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Si este libro ha llegado hasta tus manos, puede ser una casualidad, pero tú puedes hacer que sea una oportunidad. Cuando educamos, tenemos muchos obstáculos que saltar o, quizás, rodear, y puentes que construir para continuar caminando y aumentar las conexiones. En estas páginas encontrarás opciones, propuestas, estrategias, reflexiones… que te harán más fácil tu labor educativa ante esos obstáculos, mostrándote un amplio abanico de ideas y habilidades para alzar puentes. Lo cual, por cierto, es el objetivo de esta publicación. Vas a descubrir cómo la neurociencia, la psicología y la pedagogía te aportan gran cantidad de conocimiento, que, unido a tu saber y experiencia, potenciarán y facilitarán tu proyecto y tu actividad educativa diaria. Los temas que desarrollan estas páginas son variados y de gran importancia y actualidad. Estás ante un libro que, aunque lo leas por la noche, te pondrá al día enseguida. ¿Educamos juntos?
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Seitenzahl: 161
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Colección Octaedro Educación
Título: Saltando obstáculos, poniendo puentes. ¡Educamos juntos!
Primera edición (papel): noviembre de 2024
Primera edición (epub): marzo de 2025
© del texto: Pedro Alarcón Gómez
© De esta edición: Ediciones OCTAEDRO, S.L. Bailén, 5 – 08010 Barcelona Tel.: 93 246 40 [email protected]
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ISBN (papel): 978-84-10054-92-9 ISBN (ePub): 978-84-10054-93-6
Corrección, diseño y producción: Xavier Torras, Clarissa Fekl y Joan Reig de Octaedro Editorial
Epub a cargo de: Voringran Digital
Gracias por escoger este libro para ampliar tus saberes y conocimientos. Tu interés radica no solo en leerlo, sino también en mejorar tu práctica educativa diaria, que, a su vez, beneficiará a muchas de las personas que comparten contigo las situaciones educativas que se generan en la vida cotidiana.
El objetivo de la obra es acercarte de manera sencilla y práctica numerosas ideas, estrategias y técnicas que puedan hacer más fácil tu labor educativa, tanto en casa como en el colegio.
En cuanto a la extensión, vas a comprobar que la obra opta por ser breve y concreta, a fin de que sea todavía más práctica.
Con el objetivo de facilitar el ritmo lector del texto, considerando las nuevas características de las expresiones del lenguaje, madres y padres están incluidos en la palabra educadores. De igual modo, niños y niñas en la palabra jóvenes.
Teniendo en cuenta la neurociencia y sus valiosas e innovadoras contribuciones, pasando por la pedagogía y sus concreciones educativas, descubrirás aportaciones interesantes, que pretenden complementar la amplia formación que ya posees.
Tienes a tu disposición un correo electrónico para posibles sugerencias, preguntas o cualquier duda que pueda surgirte:
Me gustaría aprovechar esta introducción para dar las gracias a David Bueno y a Neus Sanmartí por sus valiosas aportaciones, su tiempo y sus consejos para realizar esta obra. Y, además, agradezco a Octaedro, una de las mejores editoriales en el campo educativo, que hayan confiado en el valor que la obra puede tener para ti
También a nuestra escuela Vedruna, donde tanto he aprendido y continúo aprendiendo y creciendo en lo profesional y lo personal, a nuestros estudiantes, que tanto me enseñan, y a quienes estáis siempre a mi lado, escuchándome, apoyándome, enseñándome y renovándome.
¡Gracias!
¿Aprendemos juntos?
Neus Sanmartí
Abril, 2024
Educar y promover un aprendizaje significativo de los niños y jóvenes es una tarea compleja que exige tener en cuenta muchas variables, y no es fácil concluir qué métodos, estrategias o acciones son las idóneas. No es lo mismo una clase el lunes a las 9 de la mañana que un viernes a última hora, y cada aprendiz y cada grupo clase son distintos. Este hecho es lo que hace que esta profesión sea interesante y nada rutinaria: ningún día es igual al anterior y obliga a estar aprendiendo y creando continuamente, ya que no es posible repetir siempre lo mismo si queremos lograr que todos (remarco todos) los niños y jóvenes aprendan. De ahí la idea del título de libro, Saltando obstáculos, poniendo puentes, porque los docentes hemos de aprender a dar respuesta a las numerosas dificultades-obstáculos que van surgiendo constantemente, así como a generar creativamente posibles caminos-puentes para superarlos.
Pero ¿cómo vamos aprendiendo los docentes? Una fuente de aprendizaje es, sin duda, la experiencia. Es el clásico aprendizaje de la prueba-error y, a partir de él, vamos decidiendo qué, de todo aquello que hacemos, realmente ayuda a nuestros alumnos a aprender, qué funciona con algún tipo de alumnos y qué no tanto con otros, cómo planificar y organizar las clases, cómo gestionar los conflictos que inevitablemente aparecerán, cómo empezar y terminar una clase, etc. Se parte de un conocimiento previo, que en muchos casos deriva de cómo los docentes aprendimos en nuestros años escolares cuando éramos alumnos, un conocimiento que está muy interiorizado y rutinizado, porque hemos pasado cerca de veinte años de nuestra vida practicándolo. En función de este saber que hemos ido construyendo, muchas veces atribuimos el obstáculo más a características de los aprendices que a la manera como ejercemos la docencia, por lo cual no siempre nos autorregulamos, es decir, no siempre generamos puentes. Que aprendamos a partir del obstáculo depende, en buena medida, de características personales; entre otras, si se es una persona autocrítica, empática en relación con las necesidades de todos los aprendices, capaz de gestionar positivamente las emociones que conlleva una mala experiencia, abierta a nuevas ideas e interesada por saber más y, además, algo aventurera para lanzarse a probar algo nuevo.
A menudo podemos creer que solo la experiencia enseña, y que no son útiles las ciencias que explican parte de los porqués de las dificultades del alumnado, como tampoco las propuestas para afrontarlas que son distintas de las aprendidas y aplicadas en nuestras clases. Pero, en cambio, todos los docentes sabemos que aprender no es solo practicar y que es necesario el conocimiento para que dicha práctica sea significativa. Una idea que argumenta Perrenoud (2007) es que enseñar es una profesión y no solo un trabajo. Además, señala que:
La actividad de un profesional reúne las competencias del creador y las del ejecutor […]. No tiene un conocimiento previo de la solución a los problemas que emergerán de su práctica habitual y cada vez que aparece uno tiene que elaborar esta solución sobre la marcha, a veces bajo presión y sin disponer de todos los datos para tomar una decisión sensata. Pero todo ello sería imposible sin un saber amplio, saber académico, saber especializado y saber experto.
[*]
Una profesión como la nuestra está muy condicionada por los cambios sociales y tecnológicos, tan continuos y rápidos: cambia la composición social del alumnado, su lengua y la cultura familiar, el conjunto de saberes que la sociedad demanda aprender en la escuela, la tecnología que media en el aprendizaje (basta pensar en la rapidez con que la inteligencia artificial ha entrado en las aulas o en el uso de los móviles), etc. Por ello, no es posible pensar que solo a partir de la experiencia podemos responder a los nuevos retos, dado que, cuando a través de la estrategia de la prueba-error empezamos a saber qué hacer, ya ha cambiado el contexto y han emergido nuevos problemas-obstáculos.
¿Por qué estas reflexiones en el prólogo de este libro? Porque, precisamente, recoge e interrelaciona un saber académico y especializado con un saber práctico en relación con algunos de los retos que hemos de encarar los docentes y los educadores en la actualidad. Los diferentes capítulos parten, justamente, de reflexiones sobre nuestro punto de partida, esto es, sobre algunas de las ideas previas en torno al tema y a las prácticas habituales. Más adelante, se habla de nuevos saberes que se han generado desde diferentes campos del conocimiento profesional (neurociencia, psicología, pedagogía, didáctica, etc.), argumentando su interés con la finalidad de facilitar mejores aprendizajes en los niños y jóvenes y, además, se ejemplifican prácticas concretas que se pueden promover para dar respuesta al reto, ya sea en el contexto escolar, de tiempo libre o familiar, fundamentadas en el conjunto de saberes que se ha argumentado.
Aparentemente, los temas tratados en el libro son muy diversos, pero recomiendo su lectura desde tres ideas transversales que considero muy sugerentes: la importancia del vínculo, de las preguntas y de estimular la reflexión metacognitiva.
En el libro se remarca en diferentes apartados la necesidad de establecer vínculos entre educadores, docentes y aprendices. Todos los docentes hemos experimentado que en un mismo centro hay clases que valoramos que funcionan, en las cuales se aprende y donde todos nos sentimos bien, y que en otras no se observa esta sintonía. Y, para explicar la diferencia, constatamos que, en unas, las relaciones entre todos los protagonistas parten de un reconocimiento de los demás, de valorar el hecho de aprender juntos y de compartir ideas, experiencias y emociones, mientras que en las otras la convivencia no se da. Podemos pensar que es algo debido al azar, pero este azar se puede cambiar poniendo en práctica estrategias diversas desde los primeros compases del curso y de cada clase, además de cultivar la parte de nuestro «arte» profesional. Esto dependerá de cómo tenemos en cuenta la forma de mirarnos, de vernos y de hablarnos todos los componentes del grupo. En el libro se recogen muchas propuestas para lograr establecer vínculos productivos, con el fin de que los aprendices perciban que aprendemos juntos, partiendo de lo que hacen y dicen, y de que conectamos con sus intereses y sus necesidades. En el establecimiento de vínculos potentes es clave qué y cómo nos preguntamos, y qué y cómo preguntamos.
Este es el segundo eje del libro: las preguntas. Cuando se preguntó a un premio Nobel de Física, Isidor Rabí, sobre la razón por la que había llegado a ser una persona tan sabia, dijo que, al contrario de muchas madres, que, cuando recogían a los hijos en la escuela, preguntaban por sus notas o por lo que habían aprendido ese día, la suya le decía: «¿Qué nueva buena pregunta te has planteado hoy?». Los educadores hemos de ser conscientes de que hacer buenas preguntas no es algo innato ni fácil. Cuando empecé a dar clases, muy pronto percibí su importancia, por lo que, cuando las preparaba, pensaba y anotaba algunas que me parecían potentes, porque en el aula no siempre se generaban de forma espontánea. A veces también sucede que estamos ante un alumno que siempre está preguntando, y los docentes valoramos que entorpece la clase porque sus preguntas se apartan de la línea del discurso que hemos planificado. Pero, para aprender, es necesario interrogarse y los niños aprenden a plantearse buenas preguntas especialmente por imitación de las que planteamos las personas adultas. El reto es que no se centren en curiosidades que se satisfacen rápidamente (qué es, cómo se llama, cuál es el más grande…), sino en aquellas que promueven el interés por saber más y profundizar (cómo es que…, de qué depende que…). Son especialmente clave preguntas, de las cuales en el libro hallaremos muchos ejemplos, que incitan a analizar cómo hemos llegado a pensar, a hacer y a saber lo que sabemos, es decir, preguntas que estimulan una reflexión metacognitiva. Y este es el tercer eje que atraviesa todo el libro: la necesidad de dedicar tiempo a la reflexión, a promoverla, a pensar sobre lo que se piensa, cómo se piensa y cómo se ha llegado a pensar lo que se piensa. Esta reflexión, tal como señala el psicólogo Hebert Hermans, es fruto de lo que sucede a nuestro alrededor y de las relaciones que tejemos. En el aula se precisan espacios de reflexión para poder hablar con uno mismo, pero este diálogo interior está condicionado por todo lo que nos rodea, por cómo hablamos con los demás, cómo los percibimos y cómo valoramos las diferentes ideas y maneras de hacer, comunicar y sentir. En este eje es esencial la evaluación, porque, cuando reflexionamos dialógicamente, individualmente y en función de nuestro entorno, estamos autoevaluándonos para tomar decisiones. No solemos ser conscientes de todo lo que envuelve esta toma de decisiones y, por eso, tal como se plantea en el libro, los educadores hemos de ayudar a nuestros alumnos a pensar por sí mismos acerca de cómo van decidiendo, si se sienten capacitados y les gusta aprender distintos tipos de conocimientos, con qué estrategias aprenderlos, para qué aprenderlos, cómo gestionar el error, etc. Sin olvidar que los ayudamos cuando somos transparentes y pueden reconocer cómo nosotros, docentes y educadores, reflexionamos cognitivamente, cómo gestionamos los errores y, en general, cómo no dejamos de aprender constantemente. Es posible que pensemos que todo esto es perder el tiempo, pero, a menos que se desarrolle esta capacidad de reflexión, será difícil que el aprendizaje sea significativo y que posibilite continuar aprendiendo.
Después de leer el libro y de pensar en nuestra clase de mañana, en la que nos propondremos que todos nuestros alumnos aprendan un conocimiento específico de lengua, matemáticas, ciencias, educación física u otros, nos podemos preguntar en qué medida también es nuestra tarea promover que establezcan vínculos potentes, que se planteen buenas preguntas y que reflexionen metacognitivamente. El saber requiere de estas condiciones y estas, al mismo tiempo, no se pueden desarrollar si no se cultivan cuando se aprenden saberes específicos. Por eso hablábamos al principio de la complejidad de la profesión de enseñar y, al mismo tiempo, del hecho de que sea una actividad tan poco rutinaria y enriquecedora.
El cerebro está formado por neuronas, las cuales están conectadas entre sí en red. De esta manera, cuando aprendemos algo nuevo, el nuevo aprendizaje conecta con lo que ya sabemos. En consecuencia, cuantas más conexiones provoquemos y mejores sean, más sólido y duradero será el aprendizaje. Sobre cómo hacerlo hablaremos más adelante.
Las ideas son propuestas neuronales. El cerebro siempre está generando propuestas neuronales, lanzando ideas, y quien decide con qué idea quedarse eres tú. Según la idea con la que te quedes, así te hará sentir. Veamos un ejemplo: como puedes imaginar, el trabajo y el esfuerzo que hay detrás de un atleta que llega a los juegos olímpicos son inmensos. Se ha comprobado que, en unos juegos olímpicos, los atletas que han conseguido la medalla de bronce están significativamente más contentos que aquellos que habían ganado la de plata. Y te preguntarás: ¿a qué se debe?, pues lo normal y razonable sería pensar que obtener una plata te haga sentir mejor que ganar un bronce. La respuesta está en que, mientras que los que habían llegado en segunda posición pensaban algo así como: «Podía haber sido primero, qué poco me faltó para alcanzar el oro», los que habían llegado en tercera posición pensaban algo así como «Por poco me quedo sin pódium». Como ves, es decisivo lo que piensas. La influencia de lo que piensas es decisiva en la forma cómo vives tu experiencia, tu momento. Esto nos viene a enseñar que lo importante no es pensar sobre lo que vives: lo importante es vivirlo.
A lo largo de su carrera como estudiantes, son muchas las carreras en las que participan. Tenemos que saber cómo interpretan sus resultados, cómo gestionan sus errores y sus victorias, para que sepan no frustrarse demasiado cuando no suben al pódium o cuando el resultado obtenido no se corresponde con el esfuerzo invertido, y para que sepan disfrutar más y mejor de sus medallas, sea cual sea el color conseguido. Lo importante es no abandonar la carrera, llegar a meta y preparar la carrera siguiente.
El cerebro siempre tiene alguna idea.
¿Qué es una idea?
Detente un momento e intenta que tu cerebro no te lance alguna idea. Seguro que lo has intentado algunas veces, y te ha resultado difícil. Lo es.
Igual que el estómago tiene hambre o que el corazón está latiendo, la labor del cerebro es producir ideas, pensar. Por eso, ves lo difícil que es que a tu cerebro no le lleguen ideas. Estas ideas que propone el cerebro surgen, sobre todo, a partir de tu experiencia pasada y de tus objetivos o perspectivas futuros. La clave para entender esto es que te des cuenta de que lo que piensa tu cerebro es solo una posibilidad. Es decir, ante cualquier situación, tu cerebro genera ideas relacionadas con tu experiencia anterior con esa situación o con una situación parecida. Lo mismo sucede cuando ves a las personas, que te generan ideas sobre la base de tu experiencia pasada con ellas o de tus perspectivas futuras.
Las ideas las generas tú. Por ello, ante una misma situación o ante las mismas personas, las ideas que se generan en quienes las ven pueden ser muy diferentes. Imagina que vas por la calle con algunas amigas y veis un perro. Una puede decir: «Qué bonito, voy a acariciarlo»; otra puede decir: «Quita, no lo toco, que me da alergia el pelo»; otra diría: «Es igual que el que voy a comprarme…». Y, así, un mismo estímulo, que es el perro, puede dar lugar a una gran variedad de ideas distintas.
Tu experiencia personal y tus objetivos marcan en gran medida lo que piensas. El cerebro crea una idea y eres tú quien la valora en un sentido o en otro. Si a esa idea que genera tu cerebro le prestas atención sostenida, tu cerebro interpreta que esa idea es relevante, que es útil y, entonces, aumenta la posibilidad de que la proponga de nuevo en situaciones similares o con personas concretas. Si enseguida piensas en otra idea, esa idea no adquiere importancia y tu cerebro no la considera útil, por lo cual será menos probable que la proponga en situaciones parecidas.
Así pues, el cerebro genera ideas de manera continua. Son propuestas que puedes decidir si las aprovechas o no. Para ello, cuentas con la atención. Puedes preguntarte: «Esta idea para esta situación, ¿es útil o no? Y con esta pregunta ya le estás indicando a tu cerebro algo importante: que eres tú quien controla las propuestas.
La atención sostenida sobre una idea la convierte en útil y le confiere más posibilidades de que se repita. Si quieres que una idea no te agobie, no te incomode, no te condicione, no te altere el carácter en una situación concreta o que, por lo menos, lo haga lo menos posible, no le prestes atención sostenida ni intentes cambiarla, porque, si intentas cambiarla, ya le estás prestando atención. Simplemente, déjala pasar, puedes centrarte en otra idea.
Si enseñas al cerebro a proponerte ideas positivas, lo hará con más frecuencia.
En línea educativa
La idea que generas sobre otra persona condiciona tu relación y tus encuentros con ella. Cuando las ideas son negativas, es fácil que tu relación, tus encuentros, sean poco productivos. ¿Cómo es la relación que tenéis en tu casa? ¿Cómo son la mayoría de los encuentros que tenéis, qué emociones e ideas generan? ¿Cómo influye tu comportamiento en los demás? ¿Los condicionas mucho o poco? ¿Cómo te influye el comportamiento de los demás a ti? ¿Te condiciona mucho o poco? ¿Qué aspectos podéis mejorar? En el colegio, ¿cómo viven tus estudiantes la relación con tus clases, el ambiente de clase, la relación con sus compañeros? ¿Cómo piensan que les influye tu área en concreto, cuál es su experiencia con esa área y cómo les influye lo que piensan en su motivación por aprender? Estas y otras preguntas son quizás una de las bases sobre las que sustentar su aprendizaje, su rendimiento, su bienestar. ¿Se las formulamos? Si las ideas que generas con alguno de los estudiantes de la clase son, en algún sentido, poco positivas, es muy probable que se dé cuenta y que se desarrolle una relación distante, lo cual dificulta en gran medida su aprendizaje y la consecución de resultados óptimos. Por tanto, somos los docentes y educadores quienes tenemos que poner atención sostenida en sus cualidades, logros, potencialidades y valores. A veces, los jóvenes y los estudiantes quizás ni sepan que los tienen, pero es una tarea esencial descubrírselos.
Es importante corregir errores, y lo es aún más enfocarnos en los valores.