Oficio de la pasión del Señor - San Francisco de Asis - E-Book

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San Francisco de Asis

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Comienzan los salmos que dispuso nuestro muy bienaventurado padre Francisco para reverencia y memoria y alabanza de la pasión del Señor.

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ISBN: 978-1-312-09266-2

OFICIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

[Introducción]

Comienzan los salmos que dispuso nuestro muy bienaventurado padre Francisco para reverencia y memoria y alabanza de la pasión del Señor. Se ha de decir uno de ellos por cada hora del día y de la noche. Y comienzan desde las completas del Viernes Santo [que se decían al final del día del Jueves Santo], porque en aquella noche fue traicionado y apresado nuestro Señor Jesucristo. Y adviértase que así decía el bienaventurado Francisco este oficio: primero decía la oración que el Señor y Maestro nos enseñó: Santísimo Padre nuestro, etc., con las alabanzas, a saber: Santo, santo, santo, como se contiene más arriba. Terminadas las alabanzas con la oración, comenzaba esta antífona: Santa Virgen María. Francisco decía en primer lugar los salmos de Santa María; después decía otros salmos que había elegido y, al final de todos esos salmos, decía los salmos de la pasión. Terminado el salmo, decía esta antífona: Santa Virgen María. Terminada la antífona, se había concluido el oficio.

Parte I

Para el triduo sacro de la semana santa y ferias del año

 

Completas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo I

 

1Oh Dios, te conté mi vida, * y tú pusiste mis lágrimas en tu presencia (Sal 55,8b-9).

 

2Todos mis enemigos tramaban males contra mí (Sal 40,8 - Salterio Romano=R), * y juntos celebraron consejo (cf. Sal 70,10c - Salterio Galicano=G).

 

3Y me devolvieron mal por bien, * y odio por mi amor (cf. Sal 108,5).

 

4En lugar de amarme, me criticaban, * pero yo oraba (Sal 108,4).

 

5Padre santo mío (Jn 17,11), rey del cielo y de la tierra, no te alejes de mí, * porque la tribulación está cerca y no hay quien me ayude (Sal 21,12 - R).

 

6Retrocedan mis enemigos * el día en que te invoque; así conoceré que tú eres mi Dios (Sal 55,10 - cf. R).

 

7Mis amigos y mis compañeros se acercaron y se quedaron en pie frente a mí, * y mis allegados se quedaron lejos de pie (Sal 37,12 - R).

 

8Alejaste de mí a mis conocidos, * me consideraron como abominación para ellos, fui traicionado y no huía (Sal 87,9 - cf. R).

 

9Padre santo (Jn 17,11), no alejes tu auxilio de mí (Sal 21,20); * Dios mío, atiende a mi auxilio (cf. Sal 70,12).

 

10Ven en mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Antífona:

 

1Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, 2hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: 3ruega por nosotros con san Miguel arcángel y con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro.- Gloria al Padre. Como era.

 

Adviértase que la sobredicha antífona se dice en todas las horas; y se dice en lugar de la antífona, de la capítula, del himno, del versículo y de la oración; y así se hace en maitines y en todas las horas. Ninguna otra cosa decía en ellas, sino esta antífona con sus salmos. Para terminar el oficio, el bienaventurado Francisco decía siempre:

 

Oración:

 

Bendigamos al Señor Dios vivo y verdadero: tributémosle siempre alabanza, gloria, honor, bendición y todos los bienes. Amén. Amén. Hágase. Hágase.

 

Maitines

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo II

 

1Señor, Dios de mi salvación, * de día y de noche clamé ante ti (Sal 87,2).

 

2Llegue mi oración a tu presencia, * inclina tu oído a mi súplica (Sal 87,3).

 

3Atiende a mi alma y rescátala, * por causa de mis enemigos, líbrame (Sal 68,19).

 

4Porque tú eres quien me sacó (R) del vientre materno, ' mi esperanza desde los pechos de mi madre; * desde su seno fui lanzado a ti (Sal 21,10).

 

5Desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios; * no te apartes de mí (Sal 21,11).

 

6Tú conoces mi oprobio y mi confusión * y mi vergüenza (Sal 68,20). 7En tu presencia están todos los que me atribulan; * improperio y miseria esperó mi corazón (Sal 68,21).

 

8Y esperé que alguien se contristara conmigo, y no lo hubo; * y que alguien me consolara, y no lo encontré (Sal 68,21).

 

9Oh Dios, los inicuos se alzaron contra mí, * y la sinagoga de los poderosos anduvo buscando mi alma; y no te pusieron a ti ante sus ojos (Sal 85,14).

 

10Fui contado con los que bajan a la fosa; * llegué a ser como un hombre sin ayuda, libre entre los muertos (Sal 87,5-6).

 

11Tú eres mi Padre santísimo, * Rey mío y Dios mío (Sal 43,5).

 

12Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).

 

Prima

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo III