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Estas memorias del profesor Josep M. Jordán Galduf (Llíria, 1950), son un testimonio personal y generacional, a la vez que una rendición de cuentas ante la sociedad. Su objetivo es poner en valor la palabra y el pensamiento de personas que han contribuido a poner el desarrollo humano en el eje de las políticas universitarias de cooperación. Estas páginas son el relato de cuarenta y dos años de actividad, el balance de una vida profesional y de un compromiso cívico entre 1973 y 2015. La jubilación del profesor Jordán Galduf se plantea como una autoexigencia de repasar ante los ciudadanos qué hizo y cómo pensó a lo largo de estas cuatro décadas. Este título se une a la colección de testimonios de quienes participaron en la cooperación al desarrollo desde el Patronat Sud-Nord de la Universitat de Valencia.
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Seitenzahl: 319
Veröffentlichungsjahr: 2015
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OFICIO Y COMPROMISO CÍVICO
MEMORIAS DE UN PROFESOR UNIVERSITARIO (1973-2015)
Josep M.ª Jordán Galduf
PATRONAT SUD-NORD. SOLIDARITAT I CULTURA - F.G.U.V.
PUBLICACIONS DE LA UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
© Josep M.ª Jordán Galduf, 2015
© De esta edición: Patronat Sud-Nord. Solidaritat i Cultura de la Fundació General de la Universitat de València i Publicacions de la Universitat de València, 2015
Diseño del interior: Inmaculada Mesa
Corrección: Communico C.B.
Diseño original de la cubierta: Pere Fuster (Borràs i Talens Assessors, S.L.)
Maquetación y edición digital:JPM Ediciones
ISBN: 978-84-370-9679-7
Edición digital
Desde mi gratitud
A mi familia, a los profesores que inspiraron mi quehacer, a los estudiantes que encontraron algún provecho en mi docencia, a los compañeros con los que compartí mi tarea universitaria y cívica, y a los amigos con los que estreché tantos lazos de afecto y complicidad.
Índice
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
I. APRENDER EL OFICIO EN TIEMPO DE CAMBIOS (1973-1984)
El espejo de la orla
Profesor ayudante de clases prácticas
Profesor adjunto interino
Profesor adjunto numerario
Alcalde de Llíria
Los desafíos de una gran crisis
Los frutos de una fallida agregaduría
Una buena aunque difícil decisión
II. AÑOS DE APERTURA Y CREATIVIDAD (1984-1994)
Un curso en Reading
La entrada de España en la UE
Catedrático de universidad
Hay vida después de una cátedra
Otro impulso de Reading
Un mundo en cambio
El plano comarcal y local
Recogiendo velas
La intensa tarea de un año crítico
Cruzando el ecuador
III. MANTENERSE ERGUIDO CONTRA EL VIENTO (1994-2004)
Oteando el horizonte
Nace la Asociación Euromediterránea
Un año de viajes y nuevas experiencias
El Campus de Tarongers
XXV aniversario como profesor
El inicio del euro
Nuevo milenio, nueva cartera
El desarrollo deviene un reto mundial
De Europa al Mediterráneo
Tiempo de cartas, informes y valoraciones
IV. LA MADUREZ EN LA PROFESIÓN (2004-2015)
Presidente ejecutivo del Patronat Sud-Nord
Cooperación y grupos vulnerables
Entre el vértigo y la serenidad
Línea de sombra
Un año de tristes recuerdos
En el décimo aniversario del euro
Regreso a Bruselas
Segunda recesión
Reivindicación de la socialdemocracia
El sueño europeo
Último impulso
EPÍLOGO
ANEXO 1
Currículum de Josep M.ª Jordán Galduf
Cronograma académico esquemático
Cargos ejercidos en distintos momentos
ANEXO 2
Publicaciones de Josep M.ª Jordán Galduf
Libros
Libros coordinados
Colaboración en otros libros
Artículos en revistas
PRÓLOGO
«Mis convicciones de otros tiempos las he cambiado por ideas y buenos deseos». Arturo García Igual: Entre esta España nuestra y la peregrina, 2.ª ed., p. 322.
No es habitual encontrar un libro de memorias como el que, querido lector, tienes a la vista. El profesor Josep María Jordán Galduf, de la Universitat de València, realiza un ejercicio de expresión múltiple. En este libro Josep María manifiesta sentimientos de fraternidad con todo ser viviente que se cruzó en su camino, y de cierta melancolía pero a la vez entusiasmo por una labor profesional realizada durante 42 años. Enuncia razonamientos coherentes, con un conocimiento profundo de la realidad económica de nuestro país, y con propuestas basadas en el sentido común y la solidaridad. Desborda respeto por la labor de muchas personas. ¡Tanto expresa!
Nuestro amigo Josep María (Pepe) se retira de la actividad académica. Lo dice él mismo: «tiene un final mi vida como profesor universitario». Y más adelante escribe: «la vida es una sucesión de generaciones». Y en el epílogo parece que nos da una pista: «a veces pienso que he escrito demasiado…».
Amigo Pepe, cuesta verte como alguien retirado. Aunque a lo mejor me equivoco y sigo viéndome atrapado en un esquema de objetivos y metas profesionales que no capta que ya has cumplido sobradamente con tu responsabilidad y que hay vida más allá de la universidad. ¿Y qué es ser universitario, después de todo?
En efecto, el profesor Josep María Jordán Galduf es un universitario. Así lo creemos quienes tuvimos el privilegio de compartir su amistad y momentos de reflexión. En mi caso, tuve la suerte de conocer al profesor Jordán a inicios de los noventa, en un periodo de mi carrera en el que su experiencia me ayudó mucho. Ser más joven que Josep María Jordán tiene sus ventajas, pues él es un buen maestro, y lo puedo afirmar como docente que soy de la Universitat Politècnica de València, al otro lado de la avenida Tarongers.
Gracias al profesor Jordán comprendí que trabajar en temas económicos del Mediterráneo, con mi especialización agraria, no era perder el tiempo, y me transmitió una visión sobre los problemas sociales de la región que acabará aceptándose tarde o temprano. La vocación por el desarrollo humano en el sur del Mediterráneo de Jordán se recordará cuando dejen de existir obstáculos físicos y políticos entre ambas orillas. Qué acierto tuviste, Pepe, al marcarnos ese camino, en una obra fecunda en artículos y libros, siempre orientada a superar las barreras de la integración euro-mediterránea a través de soluciones «por elevación», como a su vez te inspiró el maestro George Yannopoulos en la segunda mitad de los ochenta. Pienso que la obra de Jordán sobre esta materia debe releerse, pues sigue aportando puntos de encuentro necesarios.
Pero surgió otro punto de coincidencia cuando en 1997 mi padre, Arturo García Igual, representante del legado Manuel Castillo en el Patronat Sud-Nord de la Fundación General de la Universitat de València, me habló de un profesor de la Facultad de Economía que apreciaba los temas de agricultura en el Mediterráneo. Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que se refería a Pepe Jordán. Esta casualidad resultó importante en mi vida por dos motivos. El primero, porque me estimuló a interesarme en la ingente labor de cooperación de la Universitat de València, respaldada por un grupo de intelectuales activistas de la paz y de la solidaridad. El segundo motivo fue que me ayudó a poner en valor el trabajo que mi padre había realizado como albacea de Diego Castillo Iglesias, quien aportó en su testamento la dotación inicial del Patronat. Arturo García había sido un luchador de esa España truncada por la Guerra Civil, un emprendedor en el exilio mexicano, y ahora desvelaba que seguía siendo un individuo inquieto, con proyectos en la etapa final de su vida. Pepe Jordán fue la primera persona ajena a mi familia que leyó las memorias de Arturo García Igual e impulsó su primera edición en 2005. A veces no apreciamos la labor de quienes tenemos cerca. Gracias, Pepe, por ayudarme a descubrirlo.
El libro de memorias de Josep María Jordán Galduf es algo más que una autobiografía. Es una rendición de cuentas ante la sociedad. Más allá de una lista de numerosos textos, lo que nos devuelve es una justificación de por qué fueron escritos. Y es un alegato. Por la independencia intelectual y por la defensa de la función social del profesor, de una especie de profesor que no respalda el sistema actual que fomenta la disciplina y no la rebeldía. Josep María ofreció un legado académico notable, siempre con fundamentos de gran altura en el área de la integración europea, y con un texto de referencia, Economía de la Unión Europea. Ha sido, además, un profesor vinculado a su entorno, como lo demuestran sus trabajos específicos sobre la comarca del Camp de Túria, y un gran divulgador y columnista, como reflejan sus aportaciones en Saó y en Levante-EMV, entre muchas otras publicaciones.
Josep María Jordán deja una obra relevante, pero puede recordarse por pequeños actos que lo sitúan como pionero de una manera de entender la universidad basada en la colaboración y en el trabajo en red. En cierta medida, es un precursor del VLC-Campus, de esa alianza de las universidades públicas del área metropolitana de Valencia. Quizá anecdótico, pero ilustrativo de esa vocación, fue su docencia en el grupo internacional de Economía de la Unión Europea. Coincidía semestralmente con mi grupo de Economía Mundial en mi universidad. Y tomamos como costumbre intercambiarnos una clase al año, él en la Politécnica y yo en la Facultat. Nadie nos obligaba, y ello pertenece al tipo de iniciativas que no son recogidas en los indicadores individuales de actividad académica. Pero siempre en esta colaboración, como en otras, el objetivo final de Jordán y el mío era el de motivar a nuestros alumnos a través de un concepto tan actual como la fertilización cruzada.
Jordán ha sido (y es) un profesor comprometido políticamente, sobre todo en el ámbito municipal de Liria, siendo alcalde de esa ciudad durante los albores difíciles de la democracia en la España de la transición. Hace un buen ejercicio de memoria histórica. La transición española merece respeto y no resultó necesariamente de pactos de dominación, sino de generosidad y pasión por una nueva historia que relegara la dictadura y el enfrentamiento. D’un temps que será el nostre…, dice la canción de Raimon. Muchos lo creímos y lo intentamos practicar. Jordán representa el mejor saber intelectual de la transición. De una transición que muchos contribuyeron a impulsar. Pero, como muchos otros, Jordán no eligió apropiarse de ella, sino contribuir de buena fe al debate económico e institucional de España. La historia del cambio político no es de renuncias, sino de una intensa controversia intelectual que ha quedado algo dejada de lado por la urgencia de la crisis actual. Debemos revisar el sistema político español en aspectos fundamentales, pero no por ello renegar de la labor de personas que intentaban hacer bien su trabajo, con responsabilidad, y que requieren toda nuestra consideración. Toda una generación que menciona Jordán, con nombres y apellidos.
Sería imposible resumir la obra de Josep María Jordán en breves párrafos y por ello recomiendo la lectura de sus memorias. Es destacable su contribución a la economía de la integración, con estudios relevantes en el momento en que se analizaba la adhesión de España al proceso europeo. Siempre fue por delante en desgranar, de manera consciente y clara, los mitos de la integración en el espacio euro-mediterráneo. Como él mismo apunta, su visión de la realidad económica fue evolucionando desde la comprensión de la combinación de elementos de distintos paradigmas, con lucidez en la detección de las deficiencias estructurales de la economía española. Siempre de manera ajena al oportunismo político y con una firmeza intelectual congruente con su elegancia al exponer sus argumentos, soportados por evidencias.
Quienes hemos leído y escuchado a Jordán podemos dar fe de tres atributos. Uno, muy evidente para sus lectores: claridad, concisión, profundidad, un prodigio de escritor. Lo anota todo y trabaja en trenes y aviones. Y aporta obras no técnicas y entrañables en castellano y catalán, como Cartes a Judes, entre otras. Leyéndolo, nos conocemos mejor a nosotros mismos y encontramos sentido a las cosas.
El segundo atributo es su vocación internacional, siempre insatisfecho con sus límites, ansioso por aprender de sus referentes académicos y con un buen dominio del inglés en una época en la que a los profesores les costaba expresarse en esa lengua.
El tercero es su capacidad de compartir sus lecturas con sus amigos y lectores. La historia de Pepe se puede escribir a través de los libros que ha leído y que has leído porque él los ha leído. Y es que resulta admirable su capacidad de recordar lo que lee y sobre todo, dónde lo leyó y qué impacto tuvo su lectura en cada momento de su vida.
Este prólogo puede parecer un panegírico de Pepe Jordán. Pero lo es más de una generación que aportó lo suyo para hacer este país mejor de lo que cree ser. Y de una manera de entender la universidad que supone sentar bases de madurez y responsabilidad en investigadores y estudiantes.
El sistema no siempre fue justo con Pepe Jordán, lo que se trasluce en algunos fragmentos de sus memorias que él expone sin rencor. Cuenta que uno de sus leiv-motivs es la canción Resistiré. Jordán resistió a las presiones de obedecer algunas imposiciones incomprensibles. Y al ser como es no se equivocó, lo que deseo expresar con contundencia. Como profesor ha sido muy apreciado en el entorno español, pero también en el ámbito europeo, como muestra su participación en el grupo de asesores externos deThe European Report on Development en 2010, elaborado por la Comisión Europea.
Este libro no es solo autobiográfico, sino también biográfico, pues muchas personas se verán reflejadas en su historia y les encantará recordar sus hechos a través de sus colaboraciones con Josep Maria Jordán Galduf.
Querido Pepe, si vuelves a escribir no te reprocharé que no te retires.
JOSÉ MARÍA GARCÍA ÁLVAREZ-COQUE
Valencia, noviembre de 2014
INTRODUCCIÓN
¿Dónde estamos ahora?, «Where are we now?», se preguntaba en 2013 el cantante británico de las mil caras, David Bowie, en una de sus últimas canciones, como una despedida. Y eso también me pregunto yo aquí, cuando termina mi carrera en plena madurez y parece que me pierdo gradualmente en el camino del tiempo: ¿dónde estamos ahora?
Estas son mis memorias como profesor universitario durante los cuarenta y dos años que van de 1973 a 2015. Como acertó a decir hace tiempo Antonio Tabucchi, «una vida no se escribe, se vive». Aun así, yo he querido mostrar aquí mi labor como docente e investigador. Ello me permitirá descubrir a la vez el rastro de numerosas personas que, de un modo u otro, apoyaron esa actividad y me hicieron mucho bien. Evidentemente, no es un relato completo de aquello que he vivido como profesor. Toda narración es siempre selectiva, y lamento que habrá compañeros que dejaré de nombrar, aun cuando les guardo admiración y afecto.
No quiero aparecer en estas memorias ni como un héroe ni como un antihéroe. Todos tenemos unas determinadas capacidades para nuestro trabajo y todos hemos vivido nuestras propias experiencias. Cuando yo era joven me gustaba jugar al baloncesto. Soy más bien bajito, y tampoco he tenido nunca un gran tiro a distancia. Sin embargo, tenía una buena visión del juego, era rápido y buen pasador. Como profesor universitario, no creo haber tenido una inteligencia privilegiada ni unas especiales dotes para la investigación, pero sí una buena intuición, una gran capacidad de trabajo y una verdadera vocación docente. También un cierto sentido de la responsabilidad social y del compromiso cívico.
¿Dónde estamos ahora? El tiempo pasa y son muchas las cosas que van quedando atrás. De pronto, uno siente que él mismo comienza a alejarse de forma ineludible. Cada cual es hijo de su tiempo, de la época que le ha tocado vivir, y es allí donde se reconoce y se siente alguien. Sin embargo, también es verdad que existe un puente permanente entre las sucesivas generaciones, y reconocemos en nosotros la herencia de otras personas que nos precedieron en el tiempo.
«Somos lo que dejamos en los otros», dijo en cierta ocasión la escritora mexicana Ángeles Mastretta. Yo también lo creo así. Los seres humanos imprimimos nuestra huella los unos en los otros, a veces de forma positiva y otras de manera negativa. Yo quiero acordarme aquí, sobre todo, de las cosas positivas, y expresar mi gratitud a todas aquellas personas que dejaron en mí una influencia que me ha hecho ser un poco mejor. Deseo igualmente que el rastro que pueda dejar mi propia conducta haya sido beneficioso para alguien.
No, no pretendo hacer aquí ningún ejercicio de reflexión sobre la evolución de la Universidad, tal como lo hizo, por ejemplo, Jordi Llovet en su libro Adiós a la universidad, escrito con motivo de su jubilación como profesor. Al menos no de una forma directa y explícita. Coincido con él, sin embargo, en sentir que en la actualidad se vive bajo una cierta tiranía del presente, como si el pasado no explicase la hora actual y se reinventara el mundo en cada momento. Ello entraña mucha ignorancia y estupidez, y según Llovet se debe en buena medida a la pérdida de peso de las humanidades en los distintos niveles educativos.
En mi caso, me he manifestado también en alguna ocasión en defensa de la Filosofía y del sentido que esta le aporta a la Economía. No puedo olvidar, por ejemplo, cuánto influyó el profesor Ernest Lluch en que los economistas de mi generación nos interesáramos por la historia del pensamiento económico. Dicha historia es, en realidad, la historia de las controversias entre sus distintos paradigmas y planteamientos teóricos a lo largo del tiempo. De hecho, es a través de estas controversias como ha avanzado la Economía como disciplina en los dos últimos siglos y medio de existencia.
¿Y cuál es el objeto de esa ciencia social que yo elegí personalmente como carrera universitaria en 1968? Según Sylvia Nasar, y estoy bastante de acuerdo con ella, la gran búsqueda de la Economía ha sido convertir a la humanidad en dueña de sus circunstancias materiales para contribuir así a su mejor bienestar social. Con todo, es cierto también que ha habido y sigue habiendo grandes discrepancias sobre cómo debe hacerse esto.
Pero no es este el momento para seguir tratando este tema. ¿Dónde estamos ahora? Hace ya tiempo que siento el aliento de una nueva generación que empuja con fuerza para ocupar profesionalmente su sitio. Es natural, y prefiero, pues, retirarme discretamente. Escribo estas memorias principalmente para mí mismo, para fijar mi posición en el transcurso del tiempo, a modo de despedida personal. Aun así, quizá puedan ser también de interés para otras personas. En este caso, me sentiré realmente muy complacido.
I. APRENDER EL OFICIO EN TIEMPO DE CAMBIOS (1973-1984)
El espejo de la orla
Por fin me he decidido a desembalar la orla de final de carrera. Pone en ella: Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Promoción 1968-1973. Tal como la recibí entonces, la tenía guardada y empaquetada aún en un rincón de la casa. Ahora he querido abrirla para ver los rostros de aquellos compañeros de estudios de quienes guardo un recuerdo muy especial, algunos fallecidos ya. Por qué lo hago, no lo sé. Quizá por pura nostalgia. O quizá porque, como decía antes, con el paso del tiempo el ayer nos parece más vivo y más nuestro que el propio presente, y queremos agarrarlo para que no se nos escape del todo.
Veo en aquella orla a jóvenes de distintos estratos sociales. Algunos, como yo, chicos de pueblo y de familia más bien modesta: José Luis Faguás Martín (de Paterna), Paco Almela (de Benaguasil), Virgilio Gómez Labrado (de Riola), Ezequiel Labernia (de Sant Mateu)… También personas que con el devenir de los años se convertirán en destacados profesionales y dirigentes de empresa. El caso de mayor éxito es, sin duda, el de Juan Roig, presidente de Mercadona, junto a su mujer, Hortensia Herrero, que aparece igualmente en la orla. Hay a su vez unos cuantos compañeros que elegirán, como yo, la carrera académica: Francisco Pérez (director académico desde hace muchos años del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas), Ernest Reig, Andrés García Reche, José Antonio Martínez Serrano, Josep Sorribes (todos ellos profesores de la Universidad de Valencia), Constantino Martínez Gallur (que se marchó a la Universidad de Murcia y ya falleció), Ignacio Jiménez Raneda (que fue rector de la Universidad de Alicante)…
Sobre aquellos años de estudios, a finales de los sesenta y principios de los setenta, escribí en el libro Cartes a Judes, publicado por la editorial Saó en 2000. La nuestra fue una de las primeras promociones (la tercera) de la recién creada Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Valencia. Finiquitaba el franquismo y diversos movimientos sociales empujaban entonces hacia la transición democrática en España. La facultad inició sus pasos en el Convento de Mercedarios del barrio del Carmen, pasó por unas aulas en la antigua Facultad de Derecho y después ocupó la sede histórica de la Universidad en la calle de la Nave. Por fin, en la primavera de 1973, cuando acabábamos quinto de carrera, se estrenó el edificio de la Avenida de Blasco Ibáñez que hoy ocupa la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación.
La etapa de formación universitaria suele ser muy importante, en general. Los jóvenes de mi generación forjamos allí grandes sueños. Yo vivía entonces en un piso de la calle Matías Perelló de Valencia, junto a otro estudiante de la facultad que se convirtió en un gran amigo para siempre: José Vicente Pérez Cerverón (de Casinos). Al margen de las clases y del material docente, estaban las lecturas de todo tipo (revistas, novelas, ensayos) y otras actividades (conferencias, seminarios, cine) que completaban nuestra formación y alimentaban nuestros sueños.
Recuerdo a la mayoría de mis profesores. Entre ellos, influyeron quizá más en mi formación algunos como José Jiménez Blanco, Jordi Nadal Oller, Rafael Martínez Cortiña, Miguel Olmeda, Ernest Lluch, Emèrit Bono, Manuel Sánchez Ayuso, Alejandro Lorca... ¿Cuántos de mis alumnos, tras cuarenta y dos años de docencia, se acordarán también de mí y me mencionarán entre los profesores que han ejercido tal vez una buena influencia en ellos?
Por cierto, en mis presentaciones del libro Cartes a Judes, en el año 2000, era frecuente la pregunta de quién era Judas. Me interesaba la ambigüedad en el título, y hacer pensar que pudiera tratarse de un símbolo de la traición como elemento clave en mi ensayo. Pero la verdad es que no me refería al Judas traidor del Nuevo Testamento, sino a Antonio Judas Moreno, un amigo jesuita, algo mayor que yo, a quien conocía desde la adolescencia. A ese viejo amigo le participaba en el libro mis preocupaciones, reflexiones e inquietudes, mediante unas cartas en las que aludía también a mi evolución personal.
Me veo al final de la carrera, en una clase del profesor Lluch sobre la historia del pensamiento económico. Me apasionan los debates que plantea y la bibliografía que nos sugiere. Allí se habla del gran Alfred Marshall, que concibió claramente la Economía como un estudio de los requisitos materiales del bienestar. Y también de otro gran economista como John M. Keynes, discípulo de Marshall. Ambos tuvieron un papel crucial a la hora de convertir la Economía en un instrumento de conocimiento para afrontar los problemas de su tiempo. Aún hoy sigue teniendo vigencia la idea formulada por Keynes en 1928 de que el problema político de la humanidad es cómo combinar los principios de eficiencia económica, justicia social y libertad individual... ¿Qué mundo hemos sido capaces de hacer nosotros en el presente, y serán capaces de hacer en lo sucesivo nuestros continuadores?
Profesor ayudante de clases prácticas
Al término de la carrera, cuando estaba considerando la posibilidad de preparar oposiciones a algún cuerpo técnico de la Administración pública, recibí dos propuestas de gran interés para poder incorporarme como profesor ayudante de clases prácticas a la Universidad de Valencia: una, por parte del profesor Manuel Artís, para entrar en el Departamento de Estadística; otra, por parte de los profesores Emèrit Bono y Manuel Sánchez Ayuso, para entrar en el Departamento de Política Económica. Las dos me resultaban muy atractivas, porque había descubierto que me gustaba realmente la docencia y la investigación. Y entre las dos propuestas me incliné por la segunda, porque pensaba que me conducía al corazón mismo de la economía aplicada. Antes, sin embargo, debía hacer un examen de grado (una especie de reválida de la carrera) o bien una tesina para poder realizar después los cursos de doctorado en la facultad. Opté por hacer el examen de grado, que concluí agotado el 16 de julio de 1973.
El Departamento de Política Económica se hallaba en la sexta planta del nuevo edificio de la facultad en la Avenida de Blasco Ibáñez, y a él me incorporé en septiembre de 1973. Su director era el profesor Manuel Sánchez Ayuso, que había llegado un año antes como catedrático a la Universidad de Valencia procedente de la Universidad de Bilbao, tras haber estado en la Universidad Complutense de Madrid y en el servicio de estudios del Banco de España. El segundo de a bordo era el profesor Emèrit Bono, formado en las universidades de Madrid y Barcelona y con un gran conocimiento de la realidad valenciana. A continuación aparecían tres profesores más jóvenes formados en la propia facultad de Valencia: Juan Antonio Tomás Carpi, Víctor Fuentes Prósper y Luis Espinosa (que se marchó al mundo empresarial un par de años después). Y a ellos nos uníamos ahora Andrés García Reche y yo.
El ambiente del departamento era agradable y muy abierto, marcado sin duda por el talante humano, cálido y tolerante de sus dos líderes. En el otoño de 1973, Manuel Sánchez Ayuso, Emèrit Bono y Víctor Fuentes estaban enfrascados en un análisis de las exportaciones valencianas que luego publicaron en la revista Información Comercial Española. Mientras tanto, J. A. Tomás Carpi se hallaba estudiando la experiencia en el Chile del Gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende, en unos momentos en los que el golpe de Estado del general Pinochet acababa de dar al traste con esta; tiempo después cambiaría el objeto de su tesis doctoral y lo centraría en las aportaciones de Gunnar Myrdal al pensamiento económico, más aún cuando este extraordinario autor sueco consiguió el Nobel de Economía en 1974.
Por mi parte, durante el curso 1973-1974 apoyé las clases de Política Económica del profesor Sánchez Ayuso, realicé los cursos de doctorado en la facultad y empecé a trabajar a fondo en mi tesis doctoral (en un contexto con gran protagonismo del movimiento reivindicativo de los profesores no numerarios, PNN). No fue fácil seleccionar el tema de la tesis. Durante un par de meses me atrajo la idea de realizar un análisis comparado de los procesos de desarrollo de España y Portugal, pero pronto descarté esa idea y centré mi investigación en la forma en que operaba la política monetaria en España y en sus efectos sobre la evolución económica del país. Influyó en ese cambio temático el director de mi tesis, el profesor Sánchez Ayuso, no porque me impusiera nada (pues no era en absoluto su estilo), sino porque ello me daba la ventaja de su conocimiento del tema como anterior miembro del servicio de estudios del Banco de España.
Gradualmente fui dedicando más y más horas a la realización de la tesis doctoral en unos momentos en que muchas otras cosas reclamaban asimismo nuestra atención. Entre otras, la transición política de nuestro país. Recuérdese que el atentado que acabó con la vida del almirante Carrero Blanco sucedió el 20 de diciembre de 1973, que Arias Navarro pronunció su famoso discurso el 12 de febrero de 1974 y que en abril de dicho año tuvo lugar la Revolución de los claveles de Portugal. Durante el verano de 1974, cuando yo estaba haciendo mis prácticas como sargento de milicias, se creó la Junta Democrática de España, un movimiento unitario en el que se implicaron mucho en Valencia Manuel Sánchez Ayuso y Emèrit Bono, y en el que nos fuimos involucrando también numerosos profesores de la Universidad de Valencia. Ese fue el primer paso para comprometernos después en alguno de los partidos políticos que pugnaban por la democracia; en mi caso, en el PCE.
De manera sorprendente, esa participación en la transición política no nos restó demasiadas energías para continuar nuestro trabajo como docentes e investigadores en la Universidad. Así, en 1974 el profesor Emèrit Bono defendió su tesis doctoral con el título La base exportadora agrícola de la economía del País Valenciano y el modelo de crecimiento hacia afuera, una tesis que suscitó un intenso debate intelectual e inspiró otros estudios sobre la realidad valenciana. En octubre de 1974 se incorporaron al Departamento de Política Económica dos nuevos profesores ayudantes, Isidro Antuñano y Raúl Herrero, que apoyaron los proyectos de investigación promovidos entonces por Manuel Sánchez Ayuso. Y en 1975 este publicó el interesante ensayo Política Económica: una aproximación crítica, en el que Andrés García Reche aportó un sustancioso apéndice sobre el poder económico y el poder político. Todavía conservo un ejemplar de aquel libro en el que, de su puño y letra, Manolo escribió: «A Pepe Jordán, colaborador de gran valor en la cátedra, con un fuerte abrazo».
Por mi parte, en aquel periodo empecé a romper la mano con algunos trabajos que guardaban relación con mi tesis. Así, el 2 de junio de 1974 publiqué el artículo «Política monetaria y discriminación» en el semanario Valencia Fruits; a finales de 1974 publiqué una recensión del libro de J. L. Guglielmi Les experiences de la politique monetaire en la revista Anales de Economía, y en abril de 1975 publiqué el artículo «La inflación y el caso español» (en colaboración con Emèrit Bono) en la revista Iglesia Viva.
Durante el curso de 1974-1975 había vuelto a vivir en la casa de mis padres en Llíria. Mi abuelo Simeón había muerto, su casa había quedado temporalmente vacía y allí instalé mi tienda de campaña para trabajar horas y más horas, con absoluta quietud, en mi tesis doctoral. Pude así acelerar la terminación de esta y presentarla ante un tribunal el 2 de julio de 1975, con el título Instrumentación, alcance y efectos generales de la política monetaria en España (1939-1973).
La idea central de la tesis era que la política monetaria no constituía la causa última de los problemas inflacionistas que padecía de forma crónica la economía española, sino que desempeñaba un papel permisivo de estos. Esos males se manifestaban como resultado de una interacción de factores monetarios y factores reales. El carácter desequilibrado del crecimiento económico español, primero con la autarquía y luego con un modelo más abierto pero con bastante protección exterior, exigía para su financiación un elevado ritmo de expansión de las magnitudes monetarias. Una política monetaria restrictiva no podía eliminar las causas de la inflación (que se hallaban ancladas en diversos ámbitos del sector productivo y el sistema institucional) sin estrangular al mismo tiempo el crecimiento de la actividad económica. Así pues, la mejora de la formulación de la política monetaria en los últimos años (en sus objetivos e instrumentos) no era suficiente para reducir las tensiones inflacionistas del país, cuya resolución exigía atacar a la vez sus causas estructurales.
El tribunal que juzgó mi tesis estuvo compuesto por los profesores Emilio de Figueroa Martínez (de la Universidad de Madrid), Salvador Condominas Ribas (de la Universidad de Barcelona), Manuel Vela Pastor (decano de la Facultad de Valencia), Ernest Lluch Martín y Manuel Sánchez Ayuso (pues en aquel tiempo, el director de la tesis participaba asimismo en el tribunal de esta). Todos ellos, en general, elogiaron bastante mi trabajo, aunque Ernest Lluch, como era su estilo habitual, formuló también algunos comentarios críticos y obligó a que me creciera en las réplicas.
Unas semanas antes, por cierto, el profesor Lluch había sido detenido en una reunión en Alaquás en la que diez representantes de diversos partidos valencianos se hallaban constituyendo otra plataforma unitaria de fuerzas democráticas; por suerte, todos ellos fueron liberados muy pronto. Y ese mismo año, en octubre, Ernest Lluch ganó el premio de ensayo Joan Fuster con su magnífico e influyente trabajo La vía valenciana, publicado por la editorial Eliseu Climent en 1976.
Profesor adjunto interino
Con el grado de doctor, pude ser contratado ya como profesor adjunto interino por la Universidad de Valencia en el curso 1975-1976. Un curso en el que seguía atendiendo mis quehaceres académicos mientras se aceleraba el proceso de transición política en España. Por primera vez tuve a mi cargo la docencia de dos asignaturas de política económica en la facultad, una de carácter general y otra centrada en la política monetaria y de comercio exterior. Por otro lado, empecé a trabajar en distintos aspectos de la economía valenciana. Fruto de ello fue mi colaboración en un artículo colectivo publicado en la revista Hechos y Dichos en noviembre de 1975, y otro artículo más especializado («El ahorro contra la región», realizado en colaboración con Emèrit Bono) que apareció en la revista Doblón en mayo de 1976. Aquel año, por cierto, Emèrit ganó la oposición a una plaza de profesor agregado de universidad, la cual se transformó en cátedra tiempo después.
Pero el acontecimiento más importante de aquel periodo fue, sin duda, la muerte del general Franco el 20 de noviembre de 1975. Unas semanas antes, mientras se alargaba su enfermedad, Víctor Fuentes y yo escuchábamos cada día las noticias de la radio a la hora de la comida en la facultad, junto a muchos otros colegas (la conocida mesa del bar de Económicas donde nos sentábamos un grupo de profesores de esa facultad y la de Derecho, conformando un auténtico foro de debate e información compartida). Hasta aquel día en que, con la muerte del dictador, se inició una nueva etapa en la historia de España. Ahora el rey D. Juan Carlos asumía la jefatura del Estado y era toda una incógnita saber cómo se produciría la transformación de un régimen autoritario en un sistema democrático. En todo caso, una ola de esperanza y de activismo político comenzó a extenderse por toda la sociedad española.
Yo participé también de aquel ambiente social sin descuidar demasiado mi trabajo académico. En tal sentido, un asunto de gran relevancia personal fue la publicación de mi primer libro a mediados de 1976. Era un libro basado en mi tesis doctoral, realizado con la colaboración de Víctor Fuentes (siempre tan dispuesto a apoyar el trabajo de cualquier compañero) y Manuel Sánchez Ayuso. Lo publicó la editorial Túcar, de Madrid, con el título Introducción a la política monetaria (general y de España). Un libro con el formato de manual que me sirvió de herramienta durante algún tiempo en mis clases sobre la materia en la facultad, y que, por ser el primero, dediqué a título personal a mis padres (Pepe y Rosario) y a mis hermanos (Salva y Sime).
La transición política se aceleró en el verano de 1976, cuando el rey designó a Adolfo Suárez presidente del Gobierno en sustitución de Arias Navarro. Hubo contactos entre el Gobierno y las fuerzas democráticas, pero el hecho más relevante fue la celebración del referéndum para la reforma política el 15 de diciembre de aquel año. Su resultado positivo abrió las puertas para el cambio democrático, a pesar de la resistencia que oponían las fuerzas de la extrema derecha (recuérdense los asesinatos de la calle de Atocha en enero de 1977). Los sindicatos y los partidos políticos fueron legalizados (el PCE en abril de 1977), y las primeras elecciones democráticas tuvieron lugar el 15 de junio de 1977. Tras estas, Manuel Sánchez Ayuso y Emèrit Bono fueron elegidos diputados en el Parlamento español, el primero por la candidatura del PSP y el segundo por la del PCE-PCPV.
Viví con gran intensidad aquel curso de 1976-1977. A mi actividad docente e investigadora, se sumó mi labor de compromiso político y cívico. Carmen y yo nos casamos en abril de 1977 y optamos por seguir viviendo en Llíria. Ahora mi tarea de investigación y publicación, que me gustaba en sí misma, tenía también la meta de cosechar méritos para afrontar con solvencia, lo antes posible, la oposición a una plaza de profesor adjunto numerario (o profesor titular) de universidad. Así pues, aparte de una labor periodística de mayor compromiso cívico, a la que me referiré después, hubo una tarea de estudio y de investigación que se plasmó en distintos trabajos académicos.
Los trabajos de este tipo publicados en aquellos momentos los agruparé en tres grandes líneas temáticas. En primer lugar, los referidos a la economía en general, entre los que cabe mencionar el artículo «Notas en torno a una visión crítica de la teoría convencional de la Política Económica», que apareció en la Revista de Economía Política de enero-abril de 1977, y el artículo «Milton Friedman: un Nobel de Economía», que se publicó en el Boletín Informativo del Colegio de Economistas de Valencia de abril del mismo año.
En segundo lugar, se hallan los trabajos relativos a la economía valenciana en un sentido amplio, entre los que cabe citar el artículo «Economía Política y Universidad en el País Valenciano» (realizado en colaboración con Manuel Sánchez Ayuso), que se publicó en la revista Escuela 75 de enero de 1977, y el artículo «La agricultura en el País Valenciano» (realizado también en colaboración con Manuel Sánchez Ayuso), que apareció en la revista Agricultura y Sociedad de enero-marzo del mismo año.
Finalmente, están los trabajos específicos sobre mi propia comarca, el Camp de Túria, destacando entre ellos el artículo «La industrialización hacia el interior del País Valenciano», publicado en colaboración con Ricard Torres en la revista Panorama Bursátil de enero de 1977. Ricard era un magnífico estudiante de Económicas que estaba acabando la carrera por entonces y con el que tuve mucho gusto de trabajar. El artículo en cuestión fue elogiado por Vicent Ventura en Valencia Fruits, y además se nos pagó por él. Con el dinero que recibimos, Ricard se compró un perro y yo me compré una alfombra para la nueva casa.
De aquel artículo derivó después el opúsculo Llíria i la comarca Camp de Túria: les transformacions econòmiques cap a l’interior del País Valencià, publicado por la editorial Lindes, de Valencia, avanzado el año 1977. Un pequeño libro donde se completó el artículo realizado con Ricard Torres con otros análisis sobre la materia, y que por el momento en el que apareció dediqué especialmente a Carmen.
Cada generación mira la historia desde la perspectiva de su tiempo, y la mirada de mi generación a la realidad regional y local se vio, sin duda, deslumbrada por las grandes transformaciones recientes experimentadas por esta. En mis trabajos publicados en 1977, subrayaba que a partir de 1960 la economía española comenzó a abrirse hacia el exterior y recibió el impacto favorable de Europa Occidental. En ese contexto, Valencia y la comarca de L’Horta se convirtieron en un auténtico foco de desarrollo económico cuyos efectos impulsores incidieron de manera progresiva en la vecina comarca del Camp de Túria. Cabía hablar, así, de una especie de rutas centrífugas hacia el interior de la Comunidad Valenciana. A través de estas iban perdiendo fuerza gradualmente aquellos efectos impulsores, hasta llegar a perderse en los municipios más alejados del interior (ya en la Serranía) que se hallaban estancados o en regresión.
Mis trabajos de entonces, por otro lado, se situaban en el contexto de una gran oleada de publicaciones sobre la realidad valenciana, muchas de ellas a cargo de profesores de la Facultad de Económicas de Valencia. Como botón de muestra, cabe recordar dos libros de Josep Picó, Empresario e industrialización. El caso valenciano (editado por Tecnos) y El moviment obrer al País Valencià sota el franquisme (editado por Tres i Quatre, con un interesante prólogo de Ramiro Reig); el libro Raons d’identitat del País Valencià, premio de ensayo Joan Fuster, escrito por el colectivo Pere Sisé (entre cuyos componentes aparecían Vicent Soler y José Antonio Martínez Serrano), y el libro de J. A. Tomás Carpi Economía valenciana: modelos de interpretación, editado por Fernando Torres.
Profesor adjunto numerario