Oro sucio - Karin Slaughter - E-Book

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Karin Slaughter

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Beschreibung

Prepárate para un trepidante relato corto, de unas ochenta páginas, de la mano de dos de los más aclamados escritores de thriller. Jack Reacher y Will Trent. El doble de acción. El doble de dramatismo. El doble de problemas. Will Trent está trabajando de infiltrado en Fort Knox. Su tarea consiste en investigar un antiguo asesinato que tuvo lugar hace veintidós años. El nombre del sospechoso es Jack Reacher. Jack Reacher se encuentra en Fort Knox llevando a cabo su propia misión: acabar con una peligrosa red criminal que opera en el corazón del ejército de Estados Unidos. Y ahora Will Trent ha entrado en escena. Sin embargo, una conspiración mayor está en juego; una que ni el agente especial ni el antiguo policía militar podían prever. Y la única opción que tienen Jack Reacher y Will Tren es aunar esfuerzos y llevarse bien. Si pueden… Elogios a Karin Slaughter: "La seguiría hasta el fin del mundo", Gillian Flynn. "Una fantástica escritora en la cumbre de su potencial", Peter James. "Sus personajes, trama y ritmo no tienen rival", Michael Connelly. "Grandiosa, oscura, sofisticada, sustanciosa y sangrienta", Stuart MacBride. "El género de ficción no puede superarse más", Jeffery Deaver. "Una de las autoras de thriller más atrevidas que existen hoy en día", Tess Gerritsen. "Una escritora de talento extraordinario", Kathy Reichs. Elogios a Lee Child: "Estas novelas son absolutamente adictivas", George R. R. Martin. "Fantástico ritmo, dramatismo y uso del lenguaje", James Patterson. "Jack Reacher es el James Bond de hoy en día", Ken Follet. "No hay mejor plan de fin de semana que pasar tiempo de calidad con Jack", Lisa Gardner. "El personaje protagonista más sensacional de una saga", Stephen King. "Siempre devoro la última entrega de Lee Child con muchísimo gusto", Phillip Pullman. "Escojo a Jack Reacher siempre que me apetece que alguien enorme resuelva mis problemas", Patricia Cornwell.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

Oro sucio

Título original: Cleaning The Gold

© Karin Slaughter and Lee Child 2019

© 2019, para esta edición HarperCollins Ibérica, S.A.

Publicado por HarperCollins Publishers LLC, New York, U.S.A.

© Traducción del inglés, Carmen Villarww

 

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

Esta edición ha sido publicada con autorización de HarperCollins Publishers LLC, New York, U.S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos comerciales, hechos o situaciones son pura coincidencia.

Diseño de cubierta: Claire Ward © HarperCollinsPublishers Ltd 2019

Imágenes de cubierta: Getty Images y Shutterstock.com

 

ISBN: 978-84-9139-429-7

 

Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Sobre los autores

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Sobre los autores

 

 

 

 

 

Karin Slaughter es una de las novelistas más famosas y aclamadas a nivel mundial. Sus obras se han publicado en ciento veinte países y ha vendido más de treinta y cinco millones de copias en todo el mundo. Entre sus diecinueve novelas se incluyen los libros de Grant County y Will Trent, así como Cop Town, nominada al Edgar, y las novelas superventas, según el Sunday Times, tituladasFlores cortadas, La buena hija y ¿Sabes quién es? Asimismo, Slaughter es la fundadora del proyecto Save the Libraries (literalmente, «salvemos las bibliotecas»), una organización sin ánimo de lucro creada para apoyar la labor de las bibliotecas y sus programas culturales. Natural de Georgia, Karin Slaughter vive en Atlanta, Estados Unidos. Sus obras ¿Sabes quién es?, La buena hija y Cop Town están en proceso de adaptación para la televisión y la gran pantalla.

 

www.KarinSlaughter.com

 

 

Lee Child es uno de los escritores más destacados del género thriller. Nació en Coventry, Reino Unido, se crio en Birmingham y actualmente reside en Nueva York. Se calcula que cada nueve segundos una de sus novelas protagonizadas por Jack Reacher es vendida en alguna parte del mundo. Cada vez que publica un nuevo libro, alcanza el puesto número uno de las listas de ventas de todo el mundo, y actualmente lleva vendidas cerca de cien millones de copias en todo el globo. Hasta el momento, se han adaptado a la gran pantalla dos exitazos de taquilla protagonizados por Jack Reacher.

 

www.LeeChild.com

 

 

 

 

 

Queridos lectores:

 

¡Nos emociona poder compartir por fin con vosotros esta novela corta a la que le hemos dedicado varios años!

 

Somos amigos desde hace dos décadas, y fans mutuos del trabajo del otro. Con el paso de los años, nuestras conversaciones a menudo terminaban desembocando en la fantasía de qué pasaría si los personajes de nuestras sagas, Jack Reacher y Will Trent, se conocieran en la vida real. ¿Will detendría a Reacher por tomarse la justicia por su mano contra algún criminal? ¿Reacher le partiría la cara a Will o lo lanzaría al fondo de un pozo? El reto era dar con la manera de hacer que trabajaran juntos. Ambos protagonistas se guían por fuertes brújulas morales, pero cada uno toma un camino completamente distinto en su dirección al norte. Encontrar un caso que los ubicara en la misma órbita trajo consigo una conversación larguísima que finalmente tuvo como resultado una trama que a ambos nos emocionó plasmar en papel.

 

Ese resultado es Oro sucio. Cada uno se dispuso a escribir sus propios capítulos por separado, pero a medida que las historias se entrelazaban, todo terminó fundiéndose en uno, de manera que os resultará difícil detectar quién escribió qué. En definitiva, deseamos de todo corazón que disfrutéis la lectura. Independientemente de lo que ocurra, creemos que Jack y Will lo pasaron estupendamente aventurándose en lo que puede ser el comienzo de una hermosa amistad…

 

Os deseamos lo mejor,

Karin Slaughter y Lee Child

1

 

 

 

 

 

Sentado frente a la puerta cerrada de un despacho, Will Trent escuchaba unas voces que hablaban en susurros y discutían acerca de los dos delitos por conducción bajo los efectos del alcohol y la irregular vida laboral que iban adjuntos a su solicitud de empleo. La conversación no parecía que estuviera yendo a su favor. Y eso no era bueno. Will necesitaba ese trabajo, de lo contrario, su trabajo de verdad se iría al traste.

Se enjugó la frente con la manga. La temperatura exterior había superado el punto de ebullición, y en el interior la cosa no iba mejor. Hasta su propio sudor había empezado a sudar dentro de aquel panteón frío y húmedo de los años cincuenta que era el edificio gubernamental en el que se encontraba. El techo bajo se combaba cada vez más; los paneles de yeso se habían hinchado por culpa de la humedad. Observó cómo una perla de sudor goteaba de su nariz y se deslizaba por el suelo, a lo largo de una especie de canalón en el medio del linóleo, resultado del trote de décadas de botas militares recorriendo el pasillo de un lado a otro.

Will se revolvió en su asiento. Sus vértebras parecían haberse transformado en los dientes de una cremallera y le estaban estrangulando la espina dorsal, además, notaba cómo se le agarrotaban los músculos de las piernas. Aquel dolor corporal se debía a dos motivos. El primero era la despedida que su novia le había dedicado la noche anterior. Y también aquella misma mañana en el aparcamiento disuasorio del aeropuerto. El segundo era porque se había pasado toda la hora que duraba el vuelo entre Atlanta y Lexington con las rodillas encogidas contra el asiento que tenía delante, estrujado entre un crío que le gritaba a un clip y un anciano flatulento.

Por tan solo uno de esos dos motivos valía la pena tener el cuerpo dolorido.

—Me importa una mierda lo que pienses, Dave —bramó una voz desde el otro lado de la puerta.

Se trataba de la coronel Stephanie Lukather, la mujer a cargo del Depósito de Oro de Estados Unidos. Un mando importante, pero qué sabría Will. La mayor parte de sus conocimientos acerca de las reservas de oro del Gobierno federal eran cortesía de la Wikipedia y James Bond contra Goldfinger.

Las instalaciones estaban ubicadas junto a la base militar de Fort Knox, en el cruce de Bullion Boulevard y Gold Vault Road. La puerta principal, de un grosor de cincuenta centímetros, estaba hecha de veinte toneladas de un material resistente a taladradoras y sopletes, y cerca de trescientos cincuenta mil millones de dólares en metales preciosos se almacenaban en su interior. El Cuerpo de Policía Federal del Tesoro de Estados Unidos estaba a cargo de la vigilancia del depósito y, a su vez, el Ejército de Estados Unidos velaba por su seguridad. La cámara acorazada se había abierto con motivo de una inspección pública en tan solo una ocasión, en septiembre de 1974. Antes de aquello, en 1964, Pussy Galore había logrado dejar sin sentido a toda la base con la ayuda de su circo acrobático aéreo, y una bomba sucia ubicada en la cámara había sido desactivada con un margen de tan solo 0,07 segundos.

Por fin se abrió la puerta y, desde el interior, el comandante Dave Baldani le dedicó a Will una mirada de suficiencia.

Will conocía aquella mirada. Era la que utilizaban los buenos para poner en su lugar a los malos. Él mismo la utilizaba mucho en su trabajo habitual como agente especial en la Oficina de Investigación de Georgia. Sin embargo, Will no estaba en Fort Knox como agente, sino de infiltrado, haciéndose pasar por un excapitán del Ejército que se había visto abocado a la espiral descendente de las decisiones estúpidas después de dos misiones en Afganistán.

Su identidad era perfectamente segura, a menos que fueras capaz de colarte en la base de datos del Pentágono: Jack Phineas Wolfe, licenciado con honores en 2016. Dos delitos por conducción bajo la influencia del alcohol en su haber, condenado a la prestación de servicios comunitarios y posterior obtención de la libertad condicional. Divorciado y sin hijos. En números rojos y al límite de crédito en sus tarjetas. Desahuciado de su último lugar de residencia conocido. Coche embargado por el banco. Actualmente en busca de un trabajo honrado, o todo lo honrado que pueda ser.

—Venga, muchachos. —La coronel Lukather tenía cincuenta y pocos años, era esbelta y llevaba la larga melena rubia recogida al estilo militar. Realizó un movimiento de impaciencia con la mano y continuó—: Estoy esperando por vosotros.

Will se vio obligado a agachar la cabeza para poder ponerse de pie. El techo abombado era cuarenta y cinco centímetros más bajo de lo que debería. Las paredes de paneles oscuros habían cedido con el paso del tiempo. Una hilera de archivadores cerrados con llave se alineaba en uno de los laterales de la estancia; en el otro, estaba ubicado el escritorio metálico reglamentario de la coronel. Las ventanas brillaban por su ausencia, el aire apenas circulaba. Bien podría haber estado de pie en el interior de un ataúd.

—El general de brigada del piso de arriba quería instalar una ducha en su oficina —explicó la coronel Lukather señalando el techo combado—. La mierda siempre rueda colina abajo. Tampoco es que necesite un tragaluz, Wolfe. Toma asiento.

Will se acomodó en una de las sillas situadas frente a ella. Baldani permaneció de pie a unos cinco centímetros de distancia del hombro de Will, haciendo gala de otro truquito de buenos y malos.

—Wolfe, te has metido en unos cuantos líos desde que abandonaste el servicio militar —dijo Lukather.

Will no interpretó aquello como una pregunta, así que no respondió al comentario.

Lukather apoyó la mano en el expediente de Will, a la espera de que el silencio que les rodeaba hiciera mella en él, sin embargo, no tuvo el efecto deseado.

El reloj de pared emitió un nítido toc.

Baldani dejó escapar un largo resoplido de fumador a modo de suspiro.

—Dave, parece que tenemos ante nosotros a un auténtico figura. —Lukather abrió el expediente y fingió que leía por primera vez la información que contenía—: Destinado al culo del mundo. Quinto de tu clase en la escuela de John Wayne. Y te llenaste la pechera de medallitas en el arenal de Oriente Medio. Triplete, vamos. Un cabronazo con un entusiasmo desmedido. Está claro que eres el ganador del concurso de a ver quién la tiene más grande en la sala.

Will no había tenido tiempo para estudiar jerga militar, así que apenas había entendido nada de lo dicho, salvo la última parte, claro, que le parecía bastante veraz.

—Pero luego… —Lukather pasó a la siguiente hoja del expediente y recorrió con el dedo el historial de Jack Wolfe—. Dos delitos por conducción bajo la influencia del alcohol. Un divorcio turbulento. Apenas crédito en el banco. ¿Qué te hace pensar que debería pagarte quince dólares la hora y darte alojamiento en uno de mis hoteles por el privilegio de trabajar en mi base durante los próximos días?

Will encogió un hombro al estilo de «me importa una mierda» que utilizaban los sospechosos de un delito cualquiera mientras los interrogaba.

—Usted verá.

Baldani cambió el peso de su cuerpo a la otra pierna, evidentemente molesto.

Lukather levantó la vista de los papeles. Puede que reconociera el mérito de la honestidad de Will, porque no lo echó de su despacho hecha una furia.

—¿Sabes cuál es el trabajo?

—¿De conserjería? —Will volvió a encogerse de hombros solo para sacar a Baldani de sus casillas—. En el anuncio decían algo de limpiar.

—Bueno, no se trata del típico trabajo de esfuerzo físico —respondió la coronel—. ¿Qué sabes acerca del oro?

Will volvió a encogerse de hombros.

—Que no me vendría mal un poco.

—Ya está bien, capullo. —Baldani acababa de llegar a su límite—. Controla esa actitud. Te estás dirigiendo a una coronel del Ejército de los Estados Unidos.

Will giró la barbilla unos dos grados, como haciendo caso omiso a su advertencia.

Las manos de Baldani se cerraron formando un puño apretado, lo que resultaba una auténtica estupidez, porque en el mismísimo instante en el que levantara los brazos en un amago de atacarle, Will le golpearía tan fuerte en los testículos que se los incrustaría en el trasero.

—Ya está bien, muchachos. —Lukather cerró el expediente de Jack Wolfe. La decisión respecto al empleo ya estaba tomada, pero por el momento decidió no compartirla. En lugar de eso, prosiguió—: El oro es un elemento químico presente en nuestro entorno de manera natural que ostenta el número atómico 79. Está clasificado como metal blando, así que puede sufrir arañazos y otro tipo de daños fácilmente. El aceite que producen nuestras manos puede corroer o deslustrar el acabado, haciendo disminuir su valor. Cuando se manipula, se recomienda utilizar guantes de algodón que hayan sido sometidos a un tratamiento antipelusas. Se requiere también el uso de mascarillas dado que la humedad procedente del aliento o la propia saliva pueden dejar manchas imposibles de eliminar en su superficie.

Will permaneció callado, a la espera de que el discurso continuara.

»La orden ejecutiva 6102, emitida por el presidente Franklin D. Roosevelt en 1933, prohibió la posesión particular de monedas, lingotes y certificados de oro, lo que obligó a los ciudadanos a vender tales artículos a la Reserva Federal. En 1936, el Departamento del Tesoro inició la construcción de la Cámara del Oro y, al final, se trasladó la mayoría de las reservas de oro a nuestras instalaciones a través de un convoy altamente protegido y fuertemente armado. Hoy en día hay almacenados a gran profundidad en cámaras