque así tan consumida

Estás y descolorida,

No sabrán que responder;

Por qué el secreto de tu alma

No penetran ni imaginan,

Cómo perdiste la calma

Ni la alegria de ayer.

Y tú, á llorar en el lecho

Sola irás tu amor viüdo,

El solitario despecho

De tu criminal pasion;

Y lo llorarás en vano

Porque de pesar oculto,

Vivo llevas el gusano

Asido en el corazon.

Porque temprano perdiste

Tu fé cándida de vírgen,

Y tu alma al delirio abriste

De mundanal frenesí;

Y la hermana de la fé,

La esperanza hija del cielo,

Veloz alzará su vuelo

Para alejarse de tí.

Y ese primer desengaño

Otro engendrará, y hoy uno,

Mañana otro acerbo engaño

Del vivir probando irás;

Y de ellos la incertidumbre

Brotará y la estéril duda,

Y caminando sin lumbre

Solo confusion verás.

Y con mirar agitado

Te seguirá á todas partes,

Y estará siempre á tu lado

La cavilosa inquietud;

Y recordarás las noches,

Y recordarás los dias,

Y las santas alegrías

De tu albor de juventud.

Ayer para tu ilusa fantasía

El universo todo era harmonía,

Era un vasto y magnífico jardin,

Fecundo solo en bien; y en él benditas

Tus ilusiones de ángel infinitas

No encontraban ni valla ni confin.

Hoy que el candor angélico has perdido.

Ese tan bello Eden se ha convertido

En solitaria y tétrica region,

Porque el primer deleite que has gozado

Una espina en el alma te ha dejado,

Un desengaño tu primor pasion.

Llorar antes tus ojos no sabian,

Ni terrenales ánsias conocian,

Ni de donde, si reina, nace el mal:

Esa lágrima que hoy su brillo empaña

Te ha revelado una verdad estraña,

Un dolor de criatura terrenal.

Mira en tí y el pasado rememora,

Sonda en tu corazon, verás ahora,

Angel caido, lo que fuiste ayer;

Y cuando vuelva el alba de tu dia,

Mírate en lo pasado todavia,

Pregunta al porvenír lo que has de ser.

Llora de ángel tu espléndida corona,

Que si culpable el mundo no perdona,

Hay en otro sin duda remision;

Llora tu primer culpa arrepentida,

Que la bondad de Dios compadecida

Recibirá tu lloro en espiacion.

___________

SEGUNDA PARTE.

El Baile.

Probó el fruto vedado y de improviso

Perdió el ángel su bello paraiso,

La inocencia del alma y el contento;

Y sintió el escozor y abatimiento,

Los insomnios febriles de la vida,

Y hervir en sus entrañas virginales,

Con violencia hasta allí desconocida,

Pasiones y esperanzas mundanales.

Pecó como otras, sí, frájil criatura,

O el pecado fatal de su hermosura

Vió con lúbricos ojos el hechizo,

Y enlabió su candor, y caer la hizo

En la red de su amor y en sus engaños;

Pecó, cándida niña de quince años,

Sin saber lo que hacia: parecióla

El de sus sueños de ángel amoroso

Jóven que vió con su falaz aureola

Y su amor le entregó puro y fogoso,

Su inmaculada y virginal primicia;

Y probó entonces la voraz delicia,

Los deliquios, las ánsias y dulzores

De la luna de miel de los amores.

Mas no creyó pecar; porque confusa,

De la ley del deber, la luz infusa

En su espíritu jóven dormitaba;

Ni crer pudo tampoco que pecaba,

Porque creció, como el silvestre arbusto

Blandamente mecido por la brisa,

Sin conocer mas regla que su gusto,

Por el amor mimado y la sonrisa

De la madre y del padre: amor bendito

Si en el alma de la hija con su orgullo

Fecunda la virtud; pero maldito

Si en caprichos la ceba y en orgullo,

Porgue un ángel, del bien y aun de Dios mismo

Estravía y despeña en el abismo.

Pero el hombre que amó con toda el alma,

Y del candor le arrebató la palma

La traicionó por fin; y aquel punzante

Dolor en su conciencia y su sentido

Brilló como la luz que al navegante

Ciego el rumbo revela que ha perdido.

Pero era tarde ya, porque aunque mústia

La mano fría de ignorada angustia,

Arranque una ilusion, otra retoña,

Y del deleite dulce en la ponzoña;

Cuando una vez el corazon la prueba

Fácil su ardor y su esperanza ceba.

Despechada lloró, no arrepentida,

Como se llora al empezar la vida

En la edad juvenil; porque tan bella

Tan misteriosa aun era para ella,

Avesada á dar rienda á sus deseos

Y á holgarse en caprichosos devaneos;

Era para ella todavía el mundo

En amor y esperanzas tan fecundo,

Que olvidó lo pasado fácilmente

Y se apegó á la vida mas ardiente.

Lloró, tal vez por su pasion burlada,

Como la niña frívola y mimada

Contrariada en su gusto y sus antojos,

Esas lágrimas blandas que en los ojos

De la mujer se anidan y rebosan

Como fuente si sufren ó si gozan:

Fluyó quizá la exhuberante sávia

Del despecho por ellos y la rabía,

Y en su cándido brillo hubo desmayo;

Pero luego del gozo asomó el rayo

En sus ojos y pálidas mejillas

Disipando importunas nubecillas