Teología Fundamental - Jutta Burggraf - E-Book

Teología Fundamental E-Book

Jutta Burggraf

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Beschreibung

La Teología Fundamental se ocupa de los "fundamentos" de toda labor teológica: la Revelación de Dios al hombre y su transmisión en la Iglesia, el deseo de Dios y las razones para creer, la libertad y el poder transformador de la fe. Esta disciplina nace de la actitud espontánea de todo creyente: la de la fe que busca entender. La autora concluye su obra con un extenso capítulo sobre el diálogo ecuménico.

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Seitenzahl: 238

Veröffentlichungsjahr: 2002

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TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

© José Orlandis, 2001

© Ediciones RIALP, S.A., 2014

Alcalá, 290 - 28027 MADRID (España)

www.rialp.com

[email protected]

Ilustración Cubierta: Anónimo s. XVIII, pintura al fresco. Abanassi (Bulgaria)

ISBN eBook: 978-84-321-4138-6

ePub: Digitt.es

Todos los derechos reservados.

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

 Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

Capítulo I ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL?

I Una reflexión previa

1 «siempre dispuestos»

2 «dar respuesta (apologia)»

3 «a todo el que os pida»

4 «la razón (logos) de vuestra esperanza»

II El origen de la Teología Fundamental

1 El origen del planteamiento

2 El comienzo de la ciencia

III El objeto de la Teología Fundamental

IV El método de la Teología Fundamental

1 El carácter esencialmente teológico

2 La dimensión dialogal

Capítulo II EL DESEO DE DIOS Y SUS CONSECUENCIAS

I La palabra de Dios

II La revelación cósmica

1 El camino a partir del mundo

2 El camino a partir del hombre

III El misterio de Dios

1 El Dios accesible y oculto

2 Imágenes y comparaciones

Capítulo III LA REVELACIÓN, CAMINO DE DIOS AL HOMBRE

I Autocomunicación divina

1 Entrega sin reservas

2 Procedencia inmediata de Dios

II La Revelación como acción y palabra de Dios

1 Revelación en la acción

2 Revelación en la palabra

III Carácter personal de la Revelación

1 El misterio de Dios Amor

2 Actuación salvífica

Capítulo IV LAS ETAPAS DE LA REVELACIÓN

I El Dios del Antiguo Testamento

1 La Revelación primitiva

2 La elección de Abraham

3 La formación del pueblo de Israel

II El Dios del Nuevo Testamento

1 El Dios de Jesucristo

2 El Verbo encarnado

3 Amor paterno

Capítulo V RAZONES PARA CREER

I Signos y milagros

1 Los signos en el Antiguo Testamento

2 Los signos en el Nuevo Testamento

3 La credibilidad según el Magisterio de la Iglesia

II Jesucristo, signo primordial de credibilidad

1 La narración de la historia de Jesús

2 Testimonio del amor misericordioso

3 El testimonio del Hijo

4 La Resurrección, piedra angular del misterio de Cristo

III La Iglesia como razón para creer en Cristo

1 Cristo en la Iglesia

2 La santidad de la Iglesia

3 La contribución de los cristianos a la credibilidad eclesial

Capítulo VI LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN

I Los Apóstoles, eslabones entre Cristo y la Iglesia

1 La elección de los Doce

2 La misión de los Doce

II La Tradición apostólica

1 La predicación de los Doce

2 El depósito de la fe

III La sucesiva comprensión del depósito de la fe

1 Una tarea para toda la Iglesia

2 La función específica del Magisterio

IV El desafío de la inculturación

1 Respeto hacia las culturas

2 La trascendencia de la Revelación

Capítulo VII: LA FE CRISTIANA - ENCUENTRO DEL HOMBRE CON DIOS

I La fe y la inteligencia

1 El «creer», en la vida cotidiana

2 Creer en Dios

II La libertad de la fe

1 La importancia de la voluntad

2 Un saber particularmente personal

III Un don de Dios

1 La «Revelación interior»

2 Entrar en comunión con Dios

Capítulo VIII LA FE COMO PROYECTO VITAL

I Ejemplos extraordinarios de una vida de fe

1 Abraham, «el padre de todos los creyentes»

2 La correspondencia de María, culmen y plenitud de la fe

II «Creo en ti»

1 El poder transformador de la fe

2 Fe con obras

III «Creo - creemos»

1 La dimensión eclesial de la fe

2 El testimonio de la vida

Capítulo IX LOS CÍRCULOS DE DIÁLOGO

I La labor ecuménica

1 Las comunidades cristianas

2 La preocupación por la unidad

II La Iglesia y las religiones

1 Entre el rigorismo y el relativismo

2 Jesucristo, el único Salvador

III La Iglesia ante el fenómeno del ateísmo

1 El ateísmo teórico y práctico

2 Raíces antropológicas del ateísmo

3 Hacia una solución del problema

IV Una cultura de diálogo

1 Renovación personal

2 Profundo respeto a la libertad personal

3 Honor a la verdad completa

BIBLIOGRAFÍA

ABREVIATURAS

AAS Acta Apostolicae Sedis (Citta del Vaticano)

AG Concilio Vaticano II: Decreto Adgentes

CCE Catecismo de la Iglesia Católica

CyR Comisión Teológica Internacional, El cristianismo y las religiones

DF Concilio Vaticano I, Constitución dogmática Dei Filius

DH Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis huma-nae

DV Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum

ES Pablo VI: Encíclica Ecclesiam suam

GS Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gau-dium et Spes

LG Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium

NA Concilio Vaticano II, Declaración Nostra aetate

NMI Juan Pablo II: Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte

RMa Juan Pablo II: Encíclica Redemptoris Mater

RMi Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Missio

SC Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium

TMA Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente

UR Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio

UUS Juan Pablo II, Encíclica Ut unum sint

Las abreviaturas del Antiguo y del Nuevo Testamento corresponden a las siglas de Sagrada Biblia, EUNSA, Pamplona.

Capítulo I 

¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL?*

I. Una reflexión previa

En los comienzos de la Iglesia, San Pedro invitó a algunas comunidades cristianas que vivían en diversas regiones de Asia Menor a dar testimonio de su fe en Jesucristo: «(Estad) siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza»1. Esta tarea señalada por el Apóstol constituye el núcleo mismo de la Teología Fundamental. Para comprender el texto, conviene tener en cuenta la situación en la que ha sido escrito. Nos encontramos en torno al año 64 ó 67, fecha en que posiblemente tuvo lugar el martirio de San Pedro2. Buena parte de aquellos cristianos a los que escribió el gran Apóstol, eran conversos del paganismo. Se encontraban en medio de una sociedad alejada de Dios, expuestos a un doble peligro: uno interior que hacía difícil la perseverancia en la fe, y otro exterior que era la amenaza de muerte. Cuando un cristiano se mantenía fiel a Cristo y actuaba según sus creencias, en aquel ambiente adverso, podía ser no sólo discriminado, sino también perseguido e incluso ejecutado. El objetivo fundamental de San Pedro parece ser, por tanto, dar una doble respuesta en esta compleja situación. Por un lado, quiere consolar a los suyos y exhortarles a mantenerse firmes en medio de las adversidades3. Y por otro, les aconseja explicar hondamente la propia actitud a los demás, con el fin de que éstos los comprendan cada vez mejor.

Vamos a considerar los cuatro aspectos fundamentales de esta exhortación.

1. «siempre dispuestos»

Se trata de una tarea permanente. Dondequiera que se encuentren los cristianos, tienen que estar dispuestos a dar testimonio de su fe. Lo hacen, en un principio, por su mera presencia en las encrucijadas del trabajo, en la vida pública y privada, con su modo ordinario de pensar y actuar, juzgar y reaccionar. Si procuran ser coherentes con su fe y agradar en cada situación a su Padre Dios, convierten toda su existencia en un gran apostolado, en una llamada permanente a los demás a seguir, con ellos, los caminos del amor. En otras palabras, todo cristiano se encuentra involucrado en una gran aventura apostólica, y se le pide tener la audacia de colaborar en esta empresa, manifestando sus creencias con naturalidad a los demás. Así se reconocerá a los seguidores de Jesucristo en primer lugar por su modo de ser y de comportarse, y sólo en un segundo momento por lo que dicen acerca de sus creencias. También la sabiduría popular afirma: «Búscate un maestro al que puedas apreciar más por lo que ves de él que por lo que oyes de él.»

2. «dar respuesta (apologia)»

La palabra griega apologia significa una defensa contra acusaciones o sospechas. En la literatura universal, por ejemplo, conocemos la famosa Apología que escribió Platón con respecto a Sócrates, o también la Apologia pro Vita sua, en la que John Henry Newman afirma la honradez de sus intenciones. En el siglo I, con vistas a las persecuciones que amenazan a los cristianos, San Pedro se refiere ciertamente a una defensa que pueda adquirir validez ante un tribunal. Instruye a los suyos sobre cómo han de reaccionar cuando se les insulte o injurie: no con agitación y afectos, sino con argumentos sólidos que expliquen la propia actitud y apelen a la razón de los adversarios. Aunque la fe cristiana no se puede «demostrar», sí se puede mostrar que nuestras creencias no son absurdas, y que es más razonable creer que no creer.

3. «a todo el que os pida»

San Pedro describe el cristianismo como una religión de diálogo: los cristianos están dispuestos a dialogar con todos, sin excluir a nadie. Cada uno, ciertamente, ha de realizar este diálogo primero en su propio interior. Él mismo es el primero que necesita razones para creer. Ha de esforzarse, por tanto, en alcanzar una armonía entre fe y razón, una cierta estabilidad intelectual y espiritual, que le permita dar respuesta a otro.

En esta línea se ha dicho que la Teología Fundamental (que puede considerarse como el esfuerzo por responder a esta invitación bíblica) tiene un doble destinatario: el creyente y «el otro»4. Hay que dar al primero las «razones» de su creencia; y al segundo, las «razones» para poder al menos tomar en consideración el reto de la fe.

Los «otros» pueden estar más o menos cercanos a nosotros. El Concilio Vaticano II (siguiendo al Papa Pablo VI) expone los diversos «círculos de diálogo»5, que pueden agruparse todos alrededor de Cristo, «Luz de los pueblos»6. El movimiento comienza con los católicos que se dirigen, en primer lugar, a los otros cristianos (demonstratio catholica), después, en distintos pasos, a los judíos, los musulmanes y los seguidores de otras religiones y creencias (demonstratio christiana) y finalmente a los agnósticos y ateos (demonstratio religiosa).

4. «la razón (logos) de vuestra esperanza»

El término griego logos quiere decir palabra, discurso, y también fundamento, causa y razón. Los cristianos no sólo son llamados a expresar su esperanza, sino el fundamento, la razón última de ésta. San Pedro no les invita aquí a hacer un resumen de su fe, al modo de como lo realiza, por ejemplo, un catecismo. Se dirige más bien a aquel núcleo interior y profundo donde se encuentra el motor que impulsa a un cristiano a actuar y luchar, y le dispone a rechazar todos los bienes terrenos, incluso la vida, si le apartan de sus convicciones más profundas. ¿Cuál es la razón para realizar semejante locura?

La razón es una Persona, no un argumento. Es, sencillamente, Jesucristo mismo, que es el Logos divino, según el mensaje del Nuevo Testamento7. La Biblia emplea muchas veces para la palabra «creer» el vocablo hebreo «aman», que ha llegado hasta hoy en la fórmula litúrgica «amén». El significado de «aman» es «estar seguro, ser estable». Creer es decir amén a Dios con todas las consecuencias.

San Pedro amonesta a los destinatarios de su Carta a dar testimonio de su fe ante todo en la vida diaria. Un cristiano auténtico no es, a primera vista, una persona «piadosa», sino una persona feliz8. Si la situación lo exige, ha de ser capaz además, de expresar con palabras el porqué de su esperanza.

La comprensión de este texto bíblico nos sitúa ante la persecución y el martirio que vivía la Iglesia. En este contexto aparece la Teología Fundamental: no busca la polémica o la condenación, sino la fuerza de la verdad, vivida coherentemente, que sabe abrirse a la evangelización. Queda claro que el Apóstol se dirige a todos los que pertenecían a aquellas primeras comunidades en Asia Menor y no sólo a unos pocos expertos en teología.

II. El origen de la Teología Fundamental

Si consideramos la exhortación de San Pedro, nos damos cuenta de que hay un doble origen de la Teología Fundamental9. En cuanto que esta disciplina se refiere a unas actitudes o disposiciones básicas de los cristianos, que se adquieren con un cierto esfuerzo espiritual e intelectual, se habla del origen de su planteamiento10. Y en cuanto que es una parte de la Teología Sistemática, se habla de su comienzo como ciencia. En otras palabras: aunque se trata de una asignatura teológica reciente, los fundamentos de su objeto y de su temática vienen siendo preparados desde muy atrás. Sus primeros precursores se encuentran ya en los tiempos de los Apóstoles.

1. El origen del planteamiento

Desde el principio, los seguidores de Jesucristo tendían a demostrar a judíos y paganos, que la Buena Nueva contiene la verdad sobre Dios y el hombre. Apelaban a la racionalidad de los oyentes como camino para llegar a esta verdad, la defendían audazmente, cuando era necesario, y siempre confirmaron a sí mismos y a los otros creyentes que su fe estaba sólidamente fundada.

Ya hemos mencionado que un cristiano sólo puede explicar su fe a otro, si ha adquirido una cierta claridad acerca de su propia situación de creyente, es decir, si ha conectado armónicamente los contenidos de la fe con la estructura del espíritu humano. Así, la Teología Fundamental acaba siendo una reflexión sistemática y científica a partir de una actitud espontánea que, de una manera o de otra, surge en todo creyente. Se trata de la actitud teológica básica: la de la fe que busca entender —fides quaerens intellectum—, o si se prefiere, de la inteligencia del creyente que se pregunta a sí misma, que se hace reflexiva en un intento de integrar lo que sabe y lo que cree.

2. El comienzo de la ciencia

La Teología Fundamental tiene una historia reciente. Nace de la Apologética —defensa de la fe—, a la que comienza a reemplazar a partir del siglo XIX, y plenamente en el siglo XX. No se trata sólo de un cambio de nombre, sino de una nueva orientación y comprensión de la tarea que se quiere realizar. Los teólogos ven cada vez más claramente la necesidad de legitimar la fe, en un discurso también válido a los ojos de los no creyentes, pero sin la pretensión de situarse en una posición metódicamente aséptica, sin prescindir de la fe. Además, quieren dirigirse a los hombres de su tiempo, profundamente marcados por la evolución de la cultura, de la ciencia y del pensamiento filosófico y religioso. En esta nueva situación, el ciclo de la Apologética queda agotado, y surge entonces algo que continúa el esfuerzo de aquélla pero que a la vez es distinto. Es la Teología Fundamental.

La nueva disciplina aparece por primera vez en los documentos oficiales de la Iglesia como una de las partes de la teología en la Constitución Deus Scientiarum Dominus de Pío XI11. Posteriormente, sin embargo, desaparece, hasta el punto de que el Concilio Vaticano II (19621965) no la nombra12. Sólo varios lustros después se vuelve a hablar de la Teología Fundamental, precisamente en 1976, año en el que se publica un documento sobre la formación teológica de los futuros sacerdotes. En este documento, la Teología Fundamental viene descrita con algún detenimiento. «Todas las materias teológicas —se afirma— suponen como base del propio procedimiento racional la teología fundamental.» A continuación se describe su carácter introductorio al misterio de Cristo y a la entera teología, su naturaleza de teología de diálogo, su relación con la cultura , la historia y el lenguaje13.

El documento de 1976, sin embargo, pasó bastante inadvertido, quizá porque poco después apareció una nueva regulación de los estudios eclesiásticos. La Constitución Apostólica Sapientia Christiana de 1979 considera la Teología Fundamental como una de las disciplinas obligatorias, después de la Sagrada Escritura, ya que se ocupa de las bases mismas de todos los demás tratados teológicos14. También la Encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II la nombra explícitamente, afirmando: «La teología fundamental (...) debe encargarse de justificar y explicitar la relación entre la fe y la reflexión filosófica»15.

¿Cómo se puede, entonces, definir la identidad de este tratado teológico, es decir, su objeto y su método?

III. El objeto de la Teología Fundamental

Como su nombre indica, la Teología Fundamental considera los presupuestos (el «fundamento») de la labor teológica. Expone aquellas realidades básicas que son «el soporte o la puerta de entrada de la teología», y que «sin constituir los misterios primeros, son las formas radicales como esos misterios llegan al hombre»16. ¿Cuáles son estas formas radicales? ¿Cómo es posible que el hombre tenga noticias del Dios transcendente y eterno, que pueda hablar sobre el Ser absoluto e insondable, y más aún, que pueda hablar con Él? Dios mismo ha tomado la iniciativa17. Ha salido al encuentro del hombre, se ha revelado, con el fin de que el hombre le pueda conocer y amar con una profundidad mucho mayor que antes. «En el cristianismo, el inicio viene de la Encarnación del Verbo. No es sólo el hombre quien busca a Dios, es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a enseñarle el camino por el que es posible alcanzarlo»18.

El hombre, por su parte, ha aceptado la Revelación divina por la fe. Si no hubiera tenido lugar el acontecimiento de la Revelación, no sería posible la fe. Pero si no hubiera fe —si nadie acogiera la palabra de Dios—, tampoco se podría hablar de Revelación. (Si no hay un interlocutor, no hay comunicación.) En ambos casos, la teología cristiana carecería de fundamento19.

Se ve que el objeto de la Teología Fundamental es complejo. Es «/a Revelación de Dios para el hombre»20. No es una realidad considerada puramente en sí misma, sino que está esencialmente constituida por la acción de Dios y la respuesta del hombre. Es, por un lado, la Revelación divina, en cuanto tal Revelación (sub ratione revelationis); y es, por otro lado, la Revelación divina en cuanto se dirige al hombre como su destinatario, quien tiene razones para acogerla (sub ratione credibilitatis). La noción de credibilidad expresa que la Revelación es una realidad distinta de la luz de la razón, pero que, al mismo tiempo, existe para ser recibida como tal Revelación por el hombre. Hay continuidad y discontinuidad entre ella y el espíritu humano.

Revelación y credibilidad forman parte esencial del objeto primario de la Teología Fundamental. A ellas se une, como objeto secundario, el acto de fe al que se dirigen tanto la Revelación como la credibilidad.

Todo el estudio se centra en la contemplación de Cristo, que mantiene una relación directa y única con los tres puntos focales de la Teología Fundamental: es la plenitud de la Revelación divina, la fuente de la credibilidad y la clave de toda nuestra fe.

IV. El método de la Teología Fundamental

El nombre de nuestra disciplina está compuesto de dos palabras, un sustantivo y un adjetivo: «Teología Fundamental». Mientras que el objeto —el contenido— se centra en la explicación del adjetivo, señalando las bases de todo quehacer teológico, el método se fija en el sustantivo: se trata esencialmente de hacer teología. Puede permitirse, de modo subordinado y adicional, también un planteamiento apologético, en cuanto que se quiere defender la fe con las fuerzas de la razón. Pero nunca hay que olvidar que, al dialogar con «los otros», se debe evitar el peligro de fomentar una ambigua «cultura de unificación universal», que pretenda negar lo específico cristiano y relativizar la fe con respecto a otras confesiones y religiones.

En suma podemos decir que la Teología Fundamental nos lleva a seguir un método esencialmente teológico (con aportaciones apologéticas), enriquecido por una fuerte dimensión dialogal.

1. El carácter esencialmente teológico

En la Constitución Dogmática sobre la fe, Dei Filius, el Concilio Vaticano I se ocupó especialmente de las relaciones entre fe y razón. Afirmó que el asentimiento de la fe a la Revelación está racionalmente justificado sobre la base de argumentos extrínsecos21. Debido a las circunstancias del tiempo, optó por una postura más bien racional y en defensa de la apologética.

Pero, aunque esta postura sea fruto de nobles aspiraciones, no se puede negar que puede llevar a ciertos peligros. Cuando se pone un acento excesivo en la argumentación racional, se puede perder el sentido del misterio que, primariamente, necesita expresarse por sí mismo22.

Los primeros teólogos fundamentales albergaban, por esto, un cierto recelo frente a todo lo que pudiera ser estimado como apologético. Pero pronto se dieron cuenta de que en la práctica es casi inevitable acudir también a este método, sobre todo al tratar de la credibilidad (que subraya el aspecto humano tanto de la fe como de la Revelación). Así muchos teólogos fundamentales han retornado de una u otra forma a la problemática de fondo de la apologética, ya que quieren responder a la invitación bíblica de «dar razones de su esperanza», de modo coherente y comprensible incluso para una persona no creyente. Al hacer apologética tratan de ponerse en el lugar del «otro», fuera de su propia fe. Emplean un método de búsqueda de la verdad, y no un método que investiga la verdad que ya se tiene.

Pero al considerar un objeto no se puede prescindir del sujeto que realiza tal consideración. Un teólogo fundamental no puede dejar de lado su fe cuando estudia la misma fe. Asume la tarea de elaborar una teología de la Revelación a partir de la misma Revelación23 que, al fin y al cabo, no es un asunto humano, sino misterio y don de Dios.

La Teología Fundamental propiamente dicha es una reflexión en el interior de la fe. Reclama la metodología que regula el saber de la fe24. Presta particular atención al conocimiento de la Sagrada Escritura, al testimonio de la Tradición, a las enseñanzas del Magisterio, así como al modo en que estas realidades han sido vividas y explicadas en la Iglesia a lo largo de la historia.

Esta forma teologal de la Teología Fundamental se halla en la línea de la Constitución Dei Verbum, porque va de la acción de Dios a la recepción humana25.

2. La dimensión dialogal

El cristianismo nace de un diálogo esencial entre Dios y el hombre que se prolonga en el corazón de cada creyente: Dios toma la iniciativa y habla; el hombre escucha y responde. Comienza a entablar un diálogo entre fe y razón en la propia reflexión creyente. Pero un cristiano no vive una fe individual ni sólo interior. En la medida en que la fe afecta a su entera existencia, le impulsa a salir de la pura individualidad y dirigirse a «los otros». La existencia humana está formada de interioridad y exterioridad, dimensión personal y social, pensamiento y acción, y con todas estas dimensiones se siente el hombre en una relación necesaria. Sabe, además, que la fe es anuncio de la salvación a la que están llamados todos los hombres, y descubre pronto su dimensión social y apostólica (misionera, evangelizadora)26.

El Apóstol San Pablo (haciendo suyo el salmo 116, 10) afirma: «Creí y por esto hablé; también nosotros creemos y por eso hablamos»27. Hace referencia a la actitud de los primeros cristianos, que se niegan a obedecer a la autoridad cuando ésta quiere reducirlos al silencio: «No podemos callarnos»28. En el horizonte de estos textos se puede comprender que los documentos más recientes del Magisterio destaquen «la importancia de la comunicación»29 como tarea importante de la Teología Fundamental. El documento sobre la formación teológica de los futuros sacerdotes (de 1976), por ejemplo, la llama «teología de diálogo» y explica: «La teología fundamental se estudiará... en el contexto... de las relaciones entre la fe, las culturas y las grandes religiones»30. El Papa Juan Pablo II sigue en la misma línea cuando expone que esta nueva disciplina hace referencia «a las cuestiones sobre el ecumenismo, las religiones no cristianas y el ateísmo».31 Por esto se ha dicho que la Teología Fundamental es «un lugar de “diálogo”, de “frontera”, no sólo con las otras religiones, sino también con las diversas formas de ateísmo especulativo y práctico»32.

De hecho, el Magisterio de la Iglesia está desarrollando, desde hace unas décadas, una honda antropología y espiritualidad del diálogo. Éste no sustituye el anuncio33, sino que es anuncio en su forma de humildad: es el anuncio evangélico que se hace «peregrino junto al hombre»34. Quiere servir a la Revelación de Jesús35. En este sentido dijo Juan Pablo II en un gran encuentro ecuménico: «No vengo a proponer utopías, ni polémicas, sino a Cristo»36.

* Agradezco al Prof. Dr. César Izquierdo sus valiosas orientaciones y el material que con generosidad ha puesto a mi disposición para el conjunto de este trabajo.

1 1 Pe 3, 15.

2 Según las investigaciones actuales, tampoco puede descartarse una fecha algo posterior.

3 Cf. una nota explicatoria a este texto: «Estos versículos (...) parecen salir al paso de los que pudieran sorprenderse por sufrir persecuciones, a pesar de hacer el bien. La coherencia de vida será ocasión de que quienes calumnian queden confundidos y puedan rectificar.» Sagrada Biblia. Nuevo Testamento, EUNSA, Pamplona 1999, p. 926.

4 Cf. H. FRIES: Teología fundamental, en Sacramentum mundi VI, Barcelona 1976, p. 596s.

5 Cf. PABLO VI: Encíclica Ecclesiam suam, (6-VIII-1964), nn. 36-42, y LG 14-16.

6LG 1.

7 Cf. Jn 1, 1-18.

8 Cf. CCE 995: «Ser testigo de Cristo es ser “testigo de su Resurrección” (Hch 1, 22; cf. 4, 33).»

9 Para todo este epígrafe cf. C. IZQUIERDO: Teología Fundamental, Pamplona 3.a ed., 2009, pp. 25-47.

10 El texto de San Pedro, comentado al principio, puede considerarse como la expresión de la actitud cristiana de fondo que en su momento dará origen a lo que hoy conocemos con el nombre de Teología Fundamental.

11 PÍO XI: Constitución Deus Scientiarum Dominus (24-V-1931), n. 27.

12 Su contenido, sin embargo, está expresado en la Constitución Dei Verbum.

13 S. Congregación para la educación católica: La formación teológica de los futuros sacerdotes (22-II-1976), II, 6.

14 JUAN Pablo II: Constitución Apostólica Sapientia christiana. Ordi-nationes (29-IV-1979), art. 51.

15 JUAN PABLO II: Encíclica Fides et Ratio, n. 67.

16 C. IZQUIERDO: o.c., pp. 43 y 19. Para todo este epígrafe cfr. pp. 4752.

17 Cf. 1 Co 2, 11.

18TMA 6.

19 La Teología Fundamental «tiene por objeto de estudio el hecho de la revelación cristiana y su transmisión en la Iglesia; temas, éstos, que están en el centro de toda problemática sobre las relaciones entre razón y fe». S. Congregación para la educación católica: La formación teológica de los futuros sacerdotes (22-II-1976), II, 6.

20 C. IZQUIERDO: o.c., p. 48.

21 Cf. CONCILIO VATICANO I: Constitución Dogmática Dei Filius (24-IV-1870): «Para que el obsequio de nuestra fe fuera conforme a la razón, quiso Dios que a los auxilios internos del Espíritu Santo se juntaran argumentos externos de su Revelación, a saber, hechos divinos y, ante todo, los milagros y las profecías que (...) son signos certísimos y acomodados a la inteligencia de todos, de la Revelación divina.» c. 3.

22 Cf. R. FISICHELLA: «Una disciplina teológica que estudiase la revelación y que pensase que es capaz de agotar en sí misma toda posibilidad de comprensión o de sistematización, traicionaría ipso facto su contenido y se haría (...) inexperta en el propio objeto de su investigación.» Introducción a la teología fundamental, Estella 1993, p. 57.

23 Cf. R. FISICHELLA: Introducción a la teología fundamental, cit., p. 77.

24 Cfr. R. FISICHELLA: «Método», en Diccionario de Teología fundamental, Paulinas, Madrid, 1992, p. 928.

26 Cf. C. IZQUIERDO URBINA: Teología Fundamental, cit., p. 25. Esta salvación no consiste en la liberación de peligros externos, sino en la transformación interior que convierte al hombre hacia Cristo, le da la gracia y le hace entrar en la vida íntima de Dios.

27 2 Co 4, 13.

28Hch 4, 20.

29 R. FISICHELLA: Introducción a la teología fundamental, cit., p. 59.

30  S. Congregación para la educación católica: La formación teológica de los futuros sacerdotes (22-II-1976), II, 6 y n. 108.

31 JUAN Pablo II: Constitución Apostólica Sapientia christiana. Ordinationes, art. 51.

32 R. FISICHELLA: Introducción a la teología fundamental, cit., p. 47. Cf. también F. OCÁRIZ y A. BLANCO: «la Teología Fundamental... es temática y metodológicamente dialógica». Revelación, fe y credibilidad, Madrid 1998, p. 14.

33 Cf. Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso: Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales acerca de la Espiritualidad del Diálogo, 1999. NMI56.

34 JUAN Pablo II: Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona 1994, p. 128.

35 Cf. Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso: Diálogo y Anuncio, 1991.

36 JUAN Pablo II: El diálogo entre cristianos no tiene marcha atrás, Zenit (Agencia Internacional de Información de Roma), 12-V-1999.