You... And me - Tomo 1 - Adams Emilia - E-Book

You... And me - Tomo 1 E-Book

Adams Emilia

0,0

Beschreibung

Para Zoé, hay una cosa clara: ¡no va a dejarse engañar por otro hombre!

Las pasiones de Zoé se cuentan con los dedos de una mano: el baile, la música, su gato y las noches de Netflix en el sofá. ¡Nada de dejarse ligar cada noche por tipos que solo quieren llevarla a la cama!
Para superar su desilusión amorosa, Adrian ha decidido no volver a encariñarse con ninguna chica que conozca en fiestas. ¡Solo quiere aventuras alocadas sin compromiso!
Su encuentro hará saltar chispas... Pero la atracción entre ellos es innegable. ¿Lograrán domarse el uno al otro?

Descubre el primer tomo de la desinhibida saga de Emilia Adams, que nos lleva de viaje por París junto a Zoé y Adrian, dos personajes que ya adoramos en solo unos capítulos.

LO QUE DICE LA CRÍTICA

"Si te gustan los personajes que te sacan de quicio, los giros inesperados, las parejas improbables y ver cómo evolucionan los protagonistas, no dudes en descubrir esta novela. ¡Por mi parte, ya voy a leer la continuación!" - Lou, Lou des bois

"La autora no nos ha mentido, la historia es realmente explosiva... ¡Qué ganas de los próximos tomos, serán 4! [...] Libro que os recomiendo." - Cy_die, Babelio

"Este primer tomo marca el tono: una historia romántica con ritmo y personajes muy carismáticos. [...] Me dejé llevar por el ritmo y la fluidez de esta historia. ¡Estoy impaciente por descubrir lo que viene!" - Charlotte-183, Booknode

"Simplemente me encantó. La pluma de la autora es súper ligera y fluida, devoras las páginas sin darte cuenta y, al final, ¡pasas un momento genial!" - C4ll1st4, Booknode

"Empecé la novela y no la cerré hasta terminarla. Los personajes son geniales, el humor está muy presente. ¡Sí, me reí mucho y cuánto bien me hizo!" - Carine s, Livraddict

SOBRE LA AUTORA

Madre de tres hijos, Emilia Adams es una gran fan del grupo The Strokes. Soñadora y con un toque de locura, le encanta escribir y disfrutar de la vida con un buen cappuccino o un dulce. Después de U.S. Marines, comienza una nueva saga con So Romance: You... and me.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 350

Veröffentlichungsjahr: 2025

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Couverture

Page de titre

Capítulo 1:« Uprising » (Muse)

Adrian

—¡Joder! ¡Acabo de ser dejado! ¡La muy zorra!

Vanessa (Viernes 12 de junio, 19:10):

Gracias por hacerme creer que era el mejor polvo del siglo, pero entre nosotros, esto se acabó. Bueno, ni siquiera sé si realmente hubo un comienzo, ya que al parecer solo era un rollo. Pero este rollo te dice que te vayas a la mierda. Estoy segura de que no te será muy difícil encontrar a una Samantha, una Chloé o incluso otra Vanessa. A menos que ya te hayas tirado a todas las tías de París. En ese caso, te recomiendo cambiar de ciudad inmediatamente. La próxima vez, infórmate mejor y trata de no acostarte con una amiga de una de tus ex, así quizás te ahorres un mensaje desagradable.

¡Maldita sea! ¡Esto es el mundo al revés! Pensaba enviarle un mensaje esta mañana, pero ella se me adelantó. ¡Demonios! ¿Qué he hecho? La única razón por la que seguí con esta chica fue por su escote de ensueño. Tengo que dejar de hacer tonterías.

Borro el mensaje, bloqueo su número y guardo mi móvil furioso en el bolsillo de mi chaqueta de cuero. Respiro hondo. Nada que hacer. Me ha puesto de los nervios. Lo admito, debería haberlo esperado. Jugué con fuego.

Desde hace meses, colecciono a las chicas más guapas que puedo encontrar en París: excéntricas, rebeldes, salvajes, con pechos de ensueño. No busco romanticismo, solo placer. Las relaciones a largo plazo no son para mí. Ya lo intenté una vez y acabó en desastre. Desde esa ruptura, me dedico a explorar y divertirme.

Vanessa tiene razón, ya he perdido la cuenta de las chicas con las que me he acostado. Mi vida es un caos. Por lo general, encuentro una pequeña joya para satisfacer mis noches, y no sé qué pasó con esta chica, pero logró batir el récord mundial de mi relación más larga en seis meses. ¡Una semana! Entre nosotros no había sentimientos. Solo estaba hipnotizado por su escote, un precioso 90D que me volvió loco durante siete días. ¡La he cagado!

—Parece que te han dejado —se burla Seb, sacando un paquete de cigarrillos del bolsillo interior de su chaqueta de cuero.

—Sí… ¡me han dado una buena patada!

Abre los ojos como platos. Obviamente, le cuesta creerlo.

Cierro los párpados unos segundos y me esfuerzo por mantener la calma.

—Así que esa tal Vanessa te ha mandado a paseo, ¿eh?

Le fulmino con la mirada, lo que le hace reír. Me lo advirtió. No repaso sus sermones en mi cabeza, pero me lo dijo muchas veces: esto iba a estallarme en la cara tarde o temprano.

¡Bravo, Seb! ¡Punto para ti!

Seb es mi opuesto. Respetuoso, honesto, tranquilo. Pero lo peor es que yo era como él antes de descubrir a mi futura esposa revolcándose con su jefe en nuestra cama. ¡Maldita sea! ¡En mi cama! Ese viejo cerdo puso su trasero donde yo paso ocho horas al día relajándome, durmiendo y… bueno, ya sabes. En cierto modo, me permitió ver la verdad antes de arruinar mi vida con esa mujer. Una zorra a la que amé durante dos años, dedicándome por completo a sus bonitos ojos. Resultado: su infidelidad me destrozó. Ya ni siquiera sé qué significa la palabra «amor».

—Sin comentarios. Mejor no hablemos del tema. Y no me digas que me lo advertiste. Lo sé… he vuelto a hacer el idiota y esta vez la he fastidiado.

—No iba a darte la charla, pero me hace gracia. Quizás esa Vanessa te ha puesto en el buen camino y…

Le corto antes de que diga algo que no quiero oír:

—Blablablá —gruño mientras le hago un corte de mangas. Ella no va a detenerme.

Suspira exageradamente.

A veces tengo la sensación de que Seb se cree mi madre, dándome lecciones. Es cierto que no le hago la vida fácil. Mis noches no siempre salen como quiero, y creo que está un poco harto de que le llame en plena madrugada para que venga a buscarme. La mayoría de las veces, el alcohol ha tomado el control de mi cuerpo y soy incapaz de volver derecho al apartamento. Cuando una mujer atractiva me invita a su casa, me prometo no dormir en un lugar desconocido. No es lo mío despertarme con una criatura sexy por la mañana. Prefiero desaparecer para no volver a encariñarme con nadie.

¿Por qué me tomé tanto tiempo con Vanessa? ¿Me drogó?

Me da una palmada en el hombro.

—Vamos, no pongas esa cara. Vamos a tomar algo y te relajas.

—No estoy poniendo ninguna cara.

—Un poco sí —dice haciendo un gesto diminuto con el pulgar y el índice.

Pongo los ojos en blanco.

—¡Es la primera y última vez que me hacen esto! La próxima vez, me abstendré de fantasear demasiado con los pechos grandes.

Se ríe mientras cierra la puerta del estudio. Vale, no me cree… y tiene razón. Soy un caso perdido.

Se coloca un cigarro entre los labios y me ofrece uno que acepto sin dudar.

Fumar debería relajarme un poco, aunque sé que debería empezar a reducirlo seriamente.

Intento calmarme caminando tranquilamente con Seb por Montmartre. La calle, llena de restaurantes y tiendas, está abarrotada de gente. Contemplo el cielo, que acaba de cubrirse de cúmulos gris oscuro. Parece que va a llover. Cruzo los dedos para que sea algo pasajero. Mañana tengo una sesión de fotos para una boda al aire libre en la plaza del Trocadero.

Desde hace siete años, trabajo con Seb como fotógrafo profesional. Me encanta mi trabajo. Siempre he tenido pasión por la fotografía y me alegra haberla convertido en mi profesión. Cada sábado, nos encargamos de inmortalizar el día más feliz de los futuros esposos. Me río para mis adentros, porque la palabra «boda» ya no significa nada para mí. Una de cada dos acaba en fracaso, a menudo por infidelidad. Parece que tuve suerte de descubrirlo antes, lo que me ahorró los gastos de un divorcio.

Cruzamos la calle. Apago mi cigarro en el suelo mientras Seb empuja la puerta de cristal del «Hard Rock Café». Inmediatamente, una música agresiva perfora mis tímpanos. Está lleno de jóvenes, pero sobre todo de deliciosas criaturas. Sonrío, divertido. Solo hacía falta venir aquí para relajarme un poco. Una morena de pelo largo me mira y se pone bien recta para resaltar su pecho. ¡Provocadora! Pero me gusta. Le guiño un ojo.

—Joder, no puedes evitarlo —exclama Seb dándome un codazo. ¿No puedes simplemente relajarte y disfrutar de una noche entre colegas?

Le sonrío de oreja a oreja y, en tono de broma, le suelto:

—Vale, solo hasta que me tome una cerveza.

Levanta una ceja. No parece convencido, y tiene razón para no estarlo. No pienso pasar la noche solo mirando a estas chicas tan apetecibles. Necesito olvidar a Vanessa.

¡Qué aburrido es este tío!

—Hay un sitio allí.

Seb señala con el dedo delante de él. Asiento con la cabeza y me dirijo al lugar indicado, donde un grupo de metal está tocando en el escenario. Un poco ruidoso para mi gusto.

—¿Lo de siempre para pedir? —grita mi amigo mientras se quita la chaqueta.

—Sí, lo de siempre. Una cerveza y una hamburguesa.

Mientras Seb hace nuestro pedido al camarero, me quito la chaqueta de cuero y me siento en un taburete. Observo la sala. Me gusta este lugar. El pub tiene un ambiente festivo, decorado con objetos que pertenecieron a grandes estrellas, como vinilos, camisetas firmadas o pósteres.

—Ya está, pedido hecho. Bueno… tenemos que hablar.

—¿Hablar?

Le miro, intrigado.

—Sí… ¿Cuándo vas a calmarte? ¿No estás harto de pasar tus noches con una chica diferente?

¿En serio? ¿Me está tomando el pelo?

—No… Me divierto. ¿Y por qué me hablas de esto? Pensaba que veníamos a tomar algo para relajarnos.

Sus labios se abren, pero no sale ninguna palabra. Sigo su mirada. El grupo de metal acaba de dejar paso a dos bellezas. Dos diosas. ¡Madre mía!

—¡Oh, joder! —exclamo casi babeando ante esas dos increíbles criaturas. ¡Qué pibones!

Seb se queda boquiabierto.

—Cierra la boca, que vas a tragarte una mosca —le digo dándole un codazo.

Se sobresalta, lo que me hace reír.

—Me alegra tener un sitio tan bueno para admirarlas —exclamo despeinándome ligeramente el cabello.

Al final, creo que la noche va a ir bien.

El camarero deja mi cerveza frente a mí, pero no aparto la mirada de esas dos chicas listas para su espectáculo. Una de ellas me fascina por completo. Mi corazón late como loco en mi pecho. ¿Eh? ¿Estoy enfermo?

Intento recomponerme cerrando los ojos unos segundos, pero cuando los abro, tengo la impresión de ver pequeños corazones alrededor de esa silueta sublime. Los pelos de mis brazos se erizan. Me produce el mismo efecto que una canción que me hechiza y me llega al alma. Esta chica es mi ideal femenino. Una pelirroja. ¡Me encantan las pelirrojas! Podría hacerle un montón de cosas interesantes, como tirar de su larga trenza mientras le doy una nalgada.

—¡Eh! ¿Estás bien? —me pregunta Seb dándome unas palmaditas en el hombro. Ahora eres tú quien debería cerrar la boca.

Sacudo la cabeza para recuperar la compostura. Todavía tengo las pupilas llenas de pequeños corazones.

No, tío, ¡reacciona, joder!

—Bla, bla, bla. Déjame en paz. Quiero disfrutar del espectáculo sin interrupciones. Mira a la pelirroja. ¡Joder! ¡Qué bomba! Ni siquiera podría sostener uno de sus pechos con mis manos.

Nunca he visto un pecho así. Tendría que tocarlo para comprobar si es natural.

Lo admito, estoy obsesionado con los pechos grandes. Pero, ¿quién no lo estaría ante semejante maravilla?

Bebe un sorbo de su cerveza antes de responderme:

—Yo prefiero a la rubia.

—¡Perfecto! Quédate con la rubia, yo me encargaré de la pelirroja.

Se ríe mientras deja su vaso sobre la mesa.

—Estás soñando, tío. Créeme, esas dos chicas no deben ser corazones solitarios.

—Nada me detendrá. Esta noche es mía. Iré a hablar con ella después de su espectáculo.

Se golpea la frente. Me da igual lo que piense, no es él quien va a decirme qué hacer.

Vuelvo a fijar mis ojos en el escenario, donde las dos bellezas empiezan a bailar al ritmo de Uprising de Muse. La pelirroja tiene un cuerpo como el de Lara Croft, una auténtica maravilla. Tengo la impresión de ver solo sus pechos moviéndose mientras se contonea al ritmo de la música. Su rostro es claro, salpicado de pecas. No es ni gorda ni delgada. Su top rojo y sus shorts negros resaltan su figura. La forma en que mueve las caderas acelera mis pulsaciones. Su contoneo es perfecto, sexy, provocador cuando agita su trasero. ¡Oh, Dios mío! Me imagino que hace lo mismo sobre mí.

El camarero trae nuestras hamburguesas. Le doy las gracias y le doy un mordisco sin perderme ni un segundo de la actuación. Me están dejando sin palabras. Son dinámicas, ágiles y sincronizadas. Y ahora, solo con una danza espectacular, han conseguido que me ponga como una moto. Normalmente, se necesita mucho más para despertar lo que hay bajo mi cinturón. Esta chica de cabello rojizo me ha lanzado un hechizo. Me está dando calor.

—Quiero que me invite a su casa esta noche.

Seb se echa a reír.

—¿Apostamos a que te rechaza?

Señalo mi pecho con el dedo:

—¿Yo? ¿Rechazado?

—No sé, pero mi intuición me dice que esta vez no lo conseguirás.

—Bueno… pues yo te digo que me invitará a su cama y que voy a pasármelo en grande.

—Eres increíble.

—Lo sé.

El espectáculo continúa con otra canción de Muse. Dentro del pub, la euforia es total. Se escuchan silbidos y gritos para animar a las chicas. Mi cuerpo sigue tan excitado como antes y no creo que vaya a calmarse pronto. Nunca me he acostado con bailarinas, y me imagino que podría ser interesante pasar la noche con esta pelirroja tan sexy que se movería sobre mi cuerpo hasta hacerme perder la cabeza.

Por lo general, las chicas con las que salgo son atrevidas y no tienen miedo de nada. Evito a todas las que buscan romanticismo. Se nota por su forma de vestir, más clásica y discreta. Pero a veces, las apariencias engañan.

Hace un mes, conocí a una tal Lolita que parecía no estar interesada en relaciones serias. La conocí en un pub. Llevaba un estilo muy sexy, un vestido de cuero negro ajustado. Había olvidado deliberadamente ponerse ropa interior bajo esa provocativa prenda. Ambos estábamos algo borrachos y pensé que solo quería una noche de sexo. Me suplicó que me quedara el fin de semana en su casa. No sé si fue el efecto del alcohol lo que la llevó a decir que sentía una conexión entre nosotros y que quería algo más que sexo, pero salí corriendo. Dos días después, apareció en el estudio de fotografía y pensé que nunca me dejaría en paz. Le inventé una excusa: que era bisexual. Salió corriendo. Dicho esto, volviendo al tema, espero que la chica frente a mí sea un nuevo entretenimiento para el resto de mi noche. Solo unas horas, no pido mucho, ¿no?

Las dos bellezas terminan su espectáculo tres canciones después. Me apresuro a levantarme para acercarme a la que ha logrado encantarme. ¡Emocionado como nunca!

—Tienes muchas ganas de que te rechacen —me dice Seb antes de llevarse su vaso a los labios.

—Ni miedo me da. Voy a ganar —le respondo arqueando las cejas.

Pone los ojos en blanco.

—¿Ya no te interesa la rubia?

—Ni lo intento. Vas a perder el tiempo.

Me río.

—Pues tú mismo si decides pasar el resto de la noche solo. Yo pienso disfrutar.

¡Qué serio es este tío!

Sonriendo, zigzagueo rápidamente entre las mesas y me planto frente a ella. La desnudo con la mirada. Tiene unos ojos verde esmeralda que se alargan en forma de almendra. Su cabello es más bien castaño rojizo que pelirrojo, pero bajo las luces de los focos, desprende reflejos más claros. Su boca es carnosa, realzada con un toque de brillo rosa con purpurina, y sus pechos… ¡joder! Ya me tienen enamorado.

—¿No tienes nada mejor que hacer que mirar mi pecho? —ladra, colocando las manos en sus caderas.

Me sobresalto.

—Eh… lo siento.

Levanto la cabeza y clavo mi mirada en la suya, que lanza chispas.

¡Concéntrate, joder!

—Me preguntaba si te apetecería tomar algo conmigo. ¿Te apetece?

Gira su rostro hacia su amiga y se ríe. La única respuesta que me da es un corte de mangas. Es la primera vez que alguien me hace algo así. Pero no es eso lo que va a detenerme.

—Bonita respuesta. ¿Eso significa que sí?

—Búscate a otra, pringado. ¡No salgo con tíos calientes como tú!

Respondo al instante:

—¿Ah, sí? ¿Y quién te dice que soy un tío caliente? Eres bastante insolente.

Suspira y se aleja. ¡Joder! ¡Qué carácter de mierda! Nunca he visto a una chica tan dura y fría. No voy a rendirme. Seb no tendrá razón. Nunca me rechazan. No voy a decir que soy el mejor tío del mundo, pero no tengo quejas. Mi físico suele gustar a las chicas.

Corro tras ella y la alcanzo agarrándola por la muñeca. Me da una bofetada en plena cara, lo que hace reír a la mitad de los clientes del pub. ¡Qué humillación! Definitivamente, hoy no es mi día.

—Te he dicho que me dejes en paz. ¿No lo entiendes?

Me mira fijamente con frialdad. Está a punto de explotar como una dinamita. Curiosamente, eso me encanta. Tiene un carácter impresionante. Todo lo que me gusta.

Suelto una risa nerviosa mientras llevo mi mano a mi mejilla:

—Sigue resistiéndote, me excita aún más.

Su mandíbula se tensa. Si me quedo un segundo más frente a ella, siento que me va a dar otra bofetada. Retrocedo un paso para evitar una segunda humillación y no aparto mis ojos de ella. Sacude la cabeza riéndose nerviosamente y luego me regala otro corte de mangas. ¡Genial!

—Tengo novio. ¡Lárgate!

—¿Ah, sí? ¿Y dónde está tu novio?

Finjo buscar alrededor y luego vuelvo a clavar mi mirada en esta diablesa sexy. Se instala un silencio que parece incomodarla. Está claro que miente. Sus mejillas se han puesto completamente rojas.

—Tíos como tú los veo todos los días. Todos tenéis la misma idea en la cabeza. Follar, follar, follar.

En eso tiene razón, pero ¿cómo resistirse a semejante joya? Su cuerpo es de ensueño.

—En realidad, no tienes novio.

—Escucha… deberías dejar de molestarme —dice acercando su rostro al mío—. Si no quieres que tu cara de guapo acabe desfigurada, será mejor que te apartes. Mi novio no te dejaría pasar.

¡Y sigue insistiendo en que tiene novio!

—Qué pena… podríamos haber pasado una buena noche.

Le lanzo una pequeña sonrisa antes de que se dé la vuelta. Ninguna reacción. ¡Joder! ¡Qué mierda! Conozco a alguien que se va a reír de mí.

Vuelvo con Seb, que intenta contener la risa. Me termino la cerveza de un trago y me pongo la chaqueta de cuero.

—Te lo dije…

—¡Oh, ya basta! No empieces, Seb. Vámonos de aquí.

Las miradas siguen clavadas en mí. Mi mal humor ha vuelto a aparecer. Hoy he tenido muy mala suerte. Vanessa me deja y esta chica ni siquiera se ha tomado el tiempo de conocer mis hazañas sexuales. Creo que es hora de irme a la cama. De todos modos, mi erección se ha derretido como un helado al sol. Ya no tengo nada que hacer aquí.

Capítulo 2:«Elle m’a dit» (Mika)

Zoé

Desde mi adolescencia, sabía que mi pecho sería la atracción número uno para los hombres.

A los ocho años, los médicos me diagnosticaron pubertad precoz, lo que me obligó a seguir una dieta específica para limitar mi exposición a los disruptores endocrinos.

Un año después, me administraron inyecciones hormonales para bloquear mi pubertad. Además, siempre tenía que vigilar lo que comía. Me privé de dulces, lo cual no fue fácil, especialmente porque mi hermana se dedicaba a provocarme atiborrándose de chocolatinas todo el día.

A los once años, tras dejar las inyecciones, me vino la regla y poco a poco mis pechos comenzaron a crecer a un ritmo alarmante. Llegó un momento en que pensé que iban a explotar. Mi hermana siempre me decía que tenía esa ventaja para hacer que los hombres cayeran rendidos a mis pies, pero fue todo lo contrario. Solo me trajo problemas: dolores de espalda, dificultad para correr, ningún sujetador que me quedara bien y comentarios obscenos de imbéciles asquerosos.

A los diecisiete años, tuve mi primera relación sexual. Estaba loca por un chico desde hacía un año y creía que él sentía algo por mí. En realidad, estaba obsesionado con mi pecho. Mi vida amorosa es un completo desastre. Varias veces he pensado en operarme para reducir una talla de copa. Puede que sea un placer para los hombres, pero no lo es para mí.

Salgo furiosa del «Hard Rock Café», caminando a paso rápido. ¡Ese imbécil me ha sacado de mis casillas! ¡Tomar una copa conmigo! ¡Claro que sí! Todo lo que quería era jugar con mis malditos atributos, como todos los hombres que intentan ligar conmigo. Es cierto que era muy atractivo, pero en su frente tenía escrito «ligón de París». Ojos azul claro como un día soleado, un cuerpo de ensueño bien esculpido que hace babear a todas las chicas, de estatura media y con una melena castaña algo despeinada que invita a hundir las manos en ella. El tipo parece perfecto, sobre todo para un rollo de una noche. Pero basta. Ese tipo no es para mí. Solo quería jugar con mis pechos. Estoy harta de este tipo de hombres.

¡Idiota!

—¡Zoé! ¡Espérame! —grita mi hermana corriendo detrás de mí.

—¡No! ¡No quiero volver a cruzarme con ese imbécil!

Cruzo el bulevar Montmartre bajo una lluvia torrencial y corro hacia el subterráneo del metro.

—¡Deja de reaccionar así!

Me detengo al final de las escaleras y giro la cabeza hacia ella, completamente furiosa. Está jadeando y roja como un tomate.

—¿Entonces qué se supone que debo hacer? ¿Acostarme con todos los tíos que sueñan con pasar un rato con mi pecho?

Se coloca frente a mí y pone sus manos sobre mis hombros.

—¿Por qué arruinas tu vida de esta manera? Ese chico quizá no pensaba en…

—¿En acostarse conmigo? ¡Por supuesto que sí!

—¡Sal de tu caparazón! —alza la voz—. Sabes…

La interrumpo:

—¡Basta! No quiero saber nada más. Me sé tu discurso de memoria. No sirve de nada repetírmelo.

Mi garganta arde de tanto gritar. Aparto sus manos de mis hombros. Tengo el corazón hecho pedazos. Sé que desea que sea feliz en el amor. Muchas veces ha intentado sacarme de mi burbuja, pero sin éxito. Siempre me dice que si no me abro, acabaré pasando mi vida sola. Tengo la sensación de que ese es mi destino.

Me dirijo al andén del metro y espero sentada en un banco, balanceando mis piernas de adelante hacia atrás. Alicia se sienta a mi lado soltando un suspiro exagerado.

—A veces me das miedo —dice con un tono de preocupación en su voz—. Siempre estás sola, nunca sales salvo para los espectáculos, y hace siglos que no te veo feliz.

Su mirada está llena de ansiedad. Estoy a punto de decirle que se calle, pero de repente mis labios empiezan a temblar. Las lágrimas nublan mi visión. Todo eso ya lo sé. Me siento como un oso que hiberna en su cueva todo el año. Aparte de la danza, no tengo otras ocupaciones. Para financiar nuestro piso, trabajo como camarera en un café del séptimo distrito de París y el resto del tiempo lo paso frente al televisor viendo en bucle todas las series que ofrece Netflix.

Alicia me envuelve en sus brazos y me besa en la frente. Me doy cuenta, a pesar de todo, de que siempre me ha apoyado y que nunca he sido agradecida por sus cálidas atenciones.

Con los ojos llenos de lágrimas, le susurro:

—No consigo confiar en los hombres.

Admito que soy terca y que me empeño en estar sola. Pero, después de varias decepciones amorosas, ¿cómo se supone que una se levanta?

Ella clava sus ojos preocupados en los míos:

—Por favor, hazme un favor. Muévete un poco. Ábrete a los demás y te darás cuenta de que no todos son iguales.

—Pero…

Pone su dedo índice sobre mis labios y añade con calma:

—No quiero volver a ver tristeza en tu bonita cara. A partir de ahora, voy a tomar las riendas de tu vida y no la volverás a ver igual.

Sacudo la cabeza llorando y riendo al mismo tiempo. Intento tragarme el dolor. Esta chica es un tesoro, aunque a veces puede ser insoportable al asumir el papel de nuestra madre.

Alicia es mi hermana mayor por dos años. A diferencia de mí, es mucho más decidida y segura de sí misma. No se parece en nada a mí, lo cual es normal, ya que fui adoptada a los tres años por su familia. Su físico se asemeja al de una modelo. Tiene un cabello largo y rubio. Su figura es esbelta y estilizada. Es muy guapa y vuelve locos a muchos chicos con sus impresionantes ojos azul claro.

Abre la boca para hablar, pero en ese momento llega el metro. Nos levantamos y subimos al vagón, que está abarrotado de gente.

—Hablaremos de esto muy pronto —me murmura al oído.

Como respuesta, le sonrío.

No estoy segura de prometerle que cambiaré ahora. No de la noche a la mañana. Alicia confía fácilmente en los desconocidos, pero yo soy diferente. Siempre estoy alerta. Y, sin embargo, sueño con parecerme a ella, abrirme al mundo y hacer amigos. Tengo muy pocos. Puedo contarlos con los dedos de una mano.

Quince minutos después, llegamos a casa. Alicia introduce la llave en la cerradura, enciende la luz del pasillo y grita como una loca:

—¡Oh, Dios mío! ¡Alguien ha robado en nuestro piso!

Mi corazón da un vuelco. ¿Robado? Pero eso no puede ser posible, ya que la puerta no ha sido forzada.

Nos aventuramos en la sala principal y de repente estallo en carcajadas. Bueno, admito que no tiene gracia, porque vamos a tener que recoger todos los destrozos de Stitch, el gatito que adopté hace un mes. Una bolsa de basura ha sido destrozada y todos los desperdicios están esparcidos por el suelo.

—Es tu gato —dice mi hermana fulminándome con la mirada—. ¡Te las apañas tú!

—Te recuerdo que lo quieres tanto como yo.

Le saco la lengua y busco a Stitch.

Una noche, al salir del trabajo, encontré un gatito completamente negro, sin familia, que estaba más flaco que un palo. Me dio pena ver a esa pobre criatura hambrienta. Alicia no estaba muy contenta al principio, pero pronto se dio cuenta de que necesitaba compañía.

—¡Ahí está! —exclamo al ver su pequeña cabecita.

Hago una mueca al cogerlo. Acaba de hacer pis en el fregadero.

—Puaj. Qué mal huele.

Alicia también pone cara de asco.

—¡No eres bueno! El pis se hace aquí —le digo a Stitch señalándole su arenero.

Lo dejo en el suelo y cojo la escoba para recoger el desastre. Y, por supuesto, mi hermana ya ha desaparecido en el baño. Murmuro algunas palabrotas hacia ella y me agacho, asumiendo el papel de Cenicienta.

—Te he oído —grita—. ¡Eso te pasa por adoptar a un gato salvaje!

Pongo los ojos en blanco. Está claro que no sirve de nada replicar. Alicia adora a Stitch, pero solo para achucharlo.

Después de limpiar el suelo y el fregadero, entro en mi habitación y me quito la ropa de baile. Me pongo un camisón gris de algodón, deshago mi larga trenza y me peino mi cabello rizado. Alicia tiene razón. Cuando me miro en el espejo de pie, mi rostro ha perdido todo su brillo. Está apagado y triste.

No siempre he sido así. Mi familia adoptiva hizo todo lo posible para garantizar mi felicidad. A los diez años, me confesaron que mis padres tuvieron un accidente de coche y murieron en el acto. Yo tenía diez meses cuando ocurrió esa tragedia. Los padres de Alicia siempre me trataron como a su propia hija. Los quiero muchísimo. Los echo de menos. Se mudaron a más de 800 kilómetros de París. Dicho esto, intento vencer la melancolía que se ha instalado en mí diciéndome que los veré pronto. Sí, dentro de un mes y medio pasaré mis vacaciones en el sur. Podré volver a abrazar a mi padre y charlar con mi madre.

Cojo a Stitch, que acaba de subirse a la cama, y salgo de la habitación. Alicia tiene la cabeza metida en la nevera. Lleva unos shorts negros muy cortos y una camiseta de tirantes a juego.

—Queda una pizza y dos cervezas. ¿Te apetece?

—Perfecto.

Me siento en el sofá, con Stitch en mi regazo. Enciendo la televisión. Sé lo que necesito para desconectar: ver un nuevo episodio de mi serie favorita.

—Toma, tu cerveza.

—Gracias.

—Y no he terminado contigo —exclama desde la cocina—. Mañana seguro que encontramos chicos guapos y solteros, y te aseguro que no vamos a desaprovechar la oportunidad.

Suspiro.

—No hace falta que suspires. He dicho que voy a cambiar tu vida.

Sacudo la cabeza mientras acaricio a Stitch. ¡Cambiar mi vida! Como si fuera ella quien fuera a encontrar mi felicidad.

Le digo mientras pongo Netflix:

—Te recuerdo que solo tenemos que entretener a los invitados con nuestro espectáculo. No estamos allí para ligar.

Se sienta en el sofá y esboza una amplia sonrisa.

—Habrá más de quinientas personas. Seguro que hay solteros entre ellos… a menos que el novio me llame la atención.

La miro con los ojos como platos. ¿En serio? ¿Está de broma?

—Tranquila, era una broma —se ríe dándome un codazo en el brazo—. No estoy tan loca como para meterme en una situación rocambolesca. Pero tengo el presentimiento de que encontraremos lo que buscamos.

Bebe de su cerveza y la deja en la mesa baja.

—Deja de decir tonterías.

—¡No son tonterías!

Pongo los ojos en blanco.

—Sí, claro… Bueno, ahora cállate. Quiero ver mi serie.

—Me desesperas. Te prometo que mañana te encuentro un chico.

Me besa en la mejilla y se levanta rápidamente del sofá. Ni siquiera tengo ganas de responder. Va a perder el tiempo. Allá ella, yo ya la he advertido.

Pongo la serie «You» y me sumerjo de inmediato en la ficción. Nada mejor para relajarme. Me encanta el personaje de Joe Goldberg. Un psicópata sexy. No me gustaría encontrarme cara a cara con ese hombre, pero es mucho más interesante que ese «ligón de París». Al menos él no vendrá a molestarme, ya que es un personaje ficticio.

Maldito ligón de París.

Capítulo 3:«Parle à ma main» (Fatal Bazooka feat Yelle)

Adrian

Estoy acostumbrado a estar en buena compañía los viernes por la noche, pero por una vez, me fui solo. En cierto modo, eso me permitió pasar una noche tranquila soñando despierto con esa pelirroja de carácter fuerte. Aunque no fuera en su cama. ¡Qué pena! Me gustaba mucho.

No sé por qué, pero el hecho de que me resistiera me exaltó aún más. Me arrepiento de no haber insistido más, quizá me perdí algo. Dicho esto, no estábamos destinados a recorrer el mismo camino. ¡Un novio! Vale, no está soltera, pero ¿por qué tengo el presentimiento de que me mintió? ¿Y por qué sigo pensando en esta chica a la que no volveré a ver? ¡Es una locura! Mi cabeza no funciona bien. Creo que su par de pechos generosos me ha hechizado. Si realmente me dijo la verdad, entonces su novio tiene una suerte increíble. Seguro que se lo pasa en grande. Pero basta de pensar en ella. Me gusta fantasear, pero si el sueño no puede hacerse realidad, es mejor dejar de lado esta imaginación perversa rápidamente.

Acabo de llegar a la plaza del Trocadero después de tardar quince minutos en aparcar. El sol no ha hecho acto de presencia, pero lo importante es que no llueve. Estamos a mediados de junio, la temporada perfecta para inmortalizar momentos de felicidad. Mi agenda está llena hasta finales de agosto con sesiones de fotos de bodas. Se avecinan días ajetreados.

Seb se apresura a saludar a los recién casados. Lo sigo con calma, mi cámara en las manos. Echo un vistazo a mi alrededor por si acaso diviso a alguna diosa encantadora. Por desgracia, todas están acompañadas, salvo quizá una que contempla la Torre Eiffel, con los brazos apoyados en el muro de hormigón. Tiene unas piernas preciosas, muy delgadas, y una falda floreada que ondea ligeramente. Su cabello castaño ondulado baila al compás del viento. Se da la vuelta. Es bonita, pero demasiado tranquila para mí. No creo que hoy sea el día en que encuentre a una encantadora señorita.

—¡Adrian! ¿Qué haces? —grita Seb levantando una mano al aire—. ¡No tenemos toda la vida!

—¡Ya voy!

Me mira con frialdad. Reprimo una sonrisa y saludo a los novios. La joven lleva un vestido marfil que parece haber costado un ojo de la cara, incrustado con un millón de cristales. Una voluminosa diadema adorna su cabello castaño y un collar de diamantes cubre prácticamente todo su cuello. El esposo, por su parte, viste un traje gris claro bastante sencillo, pero lo que me llama la atención son sus zapatos de charol con efecto de piel de cocodrilo. ¡Qué gusto tan peculiar!

—¡Vamos allá! —exclama Seb.

Dirige a los novios hacia los parapetos del mirador. Una joven morena entrega a la novia un enorme ramo de globos rojos y blancos inflados con helio. Seb toma varias fotos y yo hago lo mismo desde otro ángulo. El panorama es simplemente espléndido. Permite admirar la Torre Eiffel y la famosa fuente de Varsovia, equipada con cañones de agua que ofrecen un espectáculo acuático grandioso.

La sesión dura unos treinta minutos, pero no nos demoramos más porque el tiempo empieza a empeorar visiblemente.

—Perfecto —dice Seb—, continuaremos la sesión en el salón.

Los novios asienten, bajan las escaleras de la plaza y suben a un Excalibur blanco cuyo interior está tapizado en cuero rojo. El coche se pone en marcha y los invitados los siguen tocando el claxon.

—Démonos prisa —suspira Seb mirando las numerosas nubes grises—, antes de que nos caiga un buen chaparrón encima.

Me echo a reír, mirando su hombro.

—No es la lluvia lo que acaba de caer sobre ti.

—¡Joder! ¡Malditas palomas! ¿No encontraron otro sitio para cagar que mi camisa? —se queja inspeccionándose.

—Parece que no. Quizá le faltaba color.

Me fulmina con la mirada, lo que me hace reír aún más.

—Ni siquiera tengo tiempo para cambiarme. ¡Genial! ¡Qué profesionalidad!

—Es solo caca de pájaro. No es para tanto.

—¡Claro que sí! ¡Ríete tú!

Señalo hacia mí con el dedo índice:

—¿Yo? Jamás me burlaría.

Y me echo a reír de nuevo.

Esquivo por poco una patada. Me encanta tomarle el pelo. Es algo que hacemos desde la escuela primaria. Pero es eso lo que ha forjado esta gran amistad. Veinte años soportándome y no tiene intención de deshacerse de mí.

***

Hemos dejado París para dirigirnos a Sarcelles, donde los novios han alquilado un lugar fuera de lo común.

Aparcados en un estacionamiento privado, nos aventuramos al interior de una gigantesca sala. La conozco un poco, ya que hemos estado aquí un par de veces para sesiones de fotos. Está inspirada en la decoración de los palacios venecianos, equipada con focos y lámparas de cristal. Un pasillo adornado con una larga alfombra roja da la bienvenida a los invitados de la fiesta, y a cada lado hay numerosas mesas redondas, cada una embellecida con un magnífico mantel marfil y una vajilla de lujo.

Los invitados se dirigen a una mesa enorme donde se sirve el cóctel de bienvenida. Coloco mi cámara frente a mis ojos para inmortalizar este momento de relajación y alegría que se respira en la sala. Esta boda es realmente de alto nivel. Cada persona aquí presente está vestida con ropa muy elegante y sofisticada.

Diviso a dos chicas jóvenes, cada una vestida con un vestido negro con lentejuelas. ¡Madre mía! Parece un sueño. Mi corazón late tan rápido como un robot de cocina a máxima velocidad. Pero no, no estoy soñando. Incluso de espaldas, reconozco a la bomba que me hizo fantasear anoche.

La observo de pies a cabeza. Sigue llevando esa trenza que me da tantas ideas. Su cuerpo es perfecto, sus hermosas piernas están cubiertas con medias transparentes con efecto brillante y lleva bailarinas negras tan relucientes como el resto de su figura. ¡Qué alegría volver a verla!

Cuando se da la vuelta, veo la escena en cámara lenta, como en una película. Sus dientes blancos brillan bajo la luz de las lámparas, su rostro resplandece y ese par de pechos despiertan mi deseo. Estoy impactado por su belleza. Pero su sonrisa desaparece cuando fija su mirada en mi dirección. ¡Mierda! ¡Esto no pinta bien!

—¡Joder! ¡No puede ser! ¡No él! —murmura dejando bruscamente su copa de champán sobre la mesa.

Miro a mi alrededor como un idiota, pensando que tal vez ese comentario no iba dirigido a mí. Sin embargo, sé que sí lo era y que, una vez más, he llamado la atención. Todos los invitados me miran de forma extraña. Siento como si mis zapatillas estuvieran pegadas al suelo con pegamento. Estoy rígido como un palo.

—¡Esto es increíble! ¡Qué mala suerte la mía! —exclama lanzándome una mirada asesina.

Genial. Esta chica realmente me odia. Pero, ¡joder! ¿Por qué tanto odio?

Estoy a punto de acercarme a ella, pero Seb interviene y me empuja hacia los vestuarios.

—Será mejor que te comportes —me advierte con un tono bastante frío.

—Yo no he hecho nada. Es ella quien ha gritado como una loca.

—Quizá, pero te conozco. Intentarás rondarla para conseguir lo que quieres.

Hago una ligera mueca para burlarme de él. En realidad, me conoce demasiado bien.

—Adrian —suspira—. No hagas el idiota.

—¡Exageras! Como si fuera a llamar la atención. Sabes que no es mi estilo.

Escaneo la sala con la mirada, esperando encontrarla. Maldición. ¿Dónde está? Ha desaparecido. ¡Joder! Tengo unas ganas tremendas de hablar con ella, pero también de provocarla. Su lado rebelde me está volviendo loco.

—¡Deja de buscarla así! ¿Aún no te das cuenta de que no le importas un carajo? —alza la voz.

Su expresión es grave. Levanto una ceja, sin entender su reacción. Creo que está exagerando un poco.

—¡Eh! Tranquilo. Eres tú quien está llamando la atención, te lo digo.

Aprieta los dientes y los puños. ¿En serio? ¿Por quién me toma? Vale, no voy a obedecerle, pero sé cómo ser razonable. No voy a lanzarme sobre ella. Bueno, si ella lo desea, no me negaré a complacerla.

—Sigue tomando fotos de los invitados y de la decoración de la sala.

Suspiro profundamente.

—¡No hagas el idiota! No quiero que nos ganemos una mala reputación solo porque quieres ligar con una invitada.

Le diría que se vaya al infierno, pero me callo. Es cierto que tiene razón. Quiero que me invite a su cama. No es culpa mía si es tan sexy.

—Anda… deja de distraerte y haz tu trabajo. Compórtate un poco.

Me río entre dientes. Voy a acabar llamándole «mamá».

Respiro hondo y vuelvo sobre mis pasos. No sé cómo voy a sacarla de mi cabeza. Nunca me había topado con una tigresa como esta. Su contoneo sexy de anoche realmente me dejó fuera de combate. Supongo que si está aquí, es para hacer una representación similar. ¡Madre mía! ¡Voy a volverme loco!

Cierro los ojos un instante para apartar a esta tigresa de mi imaginación y finalmente obedezco a Seb, tomando fotos de la sala y de los invitados. Después de un rato, salgo a fumar. Qué gran error haber vuelto a este vicio. Había logrado no tocar un cigarrillo durante un año.

Cuando Léa, mi ex, se fue de nuestro apartamento, volví a fumar como un carretero. A menudo me he cuestionado. ¿Por qué me engañó? ¿Qué le daba ese hombre que yo no? ¿Amor? ¿Dinero? Sin embargo, conmigo tenía todo lo que deseaba. La llevé varias veces de viaje a islas paradisíacas, tenía joyas a montones y ni hablar de su armario y su colección de bolsos. Siempre estaba pendiente de ella y no creo que tuviera quejas en el terreno sexual. Dos años de amor intenso y este fue el resultado.

Un sentimiento de melancolía me invade de repente. Apago mi cigarro en el suelo. He logrado pasar página con ella, pero recordar los momentos con esa mujer me duele en el corazón. Siento que desperdicié dos años de mi vida.

Vuelvo a entrar en la sala. Inmediatamente, localizo a la pelirroja cerca de los bastidores. Nuestras miradas se cruzan. Incluso desde aquí, puedo ver el odio que se infiltra en sus ojos. No baja la mirada. Y he decidido que yo tampoco lo haré. Creo que estoy completamente loco por querer jugar al gato y al ratón con esta chica. Normalmente, no necesito hacerlo. Pero el hecho de que me rechazara me impulsa a entender por qué no quiere pasar tiempo conmigo.

Con el objetivo frente a mi rostro, no pierdo detalle de su silueta. Un flash aparece. Luego dos… tres… cuatro… Mi cámara va a saturarse. Seb me va a regañar por haber hecho más fotos de ella que del resto de la sala. Qué más da. No puedo perder esta oportunidad. Quiero un recuerdo de esta chica por si no la vuelvo a ver.

Me acerco a ella lentamente. La capturo desde todos los ángulos, sin olvidar un primer plano de su pecho. ¡Qué tesoro, por Dios! Cuanto más me acerco, más furiosa parece. Sus fosas nasales se dilatan, sus ojos lanzan chispas. Es irresistible.

—Hola —digo arqueando las cejas.

Me responde al instante:

—¡Vete a la mierda!

Me quedo boquiabierto un momento. Incluso con ese tono cortante, encuentro su voz muy sexy.

—¿Tus padres no te enseñaron modales?

Gruñe como una leona. Su rostro está rojo como una amapola. Si lo que dice es cierto, su novio debe pasarlo en grande en la cama.

Le tiendo la mano para saludarla:

—Me presento, me llamo Adrian y…

—Y vas a hacerme el favor de desaparecer de mi vista —me interrumpe retrocediendo.

¡Vaya! Terca, obstinada, agresiva, desagradable. ¿Por qué reacciona así? Esta chica tiene un problema serio.

—¿Eres alérgica a los hombres?

Sus pupilas se oscurecen.

—Soy alérgica a los idiotas como tú. ¿Una bofetada no fue suficiente?

Muy bien, señorita. Si hace falta, puedo entrar en tu juego. Voy a ser un incordio.

—Puedes darme todas las bofetadas que quieras, no será eso lo que me detenga.

—Eres un tipo realmente raro.

—Y tú eres increíblemente… excitante.

Arqueo las cejas, lo que hace que ponga los ojos en blanco.

—¡Me agotas! Anda, habla con mi mano —responde con sarcasmo.

Me contengo para no estallar de risa y no enfurecerla más.

—Deberías seguir tu camino. No me interesas.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué? No me conoces. No sabes lo que te pierdes.

Oh, sí, preciosa tigresa. Creo que podrías pasarlo muy bien conmigo.

Está a punto de darse la vuelta, pero su amiga aparece frente a nosotros, toda sonrisas.

—¡Hola! ¿Nos vimos anoche? ¿No me equivoco? —me pregunta estrechándome la mano.

—Sí, nos vimos. Me llamo Adrian, fotógrafo en “Rebel’Photo”.

—Yo soy Alicia y te presento a mi hermana Zoé.

Zoé y Alicia. Dos hermanas encantadoras. Especialmente la pequeña tigresa que me mira con ferocidad.

—Te odio —dice Zoé a Alicia en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que yo lo escuche.

Llena de rabia, Zoé se dirige hacia los vestuarios, pero Alicia la detiene por el brazo. Comienza a gritar como una loca.

—¡Suéltame! Habla con él si quieres, pero a mí no me interesa.

Al final, me pregunto si no debería intentar algo con su hermana. Es increíble el temperamento que tiene esta chica. Para reaccionar de esta manera, debe haber tenido malas experiencias en su vida. Vale, sus pechos me llaman la atención, pero aun así. He hecho el esfuerzo de presentarme y ella me manda a paseo. Nada simpática.