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Cuando regresó a la ciudad, Hannah Morgan ya no era la jovencita insulsa de antaño, ahora era la sofisticada doctora Morgan. Pero un solo beso de Dev Hart la hizo volver a la adolescencia de golpe. ¡Quizás se hubiera dado cuenta por fin de que era una mujer hecha y derecha! Hannah le cortaba la respiración. Con esa combinación de inteligencia y sofisticación resucitó el deseo que había sentido por ella hacía tantos años y que tanto se había esforzado en negar. Lo único que necesitaba era alguien que cuidara de su hijo, no necesitaba una mujer que provocara en él todos aquellos sentimientos, pero Hannah jamás se conformaría con menos, ella lo quería todo de él...
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Seitenzahl: 167
Veröffentlichungsjahr: 2014
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Teresa Ann Southwick
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
Un solo beso, n.º 1306 - diciembre 2014
Título original: This Kiss
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Publicada en español en 2002
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-4847-4
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
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Ella se había olvidado de lo bien que estaban «los problemas» con unos vaqueros gastados, unas botas de vaquero y un Stetson negro.
Hannah Morgan estaba sobre el travesaño inferior de la cerca y observó cómo la alta e imponente figura de Dev Hart dominaba el corral donde supervisaba la doma de los caballos. Como le estaba dando la espalda, no la podía ver, pero ella tenía una vista bastante buena de sus encantos, sus músculos, sus anchos hombros y su espectacular trasero de vaquero.
No lo había visto desde los días del instituto. Entonces, ¿por qué pensaba en él como en un problema?
Tal vez tuviera algo que ver con la forma en que esos vaqueros se le pegaban a los musculosos muslos. O con ese intrigante hoyuelo en la barbilla. Desde donde estaba no lo podía ver, pero diez años de recordarlo hacían que se lo pudiera imaginar sin mayor problema. Y también podía recordar sus ojos castaños. Eran oscuros y profundos. Una mujer podía arder en llamas con una sola mirada.
No ella, por supuesto. Ahora era médico y, prácticamente, la misma rubia delgaducha a la que él nunca le había prestado atención aparte de cuando estudiaban física juntos.
Dev se volvió entonces y ella se percató del momento en que la vio. Esa mirada como un rayo láser se paseó por el corral, la pasó por un momento y luego, instantáneamente, volvió a fijarse en ella. Sonrió levemente y eso hizo que ella se estremeciera de la cabeza a los pies.
Luego giró la cabeza y le dijo por encima del hombro al otro vaquero que estaba con él:
–Ya basta por hoy, Wade. Dale de comer y beber y luego llévalo al establo.
El corazón le latió un poco más rápidamente a Hannah cuando Dev se acercó a ella. ¿Había algo más masculino, más sexy que la forma de andar de un vaquero de Texas? Si así era, ella no lo había visto nunca. Dev saltó la cerca y se detuvo delante de ella. Le parecía más alto, más ancho de hombros y, lo que era más importante, ya no era ningún adolescente.
Dev Hart era un hombre.
Y, por el efecto que seguía causando en ella, Hannah seguía siendo la misma chica tímida de dieciséis años de la última vez que lo vio.
–¿Hannah? Si no hubiera sabido que venías no te habría reconocido –dijo él sorprendido.
–Hola, Dev. ¿Tanto he cambiado?
–Sí. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
–No he vuelto por aquí desde hace seis años. Pero creo que ha pasado mucho más desde la última vez que nos vimos.
Ella sabía muy bien que no se habían visto desde su graduación en el instituto, hacía diez años.
–El cabello rubio y los ojos azules siguen siendo los mismos, pero todo lo demás ha madurado mucho. Polly dijo que no llegarías hasta esta noche.
La madre de ella era el ama de llaves de la casa. Después de que su padre las abandonara, Polly se había dedicado a fregar casas para salir adelante ellas dos, incluyendo la de los padres de Dev, y hacía un año que Dev la había contratado como ama de llaves a tiempo completo.
Durante todos sus años de estudio, Hannah había soñado con darle una vida mejor a su madre. Se culpaba a sí misma de que ella trabajara tanto y se proponía hacer que dejara de hacerlo y estaba a punto de conseguirlo si conseguía ese trabajo que quería en Los Ángeles, en ese prestigioso grupo pediátrico.
–He tomado un vuelo anterior y he alquilado un coche en el aeropuerto. ¿Dónde está mi madre? No había nadie en la casa.
–Se ha llevado a Ben al pueblo –respondió él cruzando los brazos.
La mente de ella se aceleró, buscando algo que decir que rellenara el silencio. Ese era su primer viaje a casa desde que su madre trabajaba de ama de llaves. Hannah había sabido que vería a Dev, pero no se había esperado tener que conversar con él, y a solas, nada más llegar. Se suponía que Polly tenía que estar allí.
–¿Qué edad tiene ahora tu hijo? –le preguntó por fin.
–Casi cuatro años. Los cumple la semana que viene. Es un niño muy activo. No sé lo que podría hacer sin tu madre. Ella es muy especial.
–No te lo voy a discutir.
Ella sabía que Dev y su esposa habían roto, pero no conocía los detalles. Cuando lo supo, lo primero que pensó fue que los niños ricos tenían los mismos problemas que las chicas poco dotadas físicamente y, además, pobres. Lo segundo que pensó fue que aquello debió de ser duro para el pequeño. Sabía por experiencia lo que era que un padre le diera la espalda a su hijo.
El orgullo paterno se reflejó en los ojos de Dev y ella no pudo evitar preguntarse qué clase de padre sería. Los recuerdos de su propio padre eran cosas que prefería olvidar.
–¿Cómo estás? –le preguntó.
–Bien. ¿Y tú?
–Bien. A pesar de que estaré mejor cuando reciba una oferta de uno de esos grupos con los que me he entrevistado. Solo estoy esperando a ver cuál me quiere.
–¿Quién no te podría querer a ti, la chica más lista que se haya graduado nunca en el instituto de Destiny? –preguntó él con los ojos brillándole por un interés repentino.
–¿Te vas a quedar hasta el campeonato de rodeo del instituto? –añadió Dev.
–Para serte sincera, lo había olvidado. ¿Cuándo es?
–Dentro de cuatro semanas. Y, si yo estuviera en tu lugar, tendría cuidado en no decir cosas como esa. En esta parte del mundo, olvidarse del rodeo es una ofensa que se puede llegar a castigar con la horca.
Hannah se rio.
–Si, Destiny es sobre todo un pueblo dedicado al rodeo. ¿Cómo va el negocio del ganado?
Hacía diez años, el negocio daba beneficios y daba por hecho que eso no había cambiado. La familia de Dev vivía bastante bien proporcionando ganado para los rodeos de todo el país y se dedicaban además a la crianza para carne y a la doma de caballos. Dev era el tipo que querían todas las chicas del instituto, tanto por su dinero como por su físico. Si no hubiera necesitado que ella le explicara la física, probablemente nunca le habría dirigido la palabra. Por supuesto, después de cada lección, ella lo perdía de vista y ni le hablaba cuando se cruzaban por los pasillos.
–El negocio va mejor que nunca –respondió él–. Me mantiene ocupado. Y es por eso por lo que le estoy tan agradecido a Polly. Si no la tuviera para que cuidara de Ben, la casa ya estaría destruida.
Hannah se rio.
–Ella adora a tu hijo.
–Dice que tú no tienes ninguna relación y que no vas a tener hijos por el momento, así que tiene que entrenarse como abuela mientras sigue siendo lo suficientemente joven.
Hannah no estuvo segura de qué la molestaba más, que su madre hablara de ella con Dev o que él supiera que ella no tenía a nadie especial en su vida.
–¿Cómo están tus padres? –le preguntó cambiando de conversación.
Su vida personal o la falta de ella no era algo de lo que quisiera hablar con el más famoso ligón del instituto de Destiny.
–Están viajando de costa a costa en una caravana. Es lo que siempre soñaron con hacer y nunca habían tenido tiempo. Después del ataque al corazón de papá del año pasado, decidieron dejarlo todo, él se jubiló y me pasó a mí el negocio.
–Y no ha hecho nada mal.
Ella había conocido a pacientes que se habían visto obligados a volver al trabajo por circunstancias económicas cuando deberían haberlo dejado por más tiempo para cuidar su salud.
–Pero, por supuesto, se lo podía permitir –añadió–. Todo el mundo dice que este es el mayor rancho de Destiny.
–¿Todo el mundo? –preguntó él frunciendo el ceño–. Tú ya lo has visto.
Su madre había trabajado en el rancho, pero siempre lo hacía mientras ella estaba en el instituto. Y ella no había vuelto por allí desde hacía años, por lo que Polly se había visto obligada a ir a Los Ángeles cuando quería verla.
–No. Debes de estar pensando en una de las otras chicas que te seguían babeando.
Eso le salió más amargamente de lo que había pretendido. Era curioso cómo volver a casa hacía salir a la superficie todos esos sentimientos.
–Los tiempos han cambiado –respondió él agitando la cabeza–. Y creo que para bien.
–¿Estás tratando de decirme que no te gustaba toda esa atención femenina?
–¿Es que me tomas por tonto? Me gustaba mucho. Pero eso fue hace ya mucho tiempo y ahora tengo otras cosas que hacer. Llevar este rancho y ser padre no deja tiempo para mucho más.
–¿Es eso?
¿Por qué la sorprendía aquello? Aun así, no era justo por su parte que siguiera pensando en él como en ese adolescente egoísta que había conocido. Ella había madurado y él debía haberlo hecho también. Después de todo, se había casado, era padre y se había divorciado. Y había tenido el sentido común de contratar a su madre.
Esa era la buena noticia. La mala era que su madre vivía en el rancho y había tenido que vender su propia casa. Decía que con eso cortaba gastos. Más malas noticias, durante esa visita a su madre, ella iba a tener que quedarse en el rancho Hart, bajo el mismo techo que Dev.
Pero cuando llegó había visto la casa por fuera. Realmente era bastante grande y su madre le había dicho que había un ala separada para el personal contratado. Pero aun así, Hannah sabía que iba a tener que ver a Dev y no tenía ni idea de qué podían hablar. Ya casi habían terminado con todos los temas de conversación en esos pocos minutos y ese comentario acerca de las chicas que lo adoraban sin duda la había puesto casi en posición de no ser bien recibida. Durante sus estudios de medicina había aprendido cómo comportarse con los pacientes, pero no la forma educada de relacionarse con el sexo opuesto. Desgraciadamente, la diplomacia no estaba incluida en esos cursos. En otras palabras, ella era bastante retraída socialmente y podía ser por eso por lo que seguía sin novio.
–Mira, Dev, no quiero molestarte más en tu trabajo. Volveré a la casa y esperaré allí a mi madre.
–No me estás molestando. Ahora tengo tiempo para enseñarte el rancho si quieres. Puedo hacer que Wade ensille un par de caballos.
–No, gracias. Pero si estás seguro de que no te molesta, no me importaría recorrerlo dando un paseo andando.
–¿Tienes algo en contra de montar?
–No en avión, coche o tren.
–¿Te dan miedo los caballos?
Hannah asintió.
–Me caí de uno cuando era niña.
Además de por ser una empollona, su aprensión con los caballos siempre la había hecho sentirse fuera de lugar en un país de rancheros. Eso solo era una cosa más que demostraba que ella no pertenecía a ninguna parte. Si hubiera habido alguien más en Destiny a quien no le gustaran los caballos, le hubiera gustado conocerlo. Entre los dos podrían haberse apoyado un poco.
–A pesar de eso, no admito libremente tener miedo de nada –añadió–. Prefiero pensar que no es muy inteligente subirme voluntariamente en un animal que me puede aplastar tan fácilmente como a una uva.
Él asintió, pero con un extraño brillo en los ojos.
–Esto es por lo de la física, ¿no?
–¿Y qué tiene que ver la física con esto?
–Un cuerpo en movimiento tiende a permanecer en movimiento a no ser que actúe sobre él una fuerza externa.
–Sí, pero…
–O un cuerpo acelera a treinta y dos pies por segundo.
–Lo recuerdas. ¡Y yo que creía que estaba perdiendo el tiempo! –dijo ella sonriendo–. Pero creo que yo me refería a objetos, ya que el principio se puede aplicar tanto a una pluma como a una bola de bolos.
Cada vez que Dev había dicho la palabra cuerpo, lo había hecho con una mirada extraña. Y ella había sentido cómo esa mirada se había deslizado por la parte delantera de su camiseta blanca, que ahora le parecía transparente, hasta los pantalones color caqui y las zapatillas blancas. Cuando la volvió a mirar a los ojos, lo hizo con un brillo en los suyos que ella no entendió.
Oh, no acababa de nacer; había andado por ahí con algunos tipos. Pero ese era Dev Hart. En el pasado él apenas se percataba de que ella estuviera viva, así que: ¿cómo podía confiar ella en una mirada como esa viniendo de él?
Dev apoyó las manos en las caderas.
–Tú ya no eres mi tutora, la que me enseñaba física. Ahora eres médico. ¿No crees que los cuerpos son más interesantes que las bolas de jugar a los bolos?
Dev nunca la había mirado de esa manera en el instituto, pero como no la miraba en absoluto aparte de en las clases que ella le daba…
En lo que se refería a Dev Hart, ella se sentía mucho más cómoda hablando de física que de cuerpos y trató de encontrar la manera de volver a ese tema.
–El hecho permanece; yo prefiero tener los dos pies firmemente plantados en la tierra. De esa forma, un caballo no me puede poner en movimiento para hacer que termine en el duro suelo.
–Eso es cierto. Pero es una verdadera lástima dejar que una caída te impida montar. No hay nada comparable a la sensación de montar.
Aquello tenía gracia. Al cabo de diez años había logrado llamar la atención de ese hombre por fin y se dedicaban a hablar de sus deficiencias.
–Seguramente tienes cosas mejores que hacer que cuidar de mí.
–La verdad es que me parece justo mostrarte el rancho. Gracias a ti logré aprobar la física en el instituto y entrar en la universidad. Lo menos que puedo hacer es enseñarte a montar.
–Créeme, me ha ido muy bien sin saber hacerlo. No hay muchas oportunidades para subirse a un caballo en Los Ángeles. Eso por no mencionar que hay maneras más seguras de llegar a donde vayas.
Mientras hablaban, otro vaquero entró en el corral con un caballo ensillado. Hannah vio de reojo cómo se subió al animal y empezó a hacerle dar vueltas. De repente, el caballo retrocedió, sorprendiendo al jinete, que perdió el equilibrio y cayó al suelo con un gruñido.
Cuando el vaquero se agarró un hombro y no se levantó, la relajada postura de Dev desapareció e, instantáneamente, se puso en acción. Abrió la puerta del corral y Hannah lo siguió. Corrieron al costado del hombre y se arrodillaron junto a él.
–¿Qué ha pasado, Newy?
–Algo lo ha asustado y me ha pillado desprevenido… –dijo el hombre con un gesto de dolor.
–¿Es el mismo hombro? ¿Dislocado? –preguntó Dev, y el vaquero asintió.
–¿Estás seguro de que no está roto? –preguntó a su vez Hannah.
Newy agitó la cabeza.
–Ya me ha pasado antes. Si me doy un golpe en un sitio concreto, se me sale.
–La integridad está comprometida –afirmó Hannah muy seria, sabiendo que el golpe original le había dejado más vulnerable la articulación.
–Ese maldito caballo no tiene nada de integridad –protestó el hombre.
–Es cuestión de física. Este suelo tan duro tiene una forma de actuar sobre los cuerpos que no es nada agradable. ¿Te importa si le echo un vistazo?
Cuando el hombre la miró escépticamente, Dev dijo:
–Newy Tubbs, esta es Hannah Morgan, la doctora Hannah Morgan.
–¿Una doctora? No sabía…
Hannah trató de decidir cuál era el prejuicio de ese hombre, que ella fuera una mujer o que pareciera tener apenas la edad de una estudiante de instituto. No sería la primera vez para ninguna de las dos posibilidades.
Dev se quitó el sombrero y luego se pasó una mano por el corto cabello antes de volvérselo a poner.
–Te podemos meter en la camioneta y saltar en todos los baches que haya entre aquí y la consulta del doctor Holloway en Destiny. O Hannah puede…
–Echarme un vistazo –respondió el vaquero de mala gana–. De acuerdo.
Hannah pensó que debía dolerle de verdad para haberse rendido tan fácilmente. Dev se hizo a un lado para hacerle sitio y Hannah comprobó que el hombro no estaba roto.
–Está dislocado, de acuerdo. Un estudiante de primero podría decirlo sin problemas.
–Supongo que, después de todo, vamos a tener que llevarte a ver al médico.
–Perdona. ¿No habíamos dejado claro que yo soy médico? A no ser, por supuesto, que prefieras torturar a este pobre hombre con un viaje hasta el pueblo. Si no es así, me puedo ocupar de él aquí mismo.
Newy la miró dudosamente.
–Una chica un poco suspicaz, ¿no?
–Él tiene razón –intervino Dev–. El doctor ya ha hecho esto antes. Lo meteré en la camioneta y…
–No se necesita fuerza, solo habilidad –dijo ella–. ¿Qué puedes perder por dejarme intentarlo? A no ser que te dé miedo un poco de dolor… Pero de todas formas, te va a doler mucho en el viaje hasta el pueblo. Y durante mucho más tiempo.
Newy miró a su jefe, luego a ella y asintió de mala gana.
–Adelante.
Hannah asintió y le agarró la muñeca y el brazo.
–Esto te va a doler un poco –dijo–. Pero, si ya te ha pasado antes, ya lo sabrás.
Cuando Newy asintió, ella le dio un tirón del brazo y el vaquero contuvo un grito. Luego la miró, evidentemente sorprendido.
–¡Vaya! Creo que ya está en su sitio. El dolor está cesando.
Hannah se sentó en los talones.
–Eso es lo que pasa cuando está donde debe estar. ¿Tenéis algo con que hacer un cabestrillo? Es necesario inmovilizar ese brazo.
Newy agitó la cabeza.
–No es necesario. Hay un botiquín en el establo. Wade está trabajando allí y ya me lo ha hecho anteriormente.
Dev lo ayudó a ponerse en pie y el vaquero la miró y dijo:
–Muchas gracias, señora. Quiero decir, doctora.
–De nada.
Hannah se quedó con Dev mientras veían alejarse al vaquero hacia el establo. Luego él la miró a los ojos.
–Muchas gracias –dijo.
–No pasa nada –respondió ella sonriendo y alegrándose de que la hubiera visto como una mujer competente en su trabajo y no como una timorata temerosa de los caballos.
Dev se cruzó de brazos.
–¿Qué puedo hacer para agradecértelo?
–No es necesario que lo hagas. Es para lo que he estudiado.
Antes de que pudieran continuar hablando, el sonido de unos pies a la carrera les llamó la atención. Hannah se volvió y vio a un vaquero pequeñito corriendo hacia ellos todo lo deprisa que le permitían sus pequeñas piernas. Detrás iba su madre.
–Hola, papá –dijo el niño.
–Ben…
Salieron del corral y ella tuvo que luchar contra el temblor que le produjo de nuevo la visión por detrás de Dev. Intentó poner cara de frialdad y sofisticación a pesar de que por dentro estaba atontada y lo suficientemente caliente como para fundir diamantes.
Dev recibió a su hijo con los brazos abiertos, lo elevó y le dio un beso en la mejilla.
–Hola, campeón –dijo–. ¿Os habéis divertido Polly y tú?
El niño asintió, luego vio a Hannah y la señaló.
–¿Quién es?
–No es de buena educación señalar con el dedo, Ben. Esta es la hija de Polly, Hannah.
Entonces Polly se reunió con ellos un poco ahogada.
–¿No lo recuerdas, Ben? Ya te dije que iba a venir hoy. Ella es médico. Hola, querida.
–Hola, mamá.