Retratos de Dios para ti - Roberto Herrera - E-Book

Retratos de Dios para ti E-Book

Roberto Herrera

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Beschreibung

La Biblia es una especie de álbum; un conjunto de retratos que nos permiten asomarnos para ver cómo es Dios. Gracias a cada uno de esos retratos, podemos descubrir sus rasgos de carácter, y conocerlo más y mejor. Este libro te invita a contemplar esos retratos de Dios que encontramos en las Escrituras, y hallar en ellos inspiración para llegar a parecerte cada día más a él y confirmar los lazos de amor que te unen al Creador.

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Retratos de Dios para ti

Lecturas devocionales para adultos

Roberto Herrera

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Tabla de contenidos
Tapa
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
1º de enero
2 de enero
3 de enero
4 de enero
5 de enero
6 de enero
7 de enero
8 de enero
9 de enero
10 de enero
11 de enero
12 de enero
13 de enero
14 de enero
15 de enero
16 de enero
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2 de julio
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31 de diciembre

Retratos de Dios para ti

Roberto Herrera

Dirección: Eric Richter

Diseño: Karina Varela

Ilustración: Shutterstock

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición, e-book

MMXXIII

Es propiedad. © Inter American Publishing Association, 2022. © Asociación Casa Editora Sudamericana, 2023.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-899-4

Herrera, Roberto

Retratos de Dios para ti: Lecturas devocionales para adultos / Roberto Herrera / Director Eric E. Richter. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-798-899-4

1. Devocionario. I. Richter, Eric E., dir. II. Título.

CDD 211

Publicado el 31 de agosto de 2023 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Web site: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Dedicatoria

A todos aquellos que desean contemplar al Rey en su hermosura

(Isaías 33:17).

Agradecimientos

Cualquier libro que se escriba y logre publicarse deja detrás una enorme deuda de gratitud. En este caso, quiero agradecer a la ACES por brindarme la posibilidad de publicar mi libro para Sudamérica. Gracias por esta nueva oportunidad.

Mas allá de las palabras, quiero decirle gracias a Mónica Díaz, quien, con su constancia y esfuerzo, proveyó claridad donde casi no la había y fue la mejor ayuda que tuve en este proyecto. También al maravilloso equipo de la ACES por posibilitar que este libro alcance una mayor difusión.

Gracias a mi esposa, Ivelisse, por su apoyo y motivación para terminar esta tarea; y a mis hijos, Chantty y Alan, que me animan con solo existir.

Como siempre me gusta decir: la gratitud, para todos; pero la gloria, solo para mi Dios.

Prólogo

“Una imagen vale más que mil palabras”, solemos decir. Piensa, por ejemplo, en las fotografías de nuestros seres queridos, que tanto nos gusta guardar para disfrutar mirándolas. Con un golpe de vista, esos retratos nos llevan a recordar una época, a revivir un momento especial, a darnos cuenta de cuánto hemos crecido, y a reafirmar el parentesco que nos une a las personas retratadas. En apenas un instante que se posen nuestros ojos en esas imágenes, desfilan por nuestra mente emociones, impresiones, recuerdos y reflexiones, que ocuparían páginas y páginas si quisiéramos expresarlos en palabras.

La Biblia es una suerte de álbum de fotos, una serie de retratos que Dios ha tenido a bien revelarnos sobre sí mismo para que, al contemplarlos y reflexionar sobre ellos, podamos conocerlo mejor, ver cómo es, reafirmar los lazos que nos unen y dejarnos transformar por las virtudes de su carácter, así como por el poder de su amor y el regalo de su gracia. La Biblia es esencialmente un libro acerca de Dios, de su eternidad, su poder, su santidad, su amor, su perdón y su salvación. Gracias a las Sagradas Escrituras, Dios se hace visible y entendible a nosotros por medio de retratos de sí mismo que pueden ayudarnos a comprender, hasta donde nos resulta posible por las limitaciones de nuestra naturaleza, cómo es él. Al descubrir cómo el Señor es, actúa y piensa, que puedas tú ser, actuar y pensar de manera semejante a él.

Estos 366 retratos pretenden inspirarte a fijar tu atención en esas hermosas y significativas declaraciones que Dios nos regala acerca de sí mismo, deleitándote en los detalles, en las implicaciones y, sobre todo, extrayendo conclusiones sobre la forma en que toda esa información se aplica a nuestra vida. Me faltan las palabras para expresarte lo ilusionado que estoy con lo que vas a experimentar a lo largo de este año, al hojear cada día este álbum de retratos del Señor, que te permitirá contemplarlo desde distintos ángulos. No te pierdas un solo día, pues comprobarás cuán bueno ha sido Dios contigo en el pasado, afirmarás tu fe en él mientras avanzas en el presente y recibirás fuerzas en tu caminar hacia el glorioso futuro que te aguarda gracias a él.

Toma asiento, abre el álbum, mira al Señor, y descubre cómo es Dios. Luego, comparte su amor con otros.

Roberto

1º de enero

El Dios que quiere ser conocido

“Sino alábese en esto el que se haya de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que actúo con bondad, justicia y rectitud; porque eso me complace” (Jeremías 9:24).

Conocer personalmente a Dios es más importante que pertenecer a una iglesia. Es probable que ya pertenezcas a una confesión religiosa, pero mi pregunta para ti hoy es: ¿conoces a Dios? ¿Realmente conoces a Dios?

Hay personas que primero buscan una iglesia para conocer a Dios, pero el orden correcto es buscar primero conocer a Dios para que sea él mismo quien te guíe a su iglesia. Y el mejor recurso para hacer esto es leer la Palabra de Dios. Desarrollar el hábito de estudiar la Biblia cada día es el camino para llegar a conocer personalmente al Dios que se nos revela a través de ella.

Ojalá que tu concepto de Dios no dependa de lo que otros dicen, hacen o predican, porque aun en la iglesia puedes encontrar tantas ideas acerca de Dios como personas haya. Sería bueno que de ti se pueda decir como Jesús dijo de Pedro: “¡Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos!” (Mat. 16:17). Dios está dispuesto a revelarse a ti en forma personal. Él quiere que lo conozcas, sabe que necesitas conocerlo, y ha hecho todo lo necesario para que eso ocurra.

El profeta Jeremías escribió: “No se alabe el sabio de su sabiduría, ni de su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe de su riqueza. Sino alábese en esto el que se haya de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que actúo con bondad, justicia y rectitud; porque eso me complace” (9:23, 24). Dios quiere que el asunto que te produzca el mayor gozo y te haga sentir digno de alabanza sea que lo entiendas y lo conozcas a él. Cuando logres esto, estarás listo para entender el resto de las cosas importantes de la vida. Y la razón principal por la que Dios quiere que lo conozcas es que tengas acceso a la vida eterna, porque “esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17:3).

Este año te invito a dedicar unos minutos cada día a ver algún retrato del carácter de Dios, que se nos ha dado a conocer en su Palabra. ¿Estás listo? ¿Me pareció oír un sí? Yo también lo estoy. Te espero cada día en nuestra cita para conocer a Dios.

2 de enero

Dios: el Creador de todo

“En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).

Es imposible que, con una mente limitada como la nuestra, podamos entender todos los aspectos que tienen que ver con un Dios ilimitado. Así que, no tienes que sentir que algo anda mal contigo si ciertas cosas continúan siendo un misterio para ti en lo relacionado con la religión. Esto sucede porque te estás asomando a un vasto océano, imposible de ser abarcado siquiera con la mirada.

Aun así, Dios es tan bueno y comprensivo que ha tenido la gentileza de autorrevelarse a nosotros, de manera que podamos contar con la información que necesitamos para confiar en él, amarlo y desarrollar la fe suficiente como para entregarle nuestra vida. Entonces, si deseamos conocer a Dios, lo que debemos hacer es seguir la pista de la información que él nos ha dejado, entenderla y aplicarla, sin preocuparnos por los aspectos que no nos hayan sido revelados (lee Deut. 29:29).

El texto de hoy es un ejemplo de lo que aprendemos de Dios a través de su Palabra: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). Estas son las primeras palabras de la Biblia; como ves, las Sagradas Escrituras establecen desde su mismo comienzo el hecho de que Dios es el Creador de todo lo que existe. He ahí el primer retrato de Dios, una primera ventana a la que asomarnos para descubrir quién es él. ¿Qué puede enseñarnos de Dios esta revelación inicial?

En primer lugar, si Dios es el Creador, entonces es único, inigualable e incomparable. No existe otro como él, porque nadie ha hecho ni puede hacer lo que él hizo. Por eso Dios merece tener un lugar único en tu vida también; merece estar primero que todo lo demás, porque solo él es el Creador. En segundo lugar, si Dios es el Creador entonces no necesita nada ni nadie para existir, porque ya existía antes de todo lo que conocemos. Es decir, tenemos un Dios autosuficiente; su interés por nosotros no es cuestión de necesidad suya, sino de puro amor. Si pide algo no es para cubrir alguna necesidad propia, sino por nuestro bienestar (de nuevo, por puro amor). En tercer lugar, si Dios es el Creador, nadie te conoce, te ama ni está dispuesto a ayudarte como él, porque eres su criatura, la obra de sus manos.

Dios, el Creador, merece que hoy le digamos a alguien lo grande e incomparable que es. Todos deben saber cuán enorme privilegio tienen de ser sus hijos. ¿Lo harás?

3 de enero

Un Dios que se identifica con sus hijos

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27).

El retrato de Dios que nos llega a través del texto de hoy es el de un Padre que desea que sus hijos se parezcan a él. No necesitamos dedicar todo el tiempo que dedican los teólogos a debatir qué es exactamente la imagen de Dios para captar este hecho simple: Dios nos creó de una forma única, para que fuéramos diferentes de todas las demás criaturas. Dios decidió que nos pareciéramos a él, que fuera fácil identificarnos con él, que cualquiera que nos viera se diera cuenta de que venimos de él. Cuando nos creó, Dios deseó y determinó que seamos como él.

Si Dios nos creó a su imagen, resulta evidente que tenía planes de mantener una relación con nosotros más allá del momento de la creación. Esto echa por tierra la idea de quienes creen que sí, que Dios creó el mundo y a los humanos, pero los abandonó a su suerte y ya no está pendiente de ellos. De igual manera, este retrato de hoy mostrado por Génesis 1:27 nos ayuda a entender por qué Dios tiene interés en nuestras vidas y continúa buscándonos a pesar de nuestro problema de pecado y de nuestra falta de interés por él: Dios simplemente está buscando algo que es suyo.

Es muy claro que hemos sido creados para tener una relación especial con Dios. Si algo distingue la creación de los seres humanos es el hecho de que hemos sido diseñados para relacionarnos con nuestro Creador en una forma en que ninguna otra criatura es capaz de hacerlo. Esto significa que la vida sin Dios es antinatural, anormal y por lo tanto vacía, con ausencia de significado y realmente sin futuro ni esperanza.

Probablemente la más conmovedora revelación de Dios que nos llega en este versículo es el inmenso amor que siente por nosotros. No hay duda, Dios te ama, se deleita en ti, le gusta verte, le encanta ver el parecido que tienes con él, y se siente feliz cuando logras identificar que eres su hijo o su hija. Así lo planeó, así lo quiso, y lo llevó a la práctica cuando nos dio su imagen.

Desde el principio, Dios nos marcó como a ninguna otra cosa creada. Nos escogió para que nunca se borren de este mundo su imagen, su carácter ni su amor. ¡Él espera que esa imagen se vea en ti y en mí!

4 de enero

Un Padre que provee para todas nuestras necesidades

“Dios el Señor había plantado un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre que había formado. Dios el Señor había hecho nacer de la tierra toda clase de árboles hermosos y buenos para comer. También el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal” (Génesis 2:8, 9).

Recuerdo el día que nació mi hija Chantti y el día que fui a recoger al aeropuerto a mi hijo Alan, que nació lejos de donde vivíamos. Recuerdo cómo su madre y yo hicimos arreglos para recibirlos: la primera ropita, sus cuartos, los utensilios para comer, algunos juguetitos, y unos cuadros de Jesús para que, la primera vez que echaran un vistazo a su habitación, supieran que iban camino al bautisterio. Estábamos felices; nos preguntábamos constantemente qué necesitaba un bebé, porque queríamos tenerlo todo listo cuando llegaran. Así es como veo a Dios en el texto de hoy. Léelo de nuevo tratando de imaginarlo en cada cosa que hizo.

No hay duda: he aquí un retrato de Dios que lo muestra como un Padre feliz por la llegada de sus hijos, que con presteza se ocupa en proveer para todas sus necesidades, materiales y espirituales. Es interesante que, cuando aún no existía el pecado en este planeta, Dios ya se ocupaba de proveer para las necesidades de sus hijos. Cuando Dios creó al hombre, ya antes le había hecho una casa y preparado comida de la buena. El afán descontrolado de los seres humanos de hoy tras las cosas materiales no es algo natural; es un claro indicio de que nos hemos alejado de Dios.

Además de proveernos casa y comida (necesidades materiales), Dios plantó el árbol de la vida para mostrarnos que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios?” (Mat. 4:4). Era como decirle a un bebé: aunque ya tienes casa y comida, tu existencia sigue dependiendo de mí. Esta es la misma lección que necesitan aprender quienes, teniendo cosas materiales, se olvidan de Dios creyendo que no lo necesitan.

Finalmente, Dios puso el árbol del conocimiento del bien y del mal, que es como el cuadrito de Jesús que mi esposa y yo les colocamos a nuestros hijos en sus cuartos. Era el recordatorio de que la única forma de mantenerse seguros dentro del paradisíaco jardín era manteniéndose obedientes al Padre. ¿Qué te parece si le damos las gracias?

5 de enero

El Dios que trabaja

“Tomó, pues, Dios el Señor al hombre y lo puso en el jardín del Edén, para que lo cultivara y lo guardara” (Génesis 2:15).

Actualmente, el concepto “trabajar” no cabe en nuestra idea de lo que es un “paraíso”. Paraíso tiene más que ver, para nosotros hoy, con un lugar bonito, un ambiente tranquilo, seres queridos cerca, todas las necesidades cubiertas, cero compromisos y ningún trabajo pendiente. Pero el paraíso de Dios incluía el trabajo, la ocupación útil, como parte de la felicidad del ser humano.

Contrario a lo que más de uno parece creer, el trabajo fue un regalo que Dios hizo a sus criaturas cuando aún el pecado no había hecho su entrada en este mundo. Por lo tanto, no se trata de un castigo ni es el resultado de una maldición. Por supuesto, como ha sucedido con todo lo que Dios creó (que era todo bueno en gran manera), también el trabajo ha degenerado bajo la influencia del pecado. Pero, aun así, trabajar encierra bendiciones importantísimas para los que vivimos todavía en este mundo. ¿Sería inteligente querer perdernos esas bendiciones?

El trabajo nos habla de un Dios que comparte su creación con los seres humanos. Hubiera sido muy fácil para él establecer un proceso automático para que el huerto se mantuviera sin necesidad de cuidados por parte del hombre, pero, al crear el trabajo, Dios permitió a los seres humanos poner nuestras manos sobre la naturaleza que él creó. A través del trabajo podemos cuidar, cultivar, transformar y disponer de los recursos creados por Dios. Desde ese punto de vista, cuando Dios creó el trabajo estaba extendiéndonos una invitación a usar, disfrutar y administrar la creación junto a él.

El trabajo nos habla de un Dios de esperanza. Dondequiera que se trabaja hay esperanza de que las cosas ocurran, cambien o alcancen un nivel óptimo. El trabajo que Dios dio a nuestros primeros padres les indicaba que, aunque el mundo que recibieron era bueno en gran manera, podían cuidarlo y cultivarlo para hacerlo aún más glorioso. ¡El trabajo es esperanza!

El hecho de que Dios creara el trabajo nos recuerda también que, como dijo Jesús, “mi Padre hasta ahora trabaja” (Juan 5:17). Basados en esta realidad, podemos confiar en las palabras de Pablo: “El que empezó en ustedes la buena obra, la irá perfeccionando hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). Resulta, pues, reconfortante, saber que tenemos un Dios que trabaja constantemente para cumplir sus propósitos. Sabemos que somos parte de su plan y necesitamos y anhelamos su cumplimiento. ¡Bendito sea el Dios que trabaja!

6 de enero

El Dios de la familia

”Y dijo Dios el Señor: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda idónea’ ” (Génesis 2:18).

No te culpo si, cuando leíste el versículo de hoy, enseguida pensaste que vamos a hablar del matrimonio; pero te pido que volvamos a leer estas palabras, para fijarnos ahora en lo que nos enseñan acerca de Dios.

Lo primero que nos dicen es que Dios sabe que no es bueno que los seres humanos estemos solos. Es un hecho constatable en la sociedad de hoy que muchas personas están solas, y llegan a creer que no le importan a Dios. Lo que es peor: hay quienes se atreven a sugerir que cuando alguien está pasando por momentos de soledad difíciles de sobrellevar, debería interpretarlos como señal de que Dios está mostrándole su desagrado. ¡Eso no es cierto! Mira nuevamente este retrato de Dios presentado en Génesis 2:18: Dios piensa que no es bueno que las personas estén solas y hace provisión para subsanar esa carencia. El Salmo 34:18 nos asegura que “el Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los contritos de espíritu”.

Tan pronto como creó al primer ser humano, Dios estableció que era un ser creado para vivir en comunidad y compañerismo. Por eso creó a continuación justamente la base de toda comunidad: la familia. Al crear el matrimonio y autorizar la reproducción sexual, el Señor hizo posible la convivencia en sociedad. Todo esto nos habla de un Dios que se ocupa de suplir cada una de nuestras necesidades; que nos creó no solo para su propio deleite, sino para que, mientras lo servimos y adoramos, podamos experimentar gozo, satisfacción y felicidad los unos con los otros. Sus palabras, “le haré una ayuda idónea”, lo retratan como un Dios comprometido con nuestro bienestar. Pero también lo retratan como un Dios que simpatiza con nuestras debilidades, puede identificar nuestras necesidades y, lo más importante, tiene provisión para cada una de ellas.

Es extraño que existan personas que amen más a su familia que a Dios, o que renieguen de su compromiso con Dios por agradar a su cónyuge (lee Luc. 14:26), cuando en realidad deberíamos ver tanto a nuestra pareja como a nuestra familia como el permanente testimonio de que un día Dios pensó en nosotros y no le gustó la idea de que viviéramos en soledad y aislamiento. En su sabiduría y poder, hizo provisión para que podamos disfrutar del cariño, la compañía y la afirmación de nuestros seres queridos. Hoy es un buen día para glorificar a Dios con nuestra familia.

7 de enero

Dios nunca nos rechaza

“Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’ ” (Génesis 3:9).

Ese día fui a visitarlo porque era evidente que estaba pasando un mal momento. Cuando le pregunté por qué había abandonado la iglesia, me contestó que tal vez la razón no era lo más importante en ese momento. Y luego me dijo: “Lo que sí me gustaría es que usted me explique por qué después de que caí en problemas, nadie de la iglesia me ha buscado”. Lo más triste de su pregunta era tener que admitir que eso pasa con demasiada frecuencia entre los que decimos ser cristianos.

Por eso me gusta el retrato de hoy, que presenta a nuestro Dios como Aquel que viene a nosotros aun después de nuestras grandes caídas. Ese que nos busca incluso cuando nos escondemos de él. Las palabras de Génesis 3:9 fueron las primeras que dirigió Dios a Adán y a Eva luego de su desobediencia. Dios sabía lo que había pasado ese día que llegó al huerto, pero fíjate que su primera pregunta no fue “¿Qué has hecho?” (esa pregunta llegó después), sino que la primera pregunta fue: “¿Dónde estás?”

Ni siquiera la desobediencia de nuestros padres, el primer pecado cometido en este planeta, hizo que Dios perdiera su interés en ellos. Muy al contrario de lo que, en ocasiones, hacemos como individuos y hasta como iglesia, aquí Dios se mostró más interesado en el estado de sus hijos que en asegurarse de aplicar disciplina. Por eso sabemos que el interés de Dios por nosotros no tiene nada que ver con nuestro comportamiento ni con nuestros logros. Su amor por ti está más allá del bien y del mal; tu Padre te ama porque el amor es su naturaleza esencial.

A veces cuesta creerlo, pero te aseguro que, sin importar lo que hayas hecho ayer o lo que hagas hoy, Dios te ama. Puedes estar pasando tu peor momento espiritual e incluso estar deseando que Dios no se acerque a ti, pero no podrás evitar que lo haga, aunque te escondas como hicieron Adán y Eva. Dios va a salir a buscarte; Dios estará siempre cerca de ti, tratando de llamar tu atención hacia su amor.

En un mundo en que nos gusta más estar en compañía de personas a las que les va bien y tienen su vida en orden, es una gran noticia saber que Dios no nos deja el día que fallamos o caemos, ni nos paga con la misma moneda el día que nos escondemos de su presencia.

8 de enero

El Dios que respeta nuestra libertad

“Y Dios el Señor mandó al hombre: ‘Puedes comer de todo árbol del huerto’ ” (Génesis 2:16).

El texto de hoy nos ayuda a entender que Dios nos creó como seres libres, por lo que él queda retratado aquí como el Dios que respeta la libertad que decidió darnos. Todo esto es producto del amor. Siendo que la creación es obra del amor, la creación de seres racionales implicaba hacerlos moralmente libres, porque el amor no puede imponerse, no puede forzarse ni exigirse; el amor solo existe en un ambiente de plena libertad.

Por eso Dios nos creó con la capacidad de elección, y nos dio libertad para hacer uso de esa capacidad. Es precisamente el libre albedrío lo que nos diferencia de los seres no racionales de la creación, y es además la esencia de nuestra dignidad como seres humanos.

Es cierto que la libertad tiene los límites que le imponen las consecuencias, por eso Dios, aunque respetó la libertad de nuestros primeros padres, al mismo tiempo les ordenó que no comieran de determinado árbol, porque sabía lo que ocurriría si lo hacían (ciertamente, morirían; lee Gén. 2:17). En ambos casos queda retratado el amor con el que Dios trata a sus criaturas.

Supongo que te agrada la idea de servir a un Dios que te trata como a una persona que tiene dignidad y capacidad de elección, y que por tanto no te obliga, sino que respeta tu libertad. Impresiona pensar que Dios, con el poder ilimitado que tiene y su infinita sabiduría, pueda tener al mismo tiempo la humildad de permitir que tomemos nuestras propias decisiones. Más de una vez, podemos llegar a sentir que no se nos respeta ni se nos valora, y que otros piensan que pueden tomar decisiones por nosotros sin contar con nuestra opinión. Así somos los seres humanos a veces; pero así no es Dios.

Con Dios nunca nos sentimos como ciudadanos de segunda o tercera clase, porque su amor produce un trato hacia nosotros que se distingue por el respeto, la dignidad y la libertad. Por lo mismo, también podemos tener la certeza de que sus planes para nosotros son buenos y nos aseguran un futuro glorioso y lleno de esperanza. Por supuesto que un Dios así merece ser tratado con amor, respeto y obediencia.

Nadie nos ha valorado tanto como lo hace Dios; nadie nos ha tratado con un amor como el que nos tiene Dios, quien nos ama aun en esos momentos en que no hemos escogido servirlo ni obedecerlo.

9 de enero

Dios: la fuente de todas nuestras bendiciones

“Dios es el que me ayuda, él está con los que sostienen mi vida” (Salmo 54:4).

Tengo un amigo a quien las circunstancias de la vida le han permitido ser muy determinante para que a mí llegasen algunas de las más grandes bendiciones que he recibido. Naturalmente se trata de una persona a quien no solo quiero mucho, sino a quien también le tengo un inmenso agradecimiento.

Más de una vez le he dicho a mi amigo: “Tengo mucho que agradecerte, porque eres el ser humano a quien Dios ha usado para traer a mi vida algunas de las bendiciones más importantes que he recibido”. Para mí es importante entender esta realidad de esta manera, porque detrás está la que me parece una sana filosofía de vida, a saber, que Dios es quien nos da todas las cosas buenas que llegan a nosotros. Y aun cuando usa a otros seres humanos para llevar a cabo parte de su plan, y aun cuando debemos ser agradecidos con esos seres humanos, en realidad no les debemos nuestras vidas ni las cosas que tenemos o disfrutamos a esas personas sino a Dios, que obra a través de ellas.

David parecía tener esta misma forma de entender las cosas. Se había visto en situaciones muy apremiantes, pero también había encontrado a personas que literalmente sostuvieron su vida. Personas como Jonatán, Abigail, Husai o Ahimelec. Pero más allá de lo humanamente visible, David pudo decir: “Dios es el que me ayuda, él está con los que sostienen mi vida”. Qué fascinante retrato de Dios.

Creo que deberíamos aprender a ver a Dios obrando a través de todas esas personas que usa para nuestro bien. Hemos de evitar caer en la tentación de creer que el instrumento que Dios usó es el que debe recibir lo que solo le corresponde a Dios. Si bien se trata de personas que siempre serán especiales para nosotros y a quienes siempre les estaremos agradecidos, lo más relevante es que nos hacen ver cuánto nos ayuda y nos bendice Dios.

Esa persona en tu trabajo, ese amigo o esa amiga, ese familiar que tanto te ha ayudado, tu esposo o tu esposa, esas son las personas que Dios ha mandado a tu vida para enviarte, a través de ellos, toda su ayuda y sus bendiciones. Si Dios no hubiese tocado sus corazones, las cosas que hicieron nunca habrían ocurrido. Demos gracias al Señor porque está con esas personas que sostienen nuestra vida.

10 de enero

Dios: nuestro fiel apoyo

“Me asaltaron en el día de mi quebranto, pero el Señor fue mi apoyo” (Salmo 18:18).

Yo tenía unos siete años y mi amigo Gala tenía unos trece. Solíamos reunirnos en un terreno baldío para jugar al béisbol. La mayoría eran muchachos de la edad de mi amigo, sabían jugar muy bien y al parecer estaban todos de acuerdo en que yo no sabía jugar. Pero a mí me gustaba ir, y hasta pensaba que debían tomarme en cuenta. Así que, cuando mis expectativas se encontraban de frente con el consenso general, esa cosa que años más tarde supe que se llamaba autoestima salía muy lastimada. Pero esto tenía una excepción: cuando mi amigo Gala estaba allí, todo era diferente. Como él era uno de los que mejor jugaban, todos querían tenerlo en su equipo, y más de una vez él dijo: “Yo no juego si no le dan juego a Roberto”. Y como no les quedaba otra opción, los muchachos preferían tener un out seguro conmigo con tal de contar con los servicios de Gala.

Siempre es bueno tener quien te apoye, pero es especialmente bueno tenerlo en el día en que la desgracia está de visita. Un apoyo es alguien que te acepta como eres, que no te rechaza nunca ni se avergüenza de ti, y que está dispuesto a suplir tus debilidades con sus fortalezas. Esta verdad tan linda la aprendí por experiencia propia a los siete años, y estoy agradecido con Gala; pero también la descubro cuando me relaciono con Dios a través de su Palabra y veo este retrato de él, así como cuando miro atrás y recuerdo todo lo que él ha hecho por mí.

La desgracia tiene un “día”, dice el texto de hoy. A veces viene como resultado de mis errores; a veces simplemente porque a otros les pareció que ya era tiempo. Sea como sea, saber que Dios está ahí para apoyarme marca toda la diferencia. El día que es más evidente que no soy bueno, el día que los demás se burlan y me atacan (con razón o no), el día que nadie “me quiere en su equipo”, Dios viene a apoyarme. No a fijarse en mis defectos ni a unirse a los expertos en elaborar la lista de mis pecados. Viene para decirme: “En el día de tu quebranto, yo te amo y no te voy a abandonar. Si quieres llorar, hazlo; recuéstate en mí y desahógate. Aquí estoy, te voy a esperar y seguiremos juntos este camino hasta el final”.

No sé qué hacer para agradecerle.

11 de enero

Un Dios que ama al pecador

“Los publicanos y pecadores se acercaron a Jesús para oírlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban: ‘Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos’ ” (Lucas 15:1, 2).

Probablemente en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas encontramos algunos de los cuadros más bellos con que Jesús retrató el carácter del Padre. Echemos un vistazo a lo que nos enseña sobre Dios el texto de hoy.

Tal vez podrías preguntarte: ¿qué puedo aprender acerca de Dios en estas palabras, si en realidad son una crítica de un grupo de amargados y resentidos contra Jesús? Pero es interesante que, en esta acusación, tenemos una información valiosa acerca de cómo es Dios: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Por supuesto, eso fue lo que dijeron sus enemigos. Se expresaron así porque el hecho de que Jesús no hiciera acepción de personas lo veían como un defecto o una debilidad de él. Pero la acusación resulta ser, en realidad, un elogio al ministerio de Cristo y a la forma en que trataba a las personas (sí, incluidas las muy pecadoras).

¿Eres pecador? Entonces la Biblia te dice que Dios se acerca a ti, te recibe y está más que dispuesto a compartir contigo. Tanto el acto de recibir como el de comer con el pecador son representativos de la disposición de Dios a tener relación y amistad hasta con el más pecador de nosotros. Esto es extraordinario, porque él es un Ser único, poderosísimo, extremadamente rico y autosuficiente. Por lo general, las personas que lo tienen todo no buscan la compañía de aquellos a quienes les falta todo. De hecho, a los fariseos del tiempo de Jesús les alarmaba que siendo él un maestro espiritual y teniendo tanta fama, recibiera a ese tipo de personas y compartiera con ellas.

Al venir a este mundo y tratar con bondad a los rechazados, Cristo mostró que todos somos hijos de Dios e igualmente valiosos a sus ojos. Mostró que, sin importar tu condición, mereces respeto y buen trato. Nuestros defectos no nos alejan del corazón de Dios; todo lo contrario, nos convierten en el objeto de su amor y de todos sus esfuerzos por rescatarnos y salvarnos.

Imagínate que personas pecadoras como nosotros tuviéramos que vivir, además, pensando que Dios nos rechaza y que no quiere ningún trato con nosotros. Qué duro sería eso, y cuánto reduciría nuestros deseos y esperanzas de cambio. Gracias a Jesús, hoy sabemos que Dios nos acepta como somos, y podemos creer que al que a él viene no lo echa fuera (lee Juan 6:37).

12 de enero

El Dios que se goza en salvarte

“Les digo: ‘Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento’ ” (Lucas 15:7).

Ese día me encontré con un hermano de iglesia cuyo hijo había muerto en un accidente de tránsito. No sé qué fue más impactante para mí, si pensar en la irreparable pérdida de esa vida o si haber escuchado al padre decir: “Creo, pastor, que Dios está enojado conmigo y con mi familia; tal vez es porque últimamente no he estado bien espiritualmente”.

En los tiempos de Jesús, los dirigentes religiosos enseñaban que había gozo en el cielo cuando el malo era destruido o cuando al pecador le iba mal. De esa manera presentaban a Dios como un tirano que solo ama a las personas que le son fieles. Pero Jesús vino a corregir esos errores, mostrando el verdadero carácter de Dios. Y lo que Cristo dijo en el texto de hoy deja muy claro que lo que el Cielo celebra es la salvación del pecador, y no su destrucción. Lo que hace que Dios festeje es que uno de sus hijos descarriados decida retomar el camino y reencontrarse con él. ¡Qué gran gozo es ese! ¿Te gozas tú también por eso?

Todavía hoy Satanás logra engañar a muchos, haciéndonos creer que las cosas negativas que nos pasan en la vida se deben al castigo de Dios por nuestros pecados; pero el ejemplo de Job demuestra que no es así. El enemigo nos hace creer que una vida de pecado nos descalifica para recibir el favor y la gracia de Dios, y por eso nos cuesta sentir gozo por el pecador que se arrepiente, o aceptar que el Cielo se goza por nuestro propio arrepentimiento. Aceptémoslo de una vez y para siempre: Dios odia el pecado, pero al mismo tiempo ama al pecador. Reproduzcamos esta fórmula en nuestra relación con nuestros hermanos, y aceptemos en nuestra propia vida este aspecto tan importante del carácter de Dios. El arrepentimiento es una obra de Dios en nosotros, y es la entrada a un enorme gozo para nosotros también, por haber sido salvados.

Me hace profundamente feliz el hecho de saber que Dios no se alegra de mi mal, sino que se goza de mi restauración. Por eso estoy seguro de que hará todo cuanto pueda para que esa restauración se complete en mí. De esa forma produciré en su corazón más gozo que el que pueden producirle 99 justos; y yo mismo rebosaré de gozo. ¡Nada mal! ¿Qué te parece?

13 de enero

El Dios de las oportunidades

“Porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido” (Lucas 15:24).

¿Te has fijado en lo que hizo y dijo el padre de la parábola del hijo pródigo cuando este le confesó su pecado y reconoció la forma estúpida en que se había comportado? “Entonces se levantó y volvió a la casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y se compadeció. Corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. [...] Pero el padre dijo a sus siervos: ‘¡Pronto! Saquen el mejor vestido y vístanlo. Pongan un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Traigan el becerro grueso y mátenlo. Y comamos, y hagamos fiesta. Porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado’. Y empezaron a regocijarse” (Luc. 15:20, 22, 23). Nadie se comporta ni le responde así a quien ha tomado sus bienes y los ha gastado de la peor manera.

El papá de cualquier hijo pródigo real seguramente estaría esperándolo para decirle todo “lo que se merecía”, y para dejarle en claro que había perdido su lugar en la casa. Pero en esta parábola, Dios rompe todos los patrones que humanamente cabría esperar. Si te fijas, el hijo pródigo es recibido como quien llega de haber cumplido una misión heroica y triunfante: el padre sale corriendo a recibirlo, se echa sobre su cuello, lo besa, manda a sacar las mejores ropas, le da un anillo y zapatos nuevos, manda matar al becerro más gordo y da una fiesta por todo lo alto. Da la impresión de que ha llegado un personaje importante, querido y victorioso. Sin embargo, la realidad es bien distinta: el que llegó es un desvergonzado y desagradecido hijo, que se lo ha dilapidado todo y que no ha dado palo al agua, ¡y ahora viene a pedir socorro! No viene de triunfar, sino de fracasar; no es un personaje importante, sino un cuidador de cerdos por necesidad; no regresa de una misión heroica, sino de vivir perdidamente... Lo único que trae es un discurso ensayado, un mal olor horrible, ropa sucia, pelo largo y pies descalzos.

En realidad, el grande en esta historia es el padre. Es su respuesta y su actitud lo que sorprende y maravilla. Lo que hizo el hijo lo hace cualquiera en su situación; lo que hizo el padre solo lo hace Dios, porque él es el Dios de las segundas oportunidades. ¡Él sabe cómo comenzar de nuevo!

¿Te imaginas cómo le iría a un hijo pródigo con un padre que no supiera dar segundas oportunidades? Estaría perdido, ¿verdad? Entonces piensa en esto: el padre de la historia representa a Dios, pero el hijo pródigo te representa a ti.

14 de enero

Su amor alcanza para todos

“Entonces el padre le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas’ ” (Lucas 15:31).

En la reacción que tuvo el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, así como en la respuesta que le dio el padre, podemos entender un poco más cómo es Dios. Ciertamente tenemos aquí un retrato del Padre que no podemos ignorar.

El hermano mayor está enojado. Se queja, pero no por el buen trato dispensado a su hermano menor, sino porque dice que están siendo injustos con él. Haciéndose la víctima, culpa al padre y lo acusa de no haberle dado nunca nada. ¡Pobrecito! Pero, espera, no te derritas de compasión, porque tengo una sorpresa: el padre le contestó. Estas son las dos cosas que le dijo.

“Hijo, tú siempre has estado conmigo”. En otras palabras: “Es cierto que he llorado por tu hermano, que he salido cada día a ver si regresaba, que lo he recibido como a un héroe siendo un sinvergüenza, que mandé a hacer fiesta; y es cierto también lo de la ropa, el anillo, los zapatos, el becerro y todo lo demás. Pero no es cierto que yo te haya descuidado a ti. Puedes acusarme de ser bueno con tu hermano, pero no de que he sido mejor con él que contigo. Lo que he hecho por él lo haría por ti, solo que tú no lo has necesitado porque siempre has estado conmigo”.“Todas mis cosas son tuyas”. Es decir: “Para tu hermano mandé matar el becerro más gordo, pero no porque lo quiera más, sino porque viene de comer algarrobas. Le di ropas finas, porque vino con harapos. Le di zapatos, porque vino descalzo. A ti no te he dado nada de eso porque, al estar conmigo, siempre lo has tenido. Si no lo has disfrutado no es porque yo no te lo haya dado; todo es tuyo cuando lo quieras”. Al ver esta respuesta entendemos que el hermano mayor se había quedado en la casa no porque disfrutara de la compañía de su padre, sino por las propiedades que heredaría.

Dios espera que nuestro mayor gozo sea estar con él, no recibir bendiciones como resultado. El padre pensaba que estar con él hacía feliz a su hijo mayor; de igual manera, Dios quiere que lo disfrutemos como Padre, que nada ni nadie nos produzca más gozo que él. Quiere que sepamos que su amor es ilimitado y nos alcanza a todos por igual. Por mucho que él le dé al menor, siempre habrá para el mayor.

15 de enero

El Dios que no tiene rival

“No tendrás otros dioses fuera de mí” (Éxodo 20:3).

Entre los mejores autorretratos que Dios ha “dibujado” para nosotros, sin duda están los diez que encontramos en su Santa Ley. En el primero de los Diez Mandamientos, Dios se revela a nosotros como nuestro libertador (lee Éxo. 20:2). Si leyéramos este mandamiento de forma superficial podríamos llegar a creer que, en él, Dios está estableciendo una suerte de dictadura divina; pero mirado más allá de lo superficial nos damos cuenta de que Dios está creando aquí las condiciones para que sus hijos podamos vivir libres de ataduras, yugos y servidumbres sin sentido.

Dios nos está diciendo que no tenemos que creer ni aceptar que alguna cosa creada, por impresionante que sea, o que alguna persona, por extraordinaria que parezca, debe recibir de nuestra parte un trato de divinidad. En este primer mandamiento el Señor nos enseña a ver la naturaleza como lo que es: la obra de sus manos; y a ver a los seres humanos como lo que somos: criaturas de Dios. No tenemos que esperar que el sol, la luna, las estrellas, el mar, los ríos, los árboles o los animales determinen nuestro destino ni merezcan nuestra adoración.

Hemos de tener cuidado de no llegar nunca a creer que alguna cosa creada o algún ser humano (sin importar lo que haga, cómo se vista o de qué hable) son divinidades entre nosotros, a las que debemos temer y reverenciar. Dios nos libera del temor que trae la idolatría, nos libera de creer que, dondequiera que miremos o vayamos, hay un dios que adorar o un ente al cual complacer. Desde el primer Mandamiento quedamos libres para reconocer solo a Jehová como el único Dios, concentrarnos en eso y disfrutarlo.

Por supuesto, este mandamiento también haría verse como ridículo cualquier intento de endiosarnos a nosotros mismos, de creernos superiores a los demás o tratar de manipularlos o subyugarlos. Cualquier intento de supremacía de cualquier índole está fuera de lugar en un mundo donde solo existe un Dios.

En este mandamiento, Dios nos ayuda a tener un retrato de toda la creación y nos invita a ver que, en ese retrato, el único que tiene categoría de Dios es él. Es una especie de despertar a un mundo más sencillo, menos tenso, sin tantos jefes, ni dioses ni gurúes. Es un permiso para no hacer caso a tantas cosas y personas que quieren venir a controlar nuestra vida, y para darnos cuenta de que hay solo uno a quien rendirle cuentas: ¡Jehová, el único Dios!

16 de enero

El Dios fuerte y celoso

“No te harás imagen, ni ninguna semejanza” (Éxodo 20:4).

¿Qué opinas del hombre o la mujer a quien, estando casado, le gusta conservar y contemplar de vez en cuando fotografías y cartas de alguna relación pasada? ¿Crees que es una respuesta satisfactoria decir que lo hace porque lo ayuda a mantener su relación actual más viva? Seguramente este argumento te parece inadmisible o incluso enfermizo, al igual que me lo parece a mí; lo más extraño es que llegamos a pensar que esto que no se puede aceptar en una relación de pareja, sí lo podemos hacer con Dios, y creyendo que no pasa nada. Con esta mentalidad demostramos tener poco conocimiento del carácter del Creador. Para ayudarnos a salir de esa ignorancia, tenemos el segundo mandamiento.

En el segundo mandamiento, Dios nos está diciendo: “Hijo, hija, tú y yo tenemos una relación de amor. El amor que te tengo es fuerte; para mí eres lo más importante, por eso quiero recibir ese mismo amor de tu parte. Esta es la razón por la que no quiero que te estés haciendo en tu mente imágenes, ni estés guardando cuadros o representaciones de cosas o personas ajenas a mí. Esto no es saludable ni correcto porque yo soy celoso. Quiero que nuestra relación sea exclusiva y que pueda permanecer en el tiempo”. El segundo Mandamiento nos muestra un retrato del Dios que ama y quiere ser amado con reciprocidad y exclusividad.

“Solo la Palabra de Dios brinda una imagen precisa de quién es él y qué es lo que ha hecho por nosotros”, y es a través de ella que somos “llamados a ser fieles en forma exclusiva a Dios”.1 Deja esas imágenes, ya sea que las tengas de manera física o las estés formando en tu mente, y deléitate solo en Dios, así como él se deleita en ti.

Dios no quiere que terminemos convirtiendo cosa alguna de este mundo (riquezas, fama, popularidad, apariencias, cargo, poder) en imágenes de lo ideal o deseable. ¿Por qué? Porque entonces esas imágenes estarían ocupando en nuestra vida el lugar que solo le corresponde a Dios, y estaríamos cayendo en el pecado de la idolatría. Aun cuando estas imágenes puedan tener un componente religioso o espiritual, Dios dice a sus hijos: “Nuestra relación es personal, directa y real, no me busques a través de ninguna otra cosa, ven directamente a mí y estemos a cuentas. Confía en que yo te amo, y estoy esperando por ti para ser tu Dios, único y exclusivo”. ¿Qué le respondes?

1 Comentario bíblico de Andrews, t. 1, nota a Éxodo 20:4.

17 de enero

Un Dios digno de respeto

“No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano” (Éxodo 20:7).

El tercer Mandamiento retrata a Dios como alguien digno de respeto. Para las primeras personas que recibieron este mandato, estaba claro que el nombre de alguien era símbolo de su carácter. En el caso de Dios, su nombre es símbolo de cuán sublime es él (“¡Alaben todos el nombre del Señor, porque solo su nombre es sublime!”, Sal. 148:13). A través de su nombre se nos revela (“El Señor respondió: ‘Haré pasar toda mi bondad delante de ti, y proclamaré mi nombre ante ti’ ”, Éxo. 33:19) y es al invocar su nombre que recibimos bendición (“Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré”, Núm. 6:27). Siendo algo tan grandioso el nombre de Dios, no debiéramos usarlo nunca en vano, desvelando así abiertamente nuestra frivolidad espiritual.

Dios quiere librarnos de la hipocresía, de tal manera que lo que diga nuestra boca lo respalde nuestra vida. Usar el nombre de Dios con ligereza solo para proclamar nuestras creencias, crear o mantener una imagen, manipular a otros o ganar notoriedad es pecado a la vista de Dios.

En toda relación de amor es necesario que haya confianza, y la confianza requiere que exista respeto. ¿Qué puede esperar Dios de alguien que usa su nombre (y lo que este significa) sin importar si le causa descrédito? ¿Hasta dónde puede llegar una persona a la que no le importa desacreditar el carácter de otra? Esa es la razón por la que en este mandamiento Dios dice que no dará por inocente al que tome su nombre en vano. ¿Por qué no lo dará por inocente? Porque se trata de un acto deliberado y premeditado.

Muchas veces nos hemos atrevido a usar el nombre de Dios en contextos tan triviales y descuidados que terminamos faltándole el respeto. ¡Esto no debe ocurrir! No nos conviene perder de vista la diferencia que existen entre las cosas sagradas y las seculares. Una actitud como esa puede hacernos mucho daño en nuestra experiencia espiritual. El amor exige respeto. Así como no hablamos descuidadamente de nuestros seres queridos, pues merecen respeto, ¡cuánto menos del Dios excelso, que merece más respeto aún!

Pablo aconseja: “Paguen a todos lo que deben: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” (Rom. 13:7). La práctica de este consejo nos ayudaría enormemente a cumplir con el tercer mandamiento. No olvidemos nunca que Dios es digno de respeto y honra.

18 de enero

El Dios de la vida

“No matarás” (Éxodo 20:13).

El sexto Mandamiento retrata a Dios como el Autor y Señor de la vida. Si hay una orden suya cuyo respeto es urgente hoy, es “No matarás”. Son inenarrables las escenas que demuestran la depreciación que ha sufrido la vida. Dios confirió a la vida un carácter sagrado e inviolable, por lo que nunca será aceptable para él ningún acto que contribuya a la eliminación, ni a la disminución de la calidad o de la duración de la vida, de cualquiera de sus criaturas. No hay forma de justificar el maltrato, la vejación, la discriminación, el ultraje o el dar muerte a un ser humano. Este mandamiento es tan elemental para la supervivencia de la especie humana, que en su redacción no se presenta ninguna explicación ni se ofrece recompensa o castigo por parte de Dios. Todo lo que atente contra la vida es inaceptable.

El sexto mandamiento muestra el carácter amoroso de Dios. Él valora la vida de todas sus criaturas y ordena que lo imitemos. Toda acción humana debe asegurarse de proteger y preservar la vida. Respetar la vida del prójimo es un sagrado cometido cristiano, puesto que, al igual que nosotros, todos los demás han sido creados también por Dios, y a su imagen. Somos todos hermanos.

¿Y qué me dices de respetar la vida propia? Con este mandato Dios nos enseña que no somos dueños de nosotros mismos, por lo que no debemos adquirir hábitos que sabemos que disminuyen la calidad y la duración de nuestra vida. Eso sería como irnos suicidando poco a poco, y de esa manera violaríamos el espíritu de este Mandamiento: no matarás.

El sexto mandamiento es un terreno donde toda la humanidad es puesta a un mismo nivel en cuanto al derecho que tenemos a la vida. En una forma positiva, nos traza una pauta absolutamente segura para resolver o manejar conflictos entre nosotros, recordando que ninguna circunstancia nos da el derecho de atentar contra la vida.

Deberíamos entender, además, que en este mandamiento Dios nos está trazando una dirección para saber cómo interactuar con el mundo animal y con la naturaleza. Toda la creación recibió de Dios la vida que tiene: desde el inmenso árbol del bosque hasta el humilde pasto; desde la fiera feroz hasta la sencilla avecilla; desde el tormentoso mar, hasta el arroyuelo inofensivo; todo existe para Dios y por Dios. Y de los seres humanos, el apóstol Pablo dice: “Ninguno de nosotros vive para sí. [...] Si vivimos, para el Señor vivimos” (Rom. 14:7, 8). Honremos al Dios de la vida.

19 de enero

Un Dios de amor y convivencia

“Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12).

Éxodo 20:12 nos dibuja un maravilloso retrato de Dios como un ser que valora la relación más importante en la Tierra: la familia. La convivencia en el hogar a través del amor es algo que debe ser cuidado con hechos y palabras de manera continua y sistemática, no en momentos aislados. Qué importante traer al frente este mandamiento hoy, siendo que una de las características de la sociedad de los últimos tiempos es que somos “desobedientes a los padres” (Rom. 1:30; 2 Tim. 3:2). Desobediencia y honra están en polos opuestos de la ecuación.

Si el quinto Mandamiento se practicara, el mundo sería tan distinto. Las guerras, la delincuencia, la agresividad, el engaño, la mentira y el fraude son síntomas inequívocos de una sociedad donde no se honra al otro. Nuestro Dios ha querido librarnos de todo esto, enseñándonos a mostrar honra y respeto empezando por nuestros padres en el hogar. Nuestros progenitores son aquellos que nos trajeron a la existencia, aquellos gracias a quienes todo lo que ha pasado en nuestra vida ha sido posible; por eso Dios nos dice que debemos honrarlos. ¿Qué no puede pasar en un mundo donde no se honra ni respeta a los padres? ¿Qué no haría una persona capaz de deshonrar y faltarle el respeto a los que le dieron la vida?

Muchos expertos señalan que debemos buscar el origen de los problemas que enfrentamos como sociedad en la relación padres-hijos. Cuando ese núcleo se descontrola viene un efecto dominó sobre todas las actividades que involucren a seres humanos. Esto explica la situación social, económica, moral, política y espiritual de hoy. Con esto es precisamente con lo que nuestro Dios quiere ayudarnos a través del quinto mandamiento.