Sviatoslavich, el discípulo del diablo - Alexandr Fomich Veltman - E-Book

Sviatoslavich, el discípulo del diablo E-Book

Alexandr Fomich Veltman

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Sviatoslávich, el discípulo del diablo nos sumerge en la fascinante Edad Media rusa a través de la extraordinaria historia del hijo menor del príncipe de Kiev, Sviatoslav I, que es secuestrado por el diablo para que, dominado por su magia, extienda el poder infernal por el mundo. Veltman recurre a la ficción y la realidad para crear una novela romántica donde el drama, la tragedia, la magia, el misterio, el terror y la aventura se mezclan con maestría. La presente edición ofrece la primera traducción al castellano de una de las más brillantes obras de Alexandr Fomich Veltman, considerado como el padre de la ciencia ficción rusa. Con ella se recupera a un escritor injustamente olvidado, poseedor de un estilo totalmente personal y con un virtuoso eclecticismo que influyó en tantos escritores posteriores a él como Dostoievski, Zamiatin, Bulgákov o Yan.

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Akal / Básica de Bolsillo / 339

Alexandr Veltman

Sviatoslávich, el discípulo del diablo

Traducción: Manuel Ángel Chica Benayas

Sviatoslávich, el discípulo del diablo nos sumerge en la Edad Media rusa a través de la extraordinaria historia del hijo menor del príncipe de Kíev, Sviatoslav I, que es secuestrado por el diablo para que, dominado por su magia, extienda el poder infernal por el mundo. Veltman recurre a la ficción y la realidad para crear una novela romántica donde el drama, la tragedia, la magia, el misterio, el terror y la aventura se mezclan con maestría. La presente edición ofrece la primera traducción al castellano de una de las más brillantes obras de Alexandr Fomich Veltman, considerado como el padre de la ciencia ficción rusa. Con ella se recupera a un escritor injustamente olvidado, poseedor de un estilo totalmente personal y con un virtuoso eclecticismo que influyó en tantos escritores posteriores a él como Dostoievski, Zamiatin, Bulgákov o Yan.

Diseño de portada

Sergio Ramírez

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Светославич, вражий питомец

© Ediciones Akal, S. A., 2017

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4377-5

A mis abuelos, Ubaldina y Ángel, Rosario y Manuel.

A mis padres, Dolores y Manuel.

A mis hermanos, Ana y Rubén.

A Josefina.

Alexandr Fomich Veltman

Introducción

El autor

Alexandr Fomich Veltman nació en San Petersburgo el 20 de julio de 1800. Tomas Veldman, su padre, descendiente de una familia noble sueca venida a menos (aunque otras teorías señalan su origen alemán), emigró a Rusia e ingresó en el ejército. En 1787 obtuvo la nacionalidad y adoptó la forma rusificada de su nombre, Fomá Fiódorovich Veltman. La madre de Alexandr, María Petrovna Kolpanichova, pertenecía a la alta sociedad rusa. Fomá y María se casaron en 1799. Alexandr fue su primer hijo. Después vinieron Nikolái, Yelizabeta y Vasili.

En un periodo de cinco años, la familia sufrió la desgracia de las muertes de los padres y de Nikolái: en 1816 falleció María; en 1818, Nikolái, y en 1821, Fomá. Yelizabeta y Vasili, menores de edad, fueron criados por dos parientes, Fiódor Ivánovich Yevreínov y su esposa Avdotia Mijáilovna.

Si Pushkin se vio maravillado por las leyendas que le contaba de niño su nodriza, Arina Rodiónova, Veltman afirmó siempre que su amor por la literatura se vio marcado por los relatos que le contaba un ordenanza de su padre, al que llamaba afectuosamente «tío Borís».

El joven Alexandr ingresó en 1811 en el Colegio Universitario para Nobles de Moscú, un centro de enseñanza destinado a hijos de familias aristocráticas vinculado a la Universidad de Moscú (la actual Universidad Lomonósov). Al año siguiente, la familia debió abandonar Moscú a causa de la invasión napoleónica y se estableció en Kostromá hasta el final de la guerra.

Veltman retomó su educación en 1814 cuando acudió a las clases de la escuela privada de los hermanos Terlikov, donde estudió hasta 1816. Ese año entró en la Escuela de Oficiales, futura Academia Imperial Rusa, que el general Muraviov fundó y estableció en su propia casa. Graduado en 1817 con el grado de alférez, Veltman fue enviado a Tulchin, en el sur de Ucrania, donde entró en contacto con los decembristas que protagonizaron el levantamiento del 26 de diciembre de 1825. A pesar de contar con buenos amigos entre ellos, Veltman no tomó parte en la sublevación. En Tulchin se le encomendó una misión topográfica en Besarabia, donde pasó 13 años de su vida, de 1818 a 1831.

En 1820 Veltman conoció a Alexandr Pushkin en Kishiniov. El amor por la literatura facilitó que ambos trabasen amistad rápidamente. El propio Pushkin admiró y elogió públicamente la poesía de Veltman.

En 1825 Veltman compuso su primera novela, El fugitivo, escrita en verso, y que dedicó al matrimonio Yevreínov, que acogió a sus hermanos Yelizabeta y Vasili tras la muerte de sus padres. Esta primera novela fue publicada seis años más tarde, en 1831.

Entre 1828 y 1829, Alexandr Veltman participó en la Guerra ruso-turca, por la que es condecorado con la Orden de San Vladimiro (de segundo grado). Pero su deseo de dedicarse por completo a la literatura le llevó a retirarse del ejército en 1831 con el grado de teniente coronel.

Alexandr se sobrepuso a la negativa familiar y contrajo matrimonio en 1832 con su prima hermana Anna Pávlovna Véidel, con quien tuvo una hija, Nadezhda, nacida en 1837. Su nueva situación como padre de familia le obligó a buscar nuevos ingresos. A pesar de su incipiente éxito como escritor y de la pensión militar, la familia pasó dificultades económicas. Veltman fundó una revista, Cuadros del Mundo, pero fracasó estrepitosamente y terminó casi arruinado. Es durante esta década cuando publicó el grueso de su producción.

En 1842 fue nombrado asistente del director del Museo del Palacio de la Armería del Kremlin de Moscú, lo que le permitió liberarse de las cargas económicas y vivir holgadamente. Su producción literaria siguió aumentando y Veltman profundizó además en su interés por la arqueología. Por otro lado, entre 1849 y 1850 compartió la edición de la revista literaria El Moscovita con Mijaíl Pogodin.

Su esposa Anna falleció en 1847. Veltman volvió a casarse en segundas nupcias en 1850 con la escritora Yelena Ivánovna Kube (que a partir de entonces firmaría sus obras como Yelena Veltman), con quien tuvo un hijo y una hija. En 1852 Veltman fue nombrado finalmente director del Museo del Palacio de la Armería del Kremlin, y en 1854, miembro de la Academia de Ciencias. A partir de entonces alternó su producción literaria con la publicación de numerosas obras de carácter científico. Su esposa Yelena falleció el 1 de marzo de 1868. Alexandr Veltman lo hizo en Moscú el 23 de enero de 1870.

Obra

La producción de Alexandr Veltman se extiende entre los 45 años que distan desde la publicación de su primera obra, Fundamentos elementales de aritmética, con sólo diecisiete años, hasta la publicación de la última, Los rápidos del Dniéper según Constantino Porfirogéneta, con sesenta y ocho, casi dos años antes de su muerte. Curiosamente, el autor abrió y cerró su producción literaria con estas dos obras de carácter científico.

Su obra puede dividirse en tres grupos principales: ciencia, poesía y novela. Dentro de su vertiente científica nos encontramos en primer lugar con la obra citada más arriba: Fundamentos elementales de aritmética. Publicada en 1817 cuando Veltman aún estudiaba en la Escuela de Oficiales, es un libro de texto que fue usado durante años en las escuelas de Rusia. Así comenzaba un camino que se anunciaba únicamente científico, pero que pronto tuvo que ser compartido con su producción literaria de ficción. Su estancia en Besarabia le llevó a escribir en 1828 Descripción de la historia antigua de Besarabia. Atraído por la arqueología y la historia de Rusia, publicó, entre otras, Del Señor Nóvgorod el Grande, en 1834; Antiguos nombres propios eslavos, en 1840; Principales monumentos del Kremlin de Moscú, en 1843; El Palacio de la Armería de Moscú, en 1844; Atila y la Rus: siglosivyv, en 1858; El cantar de los ejércitos de Ígor Sviatoslávich, príncipe de Nóvgorod-Séverski, contra los polovtsianos en el año 1185, en 1866. Sus cargos, primero como asistente del director y después como director, en el Museo del Palacio de la Armería del Kremlin de Moscú ayudaron a Veltman en la redacción de estas obras de carácter científico, que le permitieron ser nombrado, como ya apuntamos, miembro de la Academia de Ciencias en 1854.

La poesía es otro género que también lo acompañó durante toda su vida. Influido por la tradición oral, Veltman la cultivó desde la adolescencia. Durante su destino en Besarabia compuso versos satíricos y humorísticos que leía a sus compañeros de armas, que los apreciaban y le instaban continuamente a escribir. Su encuentro con Pushkin en 1820 supuso un punto de inflexión en su forma de hacer poesía, impulsado por las creaciones del autor de Yevgueni Oneguin. Su poesía se hizo más reflexiva y comenzó ya a incorporar las características que distinguirán toda su producción: una mirada al pasado que mezcla melancolía y optimismo, la creación de un mundo imaginario propio y la búsqueda de las raíces culturales e históricas de la nación rusa. No fue hasta los años cuarenta cuando Veltman retome de nuevo la poesía en forma de cuentos en verso, al estilo de los de Pushkin, inspirados en el folclore eslavo: Troián y Anguelitsa, en 1846, y Zlatói y Bela. Un cuento checo, en 1850. Veltman se plantea igualmente terminar el drama en verso inacabado de Pushkin La ondina, pero abandona este proyecto abrumado por la idea de no otorgar a sus versos la calidad exigida para tal empresa.

A medio camino entre la poesía y el género novelístico encontramos su primera novela, la obra en verso El fugitivo. Escrita durante su estancia en Besarabia, fue publicada por entregas en la revista literaria El Hijo de la Patria a partir de 1825, y sólo de forma independiente en 1831. Su redacción estuvo influida por la novela en verso de Byron que tanta influencia tuvo en los autores románticos (recordemos Yevgueni Oneguin), y más directamente por El prisionero del Cáucaso, de Alexandr Pushkin, en cuanto a temática. En esta novela, Veltman realiza una descripción de la naturaleza salvaje y de los sentimientos humanos muy acorde con la tradición romántica.

También cultivó, aunque en menor medida, el teatro. Su drama en verso Los bosques de Múrom o la elección del atamán se publicó en 1831 y se representó tres años después en el teatro Bolshói de Moscú. La «Canción de los bandidos» contenida en esta pieza y compuesta al estilo de las canciones de bandidaje del folclore ruso alcanzó una gran popularidad y se le llegó a poner música en numerosas ocasiones.

Pero es en la novela en prosa donde Veltman impuso un estilo propio, combinando la tradición popular, los nuevos temas característicos del Romanticismo y su mundo personal. Recogió y reelaboró leyendas y cuentos folclóricos, con gran atención a la historia de Rusia. Las bylinas supusieron para el autor una fuente inagotable de inspiración, tanto en su forma como en su fondo. El gusto romántico por lo gótico, lo oculto, lo terrorífico, por las pasiones desenfrenadas y la nostalgia por los tiempos remotos también encontraron un lugar preeminente en la creación de Veltman. Todo esto, unido a su amor por la historia, la arqueología y la ciencia, le permitió crear mundos fantásticos en los que tiene cabida la ciencia ficción, y en los que creó una personalísima versión de la novela histórica, género cultivado hasta la actualidad por autores como Walter Scott, Victor Hugo, Alexandre Dumas, Alexandr Pushkin, Lev Tolstói, Henryk Sienkiewicz, Robert Louis Stevenson, Charles Dickens, Mika Waltari, Robert Graves o Marguerite Yourcenar. La novela histórica aún es hoy en día un género tremendamente popular y apreciado.

Los años treinta y cuarenta fueron los más fecundos en la producción de Veltman y en los que se forjó el éxito que lo acompañaría toda su vida. La primera novela en prosa en aparecer fue El peregrino, en 1931. Su éxito fue fulminante. La obra caricaturiza el género de viajes: el protagonista recorre tanto tierras imaginarias como lugares conocidos por el autor y mantiene conversaciones con las gentes con las que se encuentra en lenguas como el griego, el rumano o el yiddish. En estas conversaciones Veltman expone su ideario artístico y filosófico.

En 1833 se publicó Koschéi el Inmortal. Veltman refunde la conocida leyenda recogida en bylinas y cuentos populares del esqueleto inmortal que domina naciones y seduce mujeres. Aquí el protagonista, absorbido por las leyendas populares rusas (como un trasunto de don Quijote), cree que su esposa ha sido raptada por Koschéi y se lanza a su rescate. Esta novela supuso igualmente otro gran éxito de crítica y público.

Ese mismo año Veltman publicó una novela que constituirá un hito en su creación: Año MMMCDXLVIII. Un manuscrito de Martyn Zadeka. La obra puede ser considerada una de las primeras novelas de ciencia ficción tal como la conocemos hoy en día: un viajero del tiempo abandona la Edad Media para llegar al imaginario país balcánico de Bosforania en el siglo xxxv; una vez allí presta su ayuda al bondadoso rey Ioann, que lucha contra su malvado hermano gemelo Eol, quien desea destruir el país (aquí podemos ver el germen de nuestro Sviatoslávich, el discípulo del diablo). Mezclando aventuras con los conceptos filosóficos más progresistas de la época, Veltman utiliza para dar un mayor peso a su texto el recurso de afirmar que él no es más que el recopilador de un manuscrito de Martyn Zadeka. Martyn Zadeka (o Zádek en algunas versiones) es un personaje legendario del siglo xi que, después de muerto, regresaba de la tumba para profetizar. Durante todo el siglo xviii y comienzos del xix se publicaron en Europa numerosos libros anónimos atribuidos a Zadeka que supusieron un gran éxito de ventas y de público, aunque no tanto de crítica. Pushkin cita a Martyn Zadeka como una de las lecturas predilectas de Tatiana en el capítulo V de Yevgueni Oneguin. Considerada por algunos como una primitiva distopía, Año MMMCDXLVIII. Un manuscrito de Martyn Zadeka influyó indudablemente en Nosotros, de Yevgueni Zamiatin, que a su vez inspiró otras novelas más conocidas en Occidente como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell.

El sonámbulo: un acontecimiento vio la luz en 1834. Narra una historia de amor durante la invasión napoleónica. El protagonista, después de numerosas aventuras, descubre que su amor es imposible, pues su amada no es otra que su propia hermana. El argumento le sirve al autor para realizar una descripción detallada de la vida de las clases humildes y para exponer sus ideas filosóficas y sobre el valor de la educación como instrumento de futuro. La influencia en Dostoievski se hace palpable, sobre todo, a través de la figura del personaje protagonista.

Veltman publicó en 1835 Sviatoslávich, el discípulo del diablo, novela a la que, por supuesto, dedicaremos un apartado más adelante.

Otra novela que pertenecería por derecho propio al género de la ciencia ficción es Los antepasados de Calimero: Alejandro, hijo de Filipo de Macedonia. Publicada en 1836, en ella se cuenta el viaje que lleva a cabo el narrador a la antigua Grecia con el fin de descubrir sus secretos militares. Allí conoce a Filipo II, a Alejandro Magno y a Aristóteles. La figura del protagonista, es decir, del narrador, no es otra cosa más que un remedo de Napoleón Bonaparte, cuya invasión de Rusia en 1812 dejó una fuerte huella en el autor. Este mismo tema es retomado en 1840 en El general Calomeros: durante su invasión a Rusia, Napoleón se enamora de una joven rusa a la que trata de conquistar bajo el nombre de general Calomeros.

Raina, reina de Bulgaria se publicó en 1843. Con ella el autor vuelve a introducirse en la historia de los pueblos eslavos. Su argumento se sitúa en la campaña del príncipe Sviatoslav I contra los búlgaros. Raina es heredera de los poderosos personajes femeninos de la literatura clásica, y ofrece un novedoso y atrevido contrapeso a la figura del príncipe ruso, su enemigo.

A partir de 1848 y hasta 1862 Veltman comenzó a publicar una serie de cuatro novelas agrupadas bajo el título genérico de Aventuras sacadas del mar de la vida y compuesta por Salomé, El hechicero, Sara, la discípula y Felicidad e infelicidad. Una quinta novela, no publicada entonces, lleva por título El hijo adoptivo. En ellas Veltman traza un gigantesco fresco de la sociedad rusa de su tiempo, de los problemas entre las diferentes clases sociales y critica el abandono de la felicidad que ofrece la vida sencilla en pos de la frivolidad de la vida en las grandes ciudades.

Sviatoslávich, el discípulo del diablo

Sviatoslávich, el discípulo del diablo fue publicada en 1835. Ya desde el título podemos adivinar la mezcla de historia y terror que tanto gustaba a su autor. En esta novela Veltman nos relata la introducción del cristianismo en la Rus, pero lo hace fundiendo historia y ficción a partes iguales. El resultado es una fascinante ucronía en la que se nos propone una hipótesis: la historia que conocemos sobre la llegada del cristianismo a Rusia es sólo una versión oficial; la verdadera está dominada por las fuerzas diabólicas, la magia y el paganismo.

El planteamiento es el siguiente: el diablo secuestra del vientre de la madre al cuarto hijo (en la realidad sólo tuvo tres, al menos conocidos) de Sviatoslav I, príncipe de Kíev entre 945 y 972. El niño robado, Sviatoslávich (es decir, hijo de Sviatoslav) es educado en los preceptos demoníacos para que cuando crezca (lo hará rápidamente gracias a la magia) se enfrente a su hermano Vladímir (futuro Vladímir I, instaurador del cristianismo en la Rus) con el fin de vencerlo y extender el poder infernal por el mundo.

La acción de la novela se sitúa por lo tanto en la Rus de Kíev, ese primer estado eslavo, tan fascinante y tan poco conocido en Occidente, que existió desde 882 hasta 1240 y del que emergieron naciones como Rusia, Ucrania o Bielorrusia. Se ambienta, más concretamente, en el siglo x, en el periodo comprendido entre la última campaña del príncipe Sviatoslav I, dirigida contra Bulgaria y Bizancio en el año 969, y la cristianización de la Rus de la mano de Vladímir I en 988 (aunque esta fecha varía ligeramente según los autores). Entre estos dos acontecimientos (a continuación haremos un breve spoiler histórico; quien no quiera leerlo que pase directamente al párrafo siguiente) tienen lugar la muerte de Sviatoslav I, las luchas entre sus hijos Oleg, Yaropolk y Vladímir por hacerse con el poder del gran principado, la muerte de Oleg a manos de Yaropolk, la muerte de Yaropolk a manos de Vladímir y la subida de este último al trono de Kíev. Veltman relata con fidelidad estos hechos históricos, pero, por supuesto, los maneja según sus necesidades y según el decoro necesario en la época. Baste decir que todas las tropelías cometidas por Vladímir hasta hacerse con el trono, o son eliminadas (como la violación de Rogneda, Rokguilda en la novela), o son cometidas por su diabólico doble Sviatoslávich (como el asesinato de su propio hermano Yaropolk).

Igualmente se omite en la novela el famoso proceso de elección del cristianismo ortodoxo por parte de Vladímir I como religión de la Rus, presentándonoslo el autor como un suceso lógico e inevitable inspirado por los cielos. Aunque también influyeron otros factores, principalmente políticos, Néstor el Cronista nos cuenta que en 986 Vladímir hizo venir a embajadores de distintas fes para poder tener conocimiento de ellas y elegir la que más le conviniera. Encontró que los musulmanes no comían cerdo, no bebían alcohol y se circuncidaban; que los cristianos de Occidente ayunaban y eran muy restrictivos en cuanto al sexo; que los judíos no comían cerdo ni conejo, se circuncidaban y no tenían tierra. Juzgó que todo eso era impensable para la Rus y eligió como fe la de los bizantinos, seducido por su grandeza y por ser más permisiva con todas las prohibiciones y obligaciones de las anteriores.

Una novela romántica del Siglo de Oro

Sviatoslávich, el discípulo del diablo es una novela perteneciente al Siglo de Oro de la literatura rusa. Fue escrita bajo el reinado del zar Nicolás I, que gobernó entre 1825 y 1855. Algo más tolerante que su antecesor, su hermano Alejandro I, este zar atenuó en cierto grado la censura y promovió moderadamente la cultura y el arte, aunque siguió reinando de manera autocrática. Por ello tenían gran aceptación las obras que trataban el pasado glorioso de Rusia, aunque debían suavizar sus aspectos más espinosos o comprometidos. En 1830, cinco años antes de la aparición de Sviatoslávich, el discípulo del diablo, Pushkin había terminado la composición de su novela en verso Yevgueni Oneguin, publicada primeramente por entregas y sólo de forma completa en 1833. Otras obras anteriores de Pushkin de las que podemos encontrar huellas en nuestra novela son Ruslán y Liudmila (1820), El prisionero del Cáucaso (1821), El negro de Pedro el Grande (1827), Poltava (1829), Borís Godunov (1831), cuentos como El zar Saltán (1831) o El gallo de oro (1834) y El jinete de bronce (1833). De 1835 datan Noches egipcias y Escenas de tiempos caballerescos.

Nikolái Gógol publicó en 1835 Tarás Bulba, y Veladas en un caserío próximo a Dikanka vio la luz en 1832. Lérmontov ya había dado a conocer sus primeros poemas en 1828, año en el que también publicó El prisionero del Cáucaso y El corsario. Es precisamente en 1835 cuando estrenó su famoso drama El baile de máscaras. Yevgueni Baratynski publicó en 1831 La gitana, y anteriormente Los festines (1826) y El baile (1828). Alexandr Griboiédov había agitado a la sociedad rusa biempensante en 1825 con La desgracia de ser inteligente. No podemos olvidar tampoco la influencia que Veltman recibió de Nikolái Karam­zín, representante del sentimentalismo (o prerromanticismo) ruso que repartió su obra, de forma similar a la del propio autor, entre la ficción y la historia. Con novelas históricas como Natalia, la hija del boyardo (1792) y La gobernadora Marfa (1802), Karamzín sentó las bases de lo que será el género en los años venideros. Y se hace evidente, por supuesto, la influencia que ejerció su monumental Historia del Estado ruso (1818), en ocho tomos, que inspiró a tantos escritores de la época y posteriores y que despertó en Rusia el interés por su historia, acentuada por la invasión napoleónica de 1812.

En el mundo de la música, Glinka no tardará en refundir la ópera italiana en los moldes de la tradición musical rusa con La vida por el zar (1836) y Ruslán y Liudmila (1842), basada esta última en la obra homónima de Pushkin. Las artes plásticas comenzarán una ardua andadura con pintores como Orest Kiprenski, Karl Briullov, Vasili Tropinin o Pável Fedótov, que reflejan en sus obras la convulsa sociedad de la época, pero que no se olvidan de los temas populares ni abandonan del todo el clasicismo.

Influencias

Además de verse influido inevitablemente por las corrientes románticas de la época, por la literatura medieval rusa (con la publicación en 1800 del monumento que es el Cantar de las huestes de Ígor) y de utilizar el folclore como base para su creación, Veltman toma también como fuente de inspiración la magna obra de Néstor, Relato de los años pasados. Néstor (1056-1114), monje del monasterio de las Cuevas de Kíev, fue el primer cronista que relató la historia de las tierras rusas desde la creación del mundo hasta la misma época en la que fue redactada la obra. A pesar de que Néstor mezcla inevitablemente historia con leyenda, el Relato de los años pasados ofrece una fiel descripción de la historia rusa hasta el año 1110. La parte dedicada por Néstor a la figura de Vladímir I es de las más extensas y detalladas de la obra, por lo que Veltman cuenta con un «inconmensurable cáliz», como él mismo afirma en la novela, del que extraer un magnífico material histórico con el que alimentar su fantasía.

Personajes principales

El personaje de Vladímir I va a ser precisamente el centro de Sviatoslávich, el discípulo del diablo. Todo lo demás girará siempre alrededor de él. Podríamos incluso pensar que la novela fue escrita sólo para justificar la composición de este personaje. El autor no huye de la crudeza de los hechos históricos, pero sí se muestra bastante generoso con Vladímir: nos lo describe joven, apuesto y virtuoso, con una innata repulsión hacia el paganismo y la mentira, y predispuesto siempre a la bondad más pura y desinteresada. Su personaje no llega a resultar plano gracias a la combinación de sentimientos que lo humaniza y lo acerca al lector.

Frente a él tenemos a Sviatoslávich, personaje en el que se reúne (a modo de un míster Hyde ruso) toda la parte negativa del Vladímir histórico: todos sus actos viles y sus crímenes reales son en la novela llevados a cabo por Sviatoslávich, dejando limpia el autor la reputación del auténtico Vladímir. A pesar de que todos los personajes de la novela son hasta cierto punto prototípicos, el de Sviatoslávich es sin duda el mejor trazado y el de mayor relieve psicológico. Es el único que describe un arco significativo desde el principio de la novela hasta el final, desde que es un niño inocente que comienza su educación y adoctrinamiento por parte de las fuerzas oscuras, hasta que se convierte en un adulto que asume sus acciones y que llega a ser capaz de decidir. Sviatoslávich es el verdadero héroe romántico de la novela, pues, incapaz de escapar a su origen noble y virtuoso (no olvidemos que es hijo de Sviatoslav I), se ve obligado a actuar bajo las órdenes de su padre adoptivo, Satán. Las simpatías de Veltman hacia este personaje son claras: le regala una historia de amor humana, idealizada y romántica muy poco habitual hasta el momento en un servidor del diablo.

También podemos establecer una dualidad similar entre los dos personajes femeninos protagonistas, María y Rokguilda. Ambas se sitúan en un juego de simetrías que tiene como eje al príncipe Vladímir: si María, prototipo de mujer cristiana educada para la casa, ama y es amada (a su manera) por el príncipe Vladímir, Rokguilda, pagana de fuerte carácter y que odia a Vladímir por ser el causante de la muerte de su padre y de sus hermanos, se ve obligada en un primer momento a un matrimonio con él por motivos políticos. María y Rokguilda, por tanto, son rivales sin existir un conflicto personal entre ellas.

Veltman utiliza en su novela personajes históricos (Vladímir, María, Rokguilda, Sviatoslav I, Oleg, Yaropolk, Sigmundur Brestisson, Erik VIII el Victorioso, Rógvolod de Pólotsk) que otorgan verosimilitud a la narración, aunque el autor los modifica y utiliza según sus necesidades. Pero también introduce personajes ficticios que le permiten acceder con mayor facilidad a un plano fantástico y hacer que funcionen como el sustento necesario para que se ponga en marcha el renovado escenario en el que se mueven los personajes históricos, protagonistas de la novela. Entre estos personajes ficticios, aparte de Sviatoslávich (evidentemente), tenemos el magnífico personaje de Mókosh. Mókosh es el anciano guardabosques de Vladímir que encuentra al recién nacido Sviatoslávich en el bosque, lo acompaña en su rápido crecimiento y le enseña cómo es la vida en la tierra (convirtiéndose así en su abuelito humano), a la vez que él mismo aprende gracias al niño la existencia de las fuerzas diabólicas. Mókosh representa la inocencia más pura, la vida sencilla alejada de la ambición de los poderosos: su único objetivo es vivir en paz de su trabajo sin molestar ni ser molestado. A pesar de su innata credulidad (o tal vez gracias a ella), podemos ver en él a un antepasado de los personajes de Tolstói o, más tarde, también de Chéjov. El anciano Mókosh es el símbolo del pueblo ajeno a la ambición de sus amos que se ve obligado a correr tras ellos para, de alguna manera, esquivarlos y poder vivir su vida con tranquilidad.

Otro personaje ficticio de peso es el de la Princesa-Príncipe. Protagonista de la leyenda que narra un juglar en la segunda parte de la novela, su historia se entremezcla con la realidad ficcional, habiendo aparecido ya antes el personaje de incógnito y siendo más tarde una pieza esencial en el desarrollo de la novela. La Princesa-Príncipe es una dama bizarra. Es decir, la versión femenina del caballero andante. Ocultando su verdadera identidad bajo un nombre masculino, el del Príncipe Heredero, es poseedora de un gran valor y de una gran habilidad con las armas, lo que le permite enfrentarse a los más arriesgados peligros y a los enemigos más aguerridos. Aunque la figura de la dama que va a la guerra disfrazada de hombre es habitual en toda la literatura (recordemos la Commedia dell’Arte o las comedias españolas del Siglo de Oro), nuestra Princesa-Príncipe se convierte en guerrero, digamos, por propia voluntad. Pero todo esto no impide que conserve intacto el ideal romántico femenino, sabiendo estar a la altura de la clase a la que pertenece y conquistando los corazones más valerosos.

Folclore

Una peculiaridad de la novela es estar trufada de canciones y leyendas inspiradas en el folclore popular. Estas le sirven al autor para dar una mayor verosimilitud a su narración a la vez que, de esta manera, consigue ambientarla en un momento histórico determinado. Con ellas, el pueblo tiene una voz propia, participa de lo que ocurre y lo comenta al modo de un antiguo coro griego.

Si, por una parte, las canciones funcionan como comentario a lo sucedido o expresan los sentimientos más ocultos de los personajes, las leyendas, por otra, llegan a entremezclarse con la acción principal, influyendo en ella y modificándola. Tengamos en cuenta la leyenda de la Princesa-Príncipe, enraizada con el desarrollo de la novela de forma inevitable. Y a su vez, esta leyenda contiene el bellísimo episodio del bogatyr Kolechische. Los bogatyres son valerosos héroes generalmente de aspecto gigantesco y enorme fuerza capaces de grandes proezas que pueblan las bylinas y los cuentos populares. Aquí el autor utiliza a Kolechische para llevar a cabo una misión que resulta crucial para la leyenda de la Princesa-Príncipe, que a su vez, como ya hemos señalado, influirá en el desarrollo de la acción de modo crucial. Se crea así un hipnótico efecto que convierte a la novela en una rica suerte de juego de muñecas rusas.

Sviatoslávich, el discípulo del diablo es, en definitiva, una mezcla perfecta de reconstrucción histórica, drama, tragedia, novela de aventuras, novela gótica, de magia y de amor. El texto, perfectamente equilibrado, desprende siempre un humor sutil e inteligente que eclosiona incluso en los momentos más decisivos. Baste citar el encuentro de Vladímir con el Príncipe Heredero (alter ego de la Princesa-Príncipe), en el que tiene lugar una situación propia de una comedia de enredo: la irrefrenable atracción homosexual de Vladímir hacia el joven guerrero.

Nuestra traducción

Una novela tan especial como Sviatoslávich, el discípulo del diablo necesita una lengua igualmente especial. El original ruso posee una extremadamente poética plagada de arcaísmos y expresiones arcaizantes que no sólo logran ofrecer una pátina de antigüedad al texto sino que en algunos momentos reproducen con naturalidad la lengua medieval rusa. Esta riqueza extrema de vocabulario responde a la descripción minuciosa que hace el autor de hechos históricos, lugares, costumbres y de la vida cotidiana en la Rus del siglo x. Veltman también utiliza citas provenientes de obras literarias (como del Relato de los años pasados) y del acervo cultural del pueblo ruso. Gracias a todo ello el autor recrea con gran maestría la sociedad medieval rusa.

En la presente traducción hemos guardado la más estricta fidelidad al texto ruso original. La poesía que encierra la prosa de Veltman ha sido vertida a la lengua castellana de la forma más respetuosa y precisa. Determinadas palabras y expresiones medievales del original han sido traducidas al castellano siempre y cuando se ha encontrado un equivalente muy cercano a su forma rusa que no añadiera otras connotaciones. Cuando esto no ha sido posible, se ha recurrido a las notas a pie de página para que el lector español pueda apreciar la pureza y la opulencia originarias, conservando inalterado su sabor inequívocamente ruso. También aprovechamos las notas a pie de página y un listado de personajes para ofrecer al lector un comentario sobre los diferentes hechos y personajes históricos, así como otros elementos, con el fin de crear unas condiciones ideales que faciliten la total comprensión del texto.

Sviatoslávich, el discípulo del diablo es la obra de un historiador y a la vez de un escritor. Es un mosaico en el que Veltman muestra su erudición sobre todo aquello de lo que escribe, uniendo con maestría historia y ficción dentro de una novela fruto de la fusión de diferentes géneros literarios que van desde la novela histórica a la gótica, de la poesía al folclore, del cuento a las bylinas.

Además de permitir sumergirnos en la fascinante Edad Media rusa, Alexandr Veltman nos ofrece una magnífica y extraña, por lo poco habitual de sus características, novela romántica de aventuras, magia y misterio. Por fin podemos recuperar a un escritor injustamente olvidado, poseedor de un estilo totalmente personal y con un virtuoso eclecticismo permitido solamente a unos pocos y que influyó en tantos escritores posteriores a él como Fiódor Dostoievski, Yevgueni Zamiatin, Mijaíl Bulgákov o Vasili Yan. El lector tiene ahora la oportunidad de comprobar todo ello por sí mismo.

Quisiera mostrar mi agradecimiento a Olga Kundro, Olga Palamar y al gran Jorge Roussel por su lectura del texto, sus consejos y su paciencia. A mi querido profesor Julio Vielva, que marchó antes de poder ver terminada esta traducción: ¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! A mis padres, a mi hermana Ana y a Rubén. A Josefina, auténtica dama bizarra.

Manuel Chica Benayas

Madrid, diciembre de 2016

SVIATOSLÁVICH, EL DISCÍPULO DEL DIABLO.

UN PRODIGIO DE LOS TIEMPO DE VLADÍMIR EL SOL ROJO

Primera parte

I

Sobre Kíev se cierne una nube negra. Perun[1] Tonante galopa de uno a otro lado, hace silbar la ventisca y chasquea su rayo mientras cabalga. Los caballos se encabritan y golpean el cielo con sus cascos; hierven con fogosidad y corren desde el norte hasta el mar Cálido[2]. El cielo se quiebra. Gime la tierra. El crepúsculo vespertino llora con lástima: al encontrarse con Perun, dejó caer de miedo el cáliz del rocío. El cáliz se rompió y vertió las perlas del cielo sobre la tierra.

Murmura el Dniéper. Roe sus orillas, quiere ser mar. Un torbellino gira alrededor de su estruendoso vórtice junto al palacio principesco, sobre la colina. Las gentes de Kíev se despertaron. En la corte no era ni de día ni de noche. Las lenguas quedaron inmóviles, los rezos enmudecieron. «Una desgracia se oculta en este mundo», nos dice el alma. Y el corazón se heló del miedo y dejó de latir.

Sobre la torre de los aposentos de los príncipes, en la chimenea, se posó un búho y comenzó a cantar proféticamente. Cerca de la chimenea susurraban dos voces. Sus palabras caían y resonaban como el granizo más pesado sobre un techo de tablas. Un centinela sordomudo[3] del príncipe las oye y calla como una tumba.

—¡Escucha! ¡Escucha! –se siente desde la torre.

—No oigo nada –contestó una segunda voz.

—¡Escucha! Aquí se oye mejor, acércate... ¡Escucha! ¡Todo saldrá bien! ¡Crecerán nuestros dominios!

—No oigo nada. Y tampoco me meteré ahí. ¡Es un lugar cristiano! Sus rayos de luz son como agujas, como verdades humanas, y hieren los ojos. Y sus hermosos sonidos aturden los oídos. Además, ¡han construido un palacio! ¡Qué bien! ¡De maravilla! ¡Entrar a través de algo tan propio para nuestro hermano como la chimenea, la estufa o el horno sería estupendo! ¡Pero así no! ¡Todos esos enemigos están protegidos por cruces!

—¡No te enfades, diablillo, encontraremos un sitio! ¿Quién puede vivir sin nosotros? ¡Chis! ¿Oyes?

—¡Ni una palabra!

—¡Escucha! ¡Escucha! ¡Amigo, corre a llamar a la partera! ¡Prepara la cuna! ¡Avisa al ama de cría!...

—Pero, dime, ¿qué es lo que ocurre en los aposentos de los príncipes?

—¡Qué rápido nos toman la delantera! ¡Al final tendremos que ver la cruz sobre nuestra querida colina! El príncipe y la princesa discuten sobre cómo llamar, qué nombre dar a su futuro hijo. La princesa dice que Skjöld, un nombre de los suecos bautizados. ¡Eso nos arruinaría! El príncipe quiere llamarlo Tur... ¡Escucha! ¡La princesa llora y gime! ¡Enloquece! ¡El príncipe también se vuelve loco! ¡Escucha! ¡Maldice a su hijo! «¡Ojalá que tu vientre se malogre!», dice... ¡Vete! ¡Vete, diablillo! ¡Busca a la partera!

El búho ululó de nuevo sobre la chimenea de la torre de los príncipes. Empezó a canturrear, echó una mirada a la oscuridad con ojos de fuego y batió las alas. El perro guardián se encrespó y tembló el centinela sordomudo. Un rayo atravesó el cielo. Perun Tonante dio la vuelta repentinamente a sus caballos y galopó de uno a otro lado. Las gentes de Kíev se reunieron y comenzaron a rezar.

—¡Una desgracia se esconde en este mundo! –nos advertía el alma. Y el corazón callaba.

Se oyeron de nuevo las voces sobre la torre de los príncipes. Sonaron oscuras las palabras, como granizo sobre un techo de tablas.

—¡Salud! ¿Va todo bien?

—¡Corre a ayudar en el parto! ¡Todo lo que esté en su vientre es nuestro!

—¡Vaya, bonito regalo! Y ¿cómo voy a entrar en la torre?

—Aquí está el hueco en la chimenea, y aquí hay una rendija, y aquí una cerna podrida a lo largo de todo este travesaño. O simplemente por la tarima, por la pared, por esa esquina...

—Pero ¡quién puede pasar por ahí! Como si en el palacio no hubiera puertas ni ventanas...

—Muchas, pero ¡santificadas con cruces y más cruces! Vamos, entra, ¡entra, partera, antes de que el gallo traiga la mañana! ¡Eh, has engordado! ¡Como sigas así podrán verte hasta los ojos cristianos!

—¡Bueno, vamos a ver! ¡Ay! ¡Me he atascado!

—¡Estréchate más! ¡Y estírate como un hilo! ¡Yo desde aquí te empujaré dentro de la torre por este agujero!

—¡Me estás retorciendo el cuello, condenado!

El búho comenzó a batir las alas sobre la chimenea y cantó con un presagio lúgubre. El cielo se prendió y tronó. Un estrépito recorrió las orillas del Dniéper. La tierra tembló, aullaron los perros guardianes y se estremecieron las gentes de Kíev.

El dormitorio del gran príncipe[4] de Kíev estaba oscuro. Una antorcha ardía débilmente ante el altar pagano. Sólo de vez en cuando la luz de sus rayos brillaba sobre las armas colgadas en las paredes: sobre los arcos de plata cumanos[5], en las espadas y sables yasos[6] y kasogos[7], en las lanzas bosniacas[8] y en las ochenta llaves de oro de Bulgaria. En lugar de una cama de plumas había un gran banco de roble con un gran cabecero, y sobre el banco estaba extendida una piel de ciervo. No era cómodo, pero el audaz y valeroso príncipe Sviatoslav duerme un profundo sueño.

Pasado y futuro se entremezclan en su sueño. Ve a los jázaros[9] extender su poder desde el mar Ruso[10] hasta el Oká. Ellos expulsaron a los búlgaros[11] del río Bélaia y tomaron Bólgar, su próspera capital. Y los viátiches[12], sus vecinos, corrieron como una nube rota por el viento y llenaron el aire con estas palabras: «No queremos pagar a los judíos[13] ni en especie ni en monedas. ¡Sal en nuestra defensa, Sviatoslav, con tu gran poder!». Sviatoslav parte con sus huestes de kievitas, kríviches[14] y drevlianos[15] hacia Rímov. Toma Sarkel[16], reduce a escombros la gran fortaleza y persigue a los jázaros con su látigo. Los jázaros huyen por las estepas como cuervos negros. Y Sviatoslav vuelve a casa y recibe los regalos de Tor, reducto de los bosniacos. Los judíos jázaros lo reciben con oro cerca del Volga. Los alanos, sus vecinos, también. Desde el Volga regresa Sviatoslav a través de las tierras de los yasos y los turcomanos[17], que viven a orillas del lago Torazhskoie, y alcanza la desembocadura del Don. Durante su camino de vuelta recibe nuevos regalos de los nómadas cumanos.

El camino de Sviatoslav Ígorevich se cubre de oro y de gloria, pero todo eso le resulta poco: al mediodía todo el cielo está cuajado de oro y recubierto de piedras brillantes.

Y he aquí que las ligeras alas del sueño lo llevan más allá del Danubio. Alcanza con rapidez sus altas orillas, que se juntan con el cielo. Los prados están cubiertos por una alfombra de seda. El sol es ardiente, pero las aguas y los bosques respiran frescor. Los claros arroyos de diamantina corriente fluyen desde las montañas. La sed los besa, y los fatigados guerreros se zambullen en sus aguas. A lo lejos se escucha un caramillo. El eco comparte su tristeza... Pero Sviatoslav sólo oye las poderosas trompetas que lo llaman al combate. Aquí, en la espesura de los bosques, se encuentra la gran Preslav, capital del rey de Bulgaria, que brilla con sus tejados dorados y descansa en la profundidad de las montañas.