Adúltera - José Martí y Pérez - E-Book

Adúltera E-Book

José Martí y Pérez

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Beschreibung

Adúltera es una obra polémica y moralizante, escrita por José Martí a los diecinueve años, durante su primer destierro de Cuba, en España. En medio de una exigencia extrema de lealtad, el autor retrata diferentes aristas de la especie humana a través de personajes de marcado carácter alegórico.  Adúltera tiene un final trágico: el amante muere a manos del marido traicionado y enloquecido. Martí escribió después sobre el asunto que lo inspiró a escribir esta obra: «A los dieciocho años de mi vida estuve, por las vanidades de la edad, abocado a una grave culpa. Lo rojo brilla y seduce, y vi unos labios muy rojos en la sombra; pero interiormente iluminado por el misterioso concepto del deber, llevé la luz a la tiniebla, y vi de cerca todos los horrores. Entonces, espantado, pensé en todo lo que habría de sufrir un alto hombre… y por intuición del sufrimiento bárbaro, sin haberlo en mí sentido, ni vivido jamás… pinté fogosamente en tipo eterno… aquel humano abismo en que se cae cuando caemos en los infiernos de las dudas… Todos presentan este amor simpático: yo lo presento repugnante… Es un drama apasionado y extraño en la forma…» Nos queda, junto al espíritu moral de este texto, la complejidad y los vaivenes emocionales de Grossermann, su protagonista, quien es también dramaturgo y reflexiona sobre cómo se trata el adulterio en el teatro de su época.

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José Martí

Adúltera

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Adúltera.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9897-461-4.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-074-9.

ISBN rústica: 978-84-96290-06-8.

ISBN ebook: 978-84-9897-001-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

La moral 9

Adúltera 11

Personajes 12

Acto I 13

Escena I 13

Escena II 14

Escena III 20

Escena IV 21

Escena V 22

Escena VI 23

Escena VII 32

Escena VIII 34

Escena IX 39

Escena X 40

Escena XI 41

Escena XII 43

Acto II 45

Escena I 45

Escena II 49

Escena III 50

Escena IV 58

Escena V 58

Escena VI 60

Escena VII 60

Escena VIII 63

Escena IX 64

Escena X 65

Escena XI 68

Escena XII 69

Escena XIII 79

Acto III 81

Escena I 81

Escena II 82

Escena III 84

Escena IV 86

Escena V 87

Escena VI 90

Escena VII 99

Escena VIII 99

Escena IX 101

Escena X 104

Libros a la carta 109

Brevísima presentación

La vida

José Martí (La Habana, 1853-Dos Ríos, 1898), Cuba.

Era hijo de Mariano Martí Navarro, valenciano, y Leonor Pérez Cabrera, de Santa Cruz de Tenerife.

Martí empezó su formación en El Colegio de San Anacleto, y luego estudió en la Escuela Municipal de Varones. En 1868 empezó a colaborar en un periódico independentista, lo que provocó su ingreso en prisión y más tarde su destierro a España. Vivió en Madrid y en 1871 publicó El presidio político en Cuba, su primer libro en prosa.

En 1873 se fue a Zaragoza y se licenció en derecho, y en filosofía y letras. Al año siguiente viajó a París, donde conoció a personajes como Víctor Hugo y Augusto Bacquerie.

Tras su estancia en Europa vivió dos años en México. Por esa época se casó con Carmen Zayas Bazán, aunque estaba enamorado de María García Granados, fuente de inspiración en sus poemas.

En 1878 regresó a La Habana y tuvo un hijo con Carmen. Un año después fue deportado otra vez a España (1879) y hacia 1880 vivió en Nueva York y organizó la guerra de independencia de su país. Argentina, Uruguay y Paraguay le otorgaron su representación consular en esa ciudad.

La moral

Sufrir para mí no era sufrir: era ensancharme, ser, crecer. Y desde que

la amo [a Fleisch], creo ya en la felicidad de una hora, porque a su lado me olvido de todas las miserias, y, en la tierra, la única felicidad posible es el olvido de la Tierra.

Adúltera es una obra polémica y moral, escrita por Martí en España durante su primer destierro de Cuba. En medio de una exigencia extrema de lealtad, el autor retrata diferentes aristas de la especie humana a través de personajes de marcado carácter alegórico.

Adúltera

Personajes

Fleisch (fleisch: carne), la mujer

Grossermann (hombre alto), el marido

Guttermann (hombre bueno), el amigo

Possermann (hombre vil), el amante

Acto I

Época-Siglo XVII

Marido... cuarenta años Amante... veinticinco años

Amigo... treinta años Mujer... veinticinco años

Trajes, severos y lujosos

Decoración cerrada, cuatro puertas laterales y una al foro, a la izquierda en primer término mesa, sillón y taburetes; alfombra.

Escena I

Grossermann (Solo.)

Grossermann ¡Paz de un momento, grata felicidad de ser amado, bien venidas seáis a mí! Es el hombre en la tierra dueño de sí mismo, y es, sin embargo, su mayor trabajo serlo, que el hombre es el mayor obstáculo del hombre. Y desde que lo fui, desde que empeñé esta lucha que dura en esta tierra toda la vida y ¡quién sabe cuantas vidas en otras! nunca creí en la paz, ni en el contento, ni en más felicidad que este íntimo regocijo que produce ver felices a los otros.

Sufrir para mí no era sufrir: era ensancharme, ser, crecer. Y desde que la amo, creo ya en la felicidad de una hora, porque a su lado me olvido de todas las miserias, y, en la tierra, la única felicidad posible es el olvido de la Tierra.

Cuerpo y alma son ciertamente encarnizados contrarios. No es amor estúpido de cuerpo lo que brota de mí para María: es que el ser humano no está completo en el hombre: es que la mujer lo completa: es que esta indomable vida de mi espíritu necesitaba para no caer vencida, resignación y ternura, abnegación y luz porque, si la luz se perdiera, hallaríasela de nuevo encendida en el alma de una mujer. (Corriendo al encuentro de Guttermann, que entra por la puerta del fondo.) ¡Oh, amigo, enhorabuena llegas! Complacíame ahora de venturas mías: no estaban todas juntas si no te tenía cerca de mí.

Escena II

Grossermann y Guttermann

Guttermann Fuérame dado venir contento como tú.

Grossermann Ley parece que no nazca una alegría sin que nazca al mismo tiempo un pesar, mas ¿qué tienes? ¿Te han llegado malas nuevas de tu hermana?

Guttermann (¡Mi hermana!) No, Grossermann, no: pero tiene afligida a la ciudad la desgracia de Frank.

Grossermann Pues ¿qué le ha pasado a Frank?

Guttermann ¿Recuerdas tú que amaba con pasión a su mujer?

Grossermann Y ¿lo ha engañado?

Guttermann Engañado, amigo, a él, hombre noble y generoso, con el amor del joven Alfred, vano y necio.

Grossermann Y ¿ha podido hallar esa malvada hombre superior a Frank?

Guttermann Ciegas son del alma las mujeres que engañan a sus maridos: no podía ella ver alma tan alta como aquélla.

Grossermann Y ¿lo supo Frank?

Guttermann Vive ya en otro mundo el que le robó el cariño de su mujer.

Grossermann ¿Lo ha matado?

Guttermann Hallólos al volver a su casa en plática de amor.

Grossermann ¿La mató a ella?

Guttermann No: ¿qué hombre mata a una mujer? Pero no fueron más rápidos sus ojos en mirar que sus manos en herir. Lo vio, vio sus labios en las manos de su mujer, vio los labios de la mujer sobre su frente, y los del hombre no volvieron a abrirse más: Allí quedaron fríos: ¡allí oprimió la cabeza del cadáver contra la mano que besaba, y la sacudió sin levantarla con furia que debió darle el infierno! ¡Horrible fue, en verdad, aquel beso tremendo de despedida!

Grossermann (Ya preocupado.) No de otra manera deben quedar siempre ahogados los besos criminales. Duéleme mucho, duéleme como mi mismo dolor esta desgracia de Frank. No tienes tú mujer. No sabes tú con qué cariño tan receloso se la ama, qué avaro se llega a ser de todos sus momentos, cómo este afecto que entró en nuestro corazón a la par que otros afectos, crece y se desarrolla de manera que es al cabo más grande que todos, más grande que nuestro mismo corazón. Mide tú esta inmensa felicidad: figúrate qué horrible no debe ser el dolor de perderla.

Guttermann A bien que nace con las amarguras el olvido: solo en él podrá hallar un día consuelo Frank.

Grossermann (Volviéndose a Guttermann.) Hállanlo en él solo los necios o los pobres de espíritu. ¿Cómo piensas así tú? Cuando más el pesar duerme, pero no muere: ¡ay de las almas secas en que nunca despiertan los pesares! El recuerdo vive, late, obra lenta y silenciosamente. Y hay en la memoria de esta clase de tristezas cúmulo de terribles accidentes que no se olvidan jamás. Hay un hombre que nos ha manchado...

Y ¿cómo te extrañas tú de que yo sienta el pesar de los demás? Pues dime: tú, que no consuelas a nadie, ¿tendrás derecho a que nadie te consuele en tu dolor? A más, que si a mí me preguntaran qué es vivir, yo diría el dolor, el dolor es la vida.

(Pasea.)

Me has dado en qué pensar con la desgracia de mi amigo.

Guttermann A otros dará en cambio que reír.

Grossermann (Deteniéndose enfrente de Guttermann.) ¡Reír! Y ¿se puede reír de la desventura ajena, y de una desventura tan grande?

Guttermann Lado flaco es ese de los humanos.

Grossermann (Irguiéndose.) ¡Lado estúpido! ¿No es eso tomar a broma el honor, que debe ser siempre una religión en nuestra alma? No, amigo, no; eso es de almas roídas y enfangadas.

Y a fe tienes razón; que hay quien se ríe de estas cosas. Autorzuelos hay que llevan al teatro como asunto de gorja a un marido engañado; y óyelo en paz la regocijada concurrencia, y a mí me dan mis tentaciones de poner al autorcillo ramplón de modo que jamás riera de la ajena desgracia ¡crueldad mayor!

Guttermann No es de extrañar en boca de autor esa buena voluntad hacia sus compañeros. ¡Calle, calle el envidioso!

Grossermann ¿Envidia yo? Tú no lo dices de veras. Si el ingenio que tengo no me lo debo a mí mismo, y sé que soy noble y honrado ¿qué tengo yo que envidiar? Envidia el necio, que cree que tiene algo suyo: no yo que sé que debo a merced desconocida esta palabra con que te hablo, y esta inteligencia con que la formo y la animo: (Dejándole la mano que le ha tomado al comenzar.) De estúpidos la envidia y la ambición.

Guttermann (¡Alma altísima!)

Grossermann Y ahora que dices autor, tiempo ha que ando a vueltas con la manera de llevar al teatro la solución que cumple dar al marido en el adulterio de la esposa.

Guttermann Y ¿hallaste ya la solución?

Grossermann Lección terrible, pero no para aconsejada, me da con su suceso mi pobre amigo Frank. Mato a veces a los adúlteros, a veces los perdono; pero siempre me dejan confuso y cabizbajo: no doy con ello. Cosas son estas que, antes de sufridas, no se adivinan; y luego de sufridas, ni aun debe tenerse valor para recordarlas: ¡ay! luego de sufridas se debe morir (Como apuntando ideas en su frente): ¡Qué horror, qué horror, amigo! ¡Si pensar en esto amarga tanto, un instante de sentirlo debe ser tormento inconcebible!

Pero, fuera de mí estas tristes ideas que no han de verse nunca realizadas. ¡Vaya con la cara que pones! Tal parece que he hablado para ti. ¿Es que de nuevo te enoja verme violento y exaltado?

Guttermann Y es la verdad. Parece que no hay para ti un instante de placer ni de paz.

Grossermann Y no te engañas quizá. Para un hombre digno de serlo, no hay en la vida espacio a la alegría ni al olvido. Mas yo te prometo corregirme en lo posible.

Comedia he de hacer en que pinte la cara que pone un amigo leal cuando su amigo se da a pensar en irremediables tristezas. Quédate a Dios; espérame en mi habitación trabajo preparado.

(Yéndose.)

Guttermann Y, ¿el mío?

Grossermann En la tuya te espera. (Volviendo atrás.) Pero ¿no me perdonas? (Echándole un brazo al cuello.)

Guttermann