Smek para presidente - Adam Rex - E-Book

Smek para presidente E-Book

Adam Rex

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En la esperada secuela de El verdadero significado del Smekdía, Tip y J. Lo regresan para otra divertida aventura intergaláctica. Y esta vez (y por última vez… bueno, quizá la próxima también), ellos quieren arreglar las cosas con los Buv. Luego de haber liberado a la Tierra de la amenaza Gorg —una maniobra que involucró la clonación de muchos, muchísimos, gatos— nuestro par favorito obtiene fama y notoriedad, pero no de las buenas. El humano Dan Landry se proclama conquistador de los Gorg, lo que pone a J. Lo en la mira de la población Buv, quienes lo culpan de estropear sus planes para la colonización del planeta. Así, determinado a limpiar su nombre, J. Lo aborda el Chevy improvisado como nave espacial junto a Tip, directo a Nuevo mundo Buv, el flamante hogar de los extraterrestres en una luna de Saturno. Pero el recibimiento que les espera allá no es el mejor. Pronto J. Lo es nombrado Enemigo Público Número Uno y su captura y aprensión es vista por el capitán Smek como su única oportunidad para ganar las primeras elecciones presidenciales de la nación Buv.

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Para Henry

UNO

Escuché que la puerta trasera se abría, y J. Lo entró malhumorado.

—Las personas en este pueblo sí que guardan rencores —anunció—. Haces UN CACHORRO gigante por accidente y ya eres “ese extraterrestre”.

Debo admitir que no me moví del sillón, ni siquiera levanté la mirada de mi revista. Ya había escuchado esto.

—Sólo debes darles más tiempo para que se acostumbren a ti.

—¿Acostumbrarse a mí? ¿A mí ? Yo ya estoy acostumbrado a ellos, y hay muchos más de ellos a quienes acostumbrarse.

—Todo se calmará cuando encuentren al cachorro.

—¡Mientras tanto les fabrico un excelente centro comunitario nuevo con hojuelas de maíz y ni siquiera me dan las gracias!

Dejé la revista sobre mi regazo.

—Tu centro comunitario de hojuelas de maíz se deshizo —le recordé—. Con la lluvia. Todos esos Scouts...

—Sí, sí —contestó J. Lo con un movimiento impaciente de manos—. Bueno... —agregó, desinflándose un poco. Literalmente desinflándose; es una cosa Buv—. Eso les pasa a los Scouts por no admitir extraterrestres.

—¿Y qué pasó hoy?

—Oh... —J. Lo alzó los hombros, o lo intentó, porque no tiene hombros—. Un hombre en una esquina. Debí haber cruzado la calle en rojo. Las leyes humanas no pueden decirle qué hacer a un Buv.

—Apuesto a que la policía no estaría de acuerdo. Y has pasado tanto tiempo en la corte últimamente.

J. Lo dejó caer su pie sobre el taburete.

—Soy un rebelde —suspiró—. Prisionero en un mundo que no me entiende.

—Sí que eres algo...

—Un prisionero...

Admito que últimamente yo misma estaba sintiéndome como una prisionera. Un año atrás nos habíamos mudado de la ciudad a una parte tranquila de las Pocono. General Motors nos había pagado mucho dinero por un buen vistazo a nuestro auto volador, Velicioso, y lo gastamos casi todo en una bonita casa junto al lago. Era tan agradable y tranquilo y pacífico que a veces quería gritar y romper cosas. Yo había crecido en la ciudad; era una chica de ciudad. Pasaron semanas antes de que pudiera dormir sin el sonido de las bocinas de los autos.

Así que le dije:

—Si de verdad te sientes así, deberíamos ir a algún lado. Mamá tiene que trabajar, pero yo no tengo nada que hacer hasta septiembre.

J. Lo se cayó del taburete, pero se levantó con fuerza.

—¡Sí! —gritó, moviendo los brazos— ¡Un nuevo viaje!

—Aún están reconstruyendo el Reino del Ratón Feliz —dije, desperezándome—. Pero podríamos ir a la playa. ¡O a Arizona! Hicimos pedazos ese lugar durante la ocupación, así que podríamos gastar algo de nuestro Fondo Veli ahí.

—¿”Fondo Veli” es un nombre que inventaste para nuestros dólares veliciosos?

—Sí.

—Bien.

—Nos perdimos el Gran Cañón cuando estuvimos en Arizona —agregué—. Podríamos ir ahí. O a Nueva York. Algún día viviré ahí, así que más vale ir avanzando...

—¡NUEVO BUVMUNDO! —dijo J. Lo— ¡Nuevo Buvmundo! ¡Punto final!

—Oh —dije, sentándome de nuevo—. ¿Sí? Nuevo Buvmundo.

—Podemos ver el Gran Palacio Buverial, y el Museo de Ruidos, y he escuchado por mi radio de nanofrecuencias que reconstruyeron el Puente Misterioso.

—¿Qué tiene de misterioso?

—De hecho, es una tienda de sombreros. ¡Y tiene un final torcido!

—¿Ah, sí? —dije— ¿Cómo torcido?

J. Lo frunció el ceño e hizo un pequeño círculo con su dedo.

—Al final... se dobla. ¿No uso bien la palabra?

—J. Lo —dije en un tono de voz que odiaba en cuanto lo escuchaba—, ¿crees que sea una buena idea? ¿Tú en Nuevo Buvmundo?

—Bajó su rostro. Y se puso un poco púrpura.

* * *

Hace un tiempo salvé al mundo. J. Lo y yo salvamos al mundo. Forzamos a unos extraterrestres enormes llamados Gorg a dejar la Tierra antes de que la destruyeran con su enorme nave púrpura.

Ahora, antes de que digan algo: sé que probablemente han leído el libro de Dan Landry, Sólo un héroe, y saben que se dio crédito por todo. Se volvió superfamoso, como pueden imaginarse. Bueno, yo lo dejé hacerlo. Algún día quiero ser una autora superfamosa también, y si quiero asegurarme de que las personas me querrán por mis libros, debo dejar que Dan Landry se quede con esto. No quiero que, cada vez que publique algo, la gente diga: “Es una excelente lectura, imposible de soltar, pero ¿sabes qué de verdad me gustó de ella? Cuando salvó al mundo”.

Así que sólo escribo esto para practicar, y para que mis biógrafos tengan material para sus investigaciones cuando yo esté muerta. La gente siempre dice: “Los escritores escriben”, y cuando se te quitan las ganas de decirles: “¡No! ¿En serio?”, te das cuenta de que se refieren a que tienes que hacerlo todos los días, incluso si no tienes buenas ideas. Lo que sea. Practica.

¿Saben quién no practicó lo suficiente? Dan Landry. No quiero ser mala, pero no creo que las autobiografías deban tener tantos signos de exclamación.

Tal vez no hayas leído su libro. Tal vez todos se dieron cuenta de que utilizó demasiados adverbios, o de que se robó todo su clímax de El último guerrero estelar. Quizá leíste algún otro libro que contó con errores la invasión del Smekdía, o viste la película animada que hicieron. Como sea, probablemente crees que ya sabes todo lo que hay que saber. Si es así: no es verdad.

Así que permíteme ponerte al tanto.

Supongo que debo haberme vuelto muy famosa si estás leyendo esto, ¿no? La gran Gratuity Tip* Tucci, en paz descanse. O quizá sólo eres un entrometido.

Como sea:

Y al final Dan Landry aseguró haber expulsado a los Gorg al vencer a su campeón en una especie de lucha en jaula que, convenientemente, nadie presenció. En fin.

—No me malinterpretes —le dije a J. Lo—. Creo que los Buv deberían amar que los visitaras. Creo que...

Sonó el timbre. Nuestro gran danés, Lincoln, llegó galopando desde el cuarto de lavado, ladrando y dejando un merengue de baba de perro en el piso.

—Espera —dije y me levanté—. ¿Lincoln? ¿Lincoln? ¡Lincoln! ¡Siéntate! Buen muchacho.

Había una chica universitaria en el porche. No estaba segura de que fuera una universitaria hasta que se volteó para marcharse y vi que sus diminutos pantaloncillos decían DUKE en el trasero. Fue así que lo supe.

—¿Aquí vive el Buv? —me rugió antes de que pudiera decir hola.

—Creo... creo que vive en este vecindario —le dije—. ¿Por qué?

—¡Me embistió afuera de la tienda de yogurt! ¡Mira lo que le hizo a mis botas!

Me mostró sus botas peludas apuntando una pierna hacia mí, como un rifle. Parecían un poco raídas, como si alguien les hubiera arrancado trozos de pelo. Y estaban perforadas con un patrón que coincidía con la mordida de J. Lo, así que...

—Intenta en la casa azul de la esquina —le dije—. ¡Suerte! —se volteó y se marchó sin decir otra palabra. Lincoln trotó de vuelta al cuarto de lavado.

—¿Qué fue eso? —pregunté cuando regresé a la sala.

J. Lo estaba acariciando a Pig** —¿Por qué atacaste las botas de esa chica?

J. Lo parecía incrédulo.

—¿Todavía está enojada por eso? —dijo— Le dije... pensé que eran lobotobillos.

—Bueno, lo que sea, yo...

—¿Por qué alguien usar peluche con pantalones cortos? ¡No tiene sentido!

—Olvídalo. Mi punto, hace rato, era: creo que los otros Buv deberían quererte ahí. Pero todo lo que saben es que eres el Buv que les dio la señal a los Gorg. Te investigarán, o te harán limpiar popó de kuvish o algo así.

J. Lo jugueteó con sus dedos.

—A veces creo que debería hacer una máquina del tiempo —dijo—. Como en tus películas. Regresar y deshacer esa estúpida señal Gorg.

Me limité a asentir con la cabeza y no le dije lo que pensaba. Que creía que todo había salido de la mejor manera posible. Sin los Gorg, los Buv sólo habrían seguido molestándonos. No sé si jamás nos hubiéramos librado de ellos. Pero los Gorg llegaron y ahuyentaron a los Buv, y nosotros encontramos el talón de Aquiles de los Gorg, y al final los humanos recuperamos nuestro planeta. Los Buv nunca comprendieron cómo fue que sacamos lo mejor de los Gorg, pero estuvieron de acuerdo con comenzar de nuevo en una de las lunas de Saturno. Todos ganamos. ¿Para qué quejarnos?

—Los kuvish no hacen popó —dijo J. Lo—, por ciertos.

—De acuerdo.

—Sueltan deshechos en forma de un spray de pequeñas partículas, como aromatizante.

—No pregunté.

J. Lo hizo una mueca.

—Pero no... exactamente como aromatizante, si entiendes...

—No puedes construir una máquina del tiempo de verdad, ¿o sí?

—Probablementes no. La cantidad de energía para hacerlo sería ridícula. ¡Peropodría ir a ver al Capitán Smek! ¡Explicarle los clones gatos! Si entiende, podría dejarme besarlo y hacer las paces.

—Pero nunca llegarás ni siquiera cerca del palacio. Conocen bien tu rostro.

—¡Puedo usar mi viejo casco con el vidrio oscurecido! Nunca darse cuenta.

—¿No será un poco sospechoso?

—No. Mucha gente lo hace. Es como traer lentes oscuros.

—No lo sé.

J. Lo me lanzó una mirada. Quizá nunca hayan visto una mirada así —no estoy segura de que el rostro humano pueda hacerla— pero es tan triste como un bebé bajo una tormenta.

—Soy un tipo muy loco de celebridad —dijo—. Odiado por todos los Buv por lo que hice, y odiado por todos los humanos por lo que hicieron los Buv.

—¿Qué? Ningún humano te odia —le dije, aunque no lo creía—. Después de los Grammys Latinos† en noviembre fuiste un poco popular. Por un tiempo —eso era verdad, incluso había sido invitado a algunos programas de televisión. Y yo miré esos programas, apretando los puños nerviosamente cada vez que me parecía que el público se reía de él y no con él. Puedo sentir el dolor en las manos ahora de sólo recordarlo.

—No escuchaste al hombre de hoy —dijo J. Lo—. En el cruce. Me dijo: “eres ese extraterrestre”. Así lo dijo.

Listo. Estaba cerrando los puños de nuevo.

—Bueno —murmuré—. Espero que lo haya atropellado un camión.

—Claro que no.

—¿Demasiado?

—Demasiado.

—Un camión lleno de almohadas, entonces —dije—. Un camión de almohadas.

—Me pregunto —dijo J. Lo— si alguna vez habrá existido alguien como yo. Un paria de dos planetas.

Pensé: “un planeta y una luna”, pero no parecía el momento de buscarle tres pies al gato.

El timbre sonó de nuevo. Lincoln salió del cuarto de lavado, ladrando y goteando del rostro, y rasguñó la puerta hasta que le ordené sentarse.

—Buenas tardes, señorita —dijo el más bajito de los dos policías.

—Hola.

—Hemos recibido una queja contra el Buv llamado J. Lo.

—Ajá.

—Por una mordedura de zapato.

—Claro.

—¿Conoce su paradero actual?

Suspiré.

—Se fue a Nuevo Buvmundo —les dije.

* La protagonista en la novela original se llama Gratuity, propina en inglés, y tip es la forma breve para decir propina en este idioma.

** Seguro que debe atraer mucho la atención que se le llame así a una gata, pues pig significa cerdo en inglés.

† Ver Apéndice B en la parte trasera de este libro.

DOS

Si algún día quieren algo de tiempo en calma para pensar qué tan malos hijos son, les sugiero la negrura silenciosa, como la tinta, del espacio. Si son como yo, comenzarán a sentirse como basura justo en el aburrido tramo entre Marte y Júpiter.

Y sí, dije aburrido. Cuando salimos de la atmósfera, creo que estaba más emocionada que en cualquier otro momento de mi vida, mirando hacia atrás a la Tierra, redonda, azul y perfecta. Muy bien. Pero después de eso sólo hay negro. Puedes ver muchas estrellas, pero están tan lejos que ni siquiera sabes si te estás moviendo o no. Así que demándenme: en algún momento me recosté en el asiento, me puse el cinturón para no flotar, y leí.

—Nos hubiéramos teletransportado —dije.

—Mmm. Muy complicado, teletransportarse tan lejos —contestó J. Lo—. Una persona necesitaría un transmisor muy fornido.

—No creo que “fornido” sea la palabra adecuada. ¿Poderoso?

—Sí. Muy poderoso. De otra manera la señal se degradaría por la distancia.

Una expresión extraña se dibujó en su rostro, como si este pensamiento lo inquietara. No pregunté el porqué. Yo era quien acababa de dejarle una nota a mi mamá diciendo: “Fui a Saturno. Te llamo cuando llegue”, así que pensé que ya tenía suficiente de qué preocuparme.

Como de nuestra última conversación, por ejemplo.

* * *

—¿Qué? —dijo ella. Era lo único que había estado diciendo durante diez minutos, lo que yo comenzaba a interpretar como una mala señal. Estaba arruinando la cena completamente.

—Sólo es un viajecito —le dije—. Un viajecito de un día.

—Nos tardaremos un día en llegar... —suspiró J. Lo.

—Un viajecito de tres días —expliqué.

—¿Qué? —ya ni siquiera sonaba como una palabra. Era un ave de presa, ojona y chillona.

—Nos dejaste viajar juntos en las vacaciones —le recordé.

—Esto no se parece en nada a su viaje a Filadelfia —dijo mamá, regresando a las palabras multisilábicas—. Esto es muy... muy distinto. Mucho. ¿Cómo llegarán hasta allá?

—Velicioso —le dije.

—¿El auto? En el espacio. No.

—Necesitaría unos arreglos —admitió J. Lo.

—Ni siquiera tenía que decírtelo —dije—. Pude haberte dicho que íbamos a Filadelfia de nuevo.

Mi mamá soltó su tenedor.

—No te estás ayudando.

—Muy bien —dije—. Eso fue una tontería.

Mamá comenzó a comer de nuevo. A zamparse la comida, en realidad. A masticar enloquecidamente con el ceño fruncido. Mamá nunca ha creído en los golpes, pero no dudará en mostrarte lo que puede hacerle a un sándwich de jamón si la haces enojar de verdad.

—Vamos —le dije— ¿Va a ser así, de verdad? Estuve sola durante seis meses cuando te secuestraron la primera vez. Conduje sola casi seis mil kilómetros.

—También te dispararon. Me imagino que también debería dejarte entrar al ejército.

Gruñí.

—Nadie quiere entrar al ejército...

—Sólo quiero entender las nuevas reglas, Tip. Al parecer, tienes permitido hacer todo lo que hiciste durante la invasión, ¿no es así? Quiero decir, si no hubiera querido que manejaras un auto, entonces debí haberlo pensado antes de ser secuestrada por malditos extraterrestres, disculpen mi lenguaje.

—Malditos extraterrestres —repitió J. Lo.

—¡Ah! —agregó mamá, moviendo los brazos en dirección de él— Y J. Lo me dice que sólo te alimentaste con comida de máquina durante una semana. Así que supongo que tampoco hay problema con eso porque, al parecer, yo ya no soy tu madre.

—¿Qué? —tosí— Nadie dijo eso.

Miró su plato.

—Lo has dicho durante todo el año. Lo has dicho de distintas maneras —empujaba sus frijoles con el tenedor—. J. Lo, lamento haberte llamado un maldito extraterrestre.

—Es bien. Lamento haberte llamado cabello de poodle.

Mamá hizo una mueca.

—¿Cuándo dijiste eso?

—Antes, cuando vi un poodle. No estabas ahí.

Por lo general, cuando J. Lo decía algo así, mamá y yo nos mirábamos. Una mirada de también escuchaste lo mismo, ¿verdad? En su lugar, levantó la cabeza y me lanzó una mirada severa.

—Mira —dijo—, sé que no fui la Mamá del Año antes de que llegaran los Buv, pero ahora estoy entregada a eso completamente.

Me encogí en la silla.

—Lo sé.

—Fin de la discusión —dijo mamá—. J. Lo, pásame la sal, por favor.

—Esto es cloro. La sal está frente a ti —J. Lo puso un poco de cloro a su sándwich de desodorante.

Mamá se sacudió.

—Tenemos que comenzar a etiquetar las cosas.

* * *

Yo ni siquiera quería ir a Nuevo Buvmundo. Pensaba que se parecería demasiado a una fiesta en la que no conocería a nadie. Pero ahora que me lo habían prohibido, parecía algo importante. Así que durante los siguientes días, mientras J. Lo reconstruía a Velicioso, fortalecí mis argumentos, aunque fuera para mí misma.

—Siento que me gané esto —le dije a J. Lo mientras él hojalateaba—. Quiero decir, que me gané su confianza. Tengo trece años. Si hubiera vivido hace cien años ya me habría casado, tenido hijos y estaría muerta.

—Le estás dando papa al misa—dijo J. Lo.

—Misa al Papa —lo corregí.

—Sí. Eso.

Él estaba meneando unos propulsores que había puesto en la parte trasera del auto. Él no necesitaba el permiso de mamá. Ahora que estaba concentrado en arreglar las cosas con Smek, lo haría con o sin mi ayuda.

—Sí sabes que yo prácticamente la cuidaba a ella antes de la invasión, ¿verdad? —agregué—. Me tuvo bastante joven. Creo que en su cabeza aún era la chica universitaria cuya vida arruiné.

—Tipomamá no piensa que arruinaste su vida —dijo J. Lo mientras giraba una tuerca. Yo estaba detrás de él sintiéndome un poco estorbosa e inútil. La puerta de la cochera estaba abierta y el aire espeso de polvorienta luz. J. Lo tenía montones de herramientas y basura por todas partes. Por lo menos tres proyectos inconclusos estaban acostados indecentemente en el piso con las compuertas abiertas. Mamá sabía que debía estacionar su Honda afuera si no quería que de repente brillara en la oscuridad o tuviera esquís en lugar de neumáticos.

—Lo que sea. De todas formas, en algún momento durante la invasión mamá se convirtió en una especie, no sé, de persona responsable. Como un hombre lobo al revés. No me acostumbro a ello. Está llena de una nueva madremanía, y le encanta probarla conmigo cada vez que quiero hacer algo divertido. Y bueno —dije—, si maduré antes de lo que ella esperaba, es su culpa, es lo único que digo.

—Tip debería hacer lo que Tip quiere.

—Sí, más o menos.

—Si Tip quiere hacer un viaje, Tip debería hacerlo.

—Básicamente.

—Si Tip quiere un día sin escuela, debería tenerlo.

—Yo sé cuando necesito un día para mí.

—Si dice: “Me voy a gastar mis fondos universitarios para comprar una pelota de beisbol...”

—¡Estaba firmada por Jackie Robinson! —dije. Después de un momento agregué—: o se suponía que estaba firmada por él. Bueno, quizás eso fue un error.

J. Lo terminó de drenar el aceite del auto y comenzó a echarle algún tipo de espuma.

—Nos regresaron casi todo el dinero —le recordé.No dijo nada—. Quiero decir, “Jorkie Rombison”, ¿qué tipo de nombre es ése?

—Tipomamá te advirtió sobre la pelota —dijo J. Lo con un poco de desdén.

—Sí, bueno —dije—. Es una experta, la han estafado tantas veces —me calmé—. Ni siquiera pudo ver quién era Dan Landry en realidad, ¿sabes? Así que...

Durante el silencio que siguió, fue fácil notar qué Velicioso no era la más asombrosa nave espacial. Demasiado Ford Falcon y muy poco Halcón Milenario.

—¿No está un poco destartalado como para viajar por el espacio?

—Bueno, bueno. Observa —dijo J. Lo. Aplaudió y una película vidriosa salió disparada de la base de los propulsores para formar una burbuja que envolvió todo el auto. O casi todo; había pequeños agujeros aquí y allá. J. Lo frunció el ceño, aplaudió de nuevo para guardar la burbuja, y aplaudió un par de veces más hasta que el envoltorio fue sólido.

—Eso inspira mucha confianza —dije.

—Sólo necesita unos ajustes. Estará listo.

—¿Y si nos dan ganas de aplaudirle a algo en el camino?

—Tendremos que intentar que eso no suceda —contestó—. Espera. ¿Nosotros?

—Sí —dije, mordiéndome el labio—. Mamá me dejará ir, ya verás.

* * *

—Mira —dijo J. Lo ahora, en el espacio. Me incorporé en el asiento y lo encontré apuntando por la ventanilla del copiloto—. Júpiter.

Supongo que no estábamos muy cerca. Parecía una luna distante.

—¿Quieres que tome una foto? —preguntó J. Lo—. ¿Para Tipomamá? No cualquiera tiene una foto de su hija posando con Júpiter.

—No... gracias —dije—. Ya sabe cómo es Júpiter.

Sentí que J. Lo me miraba.

—Supongo que sí —dijo.

—Es sólo que no le gusta tanto el espacio —agregué.

—Tal vez por eso cambió de opinión sobre este viaje.

—Tal vez. No le pregunté.

—Sí. Pero sí le preguntaste de nuevo si podías ir. Por supuesto.

—Claro.

—Sólo asegurándome.

—Claro.

Me escondí detrás de mi libro de nuevo. J. Lo tosió.

—Porque cuando partimos —agregó— dijo: “Que se diviertan en Splash World”.

—Es una expresión.

—Ah, claro. Todavía no les entiendo a ésas.

* * *

Nuevo Buvmundo solía llamarse Titán cuando sólo era una de las lunas de Saturno. Y permítanme compensar haber sido una aguafiestas antes diciendo que Saturno es impresionante. Es completamente ridículo. Es como volar hacia la idea misma de espacio.

¿Eso tiene sentido? Pídanle a alguien que dibuje el espacio y dibujará un planeta con anillos alrededor. Ir al espacio por primera vez y ver Saturno es como visitar Estados Unidos y ver un águila calva plantando una bandera encima de la Estatua de la Libertad.

Cuando nos enteramos de que los Buv se irían a Titán, el Jefe nos llevó a J. Lo y a mí a ver Saturno en un telescopio que tenían en el campus de la universidad de Tucson. Se veía brumoso, pálido; no era el mejor telescopio, y hay mucho mejores imágenes de Saturno en libros. Pero hay algo especial en verlo con tus propios ojos.

—Me toca —dijo J. Lo, nervioso.

—Mi gente lo llamaba Séetin —dijo el Jefe—, hasta que el hombre blanco nos lo robó y lo renombró.

Me retiré de la mirilla y le hice una mueca al Jefe.

—Hasta... ¿qué? ¿Cómo puede ser posible eso?

El Jefe estaba sonriendo.

—No lo es, estoy jugando contigo.

Y ahora, mientras pasábamos por los anillos helados, le dije a J. Lo:

—Ojalá el Jefe pudiera ver esto.

Murió hace poco más de un año, a los noventa y cuatro años; unos meses después de que los Buv dejaron la Tierra.

—Sí, ojalá —dijo J. Lo—. Le hubiera gustado Saturno.

Me sequé las lágrimas.

—O, ya sabes, quizá le hubiera gritoneado para que dejara de taparnos la vista de Urano —dije—. Con él nunca se sabía.

—Sí.

En ese momento alcancé a ver Nuevo Buvmundo, sólo un punto en la distancia. Había algo raro en él.

—También está... dentro de una burbuja —dije.

Era tan opaca que apenas podía verse la luna encerrada dentro, como un juguete de una máquina de dulces. Habían encerrado un mundo entero. ¿Por protección?

—Es para que esté más caliente —dijo J. Lo—. Hace frío tan lejos del sol.

Así era; habíamos mantenido la calefacción encendida durante todo el camino.

Al parecer no podíamos sólo volar hacia la burbuja. Tendríamos que estacionar a Velicioso afuera y dejarlo ahí mientras tomábamos un autobús a la superficie.

—Recuerda —dijo J. Lo—, estamos en el cajón de estacionamiento número -π/73034.

Avanzó el auto hasta que su burbuja tocó la de Nuevo Buvmundo. Después se quedaron como pegados, y se fundieron. Había una apertura circular en donde se encontraban.

—No me gusta esto —dije—, pensé que dejaríamos el auto allí abajo.

—No pasa nada. CadaBuv usa el transporte público cuando es necesario.

—Sólo es que tenemos un poco de historia dejando lugares aprisa. ¿Aquella vez en el Reino del Ratón Feliz? ¿Y Roswell? Incluso tuvimos que salir corriendo de Filadelfia cuando dijiste que las Águilas eran flojas.

—Yo me refería a las águilas de verdad. Esos hombres no entendieron.

Por el agujero en la burbuja vi la superficie amarilla de Nuevo Buvmundo a través de las nubes. Esa perspectiva me estaba dando dolor de estómago. Estaba viendo directamente por el parabrisas pero también estaba... ¿mirando hacia abajo? ¿Como directamente al planeta? Estábamos mucho más arriba que cualquier avión, a unos cuarenta kilómetros. No había otra nave estacionada cerca de nosotros, pero podía ver en la distancia algunos pequeños Buvcruceros anclados. A J. Lo le gustaba estacionar a Velicioso solo para que no le dañaran las puertas.

J. Lo también miró hacia Nuevo Buvmundo.

—Parece que de verdad han arreglado el lugar —dijo.

Se estaba moviendo demasiado, como una gelatina. Supongo que estaba emocionado. No lo vi hacer ninguna señal, pero casi de inmediato una nave con forma de hot dog apareció haciendo una curva en el interior de la esfera.

—¡Viva! —dijo J. Lo, seguido de la palabra en buv para casco. La pecera envolvió su cabeza. Luego dijo algo más y se volvió azul. Había que fijarse muy bien para reconocer su cara gris detrás del cristal polarizado.

La nave hot dog se detuvo haciendo un ruido como chshhhhhh. Me parece que los autobuses hacen ese sonido sin importar en dónde estés. Por la larga burbuja tubular podía ver a algunos otros Buv sosteniéndose de unas correas sobre sus cabezas: gente Buv con ropas arrugadas, con las caras bronceadas, de regreso de sus vacaciones. Otro Buv con uniforme de plástico brillante dio un paso desde el frente del autobús hasta una pequeña plataforma.

—Maap ba pop umana —dijo ella.

—Ba-aaaaaa —contestó J. Lo—. Map.

—¿Habana?

—Pa-pop Smek Wanyeah.

—Wah maaaaa maa pop aaah ba muhambanay,” dijo la Buv. “Pop pop. Ha ha manaah ah gom humaba ma-ah naaaaaaaaaaaaaaaaaaa pop ruh snap pop gah-ha baaa pop blan pop mam wan hamba hamba hamba muhna mam am mnaaaaaaaaaaaaaaaaaapopaaaaaaaaaa sumaminay.

—Map —dijo J. Lo.

Ella se hizo a un lado y señaló en dirección de la plataforma.

Nos paramos dentro del autobús y nos sostuvimos de una barra a la altura de la cintura mientras comenzaba a moverse de nuevo. La Buv uniformada se acercó a mí con algo parecido a una pistola de silicón.

—Muhaha ba snoo pop pop baaa —dijo, y yo me retorcí cuando puso la pequeña pistola en mi espalda.

—¡AUCH! —dije mientras un dolor agudo se clavaba en mi cuello.

—Ham tamaa sahpop ha, pero si el dolor persiste o si se le tuerce la lengua, este chico debería consultar a un doctor.

—Chica —dijo J. Lo—. Tip es una chica.

—En serio —dijo la Buv, mirándome de pies a cabeza—. Qué extraño.

Llevé mi mano hacia donde me habían quemado, y mis dedos encontraron un nuevo lunar ahí, justo en mi columna vertebral. Ahora bajábamos por las nubes, y sin tener otra cosa qué mirar, todos los Buv tenían sus ojos puestos en mí.

La Buv que me había hecho el lunar miró a J. Lo y le preguntó:

—¿Cuánto benzeno puede tomar?

—Nada de benzeno.

—Entonces tendrá que tomar esas pastillas. Y éste es su collar.

Le dio a J. Lo un collar blanco de plástico con una placa metálica, y él me lo dio a mí. Yo me le quedé mirando.

—¿Qué? —dije.

La Buv me miró.

—¿No funciona el traductor? Éste. Es. Tu. Collar.

—Tip, ponerlo por favor. Me estás avergonzando —chilló J. Lo.

—Muy bien —suspiré y me lo puse en el cuello—.Gulp —agregué mientras el collar se apretaba contra mi pescuezo.