Twitter versus Twitter (X) - María del Rosario Moreno Concha - E-Book

Twitter versus Twitter (X) E-Book

María del Rosario Moreno Concha

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Beschreibung

Cuando nace Twitter (2006), el piar del pajarito nos hizo tener la esperanza de un avance en la discusión democrática. Por fin se iba a masificar el intercambio de opiniones en cualquier rincón del planeta. Al poco andar, lo que se masificó fue la intolerancia, la denostación, la mentira, el extremismo, el odio en línea; es que en Twitter más que libertad, lo que hay es libertinaje. ¿Existe normativa en este mundo paralelo, un convenio social que asegure el respeto, el no despreciar al otro, cancelar? ¿Qué responsabilidad y poder tienen los algoritmos? En este libro se busca exponer que Twitter cuenta con características preocupantes (tomando el estado de naturaleza de Thomas Hobbes) que socaban el sano devenir de la democracia liberal deliberativa occidental. Del ciudadano al individuo, de la comunidad al yo. El influencer ¿es un líder?, ¿Cómo Twitter distorsiona y altera la realidad análoga? Pero hay una luz que se puede prender… "¿Qué son las dimensiones de tiempo y espacio en este universo virtual de redes digitales? ¿Cómo puede explicarse que teniendo cada día más acceso a medios de comunicaciones, la soledad haya pasado a ser un problema de salud pública? ¿Las redes sociales terminarán al final destruyendo las premisas de la política? Son solo algunas de las preguntas que hoy requieren respuesta, y de las cuales este libro busca hacerse cargo". Prólogo, Max Colodro

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Seitenzahl: 170

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Twitter versus Twitter (X)¿Un peligro para la democracia? Autora: María del Rosario Moreno Concha Fotografía de solapa: Juan Pablo Kepec Editorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago, Chile. Fonos: 56-224153230, [email protected] Primera edición: diciembre, 2024. Edición electrónica: Sergio Cruz. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Registro de Propiedad Intelectual: N° 2024-A-10012 ISBN: Nº 978956338775-9 eISBN: Nº 9789563387766

Gracias a Thomas Hobbes por crear el convenio social

PRÓLOGO

Max Colodro

Reinstalando el espectro de un nuevo “estado de naturaleza”, la comunicación digital y las redes sociales han llevado a la humanidad a los albores de un insólito renacimiento, a un extraño estadio civilizatorio donde las reglas y los límites normativos se esfuerzan por no sucumbir. En los hechos, ya ni siquiera es claro que las fronteras del “yo” sigan vigentes; es decir, que ese individuo autoconsciente, cartesiano, hijo de la modernidad, siga tranquilamente en pie. Porque si Freud develó en la primera mitad del siglo XX a ese alien insondable que todos llevamos dentro –el inconsciente–, ahora son Internet y las redes sociales las que nos han introyectado un “inconsciente” externo y maquinal, un engendro que maneja nuestros deseos y decisiones a través de algoritmos y de la inteligencia artificial.

De algún modo, es como si estuviéramos ante un retorno a lo salvaje, a lo primigenio en su versión químicamente pura; una “guerra de mentes”, como la llamó Hobbes, pero donde lo paradójico es que dichas “mentes” ya no son puramente humanas. Es la singularidad de lo virtual, la pérdida de control respecto de un universo que adquiere cada vez más autonomía sobre las decisiones humanas, en un espacio de indistinciones en que se hace difícil separarnos de nuestro propio avatar.

En efecto, ya no podemos vivir sin conexión, fuera de las redes. El smartphone ha pasado a ser un órgano vital, como los pulmones y el corazón. O, más bien, como un cerebro, pues sin el dispositivo tecnológico no podemos procesar información ni menos comunicarnos con los demás.

Son algunos de los rasgos y señas de este giro cuántico en que se encuentra hoy la humanidad; el borde de un nuevo comienzo donde la naturaleza humana y el pacto social que la hicieron posible, parecen sucumbir ante su propia virtualidad. Como si estuviéramos frente a una fuerza desestabilizadora que impide tomar distancia y, más aún, poner en movimiento una mirada analítica y reflexiva sobre la magnitud de los cambios. Porque son tantas las dimensiones y los impactos, que efectivamente cuesta encontrar un “piso sólido” para poner los pies sobre la tierra y alzar la vista.

Ese es precisamente el mérito que tiene este libro escrito por Rosario Moreno: ser a la vez un esfuerzo serio y aventurado, cuyo objetivo no es otro que situar el torbellino sociocultural del presente sobre una base que permita entender sus claves principales. Entre ellas, las interrogantes obvias: de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí; qué hizo posible ese pacto o convenio que logró sacar al ser humano del estado de naturaleza y lo volvió un ser social y político. Cuáles fueron las condiciones que lo hicieron salir de ese “estado de guerra” permanente e impusieron la necesidad de la convivencia. Por qué, en definitiva, la historia de este proceso condujo sino a toda la humanidad, al menos a la civilización occidental, a esta forma depurada y moderna de articulación llamada democracia deliberativa. Como bien lo explica Rosario en la primera parte de este texto, sin la comprensión de esta travesía, no se puede llegar a entender a cabalidad la magnitud de las transformaciones socioculturales que hoy enfrentamos.

Siempre la mejor explicación del presente es el pasado, decía Borges. Pero, en este caso, ello no resta interés ni menos significación a los procesos en curso. Al contrario. En un tiempo donde la democracia y el Estado Nacional crujen frente a la globalización, donde el conocimiento sucumbe ante sus implicaciones tecnológicas y la responsabilidad individual pierde capacidad de autocontrol, emergen preguntas inevitables. ¿Puede existir democracia sin deliberación ciudadana? ¿Qué son las dimensiones de tiempo y espacio en este universo virtual de redes digitales? ¿Cómo puede explicarse que, teniendo cada día más acceso a medios de comunicaciones, la soledad haya pasado a ser un problema de salud pública? ¿Las redes sociales terminarán al final destruyendo las premisas de la política?

Son solo algunas de las preguntas que hoy requieren respuesta, y de las cuales este libro busca hacerse cargo. Como si estuviéramos frente a un síntoma ejemplar de los procesos en curso, Twitter es analizado en su singularidad agonal, como evidencia de un impacto arquetípico a nivel de la opinión pública.

De alguna manera, lo interesante aquí es que lo singular de esta red social; es decir, de este “árbol” bien enfocado, no solo es dejar ver el bosque a plenitud, sino contribuir a develar la naturaleza de lo que contiene: un mundo de nómadas digitales, donde las selfies han remplazado a los espejos, y donde el exceso de información terminó por alimentar nuevas formas de fanatismo y de ignorancia, entre otras cosas.

En un tiempo y un espacio humanos ya sin bordes precisos, carentes de reglas y de protocolos, donde lo único que parece inevitable es que caminamos a convertirnos en un nuevo misterio, este libro viene a confirmar que la comunicación digital y las redes sociales son y serán dimensiones indistinguibles de nuestra nueva naturaleza.

PRESENTACIÓN

El mundo estaba expectante, subirse a uno era el sueño de todos. Hacia comienzos del siglo XX, los automóviles construidos en serie revolucionaron no solo el transporte, sino que nuestro modo de vida. Cambiaron los conceptos de espacio y tiempo; el trasladarse podía ser individual o en familia, creó una revolución en la industria de los combustibles y materias primas para elaborarlos, etc. Pero los avances tecnológicos que revolucionan para bien, también traen consigo el caos: las ciudades y el mundo no estaban preparados para tal salto.

Lo que parecía un sueño de la tecnología, pasó a ser –en los primeros años– un dolor de cabeza para transeúntes, conductores, autoridades: imagínese a los autos circulando sin discos Pare, semáforos ni límites de velocidad, por calles que no eran calles, por ciudades donde no había caminos que los acogieran; los niños podían conducir, los ebrios también, etc.

Así, a principios del siglo XX los accidentes de tránsito se convirtieron en la primera causa de muerte accidental en Estados Unidos, siendo en casi todos los casos responsabilidad del conductor, no de la máquina.

Las estadísticas elaboradas por el Club del Automóvil de América registraron que en 1909 había 200 mil vehículos motorizados en Estados Unidos. Solo siete años después, en 1916, eran 2,25 millones.

La fuerza de la realidad originó hasta debates sobre si el automóvil era intrínsecamente perverso. La Corte de Apelaciones de Georgia escribió: “Los automóviles deben clasificarse como animales feroces y […] se aplicará la ley relacionada con el deber de los propietarios de tales animales […] Sin embargo, no se los debe clasificar cómo perros malos, toros viciosos, mulas malvadas, y similares”1. En tanto, los políticos, la policía y los jueces comenzaron a debatir sobre cómo controlarlos: “¿qué ley podría aplicarse?, ¿quién era culpable o inocente en los casos de demandas y litigios?”2. Se veía que era imprescindible normar esta nueva manera de vivir, hacerse cargo de un nuevo urbanismo, seguridad vial, etc., porque un adelanto de estas características, que prometía, en el fondo, una mayor libertad, se transformó, en sus primeros tiempos en libertinaje, una especie de guerra de todos contra todos, como diría Thomas Hobbes, y en donde el ser humano, creyendo que era más libre, no lo era.

Para normar este estado de caos automovilístico, en 1909, nueve gobiernos europeos acordaron la utilización de cuatro símbolos para todos los países: peligro, curva, intersección y paso a nivel. Por su parte, William Phelps Eno, en 1915, diseñó en EE. UU. un cuadro con letras negras sobre fondo blanco de 60x60 cm, en donde una señal decía “STOP”.

También fue el autor del paso peatonal, la calle de sentido único e, incluso, las paradas de taxis. Dejó todo por escrito en Rules of the Road, y fue aplicada por Nueva York en 1909, siendo el primer plan de tránsito urbano de la ciudad y de la propia policía.

Luego vino el semáforo, en 1923. En 1930 entraron al mercado los primeros coches con frenos hidráulicos y marcos de acero. En 1959 se creó el cinturón de seguridad de tres puntas. Y las nuevas reglas y tecnologías para normar a los conductores siguen hasta hoy. Un invento de tan paradigmáticas características, lo cambió todo y nos enfrentó a un nuevo escenario.

Hemos querido partir con este simple ejemplo del automóvil, máquina que es cercana a todos, para ilustrar que cuando el mundo cambia radicalmente, y no existe normativa al respecto; las consecuencias pueden ser insospechadas.

Con las redes sociales ocurre lo mismo, no están universalmente normadas, y los efectos se están viviendo diariamente. Y sobre aquello se sienta la tesis que queremos demostrar en este ensayo, que tomará como base el Leviatán, del filósofo Thomas Hobbes. En este caso, el zoom estará puesto en Twitter/X3, que, creemos, necesita urgentemente ser normado en todos sus ángulos: dueños, usuarios, intermediarios, inteligencia artificial, algoritmos, inventores, etc.

Hoy estamos viviendo, en cierta medida, un escenario como el del automóvil en serie sin normar, con la diferencia de que el actual es mucho más complejo, porque se mezclan dos mundos, dos realidades: lo análogo con lo digital.

En las próximas páginas analizaremos cómo el libro Leviatán de Thomas Hobbes explica que, en el estado de naturaleza, en el cual no existen acuerdos sociales, el ser humano se encuentra en un contexto de soledad y temor, ante la falta de normas que regulen la convivencia. Esta situación, de anomia estructural, produce un conflicto permanente (Hobbes lo llama guerra) donde la libertad es absoluta, por lo cual, se genera una situación de competencia por los bienes, que desencadena violencia.

Lo que quiere decir Hobbes, es que la falta de normas y de un poder independiente que las implemente, genera un estado de pugna constante, que lleva a una conducta entre los individuos de un homo homini lupus4.

Trescientos años después de publicado el Leviatán, se creó, en 2006, la red social Twitter, que busca que las personas opinen de lo que está pasando, pero que, en la práctica, se utiliza en su mayoría, para tratar temas y opiniones de política contingente.

Lo anterior provoca un constante conflicto entre los usuarios, porque más que escuchar al otro, se busca imponer lo que se piensa. Lo anterior también deriva en exacerbar los extremos y fanatismos, ya que grupos que piensan similar crean sus propios guetos virtuales con un espíritu agonal.

Lo que queremos demostrar en este ensayo es que la estructura de Twitter posee un carácter de anomia, análogamente similar al descrito en el estado de naturaleza del Leviatán; que no hace posible la deliberación, y, por ende, conlleva riesgos para la estabilidad democrática.

1 Recuperado de: https://accidentesdetraficoyseguridadvialblogspotcomes.wordpress.com/2018/07/16/de-1900-a-1930-sentando-las-bases-de-la-seguridad-vial/

2 Ibid.

3 Si bien hoy la plataforma se llama X desde que fue adquirida por Elon Musk, originalmente (desde 2006) se ha llamado Twitter, y los usuarios, al día de hoy siguen hablando en su gran mayoría de Twitter. Y como usuaria diaria de esta red; también hablo de Twitter.

4 El hombre es el lobo del hombre.

INTRODUCCIÓN

Uno de los más asiduos y agudos lectores de Thomas Hobbes en su época (siglo XVII) fue François Peleau. En el intercambio de cartas con el autor del Leviatán, y sintetizando las razones de este para la situación de guerra en el estado de naturaleza, escribió que es “ahora y siempre […] el de la ‘guerra de las mentes’”5. Agrega que esta pugna se da tanto “entre dogmáticos filósofos, que se convierten en celosos maestros de doctrina” en lugar de buscadores de la verdad “[…] como entre los líderes religiosos, quienes fanáticamente tratan a ‘otros como herejes’”6.

Al respecto Hobbes le responde que uno no puede evitar que ocurran tales desacuerdos, no porque el dogma sea falso o porque todos creen que su opinión es la correcta, sino simplemente “debido a la naturaleza humana y su inclinación pendenciera”7.

Para Hobbes, esta inclinación pendenciera y belicosa es posible de ser apreciada en ejemplos reales y concretos del estado de naturaleza en el tiempo que le tocó vivir: mercenarios, guerras civiles, casas reales divididas, pueblos originarios de América, y las relaciones internacionales; en las cuales lo definitorio es que se carece de un soberano y un convenio social real que permita que esa inclinación se someta a las leyes naturales que mandan la paz para buscar, así, la autoconservación.

Avanzando más de trescientos años, pero siguiendo la misma lógica, la pregunta que uno puede hacerse es si las redes sociales podrían ser un escenario donde la “guerra de las mentes” se desenvuelve agitando el conflicto y el fanatismo. Entre ellas, y por su naturaleza política, Twitter ocuparía un lugar de atención principal.

¿Por qué nos interesa atender a esta posible “guerra de las mentes” en Twitter? ¿Cuál sería su relevancia? Un componente de la democracia occidental es el libre intercambio de razones e información. Un intento de discutir entre ciudadanos –libres e informados– respecto de las acciones comunes de una sociedad política. Así, se podrá determinar –colectivamente– a través de la deliberación pública, los actos que cuentan con el apoyo de nuestras mejores razones8. Y es en este escenario entonces, donde cabe preguntarse hasta dónde Twitter contribuye a ese objetivo.

O, por el contrario, si es un elemento desestabilizador, que crea condiciones similares a algunos de los elementos del estado de naturaleza de Hobbes. Por tanto, en el marco de lo antes descrito, se analizará a Twitter, una red social principalmente política y de gran influencia en los tomadores de decisiones, y describiremos si sería una amenaza digital –que puede saltar al mundo real– en lo relativo a la confrontación y la pugna, como ocurre en el estado de naturaleza descrito en el Leviatán de Thomas Hobbes. Y, en última instancia, que puede ser un factor desestabilizador de la democracia liberal occidental.

Para esto utilizaremos un análisis histórico-conceptual, así como datos disponibles respecto de la influencia y efectos de Twitter –como espacio público– para reflexionar filosóficamente sobre esta situación. Si lo hiciéramos como pregunta, podríamos decir que este ensayo está centrado en: Twitter, ¿Es una “guerra de las mentes” que toma la forma de un estado de naturaleza (conflicto) hobbesiano cuya existencia –en paralelo– deteriora la democracia?, será en el corpus del libro donde buscaremos desarrollar análisis y constatación de datos y hechos para responder tales preguntas que den sustento a nuestra teoría.

Lisa Kruse, doctora en sociología y experta en violencia, realizó un estudio junto a dos compañeros en el que buscaban demostrar qué condiciones atentan en redes sociales contra los espacios públicos deliberativos: “(1) miedo al acoso en línea y en el lugar de trabajo, vigilancia; (2) compromiso solo con otros políticamente similares; y (3) caracterización de las redes sociales como un lugar para interacciones ‘felices’”9.

En el caso de Twitter, los puntos uno y dos son generadores de inestabilidad política y queremos demostrar que esta red no es una plaza pública deliberativa; y dos, que en ella se dan, al menos, dos elementos que atentan contra la misma democracia representativa: el conflicto permanente y el fanatismo, los cuales devienen en elementos que debilitan la democracia.

Ambos conceptos se dan en el estado de naturaleza de Hobbes. En primer lugar, la guerra hobbesiana surge principalmente no por ser demasiado egoístas, sino que por ser seres de claros y oscuros, cambiantes, débiles y muy fáciles de ser impresionados (Abizadeh10).

Nuestra teoría es que los usuarios de Twitter, si son activos en la red y tratan temas políticos, viven a diario lo antes descrito por Hobbes, recibiendo apoyo de gente que piensa como ellos y/o fuertes amenazas y respuestas con lenguaje vulgar, por parte de sus adversarios.

Para comprender la magnitud del problema y su importancia, se necesita atender a ciertos datos. En el mundo, 4.620 millones de personas están conectadas a las redes; es decir, el 58,4 % de la población (cifra que cambia constantemente). Y el promedio de uso diario en estas es de casi siete horas. Ese es nuestro sistema, ese es nuestro contexto, esa es nuestra realidad las 24 horas del día.

Enfocándonos en Twitter –creada en 2006 en San Francisco, Estados Unidos–, se presenta, si no como la más numerosa, sí la más influyente en lo relativo a temas de política y actualidad (a nivel mundial la con más adeptos es Facebook. Twitter ocupa el número 15. En Chile, ocupa el cuarto lugar).

Investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y de la Sloan School of Management realizaron un estudio (el más ambicioso hasta el momento), entre 2006 y 2017, sobre la transmisión de falsedades en Twitter. Se llegó a la conclusión de que las noticias e informaciones falsas tienen 70 % más de probabilidades de ser retweetiadas que las verídicas. Duro y alarmante.

Siguiendo con el estudio del MIT, se rastrearon aproximadamente 126.000 cascadas de noticias difundidas en Twitter, que en total fueron tuiteadas más de 4,5 millones de veces por alrededor de 3 millones de personas, entre los años 2006 y 2017. En ese período de once años. Soroush Vosoughi, investigador del MIT y uno de los tres autores del estudio, explicó que “las historias fueron designadas como verdaderas o falsas bajo el criterio de seis organizaciones independientes de verificación de datos, que mostraron un gran acuerdo sobre las clasificaciones” (Brown, 2020)11.

Las falsedades en temas políticos ocuparon la primera posición, luego el terrorismo, desastres naturales, ciencia. Y contrariamente a lo que se creía, el análisis constató que las noticias falsas se difunden más rápido que la verdad, porque los humanos, no los robots, tienen más probabilidades de propagarlas.

Entre las conclusiones del estudio, los investigadores destacaron que la cantidad de noticias falsas en Twitter está aumentando y se dispara durante eventos claves, como las elecciones presidenciales de EE. UU. de 2012 y 2016. Otro hallazgo es que los usuarios que difundieron noticias falsas tenían pocos seguidores, seguían a menos gente, no tenían mucha actividad y habían estado en Twitter menos tiempo (manipulación)12.

El director ejecutivo del Centro de Comunicación Constructiva del MIT, Deb Roy, que también participó del estudio antes citado, ha dicho que las redes sociales “han causado la fragmentación social y la degradación de las interacciones humanas […] Y hay mucha toxicidad y divisiones dentro de las plataformas de redes sociales” (Brown)13. Con estudios de este tipo, es lógico cuestionarse si esta red dificulta el buen desempeño de la democracia occidental liberal, cuestión que intentaremos ir respondiendo a lo largo de los capítulos.

¿Es Twitter un espacio agonal antideliberativo? ¿Es su carácter constitutivo el de un estado de naturaleza que desestabiliza la democracia? ¿El que carezca de un “soberano” independiente, lo hace más o menos democrático?

Para dar cuenta de este fenómeno, en las próximas páginas recurriremos tanto a la filosofía política (Hobbes e intérpretes de él), a la teoría política contemporánea respecto de la deliberación como fundamento epistémico de la democracia (Spiekermann; Estlund; Crozier et al.; Landemore) y las características de Twitter. Lo primero, para adentrarnos en las condiciones de la guerra de las mentes; lo segundo, para determinar las características de la deliberación en democracia y hasta dónde las redes sociales las afectan.

Porque, dicho de otra manera, nuestra investigación busca ilustrar cómo Twitter tiene el potencial de acercarse al estado de naturaleza del Leviatán de Thomas Hobbes, en lo referido al conflicto. Conflicto que puede traer aparejadas grandes consecuencias para la democracia y el espacio público. Por lo mismo, es necesario un acuerdo común, un convenio social como propone Hobbes, y que, en el caso puntual de Twitter, a nuestro entender, urge.

Lo que llamamos un pacto social es un contrato, un acuerdo de convivencia administrado o llevado a cabo –por un tercero– sobre la multitud. Multitud que parte desde la familia al vecindario, a la comuna, la región, el país y al mundo como lo conocemos. Por ello comenzamos la presentación del libro con un avance tecnológico reciente que, en sus comienzos, al dejarlo ser de manera “natural”, produjo caos en las ciudades. Sí, el automóvil, que hoy funciona relativamente bien, es gracias, no solo a los adelantos tecnológicos, sino que, a que existen normas de tránsito, seguridad, fabricación, etc.