Actuel Marx N°32. Proceso revolucionario y contrarrevolución en Chile -  - E-Book

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Recordar a los olvidados de la historia es vital para aprender de los procesos revolucionarios del pasado. La rememoración crítica de la batalla de Chile y el proceso revolucionario no debe ser una parada ritual de nostalgia, sino un punto de partida

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Directora María Emilia Tijoux MerinoEditor Juan Riveros BarriosComité Editorial Jacques Bidet (Francia), María Emilia Tijoux Merino (Chile), Gérard Duménil (Francia), Roberto Merino Jorquera (Chile), Antonio Elizalde (Chile), Juan Riveros Barrios (Chile), Ernesto Feuerhake (Chile), David L. Kornbluth Cambor (Chile), Catalina Díaz Espinoza (Chile), Alejandra Solar Ortega (Chile) Vicente Valle Ureta (Chile), Víctor Veloso Luarte (Chile).Consejo Editorial Gilbert Achcar (Universidad París VIII), Étienne Balibar (Universidad París X), Daniel Bensaïd (†) (Universidad París VIII), John Beverley (Universidad de Pittsburgh), Alex Callinicos (Universidad de York), Jean-Marc Lachaud (Universidad París VIII), Domenico Jervolino (Universidad Federico II, Nápoles), Michael Löwy (CNRS/EHESS), Stefano Petrucciani (Universidad de Roma), Gabriel Salazar (Universidad de Chile), Jacques Texier (CNRS/EHESS), Slavoj Zizek (Instituto de Estudios Sociales de Ljubljana), Ernesto Laclau (†) (Universidad de Essex), Klaus Dörre (Universität Jena), Enzo Traverso (Universidad Cornell de Ithaca, New York), Armando Boito (Universidad Estatual de Campinas), Ricardo Antunes (Universidad Estatual de Campinas), Juan Carlos Marín (†) (Universidad de Buenos Aires), Adrián Scribano (Universidad de Buenos Aires), François Chesnais (†) y Horacio Machado Aráoz (CITCA CONICET-UMCA y Facultad de Humanidades UMCA Catamarca, Argentina).Edición francesa (París) Guillaume Sibertin-Blanc y Jean-Numa DucangeTraducciones Roberto Merino Jorquera, Juan Riveros Barrios y María Emilia Tijoux MerinoDiseño de portada Autor: Juan Riveros Barrios E-mail: [email protected] Página Web: <http://www.actuelmarxint.cl>. Huérfanos 1841, Santiago, Chile Diseño, diagramación y correcciones: Lom ediciones María Emilia Tijoux Merino / Lom ediciones Registro Nº 108.023 ISSN: 0718-0179 ISBN Digital: 9789560017697 LOM ediciones Concha y Toro 23, Santiago / www.lom.cl

Índice

In memoriam, a los nuestros

Presentación Historia/Memoria y Política

I Artículos

La Moneda: Sitio y bombardeo, la dignidad de una derrota

Allende internacionalista: tres instantes de vida

Vidas ofrendadas. La escolta de Salvador Allende

Balance sumario de la historia del MIR y su papel en la historia de la 2ª mitad del siglo XX chileno

El MIR y las encrucijadas del proceso revolucionario en Chile

El modelo económico de la Unidad Popular

Levantarse después de la derrota: acción colectiva de mujeres del campo frente al neoliberalismo

II Entrevistas

Entrevista a Carlos García, marino antigolpista

Entrevista a Michael Löwy, París, Francia, marzo del año 2023

Entrevista a Enzo Traverso

Entrevista con Tanya Harmer

III Reseña

Reseña del libro de Tanya Harmer: Beatriz Allende: A Revolutionary Life in Cold War Latin America. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2021

In memoriam, a los nuestros

A las y los compañeros caídos en combate por la emancipación de la humanidad

Karl Marx • Jenny Marx • Friedrich Engels • Louise Michel • Mijaíl Bakunin • Rosa Luxemburgo • Vladimir Ilich Lenin • Alexandra Kollontai • León Trotsky • Walter Benjamin • Mao Zedong • Victor Serge • José Carlos Mariátegui • Antonio Gramsci • Ho Chi Min • Frantz Fanon • Guyen Von Giap • Ernesto «Che» Guevara • Fidel Castro Ruz • Vilma Espín • Camilo Cienfuegos • Salvador Allende Gossens • Patricio Lumumba • Malcom X • Ahmed Ben Bella • Mehdi Ben Barka • Clotario Blest • Amílcar Cabral • Michel Pablo • Douglas Bravo • Monika Ertl • Tamara Bunke • Joséphine Baker • Víctor Jara • Coco Peredo • Hugo Blanco • Carlos Marighella • Raúl Sendic • Inti Peredo • Tirso Montiel • Carlos Brain Pizarro • Julio Olivares Romero • Julio Zambrano • Ángel Fanjul “Heredia” • Dora Codeleski • Luis Emilio Recabarren • Ernest Mandel • Alain Krivine • Daniel Bensaïd • Jean-Marie Vincent • François Chesnais • Juan Carlos Marín • Jaime Barrios Meza • Elmo Catalán • Beatriz Ximena Allende Bussi «Tati» • Arnoldo Camú • Eduardo Paredes • Enrique Huerta • Héctor Pincheira Núñez • Enrique Paris Roa • Miria Contreras Bell • Augusto Olivares • Raúl Olivares Jorquera • Mario Roberto Santucho • Luis Pujals • Miguel Enríquez • Edgardo Enríquez • Luciano Cruz • Bautista Van Schouwen • Nelson Gutiérrez • Dagoberto Pérez • Lumi Videla • Sergio Pérez • Alfonso Chanfreau • José Carrasco Tapia • Jorge Fuentes Alarcón • Herminia Concha Gálvez • Jenny Ibarra • Diana Arón • Paulina Aguirre • Soledad Harambour • Luis Vitale Omega • los marinos antigolpistas: Víctor López Zambrano • Antonio Ruiz; los compañeros del GAP que combatieron en La Moneda: Juan José Montiglio Murúa • Oscar Enrique Valladares • Manuel Ramón Castro Zamorano • Jaime Gilson Sotelo Ojeda • Daniel Gutiérrez Ayala • Luis Fernando Rodríguez Riquelme • Héctor Daniel Urrutia Molina • Juan Alejandro Vargas Contreras • José Freire Medina • Julio Tapia Martínez • Julio Moreno Pulgar • Oscar Reinaldo Lagos Ríos • Osvaldo Ramos Rivera • Antonio Aguirre Vasquez • los compañeros que bajaron de El Cañaveral y detenidos en la Intendencia: Domingo Blanco Tarré “Bruno” • José Carreño Calderón • Carlos Cruz Zavala • Luis Gamboa Pizarro • Pedro Garcés Portigliati • Mario Jorquera Leyton • Oscar Araya Marambio • Edmundo Montero Salazar • William Ramírez Barría • Enrique Ropert Contreras. Antonio Ramón Ramón • Buenaventura Durruti • Andreu Nin • Luciano Allende «Toto». Los miembros de las Brigadas Internacionales del proceso revolucionario de la España del ’36. Rafael Maroto • Mariano Puga • Camilo Torres • Gladys Marín • Cecilia Magni • Luisa Toledo • Hermanos Vergara Toledo • Claudia López • José Huenante Huenante • Alex Lemún • Daniel Menco • Matías Catrileo • Jaime Mendoza Collío • Macarena Valdés • Camilo Catrillanca • y a quienes han luchado y luchan: todos y todas están presentes.

PresentaciónHistoria/Memoria y Política

Más allá del golpe y de los golpes por venir… El proceso revolucionario y la contrarrevolución chilena.

Resistir es primero que nada y simplemente no ceder, incluso en las situaciones más comprometidas, incluso si la postura es mala, incluso si estamos sumergidos en una posición de debilidad o de impotencia que puede ser pasajera…

Resistir implica reconocer su debilidad, admitir una correlación de fuerzas desfavorables; pero nunca jamás consentirlas, sin consentir o admitir esa debilidad, sin aceptarla, sin sonreír y sin resignarse.

Podemos ser vencidos –innumerables resistencias admirables lo han sido en el transcurso de la historia- cualquiera haya sido su justicia;

Lo que importa es no reconocer ser vencido, de no reconocer al vencedor su victoria, de no transformar la derrota en oráculo del destino o en capitulación vergonzosa, de no dejar que una derrota física se transforme en una desbandada o derrumbe moral.

Daniel Bensaïd1

Para la izquierda revolucionaria de los años 1960 y 1970, la revolución mundial era un proceso que se extendía sobre tres áreas geográficas distintas pero dialécticamente correlacionadas. Esta izquierda era anticapitalista en los países occidentales, antiburocrática en los países de los «socialismos realmente existentes» y antiimperialista en América Latina, África y Asia. Durante más de quince años, entre el periodo que cubre la Revolución cubana (1959) y el fin de la guerra de Vietnam (1975), esta visión no aparecía como un esquema abstracto o doctrinario, sino más bien como un análisis objetivo de la realidad. Sin embargo, la historia nos volvió a interpelar con la insurrección en Nicaragua (1979) y la extensión del proceso revolucionario en América Central. Posteriormente la insurrección zapatista (1994) volvió a tocar nuestras puertas.

Por ello es que a mediados de los años sesenta, cuando «todos queríamos la revolución» para la emancipación de los «condenados de la tierra», constatábamos a partir del discurso de Ernesto «Che» Guevara ante los delegados de la ONU el 11 diciembre de 1964:

La hora de su reivindicación, la hora que ella misma ha elegido, la vienen señalando con precisión también de un extremo a otro del continente. Ahora esta masa anónima, esta masa de color, sombría, taciturna, que canta en todo el continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir, porque ahora por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o el tráfico de las ciudades, en las costas de los grandes océanos y ríos se empieza a estremecer este mundo lleno de corazones con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y otros. Ahora, sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. (…) Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y echado a andar. Y su marcha de gigante ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente…

En esa época destacan las figuras de dirigentes como Ernesto «Che» Guevara, Fidel Castro, Salvador Allende, Hô Chi Minh, Ahmed Ben Bella, Mehdi Ben Barka, Amílcar Cabral, Douglas Bravo, Mónika Ertl, Lumi Videla, Beatriz Allende, entre otros y otras. Concertados con representantes de 82 países –lo que los sociólogos habían bautizado el «tercer mundo»– se habían prometido fundar una organización: la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), que a través de la Revista Tricontinental y las conferencias, congregaba en La Habana a los revolucionarios. Ella vería su concreción con ocasión de la conferencia de los tres continentes –África, Asia, América Latina– programada en La Habana para enero de 1966. Allí se reunieron los delegados de Estados independientes no alineados, de movimientos de liberación, grupos de revolucionarios hostiles al neocolonialismo, partidos clandestinos combatientes de las dictaduras y embajadores de Estados socialistas de Asia central y oriental. Sin olvidar a numerosos artistas e intelectuales, poetas, pintores o novelistas «comprometidos», con la presencia de la militante y cantante negra franco-americana de renombre mundial Joséphine Baker.

La conferencia fundadora debía realizarse en La Habana, pues la victoria de la Revolución cubana, en 1959, había llenado el espíritu latinoamericano, y tenía la imagen del «Che» Guevara fotografiado por Alberto Korda, quien había inflamado a toda una generación por su compromiso revolucionario.

A cincuenta años del golpe de Estado, y a cincuenta y tres del triunfo electoral de la Unidad Popular, la historia, la memoria y la política vuelven a ser interrogadas por los procesos de revolución social, para empujarnos una vez más a seguir preguntándonos por la lucha de clases y las problemáticas que ella suscita con un importante trasfondo económico, social, político y cultural.

En los años setenta en Chile se vivía un proceso social y político, que distintas fuerzas y analistas discutían si caracterizar como situación revolucionaria o prerrevolucionaria. Esto, que hoy no se recuerda públicamente, es central: el coeficiente transformador de la política anticapitalista en Chile y el mundo durante ese periodo, se presentaba como la posibilidad real de una transformación radical de la sociedad. Había efectivamente un movimiento de masas que irrumpió en la escena sociopolítica.

La clase obrera y sus organizaciones se habían aliado contra las clases dominantes representadas por la oligarquía terrateniente y financiera, poniendo en cuestión el modelo de acumulación capitalista, además de ocupar las fábricas, realizar las corridas de cercos y tomar sus tierras producto de un largo trabajo y de un proceso de autoorganización que se plasmó en la creación de comandos comunales, comandos campesinos y cordones industriales que levantaron la consigna: «crear poder popular». Se trataba de un poder alternativo y contradictorio muchas veces a las políticas del gobierno popular. Y aunque había contradicciones y divisiones en la izquierda entre la apuesta pacífica de la «Vía chilena al socialismo» y la lucha insurreccional que se proponía levantar el poder popular, la burguesía declaraba la guerra contra los «rotos alzados» que pretendían salir de sus campamentos y de sus poblaciones subiendo a los barrios «altos» de la capital de las grandes ciudades para ensuciar sus calles y plazas.

El denominado golpe de Estado cívico-militar del 11 de septiembre de 1973 y la barbarie desencadenada contra el movimiento obrero y las organizaciones de masas que participaron activamente en el proceso de radicalización y conquista de sus reivindicaciones democráticas no puede, comprenderse sin el precedente de la Unidad Popular (1952-1970) que le da su justificación ideológica, reforzando el postulado –enraizado en el corazón de la Doctrina de la Seguridad Nacional– del «peligro marxista», que era necesario «extirpar», como se «extirpaba un cáncer». Los dichos los conocemos. De este modo se «exterminaba al enemigo interno». Entonces, el golpe no es sino el nombre para un proceso contrarrevolucionario, cuya escala da cuenta de la amenaza que la Unidad Popular significó para el orden social y político de la clase dominante en Chile.

Vale considerar que la Unidad Popular no surge precisamente de un modelo revolucionario, pues se impuso en la más estricta legalidad: la Constitución de 1925. La Unidad Popular obtuvo el 36,3% de los votos en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970. Salvador Allende había recibido la investidura ratificada por la mayoría en el Congreso pleno, luego de negociaciones y de acuerdos con la principal formación política, el partido Demócrata Cristiano, a partir de un acuerdo denominado «Garantías constitucionales».

Salvador Allende, fundador y militante del Partido Socialista, permanecía convencido, al igual que las direcciones del Partido Comunista –con sus divergencias y contradicciones– y el Partido Socialista –y sus distintas tendencias, corrientes y fracciones– de la validez del método no violento de acción política. Se trataba para Salvador Allende y para la Unidad Popular, de inventar, bajo la ocupación de un poder del Estado electoralmente adquirido y legalmente ejercido, no una táctica sino una estrategia de alcance internacional, de una transición «democrática, libertaria y pluralista» al socialismo.

En el mensaje al Congreso nacional del 21 de mayo de 1971, Allende señalaba: «Chile es hoy día la primera nación de la tierra a dar cuerpo al segundo modelo de transición a la sociedad socialista por la vía pluralista…» […] «Tomamos un nuevo camino, y nosotros avanzamos sin guías en terrenos desconocidos, con solo una brújula, nuestra fidelidad al humanismo». […] «Tal es la esperanza de construir un mundo que supere la división entre ricos y pobres. Y en nuestro caso, de edificar una sociedad en la cual sea proscrita la guerra de unos contra otros. Es excepcional este tiempo presente que nos entrega los medios materiales de realizar las utopías más generosas del pasado»2. Entonces, la realización de un proyecto revolucionario que parte por ocupar legalmente la institucionalidad, antes que ponerla en cuestión, abre ya una serie de interrogantes. Si en estas condiciones se podía hablar de un proceso revolucionario, cabe considerar seriamente la radicalidad que caracterizó a este proceso de democratización.

Salvador Allende moría luchando con las armas en la mano y defendiendo hasta el final a la clase trabajadora a la cual le dedicó su último discurso. Y en ese combate donde entregó la vida, seguimos convencidos de que fue allí, en el Palacio de la Moneda, que recibió las balas de una traición que había sido programada. Así lo señalan Francisco Marín y Luis Ravanal en dos libros que dan cuenta de investigaciones históricas y forenses3.

Divergencias de fondo existían en el seno de la izquierda: ¿La transición al socialismo sería efectiva por la vía pacífica a través de las elecciones con un amplio frente popular organizado o por una revolución radical implementando otros medios de acción política? ¿Debía emplearse la vía pacífica o se debía recurrir a la violencia revolucionaria?

El concepto de «Vía chilena al socialismo» fue elaborado por los dirigentes de los partidos de la Unidad Popular para acceder al objetivo del socialismo dentro de los marcos de la legalidad vigente, a través del uso de la institucionalidad vigente, en un Estado donde impera la democracia, el pluralismo y la libertad. Estos eran los conceptos con los cuales Salvador Allende se refería al proyecto socialista chileno. Los dirigentes de la UP utilizarían otro tipo de conceptos, tales como: «Vía pacífica», «Vía no armada», «Vía no insurreccional».

Vía legal y/o vía armada –se decía en ese periodo– no son entidades decisivas en sí mismas y su confrontación designa una falsa simetría. Las formas que toma la lucha de clases en un momento determinado, en una formación social dada, está necesariamente condicionada por su historia anterior y por la correlación de fuerzas a nivel local, regional y mundial. Ciertamente que a su vez crea las potencialidades de su paso a otra. Pero el proceso revolucionario chileno recorrió hasta el final el camino institucional y legal y abrió las posibilidades y potencialidades de «una resistencia armada de masas». El enfrentamiento era inevitable, y podemos decir que los golpes tienen su hora.

La historia, sin duda, trata de procesos, con sus etapas, sus límites, sus continuidades y rupturas. Trata de la misma manera de procesos concretos, singulares y específicos que no son susceptibles de repetir y si se repiten, será en forma de comedia. Solo que aquí no es la lucha de clases la que interrogamos, sino el modo situado y concreto en que se produce. La agudización del conflicto que expresa la contrarrevolución en su carácter masivo es la señal, precisamente, de que la intensidad de la lucha, incluso por los medios de la legalidad, había alcanzado umbrales inéditos. Esta es una experiencia que aún hoy nos interpela, respecto de qué es lo que entendemos por revolución, y también de cuáles son las potencias que hoy amenazan el orden.

Historia, memoria y política corren por carriles distintos, pero articulados dialécticamente. Dichos carriles se condensan en una visión de la historia entendida como un proceso abierto en el cual un pasado inacabado puede en ciertos momentos ser reactivado, haciendo estallar el continuum de una historia puramente cronológica y su interrupción repentina se inmiscuye en el presente. Es a partir de la «imagen de los antiguos sometidos» que puede extraer toda su fuerza una promesa de liberación que está inscrita en los combates del tiempo presente, porque la historia no es solamente «una ciencia», sino también«una forma de rememoración».

Entonces, la pregunta política por la historia la hace la memoria, porque no podemos entender la revolución como pura proyección de un futuro de continuidad y novedad, sino como la disrupción en el presente del orden de la dominación que heredamos del pasado. La historia implica la reflexión sobre el camino recorrido y sobre las condiciones y decisiones que lo han definido. Allí radican las potencialidades y posibilidades emancipatorias del conocimiento histórico.

Según Walter Benjamin, escribir la historia significa entrar en el presente, en resonancia con la memoria de los derrotados, no para una conmiseración de la derrota, sino desde el recuerdo, los silencios y los olvidos que se perpetuán para surgir como una «promesa de redención» insatisfecha. Esta aproximación no reemplaza un método de análisis, sino que orienta y define el objetivo de la investigación que precisamos llevar a cabo, en las antípodas de la concepción que hoy domina para entender la historia como «experticia». Los historiadores que adoptan el punto de vista de los vencedores recaen siempre en un esquema providencial fundado en una interpretación apologética del pasado, mientras que los que se inscriben en el campo de los vencidos reexaminan el pasado con una mirada más aguda y crítica, para armarse y fortalecerse desde él. A corto plazo, señalaba Reinhart Koselleck: «es posible que la historia sea hecha por los vencedores, pero a largo plazo, las victorias históricas de conocimiento provienen de los vencidos»4.

Es necesario por lo tanto alejarse de la historia y cuidar mucho en no reconciliarse con ella, como también reflexionar aguda y críticamente sobre los múltiples arreglos, negociaciones y pactos que jamás repararán lo que irremediablemente está destrozado. La historia no es lo que resta del pasado, como un antes inmóvil y descifrable en la objetividad historiográfica que relata la historia de los vencedores que nos habita y se mete en nuestros cuerpos y en nuestras conciencias. Es más bien un antes complicado, que gravita alrededor del ahora y que tiene un presente que aparece como la mejor ocasión para una rememoración activa y permanente que se reactualiza.

Porque los/as olvidados/as de nuestra historia en alguna parte nos esperan, como vencidos de ayer, para que, devolviéndoles la dignidad perdida de lo que fuera un proceso revolucionario en el que estuvieron, los traigamos al presente en el ejercicio de pensar lo político hoy, impidiendo que los procesos revolucionarios del pasado regresen disfrazados de arrogancia. Son los miles de vencidos anónimos de los campamentos, poblaciones, fábricas, de los pueblos alejados y otros explotados. Son los vencidos de tantas cárceles, campos de concentración y centros secretos de castigos y exterminios, de los combatientes de La Moneda y de la zona Sur de Santiago, entre tantos otros lugares que no se exhiben. Queda entonces la resistencia y los enfrentamientos de la política radical, de una búsqueda creativa que se erige como «las armas de la crítica y la crítica de las armas» en cada intersticio y cada momento de la lucha.

La rememoración crítica de la batalla de Chile y del proceso revolucionario chileno 1970-1973 no se detiene con el 11 de septiembre de 1973, ni con la rebelión de octubre del 2019. Ella más bien puede y debe ser el punto de partida de nuevas iniciativas y confrontaciones para infligir un desmentido a quienes han creído y creen hacer de estas rememoraciones una oración fúnebre y un gran punto final que voltee la página. Los procesos revolucionarios del pasado no deben terminar siendo paradas rituales de la nostalgia, pues exigen que aprendamos de ellos. Es lo que buscamos con nuestra revista y especialmente con este número.

El presente número se divide en tres partes. Primero, una serie de artículos reflexionan en torno al periodo de la Unidad Popular, sus fuerzas políticas y la contrarrevolución que llega con el golpe de Estado. Luego, compartimos cuatro conversaciones que el Comité Editorial de Actuel Marx Intervenciones mantuvo con Carlos García, Michel Löwy, Enzo Traverso y Tanya Harmer, para finalmente pasar a la reseña del libro Beatriz Allende: A Revolutionary Life in Cold War Latin America, publicado el 2020 y cuya autora es también Tanya Harmer.

El primer texto, a cargo de Ignacio Vidaurrázaga, se titula «La Moneda: Sitio y bombardeo, la dignidad de una derrota», y narra el martes 11 de septiembre de 1973, el asedio al palacio de gobierno, y la resistencia de Allende y su escolta, para reflexionar luego sobre la reconstrucción del palacio bombardeado, y cómo «después de 50 años quedan los intentos. Después de 50 años queda mucha memoria. Después de 50 años estamos cansados, pero siguen las ganas».

Le sigue el artículo de Javier Larraín Parada: «Allende internacionalista: tres instantes de su vida», que aborda la preocupación y el interés permanente de Salvador Allende por las luchas políticas y revolucionarias como por los movimientos sociales en distintos países del mundo. Más allá de lo que buscaba transformar en Chile, siempre estuvo atento a los acontecimientos que le ayudaban a comprender las luchas de liberación nacional y antiimperialistas.

Como otro aspecto de esta lucha, en «Vidas Ofrendadas. La Escolta de Salvador Allende», Patricio Quiroga erige un texto contra la mistificación, contra el victimismo, contra la denigración y también contra el olvido. De este modo, busca recuperar la historia del GAP, la guardia del presidente, para comprenderla en la trama que articula, y, como un solo fenómeno, a la UP, para invitar a enfrentar las crisis presentes desde una estrategia política que también busque su propio camino.

Por su parte, el «Balance sumario de la historia del MIR y su papel en la historia de la 2ª mitad del siglo XX chileno» nos entrega un documento hasta ahora inédito, escrito por Nelson Gutiérrez Yáñez, dirigente histórico del Movimiento de Izquierda Revolucionario, partido de izquierda que no hizo parte de la UP. Este balance fue escrito el año 2005, a 30 años de la muerte del Secretario General del MIR, Miguel Enríquez.

También en torno a la experiencia del MIR, Fabián Puelma escribe «El MIR y las encrucijadas del proceso revolucionario en Chile». En este escrito, Puelma revisa críticamente las decisiones y definiciones que el MIR tomó en la década de los 70, en su relación con la UP, así como con la cuestión del poder popular y las formas de lucha.

La primera sección se acerca a su cierre con un texto de Marcela Vera: «El modelo económico de la Unidad Popular», que incursiona en las políticas económicas que constituirían un nuevo modelo para Chile, subordinando la economía a la vida, la soberanía y la dignidad de los/as trabajadores/as.

Por último, Ximena Valdés contribuye a este número con el artículo denominado: «Levantarse después de la derrota: acción colectiva de mujeres del campo frente al neoliberalismo», recogiendo relatos de mujeres que han resistido desde la reforma agraria y pasando por la dictadura.

La segunda sección de la revista consta de cuatro entrevistas. La primera entabla una conversación con Carlos García, marino antigolpista, quien narra su participación en la marina durante el gobierno popular, su compromiso con la defensa de este proceso cuando se alcanza a vislumbrar la posibilidad real del golpe, y luego la lucha contra la dictadura. En esta conversación, Carlos hace un balance de la experiencia política vivida, y también reflexiona sobre el lugar que debieran tener las Fuerzas Armadas en un proyecto político alternativo, frente a una tradición histórica que las ha considerado «intocables».

La segunda entrevista es a Michael Löwy sobre su recorrido intelectual y político. Su militancia se inicia a los 17 años, atraído por los trabajos de Rosa Luxemburgo; y su trayectoria destaca su trabajo y apoyo crítico a las luchas en América Latina. Sus trabajos sobre Luckács y Gramsci en Brasil se hacen bajo la concepción de un partido revolucionario y el lugar que tiene Trotsky es tan central como su visión de mundo de Marx y su filosofía de la praxis donde un nuevo materialismo dialéctico es expresión de la lucha de clases.

En la tercera entrevista, Enzo Traverso aborda el concepto de revolución, que es objeto de uno de sus últimos libros y a partir del cual aborda distintos autores y puntos de vista. Para Traverso «las revoluciones sublevan el imaginario», lo que le lleva a considerar formas más sensibles de revueltas como las acontecidas en Chile y señalar que todo cambio en una sociedad como la chilena precisa hacerse elaborando la memoria y considerando el duelo del fracaso de las luchas del pasado. Articular historia, memoria y política es, por tanto, un inmenso desafío que todo proyecto de izquierda debe enfrentar si queremos que sea posible un frente común contra el capitalismo y el neoliberalismo.

La última entrevista es a Tanya Harmer, quien a partir de su interés por los lazos entre Cuba y Chile durante el gobierno de la Unidad Popular investiga la vida de Beatriz Allende Bussi, una importante figura en la memoria del pueblo chileno, pero silenciada en la historia de Chile. Desde la microhistoria y la biografía, Harmer nos informa sobre el modo en que elaboró el libro y sobre la trayectoria política y familiar de la protagonista para mostrar el contexto, los debates y el clima social y político de los años 70. La relación entre política e historia/memoria está presente en lo que fue la transformación revolucionaria de esos años en Chile.

Por último, tenemos la reseña del libro de Tanya Harmer Beatriz Allende: A Revolutionary Life in Cold War Latin America. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2021, que aunque todavía no ha sido traducido al castellano, nos permite enterarnos e ingresar en esta importante obra que plantea elementos centrales como la imposibilidad de entender aisladamente la década de los 70, pensar la trayectoria de Beatriz desde la política de los 60 y estudiar la izquierda revolucionaria a través de la vida de esta mujer revolucionaria.

Comité Editorial Actuel Marx Intervenciones

1 Bensaïd, D. Resistances. Essai de taupologie générale, (Paris, Fayard, 2001).

2 Diario El Mercurio, 22 de mayo 1971, Santiago de Chile, «Mensaje del Presidente Salvador Allende al Congreso Nacional el 21 de mayo 1971».

3 Marín, F y Ravanal, L. Allende autopsia de un crimen. Santiago, Editorial Ceibo, 2023; y Ravanal, L y Marín F. Allende: «Yo no me rendiré».La investigación histórica que descarta el suicidio. Santiago, Editorial Ceibo, 2014.

4 Koselleck, R. «Mutation de l´expérience et changement de méthode », L’expérience de l´histoire, Hautes Études/Gallimard/Seuil, Paris 1997, p. 239.

IArtículos

La Moneda: Sitio y bombardeo,la dignidad de una derrota

Ignacio Vidaurrázaga Manríquez5

Los hombres siempre han buscado la afinidad con los troyanos derrotados, y no con los griegos victoriosos. Quizá sea porque hay una dignidad en la derrota que a duras penas le corresponde a la victoria. 

Jorge Luis Borges6

Resumen

El 11 de septiembre de 1973, se vivió en Santiago de Chile un momento histórico. El palacio de gobierno denominado La Moneda fue blanco de un bombardeo con aviones de guerra de la fuerza aérea chilena, mientras cientos de soldados de infantería y medios blindados cercaban la bicentenaria estructura. En su interior, se encontraba el presidente Salvador Allende junto a decenas de sus colaboradores. Desde ese lugar el presidente lograría grabar varios mensajes radiales. En tanto, su escolta protagonizó una resistencia armada en conjunto con otros escoltas situados en edificios aledaños. Esa defensa y resistencia alcanzaría a durar seis horas y media. Han transcurrido 50 años de ese momento.

Palabras clave: La Moneda, bombardeo, Santiago de Chile, resistencia, Salvador Allende.

Abstract

On September 11, 1973, a historic moment took place in Santiago de Chile. The government palace known as La Moneda was the target of a bombardment by Chilean air force warplanes, while hundreds of infantry soldiers and armored vehicles surrounded the bicentennial structure. Inside was President Salvador Allende and dozens of his collaborators. From there, the president managed to record several radio messages. Meanwhile, his bodyguard led an armed resistance together with other bodyguards located in nearby buildings. This defense and resistance lasted six and a half hours. Fifty years have passed since that moment.

Keywords: La Moneda, Bombardment, Santiago de Chile, Resistance, Salvador Allende

Uno: los tiempos del golpe

El verdadero golpe, o sea, las condiciones para darlo, había acontecido a lo menos con un par de meses de anticipación. Institucionalmente el gobierno estaba cercado. Se dictaban leyes para inhibir y replegar a sus partidarios. Mientras, al interior de los estamentos armados solapadamente se detectaban constitucionalistas y los golpistas comenzaban a actuar con desenfado sus planes de inteligencia y en el accionar terrorista junto a Patria y Libertad.

La desvergüenza de los medios de comunicación era también un representativo termómetro de los cambios que estaban sucediendo en las correlaciones de fuerzas. Después de los alentadores resultados electorales de marzo del 73, solo podía activarse la fuerza.

Antes que en Santiago, las provincias habían quedado férreamente controladas.

Para el día 11 faltaba lo simbólico. Faltaba el sitio al palacio. Faltaba el sometimiento a la persona más representativa del proceso.

Al inicio de ese día no se tenía la certeza de que coincidirían: el sitio y el personaje. Los acontecimientos históricos, a veces, se asemejan a partidas de ajedrez donde lo único predecible es la inevitable confrontación de piezas negras frente a piezas blancas. El resto es parte de las infinitas variables de ambos contendores, o sea, siempre impredecible.

El escenario óptimo para los golpistas era la rendición, la entrega del presidente y de sus colaboradores. La imagen deseada era el silencio. Los resistentes de La Moneda: vencidos, derrotados. Factibles de humillar. Un Salvador Allende manos arriba. Un Salvador Allende en el suelo. Salvador Allende subiendo por la escalerilla de un avión militar. Todo ello, de suceder tempranamente, haría innecesario el bombardeo a La Moneda.

Pero Allende, en ese último día, asumía que la derrota antes de ser militar era política. Y la política era su espacio de toda la vida. Entonces, tenía que moverse en un registro propio que bien conocía, donde incluso en medio de la derrota podía hacer que ocurriera una posición distinta a la que deseaban sus enemigos, representados por los insurrectos aparatos armados del Estado.

Su decisión de trasladarse a La Moneda y de desoír los llamados de entrega y de rendición, lograría a través de sus mensajes radiales, instalar una interpretación de los trágicos y definitorios acontecimientos.

No podía ser algo menor resistir durante horas a la desproporción de fuerzas, haciendo imposible el rápido asalto y control del antiguo palacio. En esas horas ese relato presidencial posibilitaría pellizcar la derrota, o sea, imposibilitar su pleno triunfo.

Mientras, en el resto del país, el territorio comenzaba rápidamente y desde muy temprano a ser controlado por las fuerzas golpistas.

Dos: un relato en disputa

08.45

Durante el transcurso de una hora y 15 minutos el presidente de manera intermitente se dirigió a la ciudadanía. Sus palabras se transformaron en una banda sonora de balances y emociones. En aquellos años, donde la instantaneidad no era lo usual, ni lo posible, Allende lo conseguiría de manera inmediata. En la medida en que transcurrieron los minutos, adicionaba nuevas informaciones que iba compartiendo con esa audiencia de cientos de miles que lo escuchaban. El desánimo comenzaba a escurrirse y se iba tornando notorio. Desde las primeras grabaciones en que el golpe aparecía circunscrito a Valparaíso y solo a la Armada, hasta la suma de nuevas informaciones, todo iría cambiando. Con didáctica, las palabras del mandatario iban configurando los escenarios, mientras su voz no podía disimular la amargura y el desaliento. La de él era la serenidad, y la actitud digna ante la derrota.7

Lo inusual es que en Santiago, a la cadena golpista de marchas y bandos de frases de orden y escasa densidad, se sobreponía una sucesión de mensajes del todavía presidente de la asediada República.

¿Cómo había podido suceder si se había planificado y operacionalizado una operación de silenciamiento de diversas radioemisoras en Santiago?

En esa mañana Salvador Allende sería escuchado en casas y calles. Habría grupos de personas que se apretujaban en torno de radios de automóviles o de radios a pilas puestas sobre vehículos estacionados. Así escucharían las últimas palabras de un hombre que había hecho de las palabras y de sus ideas las mejores herramientas.

Si las intervenciones radiales del presidente sorprendieron a los estrategas del golpe, con la resistencia armada en la esquina nororiente del palacio de La Moneda debe haber sucedido otro tanto.

Un cálculo aproximado del contingente de fuerzas reunidas en el escenario del centro de Santiago en el cerco de La Moneda era de alrededor 3.000 efectivos de infantería del Ejército con apoyo de blindados, jeeps artillados y piezas de artillería (así lo pudo documentar el proceso judicial investigativo del ministro Mario Carroza).

En tanto, en La Moneda y en sus alrededores como defensores activos en el momento más álgido hubo: 33 integrantes de la escolta, 17 detectives de la Policía de Investigaciones, más algunos francotiradores dispersos en los edificios adyacentes. Y entre ellos el presidente Salvador Allende.

El sitio de la calle Morandé comprendido entre las calles Moneda y la Alameda fue la vía de ingreso al sector del palacio que resistía. Posiblemente ahí ocurrió una de las mayores densidades de proyectiles disparados en la historia de Chile. Miles y miles para batir ese corredor, ese callejón conformado por los pisos superiores del palacio y desde los pisos más altos del edificio del Ministerio de Obras Públicas.

Tres: bombas sobre Santiago

La región metropolitana, según el censo de 1970, tenía 3.153.775 habitantes. La comuna de Santiago 289.216. Los aviones bombarderos quedarían en la retina y memoria de toda esa población.

Esas trayectorias de aviones con ruidos ensordecedores significarían un temprano e inolvidable trauma para miles y miles de niños. También, un temprano aviso para otra franja de algunos cientos o miles de militantes que en Santiago y en provincias se disponían a resistir con lo que tenían a mano como armas o medios de circunstancias.

Los bombardeos a la Moneda y a la casa presidencial de Tomás Moro –incluido el grave error del cohete que impactó al Hospital de la Fuerza Aérea en Las Condes–, todo significaba una exhibición por adelantado de hasta qué limites estaban dispuestos los golpistas.

El año1931 ocurriría el primer bombardeo aéreo de la historia de la aviación chilena. Por orden del vicepresidente de la república Manuel Trucco, un conjunto heterogéneo, pero poderoso, de aeronaves de la Fuerza Aérea Nacional –antecedente inmediato de la FACH– debía bombardear los buques de la Escuadra Nacional, que se encontraban en el puerto de Coquimbo en poder de la marinería insurrecta que protestaba por una rebaja a sus ya bajos sueldos y por la situación económica que vivía Chile a raíz de la Gran Depresión.8

El escritor Bruno Serrano ha escrito: «Toesca/no previó que La Moneda/ sería bombardeada/ se calcinarían las ventanas/ las puertas saldrían de sus goznes/ los techos arderían como pasto seco…»9.

No se trataba de los bombardeos de Hiroshima y Gernika. No, el chileno sería un bombardeo quirúrgico y preciso en sus blancos.

Luego, en el transcurso de los 17 años los golpistas superarían en horror y vejaciones, y también en apropiaciones, esa temprana marca que significaba bombardear el palacio de gobierno con el presidente en su interior junto a un centenar de sus colaboradores de mayor confianza.

Gonzalo Rojas escribe:

No quiero ver ¡no puedo! Ver morir a los hombres cada día./ Prefiero ser de piedra, estar oscuro,/ a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír/ a diestra a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.10

En los anuarios del siglo XX, en esa selección de imágenes insólitas y únicas, quedaría el palacio de gobierno chileno incendiándose, luego del bombardeo. Las fotografías del maestro Luis Poirot y otras filmaciones tornarían imborrables ese bombardeo e incendio.

Cuatro: sin alternativas factibles

No se ha entregado el presidente. No se ha rendido Salvador Allende. Los golpistas no han podido disponer de su vida ni de su dignidad. Tampoco lo han podido silenciar estando el palacio cercado y asediado por infantes junto a blindados y artillería.

Con posterioridad, la derrota del proceso encabezado por Salvador Allende tendrá indudables grises, dobles lecturas y múltiples lecciones e interpretaciones históricas.

¿Había otro escenario posible para ese día y en esas circunstancias? ¿Existió otro escenario posible para las fuerzas milicianas y armadas potencialmente existentes o por constituir en los partidos de la izquierda chilena?

El ejército paralelo y el Plan Z fue el relato canalla y trasnochado urdido por los estrategas del golpe con la pluma de Gonzalo Vial Correa, entre otros. Nada de eso existía, menos para Allende empeñado en conquistar a los uniformados y a sus mandos para el proceso.

La posibilidad de que Salvador Allende se trasladara a la clandestinidad, o refugiado en un búnker protegido por las tropas de elite cubanas situadas en dicha embajada, no pasarían de ser disquisiciones enfrentadas a lo que el presidente había resuelto mucho antes. Su decisión resultaría infranqueable y posteriormente, ya situado en medio de los acontecimientos históricos, con La Moneda asediada y luego de su último mensaje, solo se iría consolidando.

El objetivo de «ir a buscar a Salvador Allende» desde la fábrica Indumet por un centenar o más milicianos del PS y del MIR se diluyó en apreciaciones de ese momento y en el transcurrir de esos minutos y de esas horas. En la imposibilidad de sobrepasar los anillos concéntricos militares en torno a La Moneda. Además, de los tiempos de concentración y de la desigualdad operativa y de armamento. En suma, todo quedó en las intenciones y la resistencia posible alcanzó solo a constituir algunos focos, no alcanzó a multiplicarse ni articularse, tampoco coincidió en el tiempo. En las provincias los focos de resistencia se convirtieron en persecuciones y operaciones de aniquilamiento, como aconteció en algunas ciudades del sur del país.

La hora del balance

En el desenlace de esa desigual batalla quedaron como testimonios fotografías y trozos de películas. Una de esas imágenes es la de un tanque que tiene al frente y en el piso un camino de hombres tirados en el suelo. Uno de ellos es Juan Osses, Silvio en la escolta:

Ahí nos tiran de «guata» y viene el tema del tanque. El tipo echa a andar el tanque y del MOP –Ministerio de Obras Públicas– disparan una ráfaga en contra, y el tipo gira la punto 50. Yo conté los pisos y tira contra una ventana, sale una llamarada y se empieza a incendiar esa ventana; además bota un pedazo de cemento. Ahí pensé en nuestros compañeros. El tipo se concentra en eso y se desconcentra de pasarnos el tanque, que era la amenaza que teníamos. Después se calman las acciones combativas y aparece un helicóptero que empieza a disparar a los edificios.11

Ese tanque se detuvo estando con el motor en marcha, el problema es que en ese momento había demasiados testigos. Antes, en esa secuencia, en la hilera de los rendidos que van saliendo por la puerta de Morandé 80 y que con los brazos en alto se apegan al muro se aprecia una mujer, baja y delgada. Ella es Miria Contreras, la Payita, quien «desobedeciendo» las instrucciones del doctor ha permanecido hasta el final. Silvio agrega:

Considero que el ataque militar que las tropas golpistas hacen en contra de La Moneda tiene un carácter muy simbólico, así como la defensa que hará Allende en ese lugar. Desde el punto de vista militar se demostró que el gobierno de la Unidad Popular no tenía nada que hacer, salvo una defensa simbólica, épica, digamos, frente a un dispositivo de las FF.AA. y Carabineros de esa magnitud.12

El mismo evalúa el cometido de la defensa que pudieron hacer cerca de una treintena de integrantes de la escolta del presidente, nombrada como los o el GAP.

Desde el punto de vista de la defensa, nuestra única posibilidad fue resistir ese combate. Hay que considerar que desde que llegamos hasta la muerte del presidente transcurrieron casi seis horas y media, desde las 07:15 hasta las 14:00. Fue un tiempo significativo si se considera que no superábamos los veinte o veinticinco combatientes en La Moneda y menos de una docena en el MOP.13

Ese día, el proceso chileno, la vía chilena, terminaba en tragedia. Así lo escribe la poeta Elvira Hernández: «La palabra pueblo, de recónditas raíces románticas y en la cresta de la ola con cada gesta de liberación y embate revolucionario, también agonizaba».14

Cinco: la Paya, una mujer que deambula llevando muy tempranas pérdidas

La víspera, Miria Contreras, la Payita, estaría muy atenta a las señales que alertasen sobre la inminencia del golpe. En ese momento solo se desconocía el día y las fuerzas que conseguirían alinear. Como en un drama, las luces del palacio se apagaron esa madrugada; mientras el arquitecto Alberto Uranga permanecía ahí vigilante junto a un pequeño grupo. Mientras, al frente en diagonal, en el edificio de las Fuerzas Armadas había luces y se trabajaba febrilmente.

Esa mañana la Paya continuó incansable. Se dirigió a Tomás Moro a buscar refuerzos para lo que pronto comenzaría a suceder en el palacio. Entre estos iría uno de sus hijos: Enrique, quien junto a otros integrantes de la escolta resultaría capturado tempranamente. Los pacos ya se habían vuelto golpistas y junto con huir de La Moneda detenían a ese último refuerzo que había llegado junto a la Paya.

¡Que salgan las mujeres! Había ordenado Salvador Allende, pero Miria Contreras había preferido esconderse. Por ello, luego entre los rendidos estaría ahí diminuta y alerta. Por eso, pudo salir como una persona herida en una de las ambulancias. Después estuvo en la Posta Central protegida por un médico militante comunista: el doctor Álvaro Reyes. Dicen que estuvo en la embajada de Suecia. No. Que era la embajada de Cuba protegida por la bandera de Suecia. Lo cierto es que, entre los más buscados, esos de ubicar y detener, había una sola y única mujer con fotografía, nombre completo y cédula de identidad: Miria Orea Contreras Bell.

Seis: reconstruir un palacio

Cuentan que las vigas del techo y del entrepiso de maderas de roble y de ciprés traídas de los bosques valdivianos ardieron en ese incendio. Que luego se precipitaron y hundieron las techumbres. Que los escombros cayeron hacia dentro y que la elevación de los pisos operó como chimenea en dicho incendio. La imagen desde arriba de las estructuras que estaban erguidas, esencialmente eran los muros desiertos. Todo daba cuenta del daño del bombardeo. Había quedado afectado esencialmente la mitad del palacio, el ala norte desde el primer al tercer piso.

En los próximos días los golpistas se instalarían en el actual GAM, al que bautizaron Diego Portales. Mientras, el palacio de La Moneda permaneció en condición de abandono durante dos años.

En 1974 un equipo de arquitectos comenzaría a estudiar la reconstrucción, luego de ganar un concurso, entre ellos estaba un hermano de otro que sería varias veces ministro del dictador. En 1975 comenzaría la restauración o reconstrucción y después en 1981 el dictador encabezaría la inauguración.

La reconstrucción del bombardeado palacio se hacía necesaria. La historia y las historias tienen diversas formas de testimonio. Uno muy significativo son las arquitecturas, los lugares, los espacios. Del bombardeo al palacio quedaron numerosos registros fílmicos y fotográficos.

También está el registro singular de nuestras memorias. Recuerdo que, por alguna imperiosa necesidad, posterior al 11/9 salimos de nuestra casa de seguridad en el barrio Mapocho con Matucana junto a María Isabel Joüi Petersen. Éramos dos jóvenes miristas que recién habíamos alterado nuestro aspecto con ropas formales y, en mi caso, rasurado del bigote. Necesitábamos ver los efectos del bombardeo. En esa oportunidad nos fuimos caminando desde Santiago Poniente por calle Compañía y luego doblamos por Teatinos hacia la plaza de la Constitución. Debe haber sido entre el 12 y el 14 de septiembre. Como algunos centenares de personas, nos situamos en la vereda del frente a esa fachada bombardeada por calle Moneda. El sitio todavía humeaba. Era resguardado por carabineros fuertemente abrigados de casco de guerra y fusil SIG terciado. Todavía estaban algunos automóviles achurruscados por los tanques. Los postes de las banderas tenían orificios de bala. Recuerdo solo el silencio. Un pesado silencio. Entre nosotros no hicimos ningún comentario y luego de estar ahí algunos minutos, unos quince, creo, retornamos caminando hacia la casa donde estábamos junto a otros y otras del GPM-7, la estructura del MIR en la zona céntrica de Santiago.

María Isabel, la chica Marcela, posteriormente en diciembre de 1974 sería detenida y desaparecida junto a su pareja el Chueco o el Gato Renato Sepúlveda Guajardo, a su vez estudiante de medicina. Tenía 19 años, estudiaba en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

La reconstrucción y los tonos cremas actuales del palacio contienen de alguna manera esa otra pintura gris de hace apenas 50 años. Todo se mezcla y mimetiza debidamente. Pero está ahí hecho memoria.

Siete: ¿Qué han sido estos 50 años?

Hemos transitado del Chile del terror al Chile de lo posible. Muy lejos del nivel de conquistas y derechos que alcanzó o donde estuvo ese Chile antes del golpe. Cierto que han sucedido intentos. Hay nuevas preguntas junto a otras antiguas y más trajinadas.

Pareciera ser que, en la conciencia profunda de este pueblo, entre los viejos y viejas que se levantan muy temprano, viajan apelotonados en micros, trenes o en metro, para luego retornar cansados a recuperar fuerza para el día siguiente, el gobierno de Salvador Allende significa todavía una de las mayores dignidades obtenidas. Un tiempo significativo como proyecto-país.

El allendismo inspiró en un periodo de tiempo un proyecto-país. Un proyecto hoy inexistente, y quizás por eso todavía vivimos de nostalgias.

Hace pocos años en eso que llamamos plaza Dignidad el «Venceremos» volvió a escucharse desde miles de gargantas. Entonces el presidente Allende pareció permanecer como una sombra y como un buen y recordable abuelo. Posiblemente, mientras no tengamos ese nuevo proyecto-país, Allende seguirá siendo la cima.

El poeta José Ángel Cuevas escribe: «Por cuanto el deber de todo revolucionario es hacerla por cuando sólo se trataba de quererla, eh muchacho…»15

El «Nunca» Más ha quedado muy guardado en el desván, desgastado y falto de crédito. La poeta Elvira Hernández lo expresa a propósito de las protestas sociales de los últimos años:

¿acaso debía imperar la ceguera para que se perdieran tantos ojos? / repartija de frases en chorrera en busca de lazarillos / pancartas pisoteadas desalojadas cabezas revueltas / y en la tronadura y el júbilo / violeta parra se hacía humo y ceniza / oscuridad y ascua16

Después de 50 años quedan los intentos. Después de 50 años queda mucha memoria. Después de 50 años estamos cansados, pero siguen las ganas.

Los cuerpos antes han sido desaparecidos, abusados y vencidos. Los cuerpos son desprovistos de subjetividades y derechos para que sirvan de a uno, en una interminable fila a la demanda del «se necesita guardia» o «para atender tienda basta con licencia secundaria». Y siempre con celular recargado y cambiadito de funda, por supuesto.

Vivimos un eterno retorno. Hay que volver a comenzar desde Recabarren hacia acá. José Ángel Cuevas lo dice: «ESPÉRENME VA A COMENZAR UNA NUEVA ÉPOCA / sus eventos y artificios / sus templos de la publicidad, oh / la Modernidad en llamas del ex Chile».17

El golpe civil-militar y la dictadura es la fractura. Es la zanja. El quiebre luego de estos 50 años

La impunidad de las violaciones a los DD. HH. de la dictadura se entrelaza con las sucedidas posteriormente en los años de estallido social, como referencia última. Y así la impunidad es flagrante y se torna transgeneracional.

Que la dignidad se convierta en costumbre, escribió Patricio Manns en una canción dedicada a Bautista Van Schouwen.

Una intelectual mexicana de estos tiempos, Cristina Rivera Garza, escribe: «Tenemos que oír; aprender a oír. El momento de la micropolítica es, también, el gran momento de la escucha social».18

Bibliografía

Borges, J. L. Arte poética. Seis conferencias sobre poesía pronunciadas en inglés en la Universidad de Harvard durante el curso 1967-1968. Barcelona: Editorial Crítica, 2001. Traducción de Justo Navarro.

Cuevas J.A. Ex-Chile, antología poética. Chile: Valparaíso,Editorial Universidad de Valparaíso, 2021.

Hernández E. Estado de Sitio (Santiago waria, Santiago rabia y Ciudad cero). Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2020.

Hernández, E. Sobre la incomodidad, Apuntes de poesía chilena. Santiago de Chile,Ediciones Universidad Diego Portales, 2019.

Rivera Garza C. Dolerse, Textos desde un país herido. México D.F., Ediciones del cardo, 2019.

Rojas, G. Qedeshím Quedeshóth, Antología. Chile: Fondo de Cultura Económica, 2009.

Serrano, B. Olla Común. Santiago: Ediciones Literatura Alternativa, Literatura Alternativa, 1988.

Vidaurrázaga I. El MIR de Miguel, crónicas de memoria. Santiago: NegroEditores, 2021.

Vidaurrázaga I. Martes once la primera resistencia, Chile: Santiago, Lom Ediciones, 2017.

5 Escritor, periodista Universidad ARCIS, magíster en Literatura Universidad de Chile. iVidaurrá[email protected]

6 Borges, J. L. Arte poética. Seis conferencias sobre poesía pronunciadas en inglés en la Universidad de Harvard durante el curso 1967-1968. Barcelona: Editorial Crítica, 2001. pp. 61-74. Traducción de Justo Navarro.

7Vidaurrázaga I., El MIR de Miguel, crónicas de memoria, Santiago: NegroEditores, 2021, p. 245.

8 Vidaurrázaga I, Martes once la primera resistencia, Santiago: Lom Ediciones, 2017, p. 141.

9 Serrano, B., Olla Común, Santiago: Ediciones Literatura Alternativa, 1988, Literatura Alternativa, p. 20.

10 Rojas, G., Qedeshím Quedeshóth, Antología, Chile: Fondo de Cultura Económica, 2009, p. 23

11 Vidaurrázaga, Martes once la primera resistencia, op. cit., p. 167.

12 Vidaurrázaga, Martes once la primera resistencia, op. cit., p. 300

13 Vidaurrázaga, Martes once la primera resistencia, op. cit., p. 301

14 Hernández, E. Sobre la incomodidad, Apuntes de poesía chilena, Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2019, p. 45.

15 Cuevas J.A., Ex-Chile, antología poética, Chile: Editorial Universidad de Valparaíso, 2021, p. 144.

16 Hernández E., Estado de Sitio (Santiago waria, Santiago rabia y Ciudad cero). Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2020, p.108.

17 Cuevas J.A., Ex-Chile, antología poética, Chile, Editorial Universidad de Valparaíso, 2021, p.185

18 Rivera Garza C., Dolerse, Textos desde un país herido, México D.F.: Ediciones del cardo, 2019, p. 21.

Allende internacionalista: tres instantes de vida

Javier Larraín Parada19

¡Gloria eterna a Salvador Allende junto al Che, junto a Martí, Bolívar, Sucre, San Martín, O’Higgins,Morelos, Hidalgo, Juárez!

Fidel Castro Ruz

Resumen

Desde hace medio siglo la imagen de Salvador Allende combatiendo en el Palacio de La Moneda, en franco compromiso con su pueblo, recorre el mundo. En ese mismo tiempo centenares de libros y documentales se han realizado para aproximarse a su vida. Este artículo no es la excepción, en tanto nos proponemos concentrarnos en una de sus tantas facetas políticas: el origen y despliegue de su pensamiento y actividad internacionalista; de apego a la causa emancipadora de las y los humildes de Chile, nuestra América y el tercer mundo.

Palabras clave:Salvador Allende, Unidad Popular, América Latina, socialismo, internacionalismo

Abstract

For half a century, the image of Salvador Allende fighting in the Palacio de La Moneda, in a clear commitment to his people, has traveled the world. In that same time, hundreds of books and documentaries have been made about his life. This article is no exception, as we intend to focus on one of his many political facets: the origin and unfolding of his internationalist thought and activity; of his attachment to the emancipating cause of the humble people of Chile, our America and the Third World.

Keywords:Salvador Allende, Popular Unity, Latin America, Socialism, Internationalism

Labor difícil resulta ir tras las huellas internacionalistas de Salvador Allende. Esto porque su vida toda estuvo increíblemente atravesada por tal vocación, lo que inevitablemente nos obliga a viajar en el tiempo para remontarnos a la raíz y terminar preguntándonos: ¿Cuánto habrá influido en ella su ascendencia vasca? ¿O los desempeños de su bisabuelo y su hermano, Gregorio y Ramón Allende Garcés, aquel jefe de la Guardia Personal de Bernardo O’Higgins –radicado en Perú hasta mediados del siglo XIX–, y este combatiente de las huestes de Simón Bolívar en Boyacá y Carabobo? ¿O el propio pensar y accionar humanista del abuelo paterno Ramón Rojo Allende Padín?