180 días en Siria - Fabricio Pitbladdo - E-Book

180 días en Siria E-Book

Fabricio Pitbladdo

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Beschreibung

¿Qué tanto se puede luchar por amor? ¿Cuál es esa barrera infranqueable donde no importa qué tan testarudo o persistente sea? 180 días en Siria es la historia de un amor que superó a la muerte misma, a la guerra, a la desigualdad, a las religiones y a la misma eternidad. Amor, miedo, locura, vida, muerte, deseo, olvido, eternidad. Todas cosas que una joven de 17 años tendrá que aprender mientras conoce al amor de todas sus vidas, escapando de la guerra en Siria para volver a su hogar con sus hermanas.

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Fabricio Pitbladdo

180 días enSiria

Pitbladdo, Fabricio

180 dÌas en Siria / Fabricio Pitbladdo. - 1a ed. - Ciudad AutÛnoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021. 

ISBN 978-987-87-1521-6 

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. TÌtulo.  

CDD A863 

Índice de contenido
Portada
Créditos
Índice
Capítulo I: Purgar
Capítulo II: Estambul
Capítulo III: 180 días en Siria
Capítulo IV: Guerra
Capítulo V: Pérdidas
Capítulo VI: Viaje de regreso a Turquía
Capítulo VII: Ascenso
Capítulo VIII: Reencarnación

Capítulo I: Purgar

—Hacía varias semanas ya lo veníamos planeando, pero los recursos escaseaban y el viaje sería un suicidio... pero si nos quedábamos lo único que conseguiríamos sería una muerte en vida, larga y extremadamente dolorosa. Pienso que eso fue lo que nos animó a lanzarnos y a emprender el famoso viaje de la vida... hoy lo recuerdo en esta eternidad de silencio, de pura nada y no hago otra cosa que no sea llorar y maldecir mi decisión. Mi madre siempre me decía que no hay decisiones malas o buenas, simplemente hay decisiones. Quizás si lo analizo en frío no fue tan mala, ¿no? 

—¡Pero por supuesto que no! Me acerque a él y definitivamente fue lo mejor que me pasó en la vida aunque tuvo sus costos, y los que más me pesan es que lo tuvo que pagar él y no yo... ¡Qué desgraciada que fue la vida conmigo! Pero supongo que lo es con todos... ¿Habrá sido así con todos? No lo sé, pero pensar que no soy la única infeliz, aunque suene egoísta mi pensamiento, noto que me hace bien, me da un sentimiento de acompañamiento. Qué extraño... Cuando me deprimo el cielo aquí se oscurece, me pregunto por qué será, todo es muy raro.

—Y... ¿Por qué te parece raro, Farah? —preguntó una voz jovial y pura, parecía la de un joven no mayor de 20 años.

La joven comenzó a mirar hacia todos lados, girando en su propio eje, con intención de ver algo más que esa espesa niebla blanca en una eternidad de universos completamente gris... eterna que la rodeaba, quizás con ver de dónde provenía la voz o solo quizás con intención de ver algo, la locura se encontraba a un paso en ese lugar.

—¿Quién eres tú? ¿De dónde me hablas? —preguntó Farah un poco asustada y sorprendida, ya que no podía conocer de quién era esa hermosa voz ni mucho menos reconocer su procedencia.

Por tanto girar, termino cayéndose.

—¿Te asusté? Perdóname no fue mi intención... si quieres puedo irme y volver más tarde. 

—Un poco tengo que admitir, pero por favor no te vayas... no hablo con nadie hace demasiado tiempo... —La joven mujer aún en el piso seguía mirando hacia arriba, como si fuera a ver algo o a alguien—. ¿Eres real o estás en mi cabeza? —insinuó al borde de un colapso nervioso.

—¿Y porque esté en tu cabeza no soy real? —rio la voz—. Aquí te vas a llevar unas cuantas sorpresas si no expandes tu visión un poco—. Y pregunta—: ¿Hace cuánto tiempo crees que estás aquí? —preguntó la voz en un tono burlón.

Farah se queda pensando unos instantes...

—Demasiado tiempo creo, días enteros, no lo sé en verdad... no tengo referencia de nada aquí. —Agacha la cabeza y se agarra el estómago—. No tengo hambre ni sed ni sueño, ni tan siquiera deseo, solo tristeza —dijo Farah un poco decepcionada.

—Quizás te sorprendas o te extrañes al enterarte que estás aquí hace tan solo unas pocas horas, me atrevería a especificar unas 10 o 9. El problema es que aún no te has acostumbrado y no sabes dominar este nuevo poder que tienes... por eso es que estás tan triste y este lugar te parece... ¿Cómo lo habías llamado? Una eternidad de puro silencio, pura nada —dijo la voz—. Pero ¡tranquila! Todo eso que quieres aquí ya no te será necesario. 

—¡Espera un minuto! —exclamó Farah.

El único ser en toda la faz de esa nada volvió a pararse y erguirse con toda seguridad, seguridad que no sentía hace mucho, se acomodó su blanco vestido, se tiró el pelo para atrás, con su nueva paz, la niebla se había hecho menos espesa y se podía ver mejor... kilómetros de pura nada, ya no era gris, sino blanco, su premio había sido pura inexistencia. 

—Dime... ¿Qué sucede? —susurró la voz—. ¿No está bueno que ya seamos amigos y podamos hablar así con tanta confianza? —La voz decía barbaridades como esta, siempre de manera burlona.

—¡No somos amigos!

—No te conviene tenerme como enemigo...

A Farah le molestaba mucho que la sobraran, y sentirse "menos" que alguien, aunque ese "alguien" sea una voz omnipresente, pero ante la innegable verdad de que esa voz era su única compañía, decidió aceptar sus cargadas y de tanto en tanto seguirle el juego al dueño de esa voz, que parecía un poco loco o como mínimo un ser bastante morboso, la joven entre los intervalos de la conversación había pensado una serie de interrogantes que ella seguía sin poder resolver.

—¿Puedo preguntarte una cosa?

—Sí, por supuesto... ¡ya lo hiciste!

—¿Perdón? —Farah no podía entender con qué nueva bromita le iba a salir.

La voz comienza a reírse de una manera ya ni siquiera infantil, como su habla y tono delataba que era, sino enfermiza, ya no podía entenderse para qué estaba esa voz, si para ayudar o para hacer su estadía más larga y poco llevadera... ¿Era un castigo? 

—Me dijiste si me podías hacer una pregunta, ¡y sí... ya me la hiciste! —a carcajadas arremete contra la golpeada conciencia de Farah—. Palabras tuyas, no mías... 

—Pero por favor te lo pido. —Farah se dejó caer sobre sus rodillas, ya completamente decepcionada y sintiéndose derrotada—. Ayúdame, eres todo lo que tengo.

La voz al ver a Farah caer en un nuevo estado de tristeza, al ver el cielo ponerse gris nuevamente... ¿Eso podía llamarse cielo?, decidió cambiar rápidamente de tema, al ver que sus bromas no estaban ayudando en nada, decidió ser un poco más benévolo y comprensivo con la niña que estaba derrotada en el suelo.

—Bueno, perdón... solamente quería hacerte reír un poco, con risas este lugar se te hará más llevadero, ¡bah! Todo en la vida es más llevadero con risas, ¿o no? —La Voz con un tono notoriamente culpable intenta arreglar un poco las cosas—. De verdad, no quería hacerte mal, estoy acá para ayudarte y eso puedo jurarlo... ¿Me disculpas? —En la nada de esos murmullos, había una sinceridad indudable.

—Bueno, voy a intentar confiar en ti. —Farah vuelve a pararse—. Pero por favor intenta mantener las bromas y chistes a lo mínimo posible, al menos hasta que me haya acostumbrado a estar acá.

—Lo prometo... Y ahora ya fuera de bromas. ¿Qué querías preguntarme?

—Bueno, primero que nada... ¿Cómo sabes que pensé eso? 

—¿Qué? —preguntó La Voz medio confundido.

—Que llame a este lugar una Eternidad de silencio, de pura nada.

—¡Ah eso! Perdóname. —La Voz ríe tímidamente—. Es que memoria nunca fue mi segundo nombre y bueno, tiendo a olvidar detalles de ese tipo.

—Bueno... —Farah mira con los ojos hacia arriba ya medio cansada de las vueltas—. ¿Podrías decirme?

—Es entendible que estés confundida, todos cuando llegamos entendemos poco. —La Voz hablaba con un tono bastante calmo, como si fuera un maestro al que le apasiona enseñar—. Algunos más que otros, pero tú eres uno de los casos que entiende poco. ¡Pero no pasa nada! Todo a su tiempo, Farah, querida... bueno, primero, no lo pensaste, simplemente estuviste contando tu historia una y otra vez durante horas, y no, no soy ningún tipo de adivino ni tengo poderes místicos —suelta una risa media burlona—. Hablaste sola sin parar varias horas y por eso sé algunas cosas tuyas, como tu nombre, entre otras cosas, frases que crees que pensaste, pero en verdad dijiste ¡fuerte y claro!, pero no te preocupes que a todos les pasa, yo simplemente estuve escuchando para entender un poco y poder ayudarte... pero debo admitir que no será fácil, ya que tienes una historia complicada. ¡Pero suerte la tuya que me gustan los desafíos! 

A Farah le tomó unos segundos procesar toda esa información e intentó hacer memoria para corroborar si lo dijo o no, o si simplemente lo pensó y este ser podía leer sus pensamientos, por más que se esforzara, no había caso, tenía todos sus recuerdos en blanco.

—¿Por qué no puedo recordarlo? Es raro...

—No sabría decirte, hasta que sales de las paredes en las que tú misma te encierras al comienzo, no empiezas a retener cosas nuevas... y sí es raro, no le des vueltas a un tema que ni yo entiendo.

—¡Ay! Qué vergüenza que hayas tenido que escuchar todo eso —dijo Farah sonrojada—. No quería que escucharas cosas así. 

—No hay problema y no tienes que disculparte, Farah... Estoy aquí para ayudarte, esa es mi única misión en este momento y lugar. —La voz con un tono reconfortante se lo hizo saber—. De verdad, no sientas vergüenza y confía en mí todo lo posible. 

—Bueno, está bien... ¿Puedo preguntarte otra cosa? 

—Sí —exclamó el niño, del cual solo Farah conocía su tierna voz—. ¡Pregúntame lo que quieras!

—Hace un rato dijiste que tengo un poder y aún no se controlarlo... ¿De qué poder hablas?

—Ese poder que te digo es simplemente poder cumplir lo que quieras. Quizás poder está mal dicho, simplemente es que tu deseo sea plasmado, sin prejuicios ni cinismos, todo lo que quieras puede ser real acá, sin tiempos ni frenos, nunca más estarás atada a un reloj o a algún impedimento de cualquier índole ¿Podríamos llamarlo capacidad? Más que "poder", ya que es una palabra muy abstracta, creo que capacidad va mejor.

—Y este lugar ¿qué es? 

—Este lugar y todo, incluso tú pueden ser lo que quieras que sea es todo y no es nada... Por eso para ti es todo silencio y millares de kilómetros de pura nada. —La Voz toma repentinamente un tono serio—. Es solamente eso, esta realidad, esta existencia, existe y se rige por tus reglas, hay reglas comunes para todos. Pero la realidad que tú ves, sientes y vives es que la tú quieres. Pero tranquila que de a poco ya lo entenderás y lo aprenderás a controlar.

Farah, sin muchos remedios ni ideas, se agarró la cabeza y empezó a reír. 

—Este será un día para el olvido, definitivamente. —Rio tímidamente. 

—¡Tranquila, niña!... Que de a poco irás digiriendo todo. 

—A todo esto, y sacando tu faceta un poco chistosa... Eres muy amable y estoy segura de que entenderás que ese planteo que me hiciste genera más preguntas de las que contesta —dijo Farah mirando para todos lados, como si quisiera verlo y con un tono bastante calmo.

—Sí, puedo imaginarlo. —Hizo escuchar en su mente la voz riéndose.

—¿Solamente voy a escucharte en mis pensamientos?

—Por el momento sí —contestó La Voz sin demasiadas vueltas—. Igualmente todo a su tiempo, ya me conocerás y verás lo lindo que soy. —Ríe la voz...

—¡Pero no es justo! Tú puedes verme y escucharme a mí —exclama Farah algo molesta—. ¿Por qué no puedo yo a vos? 

—Simplemente, porque no y punto... no es algo que puedas cambiar solo con quererlo o que se pueda negociar. 

—Bueno, entonces... —gritó Farah con bastante confianza—. Si esta realidad es lo que yo quiero que sea y pasa lo que yo quiero que pase, ¡quiero que te personifiques delante de mí! —dijo Farah con un tono muy seguro, golpeando la mano derecha en forma de puño contra su mano izquierda abierta. 

—No puedo, por favor entiéndeme...

—¿Por qué no? —preguntó Farah.

 —¿Recuerdas que te dije algo sobre unas reglas generales para todos? Bueno, esta es una de ellas, no puedes ver ni interactuar con nadie hasta que no hayas asumido tu nueva existencia y estés lista. 

—¿Cómo? ¡No es justo! —dijo Farah con bastante enojo y frustración.

Cuando Farah terminó de decir eso, toda esa eternidad sin principio ni mucho menos fin pasó de un blanco profundo a un rojo muy fuerte, el clima se tornó cálido y húmedo, se podía sentir una atmósfera bastante pesada y triste.

—¿Qué pasó? ¿Por qué cambió todo? —preguntó Farah asustada.

—Ya te lo he dicho, Farah... esta realidad es por acción u omisión lo que tú quieres que sea, trata de calmarte porque este lugar refleja todo lo que quieres o sientes, y cambia bastante rápido —la Voz dijo eso con un tomo irónico—. Esto ya no es como cuando estabas viva, trata de acostumbrarte porque si no se convertirá para ti en un verdadero infierno —dijo la voz con un tono serio 

—Estaba pensando en eso hace un rato. —Una lágrima le atraviesa la cara—. Pero no me animaba a preguntártelo... ¿Estoy muerta, no? —pregunta Farah un poco decepcionada.

—Siento ser yo el que te lo diga Farah, pero sí... lo estás.

—¿Cómo morí? —preguntó Farah con un tono sorprendentemente calmo.

—No lo sé, hablaste muy poco de tus últimos momentos, intenta hacer algo de memoria y quizás salga, si no con el tiempo lo recordarás —dijo La Voz con algo de tristeza—. Igualmente tengo que felicitarte... La noticia de tu muerte te la tomaste bastante bien. —La Voz intentaba buscarle el lado positivo para distraer a Farah y que esta no pensara mucho.

—Espera un minuto. ¿QUÉ PASÓ CON ABDEL? —comenzó a gritar Farah, exigiendo una respuesta.

Su realidad pasó de un rojo a un negro profundo y un fuerte viento sin ninguna fuente lógica se había levantado, sin luz sin nada por lo que luchar ni ningún deseo de existir Farah se dejó caer en el suelo y poco a poco sus brazos pasaban de su característico color de piel a un blanco cada vez más profundo, su pelo se volaba de aquí para allá por culpa del fuerte viento y cuando su lágrima tocó ese oscuro suelo de a poco empezó a llover.

—¡ESPERA, FARAH! ¡POR FAVOR! Tu realidad cambia según lo que quieras y sientas, sea lo que sea eso se verá plasmado en todo tu existir, ¡intenta calmarte y escucharme! POR FAVOR. —La voz no paraba de gritar dentro de la cabeza de la adolescente desesperada—. Por tu bien, INTENTA CALMARTE.

—¿Pero por qué? —gritaba Farah desesperada tirándose de los pelos. ¿Por qué se dieron las cosas así? 

Farah inmersa en su inagotable desesperación, se tiró de costado al piso, su piel, de tez morena se volvió roja por los nervios, se cubría la cara mientras lloraba la muerte de su hermano, mientras que el viento le volaba todo el pelo y su vestido, no podía dejar de preguntarse ¿por qué? ¿Por qué —Si seguía recibiendo malas noticias, la desesperación en ese lugar se volvería moneda corriente en su nueva vida. 

—¡Porque sí!, esto ha sido así, y lo será por toda la eternidad, no depende ni de ti ni de mí, la muerte es inherente a la vida, ¡nunca podría existir la luz si no hubo oscuridad antes! Tendrás que aceptarlo o pasar el resto de tus días en esta miserable existencia... —La Voz cuando quería, daba argumentos bastante convincentes, y este era uno de esos—. Él murió de la misma manera que moriste tú y que morí yo, entiéndelo o enloquecerás. 

Al escuchar estos argumentos Farah empezó a recapacitar y no le quedo más alternativa que aceptar su realidad, se secó las lágrimas, se volvió a parar, miró toda esa dimensión ahogada en un profundo color negro y soltó un risita un poco tímida, pero más que reconfortante para hacer que ese interminable negro se convierta en un suave blanco, automáticamente vio cómo su color de piel empezaba a volver a la normalidad, pasaba de ese rojo provocado por los nervios a su color habitual. 

—Es raro esto, ¿así que estoy muerta? Ya estoy empezando a recordar —se agarró la pera y miró hacia arriba... me dispararon creo, o ¿me disparé? No estoy segura, solo sé que fue una bala la que me dio muerte, este lugar es gracioso, ojalá en la tierra fuera tan fácil broncearse y cambiar de color de piel. — Farah con una sorprendente calma se lo hizo saber a la voz. 

—¿Esto es el famoso cielo? —pregunta Farah con ganas de saber más, para poder entender y entenderse a sí misma. Muy tímidamente comenzó a caminar sin rumbo alguno por esa llanura desierta de vida o de colores—. Es largo esto, eh, realmente interminable. —Su paso era continuo y seguro, sin corte alguno, ni tan siquiera para ver a dónde iba, ella podía sentir que ese lugar valía la pena conocerlo y, si las cartas se le habían jugado de esa manera, entonces bienvenido sería su nuevo destino 

Todavía no debería contestarte esa pregunta...pero como estas avanzando lo hare. Si podría decirse que esto es el cielo, aunque aún no estamos en el completamente, te falta solo un poco.....—¡Ah! ¿Viste que sería más fácil de esta manera? Perdóname pero tengo que decírtelo, ¡te lo dije!... —dijo la voz riendo.

—¡Ja! ¿Así que te gusta echar cosas en cara? —dijo Farah con un tono amigable.

—Cuando es pertinente hacerlo sí, me encanta hacerlo... —dijo la voz con un tono serio de repente.

—¡Ah! ¿Ahora te volviste serio de vuelta? 

Farah empezó a reír como hacía toda una vida no reía y se queda pensando en que el famoso paraíso es real, pero según esa voz que parecía ser una especie de guía, no estaba aún en él, entonces... ¿Dónde está? ¿En qué sueño o realidad alterna se había metido?, la cabeza se le estaba empezando a llenar de preguntas de nuevo, tenía miedo de estar soñando todo, pero si lo soñaba era porque esa Voz le había mentido y seguía viva, podía volver a ver a toda su familia y la gente que ella amaba y quizás hasta por la que dio la vida. Ya nada parecía real o cierto, solo horizontes repletos de preguntas e incertidumbre, también tenía miedo en que si pensaba demasiado podía volver a cambiar su realidad, quizás hasta cambiarse a ella misma, y eso es algo que jamás permitiría, entonces solo quedaba en la mente de Farah una pregunta lógica que se respondía prácticamente por sí sola... ¿Cómo poder avanzar sin miedos ni dudas?, y la única respuesta sería de la misma manera que vivió sus últimos momentos, confiando en la gente que le rodea y simplemente seguir, pensando lo menos posible en las tormentas que podían presentarse en esos horizontes y recordó algo de sus clases de psicología en su escuela en Estambul... "los miedos simplemente no desaparecen, solo nosotros adquirimos la maduración necesaria para no pensarlos y aprender a vivir con ellos"... cuánto había cambiado todo desde aquel entonces.

—Qué hermosa risa tenés, deberías reír más seguido... me das un extraño sentimiento de compañía, gracias, Farah, hacía mucho no lo sentía... —dijo la voz conmovida—. ¿Estás bien, nena? Te quedaste callada unos segundos, cosas rara en vos... hablas mucho —dice la voz riendo.

Farah se sorprende por lo perspicaz que es el sujeto o el jovencito dueño de esa voz, y que muy probablemente él estaba observándola a ella...

—Nunca te agradecí lo que estás haciendo por mí, perdóname... —intentó disculparse la adolescente algo avergonzada por la falta de modales o como mínimo por ser malagradecida con aquel joven que tanto estaba haciendo por ella sin pedir nada a cambio.

—Ya te lo he dicho, mi única labor aquí es que esa sonrisa sea el amanecer de todas las mañanas... bueno, aquí no hay mañanas y, si las hay, solo será porque tú lo deseas, pero tú entiendes —dijo la voz riendo—. Sacando toda la poesía barata que uso para hablar, de verdad, si te ayudo me ayudo a mí mismo, estoy acá exclusivamente para que puedas seguir adelante, ni más ni menos.

—¡Eres muy bueno conmigo! Eres realmente excepcional... ¿Por qué eres así conmigo? —preguntó Farah, algo desconcertada por la amabilidad que demostraba aquella extraña voz.

—Porque cuando yo llegué —guarda un instante de silencio—. Alguien lo fue así conmigo y a ese alguien, alguien lo habrá sido con él y así sucesivamente, es como un precio que hay que pagar o, como se le dice, una especie de derecho de piso que todos tenemos que pagar, incluso tú, Farah, pero cuando llegue el momento.

—¿Cuándo será eso? —pregunta Farah. 

—La deuda que todo hombre paga, tarde o temprano todo lo que hacemos, lo devolvemos... toda la energía que consumimos durante nuestra vida, al momento de perecer, nuestro mortales cuerpos, al fin y al cabo, simples caparazones para nuestras almas, sirven como abono para la tierra o alimento para otros animales... la oscuridad trae luz, la muerta trae siempre nueva vida, simplemente hay que tener buen ojo para darse cuenta, mientras estás vivo, claro... ya en muerto, esas cosas se hacen obvias. —La voz guarda silencio—. Acá, se aplican más o menos los mismos patrones, cuando llegamos, así completamente perdidos como tú, otra alma que ya pasó por eso, te ayuda a tomar conciencia, purificarte y alcanzar una real superación —explicó la voz con bastante claridad. 

—Y... ¿Cómo te das cuenta de que ya está todo listo? 

—Simplemente te das cuenta... Cuando tu momento llegue, al igual que la muerte, llega antes de lo que crees y sorpresivamente, ¿no es cierto? —dijo la voz en un tono irónico y nuevamente burlón.

—Ya volviste a ser vos de nuevo, con tus comentarios irónicos y demás... ¡espera un momento! —dijo Farah, como si hubiera descubierto algo que estuvo siempre frente a sus ojos.

—Y ahora ¿qué sucede? —la voz comenzó a reír.

—¿Estuviste vivo? —preguntó seriamente Farah.

—¡Pues claro que sí! Como todos aquí, allá y en todas las direcciones que imagines de este lugar, todos alguna vez estuvieron vivos —dijo la voz con mucha tranquilidad—. Soy simplemente un alma que busca reencarnar, y para eso, primero tengo que ser un guardián y ayudar a un alma desamparada y confundida como la tuya.

—Y un guardián es... —insinúa Farah. 

—Un guardián es un alma humana, no, no somos ángeles por si pensabas preguntarlo. —Ríe la voz—. Que su única función es ayudar a otra alma y únicamente solo a esa, a pasar al paraíso, o como lo llaman también, al cielo común, en donde están todas las demás almas que ya pasaron por este proceso y una vez ahí, si deciden pueden ser guardianes también, para una vez concluida su labor, reencarnar.

—¿Hay casos de almas que no pudieron pasar nunca al paraíso?

—Em... —La voz piensa—. Supongo que sí, la verdad no lo sé, seguro hay almas a las que les toma más tiempo que a otras aceptar su nueva existencia, no solos los humanos, también las almas tienen mucho apego a la vida, pero la verdad no sabría especificarte una respuesta.

Farah, ante toda esta nueva información, volvió a cuestionarse varias cosas, que días atrás, o para ella parecían días, ya que el tiempo ahí avanzaba distinto a la tierra, días, semanas e incluso años, millares de ellos, quizás eran minutos en la tierra, aquella que había sido su todo, su vida, hoy ya ni siquiera podía recordar o sentir qué era el tiempo, cómo se sentía ver la frustración del avance del tiempo y el no cumplimiento de las expectativas de vida, todo eso acá no valía una mierda, Farah volvió a tomar valor, para querer saber, al fin y al cabo, los más infelices son los que más saben, eso era así en la tierra, debía ser también ahí—. Y entonces... ¿Qué es este lugar?

—Todavía no estás lista para saberlo, Farah, perdóname, una vez más —explica pacientemente la voz a Farah . —Este labor, para que salga bien, tiene que ser extremadamente meticuloso y protocolar, sé que te sientes lista y preparada, pero ignoras que estás constantemente a un paso de la locura, solo alguien que te mira desde afuera y que sabe cómo mirar, notaría que un paso es lo que te separa del desquicio —concluye la voz aparentemente de unos 13 años.

—Bueno, ya entendí... no me lo repitas más, a todo esto... ¿Cómo te llamas? —pregunta Farah resignada pero interesada en el muchacho. 

—William es mi nombre. ¿No te lo dije todavía? Qué raro...

—¡William! ¡Qué hermoso nombre que tienes! Y no, no me lo habías dicho. ¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Farah un poco decepcionada...—Ella pensaba que ya tenían confianza. 

—Es que me da pena, siempre he sido una persona tímida... si lo era en vida, imagínate ahora en muerte. ¡EY! —exclama William—. Igualmente tú no me lo preguntaste, ¿o sí? —respondió William riendo.

—¿Eres tímido y por momentos bromista? ¿Qué más eres? —pregunta riendo Farah—. Pero en esta tengo que darte la razón... no te lo pregunté, no sé por qué no lo hice, supongo que me metí demasiado en la conversación que olvidé preguntarte tu nombre, perdóname —concluyó. 

Ríe William. 

—Los nombres no son necesarios o como mínimo son detalles menores... piensa en todos los ángeles que deben existir y prácticamente no sabemos los nombres de ninguno y a pesar de eso siguen siendo uno más majestuoso que el otro. —Se para de hablar y recuerda lo que dijo Farah—. ¡Ey! Y no me digas "tímido y poco bromista", nadie es perfecto y todos tenemos algo malo dentro nuestro. 

—Bueno, perdona... y que conste que para mí los nombres importan. Ahora que tenemos más confianza, ¿puedo llamarte Will? —pregunta Farah.

—¡Pero por supuesto! —dijo William.

—Entonces, Will, creo que todavía no te lo pregunté, pero ¿cómo sabes mi nombre? No recuerdo habértelo dicho... ¿o sí? ¡No me mientas! 

—¿Por qué te mentiría, Farah? Y sí, me lo dijiste... igualmente siento como que si ya nos conociéramos de antes, es raro, no lo sé... quizás me enamoraste... por eso nuestra conexión ... ¡ya sabes todo lo que se dicen de esas cosas! 

—¡Ay! ¿Cómo dices esas cosas? —dijo Farah sonrojándose—. No bromees con estas cosas, William.

—Y... uno nunca sabe. —William responde riéndose y burlándose de Farah—. Además tenemos para rato acá juntos.

—Bueno, puede ser, pero ¿cómo voy a enamorarme si ni siquiera te conozco? —Farah se sonrojaba y miraba al cielo con un poco de vergüenza

—¡Es broma, Farah!... me gusta verte reír y sonrojarte. 

—Bueno, está bien... y dime, ¿cuándo podré pasar al cielo, cielo? Por favor no me digas que "cuando esté lista", me explicaste detalladamente todo menos eso... —preguntó Farah. 

—Es que esa es la única respuesta, tú todavía estás en el paso anterior, cuando estés lista pasarás al cielo, edén, nirvana, elíseo, paraíso... cada cultura lo llama de una manera distinta, pero al fin y al cabo todas se refieren más o menos a lo mismo —agrega Will—. No pienses en cosas que no necesitarás saber.

—¿Por qué se refieren todas "más o menos" a lo mismo? —insiste Farah con las preguntas que según William eran innecesarias—. ¿No son todos lo mismo?

—No exactamente... hay muchos cielos y realidades dentro de más realidades... es complicado de entender, ni yo lo entiendo del todo —insiste William—. No le des mayor importancia —replicó con un tono medio esquivo. Querida Farah... quizás no lo notaste todavía, ¿o sí?

—¿Qué debería notar? —preguntó Farah extrañada.

—Sube la cabeza y mira para arriba... ¿Qué ves? —dijo William riéndose.

—El cielo y las nubes... ¿Qué tienen? No logro entender.

—¡Exacto! El cielo y las nubes... ¿no te das cuenta? Tu realidad está dejando de ser vacía y aburrida, ya hay un cielo y nubes —exclama con felicidad Will.

—¡Ay, es cierto! ¡También ya hay pasto! ¿Cómo no lo noté? 

Farah no podía creer lo que estaba frente a sus amarronados ojos, de vuelta lo estaba volviendo a ver. "¿Estoy viva de vuelta?", no podía dejar de preguntarse, era imposible ver un paisaje así, si era el cielo o no, ya no importaba nada, podía pasarse toda su eternidad para descubrir toda la belleza de ese lugar... Al oeste habían montañas con altos picos nevados, muy al oeste, tal vez cientos de kilómetros, jamás iba a saberlo ¿y qué importaba?, al este podía divisarse un playa, también muy lejana, hermosa de verdad, sus ruidos y siluetas de arena de asomaban para ser vistos por quien sea que quiera disfrutar de su blanca y limpia arena, te invitaba a volver a morir o a nacer en sus médanos, con la brisa como a puñados y el ruido del agua como el llanto de bebé que alguna vez fuiste. La joven con los ojos llorosos de la emoción, se agachó y agarró un trozo de pasto solo para arrancarlo de darle muerte, ¿para qué?, solo deseaba acercárselo a la cara e inhalar con toda la capacidad de sus pulmones... Tan solo ella quería volver a sentir ese hermoso olor a vida. Nunca según sus recuerdos, que volvían a ella como una lluvia que cae sobre una hoja en blanco, había tenido tantas ganas de oler algo, ella lo habría definido, solamente como algo hermoso e infinito, fue único. —Así que esto era estar viva —se decía Farah a sí misma. Ahora podía notar lo que significaba, en vida no le habría dado nunca importancia a tal majestuosidad que se abría entre sus ojos, sin más vueltas comenzó a correr, como si quisiera llegar a algún lado pero no apuntaba a nada, solo quería cansarse, agitarse, respirar todo ese aire una vez más. Había vuelto a sentir esa real felicidad, esa que no se disimula, que sin conocer a la persona, se nota real.

—¿Te gusta? —pregunta Will.

—Es hermoso ¡Mira este campo!, horizontes y horizontes de estos hermosos paisajes y todo para mí. 

 —Impresionante, ¿no? —pregunta William—. Y lo hiciste todo vos.

—¿En qué momento? No pensé en que quería esto.

Entre los pastizales, comienza a hacer memoria e intentar recordar si ella había pensado en ese paisaje, quizás era algún recuerdo de ella, algún lugar que visitó durante su vida y al pensarlo aunque sea por un instante, se plasmó el deseo en la realidad... o en teoría esto funcionaba así según la voz que se hacía llamar por William.

—No lo sé, solo tú lo sabes, quizás es algún lugar que visitaste en tu vida, un recuerdo o algún lugar que te hubiera gustado conocer, también simplemente algo que imaginaste de manera inconsciente, lo único que tienes que saber es que estás acá para descansar y encontrar la paz... disfrútalo.

Farah consideró seriamente lo que la jovial voz le estaba diciendo, cansada de correr prácticamente en círculos grandes, se tiró al pasto a descansar, su pecho se expandía en cada respiración, en cada onda de aire que entraba a su cuerpo, aire más puro que ese no podía existir, podía volver a sentir cómo el pasto le picaba la piel, cómo el sol le calentaba el cuerpo, puso sus brazos atrás de su cabeza y soltaba pequeñas risitas de a ratos... parecía una loca, pero no era más que una niña que se sentía viva una vez más.

 —¿Ves? —pregunta William—. Si me escucharas más seguido, quizás las cosas te serían más fácil. ¿O no? —dice arrogantemente Will.

—Puede ser, puede ser...

Una clásica ventisca de playa se levanta, y aunque la playa estaba lejos, el viento había logrado llegar hasta ahí, como el viento tenía arena y pedazos pequeños de pasto, la obliga a Farah a cubrirse la cara, y a girar la cabeza en la misma dirección para que el viento no le dé en la cara, al girarla hizo un descubrimiento que la dejaría atónita... 

¿Eso de allá es una hamaca?...

Efectivamente, a lo lejos podía divisarse una pequeña estructura de madera, algo vieja y gastada, eso podía notarse sin demasiado esfuerzo. ¿Quién la había dejado ahí y por qué? Había sido dejada ahí para el olvido o para hacer feliz a alguien, jamás se sabría cuál era su objetivo ni el motivo de su existencia. 

—¿Quién la pudo haber puesto ahí? —pregunta Farah a William mirando al cielo, ya que el viento había cesado.

—No lo sé, Farah —responde en la inmediatez William—. ¿Por qué no vas y lo averiguas?, anda... Ve.

—¿De verdad puedo ir a verla? —preguntó—. No me retarás... ¿No?

—Farah, de verdad eres excepcional —insiste—. Estás avanzando de maravilla con el tema de aceptarte. ¡Ah y sí! —replica—. Ve a ver la hamaca si quieres.

Farah fue corriendo con toda la velocidad que le permitían sus flacas y largas piernas en ese terreno con pasto hacia la hamaca, volviendo a sentir el viento peinar su pelo y como su vestido blanco se movía, atravesó un pequeño campo de flores... hermosas todas, el cálido sol quemaba su cara y el calor le hacía sentir el ardor en su piel, ¿así era cuando estaba viva? Lo extraño que ella sentía era que a simple vista parecía relativamente cerca, de no ser necesario correr más de unos pocos segundos, pero ella empezó a notar que estaba corriendo hacía ya varios minutos, sin cansarse, sin traspirar, sin siquiera haber notado la distancia, era solamente correr, correr y correr infinitamente para intentar alcanzar algo que antes era común, hoy le parecía un hermoso detalle que era dibujado en el horizonte.

—¿Por qué no puedo alcanzarla? —preguntó Farah extrañada—. Yo quiero ir. 

—Porque quieres ir, pero no lo deseas con tu corazón, sueña despierta con eso y ¡verás que podrás!

—Suena fácil diciéndolo así, pero no sé...

—¿Sientes que no puedes?

—No creo que sea eso... —piensa unos instantes—. No sé, es solo que no sé hacerlo, siempre con correr alcanzaba si quería llegar a algo, pero al parecer acá es distinto —respondió Farah.

—Explicate mejor eso, Farah, no logro comprender a qué quieres apuntar exactamente.

—Empiezo a recordar de a poco mi vida, y me vienen no sé si recuerdos, sensaciones de ellos o tal vez sentimientos, y creo que tuve una vida muy miserable... que todo lo que deseé y anhelé jamás lo pude alcanzar, no creas que estoy triste pero de a momentos me vienen como ráfagas de recuerdos y me confunden... —dijo Farah agachando la cabeza y moviéndola como en sentimiento de negación—. Aquí todo fluctúa de una manera distinta y hay que acostumbrarse, pero llevar esto y encima cargar con los recuerdos... se me hace una tarea por momentos difícil.

—Te entiendo, Farah, pero tranquila que a todos nos pasa, yo por mi parte cuando vine acá, tuve una vida muy triste y una muerte dolorosa, estuve en una realidad oscura de la que nadie me podía sacar, entonces escuché el consejo que me dieron y decidí olvidar, empezar de cero, pero ¡tranquila! Que tú no hayas decidido olvidar es signo de que eres muy valiente, de un gran corazón y en especial hay cosas que no quieres olvidar, pero todavía no sabes cuáles.

—Y... ¿Podré saberlo? —pregunta Farah levantando la cabeza con un poco de esperanza.

—Pues ¡claro que sí!, simplemente tienes que confiar en ti misma y darle tiempo al tiempo. También confiar en mí ayudaría —contesta Will con su ironía que lo identificaba.

—Confío en ti y en mí, ¡lo juro! —responde Farah gritando emocionada.

Algo en Farah había cambiado, ya no era la mujer insegura que era hacía unos días, que no sabía lo que quería, ni tan siquiera que era ella o el porqué estaba ahí, algo había cambiado en Farah, ya sabía lo que quería y qué hacer para obtenerlo, algo habían cambiado en Farah, ya no lloraba por todo y se mostraba fuerte a pesar de las lágrimas que como kamikazes querían caer por su cara, ya nada sería como antes y ella mejor que nadie ya lo había asumido, pero se tenía la confianza de que iba a poder vencer todo... Algo en Farah había cambiado. 

—Vamos, Farah, sé que ya puedes controlar este lugar a tu antojo —exclama William—. Hazme una demostración.

Farah cierra sus ojos color marrón claro, inhala y exhala aire varias veces, intenta oxigenar bien toda su sangre, llenando sus pulmones con ese aire puro que se respiraba en ese lugar, dejando que el silencio y la nada se apoderen de su mente, aquel silencio que nosotros llamamos concentración, dejaba todo de lado para alcanzar su objetivo, logró que de a poco el viento, sol y las nubes estén bajo su control y no dejados al injusto azar.

—Qué simple y fácil es esto, aquí se puede reposar toda una eternidad y uno nunca darse cuenta del tiempo que pasó —dice Farah con cierta felicidad—. No mentiste cuando dijiste que acá el tiempo no es un impedimento... es increíble que exista un lugar así.

—Aquí no hay tiempo ni distancias, solo queda el recuerdo del tiempo y la realidad de la tierra y a veces lo usamos como referencia o para explicar ciertas cosas... ¿Viste como la hamaca que en la tierra no estaba a más de 30 o 40 metros aquí pareció cientos de metros, quizás kilómetros? Bueno, es por la realidad algo retorcida que tiene este lugar, como en este lugar no hay reglas, todas las leyes de la física o de cualquier cosa acá no rigen, simplemente cambia todo. Entiende que nada es aquí, no existe el allá o el acá... 

—Qué impresionante  —exclama Farah con bastante admiración—. Realmente lo es.

—¡Hagamos un ejercicio! —dice con una felicidad algo retorcida—. Para que te termines de acostumbrar, querida niña...

—¿Qué quieres que haga? —pregunta Farah.

—Cierra los ojos y piensa en la hamaca, pero no lo pienses... desea estar en esa hamaca, desea sentirla, imagina cómo el viento te despeina cuando te estás hamacando, cómo reirías estando en ella, piénsala con todo tu ser —exclama William queriendo alentar a Farah.

Farah empieza a dudar y le pregunta a William. 

—¿Estás seguro de esto?

—¡Pero claro! Haceme caso.

Farah cierra los ojos y aprieta los puños y dientes, como si quisiera hacerlo a la fuerza, no sabía puntalmente qué pensar, cómo podía desear algo tan simple como ese objeto, los segundos comenzaron a hacerse minutos y ella seguía en el mismo estado, y por lo que parecía según sus oídos, la hamaca no se había movido ni un centímetro, ante la incertidumbre y la agobiante duda, Farah abre tímidamente un ojo, con intención de que William no la vea y para ver si su deseo se había podido plasmar y en efecto, el armatoste finamente tallado de madera no se había movido ni un centímetro de su lugar, la niña volvió a cerrar su ojo y apretó los puños con más fuerza diciéndose mentalmente a sí misma "yo puedo", "yo puedo", "si puedo cambiar el clima, mover ese artilugio para mí no es nada", "yo sé que puedo" y una infinidad más de palabras y frases de aliento, ante este esfuerzo y quizás su probable éxito, quedaba la última pregunta para responder. ¿Pude?, por una necesidad de orgullo, abrió los dos ojos y en efecto, la hamaca seguía en el mismo lugar que antes...

—Pero ¿por qué no pude? —pregunta decepcionada Farah.

—Farah... vi que abriste un ojo y lo nublados que estaban tus pensamientos, si no aprendes a concentrarte como es debido, jamás alcanzarás nada.

—Bueno, está bien... —contesta un poco resignada. 

Ante la incertidumbre, la duda y la frustración, pero con ganas de saber qué podía llegar a pasar y hasta dónde podía llegar su poder y su fuerza, Farah piensa en que ya se podía confiar de todo en él y en la prueba firme de que si puede cambiar el clima con su solo cambio de humor, ¿por qué no podría hacer lo que William le estaba diciendo y mover esa condenada hamaca? Entonces decide volver a cerrar los ojos y seguir el camino de la fe para ganar o fracasar, pero había que intentarlo de vuelta.

—Deséalo, siéntelo, suéñalo... ¡vívelo! —grita con pasión William.

Casi ella podía sentir que el calor de su aliento susurrándole en su oído esas profundas palabras, se acomoda el pelo hacia el costado contrario para poder sentir ese calor... ese cosquilleo que le acariciaba hasta en la profundidad de sus piernas, nunca volvería a sentirse tan humana como en ese momento... "Yo sé que puedo". Farah, totalmente convencida, comienza a recordar una tarde en Estambul cuando ella era solo una niña de unos 5 años y su padre la hamacaba en una plaza muy arbolada, podía sentir esa felicidad que abordaba en aquel momento de su vida, como si estuviera pasando una vez más... Ningún recuerdo más hermoso podía venirle a la cabeza en ese momento ...."Yo sé que puedo", su mente había olvidado todo una vez más, ahora estaba totalmente en blanco, solo estaba la nada en su cabeza, era similar a ese lugar cuando ella había llegado, ella sentía que nunca se había conocido tanto a sí misma como en esa ocasión. 

—Ya está... Es suficiente. Ábrelos —dijo con un tono convencido y calmo William—. Ve lo que lograste.

Como por arte de magia, la hamaca estaba frente a ella, era bastante sencilla, algo gastada por el tiempo y el duro clima. Dos maderas en forma de V al revés sosteniendo una madera más gruesa, y de esta colgaban 4 cadenas que daban nacimiento a dos hamacas, una al lado de la otra, las hamacas eran plásticas de color rojo, algo gastadas por el sol, parecía como si hacía mucho tiempo estaba ahí. Dándole sombra a este hermoso y típico juego de ciudad, se encontraba un hermoso sauce llorón, muy viejo y caído, de largas ramas y un ancho y aunque viejo, pero fuerte tronco tapando con sus largas y caídas hojas aquel artilugio que tanto Farah había deseado.

—¡Es hermosa! ¿Cómo lo hiciste? ¡Ay! Casi tengo ganas de llorar, pero esta vez de felicidad... gracias, gracias por ayudarme tanto, William —exclamaba Farah con las manos en el pecho abrazándose a sí misma, como si quisiera abrazar a alguien—. Es increíble y bellísimo.

—Yo no hice nada... fuiste tú, Farah, ve a hamacarte un poco. ¡No conozco a nadie al que no le guste hamacarse! —dijo William riéndose a carcajadas. 

Farah corre hasta la hamaca, teniendo éxito esta vez... era hermosa. Ya nada podía salir mal, la jovencita se tenía más fe que nunca al ver esa —aunque sencilla— pero hermosa obra que ella había creado de nada prácticamente. Como una madre admira a su hijo recién nacido, esta admiraba las 5 maderas algo gastadas que estaban enfrente de ella y ¡como cereza del pastel el sauce!, las dos sillas pintadas cuidadosamente de un rojo bien fuerte... bien llorón, pero desgastado por las tantas tardes que el sol ardió sobre él , con cadenas claramente resistentes y frías al tacto por la sombra que le daba el sauce llorón, de muy caídas hojas que crecía al lado, ningún lugar podía ser más perfecto y relajante que ese.

—Qué hermoso lugar —agrega—. Y ¡mira qué hermoso atardecer nos acompaña! —Farah al decir eso giró la cabeza para ver el cielo y al cálido sol escondiéndose en el eterno horizonte que se dibujaba a lo lejos—. De verdad, aquí se puede pasar toda una eternidad.

 —Lo que a este atardecer lo hace hermoso es poderlo tener contigo... —responde de una manera muy tierna la Voz que la había estado acompañando todos esos días.

Esas hermosas palabras, a las que a Farah ya se había acostumbrado por motivo de las constantes burlas y de tanto en tanto, pequeños piropos y halagos que el niño le decía constantemente y sin remedio aparente esta vez tenían algo distinto, sonaban de distinta manera... ¿Qué podía ser la diferencia? Sería tan obvio como difícil de descubrir por la falta de costumbre. ¡Pues claro!, ya no sonaban en su mente, esos susurros que se oían en la nada, solo en algún lugar de la cabeza, algo había cambiado y eso era que ella estaba casi segura de que esta vez lo estaba escuchando a su derecha... ante la rara sorpresa de volver a escuchar una voz con los oídos y no con la mente, la adolescente gira rápidamente la cabeza en dirección hacia la hamaca de al lado, supuestamente vacía y se encontró con que no lo estaba... Ahí se encontraba sentado, mirándola a los ojos William... con una sonrisa algo tímida y con ganas de soltar una risa cómplice le dice: 

—Qué hermoso paraíso has creado, digno de una persona con un corazón como el tuyo...

Farah no podía creer lo que veía, William era rubio, algo delgado y aparentemente un poco más bajo que ella, de pelo lacio castaño claro, con corte taza y dueño de unos hermosos ojos celestes y en especial... ¡William era solo un niño!, no parecía mayor de 15 o quizás 14 años.

—¿Quién eres? —aunque Farah sabía que era William, por puro instinto y costumbre, se obligó a preguntar esa pregunta tan protocolar.

—¿De verdad, Farah? ¿A esta altura me haces esa pregunta? Pensé que ya nos conocíamos. 

—Sí... de verdad. —Farah ante la duda y la desconfianza, prefiere estar a la defensiva y es cuidadosa, no importaba que su corazón le dijera quién era, ella por miedo tal vez  prefería ser desconfiada.

—Como quieras... Soy yo, el infeliz que te ha estado escuchando las últimas semanas, William a tu servicio...

—¡Eres tú! No puedo creer lo que estoy viendo, al fin puedo conocerte —dijo Farah con lágrimas en los ojos y con una emoción que no sentía hacía mucho—. Perdona la desconfianza... es que —se traba al querer explicar—. No sé, espero que me entiendas.

—No hay nada que perdonar, Farah querida, y te entiendo cada palabra tartamudeada —ríe para romper la tensión. 

Farah sin más preámbulos ni esperas rompe en llanto, pero no de tristeza, sino de alegría, corre de su hamaca a la de al lado que no estaba a más de un metro de distancia para abrazarlo lo más fuerte posible, haciéndolo caer de la hamaca, quedando los dos en el suelo, ella arriba de él.

—¡Qué bruta sos! —ríe—. Ay, Farah, no recuerdo un abrazo así, antes o después... gracias por esta recibida tan cálida. —William abrazaba fuerte a Farah como si fuera a perderla o si sintiera algo por ella.

—Pensé que eras un adulto, no un niño... —exclama con una feliz risa Farah—. Si bien tu voz parecía algo jovial, pero imaginaba un chico de mi edad, 18 o 19 no de... 13 o 14. —Una tímida lágrima estaba atravesando el rostro de Farah.

—Ey. ¿Por qué llorás? —Estando los dos tirados en el pasto, William con una mano le acomoda el pelo, sacándoselo de la cara y con la otra le seca las lágrimas que le caían por su mejilla.

—Es que no puedo contener la emoción de verte...

—Tratemos de calmarnos y vamos a acomodarnos. —William invita a salir de arriba de él, una vez hecho esto, los dos cruzados de piernas, quedan sentados en el suelo, enfrentados entre sí, mirándose a las caras como si quisieran decirse todo y no les saliera nada, como si se conocieran hace mucho tiempo.

—Al final no nos hamacamos —dice Farah riéndose mientras mira de una manera como medio enamoradiza al joven de ojos celestes algunos años menor que ella.

Podía notarse a los dos adolescentes claramente felices de haberse conocido personalmente, no podían parar de mirarse.

—¿Querés que te hamaque? Por mí no hay problema —le preguntó William algo sonrojado para romper la tensión del momento—. Tengo ganas de verte asustada y reírte por el ir y venir de la hamaca... 

Acto siguiente a esto, Farah se para, se acomoda su blanco vestido limpiándoselo de las hojas y el pasto, le da la mano a William para ayudarlo a levantarse del suelo y entre risas Farah se sienta en la hamaca de la izquierda y le pregunta algo a Will que era obvio, pero tal vez por la confusión del momento, sintió que tenía que preguntárselo.

 —Pero... ¿vos no vas a hamacarte? —Tira la cabeza para atrás dejándose caer el pelo y verlo a la cara haciendo una media sonrisa, ya que levantaba el labio de un solo costado.

—No, no hace falta... prefiero hamacarte a vos así te ríes un poco de mi falta de fuerza —dice el joven niño entre suaves risas irónicas—. Aparte tienes cara de que te gustan estas cosas infantiles... ¿o no? Mira que tengo buen ojo, eh.

—¡A ver!... reíte de nuevo. —Farah observa que tiene uno de los dientes de adelante un poco torcido que solo podía verse desde abajo—. ¡Tienes un diente torcido!, al final no eres tan perfecto como pareces. —Farah se ríe de Will.

—¡Ah, sí! Me lo han dicho... según los que me dijeron, son recuerdos de mi vida anterior, algún accidente que tuve o quizás de nacimiento, cuando reencarné, seguramente seguiré teniéndolo porque me siguió hasta acá, supongo que habrá sido algo importante para mí, por eso es que todavía lo tengo... pero le doy la menor importancia posible, por algo decidí olvidar todo, solo que como —William se agarra la cabeza con la mano izquierda—, no sé, hay como vestigios de recuerdos, que caen en mí como un lluvia pasajera... y ¿vos? ¿Ya estás empezando a recordar? —preguntó William con animosidad de cambiar de tema.

—De a poco... sé que vivía en Siria y que tenía 2 hermanos menores, creo que éramos huérfanos y después lo que te decía antes, que morí por un disparo en el pecho mientras viajaba a algún lado pero todavía no sé a dónde. —Farah corta de golpe la conversación—. ¿Sos zurdo?... me estás empujando con la mano izquierda.

—Eh, sí, otro recuerdo supongo que será... —responde William—. Eres muy perspicaz... ¿No?

—Sí... —ríe—. Siempre lo fui.

—¿Cómo se hace para reencarnar? —pregunta Farah un poco interesada en el tema—. ¿Yo podría?

William la abraza desde la espalda y le acomoda el pelo hacia un costado y desde el otro le besa la mejilla y le contesta: 

—¡Claro que sí! ¿Por qué no? ¿Ves esto que yo estoy haciendo por vos? Acá le llaman ser un guardián... ¿te acordás que hace poco me preguntaste por qué era tan bueno con vos? Y yo te dije que alguien lo había sido conmigo, y a ese alguien, alguien lo había sido con él y así sucesivamente...

—Sí, me acuerdo, pero ¿qué tiene? No logro entender la relación.

—Bueno, también te mencioné que era un precio que tenía que pagar... para tener el derecho a reencarnar, primero tenemos que ser guardianes, ayudar a un alma perdida, una vez cumplida mi tarea, podré volver a vivir... así que si quieres reencarnar tendrás que ser guardián de alguien.

—¿Pero no hay más muertos que almas dispuestas a ser guardianes? 

—Esa es buena pregunta... y no, al revés, hay más almas dispuestas a ser guardianes que tasa de mortalidad en el mundo. ¡Si no todas las almas se perderían y caerían en la locura!, un alma puede estar varios meses, quizás años esperando para reencarnar, se va asignando a medida que muere gente y luego una vez que esa alma está preparada hay que esperar a que un nuevo humano nazca y ¡listo! Sin darte cuenta estás llorando en los brazos de alguien, vivo una vez más... esto pasa porque todas las almas quieren volver a vivir, por eso en la mayoría de los casos, les cuesta tanto trabajo aceptar su nueva condición...

—En tu caso... ¿Cuánto tiempo fue? 

—Creo que poco tiempo, unas pocas semanas... Pero en mi caso particular fue porque morí siendo muy joven... de la edad que aparento ahora. Acá más que en ningún lugar actúan las leyes de karma —responde William un poco triste.

—¿Qué tiene que ver el karma? —pregunta la joven de tez morena.

—Como morí joven, y tuve una vida triste, se me dio prioridad sobre mucha gente que vivió toda una vida repleta de abundancia y felicidad, ¡ah! Y aparte al parecer fui buena persona. —William suelta una cómplice risita—. Si fuiste un desgraciado tu alma tendrá más espera para ser guardián que los que no, o los que son niños, etc.

—Entiendo... ¿Sabes de qué moriste? —pregunta Farah interesada por lo que fue la vida de William. 

—No lo sé... te soy completamente sincero, lo único que sé en torno a mi muerte es que creo recordar mucho fuego y sangre, y creo que dolor... pero no dolor físico, fue una muerte rápida, sino dolor pero de pena, supongo que fue algo muy triste... —William deja caer una lágrima sobre el hombro de Farah—. Como creo que ya te he dicho. —Y vuelve a aclarar—: No tengo buena memoria, no te extrañes si explico las cosas varias veces, eres por acción u omisión lo que tú quieras ser, y si tú eliges ser alguien sin pasado y no recordar nada... así será.

—¡Ey, no llores! Recuerda que tú tienes que ayudarme a mí, no yo a ti... —dice Farah riendo no muy fuerte para que Will no se lo tome a mal—. ¡Aparte nunca fui muy buena consolando gente, seguramente te deprimirás más si me escuchas hablar a mí! 

—Como digas, Farah...

—¡Ah! Y si consideraste que era mejor olvidar, y liberarte de todo para volver a ser... —piensa un instante—. Simplemente algo. Está perfecto, todo sea con tal de alcanzar la felicidad que no pudimos tener en vida. ¿O sí? Si no me equivoco para eso estamos acá.

—Digamos que sí. —William guarda silencio por unos instantes y cambia de tema rápido—. Farah me dijiste que moriste de un disparo en el pecho... ¿no? —pregunta William.

—Qué rápido que te pones bien... para mí esa lágrima era falsa. ¿Cómo es que se le dice?... ¡Lágrima de cocodrilo! Eh, sí, así es...

—Muchas veces la muerte deja su firma en el cuerpo mortal —intenta explayarse para parecer más listo—. En casos de muertes violentas como la tuya o la mía, u otros tantos miles, la muerte se presenta en persona a llevarnos, el dolor para la muerte es como el polen para las abejas, donde hay dolor, pena o sufrimiento, la muerte irá a buscarte en persona, quizás lo hace como un intento de perdón, la muerte no nos quiere muertos, aunque suene irónico. Por eso en los casos de muertes feas, tenemos el honor de que sea la mismísima muerte en persona la que viene a buscar nuestra alma para llevarnos.

—Y en el caso de muertes naturales... ¿Quién guía el alma?

—Generalmente algún ángel, acá los conocemos como los "guías", al igual que los guardianes, cuya función es cuidar del alma hasta que esta se haya aceptado en su nueva existencia, de los guías, por su parte, su función es guiar al alma desde la tierra hasta este lugar, y dejarla en un lugar seguro hasta que el guardián tome posesión de ella.

—O sea que en muertes violentas, ¿la muerte es un guía?

—Exactamente, Farah.

—¿Y viste a mi guía?

—No... nunca hay contacto entre nosotros cuando se trata de almas...

Farah, sin estar segura de haber entendido, asiente con la cabeza solamente para no seguir escuchando al pedante de William, en especial cuando explica... es más pedante que nunca.

 —Farah, seguramente el disparo sigue ahí en forma de lunar o cicatriz, ¡muéstrame! —exclamó William con toda seguridad—. ¡Confía en mí!

—¡NO VOY A MOSTRARTE LOS SENOS! —exclamó Farah toda sonrojada y enojada.

—¡DALE! Solo una miradita... aparte será con fines exclusivamente académicos.

—¡NO, HE DICHO! —Farah, tomándose bastante mal esta broma de William, se ofendió un poco y no sabía si irse o simplemente tomárselo con "fines académicos" como decía él, o simplemente por lo que ella sabía que era... una broma.

—Pero, Farah, no me muestres nada, solo desabróchate los tres botones que trae tu vestido en la parte del escote, eso será más que suficiente. —William riendo acota—. ¡No tengas miedo!

—Bueno... pero que no se te vaya la mano... no quiero pegarle un cachetada a mi guardián —insinúa Farah. 

Farah, medio dudosa comienza a desabotonarse, dejando al aire un considerable parte de su pecho, y se gira su cuerpo sobre la hamaca para poder estar más cómoda con William: 

—¡Ya está! —susurra medio avergonzada—. ¿Y ahora qué?

William le apoya la mano en el pecho con mucha suavidad y delicadeza, su intención ni se acercaba a algo sexual —como pensaba Farah— sino él solo quería generar toda la confianza posible y lo intentaba de la única manera que le salía, siendo coqueto y algo atrevido, aparte si tenía la marca del disparo era una manera de "corroborar" todo lo que le había dicho. 

—Tenés el pecho caliente, nena —susurra en su oído derecho de una manera que le dio un escalofrío por todo el cuerpo a Farah.

—Y tú la mano fría... ¡mira! Se me pararon los pelitos de brazo... 

El apuesto jovencito con una mano le vuelve a acomodar el pelo y le dice: 

—Siempre me gustó acomodarles el pelo a las mujeres. —Una vez hecho esto, con las dos manos le abre un poco el vestido, dejando ver un poco sus senos—. ¡Ahí está! ¿Ves la marca del disparo?

Farah baja la vista y descubre un lunar de tamaño importante del lado izquierdo de su pecho. 

—¡Ay tenés razón!... estoy muy segura, antes no lo tenía y si me toco me duele. ¿Por qué?

—El alma y el corazón tienen memoria, y una tan grande que puede sorprender, el problema es que cuando estamos vivos nos concentramos tanto en vivir el día a día que nos olvidamos de los complejos que podemos llegar a ser dentro nuestro y no lo sabemos. ¡Ja! Ni lo sospechamos... y el dolor junto con el amor son de las cosas más fuertes, solo que como al parecer tuviste una muerte triste, el dolor te es aún presente por ese motivo, pero también lo recordarás, al amor, a medida que vayamos hablando y conociéndonos más. Pero solo es tiempo para que vayas soltando las cosas que no necesitas, como el dolor —aclara William—. Y hayas recordado completamente otras, como el amor, la pasión, la alegría sin límites, y un largo etcétera... —El joven rubio con mucha ternura vuelve a abotonar el vestido de Farah y con un tono burlón le dice—: Viste que no era tan difícil... solo tenías que confiar y creer en mí. 

—Cuando recuerdas lo miserable que fue gran parte de tu vida, la confianza se hace algo difícil de conceder... espero que me entiendas —le responde Farah—. No lo sé, simplemente, como ráfagas me vienen recuerdos, sensaciones, gustos, sentimientos, miedos... y en su mayoría estas ráfagas son de cosas malas, me da miedo confiar. Como ya he dicho, entiéndeme.

William un poco decepcionado por lo que estaba escuchando, a él le hubiera gustado que esos recuerdos sean los últimos en venir dentro del corazón de Farah, pero el mañoso destino quiso que estos lleguen primero... Por algo será, nada pasa por casualidad, y más ahí. De todos modos, él tenía que estar ahí para apaciguar los miedos de la confundida adolescente y saberla llevar lo mejor posible, esa era su única función en ese mundo y al parecer aún tenía una ardua labor por delante.

—Y si me permites decirlo... por el tamaño del lunar, habrá sido una bala de importante calibre, seguramente ese que tienes al costado del ombligo también sea de un disparo.

—¿Este? —pregunta Farah señalándose al costado derecho del ombligo.

—Ese mismo, señorita, como sugerencia, anda acostumbrándote porque, si así lo decides... te acompañarán en tu próxima vida.

—Espera... ¿Cómo hiciste para verme ese lunar? Si en ningún momento te mostré la panza.

—Farah, tienes un vestido finito y bastante blanco y, si me dejas decirlo, es un lunar de tamaño importante.

—Bueno... puede ser. ¡Eso!, después de reencarnar, ¿qué recuerdos o marcas quedan?

—Las marcas físicas que causa la muerte y son hechas ante ella en persona suelen dejar marca, como la tuya... casi siempre quedan y más si fue una muerte violenta y, en cuanto a los recuerdos, generalmente se van, pero tengo escuchados casos en los que perduran hasta una muy temprana edad, quizás 5 o 6 años, pero en esos casos ya la misma mente de las personas lo reprime y lo olvida en el subconsciente, a todo esto... ¿Quieres reencarnar? 

—No, no lo sé, o tal vez sí... no lo decidí todavía... ahora que ya recuerdo casi toda mi vida, me da miedo que mi nueva vida sea como la que acabo de terminar. Por favor, ¿me entiendes, no? 

—Pero por supuesto que te entiendo, Farah, mucha almas no quiere reencarnar, es más... si yo no hubiera olvidado, seguramente estaría como vos y no sé si peor, créeme. —William la abraza y le acerca la cara desde el costado—. Sos muy valiente de verdad... ahora que ya te acuerdas de todo, ¿te gustaría empezar a contarme un poco de tu vida? 

—¿Estás seguro? Es triste... y todavía no recuerdo todo, recuerdo casi toda mi vida, pero la parte del viaje para volver a Turquía se me hace un poco confusa —gira la cara y quedan boca a boca, uno frente al otro, mirándose fijamente—. ¿De verdad quieres escucharme?

—¡Me encantaría! Solo quiero ayudarte y ayudarme a mí mismo. —El apuesto joven le agarra los hombros con sus dos manos y le apoya la pera sobre la cabeza—. Aparte, hasta que superes tu período de "adaptación" tendremos bastante tiempo para hablar de todo tipo de trivialidades. 

—Está bien... pero si lloro, ¡abrázame fuerte! —dice riendo Farah—. No aguantaría volver a llorar sola —con repentina seriedad, Farah baja la cabeza.

—Tranquila, Farah, recuerda que estoy acá para esto, escucharte, ayudarte, acompañarte y ¡sí! Ponerte el hombro cuando quieras llorar. Conmigo no tendrás que volverte a disculpar por nada, ni sentir vergüenza por nada, ni ninguna tontería infantil de esas.

—Habló el pequeño niño.... —le dice Farah medio burlona al niño que quiera hacerse el adulto y olvidaba que era aún más chico que Farah.

—Bueno... No maltrates a tu guardián, que es un guardián particularmente sensible.

—¡No me pongas esa carucha! —Farah, al ver que William bajó la mirada con unos ojos tristes por la bromita que le jugó y no le cayó nada bien, decidió ponerse compasiva, en parte por la culpa y en parte porque no quería verlo así—. Fue una broma, no quería que te pongas así, no importa que seas más chico que yo, ni cual sea el resultado de todo esto, tú, mi pequeño niño, me ayudaste mucho, y ese mérito no te lo quitara nunca nadie.

—¿De verdad lo dices? —preguntó Will.

—¡Sí, de verdad!

—Bueno, gracias por tus palabras, Farah.

—De nada, Will...

—¿De dónde vas a empezar? —preguntó el niño rubio—. Digo, a contarme tu historia.

—Em, ¿desde el principio?

—No sé... es tu historia, dime —respondió Will. 

—Bueno... podríamos ubicarlo cuando decidimos mudarnos de Turquía a Siria.

—A ver. ¿Cómo fue? —preguntó William.