Un ángel con stilettos blancos - Claudia Silva - E-Book

Un ángel con stilettos blancos E-Book

Claudia Silva

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Beschreibung

¿Quién puede decir qué hay antes de la vida, antes de nacer? Generalmente, nos preguntamos qué hay después de la vida o más allá de la muerte. No obstante, es en el origen de las cosas que solemos hallar las respuestas. Un ángel con stilettos blancos se atreve a desandar el camino que nos trae a la vida; nos permite espiar a hurtadillas desde muy cerquita una realidad desconocida e impensada desde los ojos de una niña que se convierte en mujer. La historia es narrada por un testigo real y presencial capaz de dar fe de la veracidad de los hechos; convertido en un personaje más en el relato, nos hará dar un paseo por un mundo mágico donde no existe el tiempo tal y como lo conocemos, y a la vez, cómo ese mundo da paso a la vida, a ese tan buscado origen de las cosas. Un ángel con stilettos blancos es la amalgama sutil y casi perfecta entre lo espiritual y lo terrenal. Donde todo lo que sucede en el cielo y en la tierra conviven en un fluir de causas y efectos. Nada es casualidad en esta novela, por el contrario, es la causalidad el eje que nos lleva a adentrarnos en las profundidades de las emociones, sobre todo en las de una niña cuyo mundo interior se abre paso y libera desopilantes, afligidas y apasionantes situaciones. Sin duda, se trata de una historia repleta de escenarios que con cada palabra se transitan al punto de ser descubiertos, como una primera vez.

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Un ángel con stilettos blancos

EDITORIAL SERVICOP*

Producción gráfica: Servicop

Diseño de cubierta e interiores: Servicop

Pintura de tapa y contratapa: Daniela Farinella (dani dong)

Fotografía: Rodrigo Lanzillotta

© 2023, Claudia Silva

E-mail: [email protected]

Web: www.imprentaservicop.com.ar

Hecho el depósito que establece la Ley 11.723

Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización del autor.

Primera edición en formato digital: diciembre de 2022

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto 451

Silva, Claudia Andrea

Un ángel con stilettos blancos / Claudia Andrea Silva; Fotografías de Rodrigo Lanzillotta; Ilustrado por Daniela Farinella. - 1a ed - La Plata: Arte editorial Servicop, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-803-491-1

1. Novelas. I. Lanzillota, Rodrigo, fot. II. Farinella, Daniela, ilus. III. Título.

CDD A863

Un ángel con stilettos blancos

Clau Silva

Índice
Portada
Portadilla
Legales
Prólogo
Capítulo I - Planificación prenatal
Capítulo II - Nacimiento y niñez
Capítulo III - Adolescencia
Capítulo IV - Castillo de hielo
Capítulo V - Liberación
Capítulo VI - Modelando la personalidad
Capitulo VII - Primeras veces

“Cada uno es artífice de su propio destino”Apio Claudio

Prólogo

Desde pequeños, a menudo, sentimos que estamos solos. Esto no depende de cuánta gente nos rodee o del tamaño de nuestra familia. Es en situaciones límites cuando más solos nos sentimos.

Incluso podemos estar en la escuela con cientos de alumnos y maestros, y sentirnos solos. En especial cuando somos pequeños; todo es nuevo cada día, cada segundo, y aprendemos a lidiar con la vida mientras la transitamos.

En esos momentos no sabemos que, aunque una multitud nos rodee, tendremos que afrontar cada desafío solos. Porque así aprenderemos, porque así creceremos, porque así maduraremos, porque así, paso a paso, nos convertiremos en adultos.

Creer que tenemos un ángel de la guarda, puede ser de gran utilidad.

Parece ser que podemos sentirnos más acompañados cuando creemos en un ser que no podemos ver. Nos sentimos más libres de hallar y revelar todos nuestros temores, broncas, enojos, desconciertos, tristezas y, por qué no, alegrías.

Creo que la seguridad de saber que todo lo que sentimos está a salvo en ese individuo que no podemos ver. Nos da cierta tranquilidad.

Es nuestro secreto mejor guardado para toda la vida.

Capítulo I

Planificación prenatal

¿Dónde estás?

A lo lejos, en medio de la nada, distingo destellos multicolores que iluminan un cielo, por momentos oscuro, como un callejón sin salida. Son como estrellas fugaces que, en lugar de caer, ascienden, cargadas de luces cálidas, llenas de energía, llenas de magia. Debajo de esas ráfagas brillantes, aparece la silueta de una gran casona. Parece una cabaña. A medida que me acerco, la silueta se va haciendo más real, va tomando forma.

Toda esa energía resplandeciente proviene desde dentro, puedo sentirlo, pero quiero ver de qué se trata en realidad.

Estoy seguro de que, en este momento, estás haciendo la planificación para tu próxima vida.

Este lugar luce como un inmenso hogar con techo a dos aguas, pisos y paredes de madera, sin puertas ni ventanas que cerrar, solo las aberturas. Todas ellas dan al colosal parque decorado con todas las flores y plantas que existen, encargadas de perfumar las almas que pasan por aquí, mientras los suaves rayos de sol las acarician, las nutren, las recargan.

¿Dónde estás? Tiene que ser en alguna de estas habitaciones.

Me asomo por la abertura.

Allí, creo que estás allí.

Hay mucha luz, señal de que hay unas cuantas almas juntas.

Ahora sí, está muy claro, no son estrellas fugaces que hayan invertido su trayectoria, son seres de luz. Los conozco muy bien, yo soy uno de ellos. Este mundo es tan inmenso que nos da la posibilidad de crear mil y una realidades.

¡Sí! Por fin te encontré.

Puede lucir claro, como un cielo azul celeste despejado, sin nubes deslizándose majestuosamente, y en un segundo convertirse en el sitio más oscuro, profundo y silencioso, calmo, tan quieto como ausente.

Aquí todo es posible, todo es real. Todo es infinitamente mutable y, por eso, es tan fantástico cómo no somos capaces de imaginar.

Hace muchas vidas que vuelvo aquí después de abandonar mi cuerpo físico. Tal vez debería conocer cada rincón de este mundo y dejar de sorprenderme, pero es sencillamente imposible.

Si la magia dejara de sorprendernos, dejaría de ser magia, y este lugar ya no sería el paraíso impregnado de amor que es.

¿Por qué es mágico? Bueno, aquí se respira amor. Es una sensación única, que solo aquí se puede experimentar, que solo los seres de luz son capaces de percibir.

Siendo cuerpos físicos, estamos equipados de cinco sentidos. La vista, el gusto, el olfato, el oído y el tacto. Todos ellos están comandados por nuestro cerebro, el cual controla nuestros ojos, nuestras manos y cada partícula que forma nuestro cuerpo físico.

Lamentablemente este órgano es muy potente y a veces, logra controlar a tal punto que nos volvemos muy cerebrales, muy pensantes y dejamos de sentir, de escuchar a nuestro corazón.

Al dejar el cuerpo físico volvemos a ser solo energía. Ya no tenemos un “señor” cerebro que nos quiera comandar, dirigir y limitar a lo racional.

Un ser de luz es pura energía, sentimiento ilimitado de bondad suprema, de amor incondicional.

Somos parte de la magia de este mundo.

En esta cabaña planificamos todas las vidas que queremos experimentar en cuerpos físicos.

Todos, absolutamente todos, probaremos infinitas formas, porque con cada una de ellas hay algo que debemos aprender.

Partiendo desde este punto, podemos afirmar que todos cumpliremos todos los roles en diferentes vidas. ¿Qué quiero decir con esto? Que seremos el bueno y el malo, el abusador y el abusado, el pobre y el rico, el dominante y el dominado, el preso y el carcelero, el león y la presa. Y viviremos en todos y cada uno de esos cuerpos para aprender algo de cada experiencia. Ese aprendizaje, no se pierde entre una vida y otra, se acumula, y nos hace cada vez más sabios para la próxima vida.

Siendo seres de luz, al igual que con un cuerpo físico, somos libres de elegir los desafíos que deseamos atravesar en una existencia.

Aquí, están todos los seres de luz que querés que te acompañen en esta oportunidad. Estás planificando cada detalle de lo que querés ser.

Te veo resplandeciente, irradiando una vibrante luz dorada. Estás entusiasmada. En esta ocasión querés ser mujer.

En esta habitación, sin mobiliario, solo se encuentran las piezas del rompecabezas que será tu vida. Las vas moviendo e intercambiando, de acuerdo con lo que estás dispuesta a enfrentar.

Te has puesto muchos desafíos en el camino; evidentemente, estás dispuesta a experimentar mucho dolor, tristeza y desolación.

Para ello, y como si fueran personajes de una película, tenemos la posibilidad de decidir a quién queremos que nos acompañen en ese camino.

Cada una es seleccionada y se le pide cumplir el rol que necesitamos para lograr nuestro aprendizaje, y cada alma acepta desde el amor. Sí, desde el amor. Incluso aquel que tendrá un rol duro, despiadado, salvaje o malvado en la vida, habrá aceptado llevar a cabo su rol por amor a quien se lo pide, por amor a aquella alma que necesita tenerlo a su lado para lograr su evolución.

Esta selección de roles es la Planificación Prenatal, que se elabora antes de nacer. Esto significa que todo lo que nos sucede en la vida no es más ni menos que lo que estuvimos dispuestos a experimentar, siempre con el fin de aprender algo bueno, algo positivo, algo que nos haga más fuertes, más sensibles, más confiados, más seguros, más amorosos.

Llega el momento de elegir a quienes serán tus padres en esta vida. Buscás entre las almas que has convocado. Para que sea tu padre, elegiste a un religioso que conociste en otra vida. Es un alma fría y cruel, con quien no tenés ningún tipo de apego o afecto.

Esa alma está de acuerdo en cumplir el rol de padre, y debido a ese desapego le será sencillo; sin embargo, quiere saber que estás segura del comportamiento que esperás de él, y al parecer lo estás.

Ahora debes buscar quien cumplirá el rol de tu madre. Ella tendrá sus propias batallas que resolver y karmas con quién será su esposo. Otra alma que accede con total desapego. El ser tu madre no será para ella nada relevante, será solo un rol en su vida. Es justo lo que buscás para esta vida.

La elección de las almas con las que compartirás tu vida es vital para lograr tu propósito.

Almas relevantes serán tus hijos, que estarán durante todo tu camino. Todos son seres de luz; sin embargo, algunos brillan de manera particular. Se te acerca un alma que fue tu hermana en tu vida anterior. Ha sido la mayor, la has amado y protegido, te pide ser tu hijo menor. Él tiene su propio plan, sabe que devolverá el amor que le has dado en otra vida y está seguro de que serás la madre que necesitará en esta. Se puede percibir el amor que se tienen con esta alma.

Está aquí quien será tu hijo mayor. Lo elegiste porque ha sido tu esposo, quien te ha amado y cuidado en otra vida, ha sido un gran compañero; ahora quieres retribuir tanto afecto y entrega siendo su madre.

Es así cómo, poco a poco, vas colocando una a una las piezas en esta planificación. Cada alma va aceptando su rol en tu vida y en la propia.

Cuando un alma toma forma en un cuerpo físico, su vida se medirá en tiempos. Algunas estarán de paso, otras caminarán a tu lado por momentos más prolongados.

Obviamente, estos tiempos no existen para los seres de luz, ya que somos eternos. Eternos para vivir muchas vidas, para experimentar absolutamente todo, para conocer lo mejor y lo peor de nosotros. Solo las almas que experimentan todo y aprenden de ello son las que se convierten en almas avanzadas.

¿Y quién soy yo?

Bueno, soy tu espíritu guía, tu ángel de la guarda.

Quiero acompañarte en esta aventura que quieres vivir. Quiero estar a tu lado permanentemente, que sientas que no estás sola, que estoy ahí para ser tu apoyo, tu soporte.

Quiero ser esa bocanada de aire que se toma en un suspiro cuando el alma está angustiada y el cuerpo llora; ser ese aire fresco que recarga no solo tus pulmones sino también tu espíritu de lucha y fortaleza que sé muy bien que posees.

Quiero ser ese sueño hermoso que te visita por las noches para colmar de felicidad tu alma y recargarla de valentía para enfrentar el nuevo día.

Quiero ser esa vocecita dulce y tierna que te habla al oído y, simplemente, te dice que hagas lo que sientes, porque solo así todo será perfecto.

Quiero ser ese viento que alborota tu cabello y te hace sentir libre, muy libre, sin importar las circunstancias de tu vida, porque tu alma es libre y quiero que lo tengas muy presente.

Quiero ser ese sol que acaricia tus mejillas una mañana de otoño mientras tus pensamientos están ocupados en encontrar la solución apropiada y pronta a tus problemas. Quiero que sientas mi calor y te des cuenta de que, aun teniendo problemas por resolver, el sol estará allí para darte un nuevo día, ideas y posibilidades.

Quiero ser ese desconocido que te mira a los ojos y te regala una sonrisa, solo para recordarte que sos un ser bello y que los que te rodean pueden notarlo.

Quiero que camines en la noche por una calle oscura totalmente despreocupada y segura de encontrarte a salvo.

Quiero que no temas tomar decisiones, yo confió en tu criterio y quiero que confíes del mismo modo.

Quiero que todos tus sentimientos sean intensos y que te lo permitas, porque ese es el modo de conocerse a uno mismo. El conocerte de verdad será la clave para querer ser mejor cada día. El ver tus debilidades te servirá para trabajar en ellas.

Quiero estar ahí siempre, a cada instante, todo el camino. Acepto el compromiso de ser tu ángel de la guarda.

Vine hasta aquí en el momento de tu planificación para decírtelo, para que lo sepas.

Tengo claro, sin embargo, que ni bien entres en tu cuerpo físico, olvidaras cada palabra que te estoy diciendo; no obstante, confío que, en ocasiones, sentirás mi presencia y eso será suficiente para reconfortar tu alma cada vez que lo necesites. Una vez terminada tu planificación, llegará el momento de nacer. En ese preciso instante de transición, olvidarás todo lo planificado, olvidarás tu propósito en esta vida y cada uno de los detalles que con tanto esmero planificaste.

Si querés saber el porqué, te cuento que es el modo en que las personas gozan del libre albedrío. Llegamos con la hoja en blanco para escribir nuestra propia historia. Con un lienzo en limpio para llenarlo de colores y de nuestra propia magia.

Seguramente querrás saber qué papel me toca interpretar en tu vida. Pues, sencillamente estar a tu lado siempre, acompañarte en cada momento. Ser esa voz interior que escuchas en ocasiones. A veces, me tocará darte señales o indicios de tu verdadero propósito para que no te desvíes del camino. Podría decirse que soy tu maestro guía, quien ha vivido muchas vidas y ha aprendido mucho de ellas.

¿Que qué aprendí?

Ni más ni menos que lo que todo ser humano viene a aprender, a amar incondicionalmente.

Lo más importante que quiero que sepas: yo elegí estar a tu lado y transitar la vida que elegiste vivir, siendo tu ángel custodio.

Capítulo II

Nacimiento y niñez

En un 26 de octubre a las 5:24 am, tu madre despierta asustada, siente mojada su piyama. La cama esta empapada, está atemorizada, piensa que algo malo pudo haberle sucedido a su bebé.

En esa época, en 1967, no existía ningún método científico para conocer el sexo del bebe, eso hacía que la ansiedad y sorpresa fueran mayores.

Tu madre es muy joven y hermosa, apenas tiene veinte años. Es alta, con una larga cabellera negra, ojos color almendra intensos y una sonrisa tímida casi inocente. Su rostro está salpicado por simpáticas pecas dispersas que les dan color a sus mejillas.

No sabe absolutamente nada sobre cómo ser madre, ¿y quién lo sabe? No obstante, eso la atemoriza, teme no hacerlo bien, no hacerlo como se espera que lo haga. Después de todo, ella no buscó ser madre, ella solo se casó para huir de un hogar sin forma, de un padre maltratador y frio, un hombre tosco, domador de caballos, a quien la rudeza le iba mejor que las palabras. Ese era su padre y tu abuelo.

El hombre con quien se casó es igual de joven que ella, de mediana estatura, cabello oscuro y ojos cafés. A los diecisiete años ingresó a la escuela de policías, donde no lo trataban mejor que en su propio hogar, con una madre sumisa y un padre alcohólico y maltratador. Él no conocía de caricias o expresiones de cariño, lo que lo convirtió en un ser frío como tempano de hielo. Solo conocía el rigor y el maltrato. Ese era tu padre.

Volvamos a esa madrugada del día de tu nacimiento. Algunas almas toman el cuerpo cuando este está aún en el vientre materno. No fue tu caso, quisiste tomar el cuerpo al instante después del nacimiento.

Primer indicio, no tendrías una conexión con esa madre que te traería a esta vida, no se crearon lazos en la gestación porque simplemente no estuviste allí durante los nueve meses.

El parto fue natural, sin complicaciones ni más dolores que los normales de quien da a luz por primera vez. Tu nacimiento no dejó un mal recuerdo a quien fuera tu madre, quien te tomo en sus brazos contenta de tener su propia muñeca para jugar a la mamá.

Afuera de la sala de partos aguardaba tu tía. Al llegar tu padre de guardia de trabajo preguntó si eras niño o niña. Al escuchar a su hermana que eras niña, sus ojos se llenaron de lágrimas de tristeza. Él esperaba con ansias a un varón. Giró entonces sobre sus talones y se marchó con su angustia, amargando su alma. Ya vería cómo lo resolvería. En menos de un año engendró un varón.

Definitivamente lo tuyo fue como aterrizar en paracaídas a un sitio donde no eres bienvenido. Ese día te nombraron Abril. Ese sería tu nombre en esta vida.

Afuera era una mañana soleada de primavera. Abril comienza a moverse en su pequeña cama que se encuentra en la estancia, entre el cuarto de sus padres y el baño. Su pequeño hermano, Pablo, quien nació a menos de un año después que ella, aún duerme en la habitación de sus padres.

Ella abre sus ojitos a un nuevo día con una gran sonrisa llena de pequeños y parejos dientes blancos. Se sienta en la cama y sus cortas piernecitas cuelgan y se bambolean, obviamente no llegan al piso, entonces da un saltito y descalza sigue los sonidos que vienen de la cocina. Son de esa enorme caja oscura con forma cuadrada que llaman televisor. Mamá está planchando el uniforme de papá, mientras mira bailarinas clásicas moviéndose como gacelas. Abril las mira con la boca abierta.

—Parece que flotan, mami.

Claro, justamente, parecen ángeles que se deslizan gracias a los sonidos de la música clásica.

Abril se siente hechizada, atrapada en ese mundo mágico que está atrapado en la caja oscura. Entonces, escucha la voz de su madre que le dice:

—Cuando seas grande quiero que seas una bailarina clásica, y yo podré preparar esos vestuarios fabulosos, ¡para que bailes como la más hermosa bailarina!

La niña sonrió con tanta felicidad que se iluminó su rostro casi cubierto por su cabellera enmarañada por la noche de sueño.

Algo que dijo su madre la saco del ensueño en un segundo.

—¿Te gustaría que mamá te bata una yema de huevo fresco para el desayuno? Sus ojitos se abrieron desmesuradamente, mientras asentía con un movimiento de cabeza.

Al parecer, el desayuno en cuestión consistía en batir la yema de un huevo en una pequeña taza de café con azúcar y unas gotas de licor bien dulce, esta mezcla debía batirse energéticamente hasta obtener una crema de color blanquecino y de textura muy suave.

El hogar de Abril era una hermosa casita que se encontraba a menos de cien metros de distancia de la ruta, la cual se alcanzaba a ver desde el jardín del frente. Por el lado izquierdo, podían verse enormes árboles de eucaliptos moverse majestuosamente con las brisas primaverales que ayudaban a propagar su fragancia particularmente fresca.

Los únicos vecinos a la redonda se encontraban por el lado derecho de la casa. Esa sí era una gran casa, decía Abril. Los dueños tenían un vivero cuyo frente daba a la ruta, esa misma ruta que Abril veía desde su jardín. Si bien los clientes que querían comprar plantas, árboles o flores entraban por la ruta, la gran casa tenía otra entrada que, a su vez, era otro negocio de la misma familia. Este negocio era una pollería, vendían huevos y pollos. Había un amplio galpón lleno de jaulas con gallinas ponedoras, cuyo único trabajo era poner huevos, nada más.

Allí mandó su mamá a Abril esa mañana a buscar su huevito fresquito recién puesto. Al traspasar la puerta principal, Abril vio que no había nadie a la vista. No era la primera vez que iba en busca de su huevo de la mañana. Como sus vecinos la conocían, siempre la dejaban pasar a elegir el huevo que más le gustara, claro que siempre alguien la acompañaba.

Esa mañana fue diferente. Al entrar al galpón y sentir el alboroto que hacían las gallinas, se sintió fascinada de poder elegir su huevo ella sola. La cantidad de gallinas era incontable. Ella esperaba que la gallina pusiera un huevo. Recordemos que quería llevarlo a su casa calentita, recién puesto. Una vez puesto, el huevo corría por una canaleta que lo dejaba en el exterior de la jaula al alcance de quienes luego los recogían. Pero allí solo estaba Abril, con sus ojos muy abiertos, aturdida por los ruidos y dispuesta a escoger el mejor huevo.

¿Por qué digo el mejor huevo? Bueno, simplemente te vi tomarlos, mirarlos y no sé por qué razón no te parecía apropiado, el paso siguiente era arrojarlo al piso e ir por otra gallina y por otro huevo.

El tiempo pasaba y en casa mamá comenzaba a impacientarse, entonces decidió ir por la niña. Para cuando mamá llegó, ya había gente atendiendo el negocio y nadie había visto a Abril

La madre comenzó a asustarse, a culparse por mandar sola a la niña, mientras entraba al sector de las ponedoras con dos personas más que coreaban el nombre de Abril por los largos pasillos. De repente, la dueña vio un regadero de huevos rotos en el piso y siguió la pista, allí estaba Abril con un huevo fresco en su mano lista para arrojarlo y verlo estrellarse en el suelo después de una corta pero segura caída libre. Como la dueña le tenía mucho aprecio a la pequeña, prefirió minimizar el acto vandálico de Abril y le sonrió con cariño después de calcular a grandes rasgos las pérdidas, fácilmente treinta huevos frescos, recién puestos, habían perdido esa mañana. Abril nunca registró las perdidas, ella solo quería su huevito fresco y perfecto. Mamá solo rezaba para que su esposo nunca se enterara de su irresponsabilidad, ya que no era un hombre muy tolerante.