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«Algunos, dice Proclo en su comentario sobre el Parménides, no tienen en cuenta el titulo del diálogo (de las ideas); y lo consideran sólo como un ejercicio lógico. Dividen el diálogo en tres partes: en la primera se exponen las dificultades de la teoría de las ideas; la segunda contiene en resumen el método a que deben aplicarse los amantes de la verdad; la tercera ofrece un ejemplo de este método, a saber, la tesis de Parménides sobre la unidad. La primera parte tiene por objeto demostrar cuan necesario es el método, explicado en el Parménides; puesto que Sócrates, a causa de su poca experiencia en el mismo, no puede sostener la teoría de las ideas, por verdadera que ella sea, y por vivo que sea su empeño. En cuanto a la tercera parte, no es otra cosa que un modelo que muestra cómo es preciso ejercitarse en este método. Aquí, como en el Sofista, se procede según el de división. En aquel, el ensayo recae sobre el pescador de caña; en éste, sobre la unidad de Parménides. Dicen igualmente que el método del Parménides difiere de los Tópicos de Aristóteles. Este establece cuatro clases de problemas, que Teofrasto reduce a dos. Pero semejante ciencia sólo puede convenir a los que se contentan con buscar lo probable; por el contrario, el método de Platón suscita sobre cada uno de estos problemas una multitud de hipótesis, que tratadas sucesivamente, hacen que aparezca la verdad. Porque en estas deducciones necesarias, lo posible sale de lo posible, y lo imposible de lo imposible.»
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Veröffentlichungsjahr: 2015
Platón
PARMÉNIDES
Traducción: Patricio de Azcárate (1800-1886)
2013 © Centaur Editions
PARMÉNIDES
CÉFALO — ADIMANTO — ANTIFÓN — GLAUCON — PITODORO — SÓCRATES — ZENÓN — PARMÉNIDES — ARISTÓTELES
CÉFALO: Cuando llegamos a Atenas desde Clazomenes, nuestra patria, encontramos en la plaza publica a Adimanto y a Glaucon. Tomándome por la mano, me dijo Adimanto: Bien venido, Céfalo; si necesitas algo que nosotros podamos proporcionarte, no tienes más que desplegar los labios. — ¡Ah! Si estoy aquí es precisamente porque os necesito. — Explícate, me replicó; ¿que quieres? —¿Como se llamaba, le dije, vuestro hermano materno? Porque yo no me acuerdo. Era yo muy joven cuando vine desde Clazomenes por primera vez, y desde entonces ha transcurrido mucho tiempo. Su padre, si no me engaño, se llamaba Pirilampo. — Sí, dijo, y él se llamaba Antifón; ¿pero que es lo que te trae? — El exceso de celo por la filosofía de mis compatriotas; han oído decir que este Antifón ha estado muy relacionado con un cierto Pitodoro, amigo de Zenón, y que habiéndole oído muchas veces referir las conversaciones de Sócrates, Zenón y Parménides, las recuerda perfectamente. — Es verdad, dijo. — Estas conversaciones, repliqué yo, son precisamente las que querríamos oír. — Nada más fácil, dijo. Él las ha pasado y repasado en su espíritu desde su primera juventud. Ahora vive con su abuelo, del mismo nombre que el, y dedicado a sus caballos y al arte. Si quieres, vamos en su busca. Acaba de partir de aquí para ir a su casa, que está cerca, en Melito.