Su posesión más preciada - Lucy Monroe - E-Book
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Su posesión más preciada E-Book

Lucy Monroe

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Beschreibung

Romi Grayson solo había probado una vez los seductores labios de Maxwell Black y sabía que debería alejarse… especialmente al descubrir lo decidido que estaba a hacerla suya. Max se enorgullecía de llevar siempre el control y, sin embargo, Romi había logrado colarse bajo sus férreas defensas justo antes de darle la espalda. Pero él estaba decidido a terminar lo que había empezado… El magnate ruso haría lo que tuviese que hacer, incluso recurrir al chantaje, para tener a Romi en su cama. Y su inocencia haría que la ansiada posesión fuese aún más dulce.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2014 Lucy Monroe

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Su posesión más preciada, n.º 332 - enero 2022

Título original: A Virgin for His Prize

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-1375-896-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Furiosa y herida, Romi Grayson dejó el móvil sobre la mesa para no dejarse llevar por la tentación de tirarlo contra la pared.

¡Ese oportunista, mentiroso y manipulador!

Maxwell Black le había dejado bien claro que no estaba en el mercado para una relación seria, pero eso no significaba que no estuviera interesado en otra cosa. Su generosidad dentro y fuera de la cama con sus amantes había sido fuente de cotilleos durante años. Como lo eran las inesperadamente amistosas rupturas.

Max le había prometido placer sexual más allá de lo que pudiese imaginar. Había dicho que ella sería la única mujer que le interesara…

Hasta que terminase con ella.

Aquel donjuán le había ofrecido absoluta fidelidad con un tiempo límite.

Y ella le había dado la espalda.

A la promesa, a las posibilidades, a la certeza de un corazón roto.

Solo habían salido juntos un puñado de veces, pero Max había despertado en ella una emoción que la había asustado y excitado al mismo tiempo. No tenía la menor duda de que no sobreviviría a una ruptura con el corazón intacto.

Había sido muy doloroso decirle adiós después de una relación corta y casi platónica. Casi. Max había sido el primero con el que experimentó placer sexual, aunque nunca llegaron a la cama.

Había estado a punto de ceder hasta que, por fin, tuvo que decirle adiós. Aunque ella era un espíritu libre, en el fondo de su corazón era una mujer tradicional. Quería un hogar, una familia y un futuro con el hombre de su vida, no una fecha de caducidad para su relación.

Y ese hombre había estado dispuesto a casarse con su hermana por elección, Madison Archer.

Por dinero.

Unas cuantas acciones en Archer International Holdings y la posibilidad de hacerse con el puesto de presidente cuando Jeremy Archer se retirase habían hecho que Maxwell Black estuviese a punto de saltarse sus propias reglas.

Menudo mercenario.

Era una palabra anticuada, pero le pegaba perfectamente.

–¡Ramona! –escuchó el grito de su padre desde el salón, donde pasaba la mayor parte del día.

Solo iba a la oficina dos días por semana, dejando que su gerente llevase la empresa Grayson.

Algunos habrían esperado que ella se hiciera cargo del negocio familiar, pero Harry Grayson había dejado claro que esperaba que su hija hiciera con su vida lo que quisiera.

Su padre estaba sentado en el sofá, mirando la pantalla apagada del televisor con una copa vacía en la mano. Sus ojos enrojecidos dejando claro que no llevaba vacía mucho tiempo.

–Es muy temprano, papá. No necesitas esto –murmuró, quitándole la copa.

Su problema con la bebida había empeorado mientras ella estaba en la universidad. Empezaba con una copa de vino a la hora de comer y a menudo terminaba con la botella entera sin probar bocado, pero beber por la mañana era algo nuevo.

–Ramona…

–¿Sí, papá?

Él miró alrededor, desconcertado.

–Creo que he perdido el mando de la televisión.

Romi se inclinó para tomarlo del suelo.

–Aquí está.

–Gracias –su padre pulsó un botón haciendo una mueca–. No funciona.

Suspirando, ella puso la mano en la pantalla y la televisión se encendió.

–¿Lo ves? Sí funciona.

–No funcionaba –insistió su padre.

–El mando está programado para aceptar instrucciones de voz, papá.

Pero su padre ya no recordaba esas cosas.

–Pareces disgustada, cariño.

Así era Harry Grayson. Incluso borracho era cariñoso con ella. Incluso borracho era mejor padre que Jeremy Archer, el padre de su mejor amiga.

–Estoy bien.

–No es verdad –insistió él, haciendo un esfuerzo para pronunciar correctamente.

Y, por alguna razón, eso hizo que los ojos de Romi se llenasen de lágrimas.

–No me pasa nada, papá.

–Sé que te pasa algo –por un momento, su padre no era un hombre decidido a destruir su hígado sino el hombre que había amado tanto a su madre que se había casado con ella contra los deseos de su familia. El hombre que la había criado solo desde los tres años.

–Es una vieja historia.

–Cuéntamela.

–Me he enamorado de un hombre.

–Ah, no lo sabía.

–Me dijo que no quería saber nada de compromisos.

–¿Y has descubierto que está casado?

–No, pero he descubierto que está dispuesto a casarse con otra por dinero.

–¡Qué canalla!

Romi no pudo evitar una sonrisa.

–Eso mismo pienso yo.

–Estás mejor sin él.

–Sí, ya lo sé –asintió ella. Si pudiera convencer de ello a su corazón…

 

 

Maxwell Black estaba aburrido. Acudir a una gala benéfica era una tarea que rara vez daba como resultado algo más que un par de contactos interesantes.

Aunque él creía en las causas que apoyaba y la gala de esa noche tenía como objetivo recaudar fondos para paliar el hambre infantil. Además, tenía la oportunidad de disfrutar de uno de sus pasatiempos: mirar a Romi Grayson.

Tocarla sería más satisfactorio, pero Romi había rechazado su oferta de una relación sin ataduras.

Y, curiosamente, él no había insistido.

Había algo diferente, especial, en la heredera de San Francisco, una vulnerabilidad que no quería explotar.

Se había alejado de ella tanto por supervivencia como para no hacerle daño. Sentía un deseo de protegerla que no entendía y que Romi no sabría nunca.

Aun así, había llegado a la conclusión de que podría haber un futuro para ellos. Mientras él dictase los términos.

El suave aroma a jazmín y vainilla que siempre había asociado con la heredera activista le llegó antes de que Romi estuviese a su lado.

–Vaya, vaya, vaya, pero si es Maxwell Black, el magnate.

La melenita negra enmarcaba un rostro de duendecillo, pero el dramático maquillaje destacaba sus ojos de color azul veneciano… unos ojos acusadores.

–Buenas noches, Romi. Estás muy guapa.

El elegante vestido de color azul pavo real acentuaba sus modestas curvas, destacando su delicada feminidad. Fragilidad en contraste con un carácter fuerte. Para Romi no había una causa demasiado grande o un oponente demasiado aterrador.

Midiendo menos de metro sesenta, tenía una personalidad que compensaba su corta estatura y Maxwell la había encontrado interesante desde su primer encuentro.

–Gracias, tú también estás muy guapo –Romi frunció el ceño–. ¿Ese esmoquin es de Savile Row?

Max esbozó una sonrisa. Hacerse la ropa a medida podría ser considerado un lujo por algunos, pero para él era más que eso. Las grandes marcas impresionaban, pero la ropa a medida, hecha enteramente según tus especificaciones y solo para ti, daba otro tipo de impresión y armonizaba con su fama de controlarlo todo dentro y fuera del consejo de administración.

–Me lo hacen aquí, pero el sastre estudió en Savile Row.

–Ah, claro. Ya veo que no das nombres.

–¿Por qué iba a hacerlo? ¿Estás buscando un sastre para tu padre?

Su sastre era muy caro y extremadamente exigente con su clientela. Un alcohólico a punto de perder su empresa no tendría ninguna oportunidad.

Romi intentó disimular una mueca.

–No.

–La lista de espera es muy larga –Maxwell se encontró contando la verdad, un esfuerzo que no solía hacer por nadie.

–Pero tú te has colado, claro. No me sorprende.

Definitivamente, estaba enfadada.

–¿Ah, no?

–No, claro que no. Tú eres un oportunista.

Max no podía negarlo, ni quería hacerlo. Su habilidad para identificar y aprovechar las oportunidades era algo que lo había ayudado a levantar su negocio y a hacer una fortuna. Su empresa, Black Information Technologies o BIT, era una de las más importantes del país.

No estaba mal para un bastardo de treinta y dos años que había nacido en una familia pobre, al contrario que Romi.

Romi, que estaba enfadada con él. Y como no podía saber nada sobre los planes que tenía para la empresa de su padre, debía de ser otra cosa.

–Has hablado con Madison Archer.

–Hablo con Maddie dos o tres veces al día –replicó ella, sin disimular su irritación.

De modo que estaba enfadada porque le habían ofrecido un contrato de matrimonio con la famosa heredera.

–Yo no soy responsable de los actos de su padre.

Aunque no habría dudado en aprovechar la oportunidad de ser presidente de AIH.

Romi se cruzó de brazos.

–Solo de tu disposición de participar en ellos.

Max se tomó un momento para admirar cómo la postura levantaba sus pechos. Modestos, sí, pero muy excitantes.

–Fui a la reunión donde Jeremy Archer ofrecía un lucrativo contrato y tu amiga lo puso contra las cuerdas.

Aunque no estaba dispuesto a contarle cómo lo había hecho. Tenía otros planes para esa información porque era un oportunista y un bastardo. Literal y figuradamente.

A menos que hubiese malinterpretado a Maddie Archer, la joven no le había contado nada a su mejor amiga y eso le daba ventaja sobre Romi.

–Estabas dispuesto a saltarte tus propias reglas por dinero.

Ah, ya lo entendía. Madison no lo había tomado en serio y él no esperaba que lo hiciera, pero le había dado a Viktor Beck, su amigo y competidor desde la infancia, unos segundos de duda.

Romi estaba disgustada porque había dado a entender que estaría dispuesto a casarse con Madison.

–Y no por amor –Maxwell pronunció las palabras con aparente desagrado.

La emocional e increíblemente ingenua heredera pensaba que solo ese sentimiento merecía la pena. Aunque ese amor hubiera estado a punto de destruir a su padre.

–Más bien treinta monedas de plata –los ojos azules brillaban con un fuego que Maxwell quería en su cama.

Lo poco que había conseguido de ella había abierto su apetito y solo se sentiría satisfecho cuando Romi fuera suya.

–Pareces creer que he traicionado a alguien, pero no es así.

Romi y él se habían separado casi un año antes.

–Tal vez has traicionado tu propia integridad.

–¿Es deshonesto un trato comercial donde los términos están claros para todos?

–¿Así que lo de no comprometerte solo se refiere a mí? –le preguntó ella, con voz temblorosa.

–Yo no le ofrecí a Madison la clase de compromiso que tú crees necesitar.

–Te ofreciste a casarte con ella.

–Le ofrecí un acuerdo sin derechos conyugales ni promesas de fidelidad.

–¡Eso es horrible! –Romi, genuinamente disgustada, había levantado la voz y Max la tomó del brazo para llevarla hacia la terraza, esperando que no hubiese nadie.

–¿Adónde vamos?

–A algún sitio privado.

Recordaba una pregunta similar y una respuesta casi idéntica, pero con un propósito bien diferente.

Quería besarla.

Y la respuesta de Romi había estado a punto de hacerle perder el control de su cuerpo por primera vez en su vida.

La terraza estaba casi desierta; solo había una pareja medio escondida entre las sombras al otro lado, pero los separaban cincuenta metros, de modo que podían hablar.

Romi tembló por el aire fresco de la noche. Estaban en una esquina donde, estratégicamente colocado, había un enorme tiesto que actuaba como pantalla protectora contra el viento y las miradas indiscretas.

Maxwell se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros.

–¿Mejor?

Romi asintió con la cabeza y el gesto le pareció tan enternecedor que estuvo a punto de olvidar que solo quería hablar.

–No tenías que prestármela, estoy bien. Además, no vamos a estar aquí mucho tiempo. Ni siquiera sé por qué hemos salido a la terraza.

–Estás enfadada porque tomé en consideración la propuesta de Jeremy Archer, y tenemos que hablar de ello.

–No sé por qué.

–¿No?

Romi suspiró.

–Maddie merece algo más que un matrimonio por contrato –dijo por fin, mirándolo con una mezcla de emociones difíciles de identificar–. Y tú también.

–Yo no encuentro a Madison particularmente atractiva, así que olvidar mis derechos conyugales no habría sido un sacrificio.

–Maddie es preciosa.

–Para mí, la belleza está en otros sitios.

La pelirroja heredera era innegablemente guapa, pero a Maxwell no le atraía particularmente. A él le gustaban las mujeres delgadas, normalmente altas porque él medía más de metro noventa. Pero, a pesar de la diferencia de estatura, Romi parecía hecha para él. Le gustaba el pelo oscuro y el de ella le parecía maravilloso, sus facciones de duendecillo también.

Antes de Romi nunca se había sentido atraído por los ojos azules, pero los de ella eran preciosos, tan expresivos. En los ojos de Romi estaba todo lo que ella no se atrevía a decir con palabras.

Y, al contrario que su mejor amiga, que rara vez se ponía colorada, Romi solía hacerlo, al menos en su presencia.

–No entiendo por qué estabas dispuesto a casarte con ella –Romi se llevó una mano a la boca, como si se arrepintiera de haberlo dicho.

–Estaba dispuesto a pensarlo, pero ella no tenía ningún interés en mí como futuro marido y yo lo sabía.

–¿Cómo lo sabías?

–Madison Archer puede esconder sus emociones mejor que tú, pero yo sabía que el único hombre que le interesaba era Viktor Beck.

–Hacen una pareja estupenda –asintió ella.

–Esperemos que sí.

El compromiso de Madison y Viktor ya había sido anunciado, junto con la fecha para la boda.

Él no conocía bien a la hija de Jeremy Archer, pero la respetaba y le caía bien. Y, aunque muchos podrían ver a Viktor como un rival, el hombre que compartía su ascendencia rusa era uno de los pocos a los que Maxwell consideraba un amigo.

Considerando que tanto Madison como Viktor habían aceptado el acuerdo con aspiraciones románticas y una promesa de futuro común como objetivo, Maxwell esperaba que todo les fuera muy bien.

Él, sin embargo, no creía en el amor. Consideraba el matrimonio como cualquier otro contrato, que duraría mientras beneficiase a ambas partes.

Su madre le había enseñado muy temprano a ver las relaciones románticas como un medio para llegar a un fin. Natalya Black siempre le había dicho que el amor era el mayor cuento de hadas.

Su madre creía en él y decía que podía llegar a ser cualquier cosa, pero no debía dejarse engañar por el amor, que te hacía perder de vista tus objetivos.

Maxwell sabía bien dónde y por qué había aprendido Natalya esa lección. Irse de Rusia y dejar a su familia para empezar una nueva vida en Estados Unidos no había cambiado la personalidad de su madre, que solía tener cuidadosamente elegidos compañeros de cama de corta duración.

El paso de los hombres por la vida de su madre le había enseñado que no existía el amor eterno, y para ella cualquiera que lo creyese era un tonto. Solo había estado cerca una vez, con un hombre que casi le había hecho perder la cabeza. Y ese hombre había tenido más interés paternal en Maxwell que todos sus exnovios juntos.

Durante tres años, Maxwell había tenido una figura paterna, alguien interesado en cuidar de él y educarlo, pero después de eso volvió con su esposa y sus hijos. Natalya perdió la alegría, pero no su determinación de darle todas las oportunidades que América podía ofrecer.

–Maddie me dijo que algo en la entrevista de Perry te había parecido interesante –Romi frunció el ceño.

–No tengo el menor deseo de acostarme con ella, pero me pareció interesante que Perry Timwater contase esas cosas.

–Cuanto más sucia la historia, más dinero le pagarían –replicó ella, enfadada.

–Perry Timwater es incapaz de llevar un papel dominante en la cama.

–¿Y tú cómo lo sabes?

–Porque lo he visto en persona –respondió Maxwell. Y lo que había visto no lo había impresionado en absoluto–. No tiene ni la confianza en sí mismo, ni la personalidad para hacer ese papel.

–Seguro que es un amante egoísta –dijo Romi–. Era un amigo egoísta, desde luego.

–Seguramente tienes razón –asintió Maxwell.

Romi Grayson siempre lo divertía, incluso cuando no quería hacerlo. Lo intrigaba tanto por la atracción que sentía por ella como por lo diferente que era. No la entendía.

Y eso no era algo a lo que estuviese acostumbrado.

Entender lo que motivaba a la gente era lo que lo había hecho tan bueno en el mundo de los negocios. Él sabía cómo identificar y explotar las debilidades de los demás, sin comprometer su honorabilidad.

Tal vez no era tan caballeroso como Viktor Beck, pero tenía sentido del honor.

La cambiante personalidad de Romi la convertía en un enigma. Había estado convencido de que aceptaría su oferta de monogamia con fecha de caducidad, pero no había sido así. Y lo más inexplicable era que esa oferta la había ofendido.

Romi se quedó pensativa un momento.

–La situación no debía de tener ningún sentido para ti y querías entenderla.

Él asintió con la cabeza. No le sorprendía que hubiese entendido tan rápidamente. Sabía que Romi lo estudiaba con tanta atención como él estudiaba a cualquier rival.

–La historia era un rompecabezas. A pesar de que a Madison Archer y a ti os gusta salir en los medios, nunca lo habéis hecho por un escándalo sexual.

Algo a lo que debería haber prestado más atención antes de hacer la oferta. Debería haber sabido que la razón por la que los medios nunca habían especulado sobre su vida amorosa era que no la tenía.

Esa inocencia hacía que no aceptase la clase de relación a la que Maxwell estaba acostumbrado con otras mujeres.

De modo que si quería a Romi, y el año que llevaban separados demostraba que no iba a ser fácil, tendría que pensar en otro tipo de acuerdo.

Uno que los dos pudiesen aceptar.

Pero lo importante, como siempre, era ganar. A costa de lo que fuera.

Capítulo 2