Un compromiso inevitable - Shawna Delacorte - E-Book
SONDERANGEBOT

Un compromiso inevitable E-Book

Shawna Delacorte

0,0
2,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Julia 966 Britt Carlton no quería enamorarse. Ya lo había hecho una vez y no pensaba volver a repetir la dolorosa experiencia. Pero cuando Ashley Thornton se mudó al apartamento de al lado, Britt supo que sólo había una forma de evitar el desastre: tenían que ser sólo amigos. Nada más…Sin embargo, aunque intentaran con todas sus fuerzas resistir la atracción que existía entre los dos, aunque rechazaran de plano la idea del amor y del matrimonio, Britt y Ashley no podían escapar de algo que ya era un hecho. Habían empezado siendo sólo amigos, pero la amistad ya no era suficiente...

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 160

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 1998 Skdennison

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un compromiso inevitable, julia 966 - febrero 2023

Título original: MUCH ADO ABOUT MARRIAGE

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo, Bianca, Jazmín, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411416214

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

QUÉ es todo ese ruido? —preguntó alguien con tono airado—. ¿Es que no puede dejar de dar golpes en la pared?

La inesperada interrupción sobresaltó a Ashley, que estuvo a punto de dejar caer el cuadro que tenía en las manos. Un hombre la miraba furioso desde la puerta abierta de su apartamento.

Medía más de un metro ochenta, era rubio, musculoso y de hombros anchos; el tipo de hombre que hacía que las mujeres volvieran la cabeza. Estaba sin afeitar, despeinado y con aspecto de no haber dormido, pero aún así resultaba muy atractivo.

—Lo siento —dijo ella, mientras colgaba un cuadro en la pared. Eran las doce de la mañana, así que no tenía por qué darle explicaciones a aquel tipo tan grosero—. Tengo que colgar unos cuadros y no sabía que estaba molestando a nadie. Acabo de mudarme —añadió, como si las cajas que había por toda la habitación no hablasen por sí mismas.

Ashley examinó al hombre con más detenimiento. No había duda, los signos eran muy familiares para ella: atractivo físico, actitud arrogante; el típico mujeriego que cada noche tenía una aventura con una mujer diferente.

Britt Carlton se dio cuenta de la situación y, poco a poco, su enfado se fue evaporando. Sólo había podido dormir cuatro horas y tenía un horrible dolor de cabeza, pero no era culpa de aquella chica, sino de sus amigos, que lo habían convencido de que se quedara en la despedida de soltero hasta la madrugada. No estaba acostumbrado a beber y tampoco le gustaba salir de noche pero, además, la consecuencia natural de una despedida de soltero era una boda; algo de lo que no quería ni oír hablar.

—Ya veo —dijo, con una sonrisa paralizante—. No quería gritarla, pero es que me acosté muy tarde y estoy destrozado.

—¿Trabaja por las noches? —preguntó ella. Le hubiera gustado hacer un comentario caústico sobre la gente que se pasa la noche de juerga, pero no lo hizo. No había ninguna razón para pelearse con un vecino sin conocerlo siquiera.

—No, es que ayer estuve en una fiesta demasiado larga —contestó él, extendiendo la mano—. Soy Britt Carlton, su vecino.

—Gracias. Me llamo Ashley Thornton —dijo ella. Cuando estrechó su mano, sintió una sensación de cosquilleo por todo el cuerpo. De cerca, era incluso más guapo y sus ojos grises, aun enrojecidos por la falta de sueño, brillaban cuando sonreía. Tenía una sonrisa que parecía acudir fácilmente a su boca y que hacía juego con sus agradables facciones—. Perdona, no te he dicho que entres —añadió, apartándose de la puerta y levantando una de las cajas que había sobre el sofá para que se sentara.

—Trae, yo lo haré —dijo él, quitándosela de las manos y dejándola en el suelo. Britt Carlton tenía mucha experiencia con las mujeres y enseguida hizo un rápido reconocimiento de la que tenía frente a él; debía de medir alrededor de un metro sesenta y cinco, era esbelta y, sobre todo, tenía unos ojos de un increíble color azul turquesa, rodeados por las pestañas más largas que había visto en su vida—. ¿Necesitas ayuda? —preguntó, mirando el sofá-cama y los almohadones que había esparcidos por el suelo—. Pídeme lo que quieras —añadió, guiñando un ojo.

Ella intentó no soltar una carcajada ante el sugerente comentario, pero no lo consiguió del todo. Lo había hecho con una sonrisa tan encantadora que no podía tomarlo como un insulto, pero confirmaba su primera impresión de que era uno de esos hombres para los que las mujeres no son más que un juguete.

—Eres muy amable, pero creo que puedo arreglármelas sola —dijo, sin poder evitar una sonrisa.

—Que nadie diga que no le ofrezco mi ayuda a una dama.

—Ese rumor no saldrá de mis labios.

Su mirada fue en ese momento de los ojos a los labios de ella. Estaba sonriendo y sus entreabiertos labios húmedos eran una tentación. Aquella boca estaba pidiendo a gritos ser besada y Britt sintió una opresión en el pecho.

—Unos labios preciosos, por cierto.

La típica frase ensayada, pensó Ashley apartando la mirada, pero sin poder evitar que se le acelerara el pulso.

Britt se dio cuenta enseguida de que su torpeza la había hecho sentir incómoda y se puso nervioso.

—Bueno, ya veo que tienes mucho que hacer, así que no te entretengo más. Pero mi ofrecimiento de ayuda es sincero —dijo, mirando alrededor.

—Gracias, pero no será necesario —dijo ella, apartándose un mechón de pelo de la cara—. Encantada de conocerte —añadió, ofreciendo su mano.

—Espero que lo digas de verdad —sonrió él.

Aquel tipo se las sabía todas, se decía Ashley. Lo sentía por las pobres chicas que salieran con él, creyendo que su relación podría llegar a alguna parte.

—¿Es que lo dudas? Aún no me conoces lo suficiente como para dudar de lo que digo —ironizó ella.

—Ese problema tiene fácil solución —sonrió él burlón—. Podemos conocernos mejor cuando quieras.

—¿Estás seguro de que quieres conocerme mejor? Es posible que te lleves una desilusión.

—El tiempo lo dirá —replicó él—. Bueno, me voy. Ha sido un placer —añadió, dirigiéndose a la puerta—. Intenta no hacer mucho ruido, por favor.

Ashley salió al balcón, donde la brisa de la bahía Elliott mecía suavemente su cabello oscuro. Britt Carlton era un hombre atractivo, pensaba sonriendo. Pero conocía muy bien aquella clase de hombre. Era alguien con quien pasarlo bien pero con el que nunca, bajo ninguna circunstancia, había que involucrarse sentimentalmente. Sabía por experiencia que enamorarse de alguien así sólo podría romperle el corazón.

 

 

Cuando volvió a su apartamento, Britt se encontró a tres personas sentadas en el sofá. Lo único que quería era volver a la cama y seguir durmiendo, pero aquel día todo el mundo parecía estar en su contra.

Darlene y Bob vivían en el piso de arriba y sabían que él nunca dejaba la puerta cerrada cuando estaba en casa, así que no se sorprendió de verlos allí. Pero con ellos había otra mujer a la que no conocía; una de esas mujeres cuyo único objetivo en la vida era parecer seductora e irresistible. Seguramente funcionaría con otros hombres, pero a él lo dejaba frío. Sólo podía ser uno de los intentos de Darlene por buscarle pareja, se dijo, mirándola.

—¿No vas a presentarme a tu amiga? —preguntó, intentando ser amable.

—Es mi prima de Phoenix, Julie Robertson —dijo Darlene, entusiasmada—. Julie, te presento a Britt Carlton, del que tanto te he hablado.

—Julie, es un placer. ¿Es la primera vez que vienes a Seattle?

—No, claro que no —contestó Julie, con una falsa suavidad que debía creer sensual y extendiendo la mano como si Britt tuviera que besársela—. Ya he venido más veces. Me encanta Seattle —añadió, moviendo la mano en un gesto exagerado.

—Seattle es una ciudad preciosa. ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? —preguntó él, estrechando su mano firmemente.

—Pienso estar dos semanas, a menos que… —contestó ella, dejando la frase sin terminar por un momento y mirándolo con indisimulada admiración—. A menos que ocurra algo que altere mis planes.

—Pues buena suerte —replicó él, sonriendo amistosamente y sin dejar traslucir lo que estaba pensando.

—¿Por qué no cenas con nosotros mañana? —preguntó Darlene.

—Me encantaría, pero seguramente tendré algún vuelo. Otra vez será.

—De acuerdo. Bueno, tenemos que irnos o llegaremos tarde al cine —dijo Bob, mientras los tres se levantaban.

Julie se levantó con movimientos seductores y se acercó a Britt. Poniéndole la mano en el pecho y mirándolo con un ensayado puchero en los labios, dijo:

—¿No te gustaría venir al cine con nosotros? Podríamos compartir las palomitas y, luego, ya veríamos…

—No me tientes —dijo él con su también ensayada sonrisa—. Pero ya tengo planes para esta noche.

Ella lanzó una especie de gemido de desilusión y le tiró un beso desde la puerta antes de salir.

En cuanto la puerta se cerró, Britt borró la sonrisa de su boca.

—Lo que me faltaba —dijo en voz alta, irritado, entrando en la cocina y sacando una tarrina de helado de la nevera.

Mientras se tumbaba en el sofá para comerse el helado, volvió a pensar en los increíbles ojos turquesa de su nueva vecina.

Se había portado como un grosero, pero ella parecía haberlo perdonado inmediatamente. No sólo era guapa, sino también simpática y amable.

También se sentía un poco culpable por haberle dicho a Darlene y a Bob que tenía que volar al día siguiente, lo cual no era verdad, pero no le apetecía lo más mínimo pasar la noche con alguien como Julie. Sin ser un tipo engreído, Britt se daba cuenta de la impresión que causaba en las mujeres. Muchas de ellas se lanzaban a sus brazos y a él no le importaba nada aceptar según qué proposiciones.

O, al menos, lo había hecho hasta seis meses antes, cuando de repente había empezado a preguntarse por qué sus relaciones con las mujeres eran tan poco profundas. Frunciendo el ceño ante aquel pensamiento, decidió abandonarlo y concentrarse en algún programa de televisión.

 

 

Ashley terminó de colocar su ropa en el armario y después se metió en la bañera y cerró los ojos, dejando que el agua perfumada relajara sus músculos. Mientras lo hacía, recordaba la razón por la que se había ido a vivir a Seattle, confiando en empezar una nueva vida. Un mes antes había descubierto que su prometido, Jerry Broderick, había estado saliendo con otras dos mujeres al mismo tiempo. Recordaba su sonrisa encantadora, sus atractivas facciones, su conversación fácil y su cinismo. Britt Carlton parecía estar cortado por el mismo patrón; el cabello rubio y los ojos grises de Britt, en contraste con el cabello y ojos oscuros de Jerry, pero por lo demás, eran exactamente iguales.

Incluso después de devolverle el anillo y romper el compromiso, Jerry seguía insistiendo en que la amaba. Ella le había dicho que la relación se había terminado definitivamente, pero él insistía en que estaba exagerando lo que no había sido más que una pequeña aventura. Después de todo, le había dicho, él era un hombre y los hombres eran diferentes.

Al recordar aquellas palabras, volvió a sentir la misma rabia que había sentido al oírlas. Cualquier pequeña esperanza que hubiera podido haber de reanudar la relación se había roto al tratar él de imponer aquella doble moral.

Estaba segura de que, al romper el compromiso, empezaría una vida nueva y el primer cambio había sido dejar su casa en Wichita, Kansas e irse a vivir a Seattle. No había sido una decisión fácil porque la entristecía dejar a su familia, pero quería vivir nuevas experiencias y disfrutar de lo que la vida la ofreciera a partir de aquel momento.

Había encontrado un buen trabajo como ayudante ejecutiva de Stuart Billington, presidente de la compañía Billington, una de las más importantes de Seattle y no tenía que empezar a trabajar hasta tres semanas más tarde, así que utilizaría ese tiempo libre para explorar la ciudad y aclimatarse a su nuevo ambiente.

Con los ojos cerrados, dejaba volar su imaginación imaginándose lo que sería su vida a partir de ese momento cuando, de repente, en su mente empezaron a formarse los atractivos rasgos de Britt Carlton.

 

 

Britt estaba en el balcón, tomando el primer café de la mañana y observando la lluvia que oscurecía el cielo. Hacía frío y volvió a la cocina a ponerse otro café, pero cuando lo estaba haciendo, de repente sintió el impulso de llenar otra taza y salir con las dos del apartamento.

Ashley había terminado de peinarse y estaba poniéndose un poco de brillo en los labios cuando oyó el timbre. Cuando abrió la puerta, lo primero que vio fue una taza de humeante café.

—Espero que te guste sin leche —sonrió Britt, entrando en el apartamento sin esperar a ser invitado—. Oye, sobre lo de ayer —añadió, poniéndose serio—, quiero pedirte disculpas otra vez. Perdona que me portara de esa forma…

—No te preocupes —lo interrumpió ella sonriendo—. Ya se me ha olvidado. ¿Has dormido bien?

—Muy bien, gracias —contestó él, intentando disimular su nerviosismo. Ashley se había hecho una coleta y llevaba vaqueros y un jersey ancho—. Estás muy guapa.

—Ayer estaba hecha un asco, ¿verdad? —preguntó, sonriendo—. Gracias por el café —añadió—. Aún no he sacado las cosas de la cocina.

Él también tenía un aspecto más descansado. Se había afeitado y llevaba unos vaqueros viejos y una camiseta en la que se podía leer: “Si Dios hubiera querido que los hombres volaran les hubiera dado billetes de avión”.

—¿Qué significa eso? —preguntó ella, rozando con el dedo la camiseta. Aunque dejó la mano allí menos de un segundo, pudo notar la firmeza de sus músculos.

—Es un regalo de mi hermana —contestó él—. No es mal regalo para un piloto, ¿verdad?

—¿Eres piloto?

—Sí. Vuelos chárter, ya sabes hombres de negocios y cosas así —contestó. Mientras hablaba, observaba la suavidad de la piel de ella, su pelo oscuro y aquellos ojos increíbles—. Te ayudaré a terminar de abrir todas las cajas. Tú me dices lo que tengo que hacer y yo te obedezco.

—La verdad es que te lo agradecería mucho.

—¿Cuánto? —preguntó él, dándose la vuelta con una sonrisa aparentemente inocente.

—Yo diría que tanto como para invitarte a comer en algún sitio no demasiado caro.

—Trato hecho. Vamos, a trabajar.

Durante las cinco horas siguientes abrieron cajas, colocaron cosas y sacaron la basura. En cuanto terminaron, Britt se tiró sobre el sofá, agotado.

—No sé qué habrías hecho sin mí —bromeó él.

—¿No me digas? Pues ahora pagas tú la comida —rió Ashley, tirándole un almohadón.

—Bueno, si no hay más remedio… —dijo él, apartándose—. ¿Nos vamos?

—Antes me gustaría darme una ducha.

—Vale. A mí también me hace falta. Te espero en mi apartamento —dijo, antes de salir.

Britt se duchó y, cuando estaba poniéndose unos vaqueros, sonó el timbre. Sólo tuvo tiempo de intentar abrochárselos como pudo mientras se apresuraba a abrir la puerta.

—Vaya, así es como me gusta que me reciba un hombre —susurró Julie, pasándole los dedos por el pecho desnudo y enredándolos en la suave mata de pelo rubio.

—Julie… qué sorpresa —dijo él, intentando disimular su desagrado. No había vuelto a pensar en ella desde que salió de su apartamento y, desde luego, no había esperado volver a verla.

—Espero que una sorpresa agradable.

—Estaba a punto de marcharme —dijo Britt sin moverse de la puerta—. ¿Puedo hacer algo por ti?

—Puedes hacer muchas cosas por mí. Por ejemplo, esto —dijo ella, apretando los labios contra los del hombre.

Él se apartó y, en ese momento, vio a Ashley que, sin decir una palabra, se dio la vuelta y volvió a entrar en su apartamento.

Britt consiguió deshacerse de las garras de Julie sin ser demasiado grosero.

—Perdona, pero tengo prisa, Julie.

—Está bien. Entonces tendré que irme —dijo, mirando el pecho desnudo del hombre—. Al menos, por esta vez —añadió, lanzándole un beso.

Britt apretó los dientes, enfurecido, mientras observaba a Julie subir las escaleras hacia el piso de Darlene y Bob. Estaba quedando como un perfecto cretino delante de Ashley, se decía a sí mismo, poniéndose el jersey apresuradamente.

 

 

Ashley sentía una mezcla de desilusión y rabia. No se había equivocado sobre Britt Carlton; era un mujeriego, como Jerry. Estaba esperándola, sabía que llegaría en cualquier momento y aún así había encontrado tiempo para una segunda cita sin siquiera molestarse en cerrar la puerta.

Aquello debería darle igual porque apenas se conocían, pero no podía evitar sentirse molesta. Aunque tenía que reconocer que Britt parecía un poco incómodo ante la actitud de la mujer, incluso sorprendido.

Ya estaba disculpando a un hombre de nuevo, se dijo a sí misma; parecía que no hubiera aprendido la lección. De nuevo, estaba inventando excusas para un comportamiento imperdonable, como había hecho durante mucho tiempo con Jerry. Apretando los dientes, volvió a renovar su promesa de no volver a sentirse interesada por un hombre así. Sabía por experiencia que sólo podía conducir al desastre.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

CUANDO Ashley abrió la puerta, Britt sentía un nudo en el estómago. Su expresión le decía que estaba molesta pero, a pesar de ello, parecía dispuesta a escucharlo. Antes de que pudiera decir nada, él empezó a darle explicaciones.

—Se llama Julie y ha venido a visitar a Darlene y a Bob, que viven en el piso de arriba. La conocí ayer. Es… no sé, muy agresiva, digamos. Cuando llamaron al timbre creí que eras tú, así que abrí la puerta y… bueno, ya lo has visto.

—No tienes que darme ninguna explicación. No es asunto mío lo que hagas con tu vida privada —dijo con frialdad. Cuando vio la expresión genuinamente preocupada de Britt, su actitud se suavizó y tuvo que sonreír—. Quizá debería haberme quedado para rescatarte. Que nadie diga que no le ofrezco mi ayuda a un caballero —repitió ella la broma que él había hecho el día anterior.

—Ese rumor nunca saldrá de mis labios —contestó él de la misma manera, sintiéndose más cómodo al haber roto la tensión.

—Eso ya lo dijimos ayer y hoy habías prometido invitarme a comer.

—Muy bien. ¿Quieres que vayamos a algún sitio en especial?

—Como no conozco la ciudad, tendrás que decidirlo tú.

—No sabía que no eras de Seattle. ¿De dónde eres?

—De Wichita, Kansas. ¿Has estado allí alguna vez?