Solo - Berta Villarino Cirici - E-Book

Beschreibung

Wie würdest du dich fühlen? Was würdest du tun? Plötzlich mutterseelenallein auf der Welt ... Von jetzt auf gleich sind außer Martin alle Menschen spurlos verschwunden. Bis auf seinen Hund und Insekten gibt es auch keine Tiere mehr. Strom- und Wasserversorgung sind komplett ausgefallen. Wie wird Martin überleben? Welche Strategien wird er inmitten allmählich zerfallender Städte entwickeln, welche Lösungen finden? Welche Wagnisse wird er für neue Perspektiven eingehen? Folge ihm zweisprachig bei seinem Abenteuer durch sein völlig unerwartet neues Leben und lerne dabei ganz nebenher Spanisch. Kleine Übungen, grammatikalische Erklärungen und ein Lösungsteil helfen dir dabei.

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Inhaltsverzeichnis

VORWORT

CAPÍTULO 1

1. Kapitel

1 – Ejercicio de reflexión

CAPÍTULO 2

2. Kapitel

2 – Ejercicio de reflexión

CAPÍTULO 3

3. Kapitel

3 – Ejercicios de transformación

CAPÍTULO 4

4. Kapitel

4 – Ejercicio sobre las variantes del español

CAPÍTULO 5

5. Kapitel

5 – Ejercicio de reflexión

CÁPITULO 6

6. Kapitel

6 – Ejercicio de transformación

CAPÍTULO 7

7. Kapitel

7 – Ejercicio de transformación

CAPÍTULO 8

8. Kapitel

8 – Ejercicio de transformación

CAPÍTULO 9

9. Kapitel

9 – Ejercicio de reflexión

CAPÍTULO 10

10. Kapitel

10 – Ejercicio de transformación

CAPÍTULO 11

11. Kapitel

11 – Ejercicio de reflexión

GRAMMATIK Kapitel 1 - 11

PRETÉRITO, INDEFINIDO & PRETÉRITO IMPERFECTO

ADJEKTIVE & SUBSTANTIVE

DIE VERNEINUNG / LA NEGACIÓN

DIE PRÄPOSITIONEN

DIE STELLUNG DER OBJEKTPRONOMEN

VERBEN MIT DATIV

PRETÉRITO, INDEFINIDO Y PRETÉRITO IMPERFECTO II

UNVERÄNDERLICHE PARTIZIPIEN UND PARTIZIPIEN ALS ADJEKTIVE

KONNEKTOREN

DAS PLUSQUAMPERFEKT

KAUSALE KONJUNKTIONEN

Lösungsvorschläge Kapitel 1-11

Ejercicio de reflexión

Ejercicio de reflexión

Ejercicio de transformación

Ejercicio sobre las variantes del español

Ejercicio de reflexión

Ejercicio de transformación

Ejercicio de transformación

Ejercicio de transformación

Ejercicio de reflexión

Ejercicio de transformación

Ejercicio de reflexión

Danksagung

Reflexión

VORWORT

Was wäre, wenn?

Folge Martin in sein völlig unerwartet neues Leben mit äußerst ungewöhnlichen Herausforderungen, und lerne dabei ganz nebenher Spanisch.

Martins Abenteuer entspricht der Lernstufe A2 des Europäischen Referenzrahmens.

Das Buch besteht aus zwei Teilen.

Im ersten Teil findest du in elf Kapiteln die eigentliche Geschichte. Auf der jeweils linken Buchseite in Spanisch, auf der rechten in Deutsch. Im Anschluss an jedes Kapitel folgt eine kleine Übung.

Einfache Erläuterungen zur Grammatik sowie Lösungsvorschläge für alle Kapitel sind der Übersichtlichkeit halber im zweiten Teil angesiedelt.

Viel Spannung und Freude beim Schmökern, Durcharbeiten und Lernen

wünschen deine

Berta Villarino Cirici & das SOLO Team

CAPÍTULO 1

A las 6:30h sonó el despertador. Martín lo apagó de un golpe como hacía siempre. Abrió los ojos y observó el techo sobre él: parecía pintado a rayas, como una cebra, por la luz dosificada que la persiana permitía entrar y que daba a la habitación un aspecto familiar y acogedor. Antes de levantarse revisó mentalmente los planes del día: examen de latín a tercera hora, cita con el profesor de matemáticas para hablar de su nota, visita al ortodoncista por la tarde y entrenamiento de básquet a última hora. Un miércoles normal de una semana normal, sin grandes alegrías ni grandes penas.

Se levantó despacio y se dirigió a la ventana, de camino tropezó con el libro de latín que había quedado abierto en el suelo por la página 48… Sí, esa era la página maldita que contenía la interminable lista de vocabulario de la lección 5. La página estaba subrayada, tenía apuntes por todas partes y dibujos en los márgenes, que daban prueba de las muchas horas que Martín la había tenido bajo sus ojos. El chico sintió angustia al ver tal lista interminable de palabras, ¿las recordaría todas en el examen? No dejó que ese pensamiento le llenara de inseguridad, él era un chico positivo, lleno de vitalidad y ganas de hacer cosas; lo del latín no era lo suyo, cierto, pero había que pasar por ello y estaba dispuesto a hacerlo.

Sin embargo, la angustia volvió a su estómago, ¿por qué? Era algo extraño, pero no había tiempo que perder. Se acercó a la ventana nervioso y subió la persiana con tanta fuerza que la dejó atascada en la parte superior.

«Joder, empezamos bien el día», protestó sin hacer ningún esfuerzo por arreglar o cambiar los desperfectos que acababa de ocasionar a la persiana. Se dirigió a su armario, tenía prisa; la ropa estaba desordenada, no había calzoncillos limpios a la vista y era difícil encontrar algo en aquel caos. La angustia volvió a su estómago.

«Pero… ¿qué me pasa hoy?», se preguntó a sí mismo como si en algún rincón de su ser fuera a encontrar la respuesta. Se hacía tarde, pero la extraña luz que ofrecía esa mañana le distrajo de nuevo. Se acercó a la ventana y, olvidando las prisas, se quedó junto al cristal pensativo y mirando el cielo.

Esa mañana ofrecía un rojo extraño y el cielo estaba lleno de pequeñas nubes oscuras, situadas unas junto a las otras, de tal modo que parecían granos de uvas negras. Nunca había visto unas nubes así. Martín olvidó la angustia, el libro de latín, la ropa del armario y las prisas; ese cielo era muy raro y quería fotografiarlo con su nueva cámara.

—Martín, Martín, ¿qué haces aún en tu habitación?, tus amigos te están esperando en la esquina para ir al instituto —gritó su hermana.

Ese grito le devolvió a la realidad, se había hecho tarde, muy tarde, jamás podría alcanzar a sus compañeros de camino. Decidió ir solo al instituto, avisó a sus amigos enviándoles un WhatsApp desde su habitación. Se asomó a la ventana y vio como al cambiar el semáforo los chicos seguían su camino hacia el instituto sin esperarle. Se había quedado solo en casa, iba en pijama, tenía su fantástica cámara entre las manos y continuaba mirando y fotografiando esas nubes tan extrañas.

El libro del latín seguía en el suelo; abierto por la página maldita, le recordó que si seguía haciendo fotos, nadie iba a escribir el examen por él. Dio una patada al libro y se dejó caer en la cama bocarriba, con la cámara en la mano y los ojos fijos en las nubes, estaba mareado y atontado por aquel extraño color rojo que ofrecía la mañana. No conseguía apartar los ojos de esas nubes que parecían hipnotizarle.

El sol salió de repente con mucha fuerza, le cegó los ojos. Se esforzó por aguantar la mirada y mantenerlos abiertos para ver las nubes, pero el sol — tal era su intensidad— llenó toda la habitación de blanco. Y Martín seguía mirando el cielo, le quemaban las pupilas, notó como si una corriente eléctrica le inundara y pensó que a través de los ojos se le estaba quemando todo su cuerpo. Un pitido agudo y desagradable se metió de pronto en la habitación, el sonido aumentaba, su intensidad era cada vez más fuerte, entraba en su cuerpo por los oídos al igual que el fuego del sol lo hacía a través los ojos. Las manos le sudaban y el estómago le dio un vuelco, sintió deseos de vomitar, se levantó rápidamente para ir al servició, cayó golpeándose la cabeza y observó un chorro de sangre correr por el suelo. El pitido se apagó, todo se volvió silencioso, el blanco de la luz se hizo negro y una ráfaga de viento arrastró el libro de latín. Este le golpeó en el rostro y quedó manchado de rojo.

Martín pasó horas en el suelo sin poder moverse ni abrir los ojos, cuando de pronto notó humedad en su rostro: su perro estaba lamiéndole la cara. Intentó darse la vuelta pero no lo consiguió y así se quedó allí tumbado junto a su perro. Se vio entonces rodeado de palabras que habían salido del libro y eran casi como los monstruos de un juego de iPod: palabras blancas, negras, azules hechas de letras de metal que le golpeaban en la cara una y otra vez cuando abría los ojos o las pronunciaba.

Finalmente, Martín se rindió y dejó de mirar. Se sujetó a su perro y cerró sus ojos tan fuerte como pudo. El iPod pitó, era el sonido de aviso de una cita: las 16h, hora de la cita con el ortodoncista. Martín se despertó y su perro Bobi le lamió el corte de la cara. Se observó a sí mismo, viéndose aún tumbado en el suelo de su habitación.

—¡Mierda!, el examen de latín era a las once…

Miró a su alrededor… el libro de latín… ¡no estaba! Giró la cabeza para mirar al cielo: no había nubes, ni grises ni claras, tampoco se veía el sol, la luz era blanca y el cielo también. No había nada, ni una sombra, ni un pájaro volando, ni la huella de un avión, nada, solo una luz blanca sin sol.

1. Kapitel

Um halb sieben klingelte der Wecker. Martin schaltete ihn mit einem Schlag aus, wie er es immer tat. Er öffnete die Augen und betrachtete die Decke über sich: durch das spärliche Licht, das die Jalousie hereinließ, und das dem Raum eine vertraute und gemütliche Atmosphäre verlieh, schien sie in Streifen gestrichen, wie ein Zebra. Vor dem Aufstehen ging er in Gedanken den Tagesplan durch: Lateinschulaufgabe in der dritten Stunde, Termin mit dem Mathelehrer, um über seine Note zu sprechen, Besuch des Kieferorthopäden am Nachmittag und spätnachmittags Basketballtraining. Ein normaler Mittwoch einer normalen Woche. Ohne große Freuden oder große Nervenproben.

Er stand langsam auf und steuerte auf das Fenster zu. Auf dem Weg dorthin stolperte er über das Lateinbuch, das, aufgeschlagen auf der Seite 48, auf dem Boden liegen geblieben war ... Ja, das war die verdammte Seite, welche die endlose Vokabelliste der Lektion Fünf enthielt. Die Seite war unterstrichen und überall mit Notizen und Zeichnungen an den Rändern versehen, ein Beweis für die vielen Stunden, die Martin über ihr gesessen war. Der Junge fühlte Beklemmung beim Anblick dieser endlosen Liste von Worten. Ob er sich wohl während der Schulaufgabe an alle erinnern würde? Dass ihn dieser Gedanke mit Unsicherheit erfüllte, ließ er nicht zu. Er war ein positiver Junge, voller Lebenskraft und Lust, Dinge zu tun. Latein war nicht das Seine, gewiss, aber da musste man eben durch, und er war bereit dazu.

Trotzdem krochen die Angstgefühle erneut in seinen Magen. Warum bloß? Es war etwas Seltsames, aber es gab keine Zeit mehr zu verlieren. Hektisch trat er ans Fenster und zog die Jalousie mit so viel Schwung nach oben, dass sie im oberen Teil hängen blieb.

“Verdammt noch mal, der Tag fängt ja gut an”, protestierte er, ohne sich auch nur im Geringsten zu bemühen, die Panne zu beheben, die er an der Jalousie angerichtet hatte, oder etwas daran zu ändern. Er wandte sich seinem Schrank zu, er hatte es eilig. Die Kleidung darin war unaufgeräumt, saubere Unterhosen waren nicht in Sicht. Es war schwierig, etwas in diesem Chaos zu finden. Von Neuem stieg die Beklommenheit in seinen Magen auf.

“Mann, was ist heute bloß los mit mir?” fragte er sich selbst, als würde er in irgendeinem Winkel seines Seins die Antwort finden. Es war schon spät, aber das sonderbare Licht, das an diesem Morgen herrschte, lenkte ihn erneut ab. Er näherte sich dem Fenster, vergaß die Eile, blieb nachdenklich neben der Scheibe stehen, und betrachtete den Himmel.

Dieser Morgen war von einem seltsamen Rot, und der Himmel war voll von kleinen, dunklen Wolken, eine neben der anderen, so dass sie wie schwarze Weintrauben schienen. Nie zuvor hatte er solche Wolken gesehen. Martin vergaß die Beklemmung, das Lateinbuch, die Klamotten im Schrank und die Eile; dieser Himmel war sehr merkwürdig und er wollte ihn mit seiner neuen Kamera fotografieren.

“Martin, Martin, was treibst du noch so lang in deinem Zimmer? Deine Freunde warten an der Ecke auf dich, um in die Schule zu gehen,” rief seine Schwester.

Dieser Ruf holte ihn in die Wirklichkeit zurück. Es war spät geworden, sehr spät, nie würde er seine Weggefährten einholen. Er entschloss sich, alleine zur Schule zu gehen. Er gab seinen Freunden von seinem Zimmer aus Bescheid, indem er ihnen eine WhatsApp sandte. Er trat ans Fenster und sah, dass die Jungs ihren Weg in die Schule fortsetzten, als die Ampel umschaltete, ohne auf ihn zu warten. Zuhause war er allein, lief im Pyjama herum, hatte seine fantastische Kamera in der Hand, und fuhr fort, diese derart eigentümlichen Wolken anzuschauen und zu fotografieren.

Das Lateinbuch lag noch immer auf dem Boden; aufgeschlagen auf der verdammten Seite erinnerte es ihn daran, dass niemand die Schulaufgabe für ihn schreiben würde, wenn er weiter Fotos machen würde. Er versetzte dem Buch einen Tritt und ließ sich rücklings auf das Bett fallen; mit der Kamera in der Hand und die Augen auf die Wolken geheftet. Die seltsam rote Farbe des Morgens machte ihn schwindlig und benommen. Er vermochte es nicht, die Augen von diesen Wolken abzuwenden, die ihn zu hypnotisieren schienen.

Die Sonne trat plötzlich mit großer Kraft hervor, sie blendete seine Augen. Er bemühte sich, den Anblick zu ertragen und sie offen zu halten, um die Wolken zu sehen. Doch die Sonne – so stark war ihre Intensität – erfüllte das ganze Zimmer mit Weiß. Und Martin fuhr fort, den Himmel zu betrachten, seine Pupillen brannten, er bemerkte etwas, als würde ihn ein elektrischer Strom überschwemmen, und er dachte, dass durch seine Augen hindurch sein ganzer Körper verbrannte. Ein schrilles und unangenehmes Pfeifen durchdrang das Zimmer plötzlich. Der Ton nahm zu, seine Intensität wurde immer stärker, und drang durch die Ohren genauso in seinen Körper ein, wie es das Feuer der Sonne durch seine Augen tat. Seine Hände schwitzten. Sein Magen drehte sich um und er empfand den Wunsch, sich zu übergeben. Schnell erhob er sich, um ins Bad zu gehen, stürzte, schlug sich dabei den Kopf an und beobachtete, wie ein Spritzer von Blut am Boden entlang lief. Das Pfeifen hörte auf. Alles wurde still. Das Weiß des Lichtes wurde schwarz und eine Windböe riss das Lateinbuch mit sich. Es schlug ihm ins Gesicht und befleckte sich dabei rot.

Martin lag stundenlang auf dem Boden, ohne sich bewegen oder die Augen öffnen zu können, als er plötzlich Feuchtigkeit in seinem Antlitz bemerkte. Sein Hund leckte ihm das Gesicht ab. Er versuchte, sich um zu drehen, aber er schaffte es nicht, und so blieb er dort liegen, neben seinem Hund. Dann sah er sich umringt von Wörtern, die aus dem Buch gefallen waren. Sie waren fast wie die Monster eines Spiels auf dem iPod; weiße, schwarze, blaue Wörter aus Metallbuchstaben, die ihn ein ums andere Mal auf das Gesicht schlugen, sobald er die Augen öffnete oder sie aussprach.

Endlich gab Martin auf und hörte auf, zu schauen. Er hielt sich an seinem Hund fest und schloss seine Augen, so fest er konnte. Das iPod piepte. Es war der Erinnerungston an einen Termin: der um 16 Uhr beim Kieferorthopäden. Martin wachte auf. Sein Hund Bobi leckte den Schnitt in seinem Gesicht. Er betrachtete sich selbst und sah, wie er noch immer auf dem Boden seines Zimmers lag.

“Scheiße! Die Lateinschulaufgabe war um elf ...”

Er blickte um sich ... Das Lateinbuch ... war weg! Er drehte den Kopf, um den Himmel zu betrachten: keine Wolken, weder graue noch helle. Auch die Sonne war nicht zu sehen. Das Licht war weiß, und der Himmel ebenso. Nichts war da. Nicht ein Schatten. Nicht ein fliegender Vogel. Nicht die Spur eines Flugzeugs. Nichts, nur ein weißes Licht ohne Sonne.

1 – Ejercicio de reflexión

En los siguientes párrafos, encontramos unos verbos que hacen que la acción avance y siga adelante, otros verbos, sin embargo tienen una función exclusivamente descriptiva. Subráyalos en dos colores distintos.

A las 6:30h sonó el despertador. Martín lo apagó de un golpe como hacía siempre. Abrió los ojos y observó el techo sobre él: parecía pintado a rayas…

No conseguía apartar los ojos de esas nubes que parecían hipnotizarle. El sol salió de repente con mucha fuerza, le cegó los ojos. Se esforzó por aguantar la mirada y mantenerlos abiertos para ver las nubes, pero el sol – tal era su intensidad – llenó toda la habitación de blanco…

Finalmente, Martín se rindió y dejó de mirar. Se sujetó a su perro y cerró sus ojos tan fuerte como pudo. El iPod pitó, era el sonido de aviso de una cita: las 16h, hora de la cita con el ortodoncista. Martín se despertó y su perro Bobi le lamió el corte de la cara. Se observó a sí mismo, viéndose aún tumbado en el suelo de su habitación.

CAPÍTULO 2

Martín se levantó despacio, la cabeza le daba vueltas y le temblaban las piernas; se acercó a su cama y sintió ganas de huir. Salió rápidamente de la habitación, bajó las escaleras para llegar al salón y se paró en el pasillo, el teléfono estaba en el suelo, tomó el auricular y comprobó que no había línea. Colgó y descolgó una y otra vez pero la línea no apareció. Una gota de sudor frío bajó por su cara, la impaciencia le invadió y le obligó a moverse.

Se apresuró de nuevo y subió por las escaleras hasta llegar a su habitación, vio su iPod en el suelo. La pantalla del aparato estaba iluminada y anunciaba 900 WhatsApp, 30 llamadas y 100 mensajes en Instagram… Pulsó las teclas para leer sus mensajes pero el aparato no le mostró nada, la pantalla estaba bloqueada, no cambiaba la imagen y las teclas no funcionaban. La rabia se apoderó del chico y este lanzó su querido iPod con fuerza contra el suelo: el cristal de la pantalla se rompió. Martín lo tomó de nuevo entre sus manos y se cortó, pulsó todos los botones pero el aparato no reaccionó.

Con prisas, bajó de nuevo por las escaleras y entró en los dormitorios de la casa: el de sus padres, el de su hermana y el de su abuela; no había luz ni señal eléctrica en ninguno de ellos. Desesperado corrió al salón, encendió la radio, la televisión… comprobó todos los teléfonos y ordenadores, ninguno ofrecía señal alguna. Por último, entró en la cocina, se metió en todos los baños, abrió el grifo pero no salió agua, apenas cayeron unas gotas marrones gelatinosas.

En la cocina, se acercó a la nevera, le temblaba la mano y un par de gotas de sangre cayeron al suelo, el chico no les prestó atención. Abrió la puerta de la nevera con miedo, la luz no se encendió y gotas de agua fría cayeron al suelo, la comida acumulada en las estanterías ofrecía un aspecto indescriptible. No olía mal ni estaba podrida, pero sí seca y deshidratada. Miró el pollo preparado para la cena y recordó la momia egipcia que había visto en el museo de la ciudad días atrás cuando lo había visitado con el colegio.

«Tantos años hace que este ser no vive, y no se pudre», pensó aquel día en el museo.