Ronin 1-5 - Jesper Nicolaj Christiansen - E-Book

Ronin 1-5 E-Book

Jesper Nicolaj Christiansen

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Beschreibung

RONIN 1 - LA ESPADAUn chico se despierta en el medio del bosque. No tiene idea de quién es o cómo llegó allí. Con la ayuda de varias personas y animales, así como de una espada con poderes especiales, este ronin encuentra el camino a través de múltiples aventuras. Cuando una aldea necesita de su protección, debe aprender a pelear con honor por los campesinos a los que tiene que salvar, y por él mismo.RONIN 2 - EL ARCORonin conoce a un viejo amigo y comienza el entrenamiento con su sensei, con el que aprende que nada es imposible. Sus aventuras continúan y se encuentra a sí mismo defendiendo a los débiles y usando su poder para el bien. Ronin aprende más de sí mismo y, posiblemente, de dónde vino.RONIN 3 - LA LANZARonin enfrenta un desafío complicado y aprende que a veces, aun en los enemigos, hay más de lo que el ojo deja ver. Al ir conociendo su pasado, a su padre y su espada, surgen más preguntas. En su última aventura, Ronin está cerca de entender quién es y cómo puede ayudar a aquellos que más le importan.RONIN 4 - LA GARRARonin continúa su viaje al Meifumadô. En el camino, es atacado por enemigos que son más malignos que nada de lo que haya encontrado hasta el momento. Cuando más amigos lo acompañan, es forzado a tomar decisiones difíciles y sobrellevar los obstáculos más complicados.RONIN 5 - LA CONFRONTACIÓNEn el último capítulo de la serie Ronin, Ronin viaja al Meifumadô para encontrar su destino y salvar la vida de Azami. Es mientras que lucha contra el Rey de la Oscuridad y su ejército de demonios que Ronin se entera de su pasado, su familia y cómo puede mantenerse fiel a sí mismo. En las circunstancias más desafiantes, Ronin debe recordar lo que lo convierte en un verdadero guerrero.Un chico se despierta en el medio del bosque sin el recuerdo de quién es o cómo llegó allí. En el curso de esta serie, Ronin emprende muchas aventuras que lo llevan al límite. En el camino, conoce personas que lo ayudan a crecer y aprender lo importante. Con la ayuda de su espada mágica y los poderes que le brinda, Ronin lucha por el bien. En cada aventura, Ronin se acerca cada vez más a entender quién es en realidad.

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Jesper Nicolaj Christiansen

Ronin 1-5

 

SAGA

Ronin 1-5

Original title: Ronin 1-5 Copyright © 2010, 2019 Jesper Nicolaj Christiansen and SAGA Egmont, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726354768

1. E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Ronin 1

La espada

¿Quién soy?

Claridad brillante. Luz y dolor. Esas fueron las primeras cosas que notó. Luz, dolor, náusea y frío. Se estaba helando. Temblaba.

Algo se movía en el césped. Sintió su corazón acelerándose hasta que se dio cuenta que sólo era su mano. Sonrió, aliviado, pero de inmediato tuvo miedo nuevamente. Esta vez por el sonido de su propia voz.

Estaba recostado sobre el césped húmedo. Rodeado de árboles. Pinos. Era un espacio abierto de césped en el medio de un bosque de pinos.

Le dolía la cabeza con un dolor punzante. Se tocó la frente. La sintió húmeda y tibia. En la mano tenía una sustancia pegajosa y húmeda.

Sangre.

Gritó.

Un pájaro levantó vuelo desde un árbol cercano. Intentó recordar. ¿Cómo terminó allí? Pero tenía la mente en blanco. Ni siquiera podía recordar su nombre. Tampoco el de su madre, padre, dónde vivía o de dónde venía. No podía ni recordar cómo se veía.

Se levantó despacio. Sentía como si la cabeza le diera vueltas y le dolía, pero tenía que pararse. Sobre todo para ver si podía hacerlo.

Se balanceó hacia atrás y adelante antes de lograr mantener el equilibrio. Se miró a sí mismo. Tenía puesto un kimono. Cerca, casi escondida en el césped, había una katana.

Estiró la mano llena de sangre para alcanzar la espada. Tan pronto como su mano se cerró sobre la empuñadura, comenzaron a surgir imágenes de dragones que escupían fuego, demonios grotescos y retorcidos, y serpientes gigantes. Y luego, finalmente, la última imagen fue la silueta de un águila dorada recortada sobre el cielo azul claro.

Se le aflojaron las piernas. Lo dejaron de sostener y cayó sobre el césped mojado. Miró hacia el cielo. En algún lugar, muy arriba, algo volaba en círculos. Miró la espada que estaba a su lado. La funda era negra y en la empuñadura tenía algo escrito con letras de oro: Gôsuto Mêkâ: el hacedor de fantasmas.

Bien, así que podía leer. Era bueno saberlo.

Lentamente tomó la espada. Rodeó la empuñadura con la mano... No pasó nada. Ni visiones. Ni dragones o demonios. Aliviado, acercó la hoja de frío acero a su frente. De inmediato el dolor se fue. Parecía como si lo hubieran borrado. Algo eliminó también la sensación de mareo.

Tenía la mente clara.

Se tocó la frente. La sangre ya no estaba. La sangre de sus manos también se había ido.

Qué extraño.

De pronto se sintió reanimado. Se sintió fresco y descansado.

Se puso de pie de un salto y miró a su alrededor.

Luego escuchó un chillido que venía del cielo. Levantó la mirada hacia el trozo de cielo azul claro enmarcado por árboles, y vio al águila de su visión. Volaba en círculos sobre él, con las garras brillando peligrosamente bajo la luz del sol.

Tuvo miedo e intentó sacar la espada, pero no pudo. Estaba trabada dentro de la funda.

El águila se alejó, pero luego regresó y volvió a volar en círculos sobre él. Tuvo la extraña sensación de que el ave quería que él lo siguiera.

Caminó hacia el denso y oscuro bosque de pinos. El olor a resina era sobrecogedor. No podía ver al águila a través del follaje del bosque saturado de árboles, pero podía oírla chillar, como si lo estuviera llamando.

Cuanto más se adentraba en el bosque, más oscuro estaba y los pinos lo picaban como agujas; el suelo del bosque parecía estar vivo. Pero él continuaba persiguiendo el sonido del águila.

Después de un rato, llegó a un pequeño claro donde encontró arbustos de moras y un riachuelo.

El águila estaba sentada sobre un árbol cercano, mirándolo.

—Gracias —murmuró, y luego corrió hacia el riachuelo y bebió de su agua clara y fresca.

Luego de haber satisfecho su sed, comió tantas moras como pudo.

Se recostó bajo el sol por un rato, satisfecho y feliz. Luego recordó al águila. Ya no estaba sobre el árbol. Logró verla cerca de la orilla del riachuelo, estudiando su reflejo en el agua.

Cuando él llegó al agua, el águila voló hacia el árbol nuevamente.

Miró su reflejo en el riachuelo. Tenía unos doce años, cabello negro y alborotado.

Miró al águila.

—¿Quién soy?

El águila inclinó la cabeza y lo miró. Luego levantó vuelo con un chillido escalofriante y voló hacia el sol que iba camino al horizonte.

Por unos instantes, se quedó quieto, observándola. Luego tomó la espada, saltó el riachuelo y comenzó a seguir al águila dorada.

Tres ladrones y un conejo

Había estado caminando por largo rato. El bosque había cambiado de pinos a abedules. Ahora, aunque estaba oscureciendo, podía ver mejor al águila.

El ave se sentó sobre un árbol delante de él con las plumas doradas brillando bajo el sol del atardecer.

Luego las escuchó. Las voces.

Se detuvo para oír mejor. Sí, eran voces. También podía sentir un nuevo aroma, el olor de la carne asada. Se le hizo agua la boca y tuvo la valentía para acercarse a hurtadillas.

En un claro, alrededor de una fogata, había tres hombres sentados. Uno era pequeño y sin un solo diente en la boca, el otro era alto y tenía un parche en un ojo, el tercero era gordo con cabello largo y sucio. Reían y charlaban alrededor de la fogata en la que asaban un conejo.

No lo pensó, ni siquiera pensó qué decir o hacer. No pensó en nada. Él también tenía hambre. Salió hacia el claro y se inclinó ante los tres hombres saludando.

—Buenas noches, me preguntaba si podrían darme algo de comida.

El hombre gordo se puso de pie riendo.

—¡Ja! Escuchen a este pequeño mono rogando por comida.

—No estoy rogando.

El más pequeño también se paró y señaló la espada del niño.

—Linda katana, ¿verdad? Una espada tan fina vale muchos ryô.

Entonces se paró el hombre del parche. Parecía ser el líder.

—Eso no es una katana, es una dôtanuki —dijo.

—¿Cuál es la diferencia? —preguntó el gordo.

—¡Idiota! —gritó el líder—. Una dôtanuki puede cortar a un hombre a la mitad. Es más gruesa y larga que una katana. Y una dôtanuki tan linda como esta vale muchos ryô.

—¡Ja! —El más pequeño rio—. ¿Qué hace un monito tan feo con una espada tan valiosa? ¿Juega a ser un samurái? O quizá es un pequeño samurái perdido, un samurái sin maestro. Un ronin.

El gordo tomó su lanza.

—Entréganos la espada, Ronin.

—Ese no es mi nombre —respondió tranquilamente el niño.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el líder.

—No lo sé —dijo el niño avergonzado.

—Entonces es Ronin, ronin. Entréganos la espada.

Los otros dos rodearon al niño. El pequeño sostenía un enorme mazo y el gordo su lanza. El líder sacó una katana oxidada de su cinturón.

El niño al que llamaban Ronin sostuvo la espada, aún dentro de la funda. Le temblaba la mano. Tenía miedo. Ellos eran tres y él estaba solo, y ellos obviamente estaban acostumbrados a pelear. No podía recordar ninguna batalla en su vida.

—Esta espada es todo lo que tengo —dijo.

—¡Ja! —rugió el pequeño—. Mírenlo. Temblando como una hoja. Es una gallina.

—Entonces hay que aplastarlo como a una —dijo el gordo con una mueca.

—¡Atrápenlo! —gritó el líder.

La lanza voló hacia el chico.

El águila chilló.

Ronin quiso esquivarla, pero la espada movió su brazo y desvió la lanza que se clavó profundo en un árbol cercano. El ladrón gordo tuvo un instante para reflexionar sobre lo que había pasado antes de que la espada le diera en la boca.

Se balanceo, escupió un diente y luego cayó de espalda.

—El pequeño enano sabe pelear. Quizá deberíamos dejarlo en paz —dijo el líder, pero el ladrón pequeño lo descartó.

—Un golpe de suerte, eso fue todo.

Luego levantó el potente mazo y se fue a la carga sobre el chico con un rugido que espantó a los pájaros de los árboles cercanos.

Otra vez, Ronin quiso esquivarlo, pero la espada, aún en su funda, golpeó a su atacante. Esta vez en la pierna y el ladrón pequeño cayó sobre sus rodillas. Luego la espada barrió sus dos piernas y, por un instante, el hombre pequeño flotó en el aire antes de caer sobre el suelo del bosque. Y, como gran final, tuvo que soportar el peso de su propio mazo contra su cara.

¡PLAS!

El líder miró a sus dos amigos. Ambos se despertarían con dolor de cabeza.

Ronin respiraba agitado. Todo había pasado tan rápido.

Luego desenfundó la espada. La hoja no era de metal, sino de un material blanco extraño.

Oyó un chillido que venía del árbol más cercano a él. Era el águila dorada. Dejó caer una pluma que bajaba en espiral hacia Ronin. En su camino hacia abajo, la pluma tocó el filo de la espada y fue cortada a la mitad.

Los ojos del líder manco se agrandaron como galletas de arroz.

Luego gritó, dejó caer su katana y desapareció hacia el bosque.

Ronin intentó guardar la espada en la funda. Pero era difícil. Era como si, ahora que finalmente había escapado, no quisiera volver allí. Pero igualmente entró. Ronin enganchó la espada en su cinturón y miró a su alrededor. Sentía miedo y alivio al mismo tiempo. Miedo por la espada que lo había controlado y alivio porque sin ella, de seguro habría muerto.

Se sentó cerca del fuego, sacó una pata del conejo asado y comenzó a comer. El águila dorada bajó en picada y se sentó junto a él sobre el suelo del bosque. Ronin dividió el conejo en dos y le lanzó una mitad al águila.

—Te lo ganaste —dijo.

Sonrió cuando el águila tomó al conejo y voló hacia el árbol para devorarlo. Cuando se hubo llenado, revisó los bolsillos de los ladrones. Tenían algo de dinero y un pequeño anillo dorado. Ronin lo tomó todo y se encaminó hacia el bosque.

Al oscurecer, encontró un arbusto y se metió bajo él para dormir con la espada pegada a su pecho. El último sonido que escuchó antes de quedarse dormido fue el del águila aterrizando a su lado y acomodándose sobre una rama para pasar la noche.

La espada mística

Sangre.

Ronin soñó con sangre. Cuando despertó al amanecer, el cielo era color rojo sangre.

Sujetaba algo. La funda. Pero la espada no estaba.

Se levantó rápido y revisó los bolsillos. El dinero y el anillo aún estaban ahí. Se arrastró fuera del arbusto. Afuera, al descubierto, algo llamó su atención.

¡La espada!

Había cortado un conejo y ahora estaba clavada al suelo a unos metros de él.

Miró alrededor. No se veía a nadie. El conejo se había desangrado.

Sacó la espada del suelo y la deslizó dentro de la funda. Luego echó otra mirada alrededor. El águila no estaba y el bosque estaba silencioso. Era casi un silencio antinatural.

Pero de pronto, el águila regresó. Planeaba arriba en el cielo. El águila dorada chilló y se lanzó en picada hacia él. Ronin la esquivó a último momento. Pudo sentir sus garras afiladas rastrillar su cabello.

El águila aterrizó sobre una rama y lo observó. Luego chilló nuevamente.

—Sí, sí, te seguiré.

El encuentro con Okami

Ronin había caminado por un par de horas cuando llegó a un pequeño camino de tierra. En el horizonte distinguió una aldea.

Tan pronto como siguió el camino, dejó de ver al águila. No tenía idea de si se había ido hacia el bosque o si volaba adelante de él hacia la aldea. Pero no tenía otra opción más que continuar hacia allí. Tenía hambre y tal vez alguien en la aldea podría ayudarlo a descubrir quién era y de dónde había venido.

La aldea estaba formada por diez casas ruinosas y era un lugar sucio, triste y pobre.

La primera persona con la que Ronin se cruzó fue un frágil campesino que llevaba una pila de troncos sobre la espalda. Tan pronto como vio a Ronin, el campesino se arrodilló sobre el camino de tierra y colocó su cabeza entre sus brazos.

—¡Perdóneme la vida, por favor, oh, señor! —gritó desde el polvo.

—¡Ja, ja, ja! Puedes levantarte, Sugito. Ese no es un samurái. Es demasiado joven.

En la tierra, afuera de una casa destartalada, estaba el hombre viejo de largos cabellos dorados que había hablado. Sopló la taza de té que sostenía.

—Cállate, Okami —gritó el campesino desde la tierra—. Puede usar danzai: su derecho a decapitarnos.

—Sólo tengo mucha hambre —dijo Ronin.

—¿Cómo te llamas, niño? —preguntó el viejo y empujó al campesino con el pie.

—Ronin.

—¿Ronin? —El campesino levantó la mirada desde el piso—. ¿Sólo eres un maldito ronin?

—¿Ronin qué? —preguntó el viejo.

El campesino se levantó y se sacudió la tierra.

—¿Un ronin? Qué mocoso. —El campesino le lanzó a Ronin una mirada severa y recogió los troncos—. Una buena golpiza es lo que necesita.

—Tengo dinero —dijo Ronin y le mostró unas monedas.

—Noble maestro —gritó el campesino y se acercó.

—¡Ja! —El viejo llamado Okami rio—. Harían cualquier cosa por dinero, cualquiera.

El campesino ignoró a Okami.

—Tenemos una pequeña posada un poco más adelante —dijo el campesino—. El hermano de mi esposa es el dueño.

Nunca dejó de mirar el dinero.

—Me acuerdo perfectamente cuando lo llamaste maldito ronin —dijo Okami con la mueca de una sonrisa.

—Metete en tus asuntos —refunfuñó el campesino al viejo.

—Gracias por su ayuda —dijo Ronin y le lanzó una moneda al campesino que pareció decepcionado al examinar la moneda. Luego cargó los troncos y siguió su camino.

—Llegaste en el momento justo —dijo el viejo después de asegurarse de que el campesino no lo podía escuchar.

—¿Justo para qué?

—Para salvar la aldea.

—¿Salvar la aldea de qué? —preguntó Ronin confundido. Había algo extrañamente familiar en el viejo.