Primera cita 2 - Alexandra Larochelle - E-Book

Primera cita 2 E-Book

Alexandra Larochelle

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Beschreibung

Luego de su primera cita juntos, Azalea no puede dejar de pensar en René y en lo maravillosa que es su relación. ¿Seguirá todo bien? ¿Significará algo el que no la haya vuelto a besar? Mientras tanto, Teo se felicita a sí mismo por su trabajo de cupido y lo bien que va su propia relación, pero entonces ¿por qué no puede eliminar su perfil de primera cita? ¿Será por culpa de esa persona con la que habla todos los días? Nadie dijo que el amor es perfecto. Teo y Azalea están a punto de descubrirlo.

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Seitenzahl: 157

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Premier rendez-vous. L’amour, c’est du caca, escrito por

Alexandra Larochelle y Louis Patalano.

Diseño de portada, Rachel Blanchard.

© Éditions Michel Quintin (Québec, Canadá), 2020.

I.S.B.N.: 978-956-12-3731-5

I.S.B.N Digital.: 978-956-12-3741-4

1ª edición: noviembre de 2023.

© de la traducción: Empresa Editora Zig-Zag S.A., 2023.

Traducción al castellano: Sofía Améstica Parraguez.

© de la edición: Empresa editora Zig-Zag S.A., 2023.

Los Conquistadores 1700, piso 10, Providencia.

Santiago de Chile.

Teléfono (56-2) 2810 7400.

[email protected] / www.zigzag.cl

El presente libro no puede ser reproducido ni en todo

ni en parte, ni archivado, ni transmitido por ningún medio

mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-ROM,

fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción,

sin la autorización escrita de su editor.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

A todos los corazones que nunca saben lo que quieren;sabemos que no es fácil.

AZALEA: VIERNES 11 DE OCTUBRE

Tengo una montaña de tareas por hacer, pero no tengo cabeza para conjugar el participio pasado. Hace dos semanas que floto sobre una nube rosa. Dejo mi mochila cerca de mi escritorio, y me dejo caer en la cama para sonreírle al techo (mi nueva actividad favorita cuando no estoy con René). En mi cabeza he repasado cincuenta veces la película de nuestra primera cita.

Si tuviera que ponerle un título, sería seguramente una cosa como: “El beso más mágico”. Euh… “El beso apasionado”. No, ya sé: “El primer beso verdadero que cuenta de verdad”. Es seguramente el momento más importante de toda mi vida y no quiero olvidarlo jamás.

Fue el viernes, hace dos semanas. René me vino a buscar para tener una noche sorpresa. Me subí a su scooter eléctrico y cuando partió, fingí que tenía un poco de miedo (a pesar de que no lo tenía porque saqué mi licencia el año pasado) solo para poder abrazarlo. Olía tanto a sándalo, mmm…

Llegamos al lugar secreto: el cine. Estaba súper contenta, porque la película Las rosas eternas acababa de salir y estaba segura de que sería esa la que me llevaría a ver. Finalmente, sacó dos tickets para Rápido y furioso número no-sé-cuánto… No era EXACTAMENTE la película de mis sueños, pero bueno, estaba con el chico más guapo de todo el mundo, así que ciertamente no iba a comenzar a quejarme.

Hasta hoy no tengo idea de qué se trataba la película. Había unos tipos todos machotes, mujeres lindas y autos ruidosos. Eso es más o menos lo que recuerdo, porque estaba súper concentrada esperando a que René me tomara la mano. Había apoyado mi brazo sobre el reposabrazos que estaba entre los dos para dejarle mi mano accesible si él tenía ganas.

Y entonces pasó algo SÚPER importante: en la pantalla, el tipo guapo besó a la mujer hermosa. Eso me hizo darme cuenta de que René, quizás, iba a intentar besarme antes de que terminara la película. Mi cerebro daba vueltas más rápido que los autos tuneados de la pantalla. Lo último que necesitaba era tener aliento a... ¡porque el popcorn huele a pie! ¡Nadie quiere besar pies! Felizmente, tenía un paquete de chicles en el bolsillo de mi chaqueta. Me apuré a meterme tres chicles en la boca y masticarlos a toda velocidad para refrescar mi aliento.

De pronto, después de una cantidad incalculable de minutos, y de al menos doce carreras de autos en la pantalla, esperando con la mano extrañamente apoyada hacia arriba, ¡LLEGÓ EL MOMENTO! Acercó su mano a la mía, y yo estaba tan nerviosa con la idea de que nuestros dedos se entrelazaran, que agarré su mano en pleno vuelo de una manera casi natural(o en realidad, para nada natural). Nos miramos de reojo y René, dulcemente, retiró su mano. ¿¡¿QUÉ?!? ¿Por qué hizo eso? Y entonces, se inclinó hacía mi oído para susurrarme:

–Perdón, solo quería tomar un trago de 7up.

Por Dios. Estaba tan avergonzada que me habría metido al interior de mi butaca si hubiese podido. Bueno, ya estaba más claro que el agua: nada iba a pasar esa noche, y aquella cita era, oficialmente, un desastre.

Decidí concentrar mi desesperanza en elpopcorn. Iba a salir soltera, pero no con el estómago vacío. Entonces, sutilmente, escupí mi gigantesca bola de chicle en mi mano derecha, que estaba en el reposabrazos, antes de meter mi mano izquierda a la bolsa de consuelo, cuando de repente, cuando ya no esperaba nada de nada… él tomó mi mano que tenía un gigantesco chicle pegajoso de baba. ASQUEROSO. Sentí todos los músculos de mi cuerpo crisparse cuando René apretó un poco su mano, lo suficiente para descubrir la gran pelota viscosa de chicle entre nuestras palmas. Fue ahí que su cara cambió y vi en su mirada que acababa de comprender lo que había pasado.

Bruscamente saqué mi mano, la gran masa asquerosa se quedó pegada en la suya, me levanté y salí de la sala corriendo. Como si el universo estuviese en mi contra, llovía a cántaros. Ya está, no importa. Me iba a devolver a mi casa caminando y me escondería bajo una ducha caliente por el resto de la eternidad apenas llegara.

Digamos que acababa de arruinar, potencialmente, el momento más importante de mi vida con el hombre más hermoso del mundo ¡por un maldito chicle! René iba, seguramente, a contarle a todo el equipo de fútbol y todos se burlarían de mí por el resto de la secundaria. “Azalea la chiclosa” sería, oficialmente, mi nuevo sobrenombre. Me quedaba una sola opción: cambiarme de colegio (de nuevo) y tachar el baile de solsticio con el que soñé toda mi vida (o casi).

Había llegado al final de la calle, cuando oí mi nombre encima de los truenos que retumbaban afuera y dentro de mi cabeza.

–¡Azalea, espera! ¡Azalea!

Me di vuelta para encontrarme cara a cara con René. Estaba tan empapado como yo, y eso lo hacía ver aún más guapo que de costumbre. Intenté hablar, pero en vez de eso, me puse a llorar.

–Perdona, René… Lo arruiné todo. Yo no quería que pusieras tu mano en una gran bola de chicle toda blanda.

René me quedó mirando fijamente durante un segundo antes de soltar una carcajada, sin ser capaz de detenerse.

–Bueno, listo, sabía que te ibas a reír de mí. Chao, René.

Me di la vuelta para seguir mi camino, pero el hombre de mi vida me agarró la mano (felizmente la lluvia había lavado los restos de chicle).

–Espera, yo no me río de ti. ¿Qué haces? ¿Te ibas a ir caminando bajo la tormenta hasta tu casa?

Me encogí de hombros sintiéndome un tanto estúpida.

–Ven, yo te llevo.

Se puso a llover aún más fuerte y un rayo iluminó su rostro. Lo vi tan hermoso. No sé qué me pasó, pero… lo besé. Así tal cual, en la boca. Tan solo duró un segundo, pero fue el segundo más largo y, a la vez, el más corto de mi vida. Fue suave y un poco frío, y muy húmedo por la lluvia, pero era mi primer beso de verdad, el que cuenta como verdadero, y no podría haber pedido nada mejor.

TEO: SÁBADO 12 DE OCTUBRE.

Me acuesto en la cama de Philippe y miro las fotos de mi teléfono, mientras mi novio termina de instalar la actualización de 1a . Me encuentro con una foto de Zal y yo, de hace tres semanas, justo después del primer partido de fútbol de la temporada en el colegio. Tengo la sensación de que fue hace una eternidad. Desde que está con René, solo la veo en el colegio, porque los dos están todo el rato juntos no sé dónde. La extraño, pero no puedo evitar felicitarme por haberle pedido a René que la invitara a salir. ¡Llámenme Cupido!

–Estoy contento de ver a Azalea en la noche –le digo a Philippe–. Desde que tiene novio, la echo de menos, aunque estoy contento por ella.

–Sí, será súper –responde Philippe– ¿No se ven lindos juntos?

–No lo sé, apenas los veo en el colegio. Para mí que se esconden para besuquearse.

De repente, la voz de Steve, el padre dePhilippe, nos llama desde el garaje.

–¡Chicos, vengan a ver esto!

Hace dos semanas que trabaja en la renovación de la vieja Shelby Mustang 1967 roja que fue de su propio padre. Está muy orgulloso de su auto, pero no nos ha dejado verlo aún. “No antes de que esté terminado”, nos repite Steve a pesar de los reclamos de mi novio. Cuando llegamos al garaje, su enorme sonrisa lo dice todo:

–¿Entonces? –pregunta él, con los ojos tan brillantes como sus manos están sucias.

Philippe suelta un chiflido de admiración dándole vueltas al auto que brilla bajo las luces de neón.

–¡Para nada mal! –le lanza.

–¿Para nada mal? –se ofusca Steve.

Mi novio me devuelve la sonrisa.

–¡Es hermoso, papá!

–¡Realmente hermoso! –agrego.

–¿Les parece si le damos una vuelta? Puedo llevarlos hasta su actividad, si quieren.

La sonrisa de mi novio se ensancha aún más. ¡Azalea y René no darán crédito a sus ojos cuando nos vean llegar en un Mustang!

–¿Hablas en serio? ¡Por supuesto que queremos! ¿No, Teo?

Confirmo vivamente. Galante, mi novio me abre primero la puerta.

–Mi amor, adelante, por favor.

Steve se instala en el asiento del conductor y hace rugir el motor.

–¡Wow! ¡Suena como los autos de las películas! –exclamo.

–Abróchense los cinturones, ¡nos vamos!

Steve acelera y despegamos, literalmente.

–Ahora ninguna mujer de “Tainder” podrá resistirse –le lanzo para molestarlo.

Hace unas semanas, mi suegro se creó una cuenta en la aplicación de citas Tinder (que él pronuncia “Tainder” y que nosotros seguimos diciéndole así para reírnos de él… (¡pero con cariño!).

Steve parece incómodo por un segundo.

–Sí, bueno… Digamos que no ha funcionado tanto como yo hubiese esperado, esta cosa de citas.

–¿Qué? –dice Philippe sorprendido– ¿Cómo es eso? ¿Cómo que no funciona?

Mi suegro se encoge de hombros, con un poco de lástima.

–Hasta ahora no he tenido ningún match.

–¡No puede ser! –exclama mi novio incrédulo– Déjame ver tu perfil.

Steve parece dudar.

–¿Por qué quieres ver mi perfil? Mi perfil está bien.

–Es lo que vamos a analizar –responde su hijo, estirando el brazo para poder agarrar el teléfono de Steve que está en el posavasos.

–¡Ey! ¡Devuélveme eso! –se ofusca mi suegro.

Un pequeño silencio se instala y me devuelvo para ver los ojos de mi novio agrandarse.

–Por Dios. Papá... ¿es en serio? –le pregunta completamente traumatizado.

–Vamos, ¡no puede ser tan terrible! –digo yo extendiendo la mano para que me muestre el perfil.

Philippe me pasa el teléfono y… me muero de la risa.

–¡WUAJAJA! Vamos, Steve. ¿es una broma?

–¿Y bueno qué? –replica Steve, ligeramente irritado.

–¿Qué es ESTO? ¿Por qué tienes una cresta de tres centímetros de gel en el pelo? –explota Philippe, incapaz de contener sus carcajadas.

–Y, no quiero ser mala onda, pero tomarte una foto desde ese ángulo te hace ver, levemente, como si tuvieras un cuádruple mentón –añado.

Mi suegro se inclina un poco en el asiento del conductor, enojado.

–Bueno, bueno… Yo solo quería arreglarme para sacarme una buena foto.

–No necesitas arreglarte, tú ya eres guapo –dice mi novio–. Lo que la gente quiere ver en las fotos es tu personalidad.

Steve pone los ojos en blanco, pero lo veo esbozar una pequeña sonrisa a pesar de todo, obviamente halagado por el cumplido de su hijo.

–¿Y dónde encuentro eso, las fotos que muestren mi personalidad?

–Danos cinco minutos y yo te juro que tu perfil va a mejorar en un 300%.

Philippe se estira hacia mí para que podamos ver juntos las fotos de su padre en su teléfono. Elegimos cuatro que le benefician mucho más que esa horrible que tiene: una foto de él mientras está arreglando un auto; una de Philippe y él cocinando; otra donde casi parece modelo, con el sol en los ojos, y otra donde está tocando guitarra. Steve mira nuestra selección de reojo.

–Ah no, ¡esa no! De hecho, yo no toco guitarra, lo hice solo para la foto –objeta él.

–¡Las chicas no necesitan saber eso de inmediato! –dice Philippe.

Asiento con la cabeza para aprobar.

–Bueno, ahora tu descripción.

–¿Qué tiene mi descripción?

–Teo –dice Philippe–, dime qué piensas de esto: “Buen tipo”.

Espero un poco para que continúe, pero no agrega nada más.

–Espera, ¿eso es todo?

–Es todo –me confirma mi novio.

–¿“Buen tipo”? ¿Nada más?

Steve suspira, un poco exasperado.

–¿Y, bueno qué? ¡Es verdad que soy un buen tipo! ¿Qué tiene de malo eso?

Mi novio se da una palmada en la frente, completamente desanimado.

–¡Tu descripción, papá, es tu peak de ventas! Todo el mundo cree ser un buen tipo, es cero original.

–Bueno, dale, escríbeme una descripción sublime, si eres tan genial –replica Steve.

–Con gusto, mi querido padre.

Philippe comienza a tipear sobre el teclado del teléfono. Algunos segundos más tarde, lee:

–“Padre de un chico genial de catorce años y mecánico apasionado, que solo espera a la persona indicada con quien pueda compartir su receta familiar de la lasaña de seis pisos”.

–Un chico genial, ¿ah? –se burla Steve sonriendo–. Admito que… es una mejor descripción.

–Con eso estoy seguro que comenzarás a tener matchs –digo con certeza.

–Todavía no puedo creer que mi hijo y mi yerno de catorce años deban tomar mi vida amorosa en sus manos…

Me giro hacia Philippe y chocamos los cinco. Al mismo tiempo, llegamos al estacionamiento de laser tag1. A lo lejos, logro ver que Azalea y René ya llegaron. Parece que René le está mostrando algo en el celular y los dos parecen morirse de la risa. Ver eso me hace sonreír.

–¡Que tengan linda tarde, los enamorados! Llámenme si necesitan que los venga a buscar más tarde –dice gentilmente Steve.

Me bajo del magnífico Mustang sintiéndome, ligeramente, como un actor hollywoodense. Azalea levanta los ojos y me da una enorme sonrisa, antes de correr hacia a mí y saltar a mis brazos.

–¡TB! ¡Estoy super contenta de verte! ¡Wow, estás hermoso! ¡Tienes aire de actor de cine con ese Mustang!

Steve se inclina en la ventana y le guiña el ojo a Azalea.

–¡Muchas gracias! ¡Vayan, jóvenes, yo los dejo!

El auto se aleja con un fuerte estruendo. Lo miramos un momento, y luego Philippe rompe el silencio.

–¿Están listos para que los hagamos trizas en el laser tag? –les pregunta a mis amigos, desafiándolos.

–¡Jamás! –responde René riéndose.

–Pero les daremos un poco de ventaja cuando estén perdiendo –agrega Azalea y me empuja en son de gracia.

Entramos al edificio y me siento extrañamente orgulloso de mi rol de Cupido.

AZALEA: SÁBADO 12 DE OCTUBRE

René y yo fuimos DEMOLIDOS en el laser tag. ¡Pareciera que Teo y Philippe han jugado toda su vida! Nos sentamos en la pizzería que está justo al lado y a sorbos bebo el té helado de la derrota, con la mano hundida en un plato de aros de cebolla.

–Entonces, René, cuéntanos todo. ¿Cuándo fue que Azalea llamó tu atención por primera vez? –pregunta Philippe.

–Ehhh… No sé exactamente… Yo creo que fue el primer día de colegio, en el autobús. Tenía una mancha de pasta de dientes en su polerón y estaba toda despeinada, como si se hubiese peleado con un oso antes de subir.

Mi mejor amigo y su novio estallan de la risa, mientras que yo tengo la impresión de que mi mandíbula está a punto de tocar el suelo.

–¿¡¿QUÉ?!? ¡Yo estaba SEGURA que no me habías visto! –grito.

–Bueno… ¡más bien estabas difícil de olvidar! –responde René con una pequeña sonrisa.

Yo me río también. Ese día no estaba realmente en mi mejor momento, pero eso no me impidió vivir un verdadero cuento de hadas ahora. Todavía no puedo superar la emoción de ser la novia de René. Creo que me voy a acordar toda la vida del momento en que me hizo la gran pregunta.

Luego de nuestro primer beso, pasé todo el fin de semana estresada, porque no tuve noticias de él. Pensé que quizá besaba súper mal, o que había sentido un aliento a popcorn a pesar de mis esfuerzos. El lunes por la mañana, estaba nerviosa ante la idea de tomar el bus con él. Tenía miedo de que fuera incómodo y que él me ignorara o peor, que se riera de mí contándole a los demás que soy la masticadora de chicle. Cuando el bus se detuvo en la parada, subí con mi capuchón puesto para evitar que me viera, pero… él vino a sentarse justo a mi lado, y, simplemente me preguntó si quería ser su novia. Yo respondí que sí, nos sonreímos y nos tomamos de la mano por el resto del trayecto. Fue realmente un gran momento, y me hizo incluso olvidar que tenía un nombre un poco feo. René, René, René. René y Azalea. Azalea y René. Eso suena mejor.

–¡Tierra llamando a la soñadora!

La voz de Teo me trae a la realidad.

–¿Qué? ¿Qué pasa? –digo tratando de recuperar el hilo de la conversación.

–¿Dónde estabas con esa risa boba? –se burla Philippe.

–En ninguna parte, solo pensaba en la pizza que pedimos –respondo, concentrándome en no sonrojarme (lo que no funcionó para nada).

–Y ahora tú, Teo, ¿cómo supiste que estabas enamorado de Philippe? –pregunta René a mi mejor amigo.

Philippe y Teo intercambian una sonrisa.

–Fue en el campamento de verano que acaba de pasar. Hicimos una competencia de relevo, un equipo contra otro. Yo venía con el banderín, estaba en la última vuelta de mi turno, y ahí me percaté del gran y guapo pelirrojo, con pecas, muy cute, del otro equipo. No sé qué me pasó, pero le pasé a él el banderín en lugar de dárselo a mi compañero, y nos quedamos mirándonos a los ojos por lo menos durante diez segundos, como en una película.

–Eso fue porque no entendía por qué me estabas pasando el banderín de tu equipo –contesta Philippe.

–Pero no, ¡detente! Tú estabas bajo el encanto, ¡yo lo sé! –reacciona Teo.

Me parto de la risa con René.

–¿Qué pasó después? –pregunto.

–Bueno, mi equipo perdió porque ¡jamás entregué el banderín! Pero no me importó, porque estaba oficialmente enamorado.

Nos morimos de risa los cuatro y Philippe pasa su brazo sobre los hombros de mi mejor amigo. Los dos intercambian una mirada cómplice, se hacen una mueca y se dan un beso riéndose. Se ven tan lindos juntos… pero eso me produce algo extraño, porque después de esa tarde en el cine, René y yo no nos hemos vuelto a besar. Hemos pasado mucho tiempo juntos, pero el mayor acercamiento físico que hemos tenido es tomarnos las manos.

La mesera llega con nuestra gigantesca pizza, de la cual un cuarto está cubierto de piña… No puedo evitar arrugar la nariz.