Un relato enmarañado - Lewis Carroll - E-Book

Un relato enmarañado E-Book

Lewis Carroll

0,0
8,49 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Este relato apareció originalmente en forma de serie en "The Monthly Packet", iniciando en abril de 1880. El propósito del autor era incorporar en cada Maraña (como la medicina hábilmente disimulada, aunque de manera inútil, en la mermelada que nos daban en nuestra tierna infancia) una o más cuestiones matemáticas —referentes a la Aritmética, el Álgebra, o la Geometría, según fuera el caso— para el entretenimiento, y posible instrucción, de los amables lectores de esa revista. Lewis Carroll Octubre de 1885

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.

Primera edición: julio de 2016

© 2016 De esta traducción: Elsa Puente Vázquez

De la presente edición:

© 2016 Bonilla Artigas Editores, S. A. de C. V.

Cerro Tres Marías número 354

Col. Campestre Churubusco, C.P. 04200, Ciudad de México

[email protected]

www.libreriabonilla.com.mx

ISBN: 978-607-8450-45-9

ISBN ePub: 978-607-8450-73-2

Responsables en los procesos editoriales y cuidado de la edición: Bonilla Artigas Editores

Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos

Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love

Hecho en México

La primera edición en un solo volumen de A Tangled Tale, escrita por Charles Lutwidge Dodgson bajo el pseudónimo de Lewis Carroll, fue publicada por Macmillan and Company, Ltd. en Londres, en 1885, con ilustraciones de Arthur Burdett Frost.

Charles L. Dodgson y Arthur B. Frost fallecieron, respectivamente, en 1898 y 1928. Por los artículos 7, 8 y 18 (2) del Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas, en su versión del 28 de septiembre de 1979, la mencionada edición (incluyendo las ilustraciones) de A Tangled Tale es una obra literaria que pertenece al dominio público en México y en el Reino Unido; la presente traducción está basada en dicha edición.

Contenido

Prefacio

Maraña

I Excelsior

II. Hospedaje idóneo

III. La disparatada Mathesis

IV. Los cálculos improductivos

V. Ceros y taches

VI. Su Radiantad

VII. Caja chica

VIII. De omnibus rebus

IX. Una sierpe con esquinas

X. Bollos de Chelsea

Apéndice

Respuestas a la Maraña

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

Sobre el autor

Arthur Burdett Frost (1851-1928) fue un ilustrador, litógrafo, artista gráfico, pintor y escritor de historietas estadounidense. Frost era daltónico y, tal vez, esto propició el maravilloso uso de la escala de grises que logró. Su obra es sumamente reconocida por su representación dinámica del movimiento y de la secuencia de eventos. Entre 1877 y 1878 residió en Londres, para recibir lecciones de algunos de los mejores caricaturistas de la época. Él y su familia vivieron en Francia, de 1906 hasta 1914 (año en que inicia la Primera Guerra Mundial), donde Frost pudo darle rienda suelta a su interés por el Movimiento Impresionista. Invitamos al lector interesado en la obra de Frost a que visite la página electrónica www.gutenberg.org/ebooks/search/?query=Arthur+B.+Frost&go=Go.

Hoc meum tale quale est accipe.1

A Mi Discípulo

¡Querido Discípulo! Domadas por ti,

Sumash=, Restash=, Multiplica=león,

La División, las Fracciones, la Regla de Tres,

¡Dan fe de tu artística manipulación!

¡Sigue entonces adelante! ¡Y que la voz de la Fama

Durante Épocas y Épocas repita tu historia,

Hasta que te hayas ganado una reputación

Que supere incluso de Euclides la gloria!2

Prefacio

ESTE Relato apareció originalmente en forma de serie en The Monthly Packet,3 iniciando en abril de 1880. El propósito del autor era incorporar en cada Maraña (como la medicina hábilmente disimulada, aunque de manera inútil, en la mermelada que nos daban en nuestra tierna infancia) una o más cuestiones matemáticas —referentes a la Aritmética, el Álgebra, o la Geometría, según fuera el caso— para el entretenimiento, y posible instrucción, de los amables lectores de esa revista.

Lewis Carroll

Octubre de 1885

Notas del prefacio

1 Esta frase significa “Lo acepto tal cual”. Tal vez sea la amable invitación que Carroll nos hace para que, mientras viajamos con él a través de las siguientes páginas, creamos que todos los sucesos que en ellas plasma fueron exactamente de este modo. O, quizá, esta frase sólo refleja el estado de ánimo en el que se encontraba el propio Carroll cuando decidió publicar este maravilloso Relato.

2 En la primera edición de A Tangled Tale en un solo volumen, Carroll agregó este poema-acertijo para dedicar el libro, de manera disimulada, a Edith Rix (1866-1918). Para resolver el acertijo original bastaba con considerar a la segunda letra de cada renglón; sin embargo, en esta traducción al español que presentamos de dicha dedicatoria (y por la cual agradecemos a Salvador Puente de la Torre), ¿cómo encontraría el amable lector la solución?

3 Para más información sobre esta singular revista inglesa, publicada entre 1851 y 1899, y cuya primera editora fue la novelista Charlotte Mary Yonge (1823-1901), invitamos al amable lector a que visite la página https://community.dur.ac.uk/c.e.schulze/works/monthly_packet.htmlca.

Maraña I

Excelsior

“Duende, muéstrales el camino de subida y de bajada”.1

EL rojizo resplandor del crepúsculo ya se desvanecía entre las obscuras sombras nocturnas, cuando aún era posible observar a dos viajeros descendiendo rápidamente —a un paso de seis millas2 por hora— por la escabrosa ladera de una montaña; el más joven saltando de risco en risco con la agilidad de un cervato, mientras que su compañero, cuyas ancianas extremidades parecían estar incómodas dentro de la pesada armadura de cadena que los visitantes suelen llevar puesta en esa región, avanzaba con suprema dificultad a su lado.

Como siempre ocurre en tales circunstancias, el caballero más joven fue el primero en romper el silencio.

“¡Me parece que avanzamos de manera considerable!” dijo. “¡No apretamos el paso de este modo cuando ascendimos!”.

“¡Avanzamos a muy buen paso, ciertamente!” repitió el otro con un gemido. “Cuando escalamos, íbamos solamente a tres millas por hora”.

“Y en esta planicie ¿nuestro paso es de…?” insinuó el más joven; porque era flojo para la estadística, y dejaba semejantes detalles a su anciano compañero.

“Cuatro millas por hora” respondió cansado el otro. “Ni una pizca más” añadió, con esa afición por la metáfora tan común entre los viejos “¡y ni un céntimo menos!”.

“Eran las tres pasado el mediodía cuando salimos de nuestra posada” dijo, pensativo, el joven. “Apenas regresaremos a tiempo para la cena. ¡Tal vez el posadero nos niegue rotundamente todo alimento!”.

“Censurará nuestro tardío regreso” fue la grave respuesta, “y nos enfrentaremos a tal reprimenda”.

“¡Esa es una opinión valerosa!” exclamó el otro, con una alegre carcajada. “Y si intentáramos conseguir que nos ofrezca otro plato, ¡me parece que nos respondería con una tarta agria!”.

“Lo único que conseguiremos es nuestros postres” suspiró el caballero mayor, quien nunca en toda su vida le había encontrado la gracia a una broma, y se encontraba un tanto molesto por la inoportuna frivolidad de su compañero. “Serán las nueve,” añadió en voz baja, “cuando regresemos a nuestra posada. ¡Nuestra caminata de hoy habrá consistido de muchísimas millas!”.

“¿Cuántas? ¿Cuántas?” gritó el entusiasta joven, siempre sediento de conocimiento.

El anciano permaneció en silencio.

“Dime” respondió después de meditar por un momento, “¿qué hora era cuando alcanzamos aquella cima? ¡No tiene que ser con exactitud!” añadió a toda prisa, percibiendo una objeción en el rostro del joven. “Y puedes equivocarte en tus cálculos hasta por una burda media hora, ¡eso es todo lo que espero del hijo de tu madre! Entonces te diré, precisamente y hasta el último ápice, la distancia que habremos recorrido entre las tres y las nueve”.

El joven respondió únicamente con un gemido; entre tanto, sus facciones retorcidas y las profundas arrugas que se sucedían una tras otra a lo largo de su varonil frente, revelaban el abismo del martirio aritmético en el cual lo había sumido una pregunta fortuita.

Maraña II

Hospedaje idóneo

“Siga derecho a lo largo del sendero sinuoso,y rodee la cuadra de la plaza”.3

“PREGUNTÉMOSLE a Balbo” dijo Hugh.

“Está bien” dijo Lambert.

“Él lo puede solucionar” dijo Hugh.

“Ya lo creo” dijo Lambert.

No hacían falta más palabras: los dos hermanos se entendían perfectamente.

Balbo los esperaba en el hotel: el trayecto lo había dejado exhausto, según él mismo había dicho: de modo que sus dos discípulos habían dado la vuelta al sitio, en búsqueda de habitaciones para alquilar, sin su veterano tutor quien había sido su inseparable compañero desde la infancia. Le habían puesto tal nombre por el héroe del cuaderno de ejercicios de latín, el cual rebosaba de anécdotas sobre aquel genio polifacético —anécdotas cuya imprecisión en los detalles quedaba más que compensada con su sensacional inteligencia. “Balbo ha vencido a todos sus enemigos” había anotado su tutor, al margen del libro, “Valentía Exitosa”. De esta manera él había intentado obtener una moraleja de cada anécdota sobre Balbo —en ocasiones en forma de una advertencia, como en el caso de “Balbo había pedido prestado un dragón saludable”, en contraste con lo cual había escrito “Irreflexión en la Especulación”; en ocasiones para dar ánimos, como en el caso de las palabras “El Efecto de la Solidaridad en la Actuación Concertada”, lo cual había anotado contiguo a la anécdota “Balbo asistía a su suegra para convencer al dragón”; y en ocasiones reducida a una sencilla palabra, como en el caso de “Prudencia”, que era todo lo que había podido extraer del conmovedor relato “Balbo, una vez que había chamuscado el rabo del dragón, se alejó”. Sus discípulos preferían las moralejas cortas, dado que les quedaba más espacio para realizar ilustraciones al margen, y en esta instancia necesitaban de todo el espacio libre posible para mostrar la rapidez con la que el héroe había partido.