Periodismo político - Salvador Enguix - E-Book

Periodismo político E-Book

Salvador Enguix

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Beschreibung

¿Cómo se definen los papeles del Periodismo político y la comunicación política en la «trinchera comunicativa» de las democracias modernas? ¿Es el Periodismo político un área especializada del periodismo? ¿Qué tiene de especial la relación del periodista político con sus fuentes? ¿Cuáles son sus valores profesionales y sus rutinas de trabajo? El periodista Salvador Enguix revisa el discurso académico sobre estas y otras cuestiones, proponiendo su relectura a la luz de su ejercicio profesional. El libro ofrece por primera vez una visión global de esta especialización periodística, integrando aspectos como las esferas informativas del Periodismo político, su relación con los distintos modelos teóricos de democracia, la relación entre el periodista y sus fuentes, los valores deontológicos y las rutinas productivas así como los cambios dinámicos que imponen las tecnologías digitales.

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CONSEJO DE DIRECCIÓN

Dirección científica Jordi Balló (Universitat Pompeu Fabra) Josep Lluís Gómez Mompart (Universitat de València) Javier Marzal (Universitat Jaume I) Joan Manuel Tresserras (Universitat Autònoma de Barcelona)

Dirección técnica Anna Magre (Universitat Pompeu Fabra) Joan Carles Marset (Universitat Autònoma de Barcelona) M. Carme Pinyana (Universitat Jaume I) Maite Simon (Universitat de València)

CONSEJO ASESOR INTERNACIONAL Armand Balsebre (Universitat Autònoma de Barcelona) José M. Bernardo (Universitat de València) Jordi Berrio (Universitat Autònoma de Barcelona) Núria Bou (Universitat Pompeu Fabra) Andreu Casero (Universitat Jaume I) Maria Corominas (Universitat Autònoma de Barcelona) Miquel de Moragas (Universitat Autònoma de Barcelona) Alicia Entel (Universidad de Buenos Aires) Raúl Fuentes (iteso, Guadalajara, México) Josep Gifreu (Universitat Pompeu Fabra) F. Javier Gómez Tarín (Universitat Jaume I) Antonio Hohlfeldt (Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Porto Alegre, Brasil) Nathalie Ludec (Université París 8) Carlo Marletti (Università di Torino) Marta Martín (Universitat d’Alacant) Jesús Martín Barbero (Universidad del Valle, Colombia) Carolina Moreno (Universitat de València) Hugh O’Donnell (Glasgow Caledonian University, Reino Unido) Jordi Pericot (Universitat Pompeu Fabra)

© Salvador Enguix Oliver, 2015MaquetaciónInmaculada MesaCorrección Communico C.B.Edición electrónica

http://dx.doi.org/10.7203/PUV-ALG29-9599-8

Universitat Autònoma de Barcelona Servei de Publicacions 08193 Bellaterra (Barcelona)[email protected]://publicacions.uab.es ISBN 978-84-490-4860-9

Publicacions de la Universitat Jaume I Campus del Riu Sec 12071 Castelló de la [email protected]://www.uji.es/publ/ ISBN 978-84-15444-67-1

Universitat Pompeu Fabra Departament de Comunicació Roc Boronat, 138 08018 [email protected]

http://www.upf.edu/decom/publicacions/aldeaglobal.html

Publicacions de la Universitat de València C/ Arts Gràfiques, 13 46010 Valè[email protected]://puv.uv.es ISBN 978-84-370-9599-8

Primera edición en papel: enero de 2015

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org

A Lola, Miquel y Anna

Índice

 

PRÓLOGO. PAJA PARA LOS CABALLOS, Enric Juliana

INTRODUCCIÓN

Capítulo 1. Caracterización del periodismo político

1. El periodismo político

2. La noticia política

Capítulo 2. Periodismo político y comunicación política

1. Las dos trincheras

2. El periodismo político ante el marketing político

2.1 Campañas de prensa.- 2.2 Estrategias de dosificación informativa.

Capítulo 3. Periodismo político y democracia

1. El periodismo político en la historia del periodismo

2. Periodismo, democracia y opinión pública

3. Relación entre los medios y los sistemas democráticos

4. Condicionamientos democráticos del sistema mediático

5. Las propuestas del periodismo cívico

Capítulo 4. El periodismo político como especialización del periodismo

1. El periodista político

2. Los actores políticos en el periodismo político

2.1 Cobertura institucional.- 2.2 Instituciones de la UE.- 2.3 Partidos políticos.- 2.4 Instituciones no políticas.- 2.5 Tribunales.- 2.6 La Iglesia católica.- 2.7 Sindicatos y empresarios.- 2.8 Otros actores.

3. Los ámbitos del periodismo político

3.1 La acción política de gobiernos y parlamentos.- 3.2 La acción de los partidos políticos, elecciones.- 3.3 Acontecimientos extraordinarios.

Capítulo 5. Las pautas profesionales del periodista político

1. Valores del periodismo político: la actitud del periodista ante la actualidad política. Reflexión comparativa entre países

2. Rutinas profesionales del periodismo político

2.1 La agenda diaria.- 2.2 Las rutinas de producción en prensa escrita.- 2.3 La interacción con otros profesionales y otros medios.- 2.4 La interacción con las fuentes.- 2.5 El control del ecosistema informativo.

Capítulo 6. Las nuevas rutinas del periodismo político en soporte digital

1. Periodismo digital y procesos de convergencia

2. Periodismo digital y politización social

3. Periodismo digital y saturación informativa

4. El periodista político en el entorno digital

Conclusiones

Bibliografía

Prólogo

Paja para los caballos

ENRIC JULIANA

El papa Benedicto XVI definió una vez el actual momento histórico con precisión de relojero bávaro. Joseph Ratzinger, hoy jubilado tras el mayor gesto de modernidad que se recuerda en la Iglesia católica, dijo: «En la actual fase de aceleración constante del tiempo histórico…».

En la actual fase de aceleración constante del tiempo histórico, el periodista ya no es lo que era, si es que alguna vez tuvo algún momento de sosiego. Sostengo que el periodismo se halla en crisis desde sus inicios y que es la crisis, la inestabilidad, el sometimiento al cambio constante lo que define la esencia de una actividad profesional condenada a vagar eternamente por los imprecisos límites que separan la respetabilidad social de la vileza. Así fue en sus orígenes y así vuelve a ser en el tiempo de su ocaso.

Si fuese profesor de Periodismo en la universidad, tarea que jamás he ejercido, lo primero que haría sería recomendar a mis alumnos la lectura de la novela de Guy de Maupassant Bel Ami. Allí está todo. El periodismo y el ascenso social. El periodismo y la aventura. El periodismo como instrumento de chantaje en una fase de reorganización del orden social. El periodista encantador. El periodista al servicio de un banquero. A partir de hoy podemos comenzar a hablar de todas las grandes glorias del periodismo anglosajón y de los intrépidos reporteros del Watergate. Nunca olvidemos cuáles fueron nuestros orígenes.

El desarrollo de las técnicas de impresión y la amplitud de la industrialización alumbraron periódicos comerciales en cuyo interior germinaron, con mayor o menor fortuna, según los países y las ciudades, los códigos profesionales que han llegado a nuestros días. Un cierto amor por el distanciamiento político y la pluralidad de puntos de vista, es decir, la adoración nocturna –hora de cierre de los periódicos– de la diosa Objetividad. La sacrosanta división entre información y opinión. Una cierta dignificación salarial, base indispensable para una mínima respetabilidad social. La sindicación y el gremialismo, que décadas más tarde darían pie a las facultades de Ciencias de la Información, hoy presentes en todas las comunidades autónomas españolas. En definitiva, un oficio. Un oficio, unas plumas y unas firmas de interés. De no haber sucumbido España a la gran desgracia de la Guerra Civil, ello habría dado lugar a una sólida tradición profesional, con sus altos y sus bajos, con sus glorias y sus vilezas, que hoy resistiría mejor el embate de la Gran Crisis. Este trabajo de Salvador Enguix, buen amigo y excelente compañero en las tareas de redacción de La Vanguardia, una de las cunas de ese periodismo clásico que tanto hemos amado, enfoca la relación entre periodismo y política bajo la luz –a veces cegadora– de la transformación digital.

Todo nuestro mundo se está viniendo abajo en «la fase de aceleración constante del tiempo histórico». Si me permiten voy a contarles una anécdota personal. Mi abuelo poseía en Badalona, a diez kilómetros de Barcelona, un pequeño negocio de forrajes, en una casona muy cercana al mar, junto a las vías del tren. Para que se sitúen: la primera línea de tren de la península, la línea Barcelona-Mataró, flanqueada de fábricas, un paisaje descarnado y fordista; sucio y contaminado. Puesto que los sábados por la tarde no había colegio, yo acompañaba a mi abuelo en las tareas de reparto, a bordo de un camión Ford muy viejo, uno de aquellos camiones que se ponían en marcha con manivela. Segunda mitad de los años sesenta. Fábricas humeantes y un pequeño camión repartiendo balas de paja y alfalfa para las vacas y los caballos que aún quedaban en una ciudad periférica en atolondrado proceso de automatización. Mi abuelo fue uno de los últimos europeos en vender forraje para los caballos en una gran ciudad. Entonces no me di cuenta. Lo he visto de mayor. Aquellos sábados por la tarde estábamos asistiendo al final de una actividad milenaria y fundamental en la historia de la humanidad. La aceleración constante del tiempo histórico creo que comenzó antes del papa Benedicto.

Siempre que me piden una reflexión sobre el futuro de mi oficio, no puedo dejar de pensar en mi abuelo, en las balas de paja y alfalfa amontonadas en el viejo almacén, sobre las que jugaba solo, imaginando grandes combates; no puedo olvidar el viejo camión Ford a manivela y los tebeos del Capitán Trueno que leía el sábado por la tarde mientras iniciábamos el reparto en aquella zona sin nombre de la playa de Badalona, contaminada por mil fábricas con horas extraordinarias. ¿A qué me dedico? Vendo paja y alfalfa para los caballos, mientras todo el mundo va en coche. Como mi abuelo.

No lloren por el periodismo. El vendaval se lo va a llevar todo, o casi todo, por delante, pero el periodismo como arqueología cultural permanecerá. En realidad ya está pasando. Nuevas tecnologías, nuevos formatos, nuevas empresas, prueba y error, prueba y error, cabeceras que nacen y mueren y una nueva generación dispuesta a trabajarse un lugar en el mundo. Nuevas relaciones con el poder, también. Puesto que el poder, como la materia, ni se crea ni se destruye, tan solo se transforma, periodismo y política seguirán su danza eterna. Con otros compases y con otros bailes, que ya se están ensayando.

Ahora viene el tiempo de la negación de todo lo hecho durante los últimos cuarenta años; posiblemente sea ese un tiempo necesario. Solo recomendaría a los nuevos teóricos del periodismo digital que, de tanto en tanto, relean Bel Ami y tengan presente que un día acabarán a bordo de un viejo Ford repartiendo vieja mercancía en un arrabal en transformación. Suerte.

Introducción

 

Periodismo y política. Sería difícil encontrar en nuestra historia contemporánea un periodo en el que entre ambas actividades no hayan existido fuertes tensiones y, al tiempo, complicidades. Aunque fue durante el desarrollo de la prensa de masas, que tuvo su eclosión a mediados del XIX en los países industrializados, cuando se alteró radicalmente la dinámica política. El periodismo, el periodismo político, lograba poner en manos de los ciudadanos noticias e informaciones sobre el acontecer político, lo que permitía «poner a estos ciudadanos en condiciones de desempeñar un papel más activo» en la política (Muñoz-Alonso, 2004: 492). Y no es posible comprender ciertos acontecimientos políticos históricos, también en España, sin acercarnos al papel de los medios de comunicación, del periodismo político al fin. Tampoco sería exagerado decir que nuestra sociedad actual, la democracia que hoy tenemos en nuestro país, le debe mucho, para bien y para mal, al papel jugado por los medios de comunicación de masas desde el inicio de la Transición hasta nuestros días y, en este sentido, a cómo se ha divulgado en cada momento la acción de sus actores políticos.

El periodismo político lo impregna todo. Da igual que nos encontremos o no en periodos electorales, o que nos refiramos a una actividad cultural, social, económica e incluso deportiva. Diariamente, la acción política de los actores institucionales y partidistas, así como de otros actores no políticos pero cuya acción condiciona el debate político, muestra fuertes tensiones y conflictos entre los actores del poder político, y contamina el modo de relación de estos con los ciudadanos, que son los sujetos que conforman la opinión pública y sobre los que recae la soberanía que debe legitimar a esos mismos poderes políticos.

El periodismo político, en este contexto, atiende y presta atención a esta realidad, ya sea divulgando la noticia estricta sobre un hecho concreto, o su interpretación en papel, soporte digital, o en una tertulia radiofónica o televisiva. La política es objeto de atención prioritaria porque la política está presente en casi todos los aspectos de nuestras vidas: somos y vivimos de acuerdo con una serie de reglas, reglas consensuadas por políticos, personas que, en sistemas democráticos, hemos elegido; y sobre ellas opinamos, pues como parte de la opinión pública queremos saber; y sobre ese conocimiento de lo que hacen nuestros políticos aprobamos o criticamos su gestión. Los medios de comunicación de masas, así en papel como en señal de televisión, radio o más recientemente en internet, son los canales sobre los que ejercemos el derecho a estar informados y el derecho a ser críticos. Y cuanto mayor sea la posibilidad de ejercer ambos derechos, el de estar informados y el de informar, mayor será la salud de nuestra democracia.

Los periodistas, intermediarios entre el acontecimiento y el ciudadano, entre la acción de los poderes y la opinión pública, nos ofrecen ese valor añadido que nos permite, desde la especialización que les presuponemos, disponer de mejores elementos interpretativos con los que valorar la acción de los políticos y, paralelamente, entender mejor cuál es la dinámica del poder político. El periodismo político, en este sentido, ayuda a cohesionar nuestras sociedades e intenta, con su estrecha vigilancia, que los comportamientos que atentan contra nuestra democracia, desde la corrupción hasta las conductas inmorales, no pasen desapercibidos.

Nuestra convicción parte de la premisa de que el periodismo político ha sido y es el área fundamental del periodismo en los medios de comunicación; es decir, podría considerarse como el periodismo prototípico; y así se confirma al analizar el contenido de las noticias de portada de los principales medios impresos españoles (Enguix, 2013a). Cuestión diferente es el hecho de que, tal vez por ese mismo carácter prototípico, al periodismo político no se le haya prestado la atención académica, docente (Enguix, 2013b) o investigadora que parecería necesaria y justificada por su peso específico en el ecosistema comunicativo.1 Consecuentemente, apenas está presente como área especializada del periodismo en los grados de Periodismo en España, hasta el punto de que es posible estudiar el grado de Periodismo en gran parte de las universidades españolas sin haber cursado materias específicas de periodismo político; paralelamente, tampoco existe la bibliografía e investigación que parecería acorde con la importancia que le otorgamos, tanto desde el punto de vista teórico como desde el de las habilidades concretas que debe tener un periodista político para enfrentarse a los complejos acontecimientos propios de esta área informativa. Las razones pueden ser varias. Desde un punto de vista teórico e investigador, hay posturas que consideran que los estudios de periodismo generalista no especializado ya han dado suficiente respuesta a la labor del periodismo político; desde un punto de vista práctico, cabe pensar que no se ha producido aún la suficiente integración del periodista político en el mundo académico. En cualquier caso, resulta plausible afirmar que es un grave error; el periodismo político, como área especializada del periodismo, requiere un nivel de especialización y un conocimiento de la realidad diferente y diferenciado del resto de áreas del periodismo. Y, además, su protagonismo es crucial para comprender mejor la dinámica de poder e institucional de nuestras sociedades.

El periodismo especializado, que cuenta con excelentes trabajos de autores como Montserrat Quesada, Carlos Elías, Francisco Esteve o Javier Fernández del Moral, ha prestado poca atención a la especialización política. Ocurre, además, que mientras que la atención a la comunicación política e institucional ha sido y es intensa –es una disciplina donde abundan la bibliografía y las actividades de intercambio de conocimiento, como los congresos y revistas–, no ocurre lo mismo con el periodismo político. Pero comunicación política y periodismo político son dos trincheras diferentes de una misma guerra, incomparables; en una, los actores institucionales, políticos y grupos de poder, intentan condicionar la opinión pública a su favor, utilizando a los medios de comunicación, entre otros. En la otra trinchera, el periodismo tiene la obligación de, justamente, auditar los mensajes de esos mismos actores para ofrecer al ciudadano una versión contrastada de lo que se le pretende decir. En medio de ambas actividades está la opinión pública, es decir, el ciudadano, nosotros.

Además, la escasa atención académica al periodismo político contrasta con la organización de las redacciones y las prioridades de los medios de comunicación, donde el periodismo político y el periodista político han constituido y constituyen el área que condiciona la propia dinámica del medio, tanto en la jerarquización temática como en la línea editorial. A lo que se suma la evidencia de que los profesionales que llevan el peso del debate interno de esas mismas redacciones, en los medios de comunicación generalistas, son los periodistas políticos. Todo, al final, responde a la lógica de la dinámica organizativa de nuestras sociedades: prestamos más atención a aquello que más necesitamos. No existe ningún acontecimiento social capaz de movilizar a tantos millones de ciudadanos como unas elecciones locales, autonómicas o generales. Ni nada provoca tantas manifestaciones en la calle como una decisión política, del tipo que sea, desde un recorte en materia educativa a la imposición de un nuevo impuesto. La política, en toda su dimensión, que nunca puede estar limitada solo a los actores institucionales, cumple la máxima de Aristóteles de que forma parte hasta de nuestra organización familiar; somos quienes somos porque decidimos priorizar nuestras relaciones con los demás. Tomamos decisiones, y entre estas está la de elegir el sistema político en el que queremos vivir. El periodismo político es la única área informativa, la única área de conocimiento público –pues el periodismo, en principio, emite sus mensajes para todo el mundo– que permite conectar a ese mismo ciudadano con la realidad, con su realidad.

Queremos abordar esta realidad, y ayudar al lector a entender no solo qué es el periodismo político –ámbito de cobertura, especialización, características, dinámicas, rutinas profesionales, fuentes, etcétera–, sino la relación que se establece entre el periodismo político y la sociedad, valorar hasta qué punto el periodismo político, paralelamente a la política, condiciona nuestra opinión, y por lo tanto, nuestra conducta. Más aún con el auge de internet y las redes sociales, a las que prestaremos especial atención por cuanto han permitido, entre otras muchas cosas, que el ciudadano tenga un papel más activo en la crítica política. De aquellas cartas al director en los periódicos tradicionales hemos pasado a los millones de mensajes instantáneos que se generan cuando un político adopta una decisión que no gusta; toda una revolución cuyas consecuencias aún no se pueden valorar en toda su dimensión.

Desde estos planteamientos generales, abordamos cuáles son los aspectos fundamentales que permiten esbozar una descripción global del periodismo político, sus condicionantes internos y externos, sus protagonistas y temas prototípicos, su especificidad profesional frente a otras áreas. Así, dedicamos los tres primeros capítulos a una caracterización por niveles que parte de la propia concepción teórica del periodismo y la noticia política (capítulo 1), después nos detenemos en las diferencias que permiten contrastar el periodismo político y la comunicación política institucional (capítulo 2) y analizamos por último cuál es la importancia del periodismo político en la calidad de la democracia de una sociedad (capítulo 3). En la segunda parte del libro nos hemos querido centrar en los aspectos más concretos de la praxis profesional, como aquellos que permiten caracterizar el periodismo político como ámbito de especialización periodística (capítulo 4) y, finalmente, los que constituyen las pautas y rutinas del oficio del periodista político (capítulo 5), con especial atención a la relación del periodista y sus fuentes, y a los cambios derivados de la digitalización (capítulo 6), una serie de elementos que se convierten en definitorios de esta profesión.

Todos los aspectos relacionados con la actividad profesional se formulan especialmente a propósito de la prensa escrita, que es el medio que valoramos como adecuado para ser referencia, si bien será fácil comprobar que muchas de las ideas expuestas resultan transferibles, con matices, al resto de medios de comunicación de masas.

Queda por subrayar que esta es una obra que nació de una necesidad personal, derivada de la docencia como profesor asociado de Periodismo Político en la titulación de Periodismo de la Universitat de València, y de la actividad profesional como periodista de La Vanguardia desde el año 1991. Tal actividad docente se ha enfrentado, durante varios años, a muchas dificultades para encontrar textos específicos publicados en España sobre esta área de conocimiento que pudieran servir de apoyo para la asignatura. Esta carencia nos condujo, en primer lugar, a elaborar trabajos previos dedicados a confrontar la importancia del periodismo político en la prensa diaria con su (escasa) atención académica en los planes de estudio de los grados europeos (Enguix, 2013a, 2013b). En segundo lugar, a desarrollar la línea investigadora iniciada en aquel trabajo con la elaboración de la presente obra, que pretende defender la importancia del periodismo político y la necesidad de profundizar tanto en los aspectos teóricos de la información política como en las habilidades necesarias para el desarrollo de este «oficio» tan apasionante. Siempre con el objetivo de que los estudiantes de periodismo puedan disponer de más y mejores materiales para su formación académica. Por ello, al fin, lo que el lector puede encontrar fundamentalmente en estas páginas es un esfuerzo doble, de revisión bibliográfica sobre el estado de la cuestión y de integración de las teorías con la realidad profesional; un esfuerzo, en definitiva, pensado en beneficio de esos estudiantes que ansían ser periodistas, muchos de ellos periodistas políticos. Y por esta razón la estructura y el enfoque del texto están pensados para ser, ante todo, un buen apoyo académico y de reflexión. Si lo hemos logrado, habrá valido la pena.

Finalmente no quiero acabar sin agradecer los consejos de Nel·lo Pellisser, Carolina Moreno, Joan Oleaque, Maite Simón, Guillermo López y Josep Lluís Gómez Mompart, profesores y amigos, a los que siempre escuché. Y también, muy especialmente, la implicación de Beatriz Gallardo Paúls, catedrática de Lingüística de la Universitat de València, por haberme guiado en el complejo y agotador camino que supone realizar una obra académica tan alejada del ejercicio del periodismo y, especialmente, de sus géneros.

 

1.La revisión bibliográfica realizada en el proceso de elaboración de este trabajo muestra dos evidencias. En primer lugar, que en el resto de países europeos sí existe una tradición de estudios específicos sobre periodismo político, más desarrollada que en nuestro país; citaremos, entre ellos, varios trabajos referidos al periodismo político francés (Charon, 2000, 2006; Légavre, 2005; Seitta, 2008; Sormany, 2011), irlandés (Rafter, 2009), alemán (Reinemann, 2004), danés (Van Dalen, 2009; Van Dalen et al., 2011) o británico (Van Dalen et al., 2009; Rafter, 2013), así como proyectos internacionales de naturaleza comparativa (Van Dalen et al., 2012; Hanitzsch et al., 2011). Y en segundo lugar, que los últimos años sí han propiciado el desarrollo de proyectos de investigación sobre el periodismo político en España, entre los que merecen mención especial los trabajos de Casero-Ripollés (2008, 2009, 2012a), así como ciertas investigaciones vinculadas parcialmente a estos proyectos internacionales (por ejemplo, Berganza et al., 2010; Rodríguez-Polo y Santillán Buelna, 2012; Martínez Nicolás y Saperas, 2011).

Capítulo 1

Caracterización del periodismo político

Según señalan Neveu y Kuhn (2002), la tradición de estudios sobre comunicación política desarrollada durante el siglo XX ofrecía algunos puntos ciegos cuya resolución exige otorgar un papel central, en la investigación, al periodismo político: «volver a situar el periodismo y a los periodistas en el centro del proceso de comunicación política» (Neveu y Kuhn, 2002: 5). Entre tales puntos ciegos destacaban tres especialmente importantes: la falta de estudios históricos y comparados, la falta de estudios sobre las relaciones entre periodismo político y otras especializaciones y la falta de estudios sobre el concepto de política desarrollado en los medios. Estos autores señalan que ningún otro tipo de periodismo ha sido objeto de tanta investigación, algo que puede comprobarse a partir de cualquier búsqueda bibliográfica (Neveu y Kuhn, 2002: 3). Pero añaden que esta vasta bibliografía contiene carencias sorprendentes, por ejemplo con respecto a los enfoques comparativos e históricos. Subrayan, al respecto, tres puntos clave. En primer lugar, hay una ausencia de análisis históricos a largo plazo. Añaden que si bien hay algunos estudios notables sobre periodismo en las décadas de 1900 o 1960, «hay pocos libros que […] ofrezcan una perspectiva amplia sobre el desarrollo del periodismo político a lo largo del tiempo». En segundo lugar, afirman que ha habido poca investigación centrada en las particularidades del periodismo político respecto a otras especializaciones, como la cobertura de deportes, sociedad o sucesos. Por último, indican una carencia específica de análisis sobre la cobertura política propiamente dicha, puesto que hay relativamente pocos estudios que analicen cuál es la naturaleza concreta de las cuestiones tratadas en las secciones de «Política» de los medios de comunicación.

También el monográfico de Esser, Strömbäck y de Vreese (2012) supone un intento de salir al paso de algunos de estos puntos ciegos en las bases teóricas de la investigación sobre periodismo político, especialmente los derivados de cierta imprecisión conceptual que dificulta el desarrollo de estudios similares a los de otras áreas de investigación comunicativa:

La investigación sobre el periodismo de noticias políticas afronta serios desafíos relacionados con una falta de claridad conceptual, así como de intercomparabilidad entre los estudios y de una acumulación de resultados insuficientes. […] Creemos que esta situación es muy lamentable, y que la investigación sobre el contenido de las noticias tiene mucho que aprender de otros campos donde la normalización de las variables clave ha avanzado más (Esser, Strömbäck y de Vreese, 2012: 140).

Como se ha señalado en la introducción, deseamos contribuir a cubrir, en la medida de lo posible, algunos de esos puntos ciegos descritos en la bibliografía sobre periodismo político; para ello presentaremos una visión que pueda integrar en un mismo enfoque las aportaciones de la investigación sobre comunicación mediática y la realidad de la praxis profesional. Los temas que abordamos son absolutamente amplios y complejos, por lo que cada uno de ellos sería susceptible de una monografía específica; sin embargo, nuestra idea principal es recoger las aportaciones esenciales de la investigación en teoría de la comunicación, casi todas bien conocidas y disponibles para el lector en la bibliografía sobre el tema, y combinarlas con el oficio periodístico; es decir, unir a la visión teórica la praxis profesional como manera de alcanzar nuestro objetivo. Para empezar, resulta imprescindible clarificar los conceptos fundamentales de periodismo político y noticia política.

1. El periodismo político

¿Qué es el periodismo político? La pregunta es fundamental, pues de su definición, que ha de contemplar tanto una reflexión teórica de la cuestión como una observación de la praxis profesional, debe derivarse su defensa como área especializada del periodismo. Y aunque parezca, como mínimo, extraño, apenas ha habido hasta el momento claros esfuerzos por acotar esa misma definición. Giró (2010: 80) es, probablemente, uno de los autores que mejor ha establecido una descripción adecuada de la acción del periodismo político, cuando afirma que este es entendido como aquel que se ocupa de la política, es decir, de la actividad desplegada desde y alrededor del poder, abarcando por tanto todas las áreas informativas de la sociedad, «porque en todas hay alguna forma de ejercicio de poder. Dicho de otra forma, todo periodismo sería o es político».

Esta primera definición es, objetivamente, imprecisa. Lo reconoce el propio Giró cuando la califica de «omnicomprensiva pero poco funcional para tratar sobre la actividad de los y las periodistas que cubren a los actores que habitualmente conocemos como políticos». Y argumenta, en este contexto, la necesidad de conjugar esta visión general con una especificidad definitoria, que se relaciona con los protagonistas de los temas tratados, básicamente los representantes, los partidos y las instituciones políticas. El objeto específico de atención se convierte, así, en elemento fundamental.

Entenderemos por periodismo político el que se ocupa de la acción de los gobiernos y de los grupos opositores, ya sean partido u otro tipo de organizaciones. Queda incluida la interacción de los partidos entre sí y con grupos o movimientos sociales no estrictamente políticos y, en congruencia, también la actividad parlamentaria y la movilización en la calle (Giró, 2010: 80-81).

Giró amplía su definición inicial aumentando los campos de acción o cobertura del periodismo político que, como señala, alcanzarían no solo a las instituciones y a los partidos políticos, sino también a grupos y colectivos «no estrictamente políticos»; el periodismo político asume la cobertura de todos estos actores en situaciones de conflicto, concepto sociológico ya manejado por Borrat (1989b: 68) en su caracterización del periódico como actor del sistema político. Héctor Borrat argumenta que el periódico pasa a ser visto así como sujeto de relaciones bi- y multilaterales, muy diversas pero relevantes para su mejor identificación como actor social y como medio de comunicación de masas: «al mismo tiempo que reafirma sus señas de identidad, […] presenta otras que lo perfilan como participante de conflictos políticos, a título de parte principal o de tercero involucrado», añade el autor.

En esta misma línea, Giró (2010: 81) cita a Wolfsfeld y su teoría sobre el conflicto, habitualmente usada en la descripción del periodismo, definiéndolo como «la disputa pública entre dos o más antagonistas sobre la influencia o el control del poder político». Diferentes autores han subrayado la centralidad del conflicto, la discrepancia y los enfrentamientos legítimos, tanto en la política como en su tratamiento mediático, de tal manera que la batalla por captar la propia atención de los medios pasa a convertirse en una parte integral de los conflictos políticos que tienen lugar en los entornos institucionales (Van Dalen, 2012: 33).

Giró, conocedor de la praxis del periodista profesional y consciente de la necesidad de establecer el ámbito de especialización del periodista político, amplía su propia definición para incluir el ámbito de acción del informador, y puntualiza como obligaciones del profesional del periodismo político la cobertura de los siguientes elementos: las apariciones y comparecencias públicas, las campañas, las elecciones, los debates –parlamentarios incluidos– y las tareas que realizan los gobiernos, así como también las críticas y las acciones de los grupos opositores (Giró, 2010: 81).

Similar postura adopta Casero-Ripollés (2012b:19) al acotar temáticamente el periodismo político como aquel referido a la actividad de los gobiernos, los partidos y las organizaciones políticas, «y todos aquellos aconte cimientos que estén relacionados con la res publica», incluyendo entre ellos acciones no necesariamente protagonizadas por actores institucionales, como pueden ser las protestas, las manifestaciones y otras acciones de colectivos sociales y civiles. Como ejemplos se pueden citar el activismo social y la movilización protagonizados por colectivos que, como el 15-M o Stop Desahucios, han condicionado de manera significativa el debate político en España entre los años 2010 y 2014.

La reflexión de Giró es compatible con la inclusión del periodismo político en el periodismo especializado, pero también con la realidad del ejercicio profesional, es decir, con el trabajo de un periodista en un diario. Pero creemos que su definición aún puede acotarse más, porque si bien es cierto que el periodista político da cobertura con su trabajo al conflicto que se genera entre las instituciones políticas y sus actores, no es menos cierto que muchos de los acontecimientos que se enmarcan en estas instituciones o actores no serán cubiertos por un periodista político, sino por informadores de otras secciones de un diario. Barnett y Gaber (2001: 33) describen también una situación de similar indefinición en el Reino Unido al destacar que el término periodista político es, de hecho, una descripción muy genérica de todos aquellos cuyo trabajo consiste en la escritura e información sobre política. Según estos autores, a efectos de analizar bien el proceso de producción de las noticias políticas es importante comprender claramente las diferencias entre distintas figuras profesionales, como son los periodistas parlamentarios, los corresponsales políticos, los columnistas políticos, etc.

Para desarrollar esta idea es necesario diferenciar qué debe entenderse por información política frente a lo que no lo es; por tanto, resulta imprescindible la definición del propio concepto de noticia política. Y este aspecto es fundamental porque, como veremos a continuación, no se trata de una discusión exclusiva del ámbito teórico sino que se produce también en las redacciones de los medios de comunicación, principalmente en los periódicos, cuando se presta atención a acontecimientos cuyo carácter fronterizo en distintas áreas temáticas (política, economía, sociedad, etcétera) permitiría ubicarlos, una vez transformados en noticia, en diferentes secciones. Cuestión esta que provoca no pocas tensiones en las redacciones.

2. La noticia política

Antes de profundizar en este tema, resulta interesante recordar algunas nociones teóricas generales que ya resultan clásicas y que deben ser tenidas en cuenta, relativas al acontecimiento, la noticia y la información. Si asumimos, como señala Rodrigo Alsina (2005), que «la producción de la noticia es un proceso complejo que se inicia con un acontecimiento», es necesario tener en cuenta que cada acontecimiento, como fenómeno social, tendrá diferente consideración en cada sistema cultural; y son estos mismos sistemas culturales los que determinarán también cuáles deben pasar desapercibidos. En este sentido, Rodrigo Alsina señalaba las aportaciones de Sierra (1984: 197), quien apunta la específica naturaleza de los acontecimientos sociales susceptibles de convertirse en noticia:

Se puede entender como acontecimientos sociales los hechos de trascendencia social que acaecen en un momento determinado del tiempo. Se diferencian, pues, de los acontecimientos en general en la necesidad de que presenten una trascendencia social.

Rodrigo Alsina reconoce la dificultad de definir qué se entiende por trascendencia social, y apunta que puede ser debida a diversos factores, entre los que destaca el sujeto protagonista del acontecimiento o el propio objeto del desarrollo del acontecimiento (2005).

Por su parte, Fontcuberta (1993: 19) advierte que el acontecimiento se ha definido tradicionalmente a partir de dos características: a) es todo lo que sucede en el tiempo, y b) es todo lo improbable, singular, accidental. No obstante, tampoco debe confundirse el acontecimiento con el suceso, como bien señala Rodrigo Alsina (2005), ya que mientras el primero se define por la importancia del mensaje, lo propio del suceso es referirse a ciertas convenciones sociales que se ven vulneradas, es decir, a cierta ruptura de lo que cabría considerar «la lógica de lo cotidiano».

A fin de diferenciar el simple acontecimiento de la noticia, Rodrigo Alsina señala la necesidad de establecer el punto de referencia de la interpretación contextualizada: «Lo que es noticia para un sistema puede ser acontecimiento para otro», insiste. Se puede añadir incluso que las mismas sociedades pueden variar su percepción de lo que es un acontecimiento y de lo que es una noticia según su propia evolución en valores, legislación, permisividad respecto a ciertos actos, etcétera. Sería el caso, por ejemplo en España, de la violencia de género: hace veinte años, como acontecimiento, como hecho que ocurría, rara vez era noticia o, en el mejor de los casos, nunca provocaba debate social, y menos aún entre los poderes políticos. Hoy, bien al contrario, cualquier caso de violencia de género es susceptible de convertirse en noticia destacada en todos los medios de comunicación de España, y es prioridad en la agenda tanto de las instituciones políticas como de los partidos políticos.

Como conclusión, Rodrigo Alsina (2005) propone una diferenciación que asume planteamientos básicamente comunicativos y que no atiende a los protagonistas de los hechos ni a sus objetivos, sino que se centra en los sujetos del hecho informativo: «podríamos diferenciar el acontecimiento de la noticia señalando que el acontecimiento es un mensaje recibido mientras que la noticia es un mensaje emitido». Esto es importante porque supone introducir en la definición el dinamismo y la temporalidad propios del hecho periodístico.

De entre todos los acontecimientos, los periodistas y los medios de comunicación seleccionan (gatekeeping), con multitud de criterios y según las distintas sociedades y dinámicas culturales, aquellos que pueden ser susceptibles de convertirse en noticia. Charron ha señalado la estabilidad de estos criterios y dinámicas. Así, señala que las primeras investigaciones empíricas sobre la selección de las noticias consideraban la subjetividad y las intenciones comunicativas de los periodistas-seleccionadores (gatekeepers) como los principales factores determinantes de la selección (Charron, 2000: 11). Sin embargo, desde los años setenta esta hipótesis ha sido anulada, añade, porque los estudios empíricos han demostrado que las prácticas de selección de las noticias varían relativamente poco de una empresa mediática a otra. Según Charron, la selección de noticias obedece a criterios que pueden considerarse relativamente estables, y que convierten el resultado de la selección en altamente previsible.

Böckelmann (1983: 65) razona algunos de estos criterios para la selección de acontecimientos, entre los que destaca «los síntomas del ejercicio del poder y su representación». Este proceso de selección es en sí mismo constitutivo y definitorio de la actividad periodística, y nos enfrenta a uno de los temas más tratados en la investigación: la parcialidad o sesgo (bias) del informador, que se produce voluntaria o involuntariamente. En palabras de Cook (1998: 87) las noticias son necesariamente selectivas, sin que ello suponga necesariamente un sesgo de parcialidad: «Los periodistas solo pueden atender a ciertos acontecimientos posibles. Una vez sus ideas son vendidas y elaboradas, la muestra se reduce aún más».