Piense y hágase rico - Napoleon Hill - E-Book

Piense y hágase rico E-Book

Napoleon Hill

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Beschreibung

¡Descubra los secretos del éxito que han transformado las vidas de millones de personas! Piense y hágase rico, del aclamado autor Napoleon Hill, reúne décadas de sabiduría y presenta una fórmula infalible para hacer sus sueños realidad. Ya sea que busque independencia financiera, avanzar en su carrera o crecer como persona, esta guía clásica revela los principios y el paso a paso para transmutar sus deseos en sus equivalentes físicos. Con lecciones sobre el poder de la persistencia, la fe y el dominio de los pensamientos, este libro no es otro más de autoayuda, sino la clave que revolucionará su forma de pensar sobre el éxito. ¿Está listo para controlar su destino? Napoleon Hill lo retará para que tenga confianza, defina el deseo ardiente de su vida, deje atrás las limitaciones y desarrolle los hábitos para el éxito. ¡El camino hacia las riquezas que siempre quiso empieza con este libro! ¡No lo dude!

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Seitenzahl: 474

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Napoleon Hill

(1883-1970)

Fue un autor y una de las figuras más reconocidas del campo del desarrollo personal. Inspirado por el industrialista Andrew Carnegie, Hill dedicó más de 20 años de su vida al estudio de los hábitos de los individuos más exitosos, como Thomas A. Edison y Henry Ford, para crear una filosofía basada en los principios del éxito.

Su obra más reconocida es Piense y hágase rico, una guía atemporal sobre el deseo, la persistencia y el poder del pensamiento que ha inspirado a millones de lectores alrededor del mundo. Su obra se considera uno de los hitos más importantes de la literatura sobre el desarrollo personal, pues comprueba que el éxito empieza con una mentalidad correcta.

PIENSEY HÁGASERICO

NAPOLEON HILL

PIENSEY HÁGASERICO

Título original: Think and grow rich

Primera edición en esta colección: enero del 2025

Napoleon Hill

© 2025, Sin Fronteras Grupo Editorial

ISBN: 978-628-7735-62-0

Traducción y edición:

Isabela Cantos Vallecilla

Diseño de colección y diagramación:

Paula Andrea Gutiérrez Roldán

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (impresión, fotocopia, etc.), sin el permiso previo de la editorial.

Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Contenido

¿QUÉ ES LO QUE MÁS QUIERE?

PREFACIO ORIGINAL

PREFACIO DEL AUTOR

CAPÍTULO 1

INTRODUCCIÓN: EL PODER DEL PENSAMIENTO

CAPÍTULO 2

DESEO

CAPÍTULO 3

FE

CAPÍTULO 4

AUTOSUGESTIÓN

CAPÍTULO 5

CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO

CAPÍTULO 6

IMAGINACIÓN

CAPÍTULO 7

PLANEACIÓN ORGANIZADA

CAPÍTULO 8

DECISIÓN

CAPÍTULO 9

PERSISTENCIA

CAPÍTULO 10

EL PODER DE LA MENTE MAESTRA

CAPÍTULO 11

EL MISTERIO DE LA TRANSMUTACIÓN DEL SEXO

CAPÍTULO 12

LA MENTE SUBCONSCIENTE

CAPÍTULO 13

EL CEREBRO

CAPÍTULO 14

EL SEXTO SENTIDO

CAPÍTULO 15

CÓMO SUPERAR CON ASTUCIA A LOS SEIS FANTASMAS DEL MIEDO

¿QUÉ ES LO QUE MÁS QUIERE?

¿Es dinero, fama, poder, tranquilidad, personalidad, paz mental o felicidad?

Los trece pasos para obtener riqueza que se describen en este libro le ofrecerán a cualquier hombre o mujer que esté buscando su meta definitiva en la vida la filosofía más corta y confiable sobre los logros individuales que jamás se haya creado.

Antes de empezar a leer el libro, se beneficiará muchísimo si reconoce el hecho de que este libro no fue escrito para entretener. Es imposible que asimile los conceptos de una manera apropiada solo en una semana o en un mes.

Después de leer el libro con mucho cuidado, el doctor Miller Reese Hutchinson, ingeniero consultor reconocido en todo el país y conocido amigo de Thomas A. Edison, dijo: «esto no es una novela. Es un libro de texto sobre los logros individuales que surgió de las experiencias de cientos de los hombres más exitosos de Estados Unidos. Tiene que estudiarse, asimilarse y pensarse. Nadie debería leer más de un capítulo por noche.

El lector debería subrayar las frases que lo impacten más. Luego debería volver a esas líneas que subrayó y releerlas. Un estudiante real no solo leerá este libro, sino que asimilará su contenido y se apropiará de ello. Este libro debería leerse en todas las secundarias y ningún niño o niña debería poder graduarse sin haber pasado con honores un examen sobre los temas que en él se tratan. Esta filosofía no reemplazará las materias que se enseñan en los colegios, pero le permitirá a la gente organizar y aplicar el conocimiento adquirido y convertirlo en servicios útiles y compensaciones adecuadas sin desperdiciar el tiempo».

El doctor John R. Turner, decano de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, después de leer el libro, dijo: «el mejor ejemplo de la sensatez de esta filosofía es su propio hijo, Blair, cuya dramática historia quedó plasmada en el capítulo sobre el deseo».

El doctor Turner hace referencia al hijo del autor, quien, habiendo nacido sin una capacidad de escucha normal, no solo evitó volverse sordomudo, sino que convirtió su discapacidad en una ventaja invaluable al aplicar la filosofía que describe este libro. Después de leer la historia, se dará cuenta de que está a punto de acceder a una filosofía que puede transmutarse para que sea riqueza material o que le servirá de igual manera para que tenga paz mental, comprensión, armonía espiritual y, en ciertas instancias, como en el caso del hijo del autor, podrá ayudarlo a dominar una afección física.

El autor descubrió, analizando en persona a cientos de hombres exitosos, que todos ellos tenían el hábito de intercambiar ideas a través de lo que se conoce en general como conferencias. Cuando tenían problemas que resolver, se sentaban juntos y hablaban con libertad hasta que descubrían, gracias a su contribución conjunta de idas, un plan que les serviría para sus propósitos.

Usted, que está leyendo este libro, se beneficiará al máximo de él si pone en práctica el principio de la mente maestra que se describe aquí. Puede hacerlo (tal como otros lo han hecho con éxito) creando un club de estudio, el cual consistirá en un cierto número de personas que sean amigables y armoniosas. El club debería reunirse a intervalos regulares, como una vez a la semana, por ejemplo. Los procedimientos deberían consistir en leer un capítulo del libro en cada reunión, luego de lo cual los contenidos de dicho capítulo tendrían que discutirse abiertamente entre los miembros. Cada miembro debería tomar notas y escribir TODAS LAS IDEAS PROPIAS que le haya inspirado la discusión. Cada miembro debería leer con cuidado y analizar cada capítulo varios días antes de la lectura abierta y de la discusión conjunta en el club. La lectura dentro del club debería hacerla alguien que lea bien y entienda cómo imprimirles color y sentimiento a las líneas.

Siguiendo este plan, todos los lectores obtendrán de las páginas no solo la suma total del mejor conocimiento que se ha obtenido gracias a las experiencias de cientos de hombres exitosos, sino que, cosa más importante aún, accederán a nuevas fuentes de conocimiento en sus propias mentes y adquirirán un conocimiento invaluable DE TODAS LAS DEMÁS PERSONAS PRESENTES.

Si sigue este plan con juicio, es casi seguro que descubrirá y se apropiará de la fórmula secreta con la que Andrew Carnegie obtuvo su gran fortuna, tal como se mencionará en la introducción a cargo del autor.

PREFACIO ORIGINAL

Este libro refleja la experiencia de más de quinientos hombres con una gran riqueza, quienes comenzaron desde cero, con nada que dar a cambio de riquezas, excepto pensamientos, ideas y planes organizados.

Aquí tiene la filosofía entera para hacer dinero, tal como se organizó gracias a los logros reales de los hombres más exitosos que conoció el pueblo estadounidense durante los últimos 50 años. La filosofía describe qué hacer y también cómo hacerlo.

Le presentará instrucciones completas sobre cómo vender sus servicios personales.

Le dará el sistema perfecto de análisis propio que le dirá con facilidad qué se ha estado interponiendo entre usted y las grandes sumas de dinero en el pasado.

También describe la famosa fórmula de Andrew Carnegie para los logros personales, fórmula con la que acumuló cientos de millones de dólares para sí mismo y con la que convirtió a una cantidad de hombres, con los que compartió su secreto, en millonarios.

Quizás no necesite todo lo que se encuentra en este libro (ninguno de los quinientos hombres a partir de cuyas ideas se escribe lo necesitaron), pero puede que necesite una idea, plan o sugerencia para encaminarse hacia su objetivo. En algún punto de este libro usted encontrará ese estímulo necesario.

Este libro fue inspirado por Andrew Carnegie después de que hubo acumulado sus millones y se retiró. Fue escrito por el hombre a quien Carnegie le reveló el secreto impresionante de sus riquezas, el mismo hombre a quien quinientos hombres ricos le revelaron la fuente de sus riquezas.

En este volumen encontrará trece principios para hacer dinero que son esenciales para cualquier persona que quiera acumular las riquezas suficientes como para garantizar su independencia económica. Se estima que la investigación que se hizo para la preparación de este libro, mucho antes de que fuera escrito o pudiera escribirse, implicó más de veinticinco años de esfuerzos que no podrían replicarse ni con 100.000 dólares.

Además, el conocimiento que contiene este libro jamás podrá replicarse, a cualquier costo, debido a que más de la mitad de los 500 hombres que proveyeron la información ya han fallecido.

¡Las riquezas no siempre son dinero!

El dinero y las cosas materiales son esenciales para la libertad del cuerpo y la mente, pero habrá algunos que sientan que la mayor de todas las riquezas puede evaluarse en términos de amistades duraderas, relaciones familiares armoniosas, simpatía y comprensión entre socios de negocios y la armonía introspectiva que trae consigo una paz mental que solo se puede medir con los valores espirituales.

Todos los que lean, entiendan y apliquen esta filosofía estarán mejor preparados para atraer y disfrutar de estos estados más elevados que siempre se les negarán a todos, excepto a quienes estén listos para ellos.

Por lo tanto, prepárese, pues cuando se exponga a la influencia de esta filosofía, experimentará cambios en su vida que lo ayudarán no solo a negociar para vivir con armonía y comprensión, sino que lo prepararán para acumular riquezas materiales en abundancia.

PREFACIO DEL AUTOR

En cada capítulo de este libro se ha mencionado el secreto para hacer dinero que les ha generado fortunas a más de quinientos hombres extremadamente ricos a quienes analicé durante un largo período de tiempo.

El secreto me lo reveló Andrew Carnegie hace más de un cuarto de siglo. Ese escocés astuto y amable me lo mencionó sin cuidado cuando yo no era más que un niño y se me quedó rondando por la mente. Luego se recostó en su silla, con un brillo especial en los ojos, y me observó con cuidado para ver si tenía la inteligencia suficiente como para entender el significado completo de lo que me había dicho.

Cuando vio que había comprendido la idea, me preguntó si estaba dispuesto a pasar veinte años, o más, preparándome para revelárselo al mundo, a hombres y mujeres que, sin el secreto, podían terminar caminando por la vida como fracasados. Le dije que sí y, con la cooperación del señor Carnegie, he mantenido mi promesa.

Este libro contiene el secreto que puse a prueba con miles de personas y con casi cada estilo de vida. Fue idea del señor Carnegie que esta fórmula mágica, la cual le permitió acumular una fortuna estupenda, quedara al alcance de la gente que no tiene tiempo para investigar cómo los hombres consiguen dinero. Y su esperanza era que yo pudiera comprobar la validez de la fórmula gracias a las experiencias de los hombres y mujeres más diversos. Creía que la fórmula debía enseñarse en las escuelas y universidades públicas. Además, expresó la opinión de que si se enseñaba bien, ese hecho revolucionaría todo el sistema educativo, pues el tiempo que se pasaba en clases podría reducirse a la mitad.

Su experiencia con Charles M. Schwab, así como con otros jóvenes del estilo del señor Schwab, convenció al señor Carnegie de que mucho de lo que se enseña en las escuelas no tiene ningún valor con respecto al negocio de ganarse la vida o de acumular riquezas. Llegó a esa conclusión porque había aceptado en su negocio a un joven tras otro, muchos de ellos con poca educación, y, al entrenarlos en el uso de esta fórmula, hizo que desarrollaran unas raras habilidades de liderazgo. Es más, su entrenamiento les significó fortunas a todos los que siguieron sus instrucciones.

En el capítulo sobre la fe, leerá la impresionante historia de la enorme organización llamada United States Steel Corporation, tal como la concibió y la manejó uno de los jóvenes con los que el señor Carnegie probó que su fórmula funciona para cualquiera que esté listo para usarla. Esa aplicación del secreto por parte de Charles M. Schwab le generó una enorme fortuna tanto de dinero como de oportunidades. Sin ser exacto, esa aplicación particular de la fórmula tuvo un valor de seiscientos millones de dólares.

Estos hechos (y son hechos que conocen bien casi todas las personas que fueron cercanas al señor Carnegie) le dan una buena idea de lo que leer este libro puede significar para usted siempre y cuando sepa qué es lo que quiere.

Incluso antes de pasar por veinte años de pruebas prácticas, el secreto se les reveló a más de cien mil hombres y mujeres que lo usaron para su beneficio personal, tal como el señor Carnegie lo planeó. Algunos consiguieron fortunas gracias al secreto. Otros lo usaron con éxito para crear armonía en sus hogares. Un clérigo lo usó tan efectivamente que eso le significó un ingreso de más de 75.000 dólares al año.

Arthur Nash, un sastre de Cincinnati, usó su negocio que estaba casi en bancarrota como un conejillo de Indias para probar la fórmula. El negocio revivió y les significó una fortuna a sus dueños. Aún sigue prosperando aunque el señor Nash murió. El experimento fue tan único que los periódicos y las revistas le dieron más de un millón de dólares en publicidad.

El secreto se le reveló a Stuart Austin Wier, de Dallas, Texas. Estaba listo para él, tan listo que dejó su profesión y estudió Derecho. ¿Tuvo éxito? También se cuenta su historia en este libro.

Le di el secreto a Jennings Randolph el día en que se graduó de la universidad y lo ha usado con tanto éxito que ahora se encuentra en su tercer término como miembro del Congreso. Y tiene una excelente oportunidad de seguir usando el secreto hasta que lo lleve a la Casa Blanca.

Mientras trabajaba como gerente de publicidad de la Universidad de Extensión de LaSalle, cuando era un nombre poco reconocido, tuve el privilegio de ver a J. G. Chapline, el presidente de la universidad, usando esta fórmula con tanta efectividad que, desde entonces, ha hecho que LaSalle sea una de las mejores universidades de extensión del país.

El secreto al que me refiero se ha mencionado al menos cien veces en este libro. No se ha nombrado directamente, pues funciona mejor cuando está apenas a la vista y quienes están listos y buscándolo pueden descubrirlo. Por eso fue que el señor Carnegie me lo mencionó sin tantos aspavientos, sin darme su nombre específico.

Si está listo para usarlo, reconocerá el secreto al menos una vez en cada capítulo. Desearía sentirme tan privilegiado como para poder decirle cómo sabrá si está listo, pero eso le restaría muchos de los beneficios que recibirá cuando haga el descubrimiento a su propia manera.

Mientras escribía este libro, mi propio hijo, que entonces estaba terminando su último año de universidad, cogió el manuscrito del capítulo dos, lo leyó y descubrió él mismo el secreto. Usó la información con tanta efectividad que obtuvo sin rodeos un trabajo que le daba un salario mucho más alto que el promedio. Su historia se describe con brevedad en el capítulo dos. Cuando la lea, quizás descartará cualquier sensación que haya tenido, al empezar el libro, de que le prometía demasiado. Y también si alguna vez se ha sentido desanimado, si ha tenido dificultades que le costó el alma superar, si lo ha intentado y ha fracasado, si alguna vez se vio estancado por una enfermedad o una aflicción física, la historia de cómo mi hijo descubrió y usó la fórmula Carnegie será como un oasis en el desierto de la esperanza perdida para quienes lo han estado buscando.

El secreto lo usó bastante el presidente Woodrow Wilson durante la Primera Guerra Mundial. Se le comunicó también a cada soldado que luchó en la guerra, siempre velado con cuidado en el entrenamiento que recibían antes de irse al frente. El presidente Wilson me contó que fue un gran factor a la hora de recaudar los fondos necesarios para la guerra.

Hace más de veinte años, el honorable Manuel L. Quezón (comisionado residente en Filipinas) se inspiró gracias al secreto para ganarse la libertad de su gente. Reclamó la libertad para las Filipinas y es el primer presidente de ese Estado libre.

Algo peculiar sobre este secreto es que quienes lo adquieren una vez y lo usan se encuentran, literalmente, propulsados hacia el éxito con muy poco esfuerzo y jamás vuelven a fracasar. Si duda sobre esto, estudie los nombres de quienes lo han usado y a quienes he nombrado, revise los registros y convénzase.

¡No existe nada que sea gratuito!

El secreto al que me refiero no puede obtenerse sin pagar un precio, aunque el precio es mucho menor que su valor real. Sin embargo, no lo podrán conseguir a ningún precio aquellos que no lo buscan con intención. No puede regalarse y no puede comprarse con dinero porque viene en dos partes. Una parte ya la tienen aquellos que están listos para él.

El secreto les sirve de la misma manera a quienes están listos para él. La educación no tiene nada que ver. Mucho antes de que yo naciera, el secreto llegó a manos de Thomas A. Edison y lo usó con tanta inteligencia que se convirtió en el inventor más famoso del mundo a pesar de que solo pasó tres meses en la escuela.

El secreto luego pasó a manos de un socio de negocios del señor Edison. Lo usó tan efectivamente que, aunque se ganaba solo 12.000 dólares al año, acumuló una gran fortuna y se retiró de los negocios cuando aún era joven. Encontrará esta historia al inicio del primer capítulo. Servirá para convencerlo de que las riquezas no están más allá de su alcance, que usted aún puede ser quien desea ser y que el dinero, la fama, el reconocimiento y la felicidad están a disposición de quienes están listos y determinados a obtener estas bendiciones.

¿Cómo sé estas cosas? Obtendrá la respuesta antes de acabar el libro. Bien podrá encontrarla en el primer capítulo o en la última página.

Mientras estaba llevando a cabo la labor investigativa de veinte años, la cual emprendí por petición del señor Carnegie, analicé a cientos de individuos reconocidos, muchos de los cuales admitieron que habían acumulado sus enormes fortunas gracias a la ayuda del secreto de Carnegie. Entre estos individuos, estuvieron:

Henry FordWilliam Wrigley Jr.John WanamakerJames J. HillFannie HurstGeorge S. ParkerE. M. StatlerHenry L. DohertyCyrus H. K. CurtisGeorge EastmanTheodore RooseveltJohn W. DavisMarie DresslerElbert HubbardWilbur WrightHarris F. WilliamsWilliam Jennings BryanDr. David Starr JordanJ. Odgen ArmourCharles M. SchwabErnestine Schumann-HeinkDr. Frank GunsaulusDaniel WillardKing GilletteRalph A. WeeksJuez Daniel T. Wright

John D. RockefellerThomas A. EdisonFrank A. VanderlipF. W. WoolworthCoronel Robert A. DollarEdward A. FileneEdwin C. BarnesArthur BrisbaneWoodrow WilsonWilliam Howard TaftLuther BurbankEdward W. BokFrank A. MunseyKate SmithElbert H. GaryGeorge M. AlexanderAlexander Graham BellJohn H. PattersonJulius RosenwaldStuart Austin WierDr. Frank CraneJ. G. ChaplineArthur NashElla Wheeler WilcoxClarence DarrowHonorable Jennings Randolph

Estos nombres solo representan una pequeña fracción de los cientos de estadounidenses reconocidos cuyos logros, financieros y de otras clases, comprueban que aquellos que entienden y aplican el secreto de Carnegie alcanzan puestos elevados en la vida. Jamás he conocido a alguien que se haya animado a usar el secreto que no haya obtenido un éxito notorio en su profesión. Jamás he conocido a nadie que sea distinguido o que tenga alguna riqueza importante y que no tenga el secreto. De esos dos datos, concluyo que el secreto es más importante, como una parte del conocimiento esencial para la autodeterminación, que cualquiera que uno reciba a través de lo que se conoce popularmente como «educación».

Y, de todas maneras, ¿qué es la educación? Esta pregunta se ha respondido con lujo de detalles.

En cuanto a la educación, muchos de estos hombres tuvieron muy poca. John Wanamaker me dijo una vez que la poca educación que tuvo la adquirió de la misma manera en la que una locomotora moderna toma agua, «poco a poco y a medida que avanza». Henry Ford jamás llegó a la secundaria, mucho menos a la universidad. No estoy intentando minimizar el valor de la educación, sino que estoy intentando expresar mi convicción verdadera de que aquellos que dominan y aplican el secreto alcanzarán puestos altos, acumularán riquezas y lidiarán con la vida en sus propios términos incluso si su educación fue escasa.

En algún punto, a medida que lea, el secreto al que me refiero se saldrá de una página y se le presentará de frente… ¡si está listo para él! Cuando aparezca, usted lo reconocerá. Ya sea que reciba la señal en el primer o el último capítulo, deténgase por un momento cuando se le presente y reflexione, pues esa ocasión será uno de los puntos de inflexión más importantes de su vida.

Pasamos ahora al capítulo uno y a la historia de mi querido amigo, quien generosamente admitió haber visto esa señal mística y cuyos logros en los negocios son evidencia suficiente de que reflexionó sobre el secreto. A medida que lea esta historia, así como las otras, recuerde que lidian con problemas importantes de la vida como los que todos los hombres experimentan. Son problemas que surgen cuando uno se esfuerza por ganarse la vida, por hallar algo de esperanza, valentía, satisfacción y paz mental, así como por acumular riquezas y disfrutar de la libertad del cuerpo y el espíritu.

Recuerde también, a medida que lea el libro, que se trata de hechos y no de ficción, pues su propósito es transmitir una gran verdad universal con la que todos los que están listos podrán aprender no solo qué hacer, sino cómo hacerlo y, además, recibir el estímulo necesario para dar el primer paso.

Para cerrar estos preparativos, antes de que empiece a leer el primer capítulo, ¿puedo ofrecerle una sugerencia breve que puede darle una pista sobre cómo reconocer el secreto de Carnegie? Es la siguiente: ¡todos los logros y todas las riquezas tienen su origen en una idea! Si está listo para el secreto, ya posee la mitad y, por lo tanto, reconocerá con facilidad la otra mitad en el momento en el que alcance su mente.

El autor.

CAPÍTULO 1

INTRODUCCIÓN: EL PODER DEL PENSAMIENTO

El hombre que «pensó» su camino hacia una sociedad con Thomas A. Edison

De verdad, «los pensamientos son cosas», y cosas muy poderosas, cuando se combinan con un propósito, una persistencia y un DESEO ARDIENTE definitivos para que se conviertan en riquezas u otros objetos materiales.

Hace un poco más de cien años, Edwin C. Barnes descubrió lo cierto que es que los hombres de verdad piensan y se hacen ricos. Su descubrimiento no fue repentino. Se le presentó poco a poco, empezando con un DESEO ARDIENTE de convertirse en un socio de negocios del gran Edison.

Una de las características principales del deseo de Barnes era que era definitivo. Quería trabajar con Edison, no para él. Observe, con cuidado, la descripción de cómo transformó ese deseo en realidad y comprenderá mejor los trece principios que generan riqueza.

Cuando este deseo, o impulso de pensamiento, se le apareció por primera vez en la mente, no se encontraba en una posición adecuada para hacer algo al respecto. Tenía dos obstáculos en el camino. No conocía al señor Edison y no tenía el dinero suficiente como para pagar un tiquete de tren hasta Orange, Nueva Jersey.

Estas dificultades habrían bastado para desanimar a la mayoría de los hombres y evitar que intentaran llevar a cabo su deseo. Pero ¡el suyo no era un deseo ordinario! Estaba tan determinado a hallar la manera de realizar su deseo que al final decidió viajar «como polizón» en vez de rendirse (para los que no lo entienden, esto significa que fue hasta East Orange escondido en un tren de carga).

Se presentó en el laboratorio del señor Edison y anunció que había ido a hacer negocios con el inventor. Al hablar de ese primer encuentro entre Barnes y Edison, años después, el señor Edison dijo: «se plantó ahí, frente a mí, luciendo como un vagabundo ordinario, pero había algo en la expresión de su rostro que me dio la impresión de que iba a conseguir lo que había venido a conseguir. He aprendido, gracias a años de experiencia con hombres, que cuando un hombre desea una cosa con tanta profundidad que está dispuesto a jugarse todo su futuro en una sola apuesta para conseguirlo, sin duda ganará. Le di la oportunidad que me pidió porque vi que estaba decidido a quedarse allí hasta que lo lograra. Los eventos posteriores me demostraron que no cometí un error».

Justo lo que el joven Barnes le dijo en esa ocasión al señor Edison es mucho menos importante que lo que pensó. ¡Edison mismo lo dijo! No pudo haber sido la apariencia del joven lo que le permitió trabajar en la oficina de Edison, pues eso sin duda jugaba en su contra. Fueron los pensamientos los que contaron.

Si la importancia de esta afirmación pudiera transmitírsele a cada persona que la leyera, no había ninguna necesidad de que existiera el resto de este libro.

Barnes no se asoció con Edison tras esa primera conversación. Sí tuvo la oportunidad de trabajar en la oficina de Edison ganándose un salario muy simbólico y haciendo un trabajo que no era importante para Edison, pero que era de lo más importante para Barnes porque le daba la oportunidad de exhibir su «mercancía» en donde su «socio» potencial podía verla.

Pasaron varios meses. En apariencia, no sucedió nada que hiciera realidad el objetivo que Barnes se había propuesto en la mente como su propósito definitivo mayor. Pero algo importante sucedía en la mente de Barnes. Iba intensificando cada vez más su deseo de convertirse en un socio de negocios de Edison.

Los psicólogos han dicho con mucho acierto que «cuando uno está listo de verdad para algo, ese algo aparece». Barnes estaba listo para asociarse empresarialmente con Edison. Es más, se sentía determinado a seguir estando listo hasta que obtuviera lo que buscaba.

No se dijo a sí mismo «bueno, ¿de qué me sirve esto? Mejor cambio de opinión y busco un trabajo en ventas». Se dijo: «vine aquí a asociarme con Edison y lograré mi meta incluso si me toma el resto de la vida». ¡Y lo decía en serio! ¡Qué historias tan diferentes contarían los hombres si adoptaran el propósito definitivo y se aferraran a ese propósito hasta que se convirtiera en una obsesión poderosa!

Quizás el joven Barnes no lo sabía en ese momento, pero su determinación tenaz y su persistencia al quedarse con un solo deseo estaban destinadas a acabar con cualquier oposición y darle la oportunidad que buscaba.

Cuando llegó la oportunidad, se presentó de una manera diferente y desde una dirección distinta a la que Barnes se la había esperado. Este es uno de los trucos de las oportunidades. Tienen el hábito astuto de meterse por la puerta trasera y, a menudo, llegan disfrazadas de un infortunio o de una derrota temporal. Quizás es por eso que muchos no reconocen las oportunidades.

El señor Edison acababa de perfeccionar un nuevo artefacto para las oficinas, conocido en esa época como el dictáfono de Edison (ahora es el Edifono). Sus vendedores no sentían entusiasmo por aquella máquina. No creían que pudieran venderla sin hacer grandes esfuerzos. Barnes vio su oportunidad. Se había escabullido en silencio, escondida en una máquina de aspecto extraño que no le interesaba a nadie, excepto a Barnes y al inventor.

Barnes sabía que podía vender el dictáfono de Edison. Se lo sugirió a Edison y muy pronto obtuvo una oportunidad. Y sí vendió la máquina. De hecho, la vendió con tanto éxito que Edison le dio un contrato para distribuirla y venderla por todo el país. De esa asociación de negocios nació el eslogan de: «hecho por Edison e instalado por Barnes».

Esa alianza empresarial ha estado activa durante más de treinta años. Gracias a ella, Barnes se hizo rico, pero logró algo infinitamente más grande: comprobó que uno de verdad puede «pensar y hacerse rico».

No tengo ninguna forma de saber cuánto dinero real le significó ese deseo original a Barnes. Quizás le dio dos o tres millones de dólares, pero la cantidad, sea cual sea, se vuelve insignificante cuando se compara con la gran habilidad que adquirió al entender, de un modo definitivo, que un impulso intangible del pensamiento puede convertirse en su contraparte física gracias a la aplicación de los principios conocidos.

¡Barnes literalmente pensó su camino hacia esa asociación con el gran Edison! Pensó que conseguiría una fortuna. No tenía nada con lo que empezar, excepto por la capacidad de saber lo que quería y la determinación para sostener ese deseo hasta que se cumpliera.

No tenía nada de dinero al inicio. Tenía poca educación. No tenía influencia. Pero sí tenía iniciativa, fe y voluntad para ganar. Con esas fuerzas intangibles, se convirtió en el hombre número uno para el mayor inventor que jamás vivió.

Ahora, veamos una situación diferente y estudiemos a un hombre que tuvo muchas evidencias tangibles de riquezas, pero las perdió porque se arrepintió a un metro de alcanzar el objetivo que buscaba.

A un metro del oro

Una de las causas más comunes del fracaso es el hábito de rendirse cuando uno se siente abrumado por una derrota temporal. Todas las personas han cometido este error en un punto u otro.

Un tío de R. U. Darby sufrió de la «fiebre del oro» durante los días de, precisamente, la fiebre del oro, así que se fue al oeste para «cavar y hacerse rico». Jamás había escuchado que se ha sacado más oro de los cerebros de los hombres que de la tierra. Reclamó un trozo de tierra y empezó a trabajar con pico y pala. El trabajo era duro, pero sus ansias por obtener oro eran definitivas. Después de unas semanas de esfuerzos, se vio recompensado por el descubrimiento de aquel mineral brillante. Necesitaba maquinaria para sacar el oro a la superficie. En silencio, cubrió la mina, se devolvió hasta su hogar en Williamsburg, Maryland, y les contó a sus parientes y a unos pocos vecinos sobre su hallazgo. Juntaron dinero para la maquinaria necesaria y la pidieron. El tío y Darby volvieron para trabajar en la mina.

Extrajeron el primer vagón del mineral y lo enviaron a un horno de fundición. ¡Los resultados comprobaron que tenían una de las minas más ricas de Colorado! Unos cuantos vagones más y quedarían libres de deudas. Luego llegaría el gran beneficio de las ganancias.

¡Empezaron a bajar la maquinaria! ¡Y las esperanzas de Darby y el tío se elevaron hasta los cielos! ¡Después algo pasó! ¡La veta del mineral dorado desapareció! Llegaron al final del arcoíris ¡y el caldero de oro ya no estaba allí! Siguieron cavando, intentando encontrar la veta de nuevo con desesperación… pero no sirvió de nada.

Al final, decidieron RENDIRSE.

Le vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos pocos cientos de dólares y se devolvieron en tren a casa. Algunos «chatarreros» son estúpidos, pero ¡no este! Llamó a un ingeniero de minas para que revisara el yacimiento e hiciera algunos cálculos. El ingeniero le dijo que el proyecto había fracasado porque los dueños no estaban familiarizados con las fallas geológicas. Sus cálculos le revelaron que la veta se encontraba… ¡a solo un metro de donde los Darby habían dejado de cavar! ¡Y justo allí la encontraron!

El chatarrero obtuvo millones de dólares gracias al oro de esa mina porque sabía lo suficiente como para buscar ayuda de un experto antes de rendirse.

La mayoría del dinero que usaron para comprar la maquinaria provino de los esfuerzos de R. U. Darby, quien entonces era muy joven. El dinero provino de sus parientes y vecinos porque le tenían fe. Les devolvió cada dólar aunque se tardó años haciéndolo.

Mucho después, el señor Darby se recuperó de su deuda con bastantes márgenes porque descubrió que el deseo puede transformarse en oro. Ese descubrimiento lo hizo cuando empezó a dedicarse a vender seguros de vida.

Recordando que había perdido una gran fortuna porque se detuvo un metro antes de encontrar más oro, Darby se aprovechó de la experiencia en su trabajo elegido y simplemente se dijo: «me detuve un metro antes de encontrar más oro, pero jamás me detendré porque los hombres me digan que no cuando les pregunte si quieren comprar un seguro».

Darby hace parte de un pequeño grupo de menos de cincuenta hombres que venden más de un millón de dólares en seguros de vida al año. Le debe su determinación a la lección que aprendió por haberse rendido con el negocio del oro.

Antes de que el éxito aparezca en la vida de cualquier hombre, con seguridad se encontrará con muchas derrotas temporales y, quizás, con algunos fracasos. Cuando la derrota supera al hombre, lo más fácil y lo más lógico es rendirse. Eso es justo lo que la mayoría de los hombres hacen.

Más de quinientos de los hombres más exitosos de este país le contaron al autor que sus éxitos más grandes surgieron solo un paso más allá del punto en el que la derrota los había abrumado. El fracaso es un engaño que tiene un sentido muy agudo de la ironía y la astucia. Se deleita bastante al hacer que uno se tropiece justo cuando el éxito está al alcance de las manos.

Una lección de cincuenta centavos sobre la persistencia

Poco después de que el señor Darby obtuviera su título en la Universidad de los Golpes Duros y decidiera aprovecharse de su experiencia en el negocio del oro, tuvo la buena fortuna de estar presente en una ocasión que le comprobó que un «no» no siempre es un no.

Una tarde, estaba ayudando a su tío a moler trigo en un viejo molino. El tío manejaba una gran granja en donde vivían cierta cantidad de campesinos en arriendo. En silencio, la puerta se abrió y una niña pequeña, la hija de un campesino, entró y se ubicó junto a la puerta.

El tío levantó la mirada, vio a la niña y le espetó:

—¿Qué quiere?

Con timidez, la niña respondió:

—Mi mamá dice que le envíe cincuenta centavos.

—No lo haré —replicó el tío—. Ahora, váyase a casa.

—Sí, señor —contestó la niña. Pero no se movió.

El tío siguió trabajando. Estaba tan ocupado que no le prestó la atención suficiente a la niña como para darse cuenta de que no se había ido. Cuando levantó la mirada y la vio allí todavía, le gritó:

—¡Le dije que se fuera a casa! Ahora, váyase o le daré una bofetada.

La niña pequeña dijo:

—Sí, señor.

Pero no se movió ni un centímetro.

El tío dejó caer un saco de grano que estaba a punto de verter en el molino, cogió la duela de un barril y se acercó a la niña con una expresión en el rostro que indicaba que estaba en problemas.

Darby aguantó la respiración. Se encontraba seguro de que estaba a punto de ser testigo de una golpiza horrible. Sabía que su tío tenía un temperamento espantoso. En esa época, a los niños pobres, en especial a los niños campesinos (que, por lo general, eran niños de color), no se les permitía exhibir un comportamiento tan desafiante con sus mayores o superiores. Cuando el tío llegó al punto en donde la niña se encontraba de pie, ella dio rápido un paso hacia adelante, lo miró a los ojos y gritó con toda la potencia de su voz aguda:

—¡MI MAMÁ TIENE QUE CONSEGUIR ESOS CINCUENTA CENTAVOS!

El tío se detuvo, la miró por un instante y luego, despacio, dejó la duela en el piso, se metió la mano al bolsillo, sacó medio dólar y se lo dio.

La niña cogió el dinero y se fue lento hacia la puerta sin dejar de mirar al hombre al que acababa de ganarle. Cuando se fue, el tío se sentó en una caja y miró por la ventana durante unos diez minutos. Estaba reflexionando, con admiración, sobre la paliza que le acababan de dar.

El señor Darby también estaba pensando. Esa era la primera vez, en todos sus años de experiencia, que veía que un niño de color domara deliberadamente a un adulto blanco. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué le pasó a su tío como para que perdiera su fiereza y se volviera tan dócil como un corderito? ¿Qué poder extraño usó esa niña para poder domar a su superior? Esas y otras preguntas similares se le pasaban por la mente a Darby, pero no encontró la respuesta sino hasta años después, cuando me contó la historia.

Curiosamente, la historia de esta experiencia inusual se le contó al autor en aquel viejo molino, en el mismo lugar en el que el tío recibió esa paliza. Igual de curioso es que yo he dedicado casi un cuarto de siglo a estudiar el poder que le permitió a la niña campesina domar a un hombre poderoso e inteligente.

Mientras estábamos allí, en ese viejo molino polvoriento, el señor Darby repitió la historia de la victoria inusual y la terminó preguntando:

—¿Qué opina de esto? ¿Qué poder extraño usó la niña para poder darle tal paliza a mi tío?

La respuesta a esta pregunta la encontrará en los principios que se describen en este libro. La respuesta es detallada y está completa. Contiene características e instrucciones suficientes para que cualquiera puede entenderla y aplicar la misma fuerza con la que la niña se topó por accidente.

Manténgase alerta y observará justo qué poder extraño llegó al rescate de esa niña. Ya verá un abrebocas de eso en el siguiente capítulo. En alguna parte del libro, encontrará una idea que avivará su capacidad de comprensión y dejará en sus manos, para su propio beneficio, el mismo tipo de poder irresistible. La comprensión de ese poder podrá llegarle en el primer capítulo o podrá pasársele por la mente en uno posterior. Quizás se aparezca ante usted como una sola idea. O quizás se le presente con la naturaleza de un plan o un propósito. De nuevo, es posible que lo haga recordar sus experiencias pasadas de fracasos y derrotas y que saque a la superficie alguna lección a través de la cual puede recuperar todo lo que «perdió» debido a dichas derrotas.

Después de que le describí al señor Darby el poder que, sin querer, usó la niña pequeña, él recordó muy rápido sus treinta años de experiencia como vendedor de seguros de vida y reconoció con franqueza que su éxito en ese campo se debía, en gran medida, a la lección que aprendió de esa niña.

El señor Darby comentó: «cada vez que un prospecto intentaba zafarse de mí sin comprar nada, veía a esa niña de pie en el viejo molino, con sus ojos enormes brillando, desafiantes, y me decía ‘tengo que lograr esta venta’. La mayor cantidad de las ventas que he hecho han sido después de que la gente me dijera que no». También recordó su error al detenerse a tan solo un metro del oro. Dijo: «pero esa experiencia fue una bendición disfrazada. Me enseñó a perseverar sin importar cuán duro sea el trabajo. Esa era una lección que tenía que aprender antes de tener éxito en algo».

La historia del señor Darby y su tío, la niña campesina y la mina de oro sin duda la leerán cientos de hombres que se ganan la vida vendiendo seguros. A todos ellos, el autor quiere ofrecerles la sugerencia de que Darby les debe a estas dos experiencias su habilidad de vender más de un millón de dólares en seguros de vida cada año.

¡La vida es extraña y, a menudo, impredecible! Tanto los éxitos como los fracasos tienen sus raíces en experiencias simples. Las experiencias del señor Darby eran ordinarias y simples y, no obstante, contenían la respuesta al destino de su vida y, por lo tanto, eran tan importantes (para él) como la vida misma. Se aprovechó de esas dos experiencias dramáticas porque las analizó y encontró la lección que querían enseñarle. Pero ¿y qué pasa con el hombre que no tiene ni el tiempo ni la inclinación para estudiar los fracasos en búsqueda de un conocimiento que pueda llevarlo al éxito? ¿En dónde y cómo podrá aprender el arte de convertir las derrotas en peldaños hacia una oportunidad?

Este libro se escribió para responder a esas preguntas.

La respuesta requería de una descripción de los trece principios, pero recuerde que, a medida que usted lea, la respuesta que puede estar buscando para la pregunta que ha causado que reflexione sobre la extrañeza de la vida puede encontrarse en su propia mente, ya sea con la forma de una idea, un plan o un propósito que pueda ocurrírsele al ir pasando las páginas.

Una buena idea es todo lo que uno necesita para alcanzar el éxito. Los principios que describe este libro contienen lo mejor y lo más práctico de todo lo que se sabe con respecto a las formas y medios para crear ideas útiles.

Antes de que vayamos más lejos en nuestra estrategia para la descripción de estos principios, creemos que usted tiene el derecho a recibir esta importante sugerencia:

Cuando las riquezas empiecen a llegar,llegarán tan rápido ycon tanta abundancia queuno se preguntará en dóndese habían estado escondiendodurante todos los años de escasez.

Esta es una afirmación impresionante, más aún cuando consideramos la creencia popular de que las riquezas solo les llegan a quienes trabajan duro y por mucho tiempo.

Cuando usted empiece a pensar y a hacerse rico, se dará cuenta de que las riquezas comienzan con un estado mental, con un propósito definitivo y con poco o nada de trabajo duro. Usted, y cualquier otra persona, debe interesarse en cómo adquirir el estado mental que atrae las riquezas. Yo me pasé veinticinco años investigando y analizando a más de 25.000 personas porque yo también quería saber «cómo los hombres ricos llegan a serlo».

Sin esa investigación, no podría haber escrito este libro.

Anote esta verdad tan significativa: la Gran Depresión empezó en 1929 y continuó para crear todo un récord de destrucción hasta algún momento posterior al nombramiento de Roosevelt como presidente. Luego, la depresión empezó a desvanecerse hacia la nada. Justo como un electricista en un teatro enciende las luces tan gradualmente que la oscuridad se transforma en luz antes de que uno se dé cuenta, así sucedió con el hechizo de miedo en las mentes de las personas: se desvaneció poco a poco y se transformó en fe.

Observe con mucho cuidado que, tan pronto como domine los principios de esta filosofía y empiece a seguir las instrucciones para aplicarlos, su estatus financiero comenzará a mejorar y todo lo que toque se convertirá en una herramienta que podrá usar para su beneficio. ¿Acaso es imposible? ¡Para nada!

Una de las principales debilidades de la humanidad es que el hombre promedio está demasiado familiarizado con la palabra «imposible». Conoce todas las reglas que no le funcionarán. Conoce todas las cosas que no pueden hacerse. Este libro está escrito para aquellos que buscan las reglas que han hecho que otros sean exitosos y que están dispuestos a confiar por completo en esas reglas.

Hace muchos años compré un buen diccionario. Lo primero que hice fue buscar la palabra «imposible» y recortarla con cuidado para sacarla del libro. Si usted lo hace también, no sería una necedad.

El éxito les llega a quienes se hacen conscientes del éxito.

El fracaso les llega a quienes se permiten, sin ningún cuidado, volverse conscientes del fracaso.

El objetivo de este libro es ayudar a todos los que lo buscan a aprender del arte de cambiar sus mentes, de modo que ya no sean conscientes del fracaso, sino conscientes del éxito.

Otra debilidad que se encuentra, por lo general, en mucha gente es el hábito de medirlo todo y a todo el mundo de acuerdo con sus propias impresiones y creencias. Algunas personas que lean esto creerán que nadie puede pensar y hacerse rico. No podrán pensar en términos de riqueza porque sus hábitos de pensamiento están estancados en la pobreza, las necesidades, la miseria, el fracaso y la derrota.

Estas personas desafortunadas me recuerdan a un asiático prominente que llegó a Estados Unidos para aprender del modo de vida del país. Fue a la Universidad de Chicago. Un día, el presidente Harper conoció a este joven estudiante en el campus, se detuvo a hablar con él durante unos minutos y le preguntó cuál le había parecido la característica más notable de las personas estadounidenses.

—Vaya —dijo el estudiante—, ¡los ojos! ¡No tienen los ojos rasgados!

¿Qué dice esto de la manera en la que muchas personas caucásicas ven a los asiáticos?

Nos negamos a creer aquello que no entendemos. Con necedad, creemos que nuestras propias limitaciones son la medida apropiada de las limitaciones. Claro, los ojos de otra persona pueden parecer diferentes o «no estar rasgados» porque no son los mismos que tenemos nosotros.

Millones de personas ven los logros de Henry Ford después de que tuvo éxito y lo envidian por su buena fortuna, su suerte, su genialidad o lo que sea a lo que le atribuyan la fortuna de Ford. Quizás una persona de cada cien mil conoce el secreto del éxito de Ford, y quienes lo conocen son demasiado modestos o reacios a hablar de eso debido a su simplicidad. Una transacción simple ejemplificará el «secreto» a la perfección.

Hace unos años, Ford decidió producir su ahora famoso motor V-8. Escogió construir un motor con todos los ocho cilindros soldados en bloque y les dijo a sus ingenieros que produjeran un diseño para el motor. El diseño se plasmó en papel, pero todos y cada uno de los ingenieros estuvieron de acuerdo con que era sencillamente imposible soldar un motor de gasolina de ocho cilindros en un solo bloque.

Ford dijo:

—Háganlo de todas maneras.

—Pero —respondieron— ¡es imposible!

—Háganlo —ordenó Ford—. Y trabajen en eso hasta que lo logren sin importar cuánto tiempo se tarden.

Los ingenieros procedieron. No tenían ninguna otra opción más si querían seguir siendo empleados de Ford. Pasaron seis meses y nada ocurrió. Pasaron otros seis meses y, de nuevo, nada ocurrió. Los ingenieros intentaron cualquier plan que se les ocurría para llevar a cabo las órdenes, pero aquello parecía estar fuera de la cuestión. «¡Imposible!».

Al finalizar el año, Ford habló con sus ingenieros y, una vez más, le informaron que no habían encontrado ninguna manera de llevar a cabo sus órdenes.

—Sigan con ello —dijo Ford—. Lo quiero y lo tendré.

Prosiguieron y, entonces, como si fuera por arte de magia, descubrieron el secreto.

¡La determinación de Ford había ganado una vez más!

Puede que esta historia no tenga todos los detalles ni de cerca, pero el contexto y las generalidades son correctas. Deduzca de ella, usted, que quiere pensar y hacerse rico, cuál es el secreto de los millones de Ford si es que puede. No tendrá que esforzarse mucho.

Henry Ford es un éxito porque entiende y aplica los principios del éxito. Uno de ellos es el deseo: saber lo que uno quiere. Recuerde esta historia de Ford a medida que lea y resalte las líneas en las que se describió el secreto de sus estupendos logros. Si puede hacerlo, si puede identificar el grupo particular de principios que hicieron rico a Henry Ford, podrá igualar sus éxitos en casi cualquier profesión para la que sea bueno.

Usted es «el dueño de su destino, el capitán de su alma»

Cuando Henley escribió las líneas proféticas de «soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma», tendría que habernos informado que nosotros somos los dueños de nuestro destino, los capitanes de nuestras almas, porque tenemos el poder de controlar nuestros pensamientos.

Debería habernos dicho que el éter en el que flota esta pequeña Tierra, en el que nos movemos y desarrollamos nuestros seres, es una forma de energía que se mueve a una tasa increíblemente alta de vibraciones y que el éter está lleno de una forma de poder universal que se adapta a la naturaleza de los pensamientos que tenemos en nuestras mentes, de modo que nos influencia, de maneras naturales, a transmutar nuestros pensamientos en sus equivalentes físicos.

Si el poeta nos hubiera contado esta gran verdad, sabríamos por qué es que somos los dueños de nuestros destinos, los capitanes de nuestras almas. Debería habernos dicho, con mucho énfasis, que ese poder no hace ningún intento por discriminar entre los pensamientos destructivos y los pensamientos constructivos y que nos impulsará a transmutar a la realidad los pensamientos de pobreza tanto como nos influenciará a actuar con respecto a nuestros pensamientos de riquezas.

También debería habernos contado que nuestros cerebros se magnetizan con los pensamientos dominantes que tenemos en nuestras mentes y, con medios que ningún hombre conoce, estos «imanes» atraen hacia nosotros las fuerzas, las personas y las circunstancias de la vida que armonizan con la naturaleza de nuestros pensamientos dominantes.

Debería habernos dicho que antes de que podamos acumular riquezas con mucha abundancia debemos magnetizar nuestras mentes con el deseo intenso de obtener riquezas, que debemos volvernos «conscientes del dinero» hasta que el deseo de tener dinero nos lleve a crear planes definitivos para obtenerlo.

Pero, como era un poeta y no un filósofo, Henley quedó satisfecho dejando esa gran verdad en su forma poética, permitiendo que aquellos que lo seguían interpretaran el significado filosófico de esas líneas.

Poco a poco, la verdad se reveló y ahora está claro que los principios descritos en este libro contienen el secreto para dominar nuestro destino económico.

Ahora estamos listos para examinar el primero de esos principios. Mantenga una mentalidad abierta y recuerde, a medida que lea, que no se los inventó un hombre. Estos principios se recogieron de las experiencias de vida de más de 500 hombres que de verdad acumularon una cantidad enorme de riqueza, hombres que empezaron en la pobreza, con poca educación y sin influencia. Los principios les funcionaron a estos hombres. Puede usarlos para su propio beneficio.

Encontrará que es algo fácil, no difícil, de hacer.

Antes de que lea el siguiente capítulo, quiero que sepa que transmite información real que puede cambiar con mucha facilidad todo su destino financiero, tal como sin duda cambió las vidas de las dos personas que se describen en unas proporciones estupendas.

También quiero que sepa que la relación entre estos dos hombres y yo es tal que no podría haberme tomado libertades con los hechos incluso si lo hubiera querido. Uno de ellos ha sido mi amigo personal más cercano durante los últimos veinticinco años y el otro es mi propio hijo. El éxito inusual de estos dos hombres, un éxito que ellos le han atribuido generosamente al principio que se describe en el siguiente capítulo, justifica de sobra esta referencia personal como un medio para enfatizar el poder de largo alcance de este principio.

Hace casi quince años, di un discurso de graduación en la Universidad de Salem, en Virginia Occidental. Hice énfasis en el principio que se describe en el siguiente capítulo, con tanta intensidad que uno de los miembros de la promoción de graduados se apropió de él y lo hizo parte de su propia filosofía. El joven es ahora un miembro del Congreso y un factor importante en la administración actual. Justo antes de que este libro se fuera a la editorial, me escribió una carta en la que presentó tan claramente su opinión del principio que se describe en el siguiente capítulo que he decidido publicar su carta como una introducción a dicho capítulo.

Eso le dará a usted una idea de las recompensas que le esperan.

Mi querido Napoleon,

Como mi servicio como miembro del Congreso me ha dado una nueva perspectiva sobre los problemas de los hombres y las mujeres, le escribo para darle una sugerencia que puede ser útil para miles de personas dignas.

Me disculpo, pues debo decir que la sugerencia, si se toma, implicará varios años de trabajo y responsabilidad para usted, pero me animo a darle la sugerencia porque conozco su gran amor por prestar un servicio útil.

En 1922, usted dio el discurso de graduación en la Universidad de Salem, donde yo era un miembro de la promoción de graduados. En ese discurso, usted me plantó en la mente una idea que ha sido responsable por la oportunidad que tengo ahora de servirle a la gente de mi Estado y que será responsable, a largo plazo, por cualquier éxito que tenga en el futuro.

La sugerencia que tengo en mente es que consigne en un libro todo lo que dijo en la Universidad de Salem, de tal manera que le dé a la gente de Estados Unidos una oportunidad de aprovecharse de sus múltiples años de experiencia y relaciones con los hombres que, con su grandeza, han hecho que Estados Unidos sea la nación más rica de la Tierra.

Recuerdo como si fuera ayer la maravillosa descripción que dio del método con el cual Henry Ford, con poca educación, sin un dólar y sin amigos influyentes, se elevó hasta la grandeza. En ese momento decidí, incluso antes de que terminara su discurso, que me crearía un lugar para mí mismo sin importar cuántas dificultades tuviera que superar.

Miles de personas jóvenes acabarán sus estudios este año y en los próximos años. Cada una de ellas estará buscando justo un mensaje así, uno de ánimo práctico, como el que yo recibí de su parte. Querrán saber a dónde ir y qué hacer para empezar a forjarse una vida. Usted puede decírselos porque ha ayudado a resolver los problemas de mucha, muchísima gente.

Si hay alguna posibilidad de que pueda permitirse prestar este gran servicio, ¿puedo ofrecerle la sugerencia de que incluya con cada libro uno de sus mapas de análisis personal, de modo que el comprador del libro se beneficie de una autoevaluación completa que le indique, como me pasó a mí hace años, exactamente en dónde está en el camino hacia el éxito?

Un servicio así, que les provea a los lectores de su libro un examen completo y objetivo de sus fallas y sus virtudes, significaría para ellos la diferencia entre el fracaso y el éxito. Ese servicio no tendría precio.

Ahora mismo, millones de personas se están enfrentando al problema de volver al ruedo debido a la Gran Depresión, y hablo por experiencia personal cuando digo que sé que esas personas honestas agradecerían la oportunidad de contarle a usted sus problemas y de recibir sus sugerencias y soluciones.

Conoce los problemas de aquellos que se enfrentan a la necesidad de empezar de nuevo. Hay miles de personas en Estados Unidos ahora a quienes les gustaría saber cómo pueden convertir ideas en dinero; personas que deben empezar de cero, sin finanzas, y recuperarse de sus pérdidas. Si alguien puede ayudarlas, es usted.

Si publica el libro, me gustaría tener la primera copia que salga de la imprenta autografiada por usted.

Con los mejores deseos, créame.

Cordialmente,

JENNINGS RANDOLPH.

CAPÍTULO 2

DESEO

El punto de partida de todos los logros

El primer paso hacia la riqueza

Cuando Edwin C. Barnes se bajó del tren de carga en Orange, Nueva Jersey, hace más de treinta años, bien podría haberse parecido a un mendigo, pero ¡sus pensamientos eran como los de un rey!

A medida que se alejaba de las vías del tren para ir a la oficina de Thomas A. Edison, su mente trabajaba. Se vio de pie en presencia de Edison. Se escuchó pidiéndole al señor Edison una oportunidad para llevar a cabo la obsesión que le consumía la vida, el deseo ardiente de convertirse en un socio de negocios del gran inventor.

¡El deseo de Barnes no era una esperanza! ¡No era una ensoñación! Era un deseo agudo y pulsátil que trascendía todo lo demás. Era definitivo.

El deseo no era nuevo cuando se acercó a Edison. Había sido el deseo dominante de Barnes durante mucho tiempo. Al principio, cuando el deseo apareció por primera vez en su mente, podría haber sido, y quizás lo fue, solo una ensoñación, pero no era solo una ensoñación cuando se presentó frente a Edison.