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La regla benedictina es una regla monástica que Benito de Nursia escribió a principios del siglo VI destinada a los monjes. Formada de 73 capítulos, esta regla benedictina fue acogida por la mayoría de los monasterios fundados durante la Edad Media. De otra parte, la Regla es una guía espiritual y práctica para vivir el Evangelio, un modelo de cómo educar y construir una comunidad cristiana.
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Seitenzahl: 89
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Prologo
1. LAS CLASES DE MONJES
2. COMO DEBE SER EL ABAD
3. CONVOCACIÓN DE LOS HERMANOS A CONSEJO
4. LOS INSTRUMENTOS DE LAS BUENAS OBRAS
5. LA OBEDIENCIA
6. EL SILENCIO
7. LA HUMILDAD
8. LOS OFICIOS DIVINOS POR LA NOCHE
9. CUANTOS SALMOS SE HAN DE DECIR EN LAS HORAS NOCTURNAS
10. COMO SE HA DE CELEBRAR EN VERANO LA ALABANZA NOCTURNA
11. COMO HAN DE CELEBRARSE LAS VIGILIAS DE LOS DOMINGOS
12. COMO SE HA DE CELEBRAR EL OFICIO DE LAUDES
13. COMO HAN DE CELEBRARSE LOS LAUDES EN LOS DÍAS ORDINARIOS
14. COMO HAN DE CELEBRARSE LAS VIGILIAS EN LAS FIESTAS DE LOS SANTOS
15. EN QUÉ TIEMPOS SE DIRÁ ALLELUIA
16. COMO SE HAN DE CELEBRAR LOS OFICIOS DIVINOS DURANTE EL DÍA
17. CUÁNTOS SALMOS SE HAN DE CANTAR EN ESAS MISMAS HORAS
18. EN QUÉ ORDEN SE HAN DE DECIR LOS SALMOS
19. EL MODO DE SALMODIAR
20. LA REVERENCIA EN LA ORACIÓN
21. LOS DECANOS DEL MONASTERIO
22. COMO HAN DE DORMIR LOS MONJES
23. LA EXCOMUNIÓN POR LAS FALTAS
24. CUAL DEBE SER EL ALCANCE DE LA EXCOMUNIÓN
25. LAS FALTAS MÁS GRAVES
26. LOS QUE SE JUNTAN SIN PERMISO CON LOS EXCOMULGADOS
27. CON QUÉ SOLICITUD DEBE EL ABAD CUIDAR DE LOS EXCOMULGADOS
28. DE LOS QUE MUCHAS VECES CORREGIDOS NO SE ENMIENDAN
29. SI LOS MONJES QUE SE VAN DEL MONASTERIO DEBEN SER RECIBIDOS DE NUEVO
30. COMO HAN DE SER CORREGIDOS LOS NIÑOS EN SU MENOR EDAD
31. COMO DEBE SER EL MAYORDOMO DEL MONASTERIO
32. LAS HERRAMIENTAS Y OBJETOS DEL MONASTERIO
33. SI LOS MONJES DEBEN TENER ALGO PROPIO
34. SI TODOS DEBEN RECIBIR IGUALMENTE LO NECESARIO
35. LOS SEMANEROS DE COCINA
36. LOS HERMANOS ENFERMOS
37. LOS ANCIANOS Y LOS NIÑOS
38. EL LECTOR DE LA SEMANA
39. LA MEDIDA DE LA COMIDA
40. LA MEDIDA DE LA BEBIDA
41. A QUÉ HORAS SE DEBE COMER
42. QUE NADIE HABLE DESPUÉS DE COMPLETAS
43. LOS QUE LLEGAN TARDE A LA OBRA DE DIOS O A LA MESA
44. COMO HAN DE SATISFACER LOS EXCOMULGADOS
45. LOS QUE SE EQUIVOCAN EN EL ORATORIO
46. LOS QUE FALTAN EN CUALESQUIERA OTRAS COSAS
47. EL ANUNCIO DE LA HORA DE LA OBRA DE DIOS
48. EL TRABAJO MANUAL DE CADA DÍA
49. LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA
50. LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O ESTÁN DE VIAJE
51. LOS HERMANOS QUE NO VIAJAN MUY LEJOS
52. EL ORATORIO DEL MONASTERIO
53. LA RECEPCIÓN DE LOS HUÉSPEDES
54. SI EL MONJE DEBE RECIBIR CARTAS U OTRAS COSAS
55. EL VESTIDO Y CALZADO DE LOS MONJES
56. LA MESA DEL ABAD
57. LOS ARTESANOS DEL MONASTERIO
58. EL MODO DE RECIBIR A LOS HERMANOS
59. LOS HIJOS DE NOBLES O DE POBRES QUE SON OFRECIDOS
60. LOS SACERDOTES QUE QUIEREN VIVIR EN EL MONASTERIO
61. COMO HAN DE SER RECIBIDOS LOS MONJES PEREGRINOS
62. LOS SACERDOTES DEL MONASTERIO
63. EL ORDEN DE LA COMUNIDAD
64. LA ORDENACIÓN DEL ABAD
65. EL PRIOR DEL MONASTERIO
66. LOS PORTEROS DEL MONASTERIO
67. LOS HERMANOS QUE SALEN DE VIAJE
68. SI A UN HERMANO LE MANDAN COSAS IMPOSIBLES
69. QUE NADIE SE ATREVA A DEFENDER A OTRO EN EL MONASTERIO
70. QUE NADIE SE ATREVA A GOLPEAR A OTRO ARBITRARIAMENTE
71. QUE SE OBEDEZCAN UNOS A OTROS
72. EL BUEN CELO QUE HAN DE TENER LOS MONJES
73. EN ESTA REGLA NO ESTÁ CONTENIDA TODA LA PRÁCTICA DE LA JUSTICIA
Escucha hijo los preceptos del maestro y aplica el oído de tu corazón: recibe con gusto y ejecuta con eficacia los avisos de un piadoso padre; para que vuelvas por las penalidades de la obediencia a aquel de quien te habías apartado por la desidia de tu desobediencia. A ti, pues, se dirige ahora mi exhortación, cualquiera que seas, que despojándote de tu propia voluntad, tomas las brillantes y muy fuertes armas de la obediencia para militar bajo las banderas de Cristo, verdadero Rey y Señor.
El primer aviso que te doy es, que le pidas con oración muy fervorosa y continuada, que perfecciones cualquiera obra buena que emprendas, para que pues se ha dignado contarnos ya en el número de sus hijos, no tenga motivo jamás de contristarse por nuestra mala conducta; porque de tal modo le hemos de obedecer y hacer en todo tiempo un uso tan fiel de sus dones, que no solo no tenga lugar como padre airado de desheredarnos alguna vez como a hijos ingratos, sino que tampoco le tenga como Señor terrible, irritado por nuestros excesos de condenarnos a penas eternas, como a siervos perversos que no quisieron seguirle a la gloria.
Levantémonos, en fin pues nos despiertan las voces de la Escritura, que dice: "Ya ha llegado la hora de salir de nuestro sueño". Y abriendo los ojos a la divina luz, escuchemos con pavor las palabras que el celestial oráculo hace resonar todos los días a nuestros oídos diciendo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Y otra vez: El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu Santo dice a los fieles. ¿Y qué dice? Venid hijos, escuchadme; os enseñaré a temer a Dios: corred mientras os dura la luz de la vida, antes que con la muerte os anochezca.
Y en otro lugar, buscando su obrero fiel en medio de su pueblo, a quien dirige estas palabras, dice también. ¿Quien es el hombre que desea la vida, y disfrutar días felices? Y si oyendo tú su voz, respondieres: Yo, repite diciéndote: Si quieres lograr perpetua y verdadera vida, no se abra tu boca para hablar mal, y no pronuncien tus labios dolo alguno: apártate del mal y obra el bien: busca la paz y síguela. Y cuando esto hiciereis, pondré en vosotros mis ojos, y mis oídos a vuestros ruegos, y antes que me invoquéis diré: Aquí estoy. ¿Qué cosa más dulce para nosotros, carísimos hermanos que esta voz del Señor que nos convida? Tanta es la Bondad de Dios, que El mismo nos muestra el camino de la vida. Ceñidos, pues con la fe y la práctica de las buenas obras, sigamos el camino del Señor por las sendas del Evangelio para que merezcamos ver en su reino a aquel que nos ha llamado.
Mas si queremos morar en su real palacio, hemos de saber que no se llega a él sino corriendo por el camino de las buenas obras. Pero preguntemos al Señor, diciéndole con David: ¿Quien Señor, habitará en tu palacio, y quien tendrá en tu monte santo descanso eterno? Hecha esta pregunta escuchemos lo que el Señor responde, y como nos guía y muestra el camino de esta morada, diciendo: Aquel cuya vida es inocente, y que obra bien; el que habla verdad con sincero corazón; el que en sus palabras no tiene dolo; el que no hace mal a su prójimo; el que no da oídos a calumnias de su hermano. El que, cerrando todas las puertas de su corazón a las sugestiones y a la malicia del demonio, lo aleja de si, destruye sus fuerzas, reprime y estrella sus tentaciones, luego que las advierte, contra la verdadera piedra que es Cristo. Los que temiendo al Señor, no se ensoberbecen por su buena conducta, antes sabiendo que por si nada pueden, y que Dios es el autor de sus buenas obras, le glorifican en ellas, diciendo con el profeta: No a nosotros, Dios mío, no a nosotros sino a vuestro solo Nombre es a quien toda gloria es debida. Al modo que el Apóstol S. Pablo, no atribuyéndose cosa alguna a si de los frutos de su predicación, decía: Por la gracia de Dios soy lo que soy; y en otra parte: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Por esto dice Cristo en su Evangelio: El que oye y guarda mi doctrina, será semejante al varón sabio que ha edificado su casa sobre piedra. Vinieron recias borrascas de viento y lluvia y la batieron; pero se mantuvo firme, porque estaba fundada sobre piedra. Para colmo de esto, el Señor espera cada día deseando que correspondamos con buenas obras a estos sus santos avisos. Por eso nos da treguas todo el tiempo de nuestra vida, para que enmendemos nuestros excesos, diciéndonos con el Apóstol: ¿Por ventura ignoras que la paciencia de Dios te convida a penitencia? Y este Dios, todo lleno de piedad, dice en otra parte: No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva.
Habiendo pues, preguntado, hermanos míos, al Señor por el que ha de habitar en su casa, oímos lo prescrito para habitar en ella; y que si cumplimos con las obligaciones de sus moradores, seremos herederos del reino de los cielos. Preparemos pues nuestros cuerpos y corazones para militar bajo la santa obediencia de sus preceptos y roguemos al Señor que no de las gracias necesarias para poder observar lo que excede a las fuerzas de nuestra naturaleza. Porque si queremos evitar las penas del infierno y conseguir la vida eterna, es preciso que, mientras podemos, mientras estamos en este cuerpo mortal, y nos lo permita la luz de esta vida, corramos y hagamos desde luego lo que puede hacernos eternamente felices.
Para esto vamos a instituir una escuela en que se enseñe a servir al Señor; en la cual esperamos no establecer cosa alguna que sea muy austera, ni muy penosa. Mas si la justicia, y la razón, el deseo de corregir los vicios y de conservar la caridad, nos obligase a ordenar algunas cosas con alguna estrechez, no por eso dejéis asustados el camino de la salud, cuyos principios son siempre estrechos; pero a medida que se adelanta en la senda de la piedad y de la fe, se corre, dilatado el corazón, en el camino de los divinos mandamientos con inefable dulzura de caridad; de modo que, no apartándonos jamás de la escuela de este divino Maestro, y perseverando hasta la muerte bajo sus instrucciones en el claustro, nos hagamos dignos de participar, por medio de la paciencia, de los padecimientos de Cristo, y merezcamos estar con El en su reino.
Es sabido que hay cuatro clases de monjes. La primera es la de los cenobitas, esto es, la de aquellos que viven en un monasterio y que militan bajo una regla y un abad.