Al otro lado - Cristina G. - E-Book

Al otro lado E-Book

Cristina G.

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Beschreibung

¿Qué harías si enfrente de tu piso vivieran ocho chicos? Emma Parks se muda a vivir a San Francisco con su extravagante primo Daniel mientras duren sus años de estudio. Lo que no esperaba, ni de lejos, era tener como vecinos a ocho chicos. Jóvenes, guapos y a cada cual más raro que el anterior. Kyle y Liam son parte de esos vecinos de Emma. El primero es, aparte de endiabladamente atractivo, listillo, egocéntrico y bastante idiota. El segundo es guapísimo, atento y encantador. No hay modo de evitar cruzarse con ellos y Emma se siente confusamente atraída por los dos. Tomar decisiones no es lo que más le apetezca, pero a veces no queda otro remedio. Ella tendrá que ser consciente de que haga lo que haga, traerá consecuencias.

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© Cristina G.

© Kamadeva Editorial, septiembre 2020

ISBN papel: 978-84-122428-6-7

ISBN ePub: 978-84-122428-7-4

www.kamadevaeditorial.com

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

* 1 * Los locos de enfrente

* 2 * Conociendo a los vecinos

* 3 * Fiesta de bienvenida

* 4 * Mi amigo el alcohol

* 5 * Dudas

* 6 * Las mentiras tienen las patas cortas

* 7 * Miedo

* 8 * Maldita lista

* 9 * Tres días

* 10 * Primera noche

* 11 * Más cerca

* 12 * Películas, fantasmas y Kyle

* 13 * En casa

* 14 * Una confesión y una visita a urgencias

* 15 * La culpa es de las drogas

* 16 * El beso que no pedí

* 17 * A la carrera

* 18 * Zapatillas voladoras y verdades

* 19 * KYLE POV Mi loca pelirroja (parte I)

* 20 * KYLE POV Mi loca pelirroja (parte II)

* 21 * Mensajes

* 22 * Un ángel en problemas

* 23 * Un atracador, un plan y una pelea

* 24 * Perdóname

* 25 * Las palabras mágicas

* 26 * Descubrimientos

* 27 * Solo amigos

* 28 * Lo que significas

* 29 * ¿Todo saldrá bien?

* 30 * Decisiones difíciles

* 31 * El ahora

* 32 * Nuestro momento

* 33 * La familia, ese gran problema

* 34 * Valor

* 35 * Espérame

* 36 * Separados (parte I)

* 37 * Separados (parte II)

* 38 * Tenía que pasar

* 39 * El destino

AGRADECIMIENTOS

* 1 *Los locos de enfrente

—¡Pelirroja! —exclamó mi primo.

Alcé la vista para verle acercarse a mí en el aeropuerto con una gran sonrisa pintada en los labios, un segundo más tarde me dio un fuerte abrazo rompe-huesos, hasta pensé que se me saldría el estómago por la boca. Después de dejarme libre de esa tortura, me miró de arriba abajo con sus ojos castaños.

—Joder, no te han crecido nada las tetas —espetó.

Rodé los ojos. Ya estaba acostumbrada a los repentinos actos de sinceridad de mi querido primo Daniel. Me pregunté a mí misma si realmente le había echado de menos.

—Ni a ti el cerebro —repliqué dibujando una sonrisa.

—Eso ya no tiene remedio. ¿Qué tal el viaje? ¿Algún señor roncando, alguien vomitando, niños repelentes llorando?

—Una señora tejiendo el jersey más feo del mundo a mi lado.

Daniel dejó escapar unas carcajadas. Acto seguido cogió una de mis dos gigantescas maletas y me rodeó los hombros con un brazo, familiarmente.

—Espero que esto no pese tanto porque te has traído a un antiguo novio partido en trocitos.

Chasqueé la lengua. Irme a vivir con mi primo, sin duda, había sido la peor idea que había tenido en mi vida. No sabía si sería capaz de sobrevivir al lado de semejante elemento de la naturaleza, pero tenía que quedarme en algún sitio mientras me graduaba.

Estaba claro que elegiría la carrera de Medicina, hacia donde había remado toda mi vida, y lo que consideraba mi vocación. Y evidentemente, quería obtener mis estudios en la misma universidad que mi padre, la Universidad de California, en San Francisco. Porque sí, mi padre era médico, cirujano cardiotorácico concretamente. Y por supuesto, su única hija no podía ser menos que una gran doctora.

De modo que cuando Daniel supo que vendría a su ciudad, no dudó en acosarme día y noche para que me quedara con él. Apreciaba mucho a mi primo, pero era bastante irritante, siendo sinceros, y sabía que su vida era una completa locura de la cual no me hacía ilusión formar parte. Sin embargo, me prometió que se comportaría con esos ojos que pone el gato deShrek. No pude negarme.

—Ya verás, te va a encantar —dijo visiblemente emocionado cuando doblamos la esquina hacia su apartamento.

Phoenix, el que era mi hogar, no era tan distinto de San Francisco. Ambos componían una ciudad llamativa y muy poblada, con altos edificios y muchos negocios de todo tipo. Y las palmeras eran de verdad, apunte que me encantaba. Aunque eso sí, agradecía enormemente el cambio de clima. A pesar de estar en agosto todavía, la sensación en San Francisco no era ni parecida a la sequedad y al asfixiante calor procedente del mismísimo infierno que sufría en Arizona. Había decidido mudarme aproximadamente un mes antes de empezar las clases, para poder adaptarme tranquilamente. Esperaba que vivir en esta ciudad costera ayudara a mi cabello reseco.

La zona en la que residía Daniel podría considerarse de clase media-alta. Había casas preciosas y varios edificios y apartamentos grandes. Por suerte no estaba demasiado lejos de la universidad, aunque sí debería coger el bus o el metro, y nos encontrábamos cerca del Parque Golden Gate. Saqué la cabeza por la ventanilla como un perrillo. Tenía mucha curiosidad de ver donde vivía.

El taxista paró el vehículo y nos bajamos frente a un edificio de apartamentos de color blanco.

—¡Es aquí! —exclamó y cogió mi mano emocionado, arrastrándome dentro.

Me quedé observando al entrar cogida al asa de mi enorme maleta de color morado. Había un gran patio en la zona central, tenía forma rectangular y los apartamentos se encontraban a los dos lados más largos de este. Entramos al vestíbulo donde se encontraba el ascensor y Daniel lo llamó.

—Te gustará la gente de aquí —me dijo.

—Ah, ¿sí?

No pude decir nada más, ya que el ascensor se abrió y un chico salió de él. Era bastante alto, con el pelo castaño y despeinado, que le daba un aire aniñado muy adorable. Tenía unos rasgos muy marcados y para qué negarlo, era muy guapo. Guapo de anuncio de ropa de marca.

—Hola, Daniel —saludó el chico con una sonrisa. Una sonrisa encantadora, por cierto.

—Hey, Liam —contestó mi primo.

El tal Liam me miró a mí y después de nuevo a Daniel, esperando quizás que nos presentara.

—Cierto, esta es mi prima Emma. Se va a quedar a vivir conmigo un tiempo —explicó. Después se dirigió a mí—. Liam es mi vecino. Ahora tuyo también.

—Hola —dije mostrándome lo más simpática posible. Aunque debo admitir que los dotes sociales no eran particularmente lo mío.

—Vaya, qué interesante —respondió.

¿Interesante?

Su sonrisa parecía invadir toda la escena. Me quedé mirándole como una idiota.

—¿Subimos? —me preguntó Daniel haciéndome dar un pequeño respingo.

—Sí, sí.

Nos despedimos con la mano de mi nuevo vecino, y una vez en el ascensor, Daniel me escudriñó con la mirada. Lo peor era que conocía esos ojos de Sherlock Holmes.

—No me gusta —le dije adelantándome a su pregunta.

—Ya, claro. ¿Sabes? Vive justo enfrente de nosotros.

—¿Él solo?

Mi primo soltó una estruendosa carcajada y yo fruncí el ceño, extrañada. ¿Qué es lo que le hacía tanta gracia? Salimos del ascensor en el tercer piso y comenzamos a caminar hacia la puerta de su casa.

—Solo precisamente no… —contestó.

Viviría con sus padres quizás. O a lo mejor tenía muchos hermanos. O a saber. Mis pensamientos se fueron por las ramas imaginando una enorme familia de rostro hermoso de anuncio.

Entramos en la casa y Daniel hizo un gesto de presentación con la mano. Vaya, era bastante bonita. Decorada en colores claros, tenía un gran salón central unido a una brillante cocina.

—Pantalla plana —balbuceé embobada.

—Sí, nena. Podremos ver todo el porno que quieras a gran definición —respondió sonriendo de medio lado. Yo le miré con fingida desaprobación—. Ven a tu cuarto —añadió arrastrándome de la muñeca de nuevo.

Abrió una de las puertas y dejó mi maleta en el suelo. Era quizás más acogedor que el cuarto de mi propia casa. Daniel tenía bastante mano con la decoración y cosas del estilo.

—Te has esmerado, ¿eh? —dije.

—Lo mejor para mi primita. —Sonrió. —La puerta de al lado es mi cuarto y la otra el baño. Tendremos que ponernos de acuerdo con las horas de hacer las necesidades humanas. Ya sabes, eh.

Puse los ojos en blanco. La confianza da asco.

—Vale, mientras tires de la cadena —advertí imitando el gesto. Daniel asintió con vehemencia.

—Hala, venga, coloca tus braguitas en su sitio.

—No he traído de eso —mentí con una mirada pícara.

Daniel rio y se dispuso a salir.

—Aprendes rápido, pelirroja —admitió y se alejó hacia la cocina.

Dejé escapar un suspiro con las manos en mis caderas. Este sería mi hogar de ahora en adelante. Había resultado un poco difícil dejar mi casa atrás, mi habitación, mis cosas, mis rincones y mis rutinas. Y por supuesto a mi madre, que a pesar de ser sobreprotectora y no callarse ni debajo del agua, la amaba con locura. Pero esta era una nueva etapa de mi vida, una nueva página en el libro de experiencias y —esperaba— saldría todo bien. Sería divertido.

Después de colocar mis enseres en su sitio, Daniel pidió una pizza para cenar y nos sentamos a engullirla delante de la pantalla plana que yo ya tanto amaba. Nos pusimos un poco al día, él me habló de cómo le iba en el trabajo. Daniel era enfermero. ¿He dicho ya que esta familia está obsesionada con la medicina? Iría en los genes. Yo le conté cómo me despedí de mis dos únicos «amigos» en Phoenix, y cómo mi madre me hizo prometer no quedarme embarazada.

Estábamos viendo tranquilamente MasterChef, sin embargo algo había estado rondando mi cabeza desde que habíamos llegado. De modo que ni corta ni perezosa decidí preguntar.

—Oye, el chico del ascensor, ¿cómo era? ¿Liam? —dije haciéndome la indiferente. A Daniel comenzó a formársele una sonrisilla en los labios—. No pienses cosas raras, solo quiero saber con quién vive. Antes te has reído y me da curiosidad.

—Sí, curiosidad —repitió escéptico.

—Curiosidad por mis vecinos —añadí fingiendo inocencia. Daniel cogió otro trozo de pizza.

—Pues alucina —espetó con expectación. ¿Con quién narices vivía? Se acercó a mí poniendo un tono siniestro—. Vive con otros siete chicos.

¿Cómo? ¿Siete chicos? Es decir, ocho. Ocho chicos en un mismo apartamento. ¿Qué locura era esa? Tragué saliva con algo de dificultad. Si todos eran como Liam, no sabía lo que podía ocasionar tener ocho jóvenes y atractivos vecinos. Daniel sonrió malvadamente ante mi reacción.

—¿Y por qué narices viven tantos? —pregunté aturdida.

—Supuestamente porque están pelados de pasta, y como son amigos, si vivían todos en un apartamento el alquiler les saldría muy barato a cada uno —explicó, al tiempo que engullía su pizza.

Mi mente imaginativa dibujó un Tetris con todas esas personas en un piso, que aunque muy bonito, no era excesivamente grande.

—¿Hay cuartos para todos?

—Claro que no. Tienen dos literas en cada cuarto.

—Ah —murmuré—. ¿Y tú los conoces a todos?

Daniel se recolocó en su asiento, divertido.

—Oh, sí. Son muy divertidos. —Me miró y añadió en voz baja, como si fuera un secreto—. Están todos locos.

No sabía si alegrarme o asustarme de tal información. De cualquier manera, no acababa de procesarla. Y todavía tenía muchas preguntas en la cabeza que tendría que dosificar o echaría humo por las orejas.

***

—Te toca tirar la basura, nueva —dijo mi primo asomando la cabeza por la puerta de mi cuarto.

—¿En serio? Me acabo de poner el pijama —protesté.

Daniel me miró de arriba abajo y ahogó una carcajada. Mi pijama con conejitos no era lo que se dice precisamente adecuado para salir a la calle, por lo menos si querías conservar tu dignidad.

—Vamos, estás preciosa. —Puso énfasis en la palabra «preciosa»—. No te verá nadie. Los contenedores están abajo.

—Mierda. Está bien —refunfuñé.

No pensaba cambiarme de ropa, así que si al final alguien me veía, tendría que vivir con ello. De todas formas, solo tenía que bajar en el ascensor. Abrí la puerta y primero miré por si había alguien. Menos mal que no era así. Empecé a caminar con la bolsa en la mano, llamé al ascensor dando botecitos sobre mis pies descalzos y me metí corriendo cuando llegó.

Cuando dejé la bolsa en el contenedor suspiré de alivio porque hasta ahí nadie me había visto, pero cuando me dirigí al ascensor de nuevo alguien que entraba corriendo chocó conmigo.

—Perdona —se disculpó apresuradamente, y sin ni siquiera mirarme, subió corriendo por las escaleras.

Me incliné para verle. Era un chico joven, delgado y con el pelo rubio. Tenía que ser uno de mis —según mi primo— locos vecinos de enfrente. Sonreí feliz de que no hubiera reparado en mí y por lo tanto en las pintas que llevaba.

Llegué a nuestro piso y caminé hacia la puerta, ya contenta de que había salido de mi misión sin ser descubierta. Aunque eso sería demasiada suerte para mí, supongo. Escuché un sonido, como una risita, y al girarme vi un chico apoyado en la barandilla de enfrente.

Oh, mierda.

Me quedé paralizada por un momento. Alto, piel morena y pelo oscuro. Jeans ajustados y camiseta negra. Una sonrisilla traviesa y burlona en la cara. ¿Se estaba riendo de mí? ¿Y de mi pijama? Y… Joder, era muy sexy. Inconscientemente me abracé el cuerpo como si así pudiera evitar su escáner visual. Me había vuelto estúpida pues no podía articular palabra, me estaba muriendo de vergüenza internamente. Tuve el impulso de salir corriendo. Él me miró de arriba abajo sin cortarse un pelo, ensanchó su sonrisa, mirándome descaradamente con esos ojos intensos, y después de echarme un último vistazo, se fue.

Y allí me quedé yo con el «Eh, tú. ¿Qué estas mirando?» en la boca. Sacudí la cabeza para recuperar mi inteligencia y entré en casa dando un portazo. Daniel, que estaba en el sofá, se sobresaltó.

—Wow. No rompas la puerta. ¿Qué pasa? —preguntó.

—Un tío. Uno de los vecinos de enfrente. Me ha visto y me ha parecido bastante imbécil —mascullé. Daniel se rio en voz bastante alta.

—¿Te ha visto? ¿Y te ha dicho algo?

—No —respondí, cruzándome de brazos—. Simplemente ha sonreído —añadí en tono burlón.

—Bueno, será que le has gustado. —Y volvió a reír.

—No es gracioso, ¿sabes? —gruñí sentándome a su lado.

—Es que tu pijama de conejitos es jodidamente sexy, Em —se burló con voz seductora.

—Cállate y no te metas con mi pijama —le advertí, agrediéndole con el cojín.

Vivir enfrente de ocho tíos no sería nada fácil. Había conocido a tres, el encantador Liam, el despistado del cual no conocía el nombre y aquel tío estúpido… Y sexy… Aun a mi pesar. ¿Y qué significaría eso de que están locos? Me daba la sensación de que no tenía la menor idea de dónde narices me había metido.

* 2 *Conociendo a los vecinos

Esa noche tuve un sueño realmente extraño y terrorífico, en el cual una panda de tíos psicópatas querían matarme y me perseguían por todo el edificio. Claro, yo no podía correr —cosas agradables que pasan en las pesadillas— y terminaba cayendo por el hueco entre apartamentos hasta el patio.

Algo ligeramente pesado cayó encima de mi cabeza haciéndome despertar de un salto. Daniel me había lanzado un cojín amablemente. Nótese mi ironía.

—Levanta el culo de la cama, vaga —espetó.

—Que te den, Daniel —repliqué y puse la almohada sobre mi cabeza.

Mi insensible primo no comprendía por el trance que acababa de pasar. Y sí, estaba segura de que ese sueño venía patrocinado por todas las tonterías que él me dijo sobre nuestros abundantes, jóvenes y sexys vecinos. Daniel salió de la habitación riendo con sus estruendosas carcajadas habituales. Levanté la cabeza y miré el despertador con los ojos llenos de legañas. Eran las nueve de la mañana. ¿No se iba a trabajar el muy pesado?

—Vamos, pequeña, que se te enfría la leche que con tanto cariño te he preparado —chilló Daniel desde la cocina.

Maldecí en mis adentros y me levanté a regañadientes. Caminé arrastrando mispantunflasa mi paso hasta la cocina.

—¿No trabajas? —le pregunté restregándome los ojos.

—Hoy tengo turno de noche.

Se apoyó con la cadera en la encimera y me entregó el vaso de leche.

—¿Me vas a dejar sola la segunda noche? —Entré en un pequeño estado de pánico.

—¿De qué tienes miedo? Ya eres mayorcita.

—Sí, pero…

Realmente no sabía de qué tenía miedo. O quizá sí. Inconscientemente miré hacia la ventana por la que se podía ver la del piso de enfrente. Daniel siguió mi mirada.

—Oooh, ¿te dan cague los vecinos? —inquirió con una media sonrisa.

—¿Qué? No digas tonterías —dije frunciendo el ceño.

No es que pensara que me fueran a hacer algo, simplemente me sentía extraña de estar sola en una casa nueva, en un lugar desconocido y flanqueada por ocho chicos. Y ese tío… el que se rio de mí el día anterior, no ayudaba a sentirme más segura. También era muy probable que el miedo solo fuera vergüenza.

—Tranquila, estarás bien. —Me miró con recelo—. Y si tienes miedo puedes pedirle a alguno que venga a hacerte compañía.

—Cállate. Tú sí que estás loco.

—Quizás alguien llamado Lia… —empezó con su cantinela.

—Ya basta —le corté esforzándome por ocultar una sonrisa.

—Vale, vale. Venga, vístete que tenemos cosas que comprar —dijo dejando su vaso en el fregadero.

Le lancé una mirada de odio fingida y acabé mi desayuno. Mi primo y sus insinuaciones de que me gustaba Liam. Vale, era guapo y encantador, pero solo lo había visto una vez y durante dos escasos minutos.

Ya listos, salimos hacia los ascensores cuando divisé un chico que salía del piso de enfrente. Cogí rápidamente a Daniel del brazo y lo acerqué a mí.

—Es él —le susurré.

—¿Qué? ¿Quién?

—Ese, el que se acerca, es el chico que se rio anoche de mi pijama.

Daniel miró en su dirección.

—¿Ese? Pero si es Kyle. ¡Eh, Kyle! —lo saludó levantando la mano y yo me erguí velozmente.

Kyle levantó la cabeza, aludido, y dibujó una sensual media sonrisa. Iba vestido como si se fuera a hacer deporte, camiseta negra de manga corta y pantalones de chándal, cabello despeinado, una locura de ondulaciones oscuras que tiraban en todas direcciones sin control.

Se acercó a nosotros y chocó la mano con mi primo. Me lanzó una rápida mirada de arriba abajo, a lo que yo arqueé una ceja sin poder evitarlo. Daniel me miró entonces, y me sonrió de manera cómplice.

—Esta es Emma, mi prima —le dijo señalándome.

—Ah, sí. Lo sé. —Su mirada me puso la piel de gallina, como si intentara decirme algo secreto con ella. Recordé la noche anterior y me ruboricé—. Liam nos lo comentó —añadió con desdén.

Vaya, cuanta efusividad. ¿Dónde está el «es un placer», «encantado» y demás cordialidades? Y un momento, ¿Liam les había hablado de mí? Entonces ya todos sabían de mi repentina existencia.

—¿A dónde vas tan temprano? —le preguntó Daniel ignorando que no pusiera ningún interés en mí.

—A la academia. Necesitaban la sala esta tarde así que me han cambiado la hora.

—Ah, suerte pues. Nosotros vamos a hacer unas compras. —Kyle me miró de nuevo y yo le mantuve la mirada. Sus ojos negros eran hipnotizantes. Joder, ¿por qué era tan guapo?

—Ok —respondió vagamente.

Se despidió con un asentimiento de cabeza y comenzó a bajar por las escaleras. No pude evitar atisbar su silueta marcharse antes de que el codo de Daniel aterrizase en mi brazo.

—Au —me quejé.

— ¿A ti no te gustaba Liam?

—Y dale. Que no me gusta Liam, si no le conozco —dije poniendo los ojos en blanco.

—Hablamos de físico, querida prima.

Le miré con suspicacia.

—Creo que si tienes ojos puedes ver que los dos son guapos —respondí encogiéndome de hombros.

—Ay, mi pobre pelirroja, debatiéndose entre dos hombres.

El tono de su voz adquirió un tono dramático, y me apretó contra su cuerpo con un brazo.

—Eres irritante.

—Pues prepárate, que aún te quedan seis por conocer —me recordó mientras salíamos del ascensor.

Él no sabía que había visto a un tercero mientras bajaba la basura el día anterior. El chico rubio. Aunque solo le vi de espaldas. Seis chicos más. Ojalá tuviera la suerte de que no fueran todos tan atractivos como Liam y Kyle.

Daniel y yo hicimos algunas compras para la casa, comida, papel higiénico, lo normal. Cuando nos acercamos a la caja había alguien conocido en la cola. Y como no podía ser de otra manera, era uno de mis nuevos vecinos, en este caso Liam. Daniel hizo ademán de robarle uno de los productos de su compra —zumo de naranja específicamente— y se rio al ver la expresión de sorpresa del chico. No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mi estúpida cara al ver la de Liam.

—Esperaba ver condones en vuestra compra —soltó mi oportuno primo. Pude ver cómo la cajera se esforzaba por no sonreír.

—Hola, Daniel —saludó, ignorando su estúpida frase. Después se inclinó para verme a mí—. Hola, Emma.

—Hey.

¿Hey? ¿En serio, Emma?

—¿Has venido solito? —preguntó Daniel.

—No, Scott está fuera. —Quería saber quién era Scott—. Es el único que no se queja si le arrastro a la compra —dijo riendo.

Su risa me resultó extrañamente melodiosa. Miré sobre mi hombro para ver fuera y cotillear quien era el tal Scott; no me sorprendí al ver la figura delgada y el pelo rubio del chico que chocó conmigo la noche anterior. Ahora por lo menos podía ponerle nombre.

Cuando terminamos de pagar y salimos, procedimos a lo mismo de siempre: presentaciones. Aunque esta vez fue Liam quien lo hizo. Scott simple y llanamente asintió sin mostrar atisbo de emoción alguna en su rostro. Me resultó curioso, parecía ese tipo de persona que vive completamente en su mundo particular. Además, para mi desgracia, sí, también era guapo. Tenía la cara si cabe más angelical que Liam, a pesar de su seriedad. Su cabello era tan rubio que bien podía pasar por blanco, y sus ojos claros albergaban un brillo acerado que dejaba sin ninguna duda que era mejor no meterte con él.

De este modo, caminamos los cuatro cual amigos inseparables hasta el apartamento. Puede que ya estuviera condenada a cruzarme a mis vecinos en todas partes. Los chicos hablaron de todo y de nada en el trayecto mientras yo me mantenía más o menos al margen. Tenía vergüenza. No sabía de qué hablar o cómo contribuir a la conversación.

—Emma aún tiene que conocer al resto de chicos —le dijo Daniel a Liam cuando llegamos a nuestro apartamento.

¿Qué pretendía con ese comentario?

—Se lo dije a los chicos, pero es verdad que solo nos conoce a nosotros —respondió con su dulce voz echando una mirada a Scott.

—Y a Kyle —añadió Daniel. Liam me miró algo sorprendido.

—Sí, bueno… Ha sido esta mañana, aunque en realidad ya le vi anoche, tampoco es que me haya dicho mucha cosa…

Emma, cállate.

Me callé.

—Es verdad —se rio mi primo—, anoche la vio y se rio de su pijama más sexy.

Genial.

—No es mi pijama más sexy —protesté, irritada, pegándole en el hombro. Liam tuvo el descaro de reírse entre dientes.

—¿En serio? —Se aguantó la sonrisilla al ver mi sombría expresión—. No le hagas caso, él es así. No es que se quiera burlar de ti.

No era por ser desconfiada, pero no me creía ni una palabra. Daniel repentinamente chasqueó los dedos como si hubiera recordado algo.

—¡Ya lo tengo! —exclamó con expresión emocionada.

—¿El qué? —inquirí con sospecha.

—Te haremos una fiesta de bienvenida.

—¿Qué?

—Eso estaría bien —contribuyó Liam.

Daniel miró a Scott esperando que le apoyara.

No lo hagas. No lo hagas.

—¿Por qué no? —Se encogió de hombros de manera totalmente desinteresada.

—No hace falta… —me apresuré a decir.

—Todos los recién llegados necesitan una fiesta de bienvenida —me interrumpió mi primo—. Mañana por la noche. Invitaremos a los chicos y a quien quieras. Así irás conociendo a la gente.

—Pero…

—No admito un no por respuesta, pelirroja. No seas sosa.

Maldito Daniel.

—Será divertido —intentó animarme Liam con una de sus sonrisas encantadoras.

Suspiré profunda y dramáticamente, y terminé por asentir con la cabeza. ¿Cómo podía decirles que no?

***

Una fiesta de bienvenida. Con los chicos. Liam, Scott y los demás. Y Kyle. No estaba segura de querer invitar a semejante personaje, aunque por culpa de los códigos sociales que nadie estableció, no tenía más remedio. Kyle no me resultaba muy simpático que digamos. Sin embargo, había una cosa que se me había olvidado preguntarle a Daniel después de encontrarnos con el susodicho, me distrajo con sus insinuaciones románticas o lo que su cabeza desquiciada inventase.

—¿A qué va Kyle a la academia? —pregunté sin precedente, bebiendo a morro del zumo de piña.

—Oye guarra, coge un vaso —me riñó mientras fregaba los platos. Yo le ignoré y me apoyé con la cadera en la encimera de la cocina, a su lado—. Pues va a bailar.

—¿A bailar?

—Sí, es una academia de baile. Da clases de street dance, hip hop, ese tipo de cosas. De hecho, está en la carrera de Danza.

Vaya.

Me resultaba muy extraño imaginar a Kyle bailando. Puede que no le conociera de nada realmente, pero ese tipo de afición no encajaba con él en mi cabeza. Y sin ninguna razón aparente, un gran deseo de verle bailar se apoderó de mí. Curiosidad, solo era curiosidad.

—Así que danza…

—Podemos decirle que baile en la fiesta —sugirió Daniel.

—¿Lo haría? —pregunté entre sorprendida y emocionada.

—Lo dudo. Es bastante reacio a mostrarse delante de los amigos con eso.

Mi ilusión se desvaneció como humo que sale por la chimenea. Quizás algún día consiguiera ver a aquel espécimen en plena acción.

—¿Cuánto hace que los conoces? —cuestioné, curiosa.

—Pues depende, no todos aparecieron al mismo tiempo. Liam fue de los últimos, por ejemplo. A Kyle desde hace casi dos años, más o menos, desde que se mudó aquí para entrar en la universidad.

Permanecí pensativa. Eso era bastante tiempo, parecían llevarse muy bien. Mi primo y yo siempre tuvimos una relación estrecha, de pequeños nos criamos juntos y éramos poco más que inseparables, sin embargo cuando crecimos y Daniel se mudó, la cosa se enfrió un tanto, como es normal. Hablábamos a menudo y estaba al tanto de su vida, pero nunca mencionó su amistad con sus ocho vecinos de enfrente.

—¿Son todos universitarios?

—La mayoría. Liam lo es, este será su segundo año. Aunque Tayler trabaja en una tienda de música, por ejemplo, y Damon en el negocio de sus padres, regentan una cadena de pastelerías.

Parpadeé. No tenía ni idea de quién me hablaba, esperaba descubrirlo pronto.

—¿Por qué tantas preguntas? —dijo alzando una ceja juguetonamente.

—Tengo que saber con qué clase de personas convivo. Imagina que fueran psicópatas.

Daniel soltó un par de carcajadas y se secó las manos con un paño de cocina.

—Están locos, pero son buenos tíos.

Me mordí el interior de la mejilla. Bueno, quién sabe, quizás al final de todo pudiera hacer buenas migas con esos chicos.

***

Después de que Daniel se fuera a su turno de noche en el hospital, me recosté en el sofá tranquilamente para ver una película. Mi primo me había especificado que no destrozara nada, ni quemara o inundara la casa y que si me traía a algún chico de enfrente usara protección. Era mucho más probable que incendiara la casa que su última opción.

De pronto tocaron al timbre. Me levanté a abrir pensando que quizás Daniel había olvidado algo, mas mi primo había cambiado mucho pues había adquirido la cara de Liam. Liam estaba al otro lado de la puerta a las once de la noche. Y me puse nerviosa al instante.

—Hola —saludé, notando cómo se me aceleraba el corazón. Esperé a que dijera a qué había venido.

—Esto… Hola —dijo. Parecía avergonzado. Se rascó la nuca—. Tu primo ha venido antes y me ha dicho que estarías sola esta noche porque tenía que trabajar, y me ha pedido que viniera a ver si estabas bien —explicó con cautela.

Iba a matar a Daniel.

Liam me observó un instante por debajo de sus largas pestañas, pero lo único que encontró fue que abrí ligeramente la boca, puesto que no me lo esperaba. Me pregunté cuál sería la mejor arma para asesinar a mi primo. Quizás lo ahogara en la cama con la almohada.

—Pues ya ves, estoy perfectamente —contesté con demasiada efusividad. Me sentí ridícula un segundo después.

—Ya veo. —Desvió la mirada—. Bueno, ya sabes, estamos enfrente si necesitas algo —dijo mostrando de nuevo su sonrisa, aunque se le notaba tenso.

Sentía que le estaba rechazando. ¿Debería hacerle pasar? ¿Y luego qué? No estaba segura y mi cerebro paralizado y mi corazón golpeando mi pecho como un poseso no ayudaban demasiado en la situación.

—Claro, gracias.

Le sonreí. Él me la devolvió.

—Buenas noches, Emma —se despidió y dio media vuelta.

—Buenas noches.

Lo observé alejarse hacia su apartamento, y cuando fui a cerrar, vi a alguien en la ventana de su casa, al otro lado. Era Kyle, para variar. ¿Había estado contemplándonos? Me sonrió, y yo airada, cerré la puerta con fuerza.

* 3 *Fiesta de bienvenida

Para mi suerte, nada me sucedió durante la noche que estuve sola para necesitar la ayuda urgente de mis queridos vecinos. Y más suerte todavía, Daniel estaba demasiado agotado cuando llegó a casa como para despertarme con su irritante humor mañanero.

Pero toda esa dicha no me haría olvidar el suceso que se avecinaba a mi apacible vida: una fiesta de bienvenida. Una fiesta que nunca pedí y menos aún deseé. Además iba a ser estupenda, no, maravillosa, porque conocería al resto de vecinos de enfrente. Y eso no me hacía la más mínima ilusión, más si significaba tener a Liam en mi casa después de rechazarle deliberadamente la noche anterior, si es que eso se podía llamar rechazo, y a Kyle. A ese menos todavía tenía ganas de verle.

Estuve dando vueltas en la cama hasta que me dormí, incapaz de dejar de pensar en esos dos chicos que habían irrumpido en mi vida sin permiso. Liam era jodidamente adorable, pero no tuve valor de dejarle entrar en mi casa e invitarle a un piscolabis. ¿Por qué era tan cagada? Y Kyle… bueno, después de verle con su estúpida y sensual sonrisa mirándome desde la ventana cerré de un portazo y ya no pude sacármela de la cabeza. Me mantuvo cabreada pensando que no quería cruzarme con ese egocéntrico chico nunca más. Aun y así su imagen aparecía en mi mente atormentada.

¿No podría haber tenido unos vecinos normales? ¿Una pareja de ancianos o unos calvos solterones? Daniel debería haberme avisado de esto. Sí, todo era por su culpa.

Después de dejar a Daniel durmiendo en su cuarto —a pesar de que pensé en asesinarlo—, me decidí a ir a una biblioteca cercana. Qué puedo decir, me gustaban más los libros que a un niño un caramelo. Cuando salí los nervios se instalaron en mi cuerpo pensando que, por estas del destino, podría toparme con alguno de mis vecinos. Me escabullí con rapidez del edificio y por suerte, no fue así.

Cogí el bus esperando no equivocarme de parada y acabar en el peor barrio de la ciudad. Llegué a la biblioteca después de caminar por la misma calle en la que se encontraba tres veces sin verla. Me quedé impresionada cuando entré. Era mucho más grande que a la que estaba acostumbrada en mi zona de Phoenix.

Me acerqué a la sección de novela histórica. Siempre tuve pasión por las historias ambientadas en siglos pasados, historias de amor imposibles entre miembros de clases diferentes, las guerras, las cambiantes situaciones políticas y económicas, etc. Desde que era pequeña mi madre me había leído cuentos de todo tipo, me enseñó el amor por la lectura, y me empujó a leer esos libros históricos que ella tenía en su haber. Cuando devoré todo lo que había en casa no pude más que pasar media vida en la biblioteca y en las librerías para crear mi propia colección. Gran peso con el que contaba mi maleta se debía a mis libros.

Mientras ojeaba en la estantería que se encontraba más cerca del mostrador, divisé algo que me hizo clavar los pies en el suelo. Kyle estaba en el dichoso mostrador, con un brazo apoyado casualmente en él mientras hablaba con la bibliotecaria con una sonrisilla de suficiencia en la cara. ¿Tenía que estar precisamente en esta biblioteca a la misma hora que yo? Mierda y más mierda. Le observé de reojo comprobando que no había notado mi presencia. Oh, no. ¿Estaba ligando con esa mujer? Si no era eso, básicamente se la estaba metiendo en el bolsillo. Podía escuchar brevemente su tono seductor, y encima ella se retorcía de vergüenza. Por Dios, podría ser su madre. Rodé los ojos y dejé con cuidado el libro que sostenía en su sitio. No quería que me viera, pero tampoco podía huir. ¿O sí?

—¿Novela histórica, eh?

Su voz prácticamente en mi oído derecho me hizo pegar un respingo y por poco logró que me diera un infarto.

Me había quedado embobada y ni me había dado cuenta de que se había acercado. Me giré para encontrarlo de frente. Era la primera vez que me hablaba directamente. Kyle bajó la mirada para encontrarse con la mía. Sus ojos eran preciosos. Además, olía genial.

Rayos.

—Sí —respondí, simulando que no me importaba tenerlo tan cerca—. Solo estaba echando un vistazo.

Kyle alargó el brazo y extrajo uno de los libros de la estantería. Era La catedral del mar. Lo abrió y pasó las primeras páginas.

—Esto parece un poco aburrido.

—No lo es, pero quizás ese sea demasiado. Hay lecturas más ligeras.

Él me miró como si fuera un extraterrestre bajado a la Tierra. Me contuve de hacer un mohín.

—Lo que tú digas. —Lo dejó en su sitio y elevó una ceja de manera juguetona—. Prefiero la película.

¿Entonces qué narices hacía en una maldita biblioteca?

—Al parecer vamos a vernos esta noche —añadió de pronto. Mis pulsaciones se incrementaron.

—Sí, eso parece —murmuré—. Daniel es… En fin, se empeñó.

—¿Tienes ganas?

¿Esa pregunta tenía doble sentido?

—No soy mucho de fiestas —contesté. No podía decir que no les quería en mi casa, eso sonaría grosero. Kyle se rio haciendo que me estremeciera.

Que alguien me ayude.

—Yo creo que estará bien —dijo con un tono seductor. Su voz era grave y algo rasgada. Se acercó un poco más a mí, y yo me quedé congelada en el sitio. Como una estatua—. Nos vemos más tarde.

—Vale —respondí automáticamente.

Kyle sonrió una última vez y se alejó por el pasillo. Observé su silueta, su espalda ancha ocupándolo casi todo, con esa forma grácil de caminar. Una vez le perdí de vista, suspiré. Parecía otra persona diferente. Primero se burló de mí, después, el día que nos presentaron me ignoró como si no existiera siquiera, y ahora esto. Me había hablado como si siempre lo hubiera hecho.

A lo mejor mis vecinos sí que estaban locos.

Cogí rápidamente el libro que había estado hojeando y me dirigí al mostrador. La bibliotecaria no era simpática con todo el mundo al parecer. O simplemente le decepcionaba que no fuera su querido Kyle. Pasó mi libro con desgana y me despidió. Antes de salir miré por encima de mi hombro. Él ya no estaba por ninguna parte.

***

—¿Qué es todo esto? —pregunté horrorizada a mi primo mientras sacaba botellas y botellas de las bolsas.

—Alcohol, querida Emma. —Sonrió con malicia.

—Eso ya lo sé. ¿Pero por qué narices has comprado tanto? ¿Es que quieres que acaben en el hospital?

—Pelirroja, relájate. Es una fiesta, ya sabes. Beberemos hasta que alguien baile encima de la mesa. Bueno no, no pienso dejar que pisen mi preciosa mesa.

Rodé los ojos.

Estaba demente. No tenía suficiente con una casa llena de vecinos jóvenes y guapos, sino que tendría una casa llena de jóvenes, guapos y borrachos vecinos. Genial. Estupendo.

Faltaban tan solo un par de horas para que todos vinieran a casa y empezaba a estar nerviosa. Las fiestas no eran lo mío. Yo era una persona tranquila, además no me entusiasmaba el alcohol. Tan solo recordaba haber ido a dos de ellas en toda mi vida.

Mientras Daniel se encargaba de preparar todo yo fui a arreglarme. Me decidí por un vestido azul ajustado y unos zapatos planos negros. Tampoco hacía falta más. Cuando salí, Daniel ya había colocado aperitivos, vasos desechables, había enchufado la wii y tenía los bafles dispuestos para resonar. Solo esperaba no molestar al resto de vecinos del edificio con eso.

—Oh, qué sexy te me has puesto, primita. ¿Pretendes impresionar a alguien? —comentó mirándome de arriba abajo.

—No te hagas ilusiones.

—Ya, ya. Escucha, se me ha olvidado la coca-cola. ¿Puedes mover tu culo a su casa y decirles que traigan?

—¿A casa de los vecinos? —pregunté con temor.

—¿A dónde si no? —Puso los ojos en blanco—. Vamos, vamos —añadió moviendo la mano para que me fuera.

Lo tenía claro. Mi primo Daniel no sobreviviría muchas noches más si seguía metiéndome en esas cosas. Podría haber ido él perfectamente, o enviarles un mensaje,pero nooo, tenía que mandarme a mí. Lo hacía a propósito.

Le fulminé con la mirada antes de abrir la puerta y salir. Llegué a casa de los chicos y me paré frente a la puerta. Mis manos se habían puesto a sudar y me las sequé en la parte trasera del vestido.

Vamos, relájate, no es para tanto.

Toqué el timbre y esperé. Se abrió de golpe haciendo que pegara un respingo y un chico apareció en el umbral. Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no salir corriendo y mantener mis pies en el sitio. Su expresión parecía decirme poco sutilmente que quería comerse a mis hijos. Su piel blanca destacaba con su pelo oscuro y caído sobre los ojos. Dos grandes ojeras enmarcaban su mirada, una mirada que me ponía los pelos de punta. Era guapo, sí, lo era. Pero a mí me dio un poco de mal rollo.

Me miró con curiosidad y obligué a mi boca a abrirse para hablar.

—Hola —dije de forma automática—. Soy Emma, la vecina que va a dar la fiesta. Esto…

No me dejó acabar, sonrió tímidamente y me hizo un gesto para que entrara. Espera, esa sonrisa no es lo que me esperaba.

—Claro, pasa. Soy Tayler —dijo con voz inocente cuando entramos.

¿Qué? Un chico con cara de asesino y voz dulce. Eso no tenía sentido en mi cabeza. Le miré sorprendida y luego me las ingenié para sonreírle. Tayler. El que trabajaba en una tienda de música si no recordaba mal.

—Es un placer. —Recordé por qué había ido—. Mi primo ha olvidado la coca-cola, quiere que vosotros llevéis.

Antes de que pudiera responderme escuché mi nombre. Era Liam, que se acercó a nosotros. Estaba tan guapo como siempre, pero instantáneamente me sentí inquieta recordando por qué no quería toparme con él esa mañana.

—La fiesta es en tu casa. ¿Lo sabías? —Se jactó con una encantadora sonrisa.

—Eh… Sí, claro. Pero es que nos falta coca-cola. Se lo estaba diciendo a… esto… Tayler.

—Oh, está bien. Voy a la cocina y cogeré un par de botellas —anunció mientras se daba la vuelta. Parecía un poco nervioso. Ya éramos dos.

—Entra y bueno… Siéntate dónde quieras —me ofreció Tayler. Ese chico seguía siendo un enigma para mí.

Fue entonces cuando me percaté de dónde estaba y guie mis ojos alrededor del piso. La verdad, no estaba tan desordenado como me había imaginado en un principio. Pensé que habría cosas tiradas por todas partes, latas vacías de cerveza en el suelo, pósters de mujeres desnudas y todo eso. ¿Lo normal, no? En cambio, tan solo había algunos montones de ropa en un sillón y paquetes vacíos de snacks en una mesita central. Parecía limpio y no olía a orgía. Me senté con cuidado en el sofá y esperé quietecita.

—¡Kyle, te he dicho que no dejes los calzoncillos tirados! —gritó una voz que me sobresaltó.

Un chico algo bajito de estatura salió de lo que parecía el cuarto de baño con el ceño fruncido. Tenía los ojos tan grandes que parecía un búho, pero era de alguna forma adorable. Un momento, ¿había dicho que Kyle dejaba los calzoncillos tirados? El susodicho apareció sin camisa haciendo que mis ojos se abrieran de asombro ante su atractivo y alarmantemente bronceado torso desnudo. Tuve que pegarme a mí misma una bofetada mental para cerrar la boca.

—Lo iba a recoger —replicó, divertido.

—Ahora, venga —ordenó el Búho. No sabía cómo se llamaba.

Ese chico parecía ejercer de madre del grupo. Kyle puso una camiseta sobre su pecho ignorando que yo estaba allí. Caminó hacia el salón, entonces sus ojos negros se encontraron con los míos y algo de sorpresa pasó por su rostro para después dibujar una sonrisa seductora.

—¿No podías esperar? —preguntó pícaramente. Le dediqué una sonrisa falsa.

—Recoge tus calzoncillos.

Él se rio y se dirigió hacia el baño. Uff, maldita sea, esos chicos me llevaban de cabeza.

—¿Eres Emma? —inquirió Búho acercándose a mí. Al fin me había visto.

—Sí. —Sonreí.

—Soy Damon. Perdona el desastre, estos tíos son unos guarros.

—Tranquilo… —llegué a decir antes de que Liam apareciera de nuevo en la sala.

—Estaba buscando algo que llevar. He cogido algunos aperitivos y unas cervezas también —me explicó con las manos llenas.

—Oh, no te preocupes. Mi primo ya se ha asegurado del alcohol.

Liam me miró algo aturdido y sonrió, vacilante. No supe si la idea del alcohol le gustaba o le aterrorizaba. Le ayudé con el peso de cosas cogiéndole algunas, y alguien me quitó una botella de las manos. Kyle estaba junto a mí.

—Vamos, yo ya estoy. Dejemos esto allí —dijo.

En ese momento Scott apareció con… ¿una chica? Vestía como un chico y tenía el pelo corto, pero su carita era demasiado dulce y perfecta. Tenía mis dudas. ¿Sería su novia?

—¿Ella también viene? —le pregunté en voz baja a Liam. Él frunció el ceño.

—¿Ella? —Miró en la misma dirección que yo.

—Ella en realidad es él —aclaró Kyle sonriendo con suficiencia.

Oh, mierda.

Los dos se acercaron y Scott me saludó con la cabeza. Ni siquiera se sorprendió de verme allí. El recién descubierto chico a su lado sonrió dulcemente haciendo que se formaran dos hoyuelos en sus mejillas. Dios mío. ¿Cómo podía ese rostro de muñeca ser de un chico? Encima tenía la piel muy blanca y el pelo del color del caramelo. Daban ganas de meterlo en una caja y ponerlo en una estantería.

—Hola, soy Luke —se presentó.

—Emma. La vecina de enfrente, ya sabes.

—Creía que eras una chica —soltó Kyle.

Me puse roja al instante y giré la cabeza rápidamente para fulminarle con la mirada. ¿Cómo podía ser tan capullo? Miré a Luke, que había fruncido el ceño. ¿Se había cabreado?

—Lo siento, es que no te había visto bien —mentí. De cerca incluso parecía más chica. O eso o un niño pequeñito y adorable.

—No pasa nada —dijo con un tono algo cortante. Intentaba disimular que le había molestado.

Tierra, trágame.

Kyle rio de nuevo con esa risita seductora. Le empezaba a odiar.

—Imbécil —mascullé.

—¿Ya están todos? —preguntó Liam.

—Creo que sí. Bueno, Christian lo dudo, ya sabes cómo es —dijo Luke.

En ese momento un chico aparentemente muy entusiasmado apareció en el salón. Sus orejas tenían un tamaño considerable y su sonrisa era tan inmensa que daba miedo. Cuando me vio se acercó alegremente.

—¡Hola! Soy Charlie. Tienes que ser Emma. ¿Verdad?

—Sí —respondí con una sonrisa. A pesar de todo, parecía muy simpático—. He venido a robaros algunas provisiones —bromeé y él se rio.

Ya había conocido a siete chicos. Tan solo me faltaba uno. Bueno, no había sido para tanto. Eran un grupo bastante variopinto, pero parecían agradables. Excepto Kyle, claro.

No tardé mucho en completar la lista de vecinos. Un chico salió por el pasillo pasándose una mano seductoramente por el pelo rubio. Se acercó lentamente como un puma a su presa, y cuando puso sus ojos en mí, sus labios tiraron hacia arriba en una media sonrisa. Su mirada era tan intensa que hacía parecer que estaba intentando cautivarte todo el tiempo. Y por su forma de moverse, debía de creer que era el hombre más atractivo del universo.

—Hola —saludó engatusadoramente.

Tuve el impulso de levantar una ceja, pero me contuve. Era un conquistador nato y conmigo tenía poco que hacer.

—¿Qué tal? —contesté de manera casual.

—Bueno, ahora sí. Vámonos —intervino Kyle.

Le miré y me di cuenta de que estaba lanzando una misteriosa mirada de advertencia a Christian. ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué intentaba ligar conmigo?

Al final nos pusimos de acuerdo y todos caminamos hasta mi apartamento. Daniel se sorprendió al verme con aquellos ocho chicos.

—Y eso que solo te pedí las coca-colas —dijo.

***

La esperada fiesta comenzó. Daniel puso la música bastante alta para nosotros, pero las paredes eran buenas así que intenté no preocuparme por molestar. Me dediqué a beber refresco de naranja mientras veía a los chicos jugar a juegos estúpidos en lawii.Hablamos de miles de tonterías sin sentido y reímos. No estaba yendo tan mal la fiesta.

Mi primo me hizo beber algo de cerveza y me alegré de que no estuviera muy amarga. En cambio, ellos no tenían ningún reparo en ingerir alcohol. Kyle reía más de lo normal y empezaba a decir cosas extrañas, sin embargo me resultó divertido verle así. Liam era uno de los que menos bebía, junto con Damon. Todavía sentía vergüenza en su presencia y al parecer él también, porque estaba intentando no acercarse demasiado a mí. Christian probó a seducirme alguna que otra vez sin conseguir nada. No me resultó molesto, más bien cómico. No se le daba especialmente bien cortejar a las mujeres.

Scott parecía divertirse, aunque su cara no mostrara mucho por el momento, pero la cerveza le estaba ayudando a abrirse. Luke y Tayler continuaban intrigándome. Charlie era el que más me hablaba. Estudiaba la carrera de Arte, y me contó secretos de los cuadros más famosos. Era realmente entusiasta y divertido.

Todo parecía ir bien hasta que mi primo tuvo una genial idea. Una horrible genial idea.

—¡Eh! ¿Por qué no jugamos a algo? —sugirió arrastrando las palabras cual borracho emocionado.

—¿A qué? —preguntó Kyle.

—Verdad o atrevimiento —dijo poniendo un tono de misterio.

¿Verdad o atrevimiento? Vale, eso no me hacía mucha gracia. Estaba en una casa sola con nueve hombres, ¿e iba a jugar a «verdad o atrevimiento»? Eso no podía albergar nada bueno. Maldito Daniel y sus ideas de borracho. Mas no pude hacer nada, todos estuvieron de acuerdo. Cómo no.

Nos sentamos en el suelo del salón haciendo una especie de círculo. A un lado tenía a mi primo y al otro a Damon. Justo en frente de mí estaba Liam y dos lugares más hacia allá, Kyle. Tragué saliva con nerviosismo. Tenía un mal presentimiento.

Por suerte, mi primo no empezó por mí. Le preguntó a Scott con cuántas chicas se había acostado y él prefirió el atrevimiento que consistía en ser pateado en el culo por Luke. No supe por qué no quiso decir la verdad. ¿Serían tantas que ni lo recordaba o es que era virgen? De todos modos, fue divertido de ver.

—Te ha tocado, primita —anunció Daniel pasando un brazo sobre mis hombros. Me tensé en el sitio. Mierda. Conociendo a mi primo podría hacerme cualquier cosa—. ¿Verdad o atrevimiento?

—Verdad —murmuré. Pensé que sería mejor que cualquier locura que planeara hacerme.

—Muy bien. Allá va. —Tragué saliva de nuevo—. ¿Te acostarías con Liam?

Joder. ¿Qué pregunta era esa?

Todos estallaron en silbidos. Liam me observó con los ojos abiertos y su cara pasó por todos los tonos de rojo, al igual que la mía seguramente. Dios mío. No podía contestar. Liam me atraía, pero eso estaba muy lejos de decir a los cuatro vientos algo semejante. ¿Cuál era la verdad? ¿Quería hacerlo? Si decía que sí, sería demasiado violento para seguir viviendo y si decía que no también lo sería. La única opción era huir.

—Prefiero el atrevimiento —balbuceé. Daniel soltó una carcajada y Liam bajó la cabeza, avergonzado. Me quería morir.

—Está bien. Entonces dale un beso a Kyle. Un beso de verdad —puntualizó.

¿Qué? ¡¿QUÉ?! ¿Cómo podía ser alguien tan capullo? ¿Besar a Kyle? ¿En serio? No podía hacer eso. No podía. ¡Qué vergüenza!

Miré a mi primo con todo el odio que pude albergar en mis ojos, advirtiéndole una muerte segura. Me las pagaría.

—Eres un cabrón.

—El juego es así, Em. Venga.

¿No podía decir que no? Esto era demasiado.

—No lo hará —se pronunció Kyle, divertido.

Le miré por primera vez, estaba contemplándome con una sonrisa socarrona y egocéntrica plantada en su bonita cara, sentado con evidente tranquilidad. Él estaba seguro de que me acobardaría. Se creía que era una niña inexperta y aburrida. Me dio rabia. Me dio mucha rabia. Y eso fue suficiente impulso.

Me levanté de mi sitio y me acerqué a él. La cara de sorpresa que intentó disimular me hizo tener ganas de reír. Me senté a su lado cuando Luke me dejó espacio. No dejé de mirarle a los ojos, desafiante. Él parecía perplejo, sin embargo, se las arregló para sonreír de manera triunfante. ¿Quién se creía que era? Le besaría y callaría su estúpida boca.

Kyle esperó inmóvil y yo me acerqué lentamente mientras sentía las miradas emocionadas de todos puestas en mí. No estaba siendo tan fácil. Su cercanía era demasiado abrumadora. Olía tan bien. Cuando estuve a milímetros de él me detuve. El corazón parecía querer salirse de mi pecho y de repente tenía mucho calor. Desvié la vista a sus labios. Eran tan carnosos y aparentemente suaves.

—¿Vas a hacerlo? —susurró envolviéndome con su cálido aliento. Le miré a los ojos y vi que tenía la vista clavada en mis labios. Ay, Dios—. Porque si no, lo haré yo.

Cerré los ojos en el instante en que cogía suavemente mi cabeza y me acercaba a su boca. Cuando sentí sus labios sobre los míos me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Eran irresistiblemente suaves y deliciosos. Al principio fue vacilante y lento, pero pronto abrió la boca para intensificarlo. Ya no sabía dónde estaba. No había nadie alrededor. Era como si hubiera creado una burbuja. Y eso no debía de ser nada bueno. No podía darme el lote así rodeada de todos. Intenté alejarme de él a regañadientes cuando mordió mi labio inferior juguetonamente y se apartó. Abrimos los ojos y nos quedamos mirando en silencio. En ese momento no sabía si quería salir corriendo o volverle a besar.

Al fin los aplausos exaltados de mi primo y las carcajadas y voces de los chicos nos devolvieron al mundo real. Me separé rápidamente de él y volví a mi sitio. Daniel me dio unas palmaditas en la espalda y continuó con su torturador juego. Atisbé a Kyle disimuladamente y algo se revolvió dentro de mí cuando vi que me observaba.

Joder.

Me acababa de enrollar con Kyle. Y lo peor era… que me había gustado.

* 4 * Mi amigo el alcohol

Después de lo sucedido en la dichosa fiesta, tan solo podía huir de la situación; y esa situación tenía nombre propio: Kyle. Para mi gran desgracia. Por culpa de un primo que, por lo visto, no me quería lo más mínimo, había terminado besándome con Kyle. ¡Con Kyle! Vale que había sido algo increíble, que sus labios eran suaves y excitantes, pero solo era un error. Ese chico era un engreído y yo no le soportaba.

Lo que había pasado tenía que quedarse en un simple juego porque eso es lo que era para él. Tan solo quería retarme para burlarse de mí. Olvidarlo y evitarle era lo único que podía hacer, ni siquiera era capaz de mirarle a los ojos.

Como la tensión se había instalado en la sala, decidieron dejar de jugar a esa tortura y yo aproveché la oportunidad para escabullirme al baño. Dentro, me lavé la cara y miré mi reflejo en el espejo. ¿Por qué me pasaban a mí estas cosas? ¿Y por qué no dejaba de pensar en el beso? Sacudí la cabeza como si así pudieran irse los pensamientos estúpidos de mi cabeza. Pero no funcionaba.

Alguien tocó a la puerta.

—Em. ¿Eres tú, no? ¡Sal ya que me estoy meando! —Era mi primo, cómo no.

Abrí la puerta de golpe haciendo que Daniel retrocediera un paso. Le fulminé con la mirada con toda la intensidad de la que fui capaz.

—Wow. Qué cara de mala leche. ¿Estás enfadada? —preguntó arrastrando las palabras.

Obviamente Daniel ya estaba borracho y eso solo hacía que me dieran ganas de empujarle con un dedo puesto que seguro caería al suelo. Entonces le patearía el culo y me reiría de él.

—Nooo. ¿Por qué iba a estar enfadada? ¿Por qué me has hecho besar a Kyle quizás? —escupí con sarcasmo. Mi primo puso sus dos manos en la entrepierna para aguantar inútilmente las ganas de ir al baño.

—Lo has hecho porque has querido. Ahora no me eches la culpa.

—¡Eso es mentira! —Daniel sonrió.

—Te ha gustado.

Dibujé una mueca de asco.

—No —mentí.

—Vamos, lo siento. Solo es un juego. Tómatelo a broma, como él. Ahora déjame entrar que se me sale.

Me dio un pequeño empujón y entró al baño cerrando la puerta. Y yo me quedé allí plantada como una imbécil. Que me lo tomara a broma. Claro. Como él; Kyle se lo había tomado a broma por lo tanto yo estaba en lo cierto. Le vi a la otra punta del salón mirándome de soslayo. Por lo visto yo era la única idiota que había sentido algo. Tenía que dejarlo pasar, pero no sabía si sería capaz sin una ayuda.

Después de no sé cuántas copas de no sé qué bebida, el asunto del beso empezaba a tener gracia. Todo empezaba a tener gracia. El regusto del alcohol en mi garganta no era muy agradable, pero la sensación de estar en otra dimensión donde no había tensión sí lo era. Al menos por ahora.

Los chicos estaban como cubas. Bueno, casi todos. Por lo visto jugar a la wii borracho era mejor que sobrio, eso sí, no acertaban ni una. Luke, que aún conservaba sus motrices básicas, se acercó a mí.

—¿Todo eso te lo has bebido tú? —preguntó. Seguí su mirada a los vasos de plástico vacíos en la mesa. Eh… Sí, había sido yo.

—Eso creo —respondí. Vaya, mi voz sonaba horrible. Luke pareció pensativo cuando se formó una pequeña arruga en su frente de muñeca.

—¿Intentando olvidar algo?

Mierda, ¿me había pillado?

—No. —Estuve a punto de eructar después de ese no—. Solo quería divertirme.

—Yo no te veo muy alegre.

Hice una mueca. El maldito chico/chica tenía razón. No me estaba divirtiendo una mierda. Pero si mis neuronas estaban lo suficientemente mareadas como para no pensar, no tendría que pensar en Kyle, ni en sus labios, ni en Liam, que había pasado toda la noche evitándome descaradamente. Tampoco le culpaba, no había tenido valor de decir si me acostaría con él, en cambio sí de besuquearme con Kyle delante de él.

Oh, joder, soy una persona horrible. Y ahora soy una persona borracha y horrible. Mejoro por momentos.

—Oye —le dije dispuesta a cambiar de tema—, siento lo de antes. Ya sabes, haberte confundido con una chica —pronuncié lo último en voz baja como si fuera secreto.

Luke miró a otro lado y ladeó la boca dejando un hoyuelo adorable en su mejilla. Vaya, le había vuelto a molestar. Cuando volvió a mirarme su expresión se había relajado.

—Olvídalo. Pero no sé cómo te equivocaste, soy muy masculino, ¿eh? —dijo y sonrió.

No pude evitar elevar una ceja. Seguro. Lo era, en otra vida. Sin embargo no pude contradecirle, ya le había ofendido bastante así que asentí con una sonrisa. Una sonrisa que se vería extraña debido a mi embriaguez.

—En este momento estás siendo más masculino y decente que los demás —dije, mirando cómo mis vecinos hacían el imbécil en el salón mientras jugaban a la consola.

Luke se rio y se recolocó el pelo que le caía sobre la frente con soberbia.

—Los chicos son idiotas… Entiendo cómo debes de sentirte rodeada por todos estos —masculló divertido. Miró su vaso y me lo acercó—. ¿Quieres? Está bueno.

Por poco dibujo un puchero ante la comprensión. Probé lo que contenía su vaso, sabía dulce, ni siquiera creo que llevara alcohol. Aunque llegados a ese punto tenía la lengua más seca que un gato de escayola, no era mucho lo que mis papilas gustativas captaban. Desafortunadamente, al momento de tragar algo desagradable subió a mi estómago y me sentí mareada.

—¿Estás bien? —me preguntó Luke cogiéndome del brazo.

—Eh… Sí. —Tenía que salir de allí—. Voy a tomar el aire.

Luke me miró con preocupación y finalmente asintió. Creo que mi cara lo decía todo. Quería estar sola. Ya estaba harta de esa fiesta. Ya estaba harta de ver a Kyle y Liam ignorarme. Mientras me acercaba a la puerta vi a Liam mirarme de reojo, no pareció gustarle mi aspecto porque frunció el ceño. Daniel levantó el brazo llamando mi atención cuando cogí el pomo de la puerta.

—Hey, ¿a dónde vas?

Le hice un gesto con la mano para hacerle entender que saldría, pero de todos modos él caminó hacia mí. Me miró fijamente a los ojos como si buscara algo.

—Estás borracha —afirmó.

—Tú también.

—Pero yo estoy acostumbrado, tú no. ¿Estás bien? —preguntó cogiendo mi cara.

—Que sí. —Le aparté la mano—. Solo quiero tomar el aire.

Daniel me observó con recelo.

—Bueno, no tardes.

Asentí y salí al rellano. El alivio que sentí al notar el aire fresco de la noche fue instantáneo. Inspiré fuerte y después lo solté todo. Me acerqué a la barandilla y apoyándome, observé el cielo nocturno. Era una sensación agradable después del ruido y el calor de la casa. Ya no me sentía tan mareada. Cerré los ojos, relajada, y entonces percibí una presencia que me envolvía. Al abrirlos vi una mano apoyada en la barandilla, me giré lentamente para encontrarme con Kyle. Estaba muy cerca de mí, atrapándome con su cuerpo. Mi mirada se encontró con la suya y me quedé paralizada. Sus ojos estaban algo vidriosos debido al alcohol, mas su expresión era tan intensa que deseé salir corriendo.

Di un paso atrás liberándome de su atracción.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué estás aquí fuera?

—Quería despejarme. ¿Tienes algún problema? —No sé por qué me ponía a la defensiva.

—Estás borracha y seguramente has salido porque estabas mareada. No deberías estar sola.

¿Acaso ahora se preocupaba por mí?

—No me va a pasar nada, tranquilo —escupí con desprecio. Kyle me miró fijamente y mi corazón empezó a latir desbocado.

—Estás enfadada por el beso, ¿verdad?

Mierda. Dejé escapar una risa que sonó demasiado estridente. Parecía una borracha loca.

—¿Por qué iba a estarlo? Solo ha sido un juego, ¿no?