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¿Quién eres, templario? recopila las reflexiones de un hombre que ha sentido el llamado del Dios verdadero y ha tomado su espada de paz, justicia y libertad para dar a conocer al mundo los valores de la Orden de los Pobres Caballeros del Templo de Salomón, los caballeros templarios. La reivindicación de los soldados y caballeros templarios que fueron, siglos atrás, vilmente acusados y sentenciados a la hoguera por la Iglesia católica —institución que mantiene firme la bula papal Vox in excelso que excomulga a los miembros de esta orden cristiana— da cuerpo a este libro que tiene como objetivo crear conciencia sobre la importancia de reconocer el espíritu templario de los hombres y mujeres de hoy y hacer verdaderamente el bien en nombre de Dios.
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¿Quién eres, templario?
Antonio Valladares Ariza
© Antonio Valladares Ariza
© ¿Quién eres, templario?
Noviembre 2022
ISBN papel: 978-84-685-7263-5 ISBN ePub: 978-84-685-7262-8
Editado por Bubok Publishing S.L.
Tel: 912904490
C/Vizcaya, 6
28045 Madrid
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Dedicado con todo mi amor a mis hijos: Rocío, María del Mar, Antonio,
Estefanía, David y muy especialmente a mi hijo Daniel, que en la gloria de Dios descansa en paz.
A sor Loredana Magdalena Dragomir, dama templaria que me abrió las puertas del mundo maravilloso y fascinante de los caballeros templarios.
Índice
PRIMERA PARTENon nobis, Domine, non nobis,sed nomini Tuo Da GloriamTEMPLARIOS Y CABALLEROS
¿Quién eres, templario?
La fuerza del caballero templario
La orden templaria que vive en ti
Templarios, lealtad al Temple
El juramento templario
Mandamientos templarios
El valor de ser templario
Renaciendo templario
Templario, tú eres luz
Ser templario y caballero
La sangre templaria
Jaque mate al caballero templario
La pasión templaria
Abre tu corazón templario
Templario de corazón limpio y sincero
El efecto templario
Templario en cuerpo y alma
La búsqueda del Temple
Templario, eres imagen de Dios
La caída de los templarios
Soy un caballero templario
El Temple vive y actúa
Un simple caballero templario
El mito de los templarios
Templarios contra demonios
Ángeles y templarios
La energía del Temple
Templario, mira a esa mujer
Jacques De Molay, siempre en el corazón
La Orden Templaria
Nuevos tiempos
Templario y soldado de Cristo
Divina dama templaria
Templarios y el honor
El sacrificio de los templarios
Templarios en tiempos difíciles
El templario y su realidad
Amanecer templario
Templario, libérate
Dios te quiere, templario
El horizonte templario
¡¡Despierta, templario!!
Tu María Magdalena templaria
La deuda con la Orden del Temple
Tu presente templario
Viajero del tiempo y templario
Has vuelto, templario
Templario, tu santo grial
El camino del Temple
Non nobisgran maestre Jacques de Molay
Los nueve caballeros templarios
Templario morir para vivir
La cruz y los templarios
PARTE SEGUNDADeus vult
El manto blanco de Dios
Eres templo de Dios
En todas las batallas
Un juez llamado ignorancia
Tus riquezas más preciadas
El perdón de corazón
El tiempo de libertad
La paciencia es tu virtud
El hombre contra los hombres
La palabra creadora de Dios
Mi plegaria a Dios
De la mano de Dios
El juicio de cada día
Cuando el alma te habla
El Infierno y el Cielo
Mi casa de oración
Busca tu fe, hermano
El árbol de la vida
Siempre en Cristo
Tu verdadera libertad
Sobre el honor y la lealtad
El camino que conduce a Dios
El beneficio del corazón
La conciencia divina
La vejez para el hombre
Una batalla más
Y sigues caminando
Viendo pasar la vida
El camino de la vida
Escalera a la gloria del Padre
La codicia de los bienes
Hermano, tu luz es su camino
Condenados a la victoria
El egoísmo que mata la vida
El amanecer de nuestra alma
La fuerza de voluntad
La fe en Dios vence al mundo
En la luz y en la vida
Cuando se detuvo el tiempo
Respeto y fidelidad
Caminante de la vida
Luchando cada día de tu vida
El poder de la adoración a Dios
No te rindas jamás
Vuelve al Temple, hermano
Tu nombre es mi oración
PRIMERA PARTE
Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini Tuo Da Gloriam
TEMPLARIOS Y CABALLEROS
¿Quién eres, templario?
Yo soy la vida y soy la muerte, soy luz y también sombra, soy amor y soy odio, la cara y la cruz, soy tu amigo y tu enemigo, la rosa y también la espina, soy la tierra y soy el mar, lo dulce y lo amargo, soy la copa y soy el cáliz, el vino y el vinagre, soy ave y también soy pez.
Y entre todas las cosas que soy, solo sé que soy un pobre hombre que camina desnudo por el mundo, con la piel hecha jirones por los latigazos de tantas injusticias cometidas por quienes se proclaman reyes, presidentes de naciones, líderes políticos, patriarcas, mesías, profetas... Y por todos aquellos que, con sus decisiones y actitudes, profanan lo más sagrado de este mundo: la vida y la libertad.
Observo el mundo y veo, con tristeza y desolación, como los seres humanos están muy ocupados amontonando carga sobre carga, muy ocupados envenenando su sangre con placeres rebosantes de dolor, muy ocupados trazando caminos que no conducen a ninguna parte. Demasiado ocupados recogiendo semillas en el patio de los almacenes de la vida, sin tan siquiera mirar por el ojo de la cerradura.
Nacidos para elevarse hacia las alturas, para vagar por el espacio infinito, para cruzar el universo con sus alas, se han enjaulado en las convenciones y creencias que les cortan las alas, perjudican su vista y petrifican sus músculos.
Yo soy la verdad y soy la mentira, soy la justicia y la condena, soy juez y también soy verdugo, soy culpable y soy inocente, soy la guerra y la paz, la cólera y la serenidad, soy realidad y soy espíritu, y entre todas las cosas que soy, sé que no queda nada dentro de mí sin el amor, la bondad, la ilusión, la esperanza, la compasión, la justicia, la caridad y la misericordia. Sin verdad, no queda nada.
Soy todo y no soy nada, soy el dolor y la angustia, el sufrimiento y la agonía, soy el olvido y el recuerdo de tantos latigazos de injusticias que desgarran mi piel a jirones. Y rompen mi alma las voces de los que reclaman un poco de vida, tan solo un poco de libertad en un mundo cercado por la ambición, el egoísmo, la avaricia y la envidia.
El ser humano, imagen y semejanza de Dios, casi ha acabado con la imagen y la semejanza. Ya no se reconoce el porte divino, cuya fisonomía la han enfangado y disfrazado con multitud de máscaras de payasos.
La Tierra será para todos ellos nada más que un sepulcro; y el Cielo, algo más que una mortaja, cuando en realidad están preparados para servirles de cuna y de trono.
Soy caballero y templario por la gracia de Dios y soldado de la Blanca Milicia de Cristo. No tengo miedo a la vida ni tampoco a la muerte. Mi único estandarte es la fe en mi Dios único y verdadero, porque suyo es el reino, el poder y la gloria. Lucho contra las injusticias y la tiranía en un mundo cada vez más cruel e inhumano.
Caído, pero no vencido. Mano tendida para quien me pueda necesitar. Defensor de la verdad y de la razón. Lucho por un mundo mejor de justicia y de paz y mi espíritu no descansará hasta que no haya sido instaurado el Reino de Dios en la Tierra, como fue en un principio y lo será para toda la eternidad.
La fuerza del caballero templario
La fuerza del caballero templario que todos buscan, la misma que ansían de una y mil maneras, muy pocos la llegan a alcanzar.
Adiestramiento, entrega, disciplina, valentía, batallas, victorias y la gloria en Cristo. La fuerza del templario, que vence el espacio y el tiempo. Constructores, custodios y defensores de un legado que prevalece más allá de la vida y de la muerte.
La fuerza que abraza, proyecta y alcanza la esencia divina de Dios Padre guiando a los hombres por el camino correcto, a una vida digna, actuando en los ámbitos más sutiles de la existencia.
Templarios… La fuerza del templario no compite porque no tiene ambición. No establece fronteras ni diferencias raciales. No conoce el miedo ni la venganza y su presencia siempre se manifiesta en los tiempos buenos como en los tiempos malos. No enseña ni se aísla y nunca se anuncia en voz alta.
La fuerza que une a los que la sienten. Que enriquece y respeta a todos los grupos, disciplinas y religiones, pues solamente desea servir. Que se inclina delante de todos los que iluminaron el camino, sacrificando su vida con ello.
Es la fuerza del templario que no tiene secretos, ni misterios. Solamente el conocimiento profundo de que, mediante la fe y el amor a Dios, los hombres pueden cambiar el mundo si son capaces de cambiar ellos primero.
Eliges morir amando y entregándote a servir a los demás antes que vivir alimentándote del odio, del sufrimiento, del dolor, del deshonor…, aunque a veces tengas que asumir las discrepancias de otras religiones y filosofías con dureza, con rabia y con dolor para comprender lo que significa ser templario.
La fuerza del templario es fe y es amor. La palabra verdadera y luz del espíritu. El camino y el propósito. Es continuar construyendo la gran obra de Dios que haga, en la Tierra como en el Cielo, un paraíso sin dolor, sin sufrimiento, sin odio, sin hambre y sin guerras.
Para sentir la fuerza cuando el alma habla, solo debes ser templario y luchar por hacer del propósito una realidad… para mayor gloria de nuestro Señor.
La orden templaria que vive en ti
Templario y caballero… La orden templaria que vive en ti. Siente cómo vibra su fuerza en tu interior. Toda su historia, sus hazañas, sus cruzadas en defensa del cristianismo, sus victorias, su conocimiento y su sabiduría plasmadas en sus obras. Todo está en ti, escritas y transcritas en el ADN de tu ser.
Eres elegido, junto a un número infinito de hermanos de todos los rincones de la Tierra, para formar parte del ejército divino de Dios, para ser soldado de los Pobres Caballeros de Cristo y guiar con su luz a la humanidad y ayudarla a salir del caos en el que se encuentra, evitando un nuevo diluvio de fuego y sangre de consecuencias impredecibles para los seres humanos.
Templario… observa cómo el ser humano, en su afán de acumular poder y riquezas, se ha olvidado de Dios y de su palabra. Ha creado un sistema de convivencia asentado en la comodidad y la lujuria, dependiente, injusto y falso, reformado y contrarreformado con el único objetivo de someter todo tipo de voluntades a sus propios intereses.
Siente cómo hierve la sangre y corre por tus venas ofuscando tu mente y niegas una y mil veces el mundo que tus ojos te muestran. El caos y la desesperación acampan por doquier. Hambre y miseria unidas de la mano llevan a la humanidad, irremediablemente, a la muerte física y espiritual.
Y todo en bien del progreso y del bienestar, palabras y promesas sobre promesas perdidas en el laberinto del suicidio psicológico. Todos la llaman «democracia» y, al igual que la ramera cuando es joven promete llevarte al paraíso, termina sus días llena de suciedad y envuelta en harapos que nadie quiere.
Siente hervir tu sangre cuando contemplas a quienes hacen negocios con tu historia, principios y valores por un puñado de monedas. Incrédulos y pobres ignorantes, farsantes e hipócritas que bajo el sagrado manto blanco de Dios esconden la podredumbre de seres sin escrúpulos, carentes de toda moralidad.
La Iglesia de Roma, creada, manipulada e impuesta universalmente a sangre y fuego, la misma a la que nuestros hermanos ancestros dieron hasta la última gota de su sangre para defender la cristiandad y a la que todos ellos demostraron lo que significan la lealtad, el honor, la valentía, la obediencia y la dignidad (valores y principios cuyo valor desconocen en este centro comercial y económico que es el Vaticano, donde hacen negocios con la palabra de Dios) sigue amparándose en la más vil cobardía y negándose a anular la bula papal Vox in excelso, lo que devolvería el honor y la dignidad a los Pobres Soldados del Templo de Salomón, caballeros templarios, al reconocer su entrega a la defensa de la cristiandad.
Pobres incautos, perdidos en el egocentrismo y la tibieza, desconocedores de la verdad y de la justicia de Dios, que más pronto que tarde caerá sobre ellos.
Caballero y templario: la unidad en Dios llama a la unión de los soldados de Cristo en la única y verdadera Orden del Templo, dejando al descubierto a los falsos profetas e iluminados que hacen negocios y denigran la memoria de nuestros hermanos ancestros, sus principios y sus virtudes.
¿Quién vigila y protege el santo sepulcro de nuestro Señor? ¿Un «muñeco» perteneciente a ese anfiteatro al que todos llaman Vaticano?
Siente, templario, cómo brinca tu corazón, pues ese honor te corresponde a ti. Su vigilancia y seguridad pertenece a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, que hoy más que nunca el mundo necesita. Pensaron que podían enterrarnos y se equivocaron. No sabían que somos semillas que crecemos con más fuerza que nunca, vigorosas e imponentes, para llenar todo a nuestro alrededor de vida, paz, justicia y libertad para mayor gloria de nuestro Señor.
Templarios, lealtad al Temple
Templarios, lealtad al Temple sin medidas ni condición en este mundo que cambia tan rápidamente y que os obliga a pensar y a actuar en forma nueva y a vivir en perpetuo movimiento adoptando normas de conducta fácilmente modificables.
Intranquilidad, temor y pesimismo caracterizan hoy en día a los denominados católicos-cristianos. Las marcas del tiempo son inequívocas. La falsa cristiandad que ha venido profesando la Iglesia Católica Apostólica y Romana está declinando a una velocidad de vértigo. En nuestra época, en el mundo actual, se imponen exigencias totalmente nuevas.
La Iglesia es un barco a la deriva y con sus bodegas cargadas con el peso de los errores cometidos desde su creación, navegando en aguas turbulentas. ¿Y qué le ocurre a un barco que repentina e inesperadamente tiene que vadear rápidos? Pues naufraga. Y así, hoy, se puede oír a muchos católicos exclamar: «Señor, sálvanos que nos hundimos».
Observa que están de moda las nuevas órdenes templarias que se han convertido en juguetes de estas almas perdidas, abandonadas y frustradas, que buscan una nueva forma de paz y de sosiego. Pero no vienen solas. Traen consigo un equipaje de lo más variopinto, inundando y vistiendo el Temple con sus ídolos, santos, mártires, muñecos, muñecas, imágenes, reliquias y una multitud de medallas santificadas colgadas al cuello.
Compradores, vendedores, comerciantes, profetas, videntes, magos, extraterrestres, lunáticos y un largo etcétera, que definen con creces la labor espiritual que han venido haciendo las iglesias-sucursales del Vaticano con los seres humanos a lo largo de su historia, anulando la propia evolución del espíritu y creando parásitos para la sociedad.
La Iglesia católica da la impresión de volverse cada vez más superflua, y el resultado de esto es que la fe católica ha quedado reducida a poco menos que a una opinión personal, una opinión que debe ser libremente tolerada, pero no puede tener —no se le permite tener— la menor influencia sobre los hechos realmente importantes de nuestra sociedad actual.
Si no logramos desvincularnos totalmente de la Iglesia apostólica y romana y de su decadente y obsoleta estructura mediática, el juicio de la historia contemporánea fulminará y destruirá las nuevas órdenes templarias que buscan de alguna manera el reconocimiento por parte de la Iglesia católica (aun reconociendo el fatal desenlace sufrido por la orden templaria, que ocasionó la ruptura total de cualquier vínculo con la Iglesia romana el día que nuestros hermanos ancestros, junto a nuestro anciano gran maestre Jacques de Molay, fueron traicionados, torturados, ajusticiados y quemados en la hoguera, hechos que ningún templario debe olvidar jamás). Niegan la historia y lo que es evidente a los ojos y oídos del mundo: la Iglesia católica de Roma no quiere al Temple. No acepta la verdad y mantiene la condena a todos los caballeros templarios y damas templarias del mundo. Veredicto: excomulgados a perpetuidad.
Tu lealtad al Temple es santo y seña de tu espíritu templario. La fe, sin medidas ni profundidad, en Cristo Nuestro Señor. Tu corazón desbordante de amor en María Magdalena, nuestra señora. La cruz de madera, tu voto de pobreza. El ejemplo de vida, defender a los más débiles. Tu generosidad desmedida con los más necesitados. La palabra, el tesoro más valioso.
Tu valentía, luchar por un mundo de paz, justicia y libertad. Tu luz ilumina y guía. Tus hermanos, caballeros templarios; y tus hermanas, damas templarias: tu mejor compañía para iluminar todos juntos, con lealtad y honor, un mundo en el que la sangre real de Cristo volverá a reinar para mayor gloria de nuestro Señor.
El juramento templario
El juramento templario es hacia Dios y la orden. No hacia el ser humano, pues la orden está por encima de este. Los hombres somos solo instrumentos del Padre para hacer su voluntad y no debemos equivocar jamás nuestro rol ni adjudicarnos la orden misma.
Muchos sostienen que la Orden del Temple son sus miembros y los miembros son la orden, y no está mal, pero más importante es ser parte de ella. La orden ha sobrevivido por los hombres y pese a ellos. El juramento es un pacto entre Dios y tú, templario. Lo que el Padre ha reservado para ti es solo para ti y nadie puede cambiarlo o quitártelo.
Nunca debes actuar en contra de tu juramento solo por tener un sentido de pertenencia. No olvides jamás que cada acción es personal y recae sobre tu alma. Alguien dijo: «Valiente es aquel que dice la verdad aun a riesgo de perderlo todo. Más si lo que arriesga va en contra de tus principios, no pierdes nada».
+ Gloria a Dios + Honor al Temple + Viva la Orden +
Un sentimiento inmenso, unos principios y unos valores. Tu juramento con Dios, inviolable; la razón de tu vivir. Tu fe inquebrantable, el camino y la verdad, la luz, la palabra, el propósito. Jesucristo, nuestro Señor, el ejemplo a seguir frente a frente con el Padre, en el silencio y en la oración.
Tú no eres esclavo de nada ni de nadie, templario, ni tan siquiera de la orden, pues tú eres ella haciéndola más fuerte con tu luz y respetando el juramento. Dios te creó libre y siendo libre deberás acudir a su presencia. No permitas nunca que silencien tu voz y apaguen tu luz.
Nunca, jamás, te escudes en el silencio ante las injusticias, pues el silencio es el arma más poderosa del Mal. No te arrodilles ante nadie en este mundo, pues estarás perdiendo tu esencia divina. Tu juramento es solo con Dios y tu lealtad se la debes solo a Él y a tu orden, a sus principios y valores. A nadie más.
La orden eres tú y cuanto más fuerte sea tu luz, más fuerte será la orden. Alumbra con todas las fuerzas de tu alma. Muestra con tu ejemplo el camino a tus hermanos perdidos en la sombra de la opulencia, la desidia, la envidia y la ambición. Hazlos volver a la senda de la verdad para que todos juntos hagamos renacer el verdadero espíritu templario, alejando las sombras de este mundo, para mayor gloria de nuestro Señor.
Mandamientos templarios
Los mandamientos templarios son una orientación en la actitud que nos ayuda a emprender el camino del conocimiento de la verdad y de la oración. La religión, la política, la economía, las estructuras sociales y el ordenamiento jurídico, tal y como lo entendemos hoy, ha llegado a su fin. Estamos ante el comienzo de un nuevo ciclo donde la verdad nos hará libres.
1.Recuerda siempre el ejemplo de los antiguos templarios y los principios y valores de la Orden de los Pobres Caballeros del Templo de Salomón. Ellos entregaron sus vidas a una causa encomiable y noble, con lealtad y honor, para alcanzar la gloria de Dios Padre. Ningún templario debe defender algún dogma religioso y mucho menos identificarse con quienes los traicionaron, como a Jesucristo, con quienes los torturaron como a Jesús antes de su crucifixión, y con quienes los quemaron y asesinaron como a Jesús el Cristo, nuestro Señor.
Los templarios debemos llevar ese dolor en lo más profundo del alma mientras dure nuestra existencia en esta vida. El recuerdo y su ejemplo deben ser, en todo momento, la inspiración que nos motive a seguir luchando, estemos donde estemos y con los medios a nuestro alcance, para hacer de este mundo un lugar de paz, de justicia y libertad.
2.Lucha incansablemente por los derechos humanos y la defensa de los más débiles y los oprimidos: el derecho a la vida, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, el derecho al trabajo, la seguridad social y la educación, independientemente de la nacionalidad, lugar de residencia, género, origen nacional o étnico, color de piel, religión, idioma o cualquier otra condición.
3.Lucha también por la salvaguardia de los valores humanos universales: oponte a la discriminación racial, la tortura, las desapariciones forzosas; lucha por las personas con discapacidad, por los derechos de las mujeres, los niños, los migrantes, las minorías y los pueblos indígenas.
4.Empieza por mejorarte a ti mismo antes de fingir mejorar a los demás y al mundo a tu alrededor. Deja caer los velos que te impiden ver la verdad en lo que te rodea y mira en tu interior para conocerte realmente.
5.Vive conforme a tus convicciones profundas, sin hipocresía y respetando siempre las convicciones ajenas. No debes sentir temor alguno en demostrar que eres cristiano y templario defendiendo aquello que creas que es justo a los ojos de Dios.
6.Sé siempre franco en tus palabras y leal en tu conducta. No traiciones nunca y que tus palabras sean reflejo de la verdad más absoluta.
7.Sé siempre fiel a tus compromisos y cumple la palabra que has dado. Lealtad para cumplir tus compromisos y honor en el cumplimiento de tu palabra, pues sin honor tu palabra no vale nada.
8.Realmente no aprecies nada tanto como la espiritualidad, la fraternidad y la amistad. Ser espiritual y templario es una forma de ser y vivir en plenitud y serenidad, desde la compasión, la bondad y la fraternidad, con un respeto profundo a todas las personas y creencias. Es buscar a Dios en el silencio de la oración. Es buscarlo en nuestro interior y en todas las cosas que nos rodean, pero, sobre todo, en el corazón de cada ser humano.
9.Siempre elige el diálogo y la concertación al enfrentamiento y la guerra. La palabra es el arma más poderosa que posee el ser humano. Construye a través de ella, mediante el diálogo, un mundo de paz, justicia y libertad.
10.Enfrenta con valentía las dificultades sabiendo que encontrarás en ti mismo y en estos principios elevados la fuerza necesaria para cruzar este campo de experiencia y evolución. Los mandamientos de Dios y los mandamientos templarios te sirvan de luz y faro en tu andadura en busca del conocimiento.
11.Nunca olvides que tus derechos fundamentales y de libertad terminan donde comienzan los de los demás. El sacrificio y entrega hacia los demás, sin condiciones, siempre será un beneficio para tu corazón y la ofrenda más agradable que puedas ofrecerle a nuestro Señor.
12.Jamás olvides que el valor de un ser humano descansa en lo que realmente es, no en lo que posee o parece ser. No busquéis nunca acumular títulos ni medallas que hinchan el ego y la prepotencia, y cumple siempre con tus obligaciones que, como templario, has jurado ante Dios.
El valor de ser templario
El valor de ser templario se define como la grandeza de corazón, el espíritu para hacer frente al peligro y la audacia.
Dios mandó a Josué tres veces que fuera fuerte y tuviera buen ánimo y le aseguró su presencia constante si sus mandamientos eran obedecidos. Él prometió que «el eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos, y él echará de delante de ti al enemigo; y dirá: Destruidlos» (Deuteronomio 33:27).
Conocer al Señor y obedecer sus mandamientos son los dos ingredientes principales para el tipo de valor de Dios. Cuéntale sobre las batallas que estás enfrentando y acurrúcate debajo de los brazos eternos mientras Él destruye a tu enemigo.
Templario…, estás equipado con la armadura de Dios. Moisés y Josué estaban seguros de la presencia y guía de Dios debido a su obediencia a la ley. Por el sacrificio de Cristo tienes la seguridad de haber vencido ya porque «mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo» (I Juan 4:4).
No estás luchando contra un enemigo físico, sino que te enfrentas a fuerzas espirituales malvadas. Aunque esto suene siniestro, ¡todo lo que tendrás que hacer es PONERTE DE PIE! Sí, de pie, protegido por toda la armadura de Dios.
¡La única armadura física de David en su batalla contra Goliat fue una honda! Al gigante fuertemente armado le gritó: «Tú vienes a mí con espada y lanza, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los ejércitos». ¡David era la ÚNICA persona que sabía, sin duda, que Dios le entregaría a Goliat en las manos! Hubo una serie de batallas para derrocar a los filisteos, pero fueron en vano.
Su hermano lo ridiculizó, el gigante se burló de él y ambos ejércitos permanecieron incrédulos y divertidos. ¿David se sintió intimidado por eso? ¿Entró en su cabeza la incredulidad, la vergüenza y la duda? ¡Después de todo, ni siquiera tenía la edad suficiente para estar en el ejército! ¡NO! Declaró en voz alta a todos: «Sabrán que el Señor no salva con espada y lanza; ¡porque la batalla es del Señor!».
Luego, corrió hacia el hombre a quien todos temían, con solo cinco piedras lisas en la mano, pero completamente armado con la unción del Señor de los ejércitos. No había ni un ápice de duda en él, ya que conocía a su Dios; su fidelidad, sus hazañas anteriores y, sobre todo, su íntima comunión con Él (1 Samuel 17).
¿Y tú, templario? ¿Estás siendo influenciado por voces de duda e incredulidad? ¿O te animas con la fuerza y la plena protección del Señor de los ejércitos? No olvides ponerte su armadura. El manto blanco no es pesado, pero te ayudará a ponerte de pie y a ser valiente.
Ante todo, debes conocer la verdad de la palabra de Dios. Solo la Palabra puede efectuar la salvación de tu alma. Una vez seguro de la salvación, sabes que has sido hecho justo por su sangre.
Esta es tu armadura principal: el peto que protege tu corazón y las partes más vulnerables. Ahora estás equipado para compartir la palabra de nuestro Señor dondequiera que vayas y usar tu fe, cada vez mayor, como un escudo para protegerte de las dudas y los temores, teniendo el valor de ser templario.
Nacer de nuevo por el espíritu de Dios protege tu mente, manteniéndola enfocada en su palabra y voluntad divina. Por último, para mayor gloria de Nuestro Señor, reza constantemente usando la palabra de Dios, no la sabiduría humana, para enfrentarte a las fuerzas que te atacan.
Renaciendo templario
Templario y caballero, tu destino es luchar, sangrar, desfallecer y al final despertar, renaciendo templario, de nuevo a la vida, para continuar guiando a aquellos que caminan en las tinieblas. La atmósfera de este planeta, reflejada con todos sus pormenores dentro de tu corazón, está llena por los errantes recuerdos de las cosas que presenció desde su nacimiento.
Templario, un poderoso ejército aguarda tu llamada y ejecutará inmediatamente la menor de tus órdenes. Si se halla debidamente equipado, sabiamente disciplinado y valientemente mandado, podrá saltar eternidades y destruir las barreras que se opongan a tu ideal.
Este ejército no es otro que tu sangre circulando silenciosamente por las venas, milagro de fuerza y de registro completo y exacto de toda tu vida y de toda vida en sus más ínfimos pormenores. Este ejército se reúne en el corazón, y desde el corazón se despliega. Por eso el corazón es tan reverenciado. De él brotan lágrimas de alegría y tristeza. En él se precipitan los temores de vida y de muerte. Tus ansias y deseos son el armamento de ese ejército. Tu mente es la disciplina. Y tu voluntad, su instructor y su comandante.
Caballero y templario, Dios es tu capitán. Aunque el infierno desate sus encendidas furias sobre los vivos y los muertos, y transforme la tierra en plomo derretido, barriendo de los cielos todos los indicios.
El amor es tu brújula. Templario, ve hacia el norte y hacia el sur, hacia el este y el oeste, y reparte toda la fortuna de tu corazón. La tempestad te llevará en su cresta como un faro para los que andan en las tinieblas.