¡Pesadillas! La canción de cuna perdida - Jason Segel - E-Book

¡Pesadillas! La canción de cuna perdida E-Book

Jason Segel

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¿Creíste que las pesadillas habían terminado?, ¡Pues será mejor que dejes las luces encendidas, porque la tercera entrega de la hilarante y terrorífica trilogía de Jason Segel y Kirsten Miller ya está aquí! Charlie Laird tiene un mal presentimiento. Para empezar, una chica de porte enigmático —y definitivamente familiar— se ha presentado en la Escuela Primaria de Cypress Creek; luego, ha comenzado a escuchar extraños ruidos muy tarde, en la noche, cosa que nunca es buena señal; y finalmente, las pesadillas han vuelto, ¡y están más locas que nunca!: cada vez que visita Mundo Tenebroso, una horrenda oveja negra está ahí, esperándolo… ¿Será que Charlie está atrapado en las pesadillas de alguien más? Eso, él, no lo sabe, lo único de lo que está convencido es que ICK e INK son responsables.

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Ron Daly sobrevivió al bombardeo de Glasgow cuando era niño. Sus historias de Britania en tiempo de guerra ayudaron a inspirar este libro. Su vida inspiró a todos los que lo conocieron.

Prólogo

Se inclinó y miró a través del ojo de la cerradura. Del otro lado de la puerta había un pasillo débilmente iluminado. No podía llegar ahí, pero sabía exactamente en dónde estaba: el segundo piso de+ una mansión púrpura en un pueblo llamado Cypress Creek. Tres puertas a lo largo del pasillo conducían a las habitaciones, y había cuatro personas dormidas dentro. Había estado observándolos durante toda la noche a través del ojo de la cerradura, a los dos chicos y a sus padres. Y decidiendo qué haría con ellos cuando llegara al otro lado.

Intentó abrir la puerta por milésima vez. La perilla giró, pero la puerta no se movió. No estaba cerrada con llave, estaba bloqueada. Sabía que era a ella a quien intentaban mantener fuera; no había duda al respecto. La gente que vivía en la mansión púrpura le había dejado una carta.

La rabia estalló como una hoguera en su interior. Apretó los ojos y los puños, clavando las uñas en las palmas de las manos. Tenía que encontrar una manera de controlar esto. Un movimiento equivocado y la familia quemaría la torre, con lo que su secreto sería destruido y ella quedaría varada. Sólo tenía una opción: esperar. Tarde o temprano, su hermana gemela la encontraría.

Finalmente, dejó su posición tras el ojo de la cerradura y subió las escaleras de regreso a la torre. Los dueños de la mansión habían tapiado las ventanas, pero la luz de la luna se las arreglaba para colarse a hurtadillas. El portal por el que ella había pasado todavía estaba abierto. Mundo Tenebroso, la tierra de las pesadillas, estaba más allá. Ella había estado pasando de un lado a otro, entre los dos reinos, por décadas. Ahora los inquilinos actuales estaban intentando detenerla. Nunca había imaginado que personas como ellos pudieran reunir el poder necesario, pero ya habían logrado frustrar su último gran plan.

El único mueble en la torre era un enorme escritorio de roble. Ellos lo abandonaron cuando limpiaron la habitación. Debe haber sido demasiado voluminoso para bajarlo por las escaleras. Se trepó a él y se acostó bajo la luz de la luna. Luego sacó la carta que se encontraba esperando por ella cuando llegó. Estaba demasiado oscuro en la torre para que un humano ordinario pudiera leer, pero largo tiempo había pasado desde que ella dejó de ser ordinaria.

Querida ICK,

Somos los guardianes de este portal y sabemos que compartes nuestro poder para pasar a través de él. No podemos impedir que visites Mundo Despierto, pero podemos evitar que salgas de esta habitación. Si lo intentas, quemaremos la torre y todo lo que contiene. El portal será destruido y nunca volverás a ver a tu hermana.

Con suerte, las autoridades de Mundo Tenebroso te encontrarán y te castigarán por los horribles crímenes que has cometido. Hasta que eso suceda, mantente alejada de nuestros sueños.

Charlotte, Charlie y Jack Laird

Charlotte, Charlie y Jack Laird. Repetía los nombres en su cabeza. Pertenecían a los dos niños y a la niña que había crecido. Qué interesante que sólo tres personas la hubieran firmado, cuando cuatro vivían en esa casa.

ICK estaba casi segura de saber lo que eso significaba, una oportunidad. Tres de las personas de la planta baja sabían de su existencia, pero la cuarta no.

CAPÍTULO UNO

Las bestias

Justo al final del pasillo, tras una extraña puerta repleta de cerraduras, Charlie Laird se retorcía en sus sueños. Esa noche, cuando cerró los ojos, deseó visitar el Reino de los Sueños. Pero no terminó allí.

Charlie no sabía en dónde estaba. No podía ver. Estaba más oscuro que cualquier lugar en el que hubiera estado.

—No te asustes —se ordenó a sí mismo—. Recuerda que eres un profesional en estas cosas.

Estiró un brazo y pasó los dedos por la oscuridad. Sólo sintió el viento presionando su palma. Dio un paso adelante y su pie desnudo produjo un sonido húmedo y fuerte, como un sorbido, cuando lo arrancó del suelo pantanoso. Estaba afuera, eso era un hecho. Dio algunos pasos más y luego se detuvo y olisqueó el aire. La cálida brisa que lo abrazaba le llevó el hedor del estiércol. Charlie esperó que no proviniera del fango que había aplastado entre los dedos de sus pies. Se las estaba arreglando para controlar su miedo, pero no podía evitar sentirse completamente asqueado.

Ansioso por continuar, levantó una pierna. Luego se quedó congelado con su pie todavía en el aire. Creyó haber escuchado algo. No mucho, sólo un suave gruñido, como si alguien estuviera aclarándose la garganta cerca.

Totalmente ciego, Charlie giró en la oscuridad, escuchando atentamente hacia el origen del sonido.

—¿Hola? —llamó—. ¿Hay alguien ahí?

Dejó de moverse y contuvo el aliento, esperando —y temiendo— una respuesta. Un trueno retumbó en la distancia y el viento sopló con fuerza. No sólo estaba en el exterior, también había una tormenta dirigiéndose hacia él.

Pasaron algunos segundos y nadie respondió. Pero algo se movió. Charlie escuchó un chapoteo ligero: un paso. Se mantuvo absolutamente quieto y escuchó un segundo paso, seguido instantes después por un tercero y luego un cuarto. La criatura en la oscuridad se movía lentamente, pero parecía saber hacia dónde se dirigía: en línea recta hacia Charlie.

—Esto es sólo una pesadilla —murmuró para sí.

Había pasado tiempo desde la última vez que había necesitado reconfortarse de esa manera. Sabía cómo funcionaban las pesadillas y cómo vencerlas. Pero había algo en verdad diferente en este sueño.

La criatura estaba tan cerca ahora que Charlie podía olerla. Apestaba como un retrete repleto de asquerosos suéteres viejos. Las piernas de Charlie se crisparon cuando la cosa se acercó. Desesperadamente quería salir corriendo, pero lo peor que puedes hacer es huir de una pesadilla. Da lo mismo qué tan rápido corras, te perseguirá siempre. Así que no importaba qué tan asustado estuviera, Charlie no tenía más opción que mantenerse firme.

—¿Qué eres y qué quieres? —demandó, esperando sonar mucho más valiente de lo que se sentía.

Charlie escuchó los dientes de la bestia triturando rítmicamente. Cuando se preguntó qué estaría masticando, un millón de imágenes horribles comenzaron a aparecer, una tras otra, en su cerebro. Luego escuchó algo que hizo que todo lo demás se detuviera.

Era una canción que provenía de algún lugar lejano. Una dulce voz femenina tarareaba una canción de cuna, una que Charlie conocía bien. Su propia madre se la había cantado años antes, cuando él era pequeño y ella todavía estaba viva.

—¿Mamá? —gritó Charlie mientras su esperanza crecía—. Mamá, ¿eres tú? ¿Estás ahí?

La mujer seguía tatareando pacíficamente, como si no lo hubiera escuchado.

—¡Está oscuro! ¡No puedo verte! —Charlie lo intentó de nuevo—. ¿Me puedes encontrar? ¿Puedes ayudarme?

Su pregunta fue respondida con un torrente de lluvia. La tormenta ahogó la canción y aplastó las esperanzas de Charlie, justo cuando sentía que una enorme bestia lo rozaba. Gritó y se tambaleó hacia atrás, hasta caer con un plaf sobre el fango.

Charlie levantó los brazos para prepararse para un ataque, y su boca se abrió ampliamente para gritar. Ahora que estaba abajo, no había manera de saber qué haría la criatura. Entonces un rayo iluminó el cielo, y vio que la bestia que lo acechaba estaba lejos de encontrarse sola. Había decenas de criaturas idénticas rondando por encima de él, masticando al unísono mientras él forcejeaba atrapado en el fango. Cada bestia tenía más de un metro de altura y era casi igual de ancha, con piel negro azabache y ojos de ámbar que resplandecían en la luz.

Charlie se dio cuenta de que eran ovejas. Ovejas negras, justo como las de la canción.

Charlie se sentó muy derecho en su cama. Su pecho subía y bajaba agitado y su corazón latía con fuerza. Tanto las cobijas como su pijama estaban empapadas de sudor. Nunca había experimentado una pesadilla como ésa.

Y mientras su corazón se calmaba y él recuperaba el aliento, se dio cuenta de por qué todo había sido tan extraño. La pesadilla no era suya. Estaba absolutamente seguro de que había estado dentro del peor sueño de otra persona. Y quienquiera que fuera el soñador, él o ella estaba verdaderamente atemorizado.

CAPÍTULO DOS

La chica nueva

Charlie sintió sus párpados cada vez más pesados. Se había despertado a las cuatro de la madrugada, y no había podido volver a dormir. Nunca antes había pensado en ovejas, pero ahora parecía estar obsesionado con ellas. Habían transcurrido ocho horas y ya era casi mediodía. Charlie estaba en medio de la misión de vigilancia más importante en sus doce años de vida. Y aún no lograba sacar esas malolientes bestias de su cabeza.

Echó un vistazo a través del hueco que había abierto entre algunos libros en una repisa cercana. La chica a la que estaba mirando seguía allí. Tenía acaparada una de las computadoras de la biblioteca desde hacía cuarenta y cinco minutos, pero nadie se atrevía a molestarla. Cuando ella se sentó en la terminal, el corazón de Charlie se aceleró. Él ni siquiera podía imaginar qué estaría buscando una supervillana de la vida real como India Kessog. ¿Dónde encontrar explosivos a precios de ganga? ¿Cómo criar ratas que coman humanos? ¿Venenos que se mezclan bien con la cátsup de la cafetería? Pero resultó que la chica no estaba interesada en investigar. Le había llevado veinte minutos descubrir cómo usar el ratón de la computadora, y después de eso se había dedicado a ver caricaturas. Ni siquiera de ésas increíblemente extrañas. Ella se estaba riendo con los programas que sólo los más pequeños disfrutaban ver.

Entonces sonó el timbre y la chica se levantó y alisó su anticuado atuendo. Parece algún tipo de uniforme, pensó Charlie. Debajo de un delantal azul marino, llevaba una blusa blanca con un lazo rojo que sobresalía del cuello.

Cuando ella empujó su silla debajo de la mesa, nadie más se movió. Incluso tratándose de una biblioteca, el lugar estaba extrañamente silencioso. Había dos docenas de niños cerca, pero ninguno hablaba. Todos los ojos estaban fijos en la chica. No estaban boquiabiertos porque encontraran su aspecto inusual, la miraban horrorizados. Todos habían visto a India Kessog antes, pero no en la Escuela Primaria de Cypress Creek.

O la chica no se daba cuenta o no le importaba. Después de que sonó la campana, recogió sus cosas y brincoteó con alegría hacia la puerta. Los otros niños sabiamente permanecieron quietos, pero Charlie la siguió con cautela.

Mientras caminaba por el pasillo principal de la escuela, India nunca dejó de girar la cabeza a un lado y otro. Era obvio que estaba asimilando todo. Se detuvo para reírse de una máquina expendedora que vendía botellas de agua por un dólar. Unos cuantos pasos más adelante arrebató un candado púrpura de la temblorosa mano de un chico y lo estudió como si fuera una especie de extraña joya. La chica estaba reuniendo información, concluyó Charlie. Si sólo supiera lo que planeaba hacer con ella.

Las multitudes se separaban mientras India se abría camino a través de la escuela. Con los ojos muy abiertos, los chicos presionaban sus espaldas contra las paredes. Otros se ocultaron en las aulas cercanas, y Charlie vio a un niño de séptimo grado meterse dentro de un casillero. No culpaba a sus compañeros por mostrarse completamente petrificados. Su peor pesadilla había cobrado vida y estaba caminando por los pasillos de la escuela.

Charlie se puso en cuclillas detrás del carro de un conserje cuando India se detuvo para contemplar maravillada el reloj digital en la pared. Acababa de llegar el mediodía. Era difícil creer que sólo cuatro horas habían pasado desde que Charlie comenzara el octavo grado. El primer día de escuela ya parecía destinado a convertirse en el más largo de su vida.

Y eso es una lástima, pensó Charlie entristecido, porque sin contar la falta de sueño, todo había tenido un inicio maravilloso. Su madrastra, Charlotte, había preparado panqueques ordinarios para el desayuno. De color dorado y deliciosos, no contenían una sola pizca de col rizada. Luego, el pequeño hermano de Charlie, Jack, manifestó que había superado su etapa de creerse Capitán América y finalmente había ido a la escuela vestido como un ser humano normal. Y en el camino en auto a la Escuela Primaria de Cypress Creek, el padre de Charlie, Andrew Laird, los había hecho reír a carcajadas con una historia sobre su primer día en octavo grado, cuando la costura de sus pantalones nuevos reventó frente a la chica más linda de la escuela al inclinarse frente al bebedero.

Cuando Charlie se sentó en su asiento, su estado de ánimo no podía ser mejor. Y entonces todo se arruinó. Oyó una dulce voz con acento inglés procedente de una chica sentada al frente del aula. Ella era nueva en la escuela, dijo a sus compañeros, y su nombre era India Kessog. Pero no importaba cómo se llamara a sí misma esa criatura. Charlie siempre la conocería como INK.

India Nell Kessog (INK) y su hermana, Isabel Cordelia Kessog (ICK), parecían un par de ordinarias gemelas de doce años. Pero gracias a una fotografía en blanco y negro de las chicas, tomada en 1939, Charlie sabía que no habían envejecido un día en casi ochenta años. En algún momento, las chicas simplemente habían dejado de crecer. Charlie no tenía idea de cómo habían logrado semejante hazaña, pero sospechaba que tenía algo que ver con el desolado faro donde ICK e INK habían residido durante casi un siglo. Ubicada en una triste y devastada playa en Maine, la casa de las gemelas guardaba un poderoso secreto. Justo como la mansión púrpura de Charlie, el faro guarecía un portal que conducía a la tierra de las pesadillas.

Charlie siempre había creído que él, Jack y su madrastra eran los únicos humanos que podían transitar entre Mundo Despierto y Mundo Tenebroso. Pero después descubrió que ICK e INK habían estado viajando entre los dos mundos durante décadas. Tal vez las gemelas habían sido niñas normales cuando empezaron a hacer los viajes, pero el tiempo que habían pasado en Mundo Tenebroso debió haberlas cambiado. Después de que dejaron de envejecer, ICK e INK comenzaron a conspirar contra la humanidad. Justo el verano pasado, las chicas habían trazado un plan asombrosamente malvado. Uniendo fuerzas con los duendes de Mundo Tenebroso, habían inventado el Tónico de la Tranquilidad, una poción con el poder de impedir que los seres humanos soñaran, convirtiéndolos en Caminantes zombiescos.

Nadie podía entender por qué ICK e INK habían elegido el pueblo vecino de Orville Falls como el primer lugar en la Tierra para comerciar su tónico. Pero una vez que la vil poción tuvo a la gente de Orville Falls babeando y arrastrándose como muertos vivientes, las gemelas habían girado su atención al cercano Cypress Creek. Comenzaron a aparecer en las pesadillas de los compañeros de escuela y vecinos de Charlie, y tan pronto como los residentes del pueblo estuvieron demasiado asustados para dormir, ICK e INK abrieron una tienda en la calle principal de Cypress Creek y anunciaron su tónico como la cura para los malos sueños.

El tónico funcionaba tal como se había prometido. Pero evitaba más que sólo pesadillas: también impedía los sueños buenos. Y cuando la gente deja de soñar, cosas malas comienzan a suceder. Sin sueños con que alimentarse, Mundo Tenebroso comenzó a desaparecer y una nube de Nada amenazó con tragar el Reino de los Sueños.

Si no hubiera dejado de venderse el Tónico de la Tranquilidad, tres mundos enteros podrían haber colapsado. Charlie y sus amigos habían logrado evitar ese desastre, pero ICK e INK seguían libres. Un fuego que INK inició había destruido el faro de las gemelas y había dejado a las hermanas varadas en lados opuestos del portal. ICK todavía estaba en Mundo Tenebroso, pero Charlie y sus amigos habían perdido la pista de INK. Después del incendio, había desaparecido dentro de Mundo Despierto.

Charlie siempre había sabido que tendrían que encontrar a INK algún día. Ahora él y sus amigos no tenían que buscar más. Una de las villanas que casi había destruido tres mundos había caminado directo a ellos.

En la Escuela Primaria de Cypress Creek, INK se había puesto en marcha otra vez. Charlie se deslizó fuera del carro del conserje. El timbre sonó y el pasillo comenzó a despejarse. Era la hora del almuerzo de Charlie, así que no tenía prisa. No iba a perder de vista a India Kessog. La seguiría durante horas hasta que supiera qué estaba tramando. Donde quiera que INK fuera, él se mantendría justo detrás de ella.

Entonces una puerta se abrió y cerró, e INK desapareció. Charlie se detuvo. Él seguiría a INK a donde fuera… exceptuando el baño de las niñas. Charlie miró la puerta con su icono de falda y consideró patearla, frustrado. ¿Debería seguir a INK adentro? No había manera de saber qué tipo de problemas podía estar maquinando. Pero ¿qué pasaría si había niñas inocentes ahí, haciendo… cosas de niñas? Charlie había enfrentado algunas cosas aterradoras durante el año anterior, pero le preocupaba que hubiera algunas imágenes de las que ni siquiera él pudiera recuperarse nunca. Comprobó a su izquierda y luego a su derecha. No parecía haber gente en el pasillo. Extendió la mano para abrir la puerta y un chillido horrible estalló a través de la grieta. No era el tipo de ruido que suelen hacer las cuerdas vocales humanas. Sonaba más como una bestia aterrorizada.

Apartó la mano de la puerta, y una fracción de segundo después, un chico salió del baño de las niñas. Charlie reconoció inmediatamente a Ollie Tobias. Como siempre, el acomodo del cabello rubio de Ollie era perfecto, llevaba un acicalado moño alrededor del cuello y tirantes. Pero su rostro era del color del pegamento Elmer, y su ropa y sus dedos estaban salpicados de lo que parecía ser sangre roja brillante.

—¡Ollie! —jadeó Charlie.

—¡Charlie! —Ollie tomó la camisa de Charlie y se aferró a ella, la tela se torció entre sus puños—. ¡La vi! A la de mis pesadillas. Está aquí, Charlie. ¡Está aquí!

Ollie Tobias había sido uno de los primeros niños en Cypress Creek en ser acosado por ICK e INK en sus sueños. Había tomado el tónico para deshacerse de las pesadillas, pero las cosas no habían ido bien para él en absoluto. Era inmune al Tónico de la Tranquilidad. Y resultó que la inmunidad de Ollie era la pista que Charlie necesitaba para triunfar. Al averiguar lo que protegía a Ollie, Charlie y sus amigos habían descubierto el antídoto para el Tónico de la Tranquilidad y habían salvado a cada una de las víctimas de ICK e INK.

Charlie desprendió los puños de Ollie de su camisa y trató de ver mejor las heridas del niño.

—¡Lo sé! La vi también. ¿Qué te hizo ahí adentro? —suponía que INK era peligrosa, pero no había esperado que atacara a alguien así.

—¿Qué? —preguntó Ollie, todavía jadeando. Siguió los ojos de Charlie hasta las manchas rojizas en su piel y ropa, y esbozó una sonrisa traviesa—. Ah, eso es sólo esmalte de uñas.

—¿Esmalte de uñas? —preguntó Charlie.

—Sí —Ollie hizo un gesto hacia el baño de las niñas—. Estaba haciendo algunas mejoras para las damas.

Por un momento, Charlie habría dado casi cualquier cosa por ver lo que Ollie Tobias había estado pintando en el baño de las niñas. Ollie no sólo era el delincuente más notorio del colegio, también poseía impresionantes habilidades como decorador. Pero no había tiempo para apreciar las hazañas artísticas de Ollie. Charlie tomó del brazo al chico y lo arrastró al salón vacío de ciencias, al otro lado del pasillo. Era hora de pedir refuerzos.

—Dame tu teléfono —dijo a Ollie.

—Los teléfonos no están permitidos en la Escuela Primaria de Cypress Creek —dijo Ollie con un perfecto rostro serio. Tratándose de alguien que había estado a punto de orinar sus pantalones por el terror unos segundos antes, era impresionante la velocidad con la que había recuperado su sentido del humor.

Charlie tendió la mano en respuesta.

Ollie sonrió.

—¿Preferirías usar mi teléfono o una línea segura? —preguntó el chico.

—¿Línea segura? —preguntó Charlie.

—Tssss —Ollie puso los ojos en blanco—. ¿Y dices que vas en octavo grado? —dijo, golpeando un teléfono inteligente en la palma abierta de Charlie.

Charlie tecleó diez dígitos.

—¿Llamando a Paige Bretter? —bromeó Ollie—. ¿Qué estoy preguntando? Por supuesto que sí, ella es la única niña con un teléfono aquí. Le dan permiso porque su mamá siempre está enferma. Y mira eso… sabes su número de memoria. Ya nadie recuerda el número de nadie. A menos que estén enamorados…

Charlie ya se había acostumbrado a que la gente bromeara al respecto, pero eso no lo hacía menos molesto.

—Paige ha sido una de mis mejores amigas desde el jardín de niños —dijo.

—Ohh, eso es muy dulce. Sus nietos van a adorar esa historia —dijo Ollie con un cacareo.

—Cállate, Ollie, a menos que quieras pasar el tiempo con tu nueva amiga en el baño. Apuesto a que ella pensará que todas tus bromas son divertidas —dijo Charlie, volviendo la espalda al chico. No quería que Ollie viera su rostro encendido.

Paige respondió de inmediato y su voz era un murmullo frenético.

—¡Charlie! ¿Dónde has estado? Estamos en el comedor, y hemos estado buscándote. ¿Ya viste a la nueva chica?

—Está en el baño de las niñas del primer piso —dijo Charlie—. Trae a Alfie y Rocco, nos veremos en el pasillo. Necesitamos hablar con ella.

CAPÍTULO TRES

Desaparecida

Cuando Charlie vio a sus amigos girar en la esquina del pasillo, exhaló un profundo suspiro de alivio. Los refuerzos habían llegado, y eran capaces de patear más de un trasero. Rocco Marquez, el atleta estrella de la escuela, era el segundo niño más alto del octavo grado, por lo menos treinta centímetros más que la delicada rubia Paige Bretter, que tenía una personalidad gigante que compensaba con creces su falta de estatura. Como de costumbre, Alfie Bluenthal lucía una de sus ñoñásticas playeras científicas, en donde se veía un diamante de caricatura con el ceño fruncido en su rostro por encima de la línea BAJO PRESIÓN. Podía tratarse del menos atlético del grupo, pero cada que había un problema que resolver, Alfie y su impresionante cerebro podían encargarse.

Alfie, Paige y Rocco habían sido los mejores amigos de Charlie desde el jardín de niños. Eran inteligentes, valientes e ingeniosos, justo el tipo de personas que se necesitan en una crisis. Y eso resultaba ser extremadamente conveniente. Durante los últimos seis meses, las crisis se habían vuelto bastante comunes en Cypress Creek.

—Aquí estamos. ¿Cuál es el plan? —intervino Paige.

—INK sigue adentro —dijo Charlie, señalando la puerta del baño de las niñas—. Vamos.

Los ojos de Alfie salieron de órbita y su mandíbula cayó.

—¿Ahí? —preguntó nervioso.

—Es un baño, Bluenthal —dijo Paige con enfado—, justo igual al tuyo, pero mucho más limpio.

—También es más bonito —añadió Ollie, mostrando las manchas de esmalte de uñas de su ropa—. Estuve trabajando en ello toda la mañana.

Rocco le dio a Ollie una palmada en la espalda. No parecía estar nervioso en absoluto.

—¿Una oportunidad para ver la última obra de arte de Ollie y tener una conversación con una supervillana? Suena como que el baño de las niñas realmente lo tiene todo. ¿Qué diablos estamos esperando? —cuando dio un paso adelante y empujó la puerta, Paige lo siguió al interior. Alfie gimió y avanzó detrás a regañadientes.

—Quédate aquí y vigila —ordenó Charlie a Ollie—. No dejes que nadie más entre.

—Claro, pero ¿qué quieres que haga con la otra puerta? —dijo Ollie.

—¿Otra puerta? —preguntó Charlie.

—Sí, entonces, ¿nunca has estado ahí? Hay otra puerta en el lado opuesto del baño.

—¿Qué? —gruñó Charlie. Mientras él miraba una puerta, INK podría haber escapado por la otra—. No, Ollie, no he estado allí.

Justo en ese momento, Rocco sacó la cabeza del baño y confirmó los temores de Charlie.

—A menos que INK sea invisible, está vacío aquí. Buen trabajo, por cierto, Ollie. Tu obra me recuerda la vez que mi madre me llevó a bucear en México…

—Éstas no son especies mexicanas —exclamó Alfie detrás de Rocco, y su voz hizo eco en los azulejos del baño—. Todas son nativas de la Gran Barrera de Coral en Australia —se asomó por debajo de Rocco—. ¡Pintaste un malvado pez león, Ollie!

—¿De qué estás hablando…? —Charlie comenzó a preguntar mientras pasaba por delante de sus amigos y entraba—. Vaya —dijo, olvidando temporalmente sus razones para visitar el baño de las niñas.

Los azulejos azules de las paredes se habían transformado en un mundo submarino rebosante de criaturas. Pescados de colores brillantes nadaban en círculos mientras la inconfundible silueta de un tiburón martillo gigante pasaba por el techo. Un par de pies con aletas parecían salir de la boca de la bestia. Las anémonas saludaron a Charlie desde el dispensador de toallas de papel, y un pulpo gigante abrazaba uno de los retretes con sus muchos tentáculos.

Un cesto de basura en un rincón estaba repleto hasta el borde con frascos de esmalte de uñas, y el aire apestaba a laca.

—Notable, ¿cierto? —dijo Alfie—. Y pensar que Ollie debe haberlo hecho todo con la colección de esmalte de uñas de su madre. Por cierto, es mucho mejor que el baño de los niños, Paige. ¡Incluso tienen papel higiénico y puertas en los compartimentos!

—Sí, sí —dijo Paige—. Las chicas aquí son tan civilizadas. Lástima que una de nosotras sea una maníaca homicida que podría no ser humana. ¿Qué planes tenemos con respecto a ella, por cierto?

—No lo sé —admitió Charlie. Bajó la tapa de uno de los retretes y aprovechó el asiento. Había estado tratando de averiguarlo toda la mañana, y todavía no había llegado a una conclusión.

—¿Por qué está aquí? —preguntó Rocco—. Después de que INK quemó el faro, podría haber ido a cualquier parte y nunca la habríamos encontrado. ¿Por qué vendría a Cypress Creek, donde todos los chicos del pueblo la reconocerán de sus pesadillas?

Charlie miró a sus amigos, sorprendido. ¿En verdad no lo sabían? Tal vez no. Ninguno de ellos tenía hermanos.

—Vino aquí porque hay un portal que conduce a Mundo Tenebroso dentro de la mansión púrpura —dijo—. Y su hermana está atrapada en el otro lado.

Charlie no tenía una hermana, pero tenía un hermano. Y tan molesto como Jack podía ser, Charlie nunca lo dejaría varado.

Una de las puertas del baño se abrió de golpe. Los amigos de Charlie se estremecieron, y él se levantó de su asiento. Una mujer acababa de entrar. Era pequeña, apenas un poco más alta que Charlie. Su grueso cabello negro lucía un elegante corte y flequillo que rozaba sus cejas. Llevaba un delgado vestido negro y tacones oscuros, y su boca estaba pintada color escarlata. La señora Abbot era la nueva tutora de Charlie y la última adición al personal de la Escuela Primaria de Cypress Creek. Ella había dado la clase de ciencias de Charlie y también estaba supliendo a un profesor de historia que se había roto la clavícula en un desafortunado accidente de patineta camino a la escuela.

La señora Abbot había llegado de Nueva York a mediados de agosto y había sido el tema de los chismes de sus vecinos desde entonces. El rumor era que la nueva profesora vivía en una destartalada casa vieja en lo profundo del bosque, a las afueras de Cypress Creek. Era muy reservada y eso sólo aumentaba la curiosidad. La gente susurraba acerca de su ropa negra, su piel inusualmente pálida y su inclinación hacia el lápiz labial rojo brillante. Algunas personas especulaban con que la señora Abbot ocultaba un terrible secreto, aunque nadie parecía imaginar de qué se trataba. Pero su reputación de ser un poco extraña se había consolidado esa mañana, cuando comenzó el año escolar mostrando a la clase su colección de cerebros de animales preservados. Charlie había lidiado con pesadillas de todas formas y tamaños, pero la señora Abbot le provocaba escalofríos. Podría ser pequeña, y bonita, pero había algo en ella que no estaba enteramente bien.

La señora Abbot estaba ayudando a una niña cuyos pies no parecían estar funcionando de manera adecuada y cuyos ojos parecían incapaces de enfocar.

—Todo va a estar bien —prometió la profesora a la niña—. El director está llamando a tus padres para que vengan a buscarte. Sólo vamos a ponerte un poco de agua en el rostro.

Paige corrió hacia el lavamanos y abrió el grifo.

—¿Es Ellie Hopkins? ¿Qué pasó? —preguntó.

—Ellie no se siente muy bien —respondió la señora Abbot—. Pero estará… —su voz se apagó cuando finalmente notó la obra de arte de Ollie y los chicos que se habían reunido alrededor—. ¿Acaban de pintar las paredes aquí?

Charlie suspiró. Lo último que cualquiera de ellos necesitaba era estar involucrados en un acto de vandalismo el primer día de clases.

—No, señora, nosotros no lo hicimos —tembló la voz de Alfie. Una suspensión podría manchar su expediente académico, por lo demás perfecto—. ¡Juro que no tuvimos nada que ver con esto!

—Bueno, cuando encuentre a la persona responsable, voy a pedirle que decore también mi casa. El chico tiene un gran talento —dijo la señora Abbot y regresó su atención a la niña que cuidaba—. ¿Quiere alguno de ustedes sostener a Ellie mientras mojo algunas toallas de papel?

Alfie y Paige tomaron un brazo cada uno.

—¿Hay algo que Charlie y yo podamos hacer? —preguntó Rocco. Él vivía para ser útil.

—Sí, gracias. Pueden empezar por salir del baño de las niñas. ¿Les importaría ir al comedor y recoger las cosas de Ellie? Se desmayó cerca de la mesa con los condimentos.

—¿Se desmayó? —preguntó Charlie. Un escalofrío recorrió su espalda.

Ellie abrió la boca. Las cuatro palabras que salieron apenas fueron un susurro, pero Charlie logró entender.

—Vi a la chica —dijo.

Charlie empujó a Rocco con el codo.

—Vamos —dijo.

CAPÍTULO CUATRO

La promesa

—Ella se ve tan… —Rocco hizo una pausa para buscar la palabra correcta.

—¿Diabólica? ¿Homicida? ¿Sanguinaria? —Charlie estaba feliz de llenar el espacio en blanco.

—Inofensiva —dijo Rocco con un suspiro. Charlie oyó la compasión en la voz de su amigo, y pensó que eso podía ser preocupante. Aunque Rocco era más alto que casi cualquiera en el colegio, debajo de ese robusto exterior había un punto débil enorme. Rocco Marquez era demasiado bueno.

Pero Charlie tenía que admitirlo, su amigo tenía razón acerca de INK. Estaba sentada sola en una mesa en el centro de la cafetería. Y no sólo su mesa estaba vacía, sino también las cuatro que la rodeaban. El resto de los niños se mantenía a distancia. En las mesas de los extremos de la cafetería, un centenar de estudiantes se había metido en la mitad de los asientos, y el aire alrededor de ellos formaba un remolino de murmullos. Charlie sabía lo que era sentirse tan solo, y no se trataba de una sensación agradable.

INK estaba examinando el contenido de la bandeja del almuerzo que se encontraba frente a ella como si fuera un científico disecando un espécimen particularmente repugnante. Tomó un nugget y lo olisqueó. Su rostro se arrugó con disgusto y lo dejó caer de nuevo en su plato.

—Parece que el sentido del olfato de INK está funcionando bien —señaló Charlie—. Todo lo que necesitas es un soplo de esos nuggets para saber que no están hechos de pollo.

—Pero parece que las papas fritas le encantaron —dijo Rocco. INK ya había metido una en su boca. Su rostro había registrado sorpresa primero, deleite enseguida. Tomó otra inmediatamente—. Tal vez no sea tan mala después de todo.

—A cualquiera le gustan las papas fritas —replicó Charlie—. Son las únicas cosas en el menú que saben a verdadera comida. Pero no vinimos aquí para ver a INK comer. Vamos a hablar con ella.

—Oh, oh —dijo Rocco—, supongo que alguien más tuvo la misma idea.

Un chico estaba abriéndose paso a través de la multitud, tratando de llegar al centro vacío de la cafetería.

—¡Disculpa! ¡Lo siento! ¡Disculpa! —Charlie se estremeció con el sonido. No podía ver el rostro del niño, pero conocía la voz demasiado bien.

Su hermano de nueve años de edad, Jack, salió de entre la turba y colocó su lonchera de Capitán América frente a INK. Los murmullos se detuvieron y el comedor se sumió en un espeluznante silencio. En pie junto a la puerta, Charlie y Rocco podían escuchar cada palabra.

—¿Te importa si me siento aquí? —preguntó Jack a la chica.

INK levantó la vista y los lados de su boca se torcieron como si estuviera esforzándose por sonreír pero no supiera cómo hacerlo.

—Hola, Jack —respondió con su elegante acento—. Esperaba verte aquí.

Jack sonrió ampliamente como si en verdad lo sintiera.

—Hola, Indy —dijo.

Charlie casi había olvidado que los dos se conocían. Durante la primavera, Jack había realizado docenas de viajes secretos a Mundo Tenebroso mientras Charlie y Charlotte estaban dormidos. Durante una de esas visitas, Jack había conocido a INK. Más tarde le dijo a Charlie que se había mantenido cerca de la chica porque ella parecía estar muy sola. Pero Charlie sospechaba que esa amistad era sólo parte del retorcido plan de las gemelas. Sólo había una razón por la que una villana como INK pasaría el tiempo con un niño de nueve años. Ella debía haber estado recopilando información sobre la familia Laird, su mansión púrpura y el pueblo de Cypress Creek.

Jack abrió su lonchera y sacó un sándwich.

—Eres de Inglaterra, ¿cierto? ¿Alguna vez has probado la crema de maní con mermelada? O mantequilla de cacahuete y jalea, si eres elegante. Es una especie de delicadeza americana, algo así como las papas fritas. Mi madrastra hace la mejor crema de maní con mermelada del mundo entero. Ella recolecta estas extrañas moras en el bosque y las convierte en jalea —tendió la mitad de su sándwich e INK lo aceptó.

¿Qué estaba haciendo Jack? Charlie enfureció. Esta vez su hermano no podía alegar que no sabía lo que hacía. ¿Estaba tratando de que lo mataran? ¿Quién sabía lo que INK podría hacer si alguien la molestaba? ¿Y si ella odiaba la crema de maní con mermelada? Charlie dio un paso adelante, planeando abrirse camino entre la multitud.

Rocco puso una mano en su hombro.

—No lo hagas, Charlie —dijo suavemente—. Creo que Jack lo tiene controlado por ahora.

Los viejos celos se encendieron por un instante antes de que Charlie se controlara. Su hermano era bueno para tratar con la gente, y con los ogros, los gorgones y los mutantes, algo que Charlie nunca compartiría. Con su encanto, Jack podría conquistar a casi cualquier persona o lo que fuera. Había estado sentado con INK durante menos de un minuto y literalmente la tenía comiendo de su mano.

—¿Así que ahora vienes aquí a la escuela? —Charlie oyó que Jack preguntaba.

INK asintió con la cabeza. Era claro que ella quería hablar, pero su boca estaba sellada con crema de maní, y le tomó varios intentos poder tragarla.

—Una bomba destruyó mi antigua escuela en Londres. Siempre quise encontrar una nueva.

Charlie se sintió enfermo. ¿Era eso lo que INK tenía en mente para la Escuela Primaria de Cypress Creek?

—¿Una bomba? —preguntó Jack con aire casual, sin una pizca de preocupación en su voz. En verdad es bueno en esto, pensó Charlie amargamente.

—Oh, sí —dijo INK—. Hizo volar todo el lugar.

—Rayos —dijo Jack—, eso es terrible.

—No en realidad. Sucedió por la noche —dijo INK, tomando otro bocado de su sándwich—, no había nadie dentro.

—Menos mal —Jack secó el sudor imaginario de su frente—. Bueno, ¡bienvenida a la Escuela Primaria de Cypress Creek! Me alegra que estés aquí, pero estoy un poco sorprendido. Pensaba que tú querías ir a la escuela en Orville Falls.

INK dejó de masticar. Algo en sus ojos había cambiado.

—¿Por qué pensarías eso? —preguntó.

Jack no dejó que la pregunta lo confundiera.

—Ah, sólo porque allá hay una casa grande que llaman Castillo Kessog. Dado que tu apellido es ése, pensé que debías estar emparentada con el tipo que lo construyó. ¿Era un primo tuyo o algo así?

—Era mi tío —dijo INK—. Pero nunca volveré a ese horrible lugar otra vez. La gente de allí es la peor que he conocido.

El tono de su voz dejó perfectamente claro que su tío y Orville Falls no eran un tema que quisiera discutir.

—Interesante —murmuró Charlie, deseando tener una pluma para tomar notas. Su hermano e INK masticaron sus sándwiches de crema de maní y mermelada en silencio, mientras Jack parecía pensar en qué preguntar a continuación. De repente, los murmullos de los niños en los extremos de la cafetería comenzaron a normalizarse.

—Oh, no —gimió Rocco—. Las cosas están a punto de ponerse muy interesantes.