Piscolabis - Lucila Toloza - E-Book

Piscolabis E-Book

Lucila Toloza

0,0
6,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Toda historia tiene diferentes puntos de vista con un fin en común. ¿Qué tan catastrófico sería que una familia que busca la perfección en todo y una adolescente que carece de ella, se mezclen? "Piscolabis: Pequeña cantidad de comida que se toma entre horas, generalmente por capricho u ocasión más que por hambre o necesidad"

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 89

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Autor: Lucila Toloza

Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Toloza, Lucila Victoria

Piscolabis / Lucila Victoria Toloza. - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2019.

126 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-376-7

1. Novela. 2. Novelas Románticas. 3. Adolescencia. I. Título.

CDD A863.9283

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está tam-

bién totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet

o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2018. Lucila Toloza

© 2018. Tinta Libre Ediciones

A las mujeres.

Especialmente a Giuli y Sosu, dos mujeres hermosas, sensibles, valientes y luchadoras.

Prólogo

por Camila Frau

Reflexionando sobre los hechos de los últimos meses, y considerando que nuestras historias parecieran estar relacionadas entre sí, no puedo evitar hacerme ciertas preguntas.

Si Martina nunca hubiera aparecido en nuestras vidas, ¿el resultado sería otro? ¿O todo sería igual?

Quizálos fantasmas de nuestro pasado también fueron responsables de su situación.

Podría empezar por la cena de mi cumpleaños, esa para la que mi hermano había anunciado que invitaría a cenar y presentaría a su novia.

Y aunque sé que no empezó allí, desde ahí empezaré.

Ángelo

PRIMERA PARTE

ANTES

CAPÍTULO 0

Ángelo

Tanto Martina como yo concurrimos al mismo colegio, mismo edificio; nos conocemos y nos llamamos la atención.

Yo llamo su atención por ser el hermano de Agustín.

Martina a mí me llama la atención por su belleza; por su forma de pensar, que nunca se puede descifrar; por su dulzura; por su aroma a jazmines; por su confianza en sí misma; por el amor y el autorespeto que demuestra y por todo lo cautivante quetiene.

Podría decir que todo empieza en la cena de mi cumpleaños, esa para la que mi hermano había anunciado que invitaría a cenar y presentaría a su novia, quien casualmente estudia en el mismo colegio al que vamos mi hermana, Eva, y yo.

Dentro de mí creció la duda: ¿Quién sería? ¿Por qué jamás había visto a mi hermano con esa chica si estaban tan cerca?

—¡¿Martina Paz, en serio?! Lo tenías guardado, Agus —dijo Eva, la menor de mi familia, con voz aguda, intentando sonar simpática cuando en realidad sonaba algo irónica.

Eva guardaba tantos secretos como la caja del abuelo en el sótano.

Pero ¿qué tanto puede esconder una nena de catorce años? ¿Comida en su cajón? ¿Vómito todas las noches? ¿Odio hacia sí misma?

Con Eva todo parecía poco.

Y yo nunca lograba hacer lo suficiente.

La relación con Eva nunca fue fácil, y de haberlo sido, seguramente, después de esa cena, se hubiese complicado.

Por eso prefería, de alguna manera, evitarla.

Noté que mi hermano Agustín sentía intriga ante la extraña respuesta de Eva, por su mirada confusa, y temí por lo siguiente.

Todos en el colegio sabían que Martina y Eva se llevaban mal. Sin embargo, como si su nueva relación fuera a hacer milagros y lograse que ellas se empiecen a llevar bien simplemente por ser cuñadas, él le preguntó:

—¿Te cae bien ahora? —tanteó Agustín, mirando a quien tenía al lado.

—Bueno, “bien” es muchodecir. Solo… estoy aprendiendo a soportarla… Es dos años mayor, de todas formas —respondió Eva, quitándole importancia al asunto.

La siguiente pregunta fue directamente hacia mi pecho:

—¿Y a vos, Ángelo?

Y como si rinocerontes hubiesen bailado sobre mí, haciendo una mueca de dolor, dije suavemente:

—No la conozco mucho.

Y eso había arruinado mi cumpleaños, claro. Pero, sin duda, no había sido lo peor de aquella noche.

El timbre sonó y, como si fuera algún tipo de extraña fantasía, al girar la cabeza la vi entrar por la arcada de la cocina. Llevaba puesta una blusa negra de seda, algo escotada, un pantalón blanco bastante ajustado, zapatillas y el pelo (castaño muy claro, casi rubio oscuro) atado en una colita alta, tirante, como siempre. Su pelocaía por debajo de su nuca.

Estaba cerca de mí y pude sentir su penetrante perfume, que me llevó hacia un placer tan horrible que disfruté.

—¡Ángelo! Feliz cumpleaños —me dijo, solo eso, con su voz carismática, y su sonrisa fue tan grande que se le notaron las encías. Como siempre.

Siempre sonreía y era bastante enérgica; aun así, a mí no se me pasaba por alto que cuando estaba sola –lo que sucedía muy pocas veces– estaba como desorientada y apagada.

Yo no conocía muchas cosas de ella, solo lo que sabían todos.

Su madre se había suicidado. Martina había estado muy triste, hasta que decidió sumergirse en una nube de “nada me importa”, y eso era todo lo que se decía.

Nadie sabía mucho sobre ella, a decir verdad.

¿Me importaba eso a mí?

No.

Durante la cena, compartimos comentarios sobre el colegio.

Yo estaba cada vez más confundido, no entendía qué estaba pasando. Algo dentro de mí ardía de odio.

Sentí movimientos a mi lado y fijé la vista en la chica que se levantaba de la mesa, disculpándose para pasar al baño.

No la dejé de observar hasta que desapareció entre las paredes blancas y los cuadros familiares.

Algo que generalmente me atormentaba: la perfección de mi casa.

Intenté distraerme mirando el plato y concentrándome en la camisa blanca del uniforme de mi hermana (quien, por cierto, tenía muy mala cara y solo movía los cubiertos). Miré mi plato y conté los tomates…

A mi lado, la silla se movió y supe que era Martina que volvía a su lugar. La miré y le sonreí apenas, casi conteniéndome; ella me sonrió enormemente, con sus dientes blancos y parejos.

Sentí el leve impulso de hacer algo, pero no supe nunca qué había sido.

La ira arremetió de nuevo y me encontré apretando fuertemente los puños, tratando de contenerme.

Mi mirada se encontró con la de Agustín. Sentí culpa y aflojé los puños, blancos por tanta presión.

CAPÍTULO 1

Martina

¿Se puede estar fascinada con algoy al mismo tiempo sentir asco hacia eso mismo?

La presencia de mi novio, Agustín, en mi vida fue muy emocionante. Fue toda una nueva experiencia que hacía tiempo esperaba.

Sin embargo, la culpa de saber que tenía veinte años me pesaba tanto como –o más que– el de tema de Miranda.

La notificación de un mensaje en mi teléfono celular me asustó. La vibración del aparato me sacó del horrible trance en el que estaba.

Ame: ¿Ya le dijiste?

Pero aunque hubiese deseado hacer feliz a mi mejor amiga, la respuesta fue negativa.

¿Cómo decirle a mi papá que tengo un novio cuatro años mayor? Perdón, ¿cómo decirle a mi papá que tengo un novio? Aún no estoy preparada.

«El problema es que no estás preparada para nada».

Pegué un manotazo rápido a mi cabeza y respiré hondo, clavando la mirada en el pizarrón donde había todo tipo de palabras.

Desde la muerte de mi mamá, mi papá estuvo muy ocupado y eran pocos los momentos en los que podíamos hablar.

Lo entiendo, sé que mantener a una hija adolescente es difícil.

Pero realmente todo se llenaba de cosas absurdas como “qué rica está la pizza”, “¿decís que aumentará el delivery?”, “papá, hay muchas cosas malas en televisión, veamos Netflix” y eso nos llevaba a mirar series y comer pizza, callados.

Mi familia nunca fue como la de Agustín, por ejemplo. Ellos eran felices. Se sentaban en una mesa, compartían su día y se abrazaban antes de dormir.

Otro mensaje llegó:

Ame: ¿Lo que dicen es verdad?

Yo: ¿De qué hablas?

Ame: Eso.

Martina: ¿Eh?

Ame: Que van a tener sexo. Escuché que las chicas de primero lo decían…

Si algo en la familia de Agustín no es perfecto, es su hermana Eva. El diablo.

«Si tu papá supiera también se suicidaría».

Me toqué la cabeza y empecé a tirarme los pelos.

—Callate.

«No te alcanza con lesbiana, también puta».

Me levanté como si en mi culo hubiera un resorte. El profesor me miró desconcertado:

—¿Pasa algo, Paz?

—Nada.

Pero ese nada significaba que ya estaba sacando turno con la peluquería.

CAPÍTULO 2

Ángelo

Estaba escribiendo en mi computadora, muy compenetrado, cuando escuché el timbre.

No me molestaría tanto abrir la puerta si no me costara tanto sentarme a escribir poesía.

Estaba seguro de que era alguno de mis hermanos que seguro se había olvidado de las llaves, pero al abrir la puerta una repentina ola de calor se hizo presente.

Tras ella, apareció la criatura más bella que jamás había visto: Martina. Abrí levemente la boca y me inundaron unas ganas irremediables de suspirar.

¿En qué momento me había vuelto tan cursi y estúpido? La respuesta apareció enseguida, recordándome que siempre fui cursi. Al menos eso decía mi ex.

—Martina.

—Hola, Ángelo —preguntó, amable aunque con voz rasposa y cierto nerviosismo—. ¿Agustín está?

En ese momento, comprendí dos cosas:

Primero, que a ella no le importaba cómo estaba yo.

Segundo, que tenía los ojos rojos. Había estado llorando.

Enseguida pensé algo que me dejo helado: «Estás siendo tan estúpido y débil como lo eras con tu ex».

—Pasá —casi ordené.

Ella entró en la casa. Cuando cerré la puerta, me di vuelta y vi a Martina de espaldas, con las manos en la cara.

—¿Estás bien? —le pregunté, apoyándole una mano en el hombro.

Martina me abrazó fuerte. La apretujé un poco, sin confianza, contra mí.

Ella se separó y susurró:

—Lo... l... lo sie... siento. —Tragó saliva (algo que me pareció erótico y tierno al mismo tiempo) y volvió a susurrar, como si alguien nos escuchara:

—No te conozco mucho y... fue un... fue por instinto.

—Nos conocemos —afirmé—. Quiero decir, vamos al mismo colegio y... sos la novia de mi hermano.

—Sí —contestó, pero noté algo de incomodidad en ella con ese tema y a mí me incomodaba indagar.

—¿Querés tomar algo caliente? —le ofrecí.

La vi dudar. Sus ojos se hicieron chiquitos. Y la miré bien: buzo gris, varios talles más grande, jean negro y sus Converse blancas.

Noté, también, que su pelo, a diferencia de como lo llevaba siempre, estaba suelto y parecía revuelto.

—Sí, tomemos algo.

Fuimos a la cocina. Blanca y espaciada, llena de cosas, pero ordenada.

Perfecta, como todo en esa casa.

Preparé el té –de canela– que Martina eligió entre varias opciones y se lo di.

Lo tomó con sus manos blancuzcas, sudadas y temblorosas. Sus dedos finos, largos,con las uñas pintadas de azul eléctrico, envolvieron la taza blanca, decorada con dorado y rosa, y sonrió.

Vi sus encías y me tranquilicé.

—Entonces… si necesitás hablar…

—Sí, lo sé. Estás.

—Sí —aseguré.

—Realmente no quiero hablar de lo que me pasa o pasó, o… lo que sea.

—Bueno.

Ella posó su mirada en la mesa de madera y pareció recargar todas sus dudas.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Sí, decime.

—Vos, como hombre, ¿creés que está mal que esté con Agustín?

—¿Cómo hombre?

—Sí…

—No entiendo qué tiene que ver.

Martina pareció dudar de su propia duda.