Pasión inagotable - Charlene Sands - E-Book
SONDERANGEBOT

Pasión inagotable E-Book

Charlene Sands

0,0
2,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Una peligrosa relación amor-odio Sophia Montrose había vuelto al rancho Sunset para reclamar su parte de la herencia. Logan Slade no había olvidado el apasionado beso que se dieron en el instituto, pero no podía sentir por ella más que desprecio y aversión; al fin y al cabo, era una Montrose y no se podía confiar en aquella despampanante belleza. Sophia tampoco había olvidado aquel beso... aunque se tratara de una cruel apuesta para ponerla en ridículo. Quince años después, se encontraba de nuevo ante los fríos ojos negros de aquel vaquero y estaba decidida a no dejarse intimidar. Pero ¿sería capaz de mantenerse firme cuando volvieran a prender las llamas de una pasión insaciable?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 165

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2013 Charlene Swink. Todos los derechos reservados.

PASIÓN INAGOTABLE, N.º 1923 - julio 2013

Título original: Sunset Surrender

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Publicada en español en 2013

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-3427-9

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo Uno

Rancho Sunset, Nevada

Sophia Montrose miró los fríos ojos negros del vaquero, cuyos labios se torcían en una mueca de mofa.

–No podías esperar para presentarte aquí, ¿verdad?

No era una bienvenida precisamente cordial al rancho Sunset, pero Sophia tampoco se la esperaba de Logan Slade. Hacía mucho que había decidido mantenerse firme y no dejarse intimidar por él. No había vuelto a verlo desde que se marchó del rancho con quince años, y había olvidado las reacciones que podía provocarle su aspecto duro y varonil. La madurez lo había hecho aún más atractivo, pero Sophia no podía olvidar hasta qué punto él la despreciaba.

–¿Está Luke en casa? –le preguntó, confiando en ver pronto el rostro jovial y amistoso del hermano menor de Logan.

–No. Llegará mañana. ¿Quieres volver para entonces?

Sophia negó con la cabeza. No tenía adonde ir. Había dejado su pequeño apartamento de Las Vegas y había conducido durante horas para llegar al rancho.

–He venido a por las llaves de la casa.

–Las tendrás.

Logan le había dicho a su abogado que no le facilitara las llaves. Quería que Sophia fuese a buscarlas personalmente. Así hacía él las cosas. Quería verla sufrir, o al menos, que se sintiera incómoda en cuanto entrase en su propiedad.

Ella levantó una mano con la palma hacia arriba.

–Por favor. Me gustaría instalarme cuanto antes.

Él la observó por unos segundos, antes de darse la vuelta.

–Sígueme.

Sophia se quedó en el umbral con la mano extendida. La bajó rápidamente al costado y entró en la casa con la cabeza bien alta.

Nada más entrar se le formó un nudo en la garganta al encontrárselo todo tal y como lo recordaba. ¿Cuántas veces había jugado allí con Luke? ¿A cuántas fiestas de cumpleaños y otros eventos había asistido allí con su madre? Una oleada de calor y nostalgia la invadió, barriendo los intentos de Logan por arruinar su regreso.

Siguió a Logan por el largo pasillo hacia el despacho de su difunto padre. Sus relucientes botas negras resonaban en el suelo de madera pulida y presentaba un aspecto impecable también por detrás, con unos vaqueros nuevos y una camisa azul. No hizo el menor intento por dirigirle la palabra, y en cualquier caso ella no esperaba recibir conversación por su parte.

Se imaginaba su reacción al conocer la última voluntad de su padre. El señor Slade había incluido a Sophia en el testamento. Debió de tomar la decisión en el último momento, porque nadie se lo esperaba. Cuando Luke la llamó para comunicárselo, Sophia percibió su gran asombro y desconcierto. Pero Luke le aseguró que estaba impaciente por volver a verla después de tantos años, a pesar de las circunstancias.

La mayor sorprendida fue ella, al descubrir que Randall Slade le había dejado en herencia la mitad del Sunset Lodge, el hotel rústico situado en el rancho. La única condición era que debía ocuparse del establecimiento durante un año antes de poder vender su parte.

Habían pasado doce años desde que viviera allí. Su madre, la gerente del Sunset Lodge, se había marchado de repente, había roto todos los lazos con la familia Slade y le había pedido a Sophia que hiciera lo mismo. Entre otras muchas cosas, Sophia perdió la amistad con Luke.

–Es lo mejor –le había asegurado su madre, pero Sophia no podía entenderlo. A Sophia la habían sacado del instituto en su primer año sin avisarla ni explicarle nada. Había dejado atrás a todas sus amistades e ilusiones y se había pasado los meses siguientes llorando desconsoladamente.

Su madre había muerto de cáncer y Sophia había vuelto al rancho para reclamar una herencia inesperada. Randall Slade siempre había sido muy bueno con ella, la había tratado como si fuera de la familia y había sido lo más parecido a un padre que Sophia había tenido después de que el suyo la abandonara cuando tenía tres años.

–Pasa –le dijo Logan, y Sophia lo siguió al interior del despacho–. Siéntate –le indicó un sofá. Miró a su alrededor y advirtió que toda la habitación había sido renovada.

–No, gracias –respondió, ganándose un gruñido de Logan. Sonrió para sí misma. Se aferraría a las pequeñas victorias.

Le habría gustado que fuese Luke el que la recibiera. Pero se había visto obligada a adelantar su llegada unos días, y quizá fuera mejor encontrarse con Logan cuanto antes en vez de postergar el inevitable enfrentamiento. De ese modo, cuando volviera a ver a Luke no sería bajo la sombra de su hermano mayor.

–Siento lo de tu padre –dijo–. Era un buen hombre. Debes de echarlo mucho de menos.

Logan permaneció inalterable.

–No estamos aquí para hablar de tu relación con mi padre.

–¿Ni siquiera puedo expresar mis condolencias? Tu padre siempre se portó muy bien conmigo.

Logan se sentó en el sillón giratorio de cuero, que crujió bajo su peso.

–Se portó muy bien con las mujeres Montrose… a costa de mi familia.

A pesar de estar sentado y ella de pie, la penetrante mirada de Logan la hizo sentirse pequeña. Tragó saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta al pensar en la muerte de su madre. Logan podía odiarla cuanto quisiera, pero no iba a permitirle que hablara mal de su madre.

–Mi madre murió hace unos meses, Logan. La echo terriblemente de menos, como seguro que tú echas de menos a tu padre. Te pediría que te guardes para ti mismo lo que creas saber.

–Conozco la verdad, Sophia. Y no se puede endulzar con palabras –su voz expresaba una convicción irrefutable–. Tu madre tuvo una aventura con mi padre, en las propias narices de mi madre. Louisa solo quería su dinero, pero él estaba tan cegado por su belleza que no se daba cuenta. Nuestra familia nunca volvió a ser la misma. Aquella traición casi acabó con nosotros.

Sophia miró por la ventana hacia los jardines y establos, donde se criaban espléndidos caballos para ser vendidos. El resto del complejo se destinaba a albergar huéspedes que deseaban probar la vida en un rancho.

Los hermanos Slade: Justin, Luke y Logan, se habían apoyado los unos a los otros para superar la muerte de sus padres, mientras que Sophia estaba completamente sola. Sentía el sufrimiento padecido por los Slade, pero lo que había trascendido entre su madre y Randall no podía explicarse fácilmente.

–Mi madre salvó el matrimonio de tus padres –observó, recalcando la palabra matrimonio.

–Lo de exhibirte medio desnuda en los escenarios de Las Vegas se te ha subido a la cabeza.

Remachó el comentario con una mirada triunfal. No debería sorprenderla que Logan supiera que había trabajado como showgirl. Sophia había llevado una vida decente y discreta, pero cuando su madre enfermó de cáncer no le quedó más remedio que tomar medidas drásticas para cuidar de ella. Y no se avergonzaba. Casi todo el mundo en Nevada sabía lo de su escandaloso matrimonio con un anciano multimillonario. Había acabado llenando las páginas de la prensa amarilla. Incluso en Las Vegas, que una showgirl de veintiséis años se casara con un magnate del petróleo de setenta y uno era todo un notición.

–De modo que lo sabes...

–Leo los periódicos, Sophia.

–Mi matrimonio y mi trabajo no son asunto tuyo –replicó ella suavemente. No le quedaba espacio en su corazón para albergar más dolor. La esperaban muchas batallas, pero no quería discutir con Logan en aquel momento.

Él volvió a mirarla de arriba abajo, en esa ocasión con más detenimiento. Observó los largos mechones negros que se le habían escapado del recogido en la nuca, antes de escrutar sus ojos, color ambarino, y sus carnosos labios. Mantuvo la vista fija en ellos y Sophia se preguntó si recordaría el beso que se habían dado en el instituto. El beso que la había dejado sin aliento y deseosa de recibir más. El beso que Logan había empleado para humillarla. Sophia nunca lo había superado, su primer beso de verdad, ni el dolor que le provocó.

–Eres preciosa, Sophia –la había apretado contra su cuerpo y besado con una increíble mezcla de dulzura y pasión, y Sophia se había rendido al torrente de sensaciones desconocidas que brotaban en su estómago. Se había abrazado a su cuello por instinto y él había seguido besándola hasta que los interrumpieron las risas al otro lado de la pared. Logan se separó con brusquedad, la miró muy serio por un instante congelado en el tiempo y luego se marchó para reunirse con sus amigos, dejándola aturdida y embobada.

Al día siguiente toda la escuela hablaba de la apuesta que Logan había hecho con sus tres compañeros de clase… Que Sophia no lo rechazaría si intentaba besarla porque era una chica tan fácil como su madre.

Ladeó la cabeza y lo miró fijamente mientras intentaba reprimir las sensaciones que le suscitaba el recuerdo. Desearía no haberse sentido nunca atraída por el hermano mayor de Luke, pero era imposible olvidar aquel beso e ignorar lo que su ardiente mirada la hacía sentir. Era como si Logan la hubiese marcado de por vida.

Él continuó con su asalto visual, recorriéndole con la mirada el escote de su recatado vestido veraniego y posándola en el busto. Por mucho que Sophia lo intentara, no podía ocultar el tamaño ni la forma de sus pechos. Se pusiera lo que se pusiera, atraía todas las miradas.

La mirada de Logan descendió finalmente por sus piernas y Sophia se arrepintió de no haberse sentado cuando tuvo la oportunidad. El implacable escrutinio de Logan la hacía sentirse tensa y vulnerable.

–¿Qué le hiciste al viejo? –le preguntó cuando volvió a mirarla a los ojos–. ¿Le provocaste un infarto en la cama?

Sophia ahogó un gemido de indignación. Era evidente que Logan pretendía ofenderla.

–Sigue vivo, gracias a Dios. Pero estamos… divorciados.

Logan la observó en silencio unos segundos.

–Muy poco ha durado vuestro matrimonio… ¿Fue Gordon Gregory lo bastante listo para firmar un acuerdo prenupcial?

–No es asunto tuyo, pero fui yo la que exigió firmarlo.

Logan se recostó en el sillón y soltó una carcajada.

–A mí no me engañas, Sophia. Eres igual que tu madre.

–Gracias. Lo tomaré como un cumplido. Mi madre era una mujer extraordinaria.

La sonrisa se borró del rostro de Logan. Se echó hacia delante y la miró fija y seriamente a los ojos.

–Te propongo un trato. ¿Qué te parece si te compro tu mitad del rancho sin que tengas que esperar un año? Mi abogado encontrará la forma de sortear esa cláusula, y estoy dispuesto a hacerte una oferta muy generosa.

–No.

–¿No quieres saber la cifra? –agarró un bolígrafo, preparado para escribir una suma.

–Ninguna cifra será suficiente.

Logan no pareció muy convencido.

–Te pagaré dos veces su precio.

Aquella oferta fue como una puñada directa al corazón. Quería librarse de ella a toda costa, pero Sophia no iba a permitir que nada la detuviese. Fuera cual fuera su oferta, no iba a renunciar a sus derechos legales sobre el rancho.

–Voy a quedarme y a encargarme del Sunset Lodge.

Aquel rancho había sido su hogar durante doce años. Le había encantado vivir en la casa de campo y nunca había querido vivir en otro sitio. Ni Logan Slade ni nadie iba a echarla de allí. Se quedaría en el rancho y sería una encargada tan eficiente como lo había sido su madre.

–Por favor, Logan… las llaves.

Logan acompañó a Sophia a su coche. El viejo y abollado Camry ofrecía un aspecto lamentable con los neumáticos desgastados y la pintura descascarillada. Aquel amasijo de metal debía de tener quince años, por lo menos. No era la clase de coche que conduciría una showgirl de Las Vegas casada con un viejo forrado.

Apretó las llaves de la casa en la mano, deseando que su padre no hubiera incluido a Sophia en su testamento. Era demasiado guapa. Tenía unos preciosos ojos dorados, un pelo negro azabache y una piel que relucía al sol de Nevada. Era la clase de mujer que hacía perder la cabeza a los hombres, y él no quería pensar en los problemas que podría provocar su presencia en el rancho. Todos sus trabajadores besarían el suelo que pisara, igual que habían hecho con Louisa. Bastaría con una simple sonrisa para tenerlos a todos comiendo de su mano. Sophia Montrose se había convertido en la viva imagen de su madre. Era incluso más atractiva que Louisa, por mucho que Logan odiara admitirlo.

–¿Te importa explicarme por qué quieres vivir en este lugar infestado de moscas y que apesta a estiércol?

Sophia puso los ojos en blanco y respiró profundamente. La tela del vestido se estiró sobre sus grandes pechos y Logan sintió una dolorosa reacción en la entrepierna.

–El rancho Sunset también fue mi casa, Logan. Aquí pasé los doce mejores años de mi vida, trabajando con mi madre en una propiedad de la que ahora poseo la mitad gracias a la generosidad de tu padre. ¿Por qué no iba a querer vivir aquí?

Logan se frotó la nuca. No podía entender por qué su padre le había dejado a Sophia la mitad del rancho en herencia.

–¿Es que no te gustaba vivir en Las Vegas? ¿A una mujer como tú?

–No tienes ni idea del tipo de mujer que soy, Logan –replicó ella, entornando los ojos.

Sabía que era la clase de mujer sin escrúpulos que se acostaba con un viejo por su dinero. El viejo debía de haber entrado en razón antes de que ella lo desplumara, con o sin contrato prenupcial.

–No puedo cambiar el pasado –continuó ella–. Pero he venido para empezar una nueva vida.

–En la tierra de los Slade.

–Sí, en la tierra de los Slade. Y ahora ¿puedes darme las llaves o vas a seguir meneándolas delante de mí?

Logan miró las llaves que tenía en la mano.

–Nadie ha vivido en esa casa desde que te marchaste.

–¿Quieres decir que sigue estando igual?

Él asintió.

–Mi padre no permitió que nadie la ocupara. Fue otra victoria para Louisa, y como te podrás imaginar a mi madre no le sentó nada bien. Los oía discutir por la noche.

–Eso no fue culpa de mi madre. Ni mía.

–Tendrás que dejar que se vaya la gerente actual.

–¿Que se vaya? ¿Qué quieres decir?

–Quiero decir que va a perder su empleo. El rancho no puede permitirse tener a dos gerentes a jornada completa. La señora Polanski tendrá que marcharse.

–No esperarás que la despida, ¿verdad?

–Bueno, si no quieres despedirla, puede quedarse y tú venderme tu parte. Así todos contentos.

Sophia lo fulminó con la mirada.

–Vete al infierno.

Logan sonrió. Hasta ese momento Sophia había mantenido la compostura, pero su atractivo aumentaba cuando echaba chispas por los ojos y se le encendían las mejillas.

–Solo te estoy exponiendo la situación, Sophia. La señora Polanski se ha encargado de todo durante ocho años. Lo hace muy bien y los huéspedes están encantados con ella.

–Y dejas que sea yo quien la despida… Qué considerado por tu parte.

–Algo hay que hacer. Parece que mi padre no tuvo en cuenta todos los detalles cuando renunció al rancho.

–Yo solo poseo la mitad. No renunció a todo.

–Seguro que te habría gustado que lo hiciera...

Ella levantó su perfecta barbilla en gesto desafiante.

–Desde luego que sí. Me habría gustado ser la propietaria de todo el rancho.

Logan la miró con asombro. No se había esperado que lo admitiera.

–De esa manera no tendría que tratar contigo –continuó ella–, ni despedir a una empleada.

Fue el turno de Logan para irritarse.

–El rancho ha pertenecido a la familia Slade durante generaciones. Después de la Segunda Guerra Mundial solo era una pequeña pensión para vagabundos y soldados sin blanca, hasta que mi abuelo la transformó en lo que es hoy. ¿Puedes decirme qué pintas tú en este lugar?

Sophia levantó los brazos en un claro gesto de impaciencia.

–No sé por qué tu padre fue tan generoso conmigo, Logan, pero es evidente que confiaba en mí para hacer el trabajo. Y a eso he venido. Si tengo que despedir a alguien lo haré, pero… –lo apuntó con un dedo– que sepas que no olvidaré que me has obligado a hacerlo.

–Así quiero que me recuerdes, Sophia. Como el tipo que te pondrá continuamente a prueba. No perteneces a este lugar, pero no me interpondré en tu camino si haces bien tu trabajo. Y no temas… Voy a cederle a Luke todas mis responsabilidades en el rancho y será con él con quien te entiendas desde ahora en adelante –dejó caer las llaves en su mano–. Empiezas mañana.

Ella cerró las manos alrededor de las llaves.

–No quería empezar de esta manera, Logan.

Él le abrió la puerta del coche y trató de conservar la calma.

–La casa está a un kilómetro por la carretera. Seguro que recuerdas cómo llegar hasta allí.

–Sí, lo recuerdo muy bien –al pasar junto a él para meterse en el coche le rozó el torso con los pechos. El tacto, duro y firme, junto a la erótica fragancia de su perfume, lo dejó momentáneamente aturdido, como si hubiera recibido un puñetazo en la cara.

Cerró la puerta del coche y vio cómo se alejaba mientras se le escapaba una retahíla de maldiciones entre dientes.

En cuanto perdió de vista a Logan por el espejo retrovisor, Sophia dejó caer los hombros y aflojó las manos en el volante. Levantó el pie del acelerador y dejó que el coche avanzara lentamente por el camino que conducía al hotel Sunset Lodge. No quería volver a pensar en Logan Slade. La irritaba, pero también le provocaba una emoción que no quería sentir y que, por más que lo intentaba, no lograba erradicar.

No tendría problemas para evitarlo mientras viviera allí. El rancho Sunset se extendía varios kilómetros a la redonda formando un perímetro en forma de diamante. Al día siguiente, cuando Luke llegara a casa, reanudarían su amistad y discutirían todo lo relativo a sus responsabilidades. Al menos podría contar con un amigo en el rancho Sunset.

–No te preocupes, cariño –le había dicho él–. Me aseguraré de que tengas una cálida bienvenida a casa.

Había olvidado la belleza y la tranquilidad del rancho en primavera, con aquel cielo de color índigo salpicado de nubles blancas. Era un paisaje muy diferente al tráfico, las marquesinas y las luces de Las Vegas.

Lo primero que vio fueron los establos, y el corazón se le comprimió al pensar que su madre no volvería a verlos. A Louisa le encantaba cuidar a los caballos en su tiempo libre.

A medida que se acercaba, el hotel fue llenando su campo de visión. Estaba rodeado por un exuberante manto de hierba donde crecían las flores silvestres. Para el personal era un privilegio ocuparse de la propiedad y trabajar en los establos, y los Slade siempre habían mantenido relaciones duraderas con sus empleados.

Sophia se sentía muy incómoda por tener que despedir a la señora Polanski, y decidió que no podía enfrentarse aún a una situación tan difícil y embarazosa. Primero se instalaría en la casa, y al día siguiente hablaría con Luke sobre el tema.

La casa estaba lo suficientemente apartada del hotel como para ofrecer la intimidad que Sophia tanto necesitaba. El revuelo mediático que había originado su matrimonio y la prolongada agonía de su madre le habían pasado factura. Necesitaba recomponerse y volcarse en un trabajo que le gustara. Y sobre todo, tenía que demostrarse algo a sí misma.

Toda su vida había dependido de su aspecto. Nunca había tenido la ocasión de ir a la universidad. Cuando su madre cayó enferma, Sophia se valió de su talento natural para el baile y empezó a actuar en los casinos. Fue su aspecto, y no su cerebro, lo que le hizo ganar el dinero suficiente para mantenerlas a las dos.