Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Azalea y Teo son los mejores amigos del mundo mundial, por eso se prometieron ir juntos a la fiesta de verano del instituto Jolicoeur. Pero a veces los planes cambian, y Azalea queda destrozada cuando Teo le dice que irá al baile con su nuevo novio. La chica no puede creer que su mejor amigo falte a su palabra y no la acompañe al evento más mega súper importante de su vida. Azalea deberá encontrar pareja y rápido, pero es nueva en el colegio y no conoce a nadie. Menos mal que Teo tiene un plan, y junto con su novio Philippe, decide ayudarla poniendo en marcha una aplicación llamada "La Primera Cita", para que pueda encontrar a su match perfecto… ¿Qué podría salir mal?
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 133
Veröffentlichungsjahr: 2023
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Premier rendez vous. Le pire meilleur ami, escrito por
Alexandra Larochelle y Louis Patalano.
Diseño de portada, Rachel Blanchard.
© Éditions Michel Quintin (Québec, Canadá), 2020.
I.S.B.N.: 978-956-12-3702-5
I.S.B.N. digital: 978-956-12-3721-6
© de la traducción: Empresa Editora Zig-Zag S.A., 2023.
Traducción al castellano: Loreto Mendeville.
© de la edición: Empresa editora Zig-Zag S.A., 2023.
Los Conquistadores 1700, piso 10, Providencia.
Santiago de Chile.
Teléfono (56-2) 2810 7400.
[email protected] / www.zigzag.cl
El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte, ni archivado, ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-ROM, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción, sin la autorización escrita de su editor.
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
A todos nuestros apasionados,anhelados o fallidos amores adolescentes: ¡gracias por la inspiración!
Capítulo 1
TEO: VIERNES 30 DE AGOSTO
Me subo la capucha de la chaqueta tiritando. El Café de la Esquina está justo del otro lado de la calle, pero el trayecto me parece interminable, primero porque en este último viernes de las vacaciones de verano llueve y hace frío (hay como… diecisiete grados; ok, quizá también soy yo, que soy súper friolento), y segundo (léase: principalmente) porque hace exactamente treinta y dos días que no he visto a Azalea. Sabía que iba a ser duro separarnos por cuatro semanas de campamento de verano, pero como lo acordamos antes de mi partida, nuestro reencuentro sería tanto más intenso.
Si hubiera sido por nosotros, nos hubiéramos texteado un millón de veces por día, pero el reglamento era súper claro (léase: claramente muy severo): los campistas no tendrán acceso a sus teléfonos durante el campamento. Nos escribimos igual por lo menos cinco veces mientras estuve fuera, pero una carta no reemplaza su sonrisita, que le hace una margarita en la mejilla izquierda, y sus ojos azules muy adorables que se vuelven dos medialunas cuando se ríe.
Además, ¡tengo tantas cosas que contarle! Tengo un notición y quiero que sea la primera en saber.
Empujo la puerta del café y la campanita tintinea sobre mi cabeza. En ese mismo momento, afuera, el primer rayo de sol del día perfora las nubes, formando un arcoíris justo sobre el café. Todo el lugar se vuelve anaranjado y la luz va a dar directamente sobre… Azalea.
Está ocupada limpiando una mesa, con su delantal rojo y blanco amarrado a la cintura. Tiene la lengua afuera y se menea al ritmo de la música que suena en sus audífonos. En el silencio del lugar, alcanzo a reconocer el estribillo de You Give Love a Bad Name, de Bon Jovi. Me quedo ahí algunos segundos espiándola mientras me río. Es… ¡demasiado tierna! ¡La eché tanto de menos… y a ese carácter melodramático suyo!
De pronto levanta la mirada y se congela completamente al verme. ¡Incluso me da la impresión de que se acaba de morder la lengua de la sorpresa! Deja el trapo a un lado y corre a toda velocidad hacia mí (a pesar de que su expresión delata que efectivamente acaba de morderse la lengua, ¡auch!). La tomo en mis brazos y la levanto lo más alto que puedo. La hago girar entre los rayos de sol y explotamos de la risa, exactamente como en todas las películas románticas demasiado cursis que me obliga a ver con ella.
–¡Teo! ¡Estoy demasiado contenta de verte! ¡Por Dios, te eché tanto de menos! ¿Cómo estás? ¿Cuándo llegaste? ¡Estás tan bronceado! ¡Wow, estás guapo!
–¡Ay, Zal! ¡Deja de gritar y quítate los audífonos!
–¿¡¿Qué?!?
–¡Quítate los audífonos!
–¡No oigo nada, estoy con audífonos!
La suelto riendo y le quito los audífonos. Se ve aún más radiante que la última vez que la vi. Nos miramos unos segundos sin hablar, para disfrutar el momento.
–Estoy realmente contento de verte, Zal.
–Yo también, tengo tantas cosas que contarte… y sobre todo, ¡tengo una sorpresa que mostrarte! Termino en diez minutos, ¿vamos a mi casa?
Me pregunta esto con un guiño. Azalea me hace reír. De hecho, probablemente es la persona que más me hace reír en el mundo.
–¿Solo diez minutos? ¡Te esperaría toda la vida si hiciera falta!
Me saca la lengua antes de reírse y se va a la cocina para terminar su turno, hacer caja y recoger sus cosas. Me siento en una silla a esperarla y miro a mi alrededor. El café del abuelo de Azalea es realmente encantador. En todos los muros se ven fotos de su familia, entre repisas con libros y recuerdos de viajes de todos los rincones del mundo.
Mi Zal de seguro tiene la familia más genial del universo. Sus abuelos son grandes amantes del café (¡puaj!) y dieron la vuelta al mundo para encontrar los mejores granos de café de la Tierra. Yo encuentro que todos los tipos de café saben igual de asqueroso y que sería mucho mejor si trataran de buscar los mejores tipos de chocolate caliente, pero bueno, nadie es perfecto.
Los padres de Azalea trabajaban para Médicos sin Fronteras cuando ella era pequeña, entonces mi amiga tiene fotos en más de una decena de países. Su mamá de hecho la dio a luz en Nepal, y como el Himalaya está tan lleno de azaleas, le pusieron así. El único pero de esta vida de grandes aventuras, es que Zal no se acuerda de mucho. Cuando tuvo edad para entrar al colegio, sus padres decidieron volver a vivir a Quebec, para que ella y su hermana grande tuvieran una vida “normal”. Yo en realidad preferiría viajar por todo el mundo antes que tener una vida normal, pero bueno, es su decisión. Y, de todas maneras, no se lo puedo reprochar, porque de otra forma jamás habría conocido a Azalea.
Zal regresa de la cocina. Se amarró el pelo negro en un moño (el peinado que mejor le queda, según yo) y me sonríe con sus dientes un poco chuecos (pero que la hacen ver súper dulce).
–¿Estás listo TB?
Me gusta cuando Azalea me dice así. Obtuve ese sobrenombre gracias a mis iniciales Teo Bégin, T.B.
–¡Hace treinta y dos días que estoy listo! ¡Estaba tan ansioso por estar contigo en el campamento! Cono…
Se tapa las orejas con las manos.
–¡Lalalala! Espera, quiero que estemos bien cómodos bajo una frazada para escuchar esto.
Paso mi brazo sobre sus hombros y salimos. Ya paró de llover y ahora que mi Zal está aquí, acurrucada contra mí, pareciera que hace menos frío. La oigo hablarme de Josianne, su compañera en el café, que le cae pésimo (la entiendo, Josianne va a mi colegio y es verdad que es demasiado insoportable), y de cuando, la semana anterior, mi amiga desparramó por toda la escalera un saco inmenso de granos de café de Vietnam súper caro y rodó hasta abajo delante de un montón de clientes tratando de recoger semejante desastre. ¡Lloro de la risa! Azalea es la mejor contando historias, sobre todo las que son vergonzosas.
Llegamos a su casa. Hace exactamente un mes que me fui, pero me parece que han pasado siglos desde que no veía la hermosa casa de Celine y Arthur. Cuando Zal empuja la puerta, se huele el rico guiso hecho por su padre, ¡mmmm!
–¡Mamá, llegué e invité a Teo a cenar!
–¡Hola, Celine! –le grito desde el hall de entrada.
Oigo los pasos de Celine acercarse, pero Zal me arrastra de la mano escaleras arriba.
–¿Teo? ¡No sabía que habías regresado! Lo pasaste bien en el c…
Zal tira con más fuerza.
–¡No hay tiempo, mamá! Tenemos treinta y dos días que recuperar. ¡Ya lo interrogarás en la cena!
–¡Entendido! –dice Celine entre risas–. Va a estar listo en treinta minutos.
–¡Ok, gracias! –grita Azalea desde el segundo piso.
–¡Y deja la puerta abierta!
Me aguanto para no estallar de la risa. Azalea pone los ojos blancos y, antes de llevarme a su cama, cierra la puerta de su pieza a pesar de la prohibición.
–¡Ok, cuéntamelo todo! –me ordena con una sonrisita.
Siento mi corazón latir un poco más fuerte y tengo la sensación de que mis mejillas acaban de encenderse. Tomo una larga inspiración, antes de declarar…
–Tú primero. Me dijiste que tenías una gran noticia y una sorpresa que mostrarme.
–¡Pfff! Qué miserable, “señor te dejo con las ganas”.
–No es miserable, ¡son las reglas!
–¿Las reglas de quién? –pregunta Zal arqueando las cejas.
–Bueno, las mías. Sin sorpresa no hay confesión.
Una vez más pone los ojos blancos y me río con ganas. Luego, toma un aire enigmático.
–Bueno, está bien: sabes que a mi abuelo lo operaron de la rodilla este verano y que por eso no ha podido volver a trabajar al café…
–Ajá…
–Y sabes que le pedí que me contratara para poder ayudarle y también para juntar dinero…
–Ajá…
Zal se levanta. Parece estar nerviosa y entusiasmada a la vez.
–… solo que nunca te dije exactamente para qué necesitaba tanta dinero.
–En efecto… –digo esperando cada vez más impaciente mi sorpresa.
–Pero quizá sospechas algo, ¿o no?
Oigo un gran vacío en mi cerebro. ¿Se supone que debería saberlo?
–Eeeehm… ¿Sí?
Zal abre la puerta de su clóset y la cierra tras de sí.
–Bueno, espero que te guste, porque, después de todo, lo compré un poco para ti también –dice del otro lado de la puerta.
–¿Comprar? ¿Para mí?
Ay, no. De pronto siento que mi corazón se detiene. Si es lo que pienso, es realmente una muy mala noticia. No, no, no. Obvio que estoy equivocado. No iba a comprarlo tan pronto… ¡todavía falta un año! Y, de todas formas, dijo que tenía una hermosa sorpresa para mí. Esto realmente no sería una hermosa sorpresa. Salvo que eso ella no tiene cómo saberlo, después de todo, nos lo habíamos prometido…
–Un segundito, se me atascó el cierre en la espalda.
Uy, uy, uy. Cierre. En la espalda. Oh, no. Realmente espero que no sea…
La puerta del clóset se abre y Zal se detiene frente a mí. Me parece oír cantos celestiales saliendo de parlantes imaginarios y divinos. Zal se ve absolutamente espléndida en un despampanante vestido borgoña que le da un aire de princesa magnífica recién salida de un cuento de hadas. Qué desastre.
–Vi el modelo en una revista y fui y me lo hice a medida para el baile del solsticio de verano del colegio. No pude esperar, estaba demasiado ansiosa. Quería que estuvieras orgulloso de tu pareja de baile. Y la costurera incluso me dijo que podía hacerte un terno a medida que combine con mi vestido, si quieres.
–Oh… eeeh… wow… eeeh...
Debería decir algo, pero tengo un vacío en mi cabeza. Todo lo que puedo pensar es que me va a matar. Literalmente. Lentamente. Cruelmente. Y con razón.
–Bueno, ¡te comieron la lengua los ratones! ¿Te gusta por lo menos?
Se inclina sobre mí, visiblemente frustrada por mi falta de reacción. Rápido. Tengo que reaccionar.
–Me… gusta… pero… me gusta… me gusta… eeeh… Me gusta Philippe.
Me tapo la boca con la mano. No es exactamente de esta forma que había pensado anunciarle mi gran noticia. Azalea pestañea dos o tres veces, con la boca abierta.
–¿Qué?
–Eeeh… conocí a alguien. Es mi novio, de hecho. Tengo novio. Un enamorado. Estoy enamorado de mi enamorado. Philippe. Es mi novio, Philippe.
¡Uf! Siento que voy a perder el conocimiento. Mejor, me va a doler menos cuando me asesine.
Su rostro se queda paralizado unos segundos, antes de abrirse en una gigantesca sonrisa.
–¡Por Dios, Teo! ¡Wooooow! ¡Tienes novio! ¡Estoy tan, tan, pero tan contenta! O sea, desde hace rato que no te atrevías a dar el primer paso con un chico.
Me salta al cuello y me abraza con fuerza.
–Qué alivio, pensé que me ibas a decir que no te gustaba mi vestido de 500 dólares.
–¡¿500 dólares?!
–Bueno, sí, ¡cuesta caro ser hermosa! ¡Oh, pero estoy tan feliz, Teo! Por fin mi mejor amigo tiene un enamorado. Cuéntame todo sobre él. ¿Es lindo, alto, rubio, bajo, pelirrojo? ¿Es tierno contigo? ¿Es celoso? Uy, espero que no se ponga celoso de que vayas conmigo al baile, ¿ah? Después de todo, ¡hace más de un año que nos lo prometimos!
Prometimos, prometimos, prometimos… Ay, ay, ay, no entendió nada. De nuevo siento como si mi corazón se hubiera detenido. ¿A cuántos paros cardiacos se puede sobrevivir en un día?
–Zal… Yo… Tengo que decirte que, eeeh… Lo invité al baile…
Su rostro se congela nuevamente y tengo la sensación de que toda la sangre de su cabeza se le va a ir de un viaje a los pies. Aprieta los dientes y su mandíbula se crispa.
–¿Perdón…?
–Yo… Ok: él había oído hablar del baile de solsticio de verano de la secundaria del colegio Jolicoeur, como todo el mundo, y me dijo que le encantaría ir. Entonces, yo… bueno, yo pensé que sería una buena idea… eeeh… ¿invitarlo? Pero tú puedes ir igual. ¡Podría ser que encuentres a alguien súper divertido que te acompañe! ¡Y vamos a poder conversar y bailar todos juntos! Los cuatro. ¿Ah?
Su rostro está tan rígido que no puedo leer nada de nada en él. Cuando abre la boca, las palabras surgen lenta y dolorosamente.
–Vete.
–Eeeh… ¿Qué?
–Vete.
–No quieres que lo conver…
–Teo… ¡Vete! ¡Vete! ¡Vete!
Casi me caigo de la cama al tratar de levantarme. Corro hacia el pasillo y bajo las escaleras a toda velocidad. Oigo a Celine que me dice que la cena está servida, pero no contesto y abro la puerta de entrada de inmediato. Me encuentro fuera, sin aliento y con los ojos empapados.
Olvidé mi chaqueta sobre la cama y está lloviendo de nuevo.
Capítulo 2
AZALEA: VIERNES 30 DE AGOSTO
Oigo a mi mamá que me llama para cenar, pero he decidido que no voy a bajar. De todas formas, mis ojos están tan rojos de tanto llorar que de seguro seré sometida a un interrogatorio del terror y no tengo ni un poco de ganas de explicar a mis padres que mi mejor amigo me clavó un puñal en la espalda. Todavía no puedo creer que Teo se haya retractado de su promesa así. ¡Sabiendo lo que el baile de solsticio significa para mí!
En mi antiguo colegio de niñas no había baile de fin de año. Y el baile de solsticio de la secundaria Jolicoeur, ¡no es cualquier baile! Es la noche dedicada a los alumnos de tercero de secundaria, que ocurre en un lugar diferente y secreto cada año. Todos los alumnos son llevados en autobús y descubren el lugar al llegar. Hay un gran banquete, una pista de baile, premios, y cada año una mega sorpresa que nadie se esperaba… ¡Todos los que van dicen que es la noche más emocionante de sus vidas! El único pero es que para poder inscribirte tienes que ir en pareja obligatoriamente. Y hasta hoy, se suponía que iría con Teo.
Ahora voy a llegar al colegio sin conocer a nadie, cuando todas las parejas del baile de solsticio ya están pactadas desde por lo menos… primero de secundaria, ¡o quizá incluso antes! No existe ninguna posibilidad de que a la nueva la inviten a último minuto. Es en menos de un año después de todo.
Obviamente, debería estar contenta con el notición de mi mejor amigo. Es cierto que soy yo la que le rompe los oídos diciéndole que nunca se atreve a hablarle a los chicos (aunque a mí no me va mucho mejor en ese terreno…), pero no puedo, me siento traicionada. No puedo creer que me haya hecho esto…
–Cariño, te llamé a la mesa… Oh, ¿pasa algo?
Mi mamá acaba de entrar a mi pieza (sin golpear, ¡grrrr!). No alcancé a secarme las lágrimas a tiempo y se dio cuenta de que estaba llorando.
–No tengo ganas de hablar.
Debería captar el mensaje y dar media vuelta, ¡pero no! Se sienta en mi cama y empieza a hacerme cariño en la espalda (lo que más detesto en este mundo).