Palpitando la eternidad - Víctor Armenteros - E-Book

Palpitando la eternidad E-Book

Víctor Armenteros

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Beschreibung

Hoy es el momento de caminar hacia Cristo. No importa cómo sea tu paso. Si necesitas apoyar tu caminar con el bastón de la fe, apóyate en él. Si puedes avanzar con los ideales de la juventud, avanza. Si tu pureza te permite dar zancadas inexplicables, hazlo. No importa tanto tu destreza en el caminar como el sentido hacia el que vas: hacia Jesús.

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Palpitando la eternidad

Víctor Armenteros

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Tabla de contenidos
Tapa
Introducción
1º de enero
2 de enero
3 de enero
4 de enero
5 de enero
6 de enero
7 de enero
8 de enero
9 de enero
10 de enero
11 de enero
12 de enero
13 de enero
14 de enero
15 de enero
16 de enero
17 de enero
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30 de enero
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1º de febrero
2 de febrero
3 de febrero
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30 de diciembre
31 de diciembre

Palpitando la eternidad

Víctor Armenteros

Dirección: Pablo Ale

Diseño de tapa: Mauro Perasso

Diseño del interior: Giannina Osorio

Ilustración: Shutterstock (banco de imágenes)

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición e - book

MMXXII

Es propiedad. © Safeliz, 2022. © Asociación Casa Editora Sudamericana, 2022.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-703-4

Armenteros, Víctor M.

Palpitando la eternidad / Víctor M. Armenteros / Dirigido por Pablo Ale. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-798-703-4

1. Devocionario. I. Ale, Pablo, dir. II. Título.

CDD 242.2

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Web site: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica,por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Introducción

No hay duda de que nuestro carácter es lo más auténtico que poseemos. Es tan esencial, que define nuestro grado de idoneidad con la armonía celestial. En palabras de Elena de White: “Un carácter formado a la semejanza divina es el único tesoro que podemos llevar de este mundo al venidero. Quienes en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente. Entonces, cuán importante es el desarrollo del carácter en esta vida” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 267).

No es, sin embargo, cualquier carácter el adecuado para la eternidad. Hemos de contemplar a Jesús para ver el modelo que debemos imitar. Él supo adaptar su vida de forma que nosotros pudiéramos actuar adecuadamente. Al descubrir su amor, desearemos amar como él. Al valorar su Persona, aprenderemos a vivir con fe. Al interiorizar nuestras relaciones, viviremos con sabiduría, aferrados a sus promesas, con la virtud a flor de piel, con la misión clara. Serán vivencias fortalecidas en adoración, equilibrio, benignidad y esperanza.

Hoy es el momento de encontrarse con Jesús. Ya sea en la quietud de la reflexión personal o en la lectura familiar, al inicio del trabajo o en el encuentro institucional, es tiempo de conectarse con el Cielo. Comenzar el día con Dios es comenzar como debe ser, porque nos orienta para el resto de la jornada, porque nos revitaliza ante nuevas oportunidades y desafíos, porque nos cambia. “Cuando meditamos con arrepentimiento y humilde conciencia en Jesús, a quien traspasaron nuestros pecados y a quien agobiaron nuestros dolores, podemos aprender a andar en sus pasos. Contemplándolo nos transformamos a su divina imagen. Y cuando esta obra se realice en nosotros, no pretenderemos que en nosotros mismos haya justicia, sino que exaltaremos a Cristo Jesús, mientras permitimos que nuestra alma indefensa dependa de sus méritos” (Elena de White, La edificación del carácter, p. 6).

Hoy es el momento de caminar hacia Cristo. No importa cómo sea tu paso. Si necesitas caminar con el bastón de la fe, apóyate en él. Si puedes avanzar con los ideales de la juventud, avanza. Si tu pureza te permite dar zancadas inexplicables, dalas. No importa tanto tu destreza en el caminar como el sentido hacia el que vas: hacia Jesús. Porque “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb. 12:2), todo es posible.

Hoy es el momento, aprovéchalo.1

Víctor M. Armenteros

1 A menos que se especifique de otro modo, las citas bíblicas se han tomado de la versión Reina-Valera 1995® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995.

Uso con permiso.

2 de enero

Marca de calidad

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:10.

El origen de la palabra ‘carácter’ es muy interesante. Proviene de un término griego que hacía referencia a un instrumento que servía para grabar o marcar una imagen. Se empleaba sobre todo en la ganadería, para identificar a las reses y a su propietario. La imagen hacía referencia a las características del dueño, sea por su nombre o por los rasgos de su naturaleza, o a sus creencias. Por ejemplo, en Atenas, donde eran muy devotos de Atenea, la diosa de la guerra y la sabiduría, se marcaban muchos objetos con una lechuza, que la representaba. El tetradracma, con su ave de grandes ojos, llegó a convertirse en la moneda de más valor hace unos 2.500 años.

Para los cristianos, quien nos marca, creando una imagen de Dios en nuestra existencia, es Jesús. Su amor por nosotros nos convierte en otras personas; su vida es el modelo que modifica nuestro ser, nuestro carácter. Como indica con total claridad Elena de White: “La belleza del carácter de Cristo se verá en sus seguidores. Para él, era una delicia hacer la voluntad de Dios. El poder dominante en la vida de nuestro Salvador era el amor a Dios y el celo por su gloria. El amor embellecía y ennoblecía todas sus acciones. El amor viene de Dios. El corazón no consagrado no puede originarlo o producirlo. Solo se lo encuentra en el corazón donde reina Jesús. ‘Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero’ (1 Juan 4:19). En el corazón renovado por la gracia divina, el amor es el principio de acción. Modifica el carácter, domina los impulsos, controla las pasiones, apacigua la enemistad y ennoblece los afectos. Este amor, atesorado en el alma, dulcifica la vida y esparce una influencia refinadora en todo su derredor” (El camino a Cristo, p. 59).

La imagen de Cristo en nuestra vida hace que nuestros trazos sean precisos y aprendamos a dominar los impulsos. Permite que nuestras existencias tengan equilibrio y nos ejercitemos en limitar las pasiones. Asegura que nuestras tendencias caídas sean controladas, y experimentamos eso de tener pocos adversarios. Pone color a nuestro ser, y potencia lo mejor de nuestros cariños. El resultado no solo nos embellece, sino además despierta en los demás el anhelo de más belleza.

No hay marca como la del amor de Cristo, perfila el carácter como ninguna otra.

3 de enero

Entrega

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16.

Dios no presenta teorías sobre la redención, redime. El enorme desafío del pecado tenía que ser equilibrado con una gracia enorme, y Jesús, el Hijo de Dios, concreta a la perfección tal solución.

No hay ninguna duda de que el amor tiene su origen en la Deidad. Allí se activa esa mecánica espectacular que resitúa todas las cosas. Esta mecánica, de la que solo podemos agradecer, nos embarga de tanta alegría que fluye hacia los que viven con nosotros.

Jesús es la energía salvífica más impresionante del cosmos, pero se entregó por nosotros como una rosada e indefensa criatura. La inmensidad supo concentrar en un ser tan diminuto la verdadera naturaleza del universo. Y aquel bebé creció en la gracia divina y maduró como la Persona que modificó la historia. Y es que al Señor le encantan las sorpresas, y nos asombra de tanto en tanto. Su más amado Hijo vino silenciosamente a los senderos de la Tierra, como uno más, discurriendo entre lo pequeño y lo magnífico, entre académicos y analfabetos, entre píos e impíos. Puso su tienda de campaña junto a nosotros, junto a sus hermanos. No hubo en él ningún intento de diferenciación, se hizo igual porque en esa igualdad residía la solución. Y plantó la semilla del Reino de los cielos en muchos corazones; una semilla que cambiaría sociedades y pensamientos. Nos mostró que amar es un principio que no tiene límites, llega hasta nuestros enemigos. Abrazó a los más pequeños con el abrazo del que quiere. Defendió la verdad porque es esa parte de nuestro diseño que nos hace libres. Extendió sus manos a los demás, porque hay más necesitados de los que se creen en necesidad.

Sus pies pisaron los mismos espacios que marginados, religiosos, especialistas en la Palabra, pescadores, agricultores o soldados. No solo daba clases sobre lo bueno, lo practicaba. Y todo, para que entendiésemos de la forma adecuada a Dios, a quien llamaba “Padre”. Y gracias a él comprendimos que la redención no solo era posible sino, además, no nos costaba nada. Que el Señor nos quiere de tal manera, que entregó lo que más quería para que volvamos a disfrutar de su presencia. Toda verdad que define lo que es Dios pasa por contemplar a Jesús y, como resultado, enamorarnos de él. Al vivir esa experiencia, también nos enamoraremos del Señor y, de forma natural, empezaremos a entender.

4 de enero

Amor con denominación de origen

Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19.

El mercadillo era un hervidero de gente. Colores, olores, formas, se amalgamaban aportando una vitalidad impresionante. Un caballero de mediana edad, con una mirada tranquila y sumamente amable, nos mostraba los relojes. Estaba surtido de todas las marcas reconocibles y famosas. Llamaba la atención uno niquelado y de múltiples esferas, con un logo muy reconocido. Parecía, pero no lo era. Apenas a unos metros, una exquisita relojería lucía el original. No era ni el mismo peso ni los mismos “pesos”. Pero, sobre todo, no tenía la misma precisión para cumplir su misión: dar la hora. Y es que hay falsificaciones y genuinidad por todos lados. Por esa razón se generó la expresión “denominación de origen”. El AOC (Appellation d’Origine Contrôlée) identifica la procedencia y la excelencia de un producto.

Juan nos recuerda que en asuntos de amor Jesús es el origen. Hay tantas propuestas de “amor” que es, para muchos, bastante complicado detectar el original. Por esa razón, Dios nos envió a su Hijo. Por decirlo de manera más actual: es una guía AOC de las localizaciones del amor genuino. Dicho amor recala en la paciencia, porque mucho espera el que mucho ama. Pasea por los senderos de la bondad, porque disfruta haciendo el bien por doquier. Confía sanamente, porque no hay espacio para los celos u otras obsesiones. No visita los monumentos de la ostentación porque sabe que los mejores paisajes se ven desde abajo, desde el afecto cotidiano. Disfruta de las hospederías del alma dando lo mejor de lo que tiene, y se goza con el relato sincero porque vive en la verdad. Bajo su blasón, en azul de cielo, se lee su lema: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

De ese amor, afirma Elena de White: “Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. ‘Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero’. En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, controla las pasiones y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor” (Los hechos de los apóstoles, p. 455).

5 de enero

El amor es de Dios

Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. 1 Juan 4:7.

Dios,en su totalidad, es amor. No nos lo podemos imaginar de otra forma sin desfigurarlo. El Señor nos propone que seamos como él es, y a través de la Biblia nos guía hacia la manera adecuada de entender tan maravillosa idea. Contemplar a Dios nos convertirá en personas de bien, buenos compañeros, amantes de verdad, puesto que basaremos nuestro amor en la Persona idónea.

El amor que está basado en Dios no se puede desarrollar únicamente con emociones. Descansar en las emociones es vivir en la temporalidad de las ocasiones o de los procesos hormonales. Aunque la mayoría de las personas piensan que el amor es solamente sensación, hemos de ir más allá del instinto, que nos restringe y perturba, para poder interiorizar la grandeza del significado del amor. Con relación a esto, indica Elena de White: “Cuando el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás [...], porque el amor es el principio de acción, que modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos” (Testimonios selectos, t. 3, p. 265). Observa algunas de sus expresiones:

1. El principio celestial del amor eterno. El amor es un principio, podríamos decir que es la mecánica con la que funciona el universo. Y viene de Dios, no es el resultado de simples atracciones físicas o convenciones sociales. Es la esencia misma de Dios formando parte de nuestra vida. Es, además, una esencia que supera nuestro yo y alcanza a los demás.

2. El amor es el principio de acción. Tal amor no es un concepto platónico que se establece solo en nuestra mente. Es el origen de nuestras acciones, el motor que permite que nuestras ideas se conviertan en realidades.

3. Modifica el carácter. La principal virtud del amor que proviene de Dios es que nos hace semejantes a él. Progresivamente nos va mejorando hacia el modelo que representa Cristo. Otras interpretaciones del amor no siguen ese proceso.

4. Gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad. Al ser un principio, tiene la cualidad de limitar lo meramente emocional u hormonal. Permite que existamos de forma equilibrada. Además, nos capacita para resolver conflictos.

5. Eleva y ennoblece los afectos. El amor de Dios genera en nosotros un anhelo de madurez espiritual. Hace que nuestros impulsos sean canales de motivación para crecer como personas.

Este sí que es un amor deseable. Y Dios lo comparte contigo, porque te ama inmensamente.

6 de enero

Con un traje de bombero

En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvaciónte he socorrido. 2 Corintios 6:2.

Este es un día muy relevante en los países hispanos, sobre todo para los niños. Un día de ilusiones que se concretan en regalos y roscones. Y uno de los regalos más comunes es un camión de bomberos. Cuando se pregunta a un niño a qué se debe que haya pedido ese regalo, suele contestar: “De mayor quiero ser bombero”. Es curioso, llevamos en nuestro ADN la tendencia a ayudar a los demás. Pienso que es una de las muchas cosas en las que nos parecemos a nuestro Padre.

Había mucho que hacer en este mundo, así que, ni corto ni perezoso, Jesús se vino a vivir con nosotros. El aspecto, la imagen, que teníamos de Dios no respondía a la realidad y, por ello, nos presentó con claridad su imagen. No teníamos los mejores modales y, por ello, vino a dictar (con pleno conocimiento del constructivismo pedagógico) un curso de comportamiento. Vivíamos en un completo desaguisado y, por ello, acudió a rescatarnos.

El perfil más común de Jesús que ha presentado el cristianismo es el de Dios en “traje de bombero”. No hay duda de que manifiesta uno de sus aspectos más relevantes. El pecado había prendido con intensidad en la Tierra y se debía proceder con eficiencia y urgencia. El plan había sido diseñado desde el comienzo mismo de la Creación, y llegado el momento, nos vino a rescatar. Pablo, en 2 Corintios 6:2, dice: “En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido”. Y este es el momento oportuno; este es el día de salvación. No dudó ni un momento: hizo lo que tenía que hacer.

Dios tenía la posibilidad de haber acabado con este planeta con un simple chasquear de sus dedos, podía esperar a que todo quedara en cenizas, pero optó por involucrarse. ¿Por qué? Porque su “querer” es tan intenso como su “poder”. Satanás tiene una obsesión enfermiza con el “poder” y, como es usual en aquellos que padecen algo, quiso vendernos que era otro quien tenía el problema. Pero Dios no es así, Dios puede y quiere. No hubiese necesitado ni un parpadeo para descender de esa cruz y mostrar su inmenso poder, pero así no se hacen las cosas. Las cosas se hacen bien, no por el puro placer de mostrar el poder. Jesús hizo lo que debía porque podía y porque, además, nos quería. Y murió por nosotros. No podíamos salir de este mundo en llamas y, sin dudarlo, se puso el “traje de bombero”.

7 de enero

Poema de amor

Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: “¡Consumado es!” E inclinando la cabeza, entregó el espíritu”. Juan 19:30.

Una de las poesías más largas de la humanidad es la historia del guerrero Manas. Ha sido contada durante décadas en el Asia central, e incluso hoy se relata en Kirguistán, y eso que tiene 180.378 versos, versos de violencia. Por el contrario, los haikus son poemas japoneses que solo pueden tener 17 sílabas. Y lo cierto es que es más difícil decir mucho con pocas palabras. Envolver la profundidad con sencillez es el arte que muy pocos conocen. Los haikus suelen expresar experiencias de contemplación de la naturaleza, y en su brevedad describen paisajes y emociones. Matsuo Basho fue el poeta más significativo de este estilo. Observa este poema:

Este camino

ya nadie lo recorre

salvo el crepúsculo.

El discurso más largo de nuestra historia es el de Satanás. Lleva siglos diciéndonos que Dios es injusto, que solo tiene apariencia de bondad y que no debiera ser el soberano del universo. Lleva siglos convenciéndonos de que no hay futuro, que disfrutemos el presente, que seamos nuestros propios dioses, que luchemos por nosotros porque los demás no importan. Y mucha gente relata sus epopeyas como si fueran verdad. Pero no es así. Por eso vino Jesús a este mundo, para demostrar cómo era realmente su Padre, para sintetizar la grandeza de su bondad. Y convirtió las palabras en milagros, en sonrisas, en esperanza. Allá por donde iba surgía la luz, se abrazaba la verdad. Y, por si no fuera suficiente, decidió realizar el mayor poema de amor jamás contado. Apenas una palabra que contenía todas las emociones y los paisajes. Apenas una palabra que rasgó el Templo. Apenas una palabra que sumió en silencio el Universo. Allí, el hombre más bueno que jamás existiera, pendiendo de una cruz, dolorido por nuestros pecados, exclamó como el mejor de los rapsodas: ¡Kulah! (¡Cumplido!, ¡Consumado es!). ¡Qué belleza! ¡Qué grandiosidad! ¡Cuánta sencillez para tantísimo amor! Y lo hizo todo por ti, porque te quiere, porque eres lo más importante para él, porque tú lo inspiras.

Al contemplarlo, al sentir la poesía de su vida y su sacrificio, nos convertimos en sus testigos. Y cuando nos preguntan sobre las experiencias de la vida, sobre el camino que anhelamos proponer, solo podemos contestar que:

Este camino

solo él lo recorrió

y salvó al mundo.

8 de enero

Todo

Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Deuteronomio 6:5.

Es bien usual que cuando una pareja inicia una relación se intercambien información. Se empieza por cuestiones triviales relacionadas con lo que gusta o no. Después, los detalles de su historia, cómo fue su infancia, qué cosas lo impresionaron, cuáles eran sus expectativas... Llega un momento en que surge la pregunta que marca todo el desarrollo posterior: “¿Qué esperas de esta relación?”

En Deuteronomio 6, después de haber transmitido los Mandamientos que nos clarifican la naturaleza de Dios, e incluso la nuestra, Moisés expresa qué espera el Señor de nuestra relación con él: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas”.

Observa que comienza hablando de la plataforma de la relación: el amor. No desea que sea un vínculo de interés, nada de apaños. Ni un vínculo de temor, nada de miedos. Anhela que vivan una historia de amor. Continúa con un mensaje de cercanía: Jehová. Emplea su nombre de pila, el de los cercanos. Es Dios, pero espera que lo conozcamos en la proximidad. Es lógico, a una persona se la conoce mejor en casa que en los eventos. En la intimidad no hay convenciones y uno se muestra tal y como es. Y Jehová gana muchísimo en las distancias cortas. Se hace querer solo con conocerlo. Además, añade que es “tu Dios”. Ese “tu” no indica que lo poseamos, ni mucho menos. Significa que hay un vínculo, que no es alguien ajeno a ti, que anhela una relación.

¿Cómo es ese amor? Pues es un amor total, un amor a lo grande. Primero, porque surge de la plenitud del corazón. En nuestra cultura, el corazón es la sede de los sentimientos, pero en la cultura hebrea es la de las decisiones. Eso quiere decir que el amor a Dios debe ser voluntario; algo que tú has decidido porque así lo deseas. Y esa decisión afecta el resto de tus decisiones. Amar con todo el corazón es dirigir cada una de nuestras voluntades hacia lo que a Dios le gusta. Segundo, es un amor total, porque implica todo el ser, cada muestra de mi vitalidad está dedicada a él. Pero el amor de verdad es así, no tiene límites, no tiene excepciones. Es una relación que da energía a cada momento de nuestra vida. Y, por último, implica intensidad. Es muy divertido, porque el original dice literalmente que es “todo de tu mucho”. Es decir, que es un amor que se vive apasionadamente. Diríamos, perdonen la expresión, un amor a lo latino, el amor de nuestra vida.

9 de enero

Tal y como es

Cuando Jehová Dios hizo la tierra y los cielos [...] Génesis 2:4b.

Para los rabíes, este versículo fue un problema. No era nada relacionado con creacionismo o sobre el momento en que todo fue creado. No, lo que les preocupaba era el orden de las palabras porque, para ellos, nada era superfluo. En Génesis 1:1 dice que Dios creó “los cielos y la tierra”, y en Génesis 2:4b pone “la tierra y los cielos”. ¿Cómo podía ser así? ¿Por qué ese cambio en el orden de las palabras? Y se dedicaban a discutir sobre esa cuestión. La conclusión, para la mayoría de aquellos estudiosos, era que son equivalentes, que da lo mismo el orden porque lo vital es que Dios fue quien creó.

El versículo, sin embargo, esconde un mensaje relevante. Es la primera vez que aparece la palabra “Jehová” porque hasta el momento solo se había mencionado “Dios”. Algunos piensan que se usan dos nombres porque fueron dos autores distintos. Nosotros, sin embargo, creemos que el autor fue Moisés y que es un autor inspirado. ¿Cómo explicamos este versículo entonces? Observen que en Génesis 1 tenemos un relato a lo macro, una narración desde la grandeza de lo universal. Dios crea solo con hablar porque es Dios. En Génesis 2 aparece Jehová, y nos encontramos con un relato a lo micro, una narración de la creación del hombre desde lo cercano. Jehová crea desde la proximidad porque es Jehová y está al lado del hombre cuando tiene que estar, se aproxima al hombre hasta hacerse uno con él. Dios es Dios de los cielos porque es el Soberano del universo, y Dios de la Tierra porque es el Amigo de las personas.

Esas dos cualidades lo hacen objeto de nuestro amor. Él es Dios de miríadas de seres celestes, soberano absoluto del cosmos, y a la vez, Dios de personas, el mejor compañero del cosmos. Están los que piensan solo en el Dios del universo y terminan con una religión mística, alejada de la realidad. Están los que piensan que es solo Dios de personas, y acaban con una religión meramente social. Dios es, sin embargo, Dios de tierra y cielos, es inmensidad y detalle, poder y ternura. Es curioso que, antes de crear al hombre, quiere dejarlo en claro. Anhela que vivamos en el equilibrio, porque hemos de conocer cada una de sus dimensiones. Anhela que lo respetemos como Señor, que dialoguemos con él como Amigo y que lo amemos como Dios.

10 de enero

ISO 9000

No escucharás las palabras de tal profeta ni de tal soñador de sueños, porque Jehová, vuestro Dios, os está probando para saber si amáis a Jehová, vuestro Dios, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Deuteronomio 13:3.

El ser humano lleva muy mal eso de que se lo evalúe. Durante mis años de docente he encontrado muy pocos alumnos que encontrasen satisfacción en realizar exámenes y en conocer su realidad académica (y no tengo muy claro sobre cómo catalogar a aquellos que sí les gustaba). Parece que es necesario un alto nivel de madurez para saber enfrentarnos a lo que somos. Por eso, me extrañó cuando nuestra fábrica de alimentos en la universidad se ofreció voluntariamente para realizar las pruebas que le aportarían un estándar de calidad, una ISO acreditada. Tuvieron que trabajar mucho, mejorar mucho, cambiar procesos y mecánicas, pero al final consiguieron la más alta calificación en su área. Entonces comprendí que no hay nada mejor que saber dónde estamos y dónde podemos llegar.

Como seres humanos, ya se los decía, llevamos muy mal que la Biblia, en diferentes lugares, indique que somos probados. Pensamos que es un acto negativo en el que se busca nuestro más pequeño defecto para castigarnos con el fuego eterno. Quiero decirte que esa no es una idea bíblica sino una interpretación medieval que buscaba someter y asustar a los creyentes. El objetivo de las pruebas divinas es, como en la obtención de una ISO, que mejoremos. Así lo encontramos en Deuteronomio 8:16, cuando se indica que el maná sirvió para que el pueblo aprendiera, humildemente, a depender de Dios, y para evaluar cuánto confiaba en el Señor. ¿Para qué? El texto dice “para, al final, hacerte bien”.

En ocasiones pensamos que amamos a Dios de verdad, y el Señor nos ayuda a saber si nuestro autoconcepto es correcto o no. ¿Le somos totalmente fieles? ¿Tomamos cada una de nuestras decisiones conforme a su criterio (“con todo vuestro corazón”)? ¿Entregamos cada momento de nuestra vida a su voluntad (“con toda vuestra alma”)? El verdadero amor no atiende a dispersiones. ¿Nos desenfoca cualquier novedad de un telepredicador, cualquier teoría esotérica con aire apocalíptico, cualquier comentario de una persona tóxica? ¿Tenemos facilidad para desconfiar de Dios a la primera de cambio? Si no escuchas esas interferencias, vas camino de una ISO de calidad. Si eres de aquellos que los arrastra “cualquier ventolera de doctrina” (Efe. 4:14), debieras revisar tu concepto propio y proponerte amar mejor a Dios. No te lo tomes a mal, es una simple prueba que te hará mucho bien.

11 de enero

DAFO

Te amo, Jehová, fortaleza mía. Salmo 18:1.

Se denomina análisis DAFO a una metodología que estudia cómo se encuentra una empresa o un determinado proyecto. La sigla deriva de las cuatro características de ese estudio: debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. Analizar estos factores permite saber la situación en la que se está. Es una herramienta muy clara, y ha llegado a ser empleada por diferentes colectivos.

David, al escribir el salmo 18, acababa de salir de una situación muy complicada que casi le cuesta la vida. Estoy seguro de que, como hombre reflexivo, se detuvo a analizar las circunstancias en las que se hallaba. Tenía muchas debilidades, empezando por ese temperamento apasionado y visceral que tantas veces lo perdía. Sus seguidores eran unos proscritos, y habitaban en espacios de zorras y serpientes. Las amenazas futuras eran, nunca mejor dicho, de muerte. Nadie quiere perder la vida, y David tampoco lo quería. Entonces, meditó sobre sus fortalezas. No residían en sus condiciones personales ni en las de su equipo. Tampoco en las coyunturas socioeconómicas. Mucho menos, en sus posibilidades de salir victorioso de ese trance. Y lo comprendió. Nada, absolutamente nada, se puede oponer a nosotros si estamos del lado de Dios. Esa fortaleza es tan inmensa que todas las adversidades se anulan. A partir de ese factor, se multiplican las oportunidades, porque para Dios no hay nada imposible.

Tras el análisis, llegó el verso: “Te amo, Jehová, fortaleza mía”. ¿Por qué? Porque David comprendió su gran debilidad, lo impotente que era ante las presiones, el poco interés que despertaba, y sin embargo, Dios insistía en asociarse con él. Comprendió que dicha asociación no es mercantilista para el Señor, sino afectiva. Y el amor engendra amor. Esa comprensión no solo genera ese amor sino, además, proyecta la máxima confianza, la de la fortaleza divina hecha personal, apropiada. David llegó a exclamar: “¡Viva Jehová y bendita sea mi roca! Y enaltecido sea el Dios de mi salvación”.

Dios quiere ser tu socio esté como esté tu “negocio” espiritual. No le importa la situación porque su capital supera cualquier déficit que tengas. Solo espera que, tras conocerlo, empieces a quererlo. Cuando esto suceda, tomará la dirección de tu vida y, como buen líder, mejorará cada detalle de tu existencia. No dejarás de tener debilidades, al menos en esta Tierra. Tampoco te abandonarán las amenazas. Pero tendrás la tranquilidad de que te apoya el mejor aval que jamás haya existido. Una buena razón para amar.

12 de enero

Hecatombe de amor

Pero Salomón amó a Jehová, y anduvo en los estatutos de su padre David; solamente sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos. 1 Reyes 3:3.

La palabra ‘hecatombe’ se emplea en la actualidad para una gran catástrofe, pero en la antigüedad tenía otro valor. Hecatombe significaba un sacrificio de 100 bueyes. Bueno, de muchos animales... no era necesario que fueran 100 ni que fueran bueyes. Un sacrificio así era muy caro, y se realizaba en momentos de gran penalidad o de gran bendición.

Salomón amaba a Dios. Y lo manifestó en las cosas comunes, siguiendo las normas que había establecido su padre, el rey David. El amor suele expresarse de forma más cómoda en los pequeños detalles, en el día a día. El joven rey respetaba la gestión de su padre y continuó con sus enseñanzas. También lo hizo manifiesto en los actos públicos, en los momentos simbólicos ante el pueblo. En primer lugar, le gustaba hacer las cosas bien, y no atendía a cultos híbridos en los que se pudiese confundir a Jehová con otras divinidades de la zona. Por eso solo ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares que claramente se identificaban con Jehová. En segundo lugar, manifestaba su agradecimiento y su amor al Señor a lo grande. No le importaba lo que costase, si era para Jehová. Era un mensaje del que el pueblo, con total certeza, hizo acopio. Dice en 1 Reyes 3:4: “Iba el rey a Gabaón, porque aquel era el lugar alto principal, y sacrificaba allí; mil holocaustos sacrificaba Salomón sobre el altar”. Sí, has leído bien. Diez hecatombes, 1.000 sacrificios. Nos parece muchísimo, pero, como te indicaba, quería dejar patente quién era Jehová y cuánto lo apreciaba. ¡Menuda declaración de amor!

Un día, en aquel lugar, Dios se le apareció en sueños y le correspondió en aprecio: “Pide lo que quieras que yo te dé”. Podía pedir lo que quisiera, absolutamente lo que quisiera. A mi manera de entender, era una prueba de amor verdadero. A ver si lo de los holocaustos era sincero o no. Pero Salomón le pidió sabiduría para cuidar al pueblo de Dios, y eso no era otra cosa que seguir manifestando a Jehová que lo apreciaba. Y Dios le concedió su deseo y compensó de sobra el gasto del sacrificio. Nunca hubo hombre más sabio.

No creo que Dios necesite de nosotros manifestaciones públicas tan impresionantes. Sí creo que le hace mucha ilusión cuando expresamos nuestro amor por él en espacios que van más allá de lo privado. Que brote del corazón un agradecimiento público al Señor tiene que resultarle como un exquisito bálsamo.

13 de enero

Simplemente, amigo de Dios

Y fue llamado amigo de Dios. Santiago 2:23.

Supongo que tienes muchos conocidos, pero ¿cuántos son realmente amigos? ¿Cómo podemos identificar si alguien es un verdadero amigo? No es tan difícil. En primer lugar, se tienen cosas en común. Las personas solemos agruparnos por afinidades y nos sentimos muy cómodas cuando esas afinidades crean vínculos. Una segunda característica es que los amigos tienen mucha curiosidad acerca de todo lo que tiene que ver contigo. Les gusta saber de tu vida, de tus historias, de tus ilusiones. Son de aquellos que te llaman después de un examen complicado para ver cómo ha ido. Los que te wasapean constantemente en un viaje hasta que se quedan tranquilos porque has llegado a casa. Los que no se contentan con un “Bien” cuando te preguntan “¿Cómo estás?” Además, su relación contigo no se fundamenta en intereses personales. El vínculo es mucho más profundo que sacar partido de ti. Esa relación desinteresada es la que los hace auténticos porque nada les impide ser sinceros. Y, por último, te respetan cuando tomas una decisión, y son leales. Un amigo está “en las duras y en las maduras”, en los momentos difíciles y en los confortables.

Considerando estas características, Abraham era amigo de Dios.

Abraham tenía muchas afinidades con el Señor. Ambos eran responsables, les gustaba ayudar a las personas, lideraban a su gente con cariño y preocupándose de que crecieran como era debido. Ambos estaban esperanzados con que el mundo podía y debía mejorar. Abraham lo quería saber todo de Dios. Por eso erigía espacios de oración allá por donde pasara, así podía sentarse a charlar con su Amigo. El Señor de vez en cuando lo visitaba y tenían debates muy interesantes, a veces acalorados (sobre todo, por un asunto en Sodoma y Gomorra). Muchas noches, mientras Abraham viajaba hacia la Tierra Prometida, el Señor le enviaba whatsaps para saber cómo le iba. Recibió un montón de mensajes en Harán y en Egipto porque, a veces, Abraham se despistaba. Dios es pura generosidad, y eso lo entendió el patriarca y comenzó una relación a “corazón abierto”, sin intereses. Hubo algún momento complicado con el asunto de Isaac y el sacrificio, pero triunfó la amistad por encima de lo personal. Dios hablaba a Abraham sin tapujos, hasta cuando se equivocó con lo de Agar. Al final, se rieron un rato y llegó a este mundo Isaac. Ambos se respetaron mutuamente, y disfrutaron de una amistad que permanecerá por la eternidad.

Considerando estas características y considerando cómo es Dios, ¡creo que podrán ser muy buenos amigos!

14 de enero

Cristo te ama

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró ama también al que ha sido engendrado por él. 1 Juan 5:1.

Tenía que presentarme a un examen de reválida y no recordaba muy bien algunos conceptos de Física, así que, tomé algunas clases particulares. El profesor, recién licenciado en Química (dicen que los mejores profesores de Física son los de Química), me había generado buenas expectativas. Nada que ver con la realidad. Llegaba tarde a las clases, se dormía en el aula (sí, un profesor dormido), y era muy desorganizado. En ese entorno, un día, de forma muy seria y magistral, nos dijo: “Lo más importante es que, cuando estudien Física, sean responsables y ordenados”. Hasta hoy me parece divertido. Era muy poco creíble que alguien con aquellas características diese aquel consejo.

Para la mayoría de los no creyentes la figura de Jesús es ficticia. Como mucho, algunos piensan en un Jesús histórico que pasó inadvertido ante los eventos del momento. Jesús no les parece relevante. Si además consideran la trayectoria moral de muchos de los llamados cristianos (Cruzadas, Inquisición, intolerancia y corrupción) como obstáculos, ¿qué creen que pueden pensar cuando les decimos “Cristo te ama”? Nosotros creemos que Jesús es el Mesías que nació de Dios y que al amar a Jesús amamos mejor a Dios, pero ellos no.

Creo que los no creyentes pueden tener la misma sensación que tuve con mi profesor particular de Física. No somos creíbles porque, en muchas ocasiones, nuestro discurso y nuestra vida son disonantes. No podemos decir que “Cristo te ama” y tratar mal a nuestros empleados. No es lógico afirmar que “Cristo te ama” y engañar a los que nos rodean. No tiene sentido afirmar que “Cristo te ama” y ser racistas, elitistas o machistas. Es disonante que alguien que habla de amor, no ame.

Solo estaremos autorizados a decir esa frase cuando amemos. Entonces nuestro discurso y nuestra vida serán coherentes y tendremos credibilidad. No es posible que alguien se haga creyente si lo que proponemos no es creíble. Ahora, si decidimos amar (primero a Dios y luego a los demás), entramos en la vía de la responsabilidad y de la verdadera identidad. No tendremos que hacer cruzadas porque lo importante será la Cruz que redime. No tendremos que evaluar o inquirir, porque Jesús no vino a enjuiciar sino a salvar. No tendremos que exigir normas porque los principios nos harán dinámicos. No viviremos en el error porque la luz de Cristo lo aclara todo. Seremos de verdad de Cristo y podremos decir a los demás: “Cristo te ama”.

16 de enero

La idea original

Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Mateo 19:8.

Habían intentado acorralar a Jesús. Parecía un simple juego teológico, pero era una trampa social que podía costarle la vida como a Juan el Bautista. Si hubiese sido un político actual, habría hecho un estudio de opinión y, después, con suma precaución, habría emitido una respuesta. Pero Cristo no jugaba con la verdad. No le va eso de quedar bien, sino de hacer lo bueno. Recordó a sus oyentes que el repudio no era el plan divino, que al principio no fue así. Y zanjó el tema para siempre (nos agrade o no).

Para entender de forma adecuada el verdadero amor de pareja hay que remontarse al principio, a la idea original de Dios. Y para ello, por tanto, debemos comprender correctamente los primeros capítulos del Génesis. La naturaleza de la pareja se identifica en estos primeros relatos. Analizar a Adán y a Eva desde las primeras historias del Génesis es ver a una persona que se parece a Dios, es ver al ser en plenitud. Allí hallamos los conceptos de similitud, complementariedad y exclusividad, que son esenciales para comprender el amor verdadero.

Similitud quiere decir que ambos son imagen y semejanza de Dios. No hay uno superior a otro (esa diferencia actual es solo resultado del pecado). El amor de pareja se da entre pares (de ahí “pareja”), y no solo porque sean dos sino porque son dos en idénticas condiciones de persona. Cuando se ama de verdad, no hay complejos de superioridad o de inferioridad. Yo lo llamo las “sencilleces” del amor, y con ello quiero decir que en la mirada del otro encuentro tal identidad conmigo que hallo constante equilibrio.

Complementariedad, porque el hombre y la mujer son diferentes, y por esa razón se necesitan el uno al otro para ser persona en plenitud. Y no hablamos solo de sexo, hablamos de habilidades, de cosmovisiones, de actitudes... Hablamos de la belleza de lo diverso unido por un abrazo. Saberse “parte de” evita que el orgullo nos devore, y nos permite ejercitar la empatía y la generosidad.

Exclusividad porque pareja es un número. Pareja en Génesis son solo dos de sexo diferente. No habla de tres o de cuatro o de multitud, habla de dos. Nos molestan las culturas que practican la poligamia y, mucho más, las que practican la poliandria. Parece que tener muchas mujeres u hombres a la vez como pareja sea muy grave moralmente hablando. Por eso, los judíos de la época de Jesús inventaron la “poligamia sucesiva”. Cambiaban de pareja a su antojo; y, ahí está lo más triste, esperaban cierto beneplácito de los líderes religiosos. Como Jesús indicó, esa no era la idea original.

Tarde o temprano vamos a volver al Edén, y sería bueno ir trabajando con esos conceptos del Génesis. Entre otras cosas, porque son buenos en gran manera.

17 de enero

Todos hablan de ello

Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. Génesis 2:24.

Dicen que los mejores poemas de amor en español fueron escritos por Gustavo Adolfo Bécquer, un escritor romántico en todos los sentidos de la palabra. Esta, posiblemente, sea su poesía más valorada:

Podrá nublarse el sol eternamente;

podrá secarse en un instante el mar;

podrá romperse el eje de la Tierra

como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

cubrirme con su fúnebre crespón;

pero jamás en mí podrá apagarse

la llama de tu amor.

Es un poema entre millones, porque si hay algo de lo que todos hablan, comentan o incluso padecen, es del amor. El amor de pareja verdadero es lo que más se asemeja al AMOR en mayúsculas. Dios nos otorgó el don de ser dos personas en una, de vivir en complicidad, en amistad y en igualdad. Ya adelantó que dejaríamos las estructuras familiares (sí, mammas, sí), nos uniríamos (y habla de una gran intimidad) con una pareja de diferente género (eso dice el texto explícitamente) y seríamos una sola persona. Sería un amor de tal calibre que la palabra ‘eterno’ lo acompañaría.

Y llegó el pecado. Y, aunque Bécquer no lo diga, muchas condiciones favorecieron la debilidad de este auténtico amor. En primer lugar, la pareja dejó de ser tal. Ya no eran par, diferentes pero totalmente complementarios, sino desiguales. La intimidad se limitó a la sexualidad, los deseos de la piel se independizaron de las razones del corazón. La familia nuclear se convirtió en patriarcado, en poligamia o en concubinato. Y la imagen anhelada por Dios se diluyó. Tuvo que recurrir a mandatos y leyes para que tanto hombres como mujeres pudieran volver a captar el panorama de aquel amor. Esa es la razón por la que Jesús se esfuerza tanto en que comprendamos la grandeza del proyecto del Génesis con relación al hombre y a la mujer. Sabe que es un amor tan poderoso que lo puede cambiar todo, si está bien enfocado. También es esa la razón por la que Satanás se emplea a fondo en este asunto. Sabe que, desvirtuado, es una distracción inmensa que nos hace ciegos (recuerden los refranes) e infelices. Lo anhelamos tanto (fuimos diseñados para eso), que podemos pasar la vida, de insatisfacción en insatisfacción, buscándolo.

Pidamos al Espíritu, el que nos derrama el amor del Padre (Rom. 5:5), que ponga, además, amor de pareja en nuestro corazón, un amor verdadero que trascienda la eternidad.

18 de enero

Lo oculto

Hice pacto con mis ojos, ¿cómo, pues, había yo de mirara una virgen? Job 31:1.

Lo llamativo de la integridad de Job es que nos hallamos ante una persona normal. A cualquier padre que ama a sus hijos se le habría ocurrido eso de hacer sacrificios por ellos cuando sabe que han pasado el fin de semana de juerga. Intentaba con su espiritualidad compensar la de sus retoños pecadores. Cualquier esposo de bien a quien se maldice, como maldijo su esposa a Job, tiende, como él, a guardar silencio. Cualquier inocente de verdad al que se acusa de una culpa que no ha cometido, se defiende diciendo que es mentira. Job es un hombre normal... solo que con ganas de hacerlo bien.

¿Cómo era su relación de pareja? No lo sabemos específicamente, tenía varios hijos y todo parecía estar bien hasta que llegaron las desgracias. Su esposa, seguramente, lo abandonó. ¿Estaba con él por su posición y riquezas? Tampoco lo sabemos, es una posibilidad. Lo que sí sabemos es que ese hombre íntegro quiso serlo hasta lo más profundo de su ser. En su época, era usual la poligamia, y el concubinato no era correcto pero era común. Y Job decidió hacer las cosas correctamente en su relación con su esposa, e hizo un pacto. Un pacto consigo mismo, un pacto con sus ojos. No iba a detener la mirada en una doncella para, en lo oculto, desearla. No, porque quería ser correcto hasta en ese espacio en el que solo se encuentran nuestros pensamientos y Dios. ¡Qué lección!

El mismo Jesús opinó sobre este asunto, cuando dijo: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:28). El pecado no tiene que ser público para ser pecado. Hay muchos pecados que nunca se realizaron y que modifican nuestro carácter hasta hacerlo inadecuado para la eternidad. Jesús, en una hipérbole dramática (él recurría a esta manera de hablar cuando quería dejarnos algo muy claro), sugiere que nos arranquemos el ojo antes de seguir pecando. Un poco exagerado, pero nos pone sobre aviso acerca de la gravedad de este asunto.

Este, en nuestros días, es un tema muy delicado. La belleza se ha confundido con la piel. La amistad normalmente solo se renueva con intereses o con una petición de las redes sociales. El amor no se vive, solo se hace. Es hora de que paremos el ritmo y hagamos un trato con nuestros ojos: ¡Vamos a portarnos bien, y todos tan contentos!

19 de enero

Teoría de las ventanas rotas

Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida. Eclesiastés 9:9.

En los años ochenta, el metro de Nueva York era un lugar violento y peligroso. David L. Gunn lo cambió. El director de los transportes públicos aplicó una teoría psicológica que se conoce como de “las ventanas rotas”. ¿Qué dice? Dice que si en una casa se nos rompe una ventana y no la arreglamos, tenemos más probabilidades de que se rompan más. La razón tiene que ver con el abandono. Las personas que ven cada día esa casa y la ventana sin arreglar piensan que no es una posesión de valor y que la dejadez de los dueños debe de ser por las malas condiciones del inmueble. Con ese concepto, es usual que alguna persona rompa una valla o una ventana. La imagen cada vez se verá más deteriorada y la casa se estropeará más. Gunn se dedicó a limpiar el metro y a quitar los grafitis. Cada vez que alguien lo ensuciaba o pintaba, volvían a limpiarlo. Poco a poco, la gente fue tomando conciencia de que ese no era un lugar abandonado y, curiosamente, se empezó a mantener más limpio; y en consecuencia, bajaron los niveles de criminalidad.

En la vida de pareja puede suceder algo similar. Un día, por la rutina de la vida, abandonamos los detalles de relación: las palabras amables, los proyectos conjuntos, el respeto mutuo... Y esa ventana rota devalúa nuestros vínculos. Entramos en una espiral de distanciamiento, incomodidad, falta de afinidad, y finalmente, ruptura. Entonces, se habla del desamor o de la caducidad de la pasión. Pero no es cierto. Simplemente, no arreglamos la primera ventana que se rompió. Y, no nos vamos a engañar, siempre que se rompe algo se debe arreglar. Como decía Mignon McLaughlin: “Un matrimonio exitoso requiere enamorarse muchas veces, siempre de la misma persona”.