Amor se dice àst - Moruena Estríngana - E-Book

Amor se dice àst E-Book

Moruena Estríngana

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Beschreibung

Cordelia y Braden vivieron un dulce y corto amor adolescente, marcado por una triste despedida bajo un manto de estrellas. Pensaban que no volverían a verse, pero el destino que es muy juguetón, los reúne años más tarde en un crucero por el Mediterráneo.  Cordelia tiene casi treinta años y su última historia de amor no fue como ella esperaba. Lo que menos desea ahora es complicar su vida, pero eso será así cuando se reencuentre con Braden y el deseo los consuma con solo una mirada y sea casi imposible estar lejos de su vikingo, como ella cariñosamente lo llama. Ahora toca decidir si vivir cada instante o perderse entre las miles de excusas que impiden el dejarse llevar. La vida se compone de instantes y Cordelia y Braden deben aferrarse a cada uno de ellos aun a riesgo de amarse al segundo siguiente y tener que lidiar con la horrible despedida... o no. Porque el destino ha jugado sus cartas entrelazando sus caminos, es hora de que ellos entren en el juego y marquen su propio destino. Amor, deseo, pasión y todo esto con Islandia de fondo y un viaje por el Mediterráneo. ¿Te lo vas a perder?

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Índice de contenido
Entradilla
Créditos
Dedicatoria
Prólogo
Parte 1 Inocencia
1
2
3
4
5
Parte 2 Deseo
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
Parte 3 Amor
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
Epílogo
Agradecimientos
Más Nou editorial

.nóu.

EDITORIAL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Título: Amor se dice ÁST.

© 2022 Moruena Estríngana.

© Imagen de portada:Shutterstock.

© Diseño y maquetación: nouTy.

Colección: noweAme.

Director de colección: JJ. Weber.

Primera edición febrero 2022.

Derechos exclusivos de la edición.

©nouEDITORIAL™2022.

ISBN: 978-84-17268-64-0

Edición digital marzo 2022

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Más información:

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noueditorial / Facebook

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A mi marido y a mi hijo.

Os quiero.

 

 

 

Prólogo

 

 

 

—¿Vas a estar bien? —preguntó Cordelia, de cuatro años, aferrada a su padre cuando este estaba a punto de irse de viaje.

—Claro, pequeña.

El hombre se fue con el corazón encogido al escucharla llorar. Y esto pasaba siempre que se marchaba de casa por un tiempo. O siempre que tardaba en llegar. Su hija no recordaba por qué, pero él sí y preferían callar que recordarle aquel trágico día.

Lo dejaron estar, creyendo que olvidar era la mejor medicina, que era la mejor forma de avanzar. Al fin y al cabo, Cordelia estaba bien y con el paso de los años dejó de llorar por alejarse de su padre. Pensaban que el daño estaba curado.

Pero hay momentos de nuestra vida que, aunque no recordamos, si no se superan, nos marcan los pasos que damos en nuestro futuro, transformándose sin querer en una piedra en el camino que no nos deja avanzar hacia nuestro destino.

♡ ♥ ♡

Cordelia estaba nerviosa. Su padre no paraba de ir de un lado a otro en Reikiavik para ver Islandia a su gusto. Cada vez que lo perdía de vista, se ponía nerviosa y sentía una opresión en el pecho que no la dejaba respirar. Como ahora. Estaban esperando a su guía para ir a ver el lugar donde Julio Verne dijo que estaba el centro de la tierra, en el glaciar Snæfells, y su padre no había vuelto. Estaba en una librería buscando el libro en islandés. Lo tenía ya en varios idiomas porque era su preferido, y lo quería también en ese.

Su madre avisó de que llegaba el mini bus. Alzó la mirada para verlo. Paró a su lado y de él bajó un muchacho poco mayor que ella que tenía doce años. Cordelia se quedó tan embelesada, que por un segundo se le olvidó que estaba preocupada por su progenitor. El joven se le acercó y le sonrió con la sonrisa más preciosa que había visto en su corta vida. Su joven corazón emitió un latido diferente mientras lo contemplaba. Su padre llegó e iniciaron el viaje. Descubrió que se llamaba Braden y que se había trasladado a vivir con su tío. No se entendían, no sabían hablar el mismo idioma, pero ambos se quedaron prendados del otro y eran innumerables las miradas que intercambiaron en los días que duró aquello.Se buscaban aunque solo fuera para dedicarse una sonrisa y un tonto saludo con la mano, como diciendo: estoy aquí.

Pero el final llegó al mismo tiempo que las primeras mariposas que Cordelia iba a sentir en su vida por alguien. La despedida fue callada pero sentida. Una mirada, una leve sonrisa, un adiós con la mano antes de alejarse y volverse de nuevo para ver a ese chico que le enseñó a hablar sin pronunciar palabra. Hasta que Braden fue hacia ella, tiró de su mano y la abrazó en un gesto que la pilló por sorpresa.

Fue un abrazo corto, pero de esos que son eternos y perduran para siempre en el tiempo. Cordelia tenía tan claro que nunca más volverían a verse, como que nunca podría olvidarse de él.

Pero el destino juguetón tenía otros planes. No había acabado de jugar con los caminos de estos niños que poco entendían de la vida y del amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte 1

Inocencia

No hay amor más puro

ni más corto que el primero…

 

 

 

Capítulo 1

 

 

 

Cordelia

—Dime que no harás nada raro. —Pido a mi padre antes de irme de viaje con mis compañeros del curso de inglés a Islandia.

—Te lo prometo, princesa. —Mi padre me abraza con fuerza y me cuesta mucho dejarlo ir. Siento un miedo atroz a que le pase algo.

Me despido de mi madre, y mi hermana mayor me pone la mano delante para que no la toque.

—Que me quitas el maquillaje y quiero hacerme unas fotos para Instagram.

—Como quieras.

Mis compañeros me avisan y abrazo una vez más a mi padre. Es la primera vez que me alejo de ellos tanto tiempo. Tengo que hacerlo, no puedo vivir anclada en el miedo de que si no estoy cerca de ellos les pasará algo. Tengo que avanzar.

A punto de perderlos de vista me giro y les digo adiós con la mano. Me cuesta mucho no llorar. Tal vez nadie entienda esta opresión en el pecho, este miedo, por eso me trago el dolor y pinto una sonrisa en mi cara.

Mis padres casi me han obligado a ir a este viaje, ahora espero pasarlo bien.

Entramos en el avión y me siento cerca de la ventana. Cuando despega, cierro los ojos hasta que ya ha pasado lo peor y nos dejan quitarnos los cinturones. Busco mi libreta de bocetos y al abrirla veo pegado el dibujo que le hice a ese joven islandés hace años. Braden. La verdad, no creo que nos encontremos de nuevo, pero ese viaje, si fue especial hace seis años fue por él. Detrás del dibujo está escrito mi primer relato, inspirado en él, mi vikingo, e inocente de mí lo titulé: Amor se dice Ást. Ahora lo hubiera titulado de otra forma. Pero por aquel entonces no podía dejar de recordar su abrazo, mientras me alejaba de su lado. En ese instante, de verdad, me sentí volar. Sonrío al recordarlo.

Observo el dibujo sabiendo que no es de los mejores que he hecho. Solo tenía doce años y lo pinté en el avión, mientras aún notaba danzar las mariposas en mi tripa tras nuestra despedida. Desde entonces he salido con chicos y he tenido parejas. Uno de mis ex está sentado a pocos metros de mí, pero sé que nunca he sentido al mirar a alguien esa misma magia. Tal vez solo fuera porque éramos pequeños, y cuando la inocencia está presente, todo parece más idílico.

Desde luego ya no soy esa niña y sé que verlo es casi un imposible.

♡ ♥ ♡

—¿Podrías dejar ya esa dichosa libreta tuya? —me pica Eva, mi compañera de clase de inglés, cuando saco el cuaderno al llegar al aeropuerto de Reikiavik, en Islandia.

Llevamos casi un día viajando. Estoy agotada y, aunque he dormido un poco en el avión, necesito descansar. A pesar de ello, quiero anotar todo lo que he visto al llegar. Este sitio me entusiasma ya que mi padre siempre me ha contado cosas de él. Empezó su afición por culpa del libro Viaje al centro de la tierra de Julio Verne y, desde entonces, no ha parado de investigar sobre este lugar.

Tras volver a España y no haber podido comunicarme con Braden por no saber mucho inglés, me apunté a una academia, ya que en Islandia casi todo el mundo habla el islandés y el inglés. Y ahora, regreso a Islandia con mi grupo de compañeros de esa academia. Pero sigo siendo un poco mala para los idiomas. No son lo mío, y mira que lo intento. Me cuesta hablar con fluidez el inglés y no entiendo todo lo que hablan.

Sé que es imposible reencontrarme con Braden, pero no puedo negar que la idea de hacerlo, me tiene un poco nerviosa desde que mi profesor Izan nos propuso este viaje. Tal vez por eso guardé su relato en mi libreta.

—Déjala tranquila —le indica Elena, que es con la que mejor me llevo de este pequeño grupo.

—Yo es que simplemente la ignoro —respondo.

Eva nos saca la lengua y se marcha con Zaira del brazo. Son íntimas.

Sergio y Pablo están hablando de todo lo que pensamos hacer, y Victoria no para de hacer fotos. Nos hace una a Elena y a mí antes de unirse a nosotras.

No somos demasiados en este viaje, ya que muchos compañeros han preferido no venir. En parte mejor, así estamos más tranquilos.

—Estoy deseando verlo todo —comenta Victoria feliz antes de hacer fotos para su Facebook.

Victoria tiene un montón de libros de guías y en ellos podemos ver que, con los días que vamos a estar, no tendremos tiempo para verlo todo. Estamos en mayo y seguro que nos quedaremos sin ver la aurora boreal; pero aun así, la última noche de nuestro viaje haremos una acampada para observar el cielo estrellado y rezar por verla.

Cuando vine con mis padres y mi hermana tampoco conseguimos verla. Aunque yo estaba tan fascinada con Braden que lo mismo ni la hubiera mirado. No podía despegar mis ojos de él.

Salimos a la calle para buscar a nuestro guía. Vamos abrigados, pero incluso así, el frío nos golpea con fuerza; y eso que, según nos ha dicho el profesor, este año no está haciendo mucho frío. Claro que, si lo comparamos con el calor de Valencia, para mí esto es pleno invierno.

—Iremos al hotel para dejar las cosas antes de empezar con las rutas —nos informa Izan mientras busca al guía.

Sigo con la mirada a una joven que va corriendo hacia un hombre que la espera con un ramo de rosas. Al llegar a su lado, salta a sus brazos y las flores caen al suelo entre risas y besos de la pareja.

Victoria hace una foto sin que salgan sus caras y la sube a las redes sociales.

—Enamorada del amor —dice.

Un autobús que tenemos justo delante se marcha lleno de gente y entonces veo a lo lejos otro más pequeño con un cartel en donde está escrito el nombre de nuestra academia. Estoy a punto de informales de que es el nuestro, cuando me quedo petrificada.

Es el mismo guía que nos ayudó hace años a mi familia y a mí, y a su lado hay un chico rubio increíblemente atractivo que bien podría ser Braden.

La idea de que sea él se me hace tan irresistible y tentadora que me asusta. No soy la mejor de mi academia, pero ya me puedo defender con el inglés.

No puedo dejar de observar al chico para confirmar desde lejos si es Braden o no, ya que mis recuerdos están difusos tras este tiempo y hemos cambiado. Ya no somos esos niños.

—¡Allí! —grita Eva—. Joder, qué bueno que está el vikingo. ¡Me lo pido!

—Dudo de que les guste que les llames así —apunta Elena.

—Le llamaré como me dé la gana —responde Eva—. Sobre todo, si consigo meterlo en mi cama.

Eva se retoca el pintalabios y va corriendo hacia el pequeño autobús.

Andamos hacia allí todos juntos y, al llegar hasta Arni, el tío de Braden, le tiendo mi maleta. Por su mirada sé que no me ha reconocido y es normal, pues por aquí ha pasado mucha gente.

—Hola, estamos aquí para ser vuestros guías. Mi nombre es Arni y el rubio de la puerta es Braden —nos informa y confirma mis sospechas.

Noto que el estómago se me retuerce. Me permito mirar a Braden y, estando así de cerca, sí que lo reconozco; aunque ha cambiado y su belleza es más madura. Es increíblemente guapo. Noto mariposillas revolotear en mi tripa por los nervios de tenerlo delante. Me cuesta hasta tragar y ahora mismo, mientras ando, me tiemblan las piernas.

Deseaba este encuentro, pero no lo esperaba.

Sus ojos azules me devuelven la mirada y por su forma de escudriñarme, me pregunto si me reconoce. Algo imposible con la cantidad de personas que debe conocer cada semana. El abrazo que compartimos no debió de ser igual de intenso para él que para mí. Entonces me sonríe y pienso que sí sabe quién soy, y eso hace que mi corazón dé un vuelco.

Sonrojada, dejo mis cosas y voy hacia delante.

Braden me mira cuando llego a su lado, de cerca es aún más impresionante y mucho más guapo. Los años han perfilado su cara y no sé si ahora mismo lo miro como una boba. Me tiende una mano amable para ayudarme a subir al autobús. Estoy a punto de cogerla, perdida de nuevo en sus preciosos ojos azules grisáceo, cuando Eva me empuja hacia dentro del autobús y la coge ella.

Me estampo sin mucha elegancia contra el asiento del conductor; mortificada, me marcho hacia el fondo del vehículo. No me ha dado tiempo a preguntarle si me reconoce. La verdad es que no sé si me atreveré a preguntárselo. Tal vez su sonrisa sea la que dedica a todos los viajeros.

Saco mis cascos y mi libreta, y me pongo a crear mi mundo.

Me gusta escribir, pero no soy buena cuando se trata de acabar historias; por eso, desde hace poco tiempo, intento escribir relatos; condensar lo que tengo en mi mente en pocas páginas. Primero hago un dibujo y sobre él, creo un relato. Solo he acabado uno, el que le hice a él cuando era pequeña. El resto son ideas a las que no sé cómo dar forma.

Mis compañeros se acomodan antes de que el autobús se ponga en marcha y noto que alguien se sienta a mi lado. Alzo la vista y veo a Braden observando mi dibujo. Noto un leve cosquilleo donde se rozan nuestras rodillas. Sé que todo es producto de lo que sentí hace años. De verlo de nuevo. Aun así, necesito un segundo para calmarme.

—Sigues dibujando tan bien como recordaba. —Agrando los ojos y lo miro impactada. Me ha hablado en un perfecto inglés.

Cuando vine la primera vez, me pilló dibujando y no dudó en dibujar cosas en mi libreta. Sus dibujos eran preciosos y los guardo con mucho cariño.

—¿Me recuerdas? — le pregunto en inglés. Él asiente.

—Sí, pero he hecho trampa. —Sonríe y su sonrisa es más preciosa de lo que recordaba. Sigue hablando en inglés, me parece que será la tónica para comunicarnos ahora. Intento entenderlo todo—. Soy el que hace las reservas para mi tío y cuando vi tu nombre y apellidos, me acordé de ti. Tengo mucha memoria y por eso sabía que vendrías. Te recordé porque fue el primer viaje que ayudé a mi tío. Esta vez sabes hablar inglés… ¿Me sigues?

—Más o menos… Soy la peor del grupo con los idiomas, pero no he tenido problemas en entender lo que me has dicho. ¿Me hubieras reconocido si no?

—Al mirarte de cerca sí, pero has cambiado. Te has convertido en una mujer muy hermosa. —Me sonrojo.

Braden observa la libreta. He dibujado sus ojos. Ha cambiado mucho. De niño tenía un aire dulce, ahora tiene una mirada enigmática y sexi. Ya no es ese niño inocente. Y se nota en seguida. Emana mucha seguridad en lo que hace.

Voy a preguntarle más cosas cuando Eva se sienta a su lado y acapara toda su atención con su perfecto inglés. Tener a Braden tan cerca está despertando muchas cosas en mí.

Cuando vine con mi familia, Braden era muy dulce. Siempre estaba pendiente de mí. Me gustaba que, pese a no entendernos, el lenguaje universal de los gestos nos ayudara a comprender al otro. Estar cerca de él fue lo mejor de mi visita y creo que me perdí más en sus ojos azules que en estos bellos paisajes.

Intento dejar esos pensamientos a un lado hasta que noto una mano en mi barbilla que me guía hacia la ventana. Tiemblo por su contacto y noto como mis mejillas se tiñen por esto.

Aparta la mano y me señala el exterior.

—Te estás perdiendo paisajes increíbles, Cordelia.

—Tienes razón.

Su contacto aún cosquillea en mi cara, aunque ha sido un gesto impersonal y rápido.

Decido hacerle caso y me pierdo en el exterior. Cuando veo el mar, lo miro impresionada por su fuerza. Braden se levanta cuando su tío lo llama para que se ponga delante. Deja tras él su perfume y huele de maravilla.

—Este chico es mucho hombre para ti, Cordelia —me dice Eva—. Eres demasiado inocente.

Los de la academia saben que soy virgen porque mi exnovio, Sergio, con el que salí un mes, se lo contó a todos cuando lo dejé por no querer ir más lejos. Lo miro. Es moreno, guapo y un idiota cuando lo conoces a fondo.

—Me da igual lo que pienses, Eva.

Eva y yo no somos amigas. Nos soportamos y hasta ahí.

—¿Y por qué sabe tu nombre?

—Vine hace años con mi familia y él y su tío fueron nuestros guías.

—Es lo que tiene tener un nombre tan feo, que es complicado olvidarlo.

Mi nombre salió de un libro que apasiona a mi madre. Es distinto y a mí me gusta. Lo que piense Eva me da exactamente igual.

—Lo que tú digas. —Paso de ella.

—Me marcho delante para ver a Braden más de cerca.

Llegamos al hotel que tenemos en Reikiavik para descansar antes de empezar con las rutas turísticas. Al bajar, Braden está ayudando a todos y, cuando es mi turno, nadie puede evitar que mi mano se una a la de él. Y al tocarnos ahí está ese leve cosquilleo vibrando entre nuestros dedos. Lo miro a los ojos mientas lo toco y parece que pasa una eternidad hasta que recuerdo cómo se baja del autobús.

Me sorprende lo caliente que está. Yo sigo helada, y ahora mismo parecemos hielo y fuego, que es como se conoce a esta preciosa tierra.

—Nos vemos pronto —me dice en un perfecto inglés que entiendo sin problemas.

—Claro —respondo.

Entiendo el inglés mejor que lo hablo. Así que suelo hacerlo poco porque mi pronunciación es muy mala. Ahora pienso que siempre hay algo que me separa de Braden. Primero porque no sabía nada de inglés y ahora, que soy penosa con los idiomas.

Separo nuestras manos cuando bajo y voy a por mis maletas. Siento el frío posarse entre mis dedos y añoro su calidez.

Nos indican a qué hora nos esperan antes de alejarse.

—Te mira de una forma especial —me indica Elena—. Para fastidio de Eva.

—Me ha reconocido del viaje que hice hace seis años con mis padres. Solo eso.

—Está como un queso. Dan ganas de pegarle un bocado. —Me golpea cómplice—. Luego le preguntaré si me deja hacerle fotos para mis redes sociales.

Nos marchamos al hotel y como el viaje ha sido largo prefieren dejar la primera excursión para el día siguiente. Me marcho a la cama pensando en Braden y en su dulce sonrisa, además de en lo increíblemente guapo y sexi que es.

 

 

 

Capítulo 2

 

 

 

Cordelia

 

Abro los ojos y miro por la ventana, donde no hay cortinas ni persianas, por lo que el sol entra con libertad. En mi reloj son apenas las cuatro de la mañana. Soy de las que duermen con la persiana bajada y me gusta que entre el amanecer, pero lo justo. Me doy la vuelta en la cama y me tapo con la manta. Imposible. No consigo dormirme.

Cojo mi libreta y me pongo a pintar hasta que escucho a Elena, que duerme conmigo en el cuarto, quejarse de la luz.

—¡No puedo dormir con tanta luz! —grita y se tapa la cabeza con la almohada—. A mí me ha pasado lo mismo.

Me río y sigo dibujando, pensando en mi siguiente relato. Braden es mi inspiración y me muero de ganas de dar vida a esta nueva historia; pero hasta entonces, me conformaré con los esbozos que mi mente imagina.

Bajamos a desayunar y encontramos a nuestros otros compañeros y al profesor ya en el comedor. Eva se ha pintado más que yo en todo un mes. Lleva tantas capas de pintura que parece que, más que maquillarse la cara, ha dado vida a un lienzo de óleo.

—Eva se ha pasado un poco —me susurra Elena al oído.

—Querrá impresionar a Braden —afirma Victoria por detrás de nosotras, dándonos un susto—. Y se ha puesto escote… Alguien debería explicarle que aquí hace un frío que pela.

—Yo creo que es el bañador —nos informa Pablo, y lo miramos.

—¿Alguien más quiere opinar? —pregunta Elena.

Pablo sonríe.

—Vamos a las piscinas termales. ¿Se os ha olvidado?

—No, pero eso es esta tarde —respondo—. Yo me cambiaré luego.

Desayunamos lo más rápido que podemos y vamos a donde hemos quedado con los guías para ir a visitar la ciudad; después, para terminar nuestra excursión, iremos a una de las piscinas termales. Al salir nos topamos con Arni, que está solo, y siento cómo la desilusión me invade.

Estamos empezando a andar cuando veo a Braden acercarse con esos aires de modelo que tiene sin proponérselo. Su seguridad al andar hace que la gente lo observe por el magnetismo que desprende.

Y me ve, me pilla observándolo como una boba. Amable, me saluda.

—Hola, Cordelia. —Su voz me encanta. Si hablara español ya sería todo perfecto.

—Hola —respondo.

—¿Qué tal has dormido? —se interesa.

—Me cuesta dormir cuando amanece sin…

—Persianas —me ayuda Elena—. Su inglés es un poco malo.

—Vaya. Yo aún no sé mucho español —responde Braden—. Pronto lo conseguiré.

Por lo que sé, Braden es dos años mayor que yo, aunque parece más porque su mirada es muy madura; solo reservada para personas que han conocido mucho mundo.

—Mi inglés, por el contrario, sí es perfecto. —Eva agarra a Braden para ir con él al autobús.

—Eva se ha propuesto acostarse con él antes de irnos. Si no quieres que te lo levante, espabila —me indica Elena cuando nos quedamos a solas.

—No quiero nada con él.

—Solo mirarlo como una idiota —responde mi exnovio por detrás —. Que se te cae la baba, bonita.

—¿Os podéis meter cada uno en vuestros asuntos y dejarme un poco en paz? —les digo a todos los cotillas que tengo siempre cerca.

Me pongo al final, cuando Arni empieza a andar viendo a Eva comerse con la mirada a Braden. Es mejor dejarlo pasar y centrarme en el viaje, ya que la primera vez que vine me centré más en Braden que en este bonito lugar.

Comenzamos con la excursión, paseando por esta ciudad llena de casas de colores. Arni nos comenta que los colores vistosos son, en parte, para los oscuros días de inverno. La ciudad no tiene muchos años como tal, si la comparamos con otras capitales, ya que se erigió como ciudad en el siglo xviii. No llega a los ciento treinta mil habitantes, y de hecho, en toda Islandia son apenas trescientos mil.

El tío de Braden se ríe cuando nos comenta que hay más ovejas que personas, y su sobrino también se ríe. Lo miro un segundo antes de recordarme que es mejor centrarse en todo menos en él y en lo perfecto que es. Pongo mi atención en lo que dice su tío mientras disfruto de esta bella ciudad, hasta que habla de que hay muchos escritores. Nos indica que nueve de cada diez islandeses han escrito un libro y nos señala una librería donde padres e hijos disfrutan.

—A ti que te gusta escribir, este sería tu sitio ideal —me dice Elena que conoce mi afición por los relatos.

—O no, porque entre tanto arte yo no destacaría —respondo.

—¡Qué poco crees en ti! Si eres buena y tienes que brillar, lo harás y punto.

Seguimos andando por la ciudad y me llama la atención cuando dice que no hay apenas árboles en toda la isla, que los que hay, los han plantado no hace muchos años pues los talaron antiguamente para construir las casas, quedándose sin ninguno.

La otra vez no me enteré mucho de lo que decía. Íbamos en un grupo grande y no escuchaba lo que contaba.Además, mi padre solo quería visitar el lugar en el que se inspiró Julio Verne para crear el libro Viaje al centro de la tierra y no paraba de hablar contándonos lo feliz que era por estar cerca del lugar que inspiró a su escritor favorito.

Paramos a comer algo y afortunadamente se quedan con nosotros para aconsejarnos. Nos sentamos a la mesa y, aunque Eva trata de ponerse al lado de Braden, al final no sé qué sucede que este se sienta a mi lado.

—¿Te ha gustado el paseo?

—Sí, pero siento que quedan muchas cosas por ver.

—No os ha llevado a mi lugar preferido. A mi tío no le gusta mucho. Un día, si quieres, te lo puedo mostrar.

—Claro, sería genial.

No lo conozco apenas, no sé nada de él, pero es tenerlo cerca y sentir la electricidad pasar entre nuestros cuerpos, junto a unas poderosas ganas de reír. Nunca me he sentido así. Tal vez sea por estar lejos de casa, porque es tan guapo o porque el frío me ha helado el cerebro. No lo sé, pero al final va a ser verdad que esta isla tiene magia, porque al lado de Braden siento que es así.

Empezamos a comer y me cuesta terminar mi plato. Braden me da un golpecito en el brazo y me dice que coma. Me señalo la tripa y pongo mala cara. Asiente y se levanta a la barra. Al poco vuelve con una infusión y me hace el gesto de que me la beba.

—Gracias, tengo el estómago revuelto.

—Pues con esto estarás mejor.

Como algo más tras la infusión. En realidad, me encuentro así por tenerlo a mi lado, por sentir su cuerpo tan cerca del mío y su rodilla acariciar la mía de forma accidental.

Al acabar se toman unos cafés. Yo prefiero no tomar nada más.

Braden se marcha para hablar con alguien y yo me voy fuera del bar con mi cuaderno a tomar notas para los relatos que quiero escribir sobre este lugar. Antes de pintar nada, he escrito a mi familia para ver cómo están y mandarles fotos. Me dicen que están bien y que disfrute. Me alivia ver que todo está bien por casa.

Al final acabo dibujando algo para hacer tiempo hasta que salgan los demás.

—Precioso —afirma Braden poniéndose a mi lado en el banco.

En seguida soy muy consiente de él. Mi cuerpo no para de vibrar. Nunca me ha pasado esto con nadie, con alguien que no sea él la verdad, es raro. Pero me gusta.

—Gracias.

—Me gustaría saber más cosas de ti.

—Y a mí saber más inglés.

—Tu tierra. España me tiene fascinado. Me gustaría mucho ir.

—A mí me tiene enamorada… Es preciosa.

Me gustaría contarle miles de cosas de mi tierra, pero ahora mismo las palabras se me desdibujan en la cabeza y me cuesta hilar más de una frase seguida. Me hace señas para que le deje la libreta y lo hago. Lo observo a mi lado pintando con sus largos dedos. Tiene una mano muy varonil y me pregunto qué hace conmigo.

De reojo veo a Eva mirarnos con rabia, y la ignoro. Espero que tarde en hacerse notar y me deje un poco más para disfrutar de Braden a solas. Como ya me pasó hace años, me cuesta entender por qué Braden está cerca de mí. Tampoco me quejo porque, desde que lo vi la primera vez, me gusta que eso sea así. Y si hubiera cambiado al vernos, sé que me hubiera entristecido que solo yo reviviera este sinsentido.

Me pasa la libreta y compruebo que ha dibujado un duendecillo.

—¡Es precioso! Ahora me toca a mí, que el lenguaje del arte sí lo sé hablar.

Sigo dibujando con él a mi lado, atento a mis pinceladas. Lo observo de reojo alguna vez y está muy pendiente de lo que hago. Pensé que me saldría mal, por los nervios que me produce su presencia, pero al final dibujo un hada bastante decente.

—¿Me lo puedo quedar? —me pregunta, y no lo dudo. Arranco la hoja y se la firmo con la fecha de hoy—. Gracias. Lo guardaré siempre.

Asiento y toda la magia se rompe cuando Eva sale y se sienta en medio de los dos sin ocultar su descaro.

—El café está muy rico. ¿Qué hacéis? ¿Dibujitos? —se interesa al ver lo que tiene Braden entre las manos—. ¡Qué infantil eres regalándole un dibujo!

—Lo que tú digas. Me voy al hotel para cambiarme para el balneario —les indico cansada de las tonterías de mi compañera y sin querer que estropee más mi momento.

El resto de mis compañeros no tarda en venir. Elena me pregunta qué tal con Braden y le enseño su dibujo.

—No sabes cómo me arrepiento de no saber más inglés —me quejo a mi amiga—. Sabes que me encanta hablar y con él no puedo hacerlo.

—Bueno, por lo que me has contado —le conté la historia antes de venir—, esta vez al menos habláis algo.

—Eso sí.

—Solo está de paso en tu vida, Cordelia. No lo olvides. Da igual si hablas más o menos con él. Ya sabes lo que es decirle adiós y eso no va a cambiar.

—Lo sé.

Aparto la mirada. No me gustó despedirme de Braden la primera vez. Me costó y era solo una niña. En esta ocasión, somos más adultos y sé que, una vez más, una parte de mí se quedará entre este frío paisaje.

Algunas personas llegan a tu vida para dejar una marca imborrable en tu piel.

—Por cierto —comenta Elena—, cuando te fuiste, Braden se marchó con unos amigos que estaban en al bar, cosa que a Eva no le gustó ni un pelo, como te puedes imaginar.

Mi sonrisa se acentúa. Elena me guiña un ojo y se va para cambiarse. Nos recogen con nuestras bolsas. Braden nos espera en la puerta del pequeño autobús y nos ayuda a todos a subir. Tras dejar mi bolsa, voy hacia allí y cojo su mano. Se ha convertido en mi atracción preferida desde que llegamos.

Me parece notar una caricia antes de soltarme una vez he subido. Voy al fondo del autobús y me siento en el mismo lugar que la primera vez. Al poco, Braden entra y se acomoda a mi lado. Cómo no, con Eva a su otro lado que no para de hablar y de contarle cosas de España en un perfecto inglés que ahora mismo sí envidio.

Llegamos demasiado pronto a las piscinas termales. Braden se levanta antes de parar y, una vez más, ayuda a todos a bajar. Yo salgo la última y, para mi desgracia, Eva ha tirado de él para que le ayude con su bolsa. Me quedo privada de sentir su contacto un poco más.

Voy a por mi bolsa escuchando a Eva hablar con Braden. Entramos al balneario y Arni nos explica lo que tenemos que hacer. Nos tenemos que duchar antes de salir a la piscina. El agua está muy caliente y huele un poco a azufre. Ya lo veo normal.

Al salir a la piscina me cuesta quitarme la bata por el frío que hace. El sol se ha escondido, aunque creo que sale muy poco en esta ciudad. Debe de haber unos catorce grados. Estoy helada y mojada.

Mis compañeros se quitan los albornoces y corren hacia la piscina. Decido hacer lo mismo.

El cambio de estar helada al agua tan caliente, que creo que leí oscila sobre los treinta y ocho grados, es maravilloso. No quiero salir de aquí. Huele a azufre y el agua es entre blanca y azul. Hay mucha gente. Está lleno. Nos ha explicado Arni que entre los habitantes es muy común venir a estas piscinas a menudo y que aquí hacen reuniones dentro del agua con los amigos.

El balneario se llama Blue Lagoon, lago azul, y me puedo imaginar por qué recibe ese nombre. El agua azul clarita contrasta con las piedras negras volcánicas. Vamos hacia las piscinas termales y hacemos lo que vemos, que es ponernos un barro blanco en la cara y en parte del cuerpo. Todos estamos muy monos con la cara pintada de blanco. Me da lástima no tener la cámara para hacer una foto a mis compañeros. A Elena le pasa lo mismo.

El baño es muy relajante y nos quedamos bastante rato dentro del agua. Al salir, tras cambiarnos, no nos espera nuestro autobús con el que, al tener la tarde libre para disfrutar del balneario, hemos quedado para mañana.

Vamos a nuestro hotel andando porque los guías ya se han ido. Nos hacemos un montón de fotos en todos lados. Eva siempre saca morros y pecho en todas las fotos, y en algunas, las demás la imitamos hasta que se cabrea y nos persigue corriendo. Sergio y Pablo también la imitan y se enfada, por lo que promete no hablarnos en todo el viaje.

—Por fin —dice Elena.

Seguimos andando y nos fijamos en que muchas personas van con un jersey de lana peculiar.

—Me llaman la atención sus jerséis de lana —comenta Victoria.

—A mí también. Mira allí, hay una tienda que los vende —señala Pablo.

Entramos tras avisar al profesor y vemos varios jerséis típicos. La mujer, que sabe español, nos cuenta que son de lana de oveja y que es lo que más protege del frío.

—El precio no, porque compras uno y te quedas pelado como la oveja —comenta Elena por lo bajo, pero por la cara de la dependienta se nota que la ha escuchado.

—La calidad se paga —responde muy dulce la mujer.

Le preguntamos un sitio para cenar o qué hacer esta tarde, y muy amable nos indica varios lugares. Al final no nos compramos los jerséis, pero sí unos muñecos muy graciosos de adorno con gorro de gnomo. Salimos y Eva se pone muy pesada con que quiere ir al centro comercial al ver un anuncio de este. Izan accede por no escucharla.

Vamos al hotel para dejar las cosas y miramos el plano para saber cómo podemos ir hasta allí. Y eso hacemos en medio de la lluvia, que ha comenzado no hace mucho, con nuestros chubasqueros puestos.

Al llegar al centro comercial veo que es un lugar precioso, pero tras la belleza que hay en el exterior, me quedo con esa grandeza. Eva y Zaira quieren ir de tiendas, y eso nos agota a todos, hasta que decidimos dejarlas por su cuenta y quedar en una hamburguesería.

Cuando regresan, nos sentamos para cenar.

—¡Braden! —grita Eva como una loca antes de sentarse.

Braden alza la cabeza y al vernos sonríe. Nos saluda amable. Le devolvemos el saludo y le pedimos a Eva que lo deje en paz, porque no está trabajando.

Eva lo hace reticente y Braden sigue a lo suyo, aunque de vez en cuando, al observarlo, lo pillo mirando hacia aquí. También me fijo en cómo una bonita chica pelirroja se le acerca mucho y le habla al oído. Parece que hay algo entre los dos y eso me baja un poco de la nube en la que he estado. Me recuerda que esta es su realidad y no la nuestra, que lo que vivo con él es como en mis relatos: corto e intenso.

 

 

Braden

Intento seguir la cena con mis amigos sin mirar a la preciosa española que una vez más ha removido algo en mí. La primera vez solo era un niño perdido que poco entendía de todo. Y solo pensaba en conocer mundo, y ahí estaba ella, tan perdida como yo. Sin hablar, nos entendimos.

Ya no queda nada en ella de esa niña, aunque en sus ojos sigue reinando esa inocencia que los años y los desengaños no le han hecho perder. Tal vez por eso dudo un segundo antes de mirarla de nuevo. La pillo mirándome de reojo con sus grandes ojos castaños. Tiene tanta luz en su mirada que me pierdo en ella.

Si algo he aprendido en mi trabajo es que, tristemente, solo tenemos el ahora. No hay tiempo para hacer las cosas a fuego lento, o para esperar a que surjan sin más. He conocido a mucha gente, y he dicho adiós a miles de ellos. Algunos, como Cordelia, se han quedado en mi recuerdo y cuesta aprender a despedirse.

Por eso no le doy vueltas a lo que quiero hacer, desde hace un año soy directo y si quiero algo lo hago en el segundo que tengo ante mí. No en el tiempo que vendrá luego, porque puede ser demasiado tarde.

Mi madre dice que me he convertido en una persona directa que va al grano y que antes no era sí. Tiene razón, antes era un niño tímido que esperaba para casi todo, hasta que la vida me cambió y me mandaron con mi tío esperando que olvidara mi sueño de irme lejos de Islandia. Pero solo lo ha alentado. De hecho, me iba a ir ya, pero al ver el nombre de Cordelia entre las reservas me acordé de esa niña tan dulce que conocí e investigué a ver si era ella; y, en efecto, lo era. Por verla una vez más, he retrasado un poco mi partida. Pero irme es una realidad, mi camino está lejos de aquí.

La miro de nuevo y me veo atrapado por sus ojos una vez más. Decido no retrasar más lo que deseo hacer. Ir hacia ella, estar más tiempo a su lado, al fin y al cabo que nos despidamos es una realidad. Hasta ese momento no pienso irme por las ramas para perderme en sus bonitos ojos castaños.

 

 

Cordelia

Nos traen la cena y como, intentando no pensar en que Braden está cerca, porque si no, no comería nada por los nervios. Al acabar, Eva se pone más tiesa que un palo y saca pecho antes de poner su cara de seductora; una que Elena imita sin que esta se dé cuenta.

Miro para ver qué pasa y no tardo en verlo. Braden se pone delante de mí con su preciosa sonrisa y, tras saludar a todos, me tiende una mano.

—¿Vienes a dar un paseo conmigo?

Trago saliva asimilando su petición y asiento.

—Perfecto. Nos vamos con vosotros —indica Eva levantándose, pero Elena le pone una mano en la pierna.

—No es tu momento —le señala mi amiga.

Miro a mi profesor y solo nos dice que tengamos cuidado antes de darme permiso.

—Vamos —le respondo feliz.

Me levanto sin creerme que de verdad esto me esté pasando a mí. Yo no soy la chica a la que le ocurren estas cosas, a la que los chicos miran, a la que sonríen como si fuera preciosa. Yo no soy esa chica, aunque siempre lo he querido ser.

Mis relaciones se cuentan con los dedos de una mano. Una y con Sergio, un idiota que me ridiculizó por mi inexperiencia. Soportarlo en clase es un suplicio y tenerlo en este viaje, igual. Por una vez, parece que sí puedo ser la protagonista de mi propia historia. Recojo mi abrigo. Braden lleva su chaqueta en el brazo.

Empiezo a andar con él notando como los nervios aumentan y como, al mirarlo, me siento como si volara. No quiero que nadie me quite esta sensación. Tal vez saber que será efímera es lo que hace que sea tan especial.

 

 

 

Capítulo 3

 

 

 

Cordelia

Paseamos por el centro comercial. Me señala varios escaparates antes de contarme algo de ellos y de sus preferidos, y lo miro todo sin dejar de ser consciente de él, de lo que siento. De esta magia que parece crecer entre los dos.Soy feliz con solo mirarlo, y me invaden las ganas de reír por cada cosa.

Braden tira de mi codo para entrar en una librería. Su calor me quema, su contacto me encanta y cuando termina, casi le imploro que lo repita. Hasta que me siento tonta por pensar así. Por eso me pierdo entre las estanterías.

Hay muchos libros, y mucha gente comprando y disfrutándolos. Es un placer estar aquí. Cojo un libro infantil y lo hojeo. Al menos comprendo los dibujos porque las palabras me parecen imposibles de aprender. Al acabar, busco a Braden y lo veo pagando algo en la caja. Lo tiene ya en la bolsa y no puedo ver de qué se trata.

Al terminar, me busca con una cálida sonrisa y me señala la puerta. Le digo que sí. Andamos por este bonito centro comercial sin hablar, pero sintiendo que con una sola mirada decimos mucho. Esto me recuerda a cuando nos conocimos.

Hay algo mágico en entender a la persona que tienes cerca solo con una mirada. Salimos del centro comercial y vamos hacia la ciudad tras ponernos los abrigos. Son cerca de las diez de la noche y sigue siendo de día.

Braden se para y entra en una heladería tras mirarme divertido. Al poco sale con dos helados de esos que dan muchas vueltas en el cono. Me lo tiende y, aunque hace frío, acabo probando el dulce postre, y está bueno.

Me mira a la espera de ver si me gusta.

—Delicioso —le digo.

Su sonrisa se amplía y mis mariposas crecen más y más. Islandia es precioso y mi vikingo más…

«¿Acabo de decir mi vikingo? Sí. Tal vez nunca lo sea de verdad, pero cuando lo recuerde, siempre será mío en mi memoria».

Vamos hacia la costa y llegamos a un mirador que parece un barco de metal, o al menos esa es la sensación que me da al verlo. Braden me señala el mar. Se levanta el aire y se acerca a mí para protegerme. Su gesto acelera los latidos de mi corazón.

No lo conozco de nada. No sé nada de él. Apenas hemos hablado y, sin embargo, ahora mismo sé que me pasaría todo el tiempo del mundo aquí, a su lado.

Me fijo en cómo va anocheciendo. El cielo se tiñe de rojo. Es precioso, igual a los que he visto, pero diferente a todo. Los colores son tan vivos, tan intensos y se quedan ahí como si la noche no quisiera entrar y nos dejara siendo testigos de un atardecer que parece eterno.

—Este es mi lugar preferido —me informa.

—Es muy bonito.

—Se le conoce como el Viajero del Sol. Es un bote de los sueños. Cuando lo miro, me pregunto qué habrá fuera, lejos de este lugar. Amo mi tierra, pero me encantaría irme lejos.

—Yo no pienso en irme de España. Me gusta estar cerca de mi familia.