Superpaco y las estatuas vivientes - Juana Cortés Amunarriz - E-Book

Superpaco y las estatuas vivientes E-Book

Juana Cortés Amunarriz

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Beschreibung

¿Estatuas vIvas? ¿Qué está ocurrIendo? Las estatuas de Madrid han cobrado vida y están provocando el caos. La población está asustada, la policía no sabe qué hacer y Superpaco es la única esperanza de la ciudad… ¿Descubrirá nuestro héroe quién está dando vida a las estatuas?

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FICHA BIBLIOGRÁFICA
Cortés Amunarriz, Juana
Superpaco y las estatuas vivientes
/ Juana Cortés Amunarriz ;
ilustraciones Gómez.
–1ª ed. –Madrid : NubeOcho , 2018
212 pp. : il. color ; 21,5 cm. –(Colección Superpaco. Narrativa. A partir
de 9 años)
ISBN: 978-84-19974-66-2
1. Superhéroes 2. Humor 3. Intriga 4. Ironía
I. Cortés Amunarriz, Juana II. Gómez, il. III. Título IV. Serie.
087.5 : 821.134.2—3
Superpaco
y las estatuas vivientes
Superpaco
y las estatuas vivientes
Juana Cortés Amunarriz
Ilustraciones de
Gómez
Superpaco y las estatuas vivientes
Colección Superpaco
© del texto: Juana Cortés Amunarriz, 2018
© de las ilustraciones: Gómez, 2018
© de esta edición: NubeOcho, 2018
www.nubeocho.com
·
Corrección: M.ª del Camino Fuertes Redondo
Edición digital: Septiembre, 2023
Primera edición: 2018
ISBN: 978-84-19974-66-2
Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción.
A Luis y Salva,
que han creído en Superpaco desde el principio.
Nombre:
Paco Montes / Pepsi
Ocupación:
portero / perrita.
Aficiones:
buscar setas en
el bosque / morder zapatillas.
Grupo sanguíneo:
A negativo / DEA-3.
Nombre:
SuperP (nadie sabe que las siglas
SP quieren decir SuperPaco)
Ocupación:
superhéroe.
Superpoderes: ¡
Ni siquiera SuperP conoce
todos los secretos de su supertraje!
Grupo sanguíneo:
A negativo.
Nombre:
Andrea
Ocupación:
hermana mayor.
No le gustan:
los lacitos, los
vestiditos ni las bodas.
Grupo sanguíneo:
B negativo.
Nombre:
Iñaki
Ocupación:
hermano menor.
Habilidades:
jugador profesional de
escondite en las bodas.
Grupo sanguíneo:
B negativo.
Nombre:
Antonio Cabezas
Alias:
Cerebrito
Ocupación:
inventor.
Punto débil:
las entrevistas
de trabajo.
Nombre:
Rosa Mora
Ocupación:
inspectora de policía.
Aficiones:
el
footing
y las
patatas bravas.
Grupo sanguíneo:
AB positivo.
Nombre:
Macarrones
Amigo de Paco Montes cuando
eran niños.
Pasatiempo favorito:
las carreras
con albóndigas.
Archivo del caso:
Las estatuas vivientes
¡Las estatuas de Madrid están cobrando
vida! Siembran el caos y, algo curioso,
luego se quedan quietas en la postura
que les da la gana.
Índice
1.
El héroe de Madrid
2.
Andrea odia las bodas
3.
No tardaré mucho
4.
La típica foto del oso y el madroño
5. El oso
6. ¡¡Alarma!!
7. Los supersaltos
8.
Encantadores de osos
9.
Abrazos, abrazos y más abrazos
10. Las estatuas vivientes
11. El oso y el besugo y el madroño
12. Rita Love y
La Mano
de Botero
13. Boing, boing, boing
14. Una merienda con pizza fría
15. Superpaco contra
La Mano
16. ¿SuperP sale por patas?
17. ¡Piedra, papel o tijera!
18. SuperP hasta en la sopa
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19. Nadas y peros
20. ¡Última hora!
21. La Cibeles
22. ¡A mí, mis gatitos!
23. ¡Abuela al rescate!
24. Unas cuatrocientas estatuas
25. Un caso complicado
26. Albertito sale en la tele
27. El rayo
28. Pesquisas
29. Superpaco-Rafa Nadal
30.
C
incuenta Sombrillas en Benidorm
31.
Hombre de confianza
32. La máquina rayológica
33. Superpaco se encuentra con Cerebrito
34. El chivatazo
35. Un verdadero cerebro
36. El diluvio
37. Supersaltos no deseados
38. Superpaco y Cerebrito hacen equipo
39. ¡Como los videojuegos!
40. Las estatuas entran en acción
41. Después de la tormenta siempre llega
la calma
42. El pequeño Napoleón
43. Cerebrito ¿culpable?
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Epílogo 1.
¿Y qué pasó con…?
Epílogo 2.
¡¿Superquién?!
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Capítulo 1
EL HÉROE DE MADRID
—¡Manos arriba! ¡Esto es un atraco!
Los clientes del banco miraban incrédulos a los
dos hombres con rostros cubiertos por medias, que
los amenazaban con pistolas.
Superpaco y lAS ESTATUAS VIVIENTES
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—¡Usted! ¡Abra la caja fuerte! —dijo uno de los
atracadores dirigiéndose a la cajera—. Y el resto,
vayan echando los móviles y objetos de valor en
ese saco.
Mientras ocurría todo este berenjenal dentro del
banco, un señor pegó la nariz a la puerta de cristal de
la entrada. Sin embargo, al ver a los atracadores, salió
corriendo.
—¡Estamos apañados! —dijo una señora regorde-
ta—. A ver si llega otro más espabilado y nos echa un
cable, porque ese…
—¡Señora, a callar! —dijo el atracador más cor-
pulento.
La señora se apretó un poco más contra el resto de
rehenes.
Lo que ella no sabía era que el tipo que acababa de
salir huyendo no era otro que Paco Montes. Paco co-
rrió hacia su casa, que por suerte no estaba muy lejos,
entró en el apartamento y no tardó ni dos minutos en
ponerse su traje de superhéroe. No había tiempo que
perder, así que, sin ni siquiera mirarse al espejo para ver
lo bien que le sentaba, salió pitando hacia el banco.
En un pispás estaba ante la puerta de la oficina de
nuevo. ¿Qué hacer? Podía derribar la puerta y en-
frentarse a los atracadores, pero había mucha gente
dentro. Y los ladrones iban armados. Superpaco no
quería que nadie resultara herido, así que…
1. El HÉROE DE MADRID
23
—¡Mira! ¡SuperP! —dijo un niño que iba con su
madre al médico.
—¡Ay! ¡Qué emoción! ¿Nos firmará un autógrafo?
Superpaco, que no quería que lo atosigaran por-
que estaba muy concentrado, se transformó rápida-
mente en pulga y entró por debajo de la puerta a la
oficina bancaria.
—¡Ha desaparecido! —dijo la mamá decepcionada.
Ya dentro del banco, Superpaco-Pulga Tigre africa-
na se acercó dando saltos a los atracadores.
—¿Todavía no ha acabado de sacar el dinero de la
caja fuerte? —gritó uno de ellos.
—Ya voy, ya voy —dijo la cajera, que sudaba la gota
gorda mientras sacaba montones y montones de fajos
de quinientos euros.
—Dese prisa si no quiere que hagamos daño a los
rehenes —dijo el otro atracador dando una patada en
la espinilla a un señor, que se puso a dar saltitos a la
pata coja.
Superpaco-Pulga, viendo que los ladrones se mos-
traban agresivos, no dudó en saltar sobre el hombro
del más rellenito para darle su merecido. ¡Qué extraño
el ser tan pequeño! Se metió por el cuello de la camisa
y bajó hacia el pecho. ¡Cuántos pelos!
Superpaco y lAS ESTATUAS VIVIENTES
—¡Ay! ¡Me ha picado algo! —dijo el ladrón—. ¡Ay!
¡Ay! —Ahora era él quien daba saltitos.
—¿Quieres estarte quieto? —le preguntó el más ca-
nijo—. ¡Me estás poniendo nervioso! —Y dirigiéndo-
se a la cajera, bramó—: ¿Falta mucho?
La cajera dejó escapar un chillidito agudo.
—¡N-n-n-no, no falta n-nada de nada!
—¡Ay! —el secuestrador más pequeño también em-
pezó a dar saltos.
1. El HÉROE DE MADRID
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—¡Qué envidiosos! —dijo el señor que había reci-
bido la patada en la espinilla al ver que le imitaban.
—¡A mí también me ha picado algo! —dijo el bajito.
El picor era insoportable. Se rascaban las piernas,
los tobillos, los brazos, las orejas, el ombligo. Incluso
intentaban rascarse la espalda, en ese sitio al que nadie
que no sea contorsionista llega. Les picaba tanto que
dejaron las armas en el suelo para poder rascarse con
las dos manos.
En ese momento Superpaco-Pulga Tigre africana
recuperó su forma de superhéroe.
—¡¡¡Es SuperP!!! —corearon a la vez los secuestra-
dores mirándolo con la boca abierta. Pensaron en su
mala suerte mientras seguían rascándose con energía.
Con la agilidad sobrehumana que le proporciona-
ba su traje, Superpaco cogió las armas del suelo. Los
atracadores dieron un paso atrás.
—¡A la caja fuerte! —les ordenó Superpaco.
—Eso —dijo la cajera sacando pecho mientras de-
volvía a su sitio los sacos llenos de montones de billetes.
Los atracadores, que tenían unos buenos sarpu-
llidos y la piel enrojecida, entraron en la caja fuerte
sin rechistar y hasta cerraron ellos mismos la puerta.
Al momento la cajera avisó a la policía mientras los
clientes rompían a aplaudir.
—¡SuperP! ¡Qué emoción!
—¡Una foto, SuperP!
Superpaco y lAS ESTATUAS VIVIENTES
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—¡Un selfi! ¡Aquí, SuperP!
Superpaco saludaba, estrechaba manos y hacía la
señal de la uve en los selfis.
—¡Un hurra por SuperP! —gritó la mujer regordeta.
—¡Hip, hip, hurra! ¡Hip, hip, hurra!
Superpaco saludó a sus seguidores y salió del banco.
A continuación, se encaramó de un salto a uno de los
tejados y desapareció de la vista de los presentes.
Una vez en casa, Superpaco se quitó el traje y volvió
a convertirse en el tranquilo portero de la calle del
Plátano 22.
—Tengo que ir pensando en comprarme una mo-
chila —le dijo a Pepsi—. Cada vez tengo más trabajo,
no puedo perder tiempo viniendo a casa a cambiarme…
1. El HÉROE DE MADRID
27
En la caja que guardaba en su armario había mul-
titud de noticias que Paco había recortado de los
periódicos.
SuperP evita el hundimiento de una torre de oficinas sobre
sus trabajadores y sostiene él solo la estructura de veintidós pisos
mientras la desalojan.
SuperP traslada a una embarazada a punto de dar a luz al
hospital. La ambulancia había quedado atrapada en un atasco
y, tras un viaje por los tejados, la niña nació sana y salva en el
hospital La Moncloa. En honor a él, han llamado a la niña
Pe (de Penélope).
SuperP salva a ochenta gatos, setenta y cuatro perros, cuatro
hámsters, dos conejos y una cotorra del incendio que tuvo lugar
en El Refugio. Dos iguanas y un cerdo vietnamita lograron huir
del fuego y se los busca por los alrededores.
SuperP, ¿alienígena o ciudadano modelo? En todo caso,
héroe de Madrid.
¿Qué sería de la ciudad sin SuperP?,
decía el titular de
otro de aquellos recortes.
Paco Montes miró el reloj. ¡Vaya! Se le había hecho
tarde. Guardó la caja en el armario y se dispuso a lim-
piar el portal.
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Capítulo 2
andrea odIA LAS BODAS
—¿De verdad tengo que ir? —preguntó Andrea.
La niña, vestida con su camiseta del villano Gru, cami-
naba arrastrando los pies. Su madre, Laura, tiraba de
ella con la mano derecha y llevaba a Iñaki colgado de la
mano izquierda.
La parada de metro de Sol parecía un hormiguero.
La gente iba de aquí para allá, de allá para acá. Algunas
personas andaban lentas como las tortugas, mientras
otras resoplaban y corrían para cambiar de andén.
—Pero yo no quiero ir —dijo Andrea elevando la
voz para que su madre la escuchara.
Laura buscaba la salida adecuada, siempre se hacía
un lío. «Por aquí», se dijo, y volvió a tirar de los niños.
—Mamá, ¿me has oído? —insistió Andrea.
Su madre no le hizo caso; ya habían hablado del
tema mil veces. Y la respuesta a todas sus quejas era
que sí, que Andrea tenía que ir a la boda. Y no iba a
ceder ante ningún chantaje.
—No me gustan las bodas —insistió la niña.
—¡Si solo has ido a una! —le contestó la madre.
2. ANDREA ODIA LAS BODAS
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—Y fue horrible. Tuve que bailar
Despacito
con la tía
Marisa dos veces. ¡Todavía tengo pesadillas!
—No seas exagerada.
—No exagero. Dos veces. ¿Acaso no hay una Ley
de Defensa del Menor? Seguro que en algún punto
Superpaco y lAS ESTATUAS VIVIENTES
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dice que tenemos derecho a no ir a bodas. A no hacer
el ridículo bailando con familiares. Los niños somos
muy sensibles; esas cosas nos afectan mucho.
—No digas tonterías. Mira Iñaki… Él no dice
nada —dijo la madre.
El niño suspiró; ya le habían metido en medio, y eso
siempre le traía problemas.
—Iñaki, dile a mamá dónde estabas durante el baile.
Anda, díselo.
Iñaki tenía diez años, uno menos que su hermana,
pero le sacaba una cabeza. Su aire tímido recordaba al
de un hámster (un hámster tímido, para ser exactos).
Con su hermana compartía los ojos de color avellana.
—Iñaki se escondió debajo de la mesa —se chivó
Andrea—. Se metió allí cuando la tía Marisa lo bus-
caba para bailar con él
Duele el corazón,
y ya no volvió
a salir.
—¡Corta el rollo, Andrea! Vamos, es por aquí —dijo
la madre subiendo el último tramo de escaleras para
salir del metro.
Se encontraron en mitad de la plaza de Sol. Hacía
una preciosa tarde primaveral y, al ser sábado, había
2. ANDREA ODIA LAS BODAS
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mucha gente paseando. El reloj de las campanadas
marcaba las cinco y veinte.
—Pues si tengo que ir sí o sí, incluso si tengo es-
carlatina o si sufro una conmoción cerebral, al menos
podrías dejarme ir normal. Normal, mami. No quiero
ponerme un vestido lleno de lazos… —dijo Andrea
enfurruñada.
Superpaco y lAS ESTATUAS VIVIENTES
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—No es un vestido lleno de lazos. Solo tiene
tres —puntualizó su madre.
—¡Tres! ¿Te parecen pocos?
—Uno grande y dos pequeños, que casi no se ven,
en las mangas.
—Y, por si fuera poco, quieres ponerme otro lazo
en la cabeza.
—Siempre queda muy bien un bonito lazo del color
del vestido.
—¡Van a confundirme con un árbol de Navidad,
mamá! —protestó Andrea.
—Bueno, lo compraremos por si acaso te animas
en el último momento —dijo la madre esperanzada.
Y la niña la miró con una cara que decía: “Que te
crees tú eso…”.
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Capítulo 3
NO TARDARÉ MUCHO
—Mira —dijo Iñaki señalando los personajes de Dis-
ney que deambulaban por la plaza.
—A la hermana pequeña de mi amiga Patri la tra-
jeron aquí, le hicieron unas fotos y le dijeron que ha-
bía estado en Disneyland Paris. Es que no te puedes
fiar de los adultos —dijo Andrea mirando de reojo a
su madre.
Un Mickey les ofreció un globo retorcido con for-
ma de perro. Iñaki sacudió la cabeza, ya eran mayores
para esas cosas. Un miembro de la Patrulla Canina se
les acercó para que se hicieran una foto con él.
—¡Uf! ¡Vamos! —dijo la madre.
—Esto ya es otra cosa —dijo Andrea deteniéndose
frente a un Jack Sparrow que se fotografiaba con dos
adolescentes sonrientes.
—Y ahí está el monstruo de
Alien
—dijo Iñaki.
Superpaco y lAS ESTATUAS VIVIENTES
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—¡Cómo mola! —dijo la niña.
—A mí me gustan los mimos… —dijo el niño se-
ñalando a un motorista que permanecía quieto en el
aire, agarrado al manillar de su vehículo tras sufrir un
accidente—. ¿Cómo hacen para estar tan quietos?
—Se toman pastillas de dormir —dijo Andrea.
—¿En serio?
—¿Cómo va a ser en serio? ¡Qué crédulo eres, Iñaki!
Lo que hacen es concentración, como los faquires que
andan sobre el fuego y no se queman.