A sol y a sombra - Manuel Silva Acevedo - E-Book

A sol y a sombra E-Book

Manuel Silva Acevedo

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Beschreibung

El autor reúne aquí casi cincuenta años de su trayectoria en la poesía chilena. Desde la fresca lucidez presente en su primera obra, "Perturbaciones", hasta la vibrante evocación de la propia historia vivida en "Lazos de sangre", incluyendo poemas de su consagratoria "Lobos y ovejas".

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© LOM ediciones Primera edición, julio 2016 Impreso en 1000 ejemplares ISBN IMPRESO: 9789560007698 ISBN DIGITAL: 9789560012968 RPI: 266.916 Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2688 52 73 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta NormalImpreso en Santiago de Chile

Soy la sombra que arrojan mis palabrasOctavio Paz

Índice

Perturbaciones (1967)

Breve tiempo

Ciclistas

Instantáneas

Las águilas

En la muerte de Pablo de Rokha

Manu militari (1969)

El presidente en terno azul oscuro de paisano

Centauro

El desertor

Recinto militar

Lobos y ovejas / Wölfe und Schafe / Lobos y ovejas / Wolves and sheep

Lobos y ovejas

Houdini

Houdini

Monte de Venus / Campo de amarte

Invocación

Primeras armas

La promesa

Lo inconcebible

Sueño de amor

En el fondo del mar

Como entonces

Anja

Prófugo

Última batalla

Muros

No conozco otro amor

Pabellón de incurables

Campo de amarte

Berlinés

Lunes negro

Visita personal

Zoo

Mujeres

Desvergüenza

Con solo dejar

Espejo de vicios

Precipicio de labios

Gota demorosa

Piel con piel

Posesión

Reacción en cadena

Guerra declarada

Rosas rojas

Moneda de oro

Como si volviera

Desenlace

Refuto a la tristeza

Beethoven

A la manera de Apollinaire

A la manera de Breton

Mester de bastardía / Terrores diurnos

Desandar lo andado / Contraluz

El árbol de Neruda

Esclerosis

Danubio azul

Último

Incidente con crack y vampiresas

Caballero a solas

Enciende y extingue

Fin de juerga

Arrebato

Rendición

Hostil frontera

Voluptuoso estío

Recuerdo de un jardín

Viudo

Pero ahí

Última señal

Como un ojo de su cuenca

Distancia ínfima

Habrá de arder

Decúbito supino

Mejor no pensarlo

Delicias del público

A todas luces

Infernáculo

Vemos desaparecer

Retablo

La flor de la carroña

El galán perfecto

Se las lleva

Fausto

Pareja humana

El ojo se festeja

A la luz de la luna

Rojo entre el amarillo

Privado de recursos

Para qué

Pequeña muerte

Sueño imperfecto

Coma

Abrazo nuclear

Autorretrato

Duro granizo

Cara de hereje

Bancarrota

Embargo

Sociedad de mercado

Plazo fatal

Carpe diem

Mercado de abasto

Índices macroeconómicos

Día quinto

Pabellón de los cielos

Recurso de amparo

Zarapito boreal

Tuco-tuco de la Isla Riesco

Comadrejita trompuda

Rayadito de Más Afuera

Picaflor de Juan Fernández

El huillín

La chinchilla

Halcón peregrino

Cisne coscoroba

El alma de la tierra

División de las aguas

El árbol de la vida

Canto rodado / Escorial

A ti

Su voluntad

Desasimiento

Despojamiento

El dedo en la llaga

Era un pobre diablo

Te reconozco, mosco

Non serviam

Híbrido

Una piedra, una nomás

Desgaje del oficio

A ver qué queda

Sigo

Acto de fe

Muerte, ¿dónde está tu aguijón?

Paso del desierto

Epitalamio

Anunciación de Gabriela

Punto de fuga

Recidiva

Casi sin darte cuenta

Arte poética

Cierta debilidad

Sudario

Presagio

Barrabasada

En ayunas

El poeta

Palos de ciego

Galeote

Des-encanto

Quién

Entropía

Grito de batalla

De mirarla

Enfado sostenido

Facundia

Infancia del poeta

El árbol del azur

Estragos

No es de este mundo

Ciudad de la Gehenna

El cordero es el lobo del cordero

A espaldas del hablante lírico

Línea de montaje

Alumbramiento

El imperio de la ley

Cantina

Lazos de sangre

El hijo

Versos de imberbe

Una gran mancha de sangre

Borrosas figuras de tinta

Perturbaciones (1967)

Breve tiempo1

Breve tiempo, una escapada que hacía a la azotea entre el hollín y las sábanas tendidas. Una breve escapada, un amor breve y una larga espera entre los gatos, tendido en las baldosas grises con el cielo de la ciudad en la punta de mi cigarrillo. Breve sueño sin gritos, apenas unas voces apagadas, un rumor de hojas secas dispersas por el viento. Un desliz de la lengua en los labios. Una conversación sostenida minutos y horas. Una conversación, pues, en mi cabeza y las mujeres que a veces se asomaban por las ventanas me miraban con un sordo rencor. Breve sueño con las sienes pulsando y la ausencia de sol, con toda la ciudad como escenario y las luces de los ventanucos por donde cualquiera podía arrojarse a la calle y destrozarse. Sueño y conversación, como si yo mismo pudiese caminar por el aire. Las más altas luces para una más alta sombra hundida en los huecos oscuros de las paredes derruidas. Un olor de ropa sucia y la saliva amarga entre los labios. Más altas luces para un sueño tan breve como un revólver contra las costillas: ¿A quién estás buscando? Pero fue un breve tiempo. Después fue esa escarapela de amor que una tarde dejamos en la cama sin que hasta ahora lo recuerdes, como si el pelo se te hubiese borrado y tu calva presidiese la pieza desde los muros. Yo hice una luz, la hundí en el hueco de las manos y esta conversación la tengo fija, larga cuestión jamás resuelta a la que siempre vuelvo, bajando hondo a lo oscuro, temblando de mí, para después pararme de nuevo sobre mis pies en un descubrimiento tan insólito que casi muero de tanta novedad.

1 Poema incluido en Poesía chilena (1960-1965), Ediciones Trilce, 1966.

Ciclistas

Este día comienza con una conversación jadeante de ciclistas que se internan en el cielo. A esta hora un hombre siempre tiene  algo en común con los santos y sus vicios lo abrigan, sus vicios, únicas virtudes a que apelar cada vez que comienza un día como este. Y se pregunta ¿cómo es que dormían los santos con esa horrible sencillez entre las manos? Abajo la calle pasa en un resoplido ululante. Piensa en sus propias apuestas con el día, cuál de sus ojos caerá desprendido la próxima apuesta que pierda con el alma hecha trizas, pendiente de los dados rodando, dando trastabillones en pos del Uno, indicador del vacío de su corazón, más vacío que el de los ciclistas que vuelven al atardecer, ahora en silencio, pedaleando livianamente por el aire.

Instantáneas

En el mar muerto de las viejas fotos, estas damas aureoladas de polvos de azafrán quedaron para siempre inacabadas. 1912: ya nadie vive de ese entonces y del paseo familiar al estero nadie recuerda con certeza, nadie puede recordar esa vaga tristeza en las miradas y el reflejo de los paños de mesa, un tono rojizo, que aterraba a los perros echados a los pies. « A mí me gustaría morirme en sueños como un halcón en vuelo». La vieja señora de nariz recta y alta quedó inmovilizada por el destello del magnesio dispuesta a abalanzarse sobre su propia tumba. A sus flancos, familiares sonríen como pájaros oteando el sol del ocaso, signos imperceptibles grabados en sus frentes que ahora desciframos sumando la columna de los años, sacando la raíz cúbica de nuestro vaticinio. «Este invierno ha sido muy crudo para mí. Las viejas dolencias a la espina dorsal me tienen a mal traer. Tengo miedo… no sé… tengo miedo de veras».

Las águilas

Dormir cubierto de águilas, sentir el peligro en las sienes dormidas como un fuego de alarma. Mis ansias desmayadas duermen en el valle. Más abajo, donde ruedan los astros en desastre, cae mi mano sorprendida entre objetos inquietantes hasta que este riesgo poderoso palpa mi cabeza, madre de mi locura. Todo hombre duerme a la vera de su estampida. Entre tanto sueño y escándalo de sueños, el águila practica torpemente con las alas abiertas. Desde hace tiempo, madre, desgarro en jirones tu belleza, tu rostro insoportable que olvidé enrolándome como artista de feria y cada lugar era más aterrador y más lejano. Las águilas vigilan mi desidia, con ellas podría volar casi sin muerte a cuestas y eres tú, madre viscosa, quien hurga con sus largos dedos en mi corazón cuando las fétidas y silentes me levantan en vilo. Tu presencia me asalta y el estallido de mis fuerzas son estas águilas que perturban mi sueño. Soñé que mi mano entraba a saco en el secreto y al despertar mi cabeza y mis manos eran rojas y vivas. Soñé que hablaba entre los hombres y desperté dando graznidos y cloqueando. Soñé que me hallaba tan lejos de mi cuerpo que no poder acercarme hizo explotar mi corazón. Al despertar ocupaba mi lugar entre las otras, junto a ti madre cruel y misteriosa.

En la muerte de Pablo de Rokha

Este tirón en el tendón de Aquiles. Esta punción en el nudo gordiano. Esta miserable compasión de mí mismo. Esta tristeza de mujer golpeada. Este aullido de perro muerto a bastonazos. Este raigón arrancado de raíz. Este discurso fúnebre para los periódicos. Esta nota necrológica de mi puño y letra. Este viejo bandoneón arrinconado. Este tango de la vieja guardia que no voy a bailar. Esta maroma chaplinesca. Esta frase para el bronce que debiera decir. Esta frase que no me atrevo a decir. Esta frase que tal vez nadie se atreva a decir nunca. Esta palabra de la que ya siento el desgajo. Esta sílaba cada vez más cortante. Esta simple vocal que me rebana la lengua. Este zurdazo de sordomudo no lo debo decir, no lo merezco. A él le tocó ser sentenciado, no a mí. Y cogió el banquillo entre sus grandes manos y lo arrojó a la cabeza de los jueces venales. ¿Murió? Es lo que todos dicen. Vaya uno a saber. Como un profeta hebreo se internó en el desierto.

(Diario Última hora, 1968)

Manu militari (1969)2

2 Con Manu militari el autor participó en el Taller de Escritores de la Universidad Católica en 1969, bajo la dirección de Efraín Barquero y Enrique Lihn. «Bajo dictadura», como resulta obvio, es posterior a esa participación.

El presidente en terno azul oscuro de paisano

Los comandantes de las Fuerzas Armadas se declaran leales al Primer Mandatario y al Primer Mandatario se le nota muy pálido cortando pensativo la cinta inaugural.

Centauro

Tengo callos, verrugas, tengo veinte caballos que cepillar, tengo pie equino, tengo una triste miradacaballar.

El desertor

Los perros me huelen los bototos porque soy desertor. Mi General huele una rosa en el seno de la esposa del Embajador.

Recinto militar

Tu alcoba es ahora Recinto Militar. Los ejercicios de tiro acribillaron la luna putade tu espejo y la noche entera tu casase estremece al paso de la tropa marchando.Mercenaria, si venciera mi amor, si mi amor pudiera másy fuera a verte, tu lengua no vacilaríaen delatarme.

Bajo dictadura

1

Un ángel caído, erizado de ásperos cañones, anuncia la Edad de la Rapiña.

2

Se siente el latido afiebrado del país, forúnculo sin boca.

3

La canalla ensablada danza su danza macabra.

4

Levanta el albañil una casa en llagas. La madre gotea leche amarga sobre la frente rota de los hijos.

5

Ya se llevan a esa muchacha, ya la quitan de circulación.

6

Qué vergüenza el ciudadano medio, su chaleco de mono lleno de remiendos, sus zapatos como bestias capadas.