Viajeras a través del mar tenebroso en los siglos XV-XVI - Vicenta Márquez de la Plata - E-Book

Viajeras a través del mar tenebroso en los siglos XV-XVI E-Book

Vicenta Márquez de la Plata

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Beschreibung

Pocos imaginan cuántas mujeres forman parte de la historia de la navegación. En los siglos XVI y XVII,  señoras que nunca habían salido de sus hogares, agarraron el timón para gobernar pesadas embarcaciones o se subieron a ellas picadas por la curiosidad. Venciendo mil dificultades, se atrevieron a lanzarse a lo desconocido en  largas, peligrosas y duras travesías cubriendo distancias increíbles en mar abierto. Con este nuevo libro, Vicenta Márquez de la Plata nos desvela a valerosas señoras de nuestra historia que «dieron la talla» cruzando el Mar Tenebroso. «Vicenta Márquez de la Plata nos descubre mujeres a menudo silenciadas e ignoradas por la historia». El Español. «Una vez más, Vicenta Márquez de la Plata nos regala su personal mirada de la historia». Sandra Ferrer- Palabras que Hablan de Historia. «La escritora e historiadora Vicenta Márquez de la Plata reúne una sorprendente. Red Historia

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VIAJERAS A TRAVÉS DEL MAR TENEBROSO EN LOS SIGLOS XV – XVI

Vicenta Márquez de la Plata

Viajeras a través del Mar Tenebroso en los siglos XV-XVI

© Vicenta Márquez de la Plata, 2022

© Ediciones Casiopea

ISBN: 978-84-126080-0-7

Imagen de cubiertas: Retrato de Isabel Barreto

Diseño de cubierta: CaryCar Servicios Editoriales y Karen Behr

Maquetación: CaryCar Servicios Editoriales

Impreso en España

Reservados todos los derechos.

Índice

INTRODUCCIÓN

DOÑA MARIA DE ESTRADA (1475-1567)

DOÑA MENCÍA CALDERÓN, ADELANTADA DE LA FRONTERA

DOÑA MENCÍA CALDERÓN, ADELANTADA DE LA FRONTERA P.S XVI BADAJOZ – 1489

DOÑA MARINA FLORES GUTIÉRREZ DE LA CABALLERÍA(CIRCA 1489- ¿?)

BEATRIZ DE LA CUEVA (1490-1541)GOBERNADORA DE GUATEMALA

DOÑA MARÍA ÁLVAREZ DE TOLEDO Y ROJAS (c. 1490-1499)

MARINA ORTIZ DE GAETE (1501-1592)

DOÑA INÉS SUÁREZ (1507-1580)

DOÑA JUANA RAMÍREZ DE ARELLANO Y ZÚÑIGA (1509-1583)

FRANCISCA PIZARRO (1534-1598)HIJA DE FRANCISCO PIZARRO (1478-1542) Y LA PRINCESA QUISPE SISA (1518-1575)

DOÑA BLANCA MENDEZ DE RIVERA (1590-¿?) Y SUS HIJAS («LAS BLANCAS»)

DOÑA CATALINA DE ERAUSO (1592 – 1635)MAS CONOCIDA COMO «LA MONJA ALFÉREZ»

DOÑA ANA MARÍA LORENZA MARTÍN DE LOYOLA COYA (1593-1630)

DOÑA ISABEL BARRETO DE MENDAÑA (1567? -1620?)ALMIRANTA DE LA MAR OCÉANA

DOÑA ANA DE BORJA Y CENTELLES (1640-1706) VIRREINA Y GOBERNADORA DE PERÚ

INTRODUCCIÓN

Las naves y sus condiciones

Aunque desde muy antiguo, ya con los griegos, se conocía que el mundo era redondo, todavía en el medioevo se creía, aun por los mareantes ―marineros― que el mundo era tan inmenso que podía considerarse plano, no se sabía, al menos por el común de la gente, cuál sería el radio de tan colosal «bola». El mar era prácticamente infinito y aunque la navegación costera había progresado mucho y se había hecho «atrevida» rodeando el continente africano, las islas británicas y aún más allá, se ignoraba qué esperaba al hombre al final del «Mar Tenebroso».

Desde luego, lejos, muy lejos de la costa, todos sabían que el mar estaba poblado de monstruos marinos de dimensiones descomunales, listos para tragarse a un barco entero, y desde luego si tal monstruo hubiese existido no habría tenido dificultades para devorar un barquichuelo de pocos metros, un minúsculo objeto que flotaba en un mar inmenso. Una inmensidad de agua salada cuyas orillas al otro lado eran desconocidas. Gracias a Dios los «monstruos» resultaron ser más pequeños que los barcos y ninguno fue engullido por uno de ellos.

Como quiera que fuese, el hombre ―e incluimos en esto al varón y a la mujer― siempre ha sentido curiosidad por saber que había «en el cuarto de al lado», es decir, en el sitio ignorado. Así, venciendo mil dificultades, el hombre se había trasladado distancias increíbles andando y llevando consigo por toda ayuda una reata de mulas o un tren de camellos, habiendo llegado de este sencillo modo a lugares tan remotos como los que se encuentran en la ruta de la seda hasta la remota China. Era solo cuestión de tiempo que se intentase por mar abierto ir aún más lejos, aunque este mar fuese en verdad tenebroso.

Visto así, el siglo XV y más aún el XVI fueron siglos épicos. Por fin el hombre se atrevió a lanzarse a lo desconocido, tal y como lo quieren hacer los astronautas de hoy yendo hacia un espacio también tenebroso. ¿Qué hay más allá? ¿Será aprovechable? ¿Será mortal? ¿Dónde acaba? ¿Acaso no acaba nunca? Henos aquí ante el mismo dilema. El tiempo nos lo resolverá. Sin duda, el hombre, aunque fracase, lo intentará.

En aquellos siglos, de los que hablamos en este libro, existían conocimientos cartográficos, pero muy menguados; técnicas de navegación, pero más bien de bajura o de costa. Los bajeles construidos para tal navegación eran pensados mayormente para el Mediterráneo ―aunque también para costear el continente africano y las islas de Gran Bretaña―, y fue un hombre del Mediterráneo el que se lanzó a la aventura. Sin duda, desde el primer día fue un viaje memorable, todo el siglo siguiente estuvo plagado de hechos gloriosos llevados a cabo por hombres que desafiaron su pequeñez y crecieron más allá de la naturaleza humana, atravesando una y mil veces el Mar Tenebroso, y aunque tal vez el mar iba dejando de ser «tenebroso» por conocido, el viaje en sí no dejaba de ser fatigoso, incómodo, peligroso y aun mortal.

A las duras condiciones de la vida a bordo, se unía la dificultad de mantener viandas suficientes para todo el viaje, las enfermedades ―como la casi inevitable pelagra―, las fiebres trasmitidas por los bichos ―reptantes y voladores― que compartían el barco con los marineros, las ratas y ratones que se multiplicaban y competían por la misma comida e incluso al poco tiempo en la sentina el agua podrida despedía vapores infectos de olores tan insufribles que convertían el espacio en algo muy desagradable.

El lugar asignado para cada hombre de a bordo era de 1,5 metros cuadrados por persona, espacio que en cubierta casi siempre había de ser compartido con animales vivos que se llevaban para asegurar alguna comida fresca, pues en cuanto a la conservación solo se contaba con la salazón, el ahumado y el secado al sol. Hombres, cerdos, gallinas, terneros y, a veces, caballos, todos se disputaban sobre cubierta un espacio vital, espacio que también estaba ocupado por barriles, sogas, bultos varios, velas dobladas, redes y otros enseres.

El padre Las Casas en el siglo XVI nos dice: La gente de los navíos estaba tan molida, turbada, enferma y de tantas amarguras llenas que, como desesperada que deseaba más la muerte que la vida, viendo que todos cuatro elementos contra ellos tan cruelmente peleaban. Temían el fuego por los rayos y los relámpagos; los vientos, unos contrarios a otros, tan furiosos y bravos y desmesurados; el agua de la mar que los comía y la de los cielos que los empapaba; la tierra por los bajos y roquedo de las costas no sabidas que hallándose cabe el puerto donde consiste el refugio de los mareantes

En aquellas condiciones, que bien podemos calificar de penosas, se hacían las travesías no solo por los hombres acostumbrados a la vida ruda y a la mar, sino también por familias enteras y aun de señoras que viajaban bien para reunirse con su marido, para saber de él. Por si hubiera desaparecido o muerto y en ese caso para recoger sus bienes y herencia, o para casarse si el novio, habiendo hecho fortuna, la esperaba a tal fin.

Todos estos particulares motivaron que señoras que nunca habían salido de sus hogares se embarcasen en largas, peligrosas y duras travesías, eso sin contar los viajes de aventureras que ya una vez en tierra firme al otro lado del Mar Tenebroso se enrolaban en el ejército, de las cuales también hablaremos. Todas estas señoras, sin preparación previa, habían de soportar toda suerte de incomodidades a más de las ya mencionadas, los movimientos propios de la navegación y el clima cambiante: lo mismo se podían encontrar un frío intenso con humedad y al día siguiente amanecer con un fuerte sol acompañado de una temperatura casi insoportable, en todo caso, rociados de vez en cuando con arreones de agua salada, sin olvidar que la única protección eran tan solo, y no siempre, unas lonas tendidas en cubierta para resguardar a las personas del sol. En toda circunstancia los viajeros estaban acompañados del sempiterno olor a persona, a ganado, a podredumbre y a otros restos que es mejor no describir.

Hemos dejado para el final los viajes de pasajeros ricos o importantes. Estos particulares procuraban «alquilar» algún camarote o espacio en donde se pudiera gozar de alguna intimidad. Los contramaestres y aun el capitán estaban dispuestos a ceder su camarote o parte de él a cambio de una sustanciosa suma.

Como un pequeño ejemplo citaremos el contrato de un viajero con un maestre de la nao Nuestra Señora de la Candelaria, para que este le proporcione un camarote («cámara») de las siguientes condiciones ―seguramente la del propio maestre―: el 14 de junio de 1569, Juan Pérez Aparicio contrata un pasaje con Antonio de Zumaya, maestre de la nao Nuestra Señora de la Candelaria, para ir como pasajero hasta San Juan de Ulúa.

…una cámara de popa, la baja, que tenga de popa para proa nueve pies de largo y toda la anchura que es y tiene la dicha cámara de un costado de la nao al otro, y de altura que pueda un hombre andar en pie en ella. Y se le ha de abrir a la dicha cámara sus ventanas a la popa, y a los lados de la dicha cámara con puertas que se cierren y abran; y así de hacer en la dicha cámara la servidumbre que es ordinaria llevar en las cámaras de popa; y se ha de hacer en la dicha cámara un cadalecho, todo lo que fuere menester. Y todo se ha de hacer a costa de mí el dicho maestre, y la dicha cámara vos tengo de dar estanca por lo alto y por los lados, que no entren goteras…

Si el viajero era enviado por la Corona, el alojamiento ya venía indicado en su nombramiento, y si acaso era un virrey podía incluso traer su propio barco ―alquilado, claro está― para sí y quizás otro para sus acompañantes, su propia corte, parientes y amigos y en otras u otras naves los servidores y todo lo necesario para disfrutar de buenas comidas y bebidas. En estas circunstancias hemos hallado pocas damas cuyo placentero viaje podamos describir.

A lo largo de nuestro libro iremos narrando los avatares de aquellas valerosas señoras que cruzaron el Mar Tenebroso, inclusive más de una vez.

Vamos a ello: alea jacta est, la suerte está echada.

DOÑA MARIA DE ESTRADA (1475-1567)

La más valerosa mujer soldado

De doña María de Estrada se cree comúnmente que nació en Sevilla, lugar de donde llegaban y partían gran cantidad de barcos que llevaban y traían personas y bienes desde mucho más allá de las Columnas de Hércules, de allá lejos, de donde hasta entonces se había creído que estaba el confín del mundo, allá en donde las aguas del océano decíase que caían en cascada a un infinito oscuro e indescriptible. Pero todo aquello tan temible y al tiempo tan poético no resultó ser cierto, el plus ultra llegaba hasta un lugar que dieron por llamar las Indias Occidentales, los descubridores hallaron que al llegar a lo que parecía el confín del mundo había tierra firme y las aguas eran cálidas y en el mar de los indios caribes se hacían remolinos y a veces estaba lleno de algas llamadas sargazos, pero el agua no se precipitaba a ninguna parte. La realidad era más sorprendente que lo fantaseado, los sueños resultaron ser solo fantasías.

Cuando la mitad del mundo no lo sabía aún, María de Estrada fue de las primeras personas en conocer la increíble noticia: la tierra en verdad era redonda y Cristóbal Colón y su tripulación habían llegado a las Indias navegando en sentido contrario al que lo hacían los portugueses. ¿Y cómo una humilde muchacha tenía noticias tan sorprendentes antes que las universidades? La razón es que su hermano, Francisco de Estrada, había viajado como grumete en la tripulación de Cristóbal Colón. Es natural que tan pronto como el barco en que venía el joven atracase en puerto, corriese a su casa para decir que estaba de vuelta vivo y que el mar no era infinito, que había tierras maravillosas al otro lado del Mar Tenebroso.

De la familia del grumete y de María de Estrada no se sabe demasiado. Se cree, sin confirmación, que era una familia de origen judío, que María de Estrada era nieta de un rabino y que su verdadero nombre era Miriam Pérez, aunque nada de esto ha podido ser probado documentalmente y lo anotamos por si el lector curioso quisiera investigar esta posibilidad. Lo que sí es cierto es que al apellido «de Estrada» lo hallamos escrito como Destrada o Estrada siendo el mismo y que hasta entonces los Estrada o Destrada no se habían significado por hazaña alguna, como no fuese la de sobrevivir en tiempos tan difíciles.

Como quiera que fuese, María de Estrada, judía o no, era de origen modesto. Su hermano, el ya mencionado grumete Francisco de Estrada quedó tan impresionado por las nuevas tierras descubiertas que finalmente en 1509 decidió radicarse allende los mares, tal vez esto animó a la hermana a seguir su ejemplo. Hay quien dice que ella viajó con su hermano cuando este se desplazó para vivir en Ultramar, otros afirman que viajó a la Nueva España con la gente de Pánfilo de Narváez ―en ese caso con Narváez habría pasado a la nueva tierra en 1520 y María tendría unos 45 años, pues había nacido en 1475―, si viajó con su hermano lo haría en 1509 y su edad sería entonces de más de 30 años.

Rehacemos su vida y peripecias a partir de los hechos que de ella nos cuentan los cronistas de Indias, el mismo Hernán Cortes y otros escritores e historiadores, una biografía completa como tal aún no ha sido escrita, aunque ella lo merece.

Además de decirnos que pasó a las Indias con su hermano o con Pánfilo Narváez, se han dado varias razones para explicar cómo y porqué viajó a Ultramar en edad relativamente tardía, …había pasado por situaciones difíciles en España, como dos violaciones en los que mató a sus agresores, padeciendo la cárcel de la que salió gracias a una Ordenanza Real en la que los reyes permitían saliera todo aquel que estuviese dispuesto a embarcarse hacia el Nuevo Mundo.

Todo un abanico de sugerencias y de posibilidades, en todo caso hubo de embarcarse en uno de aquellos minúsculos barcos que, a pesar de todo, abrazaban el mundo tornándolo pequeño y asequible. Una vez descubierto y comenzada la conquista y población de los territorios, la hora de los hombres debía complementarse con la de las mujeres.

Para poblarlo hacían falta mujeres, hombres sobraban. Hacían falta ciudades para fijar la población y para avanzar en los territorios, no sería raro que doña María de Estrada se acogiese a ese sueño y tras unos años en prisión, se alejase lo más posible de aquella cárcel ―si la hubo―.

Como quiera que fuese ella hubo de atravesar el océano hasta llegar al otro lado, los barcos, como bien sabemos, eran incómodos y minúsculos comparados con la inmensidad que habían de atravesar, aunque ofrecían la seguridad de un suelo sólido, pero poco más. Las naves estaban abarrotadas de gente, fardos, animales, comida, agua y, por último, además de los marineros estaban los pasajeros que ofrecían al armador una ganancia extra y que, por lo tanto, eran aceptados hasta el límite de lo posible como ya hemos explicado anteriormente.

Don Pablo Pérez Mallaína, catedrático de la Universidad de Sevilla en su estudio sobre la navegación en el siglo XVI nos lo describe así: …Tripulación, soldados, pasajeros, todos tenían que ocupar unos reducidos espacios, cuyo pasaje se pagaba a precio de oro. Los más pudientes se alquilaban una mínima intimidad por medio de tablones y cortinas, con los que se construían camarotes provisionales. De esta manera los entrepuentes, en los que debían dejarse espacios libres para poder manejar la artillería, estaban llenos de cubículos formados con biombos y tabiques provisionales. Cuando se divisaba a un enemigo había que deshacer esta arquitectura efímera y dejar libres las cubiertas, y de ahí proviene la conocida voz de «zafarrancho de combate», que viene a indicar la necesidad de «zafar» es decir, dejar libres y sin obstáculos los «ranchos» o espacios en los que se alojaba la tripulación.

Si al hacinamiento unimos el calor de las navegaciones tropicales y la suciedad, que era producto tanto de las costumbres de la época, como de la falta de agua dulce con la que lavarse, tendremos completo un cuadro que no dudaríamos en pintar como terrible. Algún bromista llegó a decir que los barcos de Su Majestad antes se olían que se veían, lo cual es una buena manera de resumir este particular…

Bien sabemos que en estas palabras hallamos repetidas otras similares a lo largo de nuestro libro, pedimos perdón por lo repetido y reafirmamos la descripción de cómo se vivía a bordo, cómo debió vivirlo doña María de Estrada cuando ―por la razón que fuese― decidió atravesar el Mar Tenebroso.

Volviendo a nuestra historia, si como afirman algunos autores María de Estrada pasó a Nueva España con la gente de Narváez en 1520, entonces ella estaba ya casada con su marido, Pedro Sánchez Farfán, con el que había contraído matrimonio en 1518 en Cuba. En todo caso, los datos son confusos y no se puede dar nada por definitivo.

Hemos buscado el dato concluyente en la Real Academia de la Historia, y según esta: … María de Estrada es una de las pocas mujeres que participó activamente en la conquista de México. Hacía 1518 vivía en Cuba, donde se casó con Pedro Sánchez Farfán. Estuvo en Matanzas (Cuba) cuando los españoles fueron atacados por los indios taínos y pudo salvar la vida por su condición de mujer, lo que le valió el indulto de los indios. Pasó a Nueva España en abril de 1520 en la expedición de Pánfilo de Narváez, con la intención de encontrarse con su marido que había partido antes con la hueste de Hernán Cortés. Bernal Díaz del Castillo y otros cronistas la describen como mujer valiente y luchadora, buena en el manejo de la espada, la rodela y la lanza, lo mismo a pie que a caballo.

Estuvo en la retirada de la Noche Triste y en la batalla de Otumba. Tras la caída definitiva del imperio azteca vivió en Toluca, donde su marido tenía una gran encomienda. En 1533 murió su esposo y se volvió a casar con Alonso Martín, otro conquistador, aunque siguió viviendo en sus tierras de Toluca. Está considerada como una mujer pionera, por su papel de activa guerrera durante la campaña de conquista y posteriormente por ejercer de encomendera y llevar ella directamente los asuntos de sus tierras e indios.

Esto es todo lo que la Real Academia nos ofrece sobre esta notable mujer.

De la estancia de doña María de Estrada en Cuba, además de casarse con Pedro Sánchez Farfán, se dice que tomó parte en combates en la que hoy es Matanzas, Manuel Lucena Giraldo, especialista de la historia de América apunta que doña María, a pesar de su edad, que era de más de 40 años entonces, era una hermosa señora: …hasta es posible que su hermosura la salvara de morir, pues un cacique la tomó para sí: duró hasta que los españoles se recuperaron… Por otro lado tenemos otra versión de su estancia en Cuba …hay evidencias de que previamente pasó varios años como náufraga entre los nativos de la Cuba pre colonial...

Bernal Díaz del Castillo relata aún otra versión de la estancia en Cuba, que, si no contradice todo lo anterior, sí lo ampliaen su HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA cuando la cita sin nombrarla expresamente deducimos que es ella porque efectivamente se casó con el hombre que refiere Bernal.

Yo conocí a la mujer, que, después de ganada la isla de Cuba, se quitó el cacique de poder de quien estaba, y la vi casada en la misma isla de Cuba, en una villa que se dice de Trinidad, con un vecino della que se decía Pedro Sánchez Farfán.

En otro lugar, el mismo Bernal en su obra LA VERDADERA HISTORIA… etc., comenta: En todo tiempo ha habido mujeres de varonil ánimo y consejo, María de Estrada fue una mujer que se unió al ejército de Hernán Cortés cuando tenía entre 30 y 40 años, y luchó con la valentía de los hombres más aguerridos de la época…

No es Bernal Díaz del Castillo el único historiador que habla de doña María de Estrada, Francisco Cervantes de Salazar―cronista español del siglo XVI―, refiere en su obra CRÓNICA DE LA NUEVA ESPAÑA lo siguiente: En todo tiempo ha habido mujeres de varonil ánimo y consejo, María de Estrada fue una mujer que se unió al ejército de Hernán Cortés cuando tenía entre 30 y 40 años, y luchó con la valentía de los hombres más aguerridos de la época.

María de Estrada se significó en la historia de la conquista por ir de expedición con los hombres y pelear como ellos contra el enemigo, armada de lanza y rodela se enfrentaba al contrincante ―generalmente indios bravos― como el más temerario de los varones.

Entre sus compañeros de armas era apodada como La Vieja, un apodo algo despectivo relacionado con su edad. La valiente María fue una de las doce mujeres que participaron en la feroz toma de Tenochtitlan, que finalmente cayó tras un asedio de dos meses y medio, el 13 de agosto de 1521.

Entre los lugares heroicos en que podemos situar a esta mujer/soldado, fue en aquella batalla que pasó a llamarse «la Noche Triste» por la tremenda derrota sufrida por las huestes españolas en su batalla contra Cuitláhuac (hermano de Moctezuma). Era 30 de julio de 1520 cuando por razones tácticas los españoles se replegaron en Tlascala para preparar el asalto final a Tenochtitlan. Esa toma de la capital azteca se preveía tan peligrosa y sanguinaria que los españoles estaban dispuestos a dejar a las mujeres atrás, en algún poblado aliado, no solo por salvarles la honra, sino la vida si caían en manos de los aztecas, que además de crueles bárbaros adoradores de la Serpiente Emplumada y de Quetzalcoatl era antropófagos. Las hecatombes de seres humanos en sus celebraciones se contaban por cientos o miles, tales hechos han llegado a nosotros por testigos en relatos espeluznantes pues entre otras costumbres solían arrancar el corazón de la víctima cuando esta aún estaba viva, los restos se arrojaban por los escalones de la pirámide para que comiese el pueblo en su fiesta, como en una barbacoa campestre.

Ante la idea de combatir contra los aztecas Bernal Díaz del Castillo refiere lo que la de Estrada dijo a Cortés cuando este le comunicó su intención, quería que las mujeres quedasen atrás y los hombres fuesen en primer lugar: No es bien, señor capitán, que mujeres españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que son tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear, y queremos, pues para la cura de nuestros maridos y de los demás somos necesarias, tener parte en tan buenos trabajos, para ganar algún renombre como los demás soldados…

En la Noche Triste murieron, muchos hombres, demasiados, tanto blancos como de parte de los aliados indígenas. Francisco López de Gómara recoge en su HISTORIAGENERALDE LAS INDIAS: ...Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber adónde ir, y por no tener cierta la guardia y amistad en Tlaxcala; y ¿quién no llorara viendo la muerte y estrago de aquellos que con tanto triunfo, pompa y regocijo entrado habían?... ...Murieron en el desbarate de esta triste noche, que fue a 10 de julio del año de 20 sobre 1500, cuatrocientos y cincuenta españoles, cuatro mil indios amigos, cuarenta y seis caballos, y creo que todos los prisioneros... en esta noche desventurada estuvo nuestra heroína, María de Estrada, con rodela y espada luchando como un esforzado y experimentado guerrero, pero no fue la única mujer/soldado en esa noche, fueron doce las féminas que tomaron parte en la cruel batalla, de esas otras no hablamos por no hacer el relato largo y enrevesado. María de Estrada sobrevivió, y tras el desastre ayudó a curar a los heridos que aún vivían con graves heridas, por ello las crónicas a veces la nombran como «la médico de las huestes de Hernán Cortés».

De acuerdo con la crónica de Juan de Torquemada, para la batalla, María se armó entonces como un soldado más y se unió a los combatientes que cubrían la evacuación, en la cual con una espada y una rodela en las manos hizo hechos maravillosos, y se entraba por los enemigos con tanto coraje y ánimo, como si fuera uno de los más valientes hombres del mundo, olvidada de que era mujer, y revestida del valor que en caso semejante suelen tener los hombres de valor, y honra. Y fueron tantas las maravillas y cosas que hizo, que puso en espanto y asombro a cuantos la miraban…

Acudimos de nuevo a Bernal Díaz del Castillo que cita su nombre en la HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA: Pues olvidado me he de escribir el contento que recibimos de ver viva a nuestra doña Marina [se refiere a la Malinche] y a doña Luisa, la hija de Xicotenga, que las escaparon en los puentes unos tascaltecas, y también una mujer que se decía María de Estrada, que no teníamos otra mujer de Castilla en México sino aquella.

Diego Muñoz Camargo cita a María haciendo maravillosos y hazañeros hechos con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo, que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuera, que a los propios nuestros ponía espanto…

En cuanto al número total de víctimas hay algunas discrepancias, Bernal Díaz del Castillo afirma que murieron seiscientos cristianos, más de la mitad de la hueste de Cortés. Entre los mexicas durante los homenajes por el ascenso del nuevo emperador fueron sacrificados todos los españoles y tlaxcaltecas en un río de sangre. Los capitanes españoles literalmente lloraron la pérdida de sus amigos y colegas, sus iguales en la batalla.

Para terminar diremos en breves líneas en qué desembocó aquella batalla, pues muy pronto los españoles tuvieron que confrontarse nuevamente con los guerreros mexicas en la conocida como la batalla de Otumba, la cual terminó con la muerte del capitán mexica que iba al mando.

Según el historiador mexicano Juan Miralles: Otumba vino a significar una batalla de unas repercusiones políticas inmensas. Allí se revirtió la marea. Los españoles, que hasta el momento eran una partida de fugitivos, pasaron a ser los vencedores de la más grande batalla, en número de participantes, jamás librada en suelo mexicano. Y ello se logró sin las armas de fuego y sin experimentar la pérdida de un solo hombre. Acerca de Otumba, prácticamente todos, hasta los más acérrimos enemigos de Cortés, están de acuerdo en afirmar que el golpe de audacia de éste resultó definitivo para el desenlace de la batalla… Allí también, una vez más, como una leona peleó doña María de Estrada, el insigne cronista Juan de Torquemada no se olvidó de citarla en su obra fundamental MONARQUÍAINDIANA... Tenía tanto coraje y ánimo en la batalla como si fuese uno de los más valientes del mundo.

De esta famosa y definitiva batalla, el mismo Hernán Cortés escribió: (segunda Carta de Relación, publicada en 1985 por la editorial SARPE bajo el título CARTAS DE LA CONQUISTA DE MÉXICO, páginas 85-86)

E viendo que de cada día sobrevenía más gente y más recia y nosotros íbamos enflaqueciendo, hice aquella noche que los heridos y dolientes, que llevábamos a las ancas de los caballos y a cuestas, hiciesen muletas y otras maneras de ayudas como se pudiesen sostener y andar, porque los caballos y españoles sanos estuviesen libres para pelear. Y pareció que el Espíritu Santo me alumbró con este aviso, según lo que a otro día siguiente sucedió: que habiendo partido en la mañana deste aposento, y siendo apartados legua y media dél, yendo por mi camino, salieron al encuentro mucha cantidad de indios, y tanta, que, por la delantera, lados ni rezaga ninguna cosa de los campos que se podían ver había de ellos vacía. Los cuales pelearon con nosotros tan fuertemente por todas partes, que casi no nos conocíamos unos a otros: tan juntos y envueltos andaban con nosotros. Y cierto creímos ser aquel el último de nuestros días, según el mucho poder de los indios y la poca resistencia que en nosotros hallaban, por ir, como íbamos, muy cansados, y casi todos heridos y desmayados de hambre. Pero quiso Nuestro Señor mostrar su gran poder y misericordia con nosotros, que con toda nuestra flaqueza quebrantamos su gran orgullo y soberbia, en que murieron muchos dellos y muchas personas muy principales y señaladas; porque eran tantos, que los unos a los otros se estorbaban, que no podían pelear ni huir. E con este trabajo fuimos mucha parte del día, hasta que quiso Dios que murió una persona de ellos que debía ser tan principal, que con su muerte cesó toda aquella guerra.

Cortés tras esta batalla pudo reagrupar sus fuerzas y reflexionar sobre sus próximos pasos para obtener una victoria sobre los aztecas. Tras muchos sufrimientos los conquistadores consiguieron llegar al territorio aliado de Tlaxcala en donde pudieron descansar y pensar con detenimiento en sus próximos movimientos. Pasó más de un año para llegar a conquistar la ciudad de México/Tenochtitlan en agosto de 1521.

Tras las difíciles victorias, que tanta sangre habían costado, Hernán Cortes organizó una fiesta para todos aquellos que tomaron parte en las acciones bélicas. En dicha celebración no faltó un gran banquete, se había hecho acopio de toda clase de provisiones: vino, cerdo, maíz, aves, y no seguimos, no faltó de nada. Fueron más agasajados los grandes capitanes y no se olvidaron de los soldados y tampoco de las mujeres que los habían acompañado no solo dándoles ánimos, sino también combatiendo mano a mano con ellos y luego curando sus heridas y animándolos a esforzarse por vivir a pesar de todo. Los conquistadores no se olvidaron de ellas, en la fiesta las féminas tomaron parte como iguales, las mujeres que habían sobrevivido que eran menos de media docena, entre ellas nuestra María de Estrada, doña Francisca ―que era hermana de Diego de Ordás―, doña Beatriz Bermúdez, doña Isabel Rodríguez y alguna otra, el resto habían muerto en la batalla, las que fueron capturadas murieron tras sufrir atroces tormentos a manos de los crueles aztecas, tal y como lo relata Bernal Díaz del Castillo.

En relación a la fiesta no nos resistimos a relatar algo que reseñan los cronistas, «hubo alegría y música, y los que podían bailar, bailaron aún vestidos con sus armas».¡Cual sería la sensación de peligro a todas horas que aun para bailar no se despojaron de sus armaduras y espadas!

Hernán Cortés apreciaba a doña María por su innegable valor y también era amigo del esposo de esta, Pedro Sánchez Farfán, y tal y como se premiaba a los mejores soldados decidió premiar a sus amigos y otorgó a María algunas encomiendas: Hueyapan. Nepupualco y Tetela del Volcán, las cuales le reportaron una reseñable fortuna. También reseñan los cronistas que, aunque la de Estrada llegó —al menos por un tiempo— a ser rica y reconocida, peleó hasta el final. Segura de sí misma y de su valer, no dudó en escribir al mismísimo rey emperador, don Carlos, para protestar por lo que ella consideraba impuestos excesivos.

No todo fue felicidad en aquellos días, a poco murió el esposo, Sánchez Farfán con quien ella había compartido su vida aventurera de mujer/soldado.

No obstante, no quiso permanecer mujer viuda y de nuevo casó con otro español, Alonso Martín Partidor y juntos participaron en la fundación de lo que hoy es la ciudad de Puebla de los Ángeles. Después de la muerte de Pedro Sánchez Farfán, y antes de que María se casara con Martín Partidor, Hernán Cortés hace una mención que demuestra lo cercanos que eran como amigos, de ello escribe Cortés de su puño y letra:

Sánchez Farfán era uno de los mayores amigos que yo en estas partes tenía y que perdí un deudo muy cercano y a su mujer soy en mucho amigo y, para las cosas que le tocaren, tengo de hacer cuenta que en lugar de su marido porque me sirvió muchos días y la tengo en lugar de hermana y digo esto para que sepáis en cuanto terné todo lo que por ella hiciéredes y que así lo digáis a todos esos señores. Bien creo que luego como murió su marido los oidores le quitarían los pueblos y los ponían en corregimiento porque así lo han hecho con todos los que mueren, a lo menos con aquellos que ellos piensan que son mis amigos, y recibe mucho daño su mujer, así por quitarle su principal mantenimiento como porque en el uno de ellos tenía la granjería de su hacienda.

Está visto que como las encomiendas de doña María de Estrada eran una recompensa venida de manos de Hernán Cortés, sus enemigos, tan pronto como el valedor y marido de doña María murió, se apresuraron a arrebatarle sus propiedades para con esto no solo dejar a la viuda desamparada, sino que con ello también hacían sufrir al amigo que tanto la apreciaba y con quien había compartido batallas sin cuento. El ser humano es así de miserable a veces.

El segundo marido falleció en 1550, ella había fallecido diez años antes en una epidemia de cólera. Murió cerca de los 50 años y fue enterrada en la catedral de Puebla, aunque se desconoce su paradero, pues en una reforma de la catedral se confundieron sus huesos con otros de distintos enterramientos y con cascotes de la obra. ¡Que poco respeto se tiene por los héroes, por todos los que murieron por su país, apenas en una ciudad arde una llama por aquel «soldado desconocido»! Ni recuerdos, ni tumbas con sus efigies, aunque estas fuesen figuradas; ni su representación pictórica en un museo de héroes, ni estatuas en sus pueblos, ni libros en su memoria… Aquí recordamos alguno ―alguna en este caso― y como si fuese una petición pretérita al menos diremos como los romanos antiguos, donde quiera que estés, María, «que la tierra te sea leve». Sit tibi terra levis.

BIBLIOGRAFÍA DE MARÍA DE ESTRADA

CERVANTES DE SALAZAR, Francisco. Manuel Magallón, ed. CRÓNICA DE LA NUEVA ESPAÑA. Madrid: Atlas. 1914

GONZÁLEZ OCHOA. J.M. QUIÉN ES QUIÉN EN LA AMÉRICA DEL DESCUBRIMIENTO. Madrid, Editorial Acento. 2003

LUCENA GIRALDO, Manuel. MARÍA ESTRADA CONQUISTA MÉXICO. Diario ABC. 4/8/2009.

MAURA, Juan Francisco. CUARTA PARTE: MUJERES DE ARMAS EN LAS LETRAS Y EN LA HISTORIA. Españolas de Ultramar en la Historia y en la Literatura (siglos XV a XVII). Valencia: Publicacions Universitat de València. 2005

QUIÉN ES QUIÉN DE LOS CONQUISTADORES. Barcelona, Salvat Ed., 2001

THOMAS, Hugh. LA CONQUISTA DE MÉXICO. EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS, EL CHOQUE DE DOS IMPERIOS. México: Editorial Planeta. 2007

DOÑA MENCÍA CALDERÓN, ADELANTADA DE LA FRONTERA P.S XVI BADAJOZ – 1489

SANTA CRUZ DE LA SIERRA, BOLIVIA – ¿?Un viaje que duró seis años

Ya en tiempos de Alfonso X El Sabio (1221-1284), para una mejor y más fácil administración de los nuevos territorios ganados al infiel se instituyó la figura del adelantado de la frontera. Era el adelantado un funcionario esencialmente militar cuya autoridad se ejercía en los territorios fronterizos con amplias competencias de gobierno que se extendían inclusive sobre el merino, que era el delegado que representaba y ejercía la justicia en nombre del rey.

En el Código de la Siete Partidas se instituye que el Adelantado ha de ser de buen linaje, sesudo para juzgar justamente, leal al Rey, vasallo de este y natural del reino. Era cargo, si bien peligroso al mismo tiempo era honroso y con un gran poder y prestigio pues el adelantado tenía autoridad para nombrar a ciertos funcionarios municipales y eclesiásticos y el privilegio de asignar encomiendas de indios entre sus soldados y colonos; asimismo gozaba de ciertos privilegios especiales, como el de recibir una determinada suma proveniente de las rentas de la provincia, la asignación de una extensa hacienda dentro del territorio y, a menudo, el monopolio de los derechos de tráfico y pesca, así como la exención vitalicia de varios impuestos como la alcábala y el almojarifazgo.

A las tierras de Ultramar descubiertas al otro lado del océano se trasladó la forma de gobierno del adelantado que tan buenos resultados habían dado en la lucha contra el moro y la organización de las nuevas tierras tras su recuperación. Al fin y al cabo, históricamente los primeros descubridores ya tenían experiencia con este modo de gobernar tal y como se había hecho en Castilla durante siglos, hasta que terminó la Reconquista.

En las tierras de Ultramar se instituyó el cargo adelantado cuando en la península ya no era necesario, pero para Ultramar el adelantado volvió a tener vigencia, al menos por la necesidad de tener un militar en la frontera de las nuevas tierras que se iban descubriendo y poblando, y así se resucitó el cargo de adelantado para que este pudiese defenderla contra los feroces indios, sobre todo los más próximos a la frontera del hoy Paraguay y aledaños, los guaraníes.

Los territorios llamados de la Nueva Andalucía comprendían las actuales repúblicas del Paraguay, desde Asunción hacia el sur, el centro de Chile, el centro de Argentina, Uruguay y el sur del Brasil desde la parte meridional de su estado de Paraná, esta región tuvo sus adelantados, por ahora nos interesan los adelantados radicados en Asunción.

Un rico caballero llamado Juan de Sanabria, enterado de que en Asunción había una vacante se ofreció para el puesto de adelantado y aceptada su candidatura firmó capitulaciones con Carlos V para desempeñar el cargo de adelantado de Asunción. Las tales capitulaciones se firmaron en Monzón (Huesca), el 22 de junio de 1549. El Consejo de Indias acordó la capitulación por la que se le nombraba adelantado del Río de la Plata.