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A Lucas le encanta jugar videojuegos en su computadora, pero su mamá no se lo permite. Un día desobedece y lo hace de cualquier manera, sin embargo la computadora se comporta de forma inusual y despide un humo lila. Frente a él aparecen cuatro personajes de los videojuegos: Mega Monkey, Jump Kidd, Major Powers y su hija Pixie. Y no están ahí para pasar un buen rato: El Monstruo de las Sombras se ha infiltrado al mundo de Lucas y trae consigo una bomba muy poderosa. Lucas es el elegido para ayudarles en su misión.
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Seitenzahl: 104
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Andreas Nederland y Frederik Hansen
Translated by Javier Orozco Mora
Saga Kids
¡A Jugar! 1 - Dulshe Venganza
Translated by Javier Orozco Mora
Original title: Game on 1: Hævnen er sjød
Original language: Danish
Copyright ©2016, 2023 Andreas Nederland, Frederik Michael Hansen and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728278512
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
Lucas desenfundó su machete para cortar las frondosas plantas que crecían en la densa selva. Calculaba que estaba en la periferia pues el trinar de los pájaros disminuía gradualmente. Siete u ocho slashers iban tras él arrastrando los pies, mientras otra pandilla se acercaba por delante. Lucas se acuclilló detrás de un árbol para esconderse. Esos ridículos y babeantes slashers. Seguramente creían que lo habían atrapado, pero no sospechaban que tenía un arma secreta bajo el chaleco: la Bomba Inteligente. Desplegó su colección de armas, la recorrió hasta dar con la bomba y pulsó el botón izquierdo del mouse.
¡Bum!
Una luz blanca inundó la pantalla. Al desvanecerse, reveló a los slashers yaciendo inmóviles en el suelo. Las hojas de las palmas crujían achicharradas. Lucas gateó hacia adelante para recolectar las armas de los enemigos y luego se echó a correr hacia la periferia de la jungla. Tras rebanar una enorme hoja de palmera pisó la arena. El sol era inclemente, tanto que tuvo que ajustar la luz de la pantalla para ver mejor. Se metió en su exoesqueleto y encendió los cohetes. Era imposible andar a pie en ese tipo de desierto, el conjunto de huesos esparcidos a lo largo de la gigante caja de arena lo dejaba claro. Si uno quería alcanzar el castillo, andar no era el método de transporte más inteligente, lo mejor era ir a toda velocidad en un exoesqueleto completamente cargado.
Las torres emergieron en el horizonte, finalmente Lucas pudo ver el castillo oscuro: la morada de Lord Darkrobe. En realidad, no sabía gran cosa acerca del jefe final del juego. Nadie había subido videos de él a YouTube todavía. Lucas sintió un cosquilleo en el estómago al pensar que quizás él podría ser uno de los primeros en haber llegado tan lejos. Bajó la velocidad para aterrizar frente a la fortaleza y recorrió el último tramo a toda velocidad.
Al acercarse a la puerta del castillo vio cómo los rayos del sol hacían resplandecer los imponentes peñascos. Miró a su alrededor. ¡Ahí! Cogió el grande y antiguo picaporte de madera y tiró. La puerta rechinó y se abrió lentamente, luego sin previo aviso se derrumbó. Lucas apenas alcanzó a dar un salto ágil a un costado para salvar su vida. El golpe de la puerta contra la arena del desierto produjo un gran estrépito.
Entró. Lucas incrementó el brillo de la pantalla para investigar el nuevo lugar. En los rincones del salón octogonal algunas hileras de antorchas se esforzaban por iluminar el recinto. A lo largo de las paredes había varias cajas de maderas polvorientas y justo en el centro del espacio vio una gran cruz. Sus pasos sobre el suelo de piedra provocaron sonoros ecos, como si estuviera en una iglesia. Se dirigió hacia la cruz y súbitamente se oyó un golpe.
¡Zas!
Lucas saltó a un lado en cuanto Lord Darkrobe aterrizó. El villano encapotado se erigió frente a él, sus ojos rojos exhalaban maldad pura. El pulso de Lucas se aceleró descontroladamente. Corrió hacia atrás, sacó una pistola y disparó. La indiferencia de Lord Darkrobe era total. El imponente villano saltó por los aires y aterrizó justo donde Lucas estaba con tal poder que el suelo se agrietó.
¡CRAG!
Lucas apenas logró lanzarse a un lado.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
Lucas intentó herir a Lord Darkrobe con su rifle de combate, pero las balas simplemente rebotaban de su oscura capa. Lord Darkrobe de nuevo se lanzó por los aires para intentar aplastar a Lucas, que se salvó por un pelo. El suelo se agrietó un poco más tras el impacto del jefe.
¡CRASH!
Lucas se abalanzó sobre una de las cajas de madera, la rompió a puñetazos y respiró aliviado al descubrir el contenido: ¡un lanzagranadas! Lo montó, hizo zoom, puso la carota de Lord Darkrobe en la mira y presionó el botón izquierdo del mouse.
El proyectil cortó el aire y se estrelló contra el jefe. ¡Justo entre sus ojos rojos! Lucas celebró, pero cuando el humo de la granada
se disipó, pudo ver que el jefe seguía ileso. Entonces Lord Darkrobe saltó de nuevo hacia él obligándolo a moverse.
¡CRASH!
Lucas no entendía. Todos los jefes tienen un punto débil, ¿no? Incluso ya había logrado descifrar el patrón de Lord Darkrobe: el enorme villano saltaba para aterrizar justo donde Lucas se encontraba. Una y otra vez. Pero ¿cuál era su talón de Aquiles? ¿Cuál era su punto débil?
—¡Lucas! —gritó una voz.
—¿Lo-lord Da-Da-Darkrobe? —tartamudeó él como respuesta.
—¡Lucaaas!
Lucas arrugó la frente acercando la oreja a los altavoces de su computadora portátil.
—¡Lucas, querido, es hora de cenar!
El olor a repollo invadió las fosas nasales de Lucas, luego miró hacia la puerta que daba al pasillo. Un gran póster de Darkrobe Rises ocupaba gran parte de la cara interior.
¡CRASH!, se escuchó en el juego en ese mismo instante.
Lord Darkrobe había aterrizado justo encima del avatar de Lucas, que ahora yacía sobre un charco de sangre en el suelo.
Game over, las palabras ocupaban la pantalla entera.
Lucas suspiró. Luego se puso de pie y bajó las escaleras con pesadez.
¡Plas!
Un pedazo de repollo salpicó en el plato de Lucas. El aroma le hizo arrugar su nariz.
—Come, hijo, tiene muchas fibras, además de vitamina B y C —aseguró su madre sonriendo.
Lucas se sentó al extremo de la mesa. En la pared colgaba un retrato de la familia: él apretado en una camisa blanca mientras su padre se esforzaba por hacer una sonrisa. Lucas intentó ignorar la fotografía. Sobre la mesa de la cocina estaba la caja —libre de teléfonos—, donde uno debía dejar el celular inmediatamente después de cruzar el umbral.
La familia acababa de renovar la cocina. Ahora era una de esas en las que las puertas de los armarios parecen brillar por su cuenta y donde uno prepara la comida casi en medio de la habitación. Les dicen —cocinas de conversación— y su madre muy literalmente le hacía honor a ese título.
—¿Jesper? —llamó ella.
—¡Sí, querida! —respondió el padre de Lucas desde el estudio.
—Ven, te espera algo delicioso —dijo ella sentándose al otro extremo de la mesa.
El padre de Lucas salió de su estudio andando perezosamente, se sentó a la mesa y comenzó a comer sin decir una palabra. Él llevaba la contabilidad de PhoneBizz, una de las principales empresas de tecnología para teléfonos móviles.
—No puedo creer la cantidad de horas que ese trabajo te exige —dijo la madre colocando una mano en el hombro de su marido—. ¿Y además vas a volver a la oficina esta noche? Esta vez será una visita breve, ¿no es así?
—Por supuesto, cariño —respondió el padre cortando el repollo con el tenedor.
La estación de radio P4 sonaba de fondo. Siempre estaba encendida, aunque nadie le prestara atención.
—Y, bueno, ¿les gusta la comida? —preguntó la mamá de Lucas sonriéndole primero a uno y luego al otro.
—Claro que sí, querida —respondió el padre al instante.
Lucas miró fijamente su plato.
—¿Lucas? —pronunció su madre—. Tierra llamando a Lucas, ¿sigues ahí, hijo?
Era como si la masa blanca de repollo creciera conforme más la observaba.
—Sí, obviamente, relájate un poco —contestó Lucas.
—Hijo, luces algo agotado —dijo su madre—. ¿Te la has pasado jugando en la computadora? ¡Tanto jugar te tiene muy estresado!
—¡Mamá, no estoy estresado! —irrumpió Lucas.
—Pues a mí me parece que sí —respondió su madre—. Te la pasas frente a la pantalla y después quedas totalmente confundido. Te voy a mostrar un estudio que leí. ¿Dónde dejé mis anteojos? ¿Han visto mis anteojos?
Lucas señaló un par que estaban justo frente a ella.
—¡Ay, Dios! Sí, claro, el estudio… ¿Dónde dejé mi iPad? ¿Quién lo ha visto? ¡Ay! De la olla sale humo. ¡Madre mía! ¿Es que me olvidé de apagar la hornalla?
La madre de Lucas se puso de pie de un salto y desesperanzada miró la olla humeante.
—¡Jesper! Jesper, ¿dónde tengo que poner el pulgar?
Su papá se puso de pie y pasó un dedo por la superficie de vidrio y luego se oyó un silbido. Luego padre y madre volvieron a la mesa.
—Bueno, pero comprendes que me preocupe si vas por ahí totalmente estresado. Simplemente no me queda otra, tendré que quitarte la computadora por un tiempo si las cosas siguen así. ¡Y no más videojuegos por hoy! —dijo su madre.
—Cariño, ¿no estás de acuerdo? —preguntó mirando al padre de Lucas—. ¿Jesper? ¿Estás de acuerdo o no?
El padre estaba apuñalando el repollo blanco con su tenedor.
—¡JESPER!
El padre se sobresaltó en la silla y aclarando la garganta respondió:
—¡Por supuesto, querida!
—Quizás deberíamos investigar si hay espacio para ti en las clases de hándbol, ¿no? —preguntó la mamá mirando directamente a Lucas.
—No —respondió él.
—¿Fútbol?
—¡Mamá! —contestó Lucas.
—¿Hockey sobre hielo? —siguió intentando.
—¡Detente, por favor! —gritó Lucas—. ¿Pero cuántas veces tengo que decirlo? PREFERIRÍA NO HACERLO.
La cocina se sumió en un silencio sepulcral. El locutor de radio era el único que seguía hablando: “La policía sigue sin saber nada del enmascarado que ha estado cometiendo actos de vandalismo por la ciudad —narró la voz—. La silueta ha sido vista en distintas locaciones, pero nadie sabe dónde se encuentra ahora mismo”.
La madre habló por encima de la voz del radio:
—Pero, hijo, ambos sabemos que estás harto de que siempre te elijan al final en la escuela. Uno jamás mejora dándose por vencido, cuando pierdes se tienen dos opciones: rendirte o levantarte junto al árbol donde caíste.
—Sí, sí, ya te he escuchado la rima muchas veces, pero no tiene ningún efecto en mí —dijo Lucas tragando un bocado de repollo.
El papá de Lucas súbitamente se levantó de la mesa y se tocó el estómago.
—Dios, ¿es tu estómago otra vez? —preguntó la madre—. ¿Te encargas de los platos sucios cuando salgas del baño?
—Desde luego, cariño —respondió el papá de Lucas acelerando hacia el pequeño baño.
Lucas miró su plato con una mirada vacía. Tenía grietas, aquellas que las incontables fricciones con el tenedor habían ido dejando, hasta estropear la superficie. Tuvo una idea. Era simple, aunque quizás genial, y si tenía éxito sería uno de los primeros en vencer a Lord Darkrobe.
“Aparentemente el objetivo del bandido no es robar, pues se satisface tomando celulares de las personas en forma aleatoria y estrellándolos contra el pavimento. Después vuelve a desaparecer”.
El presentador del noticiero televisivo hablaba sobre el delincuente enmascarado que seguía suelto por la ciudad. “Y ahora el tiempo: se acerca una tormenta desde el oeste, se estima que alcanzará su punto álgido alrededor de la medianoche, además hay riesgo de lluvia y truenos”, proclamó el presentador.
La madre de Lucas estaba sentada en el salón frente al televisor, por lo que él lo interpretó como una oportunidad para fugarse a su habituación y jugar un poco más. Pasó furtivamente junto al baño, mientras su papá seguía ahí adentro con el estómago revuelto.
—Por los clavos de la cruz, ¡ya verás, te haré pagar por eso! —se escuchó desde el baño.
Lucas se detuvo a escuchar.
—¡Estúpido, pedazo de idiota! ¡Te dejaré bien claro quién manda aquí!
—¡P-papá? —intentó Lucas—. ¿Estás bien?
—¡Nooo! ¡No lo hagas! ¡Suéltame! —profería su padre desde el estrecho sanitario.
Lucas intentó mirar por el ojo de la cerradura, pero la llave le impidió ver.