Relatos de la otra realidad - Sixto Paz Wells - E-Book

Relatos de la otra realidad E-Book

Sixto Paz Wells

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Beschreibung

Si uno pone atención, no hay vidas planas. Cada existencia está llena de momentos mágicos, de pequeños o grandes milagros, sueños proféticos, advertencias y avisos que proceden de otros planos o dimensiones. Solemos pasar por alto o no dar mayor importancia a las extrañas circunstancias en las que nos llegan las señales o los avisos. Preferimos no comentar con otras personas semejantes vivencias ante el temor de la incomprensión y la burla, o, por comodidad, hasta dudamos de lo que hemos experimentado o lo olvidamos. Pero un milagro, un aviso, un pálpito, una corazonada, una intuición o hasta un sueño, abren delante nuestro un abanico de posibilidades infinitas...

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Relatos de la otra realidad

Sixto Paz Wells

Título original: Relatos de la otra realidad

Primera edición: Octubre 2015

© 2015 Editorial Kolima, Madrid

www.editorialkolima.com

Autor: Sixto Paz Wells

Diseño y maquetación de cubierta: Patricia Fuentes

Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

Maquetación: Carolina Hernández Alarcón y Rocío Marcos Sanz

Imagen de portada: ©radFX/shutterstock.com

ISBN: 978-84-163644-2-8

Impreso en España

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier procedimiento, comprendidos la reprografía y tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.

No hay una realidad,

sino muchas realidades

con las que convivimos

a menudo.

Y, generalmente,

en vez de enfrentarlas

y entenderlas,

preferimos desconocerlas

y hasta olvidarlas

A Marina, mi compañera y maestra,

un ser de luz, bello, sabio e inspirador.

A Pedro y Gloria Kubierschky, quienes,

con su calidad humana y generosidad,

me han enseñado la dimensión

más elevada de la amistad.

Y a todas y cada una de las personas

que me confiaron sus historias, sabiendo

que las valoraría y las presentaría al mundo

como la revelación de una realidad con la que convivimos  pero que pocos nos atrevemos

a reconocer y entender.

Introducción

No hay una vida

sino muchas existencias.

No hay una vivencia

sino muchas experiencias;

porque una vida no es suficiente

para aprenderlo y vivirlo todo.

Si uno pone atención, no hay vidas planas. Cada existencia está llena de momentos mágicos, de pequeños o grandes milagros, sueños proféticos, advertencias y avisos que proceden de otros planos o dimensiones que, si los sabemos escuchar, nos pueden consolar y hasta librar de grandes desgracias o situaciones traumáticas.

Solemos pasar por alto o no dar mayor importancia a las extrañas circunstancias en las que nos llegan señales o avisos. Preferimos no comentar con otras personas semejantes vivencias ante el temor de la incomprensión y la burla, o, por comodidad, hasta dudamos de lo experimentado y lo olvidamos. Pero cómo explicar cuando al pie de nuestra cama aparece una sombra o un ser luminoso; cuando entramos en una habitación y observamos una esfera de luz moviéndose alegremente ingrávida, cuando soñamos la muerte de alguien y nos enteramos al poco tiempo de que ha sucedido; cuando llegamos a un lugar y sentimos claramente que, aunque no lo conocíamos en esta vida, ya habíamos estado allí. Es más fácil para nosotros negar un hecho insólito e inexplicable que quedarnos pensando y meditando acerca de su origen y sentido.

Un milagro, un aviso, un pálpito, una corazonada, una intuición o hasta un sueño, abren delante nuestro un abanico de posibilidades infinitas. Si nos atrevemos a investigar, podemos llegar a descubrir el por qué de muchas cosas.

Pero lo primero es entender y verificar la existencia de realidades paralelas, de otros planos desde donde se nos está monitoreando o ayudando.

Un milagro es un hecho insólito, algo inexplicable y sobrenatural y hasta cierto punto mágico. Y lo mágico es algo que está fuera de nuestra comprensión; algo que nos anuncia que no estamos solos, que hay fuerzas y entidades, que bajo ciertas condiciones, buscan interactuar con nosotros.

Lejos de toda paranoia, es frecuente que mucha gente se sienta observada pero, ¿cuál podría ser el origen de esa observación? ¿Será algo real o será sólo el producto de una fantasía o del estrés que nos producen nuestro ajetreado estilo de vida actual? Si fuese algo real, ¿podría tener su origen en entidades extraplanetarias o interdimensionales que están pendientes de nuestro desenvolvimiento y que necesitan observarnos y aprender a través nuestro o que simplemente quieren ayudarnos?

Si tuviéramos contacto con una persona extraída de la selva amazónica, que no haya tenido acceso a la cultura y a la tecnología de la civilización moderna, ¿cómo podríamos explicarle, teniendo o no a mano un teléfono móvil, que en el aire flotan ondas electromagnéticas cargadas de señales de Internet, programas de radio e imágenes y sonidos de televisión? Aun si pudiera verlas pensaría que es brujería o algo divino.

Aunque la Humanidad ha avanzado mucho en los últimos doscientos años, todavía es más lo que desconocemos que lo que realmente sabemos. Y en esa ignorancia convencionalmente aceptada, podrían existir otras realidades que, aunque las sentimos y percibimos a veces, escapan a nuestra comprensión o requieren por parte nuestra estados alterados de conciencia para verificarlas o interactuar con ellas.

Son innumerables los casos de personas que soñaron o sintieron angustia cuando tenían que abordar un vuelo y viajar en él. En muchos de ellos la confirmación de la naturaleza premonitoria de sus sueños vino tras un trágico accidente. De forma similar podríamos mencionar las advertencias sobre accidentes navales, automovilísticos, deportivos, etc. El común denominador de estas señales o advertencias podría ser, además del de preservar y valorar la vida, tomar conciencia de que cada existencia tiene un objetivo y que todos contribuimos a un plan mayor. Hacer caso a los mensajes puede cambiar el destino, tanto individual como colectivo, que no es inamovible.

Muchos autores han dedicado sus obras a relatar casos de personas que estuvieron clínicamente muertas y volvieron a la vida con recuerdos de vivencias en otro plano, donde se encontraron al final de un túnel con familiares fallecidos o con seres angelicales. Estas experiencias de muerte se asemejan mucho a los denominados «viajes astrales» o «desdoblamientos», que serían como una muerte anticipada y que permiten a la persona vivir experiencias más allá de los límites físicos. Pero no todas las personas recuerdan sus sueños, ni todos los sueños son sólo afloramientos del subconsciente; algunos sueños arrojan imágenes y vivencias que bien podrían ser experiencias reales y algunos otros, recuerdos de vidas anteriores.

Hoy por hoy el desarrollo de la física cuántica está permitiendo que los científicos teoricen en relación a los «universos paralelos», a los «portales interdimensionales», a la «conciencia y memoria colectiva» y hasta a la «supervivencia del alma o la conciencia más allá de la muerte física». Podría ser que estemos muy cerca de verificar científicamente la existencia de otros cuerpos en el ser humano que nos permitirían vivir experiencias paralelas o simultáneas en otras realidades. También se estarían comprobando otros fenómenos que incluirían la reencarnación como una posibilidad de mucha lógica y sentido común, que explicaría, más allá de la genética y la epigenética, las experiencias y el conocimiento previo que tenemos de algunas cosas.

En este libro he reunido varias historias reales que me han sido confiadas generosamente por personas amigas que deseaban compartir sus vivencias. En varias de ellas he preferido alterar los nombres de los protagonistas pero en todas hay un común denominador que es: ayuda para ayudar, advertir para corregir, y prever para evitar.

Y es que el ser humano es un ser social. Se realiza en grupo a través de relaciones humanas, de tal manera que no hay realmente vidas aisladas. Lo que uno logre o haga en su vida afecta directa e indirectamente a muchos, y la ayuda que una persona pueda recibir para que se encamine, reaccione o se integre, es capaz de generar reacciones en cadena de beneficio colectivo, aunque en un primer momento esto no se pueda apreciar.

Estoy seguro de que el lector se identificará con más de una de estas historias, ya sea porque ha vivido algo similar o porque conoce de manera cercana a quienes las han vivido. Relato cada historia lo más fielmente posible a la de quien me la confió y, al pie de la misma, añado algunas reflexiones tratando de interpretar el tipo de experiencia y su posible sentido.

Espero que este libro genere como reacción el que todos nos atrevamos a encarar estos hechos insólitos contándolos y comentándolos, para entenderlos e incrementarlos en nuestra vida, para que ésta sea protegida, intensa, consciente y todo lo mágicamente que nosotros permitamos.

El autor

Al aeropuerto en silla de ruedas

Hay sueños y sueños,

algunos de los cuales son avisos.

Y estos avisos son señales

de que no tenemos todo el tiempo del mundo

para hacer lo que debemos hacer.

Aida, que había sido una excelente alumna en la facultad de psicología de la Universidad Garcilaso de la Vega, se encontraba en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Pablo de Lima. Había sido ingresada allí después de dos días de violentas diarreas y nauseas en su casa. Su salud estaba resquebrajada por una diabetes agresiva y una insuficiencia renal que habían comenzado hacía 25 años a raíz de la muerte de su querido padre.

Don Mario, el padre de Aida, era marino mercante con un sueldo envidiable y la oportunidad de conocer el mundo y hacer negocios en cada viaje. Producto de años de intenso trabajo había acumulado un patrimonio importante, pero lo tenía invertido en una financiera no muy formal que ofrecía grandes intereses. A pesar de que se le había advertido de la inseguridad de la inversión, la promesa de grandes dividendos le atraía. Por cambios en la empresa y renovación del personal, a don Mario se le ofreció una jubilación anticipada, cosa que le perjudicaba y le resultaba altamente inconveniente por su ritmo de vida. Como no aceptó se le castigó manteniéndolo en tierra y pagándole el sueldo mínimo que correspondía, el cual era insignificante en comparación con lo que ganaba en los viajes. Esto le deprimió mucho agravándose la diabetes que ya padecía, siendo el golpe de gracia para el hombre la intervención del gobierno en la financiera y la declaración de quiebra de la misma sin esperanza alguna de devolución de sus aportaciones a los clientes. Esto le afectó tanto que enfermó gravemente, debiendo ser internado de emergencia en el hospital.

Aida le visitaba allí a diario preocupándose por levantarle en lo posible el ánimo y consolándolo. Una noche ella quiso quedarse con su padre para hacer la guardia nocturna, pero él no se lo permitió.

–¡Hija márchate a tu casa, tus hijas están solas!

–No te preocupes papá que puedo llamar a mi suegra para que se quede con ellas, y así me quedo esta noche.

–Márchate tranquila. No te preocupes, yo estaré bien. Mañana vuelves.

A pesar de que Aida insistió, no hubo forma de convencer al padre, y ella se fue a casa con la intención de volver al día siguiente. A media mañana recibió una llamada del hospital informándole fríamente de que el estado de su padre había empeorado y había fallecido. Desesperada se fue al hospital y, con profundo dolor, reconoció a su padre que ya estaba en la morgue. Sintió entonces el impulso de subir a la habitación donde había estado internado. Allí comprobó que la noche anterior las ventanas habían sido abiertas por una enfermera, lo cual había ocurrido al poco rato de que ella se hubiera ido. La profesional seguramente consideró que la habitación estaba muy caliente y había que ventilarla. La corriente de aire frío había hecho que a su padre le diera una pulmonía fulminante debido a lo frágil de su salud.

El dolor y la impotencia que sintió Aida fueron terribles, más aún cuando tuvo que ser fuerte y no llorar para no deprimir más a su madre que sí se dejó llevar por el llanto y la tristeza. Hasta sus dos hermanos varones, menores que ella, se apoyaron en su entereza, siendo demasiada la presión sobre su persona. Aida, como hermana mayor, tuvo que ser la columna fuerte sobre la que se apoyaba toda su familia, mientras ella contenía su tristeza y su dolor. Por otro lado en ella también quedó un sentimiento de culpa por no haberse quedado con el padre para haber evitado su muerte, o por lo menos para haberlo acompañado en su tránsito.

Lo peor de todo esto fue que al mes se le detectó a ella diabetes, la cual se fue agravando con la muerte de una serie de familiares cercanos y hasta de sus mascotas lo que incrementó el malestar acumulado, sin encontrar ella la forma de desfogar todo ese dolor contenido.

Después de varios años con algunas crisis diabéticas en su haber, se encontraba en el hospital por una violenta infección al riñón. Su estado se agravó tanto que la ubicaron al lado de los enfermos terminales, sin que los médicos supiesen qué antibiótico emplear para combatir la infección pues ella era alérgica a la penicilina y a algunos otros medicamentos.

Después de quince días de lucha infructuosa, los médicos creyeron haber encontrado el remedio para combatir y controlar la infección, por lo que la sacaron de la Unidad de Cuidados Intensivos y la pusieron en una habitación. A los pocos días le dieron el alta. Sin embargo, a los cuatro días de haber regresado a su casa, tuvo que ser reingresada con un cuadro mucho más grave que el anterior. Estuvo nuevamente en Cuidados Intensivos, y después de varios días de lucha incesante, el médico consideró que ahora sí se había logrado controlar y erradicar definitivamente la bacteria causante de la infección. Después de pasar unos días más en la habitación del hospital regresó a su casa. Pero a los seis días tuvo un cuadro de preinfarto por pérdida de potasio ocasionado por todo ese mes de vómitos y diarreas que la llevó a ser hospitalizada por tercera vez en poco tiempo.

En ese estado sintió que se le iba la vida, cuando soñó que estaba en un aeropuerto en silla de ruedas vestida con su bata de hospital, y quien la llevaba era su suegra, fallecida siete años antes. La muerte de la suegra, a quien Aida estimaba mucho, había sido una de las sensibles pérdidas que había tenido que enfrentar en los últimos años. Su suegra Rosa María, fallecida de cáncer de pulmón, aparecía serena y tranquila en el sueño. Iba empujando la silla de Aida llevándola por la terminal aérea hacia un gigantesco avión blanco tipo Jumbo al que subía cantidad de gente vestida igualmente de blanco con sus maletas. Todos llevaban maletas.

En el sueño Aida le decía a su suegra:

–Yo no puedo subir al avión Rosa María. No tengo conmigo mi pasaporte ni mis maletas ni mi bastón –Aida venía usando bastón por una lesión de cadera que también le había dañado la rodilla opuesta.

Rosa María le sonrió y soltó de inmediato la silla dejando de empujarla.

Cuando despertó de su sueño lo recordaba claramente y se lo contó a su marido José, el hijo de Rosa María, éste se sorprendió por el posible simbolismo o representación del mismo: aún no era el tiempo de que ella muriese… A partir de ese momento, Aida comenzó a mejorar.

Poco tiempo después la madre de Aida falleció y todos a su alrededor temían que esto fuera demoledor para ella; y así parecía ser. En el velatorio, cuando recibía los innumerables abrazos de condolencia de los amigos y conocidos, sufrió un repentino desmayo. Fue llevada de regreso a su casa, sintiéndose desvanecer en todo el camino. Y ni bien entró en su habitación, delante de ella empezaron a saltar las puertas de los armarios, cayendo pesadamente al suelo y estallando los espejos. Eso hizo reaccionar a Aida, y de la sorpresa y el susto se le fue toda la debilidad y el desasosiego. En ese momento sintió que su madre se había despedido violentamente como diciéndole: