Secretos del más allá - Graciela Tassano - E-Book

Secretos del más allá E-Book

Graciela Tassano

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Beschreibung

En Canadá, en el año 1890, un joven médico llamado Aldric desaparece en medio de un camino rural. Más de cien años después, en Argentina, durante la fiesta de egresados, Lucas se interna en el frondoso jardín; horas más tarde, lo único que encuentran de él es su birrete. En Japón, año 2060, Shun sube a su nave sin saber que jamás llegará a destino. Tres tiempos distintos, tres lugares diferentes, tres desapariciones. ¿Qué causalidad se esconde tras estas misteriosas circunstancias? Eso es un secreto del más allá que solo podrán develar a lo largo de esta atrapante historia donde los tres personajes vivirán una aventura increíble en la que cada uno necesitará del otro para sobrevivir.

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Secretos del más allá
Graciela Tassano
Tequisté
Contenido
Página del título
Derechos de autor
Dedicatoria
Epígrafe
Prólogo
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
Acerca del autor
Derechos de autor © 2024 Graciela Tassano
© de esta edición: Editorial Tequisté, 2024Corrección: M. Fernanda KarageorgiuDiseño gráfico y editorial: Alejandro Arrojo1ª edición de Tequisté: marzo de 2024ISBN: 978-987-8958-61-3Editorial Tequisté:[email protected]: @tequisteYoutube: @tequisteFacebook: @tequisteeditorialWhatsAppAR: +54 9 11 6154 5552ES: +34 657 20 65 99Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, auditiva, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA----Tassano, GracielaSecretos del más allá / Graciela Tassano. - 1a ed. - Pilar : Tequisté. TXT, 2024.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-8958-61-31. Novelas de Ciencia Ficción. 2. Literatura Infantil y Juvenil. I. Título.CDD A860
Quiero dedicar este libro a mis hijos, Isabella y Gastón, quienes me alientan y me dan felicidad cada día. También a todos aquellos jóvenes que, apasionados por los misterios, quieran sumergirse en el más allá. Con todo mi afecto.
La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos.
Marco Aurelio
Prólogo
Me llamo Graciela Tassano y este es mi primer libro.
Se me presentó un gran dilema al momento de introducirlos en él porque, según dicen los que saben, esa presentación debería hacerla alguien “conocido y con experiencia”.
Dado el tema de mi obra, busqué a un personaje capaz de cubrir ambas expectativas y, ante mi solicitud, él me envió este mensaje para los lectores:
Seguramente no lo sabes, pero ya me conoces, tengo muchos años y pasé por la pantalla grande donde todos se conmovieron con mi extraña aparición.
Aun así, mi fama fue corta y no me liberó de los prejuicios que todavía genero junto a los de mi especie.
Por suerte, algo cambió cuando tuve un encuentro cercano con G.T. Si bien fue traumático para ella, pronto descubrió nuestros propósitos y, dispuesta, apostó por ayudarnos. Comenzó a investigar y se apasionó por todo el folclore que nos rodea. Entonces, escribió algunas de nuestras increíbles historias y, de algún modo, acercó a ustedes la finalidad de nuestras visitas.
Somos inevitables, estaremos pese a sus deseos adversos. No necesariamente habrán de avistarnos, un grupo ha evolucionado espiritualmente de tal manera que rehúsan un cuerpo físico. Son seres de energía, de luz. Por eso, querido lector, si adviertes diferencias lumínicas, seguramente estarás acompañado por uno de los nuestros. Pero relájate, tenemos buenas intenciones. Nuestra mayor preocupación es evitar el colapso de la conciencia social, cultural y medioambiental de tu civilización. Buscamos la paz y la sabiduría.
Ciertamente, no todos somos iguales. Existe otro grupo que atemoriza.
A diferencia de la mayoría de los prólogos en los que se mencionan las virtudes de la obra, en este voy a prevenirte de los hechos perturbadores que podrían alterar tu ritmo cardíaco, tus pensamientos y, por qué no decirlo, tu vida. Aun así, cuando comiences su lectura, te sentirás atrapado y no podrás librarte del extraño efecto.
Hasta el próximo encuentro cercano.
E.T.
CAPÍTULO I
Canadá, 1890
A fines de noviembre, cuando el otoño se manifiesta en días fríos y más cortos, los habitantes de Alberta se preparaban para recibir las primeras nevadas. Como en una pintura, se distinguía en aquel paisaje, la pequeña casita desde cuya chimenea, trepaba el humo hasta enlazar los blancos picos. Era posible adivinar la suerte de sus habitantes, aldeanos de una comarca alejada de toda civilización: la soledad, infinita; el silencio, abrumador.
Esa tarde, un carruaje irrumpió la calma de la aldea, dejando un rastro de hojas secas confundidas en tanto apuro. Era el señor Laurent, conduciendo a toda prisa para no ser sorprendido por la noche.
Muchas eran las leyendas atemorizantes que circulaban, pero la que más lo perturbaba era la de “Tinieblas”, un ser siniestro que parecía vigilar la región. Algunos le adjudicaban la desaparición de jóvenes, otros decían haberlo visto en el bosque; pero Laurent solo en sus pesadillas fue víctima de sus tormentos.
Al acercarse a las primeras, casas su carro perdió la estabilidad y una de sus ruedas salió despedida. El hombre detuvo sus caballos, al grito de: “¡Alto! ¡Alto!… ¡Santo cielo!”
Sin pérdida de tiempo se dirigió hacia una cabaña a pedir ayuda. El viejo Thomas, dueño de esas tierras, le recomendó esperar a la luz del día para arreglar la carreta y le brindó hospedaje.
A la mañana siguiente, Greta, la esposa del campesino, ofreció algo de comida a su huésped: unos bagels acompañados con miel de maple, dulce que ella misma preparaba. Mientras tanto, su esposo y su único hijo, Aldric, reparaban el carruaje.
—No fue fácil —dijo Thomas, mientras limpiaba sus manos con un trapo—. Con ayuda de mi hijo lo hemos arreglado. ¿A dónde se dirige?
—Muchas gracias, buen hombre. Voy a San Lorenzo, busco a la familia Duarte —dijo el señor Laurent, en tanto se preparaba para partir.
—Quisiera pedirle un favor. Mi hijo debe acercarse a la ciudad. ¿Podría ir con usted?
—¡Claro! Lo llevaré con mucho gusto.
Aldric era un joven introvertido, pero muy cariñoso y de una voluntad perseverante. Siempre acompañaba a sus padres. Su madre a menudo le insistía para que buscara algo de diversión. Pero inmerso en el estudio de la medicina, se había alejado de todo para rendir las pruebas y obtener su diploma. Optimista y alentado por ellos, sabía que en algún momento podría emigrar a una gran ciudad para ejercer su profesión. Mientras tanto, la practicaba con los más allegados y esta vez eran sus tíos quienes necesitaban un doctor. Se abrigó con un saco y una boina, preparó su maletín con algunos instrumentos y medicamentos y buscó al señor Laurent que lo esperaba mientras conversaba con su padre.
Thomas les recomendó no tomar el camino del río dada la densa neblina de la zona ni detenerse durante la noche en ningún paraje desolado.
Partieron con luz del día, pero pronto anocheció.
La Luna nueva acentuaba la oscuridad de aquel paisaje siniestro. Al entrar al bosque, una espesa niebla no dejaba ver a los caballos que, relinchando, buscaban el camino a seguir. No lo sabían, pero habían tomado la ruta equivocada.
De pronto, el aullido de los lobos los alteró aún más. La niebla se tornó olorosa y muy fría. Fue entonces que, sin motivo aparente, los caballos se alzaron en dos patas haciendo caer al conductor y volcando el carruaje. El señor Laurent quedó inconsciente. El muchacho, malherido, trató de reponerse y ayudarlo, su compañero de viaje se veía bastante mal. Confundido, intentaba explicarse el motivo del accidente.
De repente, Aldric pudo ver una sombra sobrevolando su cabeza. Se acercaba y lo rozaba provocando ardor en su piel. Su cara comenzó a sangrar. El muchacho se movía bruscamente para zafar de aquella criatura maléfica, hasta que la claridad le permitió verlo, inmóvil, delante de él hipnotizándolo. Como presa de un hechizo, Aldric se entregó.
El señor Laurent salió de un sueño profundo tres meses después. Manifestó no recordar nada en absoluto y negó tener relación alguna con el joven Aldric, de quien se desconocía su paradero desde el día del accidente.
CAPÍTULO II
Buenos Aires, 1995
Lucas se preparaba para la fiesta de Egresados. Escuchaba en su walkman música punk, era Green day, y en sus oídos sonaba el tema Burnout. Mientras tanto, la madre insistía:
—¡Dale, Lucas! Ya es tarde. Tu padre hace rato que nos espera.
—¡Mamá! No te olvidés de que el agasajado soy yo. —Con aires de galán abrazó a su madre mientras ella intentaba ajustarle la corbata.
—¡Qué lindo sos! ¿Vas a ver a Victoria esta noche?
—No lo sé… ¡Qué importa si te tengo a vos, linda mamita! —Rio Lucas.
—Sí, claro… voy a creer en tus piropos. Si tenés un montón de aspirantes por ahí revoloteando.
Ana se miró al espejo y descubrió, sobre el mueble, el portarretratos. Esa foto la mostraba muy joven, no había reparado en su rostro porque siempre se había fijado en la carita de Lucas: un bebé rubio de cachetes pecosos. Entonces a través del reflejo lo miró cuando se perfumaba sin explicarse cómo el tiempo había pasado tan rápido transformándolo en un hombre.
—¡Estoy listo! ¡Podemos irnos!
Abrazando a su madre, la sacó de la casa. Juntos, fueron hacia el auto, donde estaba el padre que tocaba bocinazos para apurarlos.
—¡Ya vamos, Alfredo! Tranquilo que estamos bien con el horario.
—¡Mujer, por fin! ¡Tanto arreglo!
—Decíselo a Lucas, él se tomó todo este tiempo para arreglarse.
—¿Tanto tardás en arreglarte? ¡Dale, vamos!
—Papá, mírame. ¿No parezco un galán de telenovelas? Todas van a caer a mis pies.
—¿Para qué querés a todas? Con una ya es suficiente. Sino mirá a tu madre. Con ella alcanza y sobra.
—¡Callate, Alfredo! Tu padre nunca habla en serio. Dejá de bromear, hombre.
Los Morales vivían en Pilar. Su casa, parecida a otras del vecindario, era un pequeño chalet. Desde allí se fueron a pocas cuadras, al salón del colegio donde se realizaba la fiesta de graduación. La risa y el buen humor los acompañó.
—Al final, ¿a quién elegiste para la entrega del diploma? —peguntó Ana.