Reingeniería misional - Nicolás Galeano - E-Book

Reingeniería misional E-Book

Nicolás Galeano

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Beschreibung

El redescubrimiento de la misión de Dios se ha vuelto la clave para que la Iglesia se reinterprete con el fin de renovarse y hacer la obra de Dios con fidelidad y relevancia. Sin embargo, se suele retroceder muy poco en la búsqueda de respuestas y manejamos argumentos superficiales que no conducen a la esencia de la fundación de la misma Iglesia y la misión de Dios, y que no suelen ser relevantes en el contexto donde la Iglesia se desenvuelve. El discipulado debe dejar de ser asociado con una clase dictada en un salón y convertirse en lo que siempre debió ser: una relación donde se comparte vida mientras se recibe la guía para caminar con Jesús. ¿Quieres hacer la Misión de Dios y no sabes cómo? Este libro puede ayudarte, pues fue escrito con la intención de aportar a líderes cristianos e iglesias una guía para crecer en la misión de Dios y la unidad. Si estás consciente de que todo seguidor de Jesús es un misionero por definición y esencia, compartes el concepto de que Iglesia es una comunidad, no un lugar. Una comunidad cuyos líderes, en la actualidad, deben reinterpretar su rol en la Iglesia y ante la sociedad.

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Reingeniería misional

Moviéndonos a una Iglesia de discípulos que hacen discípulos

Nicolás Galeano

con la colaboración deCamilo Rincón

© Nicolás Galeano

© Reingeniería misional. Moviéndonos a una Iglesia de discípulos que hacen discípulos

Agosto 2023

ISBN papel: 978-84-685-7811-8 ISBN ePub: 978-84-685-7810-1

Depósito legal: M-28408-2023

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

Paseo de las Delicias, 23

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Este libro está dedicado a todo aquel que se siente incómodo con las formas aprendidas, tradiciones heredadas que, aunque puedan ser buenas, nos distraen de la comisión dada por Dios; a todo inquieto que sabe que siempre hay más y anhela ver una Iglesia que desafíe los modelos tradicionales y navegue con brío hacía lo desconocido, con solo una cosa en mente: hacer discípulos de todas las naciones y de todas las épocas.

También está dedicado a mi amada esposa Maria Isabel, quien es un ejemplo de amor, compromiso y vida misional; a mi hija Gabriela, que cuando estaba por nacer fue el motor que me llevó a terminar este escrito después de tres años; y por último, y no menos importante, a mi gran amigo Camilo Rincón, quien ha sido incondicional en todo este proceso de poner por escrito lo que estaba en la cabeza y en el corazón.

No siendo más, espero disfrutes y sea de bendición para tu vida este sencillo escrito que he querido compartir contigo.

Índice

Introducción

I. La Iglesia

II. Redescubriendo el rol de liderazgo de la Iglesia

III. La Misión de la Iglesia

IV. Hacia una Iglesia misional

V. Atmósfera de oración

VI. Gobierno

VII. Ministerio de la reconciliación

VIII. Ministerio de la reconciliación. Segunda parte

IX. Evangelismo como estilo de Vida

X. Celebraciones

XI. Ruta de capacitación

XII. ¿Y eso cómo lo hago?

XIII.Ahora el camino se divide en dos. ¿Qué rumbo tomarás?

Referencias y libros recomendados

Introducción

Redescubriendo la Misión de la Iglesia

¿Estás de acuerdo y satisfecho con que en promedio el 80 % de los asistentes a una iglesia tradicional solo asisten a los cultos a consumir sermones inspiradores, para recibir, pero nunca dar, y como si fuera poco, en muchos casos, no dan testimonio de su fe a otras personas? ¿Estás cómodo con que solo sea un porcentaje muy reducido el que trabaje arduamente, casi sin descanso, por mantener fidelizados al gran porcentaje de calientabancas dentro del edificio, mientras que el impacto de la Iglesia en su comunidad es poco?

Habría que decir también que una parte de la Iglesia ha caído en el engaño de medir el éxito en la Misión basándose solo en el crecimiento numérico. Esto ha causado que muchos ministerios se vuelvan expertos en atraer gente, llenar sillas y realizar eventos multitudinarios. Pero, cuando acercamos un poco la lupa al corazón de estos cristianos, nos enfrentamos con la triste realidad: ¡muchos de ellos no se han convertido genuinamente, no han nacido de nuevo!1 Son oidores, mas no hacedores de la Palabra.2 No han sido discipulados, incluso a pesar de haber permanecido años en una congregación cristiana.

Billy Graham, reconocido predicador cristiano de origen estadounidense, solía usar una ilustración muy diciente referente a esta verdad: «Puedes estar sentado por 20 años en un estacionamiento y esto no le convertirá en automóvil». Dicho de otra forma: no porque una persona asista a una congregación cristiana por años es necesariamente cristiano. Esta es una de las consideraciones más importantes que debemos hacernos hoy: ¿estoy más enfocado en el crecimiento rápido a cualquier costo o en la transformación de las vidas por medio de la gracia de Dios? Ante tal situación, debemos estar alerta para que el afán de obtener resultados no nos distraiga del verdadero enfoque y propósito de Cristo: ser y hacer discípulos.

Para ello, debemos poner en orden las prioridades de nuestras congregaciones cristianas locales, enfocándolas en la Misión que Jesús legó a su cuerpo en la tierra, como principio organizativo de la Iglesia. De esta forma nos acercaremos un poco más al sueño de Jesús para nosotros.

Personalmente intento comprender lo que Jesús tenía en mente a la hora de pensar en la Iglesia y en la Misión de esta; dicho en otras palabras, lo que realmente implica la gran comisión. Teniendo presente los aspectos anteriormente señalados y confiando en el poder del Espíritu Santo y la suficiencia de las Escrituras, te invito a que juntos redescubramos las implicaciones de las Palabras del Maestro y sus repercusiones en la Iglesia de hoy.

1. Evangelio según san Juan 3:3 - 3:5

2. Epístola de Santiago 1:22

I. La Iglesia

Antes de iniciar, revisemos el concepto propio de iglesia que generalmente se tiene. Para ello te invitamos a reflexionar respondiendo lo siguiente: ¿qué crees que se quiere decir con la expresión ir a la iglesia? ¿Qué refleja este tipo de expresiones frente a la definición de iglesia que tenemos?

No obstante, las Escrituras nos revelan que la Iglesia es el cuerpo de Jesucristo conformado por todo aquel que ha nacido de nuevo por la fe en el hijo de Dios y ha tomado su cruz para seguirle hasta la eternidad. La Iglesia de Cristo nunca será una denominación, mucho menos un edificio santo. La Iglesia no es una congregación religiosa o un sistema de cultos y tradiciones. Es por eso por lo que...

La meta no es que alguien vaya a la iglesia, sino que esa persona se convierta verdaderamente a Cristo, para que sea parte de la Iglesia.

¡Soy la Iglesia!

Cuando le preguntamos a algunos creyentes qué es lo primero que piensan al escuchar la palabra iglesia es muy probable que piensen en un edificio, y que asocien la fe y lo santo solo a lo que ocurre dentro de ese lugar. De ahí que, si podemos entender que pertenecer a la Iglesia de Jesucristo es mucho más que una afiliación religiosa, entonces estaremos ante una nueva realidad con innumerables posibilidades de experimentar y expresar la vida de Cristo a otros. El descubrir nuestra identidad en Cristo como iglesia puede desencadenar un proceso de renovación para esta.

Ahora bien, si entiendo que yo soy miembro de Iglesia, como lo es un órgano al cuerpo, este tiene vida y cumple su función ininterrumpidamente; no vive por ratos, de la misma manera el hijo de Dios lleva en todo momento la vida de Dios y funciona sin parar. Si esto ocurre dejaré de pensar en iglesia como un lugar, una organización, un conjunto de tradiciones y ceremonias de las cuales participó ocasionalmente, para ahora entender que, si yo soy la Iglesia, la Iglesia estará donde esté la comunidad de Cristo, así no se me encuentre en el templo.

Entender que somos la Iglesia es un gran paso para una renovación de la dinámica cristiana actual, debido a que esto redefine los conceptos de lo que somos y hacemos como Iglesia. Ya no tendremos lugares santos, actividades santas, etc., sino que toda ella será santa y para la gloria del nombre que es sobre todo nombre: ¡Jesús!

Reflexionemos

¿Cuál es la diferencia entre ser Iglesia e ir a la iglesia?

¿Qué cambios de vida y conducta podría desatar el ser Iglesia?

¿Qué imagen hemos enseñado y promovido: la iglesia, como lugar, o la Iglesia, como cuerpo?

Una mirada a los inicios

La Iglesia de Jesús durante los primeros siglos fue un vivo ejemplo de lo que Dios tuvo en mente al momento de fundarla. El Libro de los Hechos nos describe que vivían en comunión, predicaban a tiempo y fuera de tiempo el mensaje del evangelio, oraban los unos por los otros, se edificaban mutuamente, procuraban el bien común y, sobre todo lo demás, que el nombre de Jesús fuera glorificado.

Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales (milagros) se hacían por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes, y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.

Hechos 2:42-47 (RV1960)

De acuerdo con lo anterior, podemos decir que la vida de la Iglesia no giraba en torno a un lugar específico, sino que se desarrollaba de casa en casa y en el templo. Cabe aclarar que, cuando se hace mención del templo, se refiere al templo judío en Jerusalén, el cual durante ese tiempo funcionaba, más que como centro religioso, como plaza pública. Era en esos lugares donde enseñaba y se predicaba de Jesús en todo momento (Hechos 5:42) en medio de sus labores cotidianas. Estas no eran un impedimento para participar de la predicación, el servicio y la oración; al contrario, eran las plataformas estratégicas para que todo creyente ejerciera su rol de sacerdote, evangelista y líder en su cotidianidad (1 Pedro 2:9, Hechos 9:31, Hechos 16:5, Hechos 4:32-34).

Por otro lado, el congregarse no se concebía solamente como la asistencia a los cultos, era muy distinto a hoy. Por lo general a los pastores nos preocupa y nos desvela pasar lista de asistencia de los hermanos que asistieron el domingo pasado a congregarse; en otras palabras, congregarse es igual a asistir al culto sin falta. Sin embargo, para la Iglesia de los primeros siglos congregarse implicaba una relación de comunión profunda con el fin de crecer, edificarse y estimularse juntos en la gracia de Dios.

No dejando de congregarnos(no dejando de estar en comunión sería la traducción más adecuada), como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más cuanto veis que aquel día se acerca.

(Hebreos 10:25 RVR1960, énfasis añadido)

Estas son palabras del apóstol Pablo:

«Había entre ellos un amor no fingido»

(Romanos 12:9-21).

Los cristianos de esa época actuaban como un cuerpo bien articulado. Todos estaban plenamente integrados, unidos y comprometidos con la causa de Cristo, que no es otra que la gran comisión (Mateo 28: 19-20). Había un santo afán y pasión por alcanzar y discipular al perdido. En otras palabras, la tenían clara, desde el más pequeño hasta el más adulto entendía y vivía en Misión.

Una muestra de ello se puede ver en el hecho de que el evangelio se expandió rápidamente durante los primeros cuatro siglos de nuestra era. Este crecimiento no solo se observó en la expansión geográfica del cristianismo, sino en la vida de cada discípulo, en el cual el evangelio echaba profundas raíces y producía cambios radicales.

Otro rasgo que podemos observar en los primeros cristianos es que, al experimentar la nueva vida en Cristo, no dudaban en compartirla inmediatamente, aunque esto les costara ser torturados o incluso martirizados. Para el año 100 d. C. se estima que había en promedio 25 000 cristianos en el mundo; para el 310 d. C., antes de que el emperador romano Constantino finalizara la persecución cristiana con el Edicto de Milán (313 d. C.), se cree que había cerca de 20 millones de cristianos.3 Algunos hechos relevantes que no debemos dejar pasar son que durante esos días las condiciones para el cristianismo eran adversas para explicar semejante crecimiento. Era una religión ilegal y perseguida, no poseían edificaciones, no tenían biblias impresas, ni siquiera el canon completo; además, carecían de una estructura de liderazgo jerárquico.

Ahora bien, podemos ver que, aunque en aquellos días la Iglesia no tenía muchos programas, estrategias, capacitaciones ni otras muchas herramientas con las que hoy en día contamos, sus miembros fueron muy efectivos empleando los principios fundamentales de las enseñanzas de Jesús. A lo largo de la historia se han manifestado crecimientos sorpresivos y avivamientos genuinos similares al de la primera etapa de la Iglesia, que a pesar de las circunstancias adversas creció de una forma sana y relevante. Por ejemplo, lo sucedido en Inglaterra con John Wesley (1703-1791); lo que pasó durante el régimen de la República Socialista de China cuando cerró sus fronteras a los misioneros cristianos —aun así el mensaje de Jesús siguió corriendo entre los locales con más fuerza e impacto eterno (1949)—,4 y otros casos que podríamos nombrar.

A causa de este gran crecimiento de los primeros cuatros siglos, los cristianos empezaron a llamar la atención de los gobernantes y autoridades al ser ya un número representativo del imperio. En este momento de la historia es cuando aparece en escena el emperador Constantino, que termina con la persecución al legalizar la religión cristiana. Luego Teodosio I complica aún más las cosas al nombrar el cristianismo como religión oficial del Imperio romano mediante el Edicto de Tesalónica (380 d. C.).5 A partir de ese tiempo empiezan a suscitarse algunos cambios sustanciales en la dinámica de la Iglesia. En este momento nace la era de la Cristiandad.

A continuación, abordaremos algunos aspectos y cambios que se suscitaron y que han repercutido negativamente en la Iglesia hasta el día de hoy.

Algunos aspectos que sufrieron cambios en la Iglesia

Hecho

Impacto

¿Cómo ves este paradigma reflejado en tu congregación?

La actividad de la Iglesia se limitó a un espacio cerrado de reunión, se redujo casi que exclusivamente al interior de un edificio. Durante este período empezó la era de la construcción de grandes capillas, catedrales y templos para reunir la Iglesia.

La Iglesia se limitó a un espacio físico para expresar su vida en comunidad. Se empezó a concebir la Iglesia como un lugar santo y no como el cuerpo de creyentes de Jesucristo.

La predicación y enseñanza de las Escrituras se limitaron únicamente al clero (clase sacerdotal), el cual exponía la Palabra de Dios únicamente dentro de las capillas, lo que fue llevando a los creyentes de activos misioneros en sus contextos a espectadores que llenaban los templos.

Un alto porcentaje de la Iglesia perdió el acceso a las Escrituras. Se les quitó la verdad de Dios, que nos hace libres. En otras palabras, solo unos pocos podían estudiar la Palabra de Dios.

San Juan dice: «Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí». (Juan 5:39 RVR60)

El servir a Dios se redujo al mantenimiento del templo y la realización de los cultos. Solo a los clérigos y a un pequeño grupo de líderes laicos se les empezó a delegar las labores ministeriales. Esto llevó a que la gran mayoría de los creyentes fuera asumiendo un rol pasivo y generando una dependencia no sana al líder.

Muchos creyentes dejaron el servicio activo y lo delegaron en el liderazgo, lo cual también generó a su vez una carga excesiva en el liderazgo.

Inició la dicotomía entre lo santo y lo secular. El oficio y el ministerio de una persona eran dos cosas desconectadas, e inclusive hasta opuestas.

Se perdió la impuesta necesidad de predicar el evangelio. Al imponerse el cristianismo como religión oficial del imperio, ya no había que esforzarse en predicar el evangelio, ahora la prioridad era reunir y atender a los feligreses.

Del evangelismo se pasó al proselitismo religioso, incluso a la persecución religiosa. Los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores.

Se asumía que todo aquel que se adhería al cristianismo era realmente cristiano.

El enemigo es astuto y ha logrado infiltrar mentiras que han minado la Misión de la Iglesia. Estos paradigmas le han llevado a limitarse y desenfocarse de su gran propósito y razón de ser. ¡Es necesario regresar a ser la Iglesia que Cristo diseñó, una Iglesia misional!

Una definición y un modelo simple de Iglesia

¿Y cuál es el modelo original? Para esto vamos a abordar una definición sencilla de Iglesia y algunos rasgos característicos que la identifican. En primer lugar, la Iglesia es un cuerpo