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¿Alguna vez te has sentido perdido, sin rumbo, con miedo y atrapado en tus inseguridades? Este libro es un espejo en el que te verás reflejado y donde Tamara Gorro, después de pasar por una depresión, reflexiona sobre los temas de la vida cotidiana que nos afectan: los complejos, el dolor, el duelo, la soledad o la autoexigencia. Pero más allá de las dificultades con las que nos topamos en el día a día, Ahora que vuelvo a vivir te enseña a gestionar esos momentos duros que inevitablemente llegarán y, pese al sufrimiento, sacar el lado bueno de las cosas y encontrar la forma de recuperar la ilusión para volver a sonreír. Superar la tristeza y las adversidades es posible si te lo propones. Ahora es tu turno, confía en ti. «Y aquí estoy otra vez, escribiendo un nuevo capítulo de mi historia. Te soy muy sincera si te digo que me cuesta volver a abrir esta página en blanco, también es cierto que jamás me imaginé empezar este libro, tampoco este desenlace en mi vida actual que poco a poco irás descubriendo porque no pienso dejarme nada en el tintero. En este tiempo he vivido muchos momentos inolvidables, otros que aún me cuesta recordar y que siguen doliendo; he dejado más de una piedra en el camino, he vuelto a caer y también a levantarme; he vuelto a pellizcarme el alma, he llorado lo que no está escrito; pero también he reído y he aprendido a ver que lo más valioso lo tenía conmigo».
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Seitenzahl: 176
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18 28036 Madrid
www.harpercollinsiberica.com
Ahora que vuelvo a vivir. Cómo gestionar la tristeza, afrontar los miedos y volver a creer en ti.
© 2025, Tamara Gorro
© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
Arte de cubierta: CalderónSTUDIO
Imagen de cubierta: Shutterstock
Maquetación: Safekat
Fotografía de cubierta: Facilitada por la autora
ISBN: 978-84-1064-245-4
El día que comencé a escribir este libro tuve que parar para ir a tu lado porque estabas malito. Continué escribiéndolo en tu proceso de mejoría y lo terminé cuando ya no estabas en este mundo. Eras muy consciente del contenido de estas páginas y te sentías inmensamente feliz por haberlo logrado.
Hoy te lo dedico entero a ti, yayo, porque tú has sido una de las piezas imprescindibles para que hoy esté aquí. Te amo con toda mi alma.
Shaila y Antonio, cuando leáis esta historia, sentíos orgullosos. Me ayudasteis a todo sin ser conscientes. Sois mi motor, hijos míos.
Amigos que sois familia y familia de sangre que nunca me soltasteis. Os debo literalmente mi vida.
HarperCollins, una vez más me dais la oportunidad de sentirme libre. Gracias de corazón. Y a ti, Olga Adeva, que me hiciste saber lo que era creer en mí.
A lo largo del libro verás que hablo en femenino. Esto es porque la mayoría de mis lectores son mujeres, pero, por supuesto, estas páginas van dirigidas a mujeres y hombres por igual.
Índice
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Aclaración
La vida no para, la vida es hoy
1. El gran enemigo: la autoexigencia
Un juego que tiene reglas
Un falso estado de felicidad
2. Cuando el cuerpo empieza a devorar la mente
Detrás de lo que no se ve
Ahondando en la raíz del problema
Cuando todo cambió
En una espiral de autodestrucción hasta que llegan las pequeñas grandes victorias
3. La soledad rodeada de gente
A veces es mejor distanciarse
Tiempo de calidad
Los cimientos de las relaciones
4. Nuevos atardeceres
El dolor de las despedidas
En la mejor compañía
Tama 1 - Tamara 0
5. Lágrimas con paz
En un constante cambio
Cuidar a los que nos cuidaron
6. Crisis de ajuste
Cerrar los ojos y visualizar
El anhelo del pasado
A nadie le importa
7. Me he vuelto a enamorar
Aprender a decir adiós
Avanzar por caminos separados
8. Bendita maldita rutina
El crecimiento personal
¿Los hábitos de la serenidad?
9. Un tanto por ciento de felicidad
Confesiones en una cala secreta
Reflexiones después de una charla
10. El descanso de la guerrera
Obligaciones impuestas
La frescura del momento
Confía en ti, nunca te vas a fallar
11. Es mi turno
El poder del subconsciente
Déjate sorprender
Lecciones de vida
La vida no para, la vida es hoy
Han pasado tres años desde que publiqué Cuando el corazón llora, un libro muy especial para mí en el que me embarqué en un viaje de autodescubrimiento para saber qué era lo que estaba alterando y destruyendo mi vida sin explicación ninguna. El reto fue hacer las paces con mi pasado para poder mejorar mi presente. Fue una terapia muy intensa y sincera que me ayudó a valorar lo esencial, lo realmente importante.
Y aquí estoy otra vez, escribiendo un nuevo capítulo de mi historia. Te soy muy sincera si te digo que me cuesta volver a abrir esta página en blanco, también es cierto que jamás me imaginé empezar este libro, tampoco este desenlace en mi vida actual que poco a poco irás descubriendo porque no pienso dejarme nada en el tintero.
En este tiempo he vivido muchos momentos inolvidables, otros que aún me cuesta recordar y que siguen doliendo; he dejado más de una piedra en el camino, he vuelto a caer y también a levantarme; he vuelto a pellizcarme el alma, he llorado lo que no está escrito; pero también he reído y he aprendido a ver que lo más valioso lo tenía conmigo.
Mirar atrás me sigue dando vértigo porque estuve muy perdida. ¡Qué años tan duros! Llegué a un punto en el que no podía levantarme, me superaba la negatividad, estaba todo el día medicada, quería dejar de vivir para acabar con tanto dolor y sufrimiento.
Quien haya pasado por una depresión y por problemas de salud mental sabrá lo fundamental que es tener cerca profesionales que te ayuden y también amigos y familia que te sostengan, pero al final eres tú y solo tú la única que tiene que conseguirlo. Afortunadamente, hoy puedo hablar en pasado de todo aquello y sentir un tremendo alivio y una gran victoria porque, como te contaba líneas más arriba, jamás pensé volver a escribir al creer que la vida se me iba.
Sí, cuatro años después puedo decir que estoy curada y que he podido con esa maldita y destructiva enfermedad llamada depresión, que fue como un tsunami que arrasó y dejó muchas cicatrices en una Tamara imparable en su día a día, joven, madre de dos hijos maravillosos, con muchísimos amigos y en aquel entonces con marido. Una existencia idílica y aparentemente perfecta.
Todas las historias vividas me hicieron llegar a ese punto en el que entendí muchas cosas, les di sentido y comprendí por qué las circunstancias se habían desarrollado así y también por qué tardé tanto en encontrar una respuesta a lo que me estaba sucediendo, y no paré hasta dar con la clave. Lo que más rabia y a la vez mayor felicidad me dio es que estaba mucho más cerca de lo que creía Tamara.
No, no me he equivocado al escribir el nombre de Tamara otra vez y tampoco al hablar en tercera persona sobre ella. Permíteme que me presente de nuevo, así empezarás a comprender.
Hola, me llamo TAMA, tengo treinta y ocho años y soy mamá de dos maravillosos hijos. Me dedico principalmente a buscar mi felicidad. Mi actividad laboral es atender las dos empresas que creé hace tiempo, trabajando junto a mis compañeros día a día para obtener muchas satisfacciones personales y, por supuesto, el sueldo mensual. También continúo en televisión desde hace casi quince años, aunque en realidad diría que son cuatro porque, como irás descubriendo en el libro, nada tiene que ver desde entonces…
Me apasiona ejercer de madre, dormir a mis hijos, despertarme por la noche cuando me llaman, vestirlos, hacer deberes con ellos, prepararles la cena, ducharlos, jugar, y hacer planes los findes, eso me encanta. Aunque es cierto que hay veces que me desesperan, como ya imaginarán todas las que son madres. No hay cosa que más me guste que compartir mi tiempo con mi familia, y también, desde luego, con mis amigos. Pero si algo tengo que destacar es hacer planes conmigo misma, y eso no significa estar sola en casa. Amo cuidarme, verme bonita, hasta en pijama me gusta verme bien. El deporte es imprescindible para mí y tomarme un vino sola, también.
En el amor no me puedo quejar, diría que estoy casi cien por cien enamorada de una persona que jamás había pensado que apareciese en mi vida, pero que aún sigo en el proceso de conocer, poco a poco…
Tengo mucho carácter, pero sé controlarlo. Me fascina dialogar, la comunicación. Pedir perdón es una de mis prioridades en la vida.
Soy muy agradecida y a la vez detallista. No espero nada de nadie.
Tengo muchísimos defectos, diría que más que virtudes, pero hasta ellos me gustan porque me enseñan mucho. Claro que siendo tan exigente conmigo misma como soy hay veces que me juegan malas pasadas porque me castigo, pero al poco tiempo me perdono.
Los problemas me gusta analizarlos y darles solución, no dejarlos en el olvido, eso sería una piedra en la mochila que llevas en la espalda, y una ya tiene edad como para no cargar con ese peso durante mucho tiempo. De hecho, en este instante estoy buscando la salida a un serio problema del que me cuesta mucho hablar. Se trata de un trastorno alimenticio con el que llevo un par de años luchando y que te contaré con detalle. Quien haya vivido algo así, podrá entender lo difícil que es, las subidas y bajadas emocionales que conlleva, la lucha interna, los miedos e inseguridades a los que te tienes que enfrentar una y otra vez.
Pero hoy, al escribir las primeras páginas de este libro sobre ello, al sincerarme contigo y contarlo, ahora sí te digo que no tengo miedo, que estoy en proceso de curación y convencida de que pronto le pondré punto final.
Ya te he dado la primera pieza del puzzle de la nueva Tama, la que se reinventa día a día o, mejor dicho, la que desea seguir conociéndose, porque la de antes podría decir que está muerta pero no olvidada. Y como se suele decir, nada muere si no se olvida. De esa mujer no queda rastro, bueno, algo sí, pero intento llevarme mejor con ella. Le cogí una manía tremenda. Con mucho trabajo la he ido aceptando, sin embargo, quiero mantenerla cuanto más lejos mejor porque me ha dado muchos problemas, por no decir los peores años de mi pasado.
Y así, alejándome de ella y lamiendo sus cicatrices, he conseguido conocerme y curarme, por supuesto, con mucha ayuda profesional, aunque no ha sido tarea fácil, me atrevería a decir que fue y sigue siendo una de las cosas más difíciles que he experimentado. Pero nada se consigue si no se trabaja. Y ahora mismo es el trabajo más presente que tengo.
Después de hacer un repaso por la vida de Tamara, te he presentado a Tama, la de hoy, la que escribirá las páginas de este futuro libro.
Es un viaje que te removerá, porque cuando empatizas con alguien, lo padeces, pero a su vez estoy segura de que también lo llevarás a tu propia vida y te hará pensar, valorar y actuar.
¿Me sigues?
1El gran enemigo: la autoexigencia
Viernes por la noche. Dos mujeres de unos treinta y tantos años esperan sentadas en la mesa de un restaurante de moda.
Amiga 1: Hija, cambia la cara porque, madre mía, cualquiera diría que sales a cenar con tus amigas.
Amiga 2: Es la que tengo, bastante que salgo.
A. 1: Bastante, dice, ja, ja, ja. Si no pisas la calle, te pasas el día encerrada. Ya tocaba que nos viéramos.
A. 2: No estoy bien, no tengo ganas de nada. Repito, bastante que estoy aquí.
A. 1: Pues aprende de mí: vivir con intensidad me hace no pensar.
En ese momento entra apresuradamente por la puerta del restaurante una tercera mujer.
Amiga 3: Hola, chicas, ufff… —dice cuando toma asiento—, por fin sentada, no puedo más.
A. 1: ¡Otra quejándose! Qué barbaridad.
A. 3: Oye, bonita, solo he dicho que no puedo más, que estoy agotada.
A. 1: Pues eso, quejándote… ¡Por Dios, que salimos de cena, nena!
A. 3: Que ya lo sé, y me apetece una barbaridad, pero eso no es incompatible con el hecho de que esté agotada. Llevo desde las seis de la mañana en pie, y eso después de que los peques me dieran lo que se llama una nochecita toledana. Y luego, despiértalos, pelea con ellos para vestirlos, desayunos, colegio, corriendo al trabajo para enfrentarme a la que promete ser una jornada superintensa... Hasta que solo un par de horas después me llaman para decirme que el pequeño tiene fiebre y que tengo que salir pitando para ir a recogerlo y llevarlo al médico. «Un virus», dice el pediatra. Ya aprovecho para ir con él a hacer la compra y luego a recoger a la mayor. De nuevo en casa, tocan baños, cenas y esperar a que venga mi madre para que yo me pudiera duchar corriendo y arreglarme para llegar a la cena. Así voy, que me he puesto cualquier cosa y, tías, la verdad, estoy cansada.
A. 1: Qué agobio, no sigas, ja, ja, ja, ja. Mirad, ahí vienen las dos que faltaban. ¡Hala, menudo vestidazo te has puesto!
Amiga 4: ¡Chicaaas! Arranca la noche, yujuuuuuuuuuu… —dice la cuarta amiga que acaba de llegar, meneando el cuerpo.
Amiga 5: Vamos a ver qué pasa, porque seguro que algo sale mal… —sentencia la quinta y última amiga que faltaba.
A. 1: Oye, de verdad, ¡stop! Se impone un momento de reflexión, parece que nos han obligado a salir… Todas quejándoos. Ya sabemos, porque nos conocemos, que somos el grupo perfecto hasta para eso. Un experimento psicológico de manual porque reunimos todos los estados anímicos posibles: alegre, triste, vividora, madre y trabajadora hasta las narices sin tiempo, positiva, amargada…, pero ¿¿¿holaaaaaa??? ¿¿¿Podemos olvidarnos de todo y empezar a disfrutar??? —pregunta la Amiga 1, la más vital, la que desde el principio está animando esta noche de chicas.
A. 2: Claro, pero hacer eso significa estar en tu misma onda, vivir el momento, en este caso, la «fiesta», y a lo mejor lo que a mí me apetece es compartir con vosotras cómo estoy —dice la menos animada de todas.
A. 1: Tienes razón, amiga, os propongo algo: una ronda de cómo nos sentimos y en qué punto estamos de nuestras vidas y después, a dejarnos llevar y a disfrutar. Y si una tiene que llorar y disfruta llorando, que lo haga. Y yo la primera. Ya lo veo venir. Me apuesto lo que queráis a que eso va a pasar cuando, después de dos copas de vino, pongan en la discoteca mi canción favorita de Camela y recuerde mi juventud perdida. ¿Qué os parece?
A. 2: Vale, guay.
A. 3: OK.
A. 4: Genial.
A. 5: Sí, me gusta la idea.
A. 1, la vividora: Venga, va, pues empiezo yo misma. Siento que llevo las riendas de mi vida, y me gusta. Vivo cada segundo de manera muy intensa, sin importarme lo que digan los demás, solo me importa mi opinión.
A. 2, la deprimida/la tristona: Yo me siento mal, pero no sé por qué concretamente, son tantas cosas… No quiero salir de casa, donde mejor estoy es en la cama, arreglarme me da una pereza enorme. La verdad, llorar es lo que más hago. En ese punto estoy.
A. 3, la madre trabajadora: Yo no he llegado a ese extremo, no puedo permitírmelo, pero sí tengo la sensación de que ya no doy para más… Me abruma la misma rutina todos los días, sin poder disponer de dos minutos para mí… Niños, trabajo y casa son mi día a día. Me siento ahogada. En ese punto estoy yo.
A. 4, la positiva: Chicas, yo estoy viendo la luz. Tengo ganas de avanzar y de sentirme mejor. A ver, sufro mis bajones, pero cuando aparecen, ya no es como antes. Ahora me relajo y busco la salida con ganas e ilusión.
A. 5, la amargada: Joder…, pues yo tengo la sensación de que no disfruto de nada, que hago las cosas por inercia. Voy a trabajar porque no me queda otro remedio, y si lo que toca es ir al cine, pues vale… Es que en todo lo que hago siempre sucede algo que lo estropea…
A. 1: La verdad es que me ha encantado esto que hemos hecho, así sabemos cómo estamos. Yo os quiero con locura y sois muy importantes para mí, y sé que a todas os pasa igual. Mirad, amigas, el otro día vi una película buenísima que tenéis que ver. Os pongo el tráiler y ya nos pedimos algo para beber y cenar. Shhhh, callad, que empieza y no se oye.
Un juego que tiene reglas
La vida es un gran juego. Un juego complicado en el que en numerosas ocasiones participas sin conocer todas las reglas y, además, interpretas múltiples roles. Si yo hubiera sido testigo de este imaginario diálogo, ¿con cuál de estas mujeres me habría identificado? ¿Con la menos optimista? ¿Con la temerosa? ¿Con la madre trabajadora que se siente exhausta y culpable porque no llega a todo? ¿Con la que está dispuesta a beberse la vida a grandes tragos? ¿Con esa que ha decidido luchar y salir adelante? ¿Con la amiga incondicional? ¿Con la que no puede levantarse de la cama porque le invade la tristeza y un vacío inexplicable?
Yo soy o he sido todas y cada una de esas mujeres, pero ¿en qué punto me encontraba en ese momento? ¿Qué habría respondido de ser una de las de aquella cena? El resumen de mi estado sería anclada, estancada, sin saber adónde dirigir mi vida. Me había acostumbrado a estar tan terriblemente mal que se me había olvidado lo que era sentirse bien.
Nada más recibir el diagnóstico, depresión, empecé a leer mucho sobre esta enfermedad; los tipos que había, qué provocaba que el cerebro fuese tan traicionero y que se hiciese con el poder de tu vida. Demasiada información me agobiaba, pero probaba de todo: respiraciones, meditación, leer libros, ver vídeos, películas, documentales…
En noviembre de 2022 me entregaron un premio en Sevilla. Ese día me junté con gente que conocía, pero también, en mi falso estado de felicidad, que era tan solo un espejismo, concedí entrevistas y hablé con muchas personas. Entre ellas, coincidí con una mujer con la que conecté muy rápido. Poco a poco, no sé cómo, la conversación nos llevó a hablar de la depresión y le conté mi estado de ánimo por encima, sin profundizar. Compartió conmigo que había pasado por lo mismo y que ahora estaba en el mejor momento de su vida. Ella lo había padecido y lo había superado. Vi la luz, porque cualquier mínima cosa era una esperanza a la que agarrarme; me entraron muchas ganas de saber cómo lo había conseguido y poder seguir su mismo camino. Me habló de una terapia muy concreta y del psiquiatra con el que había llevado adelante su tratamiento.
Necesitaba cambios para avanzar, mi percepción era que los profesionales que me estaban tratando no podían ayudarme todo lo que yo necesitaba. Quizás estaba más grave de lo que imaginábamos o no, no lo sé. Lo que estaba claro es que necesitaba un cambio. Tal vez una novedad provocase en mí una motivación y quién sabe si la ayuda que yo requería. Todavía había esperanza para mí. Aquella mujer me pasó el teléfono del especialista y rápidamente me puse en contacto con él.
Un falso estado de felicidad
Recuerdo ese primer día perfectamente. Después de infinidad de analíticas muy concretas y test psicológicos, me senté frente al psiquiatra y me hizo esta pregunta:
—Tamara, ¿te traen o vienes tú sola? Es decir, te han traído sin tú querer y lo haces por los demás o vienes porque tú quieres, de forma voluntaria y con ganas.
—Doctor, vengo yo de forma voluntaria y desesperada. De hecho, poca gente sabe que estoy aquí: solo mi madre, mis yayos, mi expareja y dos amigos.
—De acuerdo, Tamara: ¿quién eres?
—¿Cómo que quién soy? —le respondí extrañada.
—Sí, ¿quién eres, Tamara?, o, mejor dicho, ¿quién es Tama, por llamarlo de alguna forma? Porque a Tamara, el personaje de tu vida, no solo en el ámbito público, ya la conoces, pero… ¿quién es Tama?
—Pues… no sé, doctor. —Me quedé pillada—. La verdad es que no sé qué contestar a esa pregunta. Nunca me la había planteado hasta ahora.
Fue en ese instante cuando me di cuenta de que empezaba para mí una etapa muy desconocida y novedosa: saber de dónde venía, dónde estaba y adónde iba.
La terapia arrancaba con algo básico, pero realmente complicado. Cuando me paraba a analizar y trataba de encontrar respuestas, no me salía ni una. «Busca tan solo una diferencia entre quién es el personaje y quién es la persona», me decía.
Te puedo asegurar con certeza absoluta que todos los seres humanos, todos, tenemos un doble papel en nuestra vida: personaje y persona.
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