Me enamoré de ti - Moruena Estríngana - E-Book

Me enamoré de ti E-Book

Moruena Estríngana

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Beschreibung

Anastasia lleva muchos años enamorada de Gideon. Ahora que ya está en la universidad y hace tiempo que no lo ve espera que eso haya quedado atrás. O eso cree ella… Gideon es espía desde hace tiempo y nunca se hubiera imaginado que la dulce Anastasia acabaría metida en su mundo. Y lo peor es, que Gideon debe enseñarla…sin que nadie note lo que en su día significó para él y que dejó de lado para ser de forma exclusiva el mejor espía.  ¿Podrá resistirse el uno al otro mientras tratan de averiguar qué oscuridad se cierne sobre ellos impidiendo que su felicidad sea completa? Novela de una de las mejores autoras de New Adult en español. Autora con más de medio millón de lectores en todo el mundo. La serie Me enamoré son colección New adult de Moruena Estríngana que recorren con sus cuatro parejas el mundo de la política, el espionaje y los planes más ocultos, todos los libros se pueden disfrutar por separado, pero por supuesto el total hacen una historia de amistad que se van relacionando unos protagonistas de los libros con otros.

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Índice de contenido
Entradilla
Créditos
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Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos
Sobre la autora
Más Nou editorial

 

 

.nou.

EDITORIAL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Título: Me enamoré de ti.

 

© 2021 Moruena Estríngana.

© Imagen de portada: ProStockStudio

© Edición y corrección: Merche Diolch

© Diseño y maquetación: nouTy.

 

Colección: Noweame.

Director de colección: JJ. Weber.

 

Primera edición mayo 2021.

Derechos exclusivos de la edición.

©nou EDITORIAL 2021.

 

ISBN: 978-84-17268-56-5

Edición digital mayo 2021

 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Más información:

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Para mi marido y mi hijo, mi mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo

 

 

El padre de Anastasia le informó de que había matado a Lucas, un malvado traficante de personas, para salvar a su primo Bruce y a su amiga Ninian.

Le costaba mirar a su progenitor y verlo empuñando un arma. Más aún matar a un hombre.

—Hija… yo lo hice para salvarlos.

—Lo sé. Es solo que no sabía que supieras disparar.

—Yo tampoco. Fue puro instinto.

Anastasia le abrazó y deseó olvidar pronto esa desazón que sentía porque no le encajaban las cosas.

A raíz de ese suceso, todo había cambiado tras desmantelar una red que traficaba con huérfanos. Estos se convertían en fieles guardaespaldas que debían dar la vida por sus jefes, porque era eso o la muerte. Llevaban un chip en la cabeza que, en caso de negarse, se activaba y les mataba.

Lucas había jugado a ser Dios.

Al fin los cabecillas estaban pagando por sus actos.

Y esto había dado pie a mejorar la agencia secreta de espías que se adentraría de incógnito en los círculos sociales para evitar que lo sucedido no se repitiera de nuevo. No podían permitir que alguien volviera a jugar con las personas. Lo de Lucas era el ejemplo que debían evitar, para no caer en la idea de que alguien que se hace pasar por una buena persona, lo es de verdad.

Una tarde mientras paseaba por el jardín pensando en todo los sucedido, vio salir a Gideon de la casa de su primo Bruce. Lo devoró con la mirada mientras el joven no era consciente de ello. Se moría por acercarse y hablarle. Llevaba enamorada de él desde la adolescencia, pero no lo hacía porque temía quedar como una tonta a su lado; cosa que ya había pasado alguna vez.

Gideon creía que ella no lo soportaba. Todo era una fachada para que no notara cuanto lo amaba.

Gideon se detuvo como si sintiera que alguien lo observaba y se giró para observarla. Sus miradas se entrelazaron un segundo antes de que ella, asustada por lo que sentía, se largara de allí, haciéndole creer una vez más que no lo soportaba.

Algo que era totalmente incierto, y prueba de ello eran los acelerados latidos de su corazón.

 

♡ ♥ ♡

 

Gideon siempre había tenido claro que quería ser espía, aunque las cosas habían cambiado, sabía que era algo bueno, que debía dar lo mejor de él para evitar que inocentes pagaran por la ambición de otros. No podía repetirse lo de Lucas, porque aparte de todo lo que hizo, su mejor amigo Bruce casi había muerto por culpa de él.

Su padre iba a ser el director de la nueva academia donde formarían a los espías y donde prepararían las misiones. Él quería ayudar y ser parte de la nueva agencia, como lo era su padre y como lo había sido su abuelo.

Su padre lo miraba con tristeza, ya que quería que siguiera sus pasos pero no al alto precio que ponía en el contrato.

—Gideon, hijo, te piden que dejes el amor para siempre, alejarlo de tu vida mientras seas uno de nosotros. Es un precio muy alto. Demasiado. Yo me he quejado a mis directivos, pero quieren que, quien forme parte de esto, tenga claro que primero irá el trabajo y luego todo lo demás. No firmes, hijo. Buscaremos otra cosa para que puedas ayudar.

Gideon pensó en Anastasia y recordó lo lejos que estaban el uno del otro. Lo suyo siempre había sido un imposible.

—No puedo anteponer mis deseos a la vida de otros. Tú me has educado desde niño para que sea un buen espía, para que siga tus pasos. Sé lo que tengo que hacer.

—No sabes cómo me arrepiento ahora. Estás sentenciando tu alma, hijo, porque si te quitan el amor, te lo quitan todo.

—Sé cuál es mi deber.

Miró a su hijo como tomaba el bolígrafo y supo que la culpa era suya por haber deseado que su pequeño siguiera sus pasos.

Gideon miró su firma y notó presión en su pecho. Debía alejarla, hacía esto para conseguir un mundo mejor.

Miró a su padre antes de irse, de aceptar las nuevas órdenes. Sería espía antes que nada.

El amor no podía ser para él. Solo esperaba que nunca tuviera que arrepentirse de su decisión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 1

 

 

Anastasia

 

Primera clase de mi último año de carrera. La verdad es que tengo ganas de acabar porque no me han gustado los estudios que elegí. Mis objetivos están en otra parte; algo en lo que estoy trabajando con mi abuelo desde hace más de un año y pronto veremos si consigo lograrlo.

Nadie sabe nada. Es nuestro secreto, pero sentimos que debemos hacerlo porque todo va «demasiado bien» desde que mi padre llegó a senador y se detuvo una gran red de traficantes de personas. Desde que disparó a Lucas no ha cesado en hacer el bien, atrapando a gente como él. Ese disparo también le marcó y eso hizo que no pudiera dejar de hacer lo correcto. Lo que le convierte en uno de los mejores senadores que hay.

Lo que pasó por culpa de Lucas fue un verdadero horror y yo lo viví de cerca porque mi primo Bruce fue parte de todo ello. Su padre, Fedro, mi odioso tío, lo abandonó a su suerte siendo no más que un crío pequeño y acabó en un orfanato donde, con dieciséis años, le hicieron una oferta de trabajo como guardaespaldas que incluía un chip que te mataba si no hacías lo que te decían. Fue idea de Lucas y casi destruyó cientos de vidas.

Por suerte le pudimos detener.

Los culpables ya están pagando por ello. Y todo está muy tranquilo, demasiado… Es por eso que mi abuelo y yo tenemos un plan para descubrir lo que está sucediendo, y que estamos llevando a cabo tras observar en varias personas de nuestro círculo social ciertas anomalías en su comportamiento en estos dos años que han pasado desde que mi padre pegó un tiro a Lucas.

Ahora tengo veintiún años, las cosas más claras y mi determinación es mayor que nunca, aunque sigo siendo esa niña alocada que se mueve por emociones y pone el corazón en cada cosa que hace. La que escucha canciones según su estado de ánimo y la que sueña un día encontrar un amor correspondido.

Este fin de semana tenemos un baile y recabaremos más información. Estoy deseando hacerlo y así no pasarme horas estudiando para aparentar ser una buena chica. Desde que mi padre salió elegido, la prensa no deja de perseguirme para ver si yo tengo alguna tara que fastidie al bueno de mi progenitor.

Mis excentricidades han sido motivo de portada: mi coche rosa es famoso porque lo consideran feo, pero a mí me encanta; que lleve detalles de unicornios dentro, no mejora la cosa. Pero me da igual. Soy fan de los unicornios y no pienso cambiar por gente que decidió crecer demasiado rápido y dejar sus gustos infantiles de lado en vez de darse cuenta de que la mejor forma de ser feliz es no olvidar el niño que hay dentro de cada uno. Cada uno es como es y yo soy así.

Mi padre Joel, es el mejor y por eso lo está haciendo genial. Lástima que apenas nos veamos desde que salió elegido. Por eso vivo en casa de mi abuelo, Norbert. Y tal vez debido a eso nos hemos metido de cabeza en nuestra propia investigación.

Algo nos impulsa a ello, tal vez una corazonada o el aburrimiento… quién sabe.

 

♡ ♥ ♡

 

—Estás preciosa —me dice mi abuelo cuando bajo las escaleras de su casa para irnos a la primera fiesta de temporada tras el verano.

—Gracias. Tú sí que estás increíble. Voy a ser la envidia de todas las asistentes. —Le doy un beso en la mejilla y se ríe.

—Muy guapos los dos —afirma Bruce con una bandeja llena de comida.

Tiene veinticinco años y cada día está más guapo y más seductor. Por suerte está locamente enamorado de Ninian quien lo espera en la casa de la piscina, donde viven para estar cerca del abuelo. Bruce ha vivido toda la vida sin familia por culpa de su padre, por eso cuando la encontró, no quiso dejarla lejos y yo se lo agradezco.

Bruce, Ninian y el hijo de esta, Erik, son parte importante de mi mundo y tenerlos lejos me partiría el corazón, y sé que al abuelo también.

—¿Has olvidado hacer la compra?

—Sí, me olvidé que esta semana me tocaba a mí —indica Bruce sonriendo.

Sus ojos verdes relucen con picardía. Mi primo, junto con su amigo Steven, han formado una empresa de detectives por su cuenta. Ya no quieren estar bajo el mando de nadie y prefieren ser sus propios jefes. Tienen mucho trabajo y por eso se le suele olvidar casi siempre hacer algo tan cotidiano como la compra.

Se marcha hacia su casa y mi abuelo me tiende galante su brazo.

—Cada vez te pareces más a tu abuela.

—Salvo por los ojos. Yo no he sacado sus ojos verdes. —Se ríe.

—Tus ojos marrones dorado son preciosos.

—Lo sé. —Me da un cálido beso en la mejilla.

En la puerta nos espera el chófer de la familia que nos recibe con cariño antes de abrirnos la puerta. Subo y me pongo el cinturón. No tengo muchas ganas de acudir a la fiesta, pero es necesario para nuestro plan.

—No se nos puede pasar ningún detalle por alto —me indica mi abuelo.

—No se nos pasará. Somos los mejores. —Choco mi puño con el suyo y mi abuelo sonríe emocionado.

En este tiempo, desde que mi padre es senador, ha escrito dos novelas contando todo lo que pasó y han tenido mucho éxito. La gente lo vio en las noticias y aún así algunas críticas hablaban de que era demasiado irreal para ser cierto. Es como si ignoraran que la vida te sorprende más que la fantasía en muchos momentos.

Llegamos a la fiesta y enseguida me saludan las personas que están a favor de que mi padre siga siendo senador. Sé que todo es mentira, pero a veces hay que hacerse la tonta si quieres llegar más lejos. Eso me ha enseñado mi abuelo, una de las personas más listas que conozco y del que se ha reído mucha gente por menospreciar su talento y sus excentricidades. Se casó con una mujer quince años mayor que él, y muchos criticaron a mi abuela por enamorarse de su alumno, pero era amor verdadero y trataron de ignorarles. A pesar de ello, la gente los tenía ya en el punto de mira, y mi abuelo tuvo que enfrentarse a más de uno porque faltaban el respeto a su esposa. La cosa empeoró por culpa de mi tío Fedro, su hijo mayor. Les hizo muchas jugarretas, como la ocasión en la que les hizo creer a todos que le habían secuestrado.

Mi tío murió hace años por culpa de las drogas pero no sin antes hacer daño a Bruce, su único hijo, al que abandonó para que muriera de hambre, alejándolo de Gideon y de su familia, quienes estaban dispuestos a cuidarlo y a darle un hogar.

Por lo que sé, Fedro siempre fue un inconformista. Odiaba a su hermano, mi padre, desde que nació; y es que alguien con tanto odio dentro no puede traer nada bueno. No hablamos mucho de él porque sé que, pese a que no era un ejemplo de persona, mi abuelo sufrió por su muerte.

La gente ahora sabe la verdad de mi tío pero esto no ha limpiado el nombre de mi abuelo. Ni que su hijo sea senador tampoco. Lo tienen por un viejo loco y con ese mote se ha quedado. Tal vez por eso lo seguiré hasta el final y lo apoyaré en todo.

Es mi héroe y lo admiro por su inteligencia, esa que todos cuestionan por su gran imaginación.

Me marcho hacia la cristalera para que el aire fresco de la noche, que se cuela por ella, enfríe mi piel.

Observo a quienes entran y entonces lo veo: Gideon.

Ha vuelto y no, no estaba preparada para verlo tras dos años sin encontrarnos. Mi corazón no me da tregua y no deja de latir como un loco. Está increíblemente guapo y lo que siento parece no haberse extinguido con los años, para mi fastidio.

Tomo aire y lo veo hablar con una chica morena preciosa. Su mano está posada sobre la espalda de esta y noto el dolor de ver sus morenos dedos en la piel de esa mujer. Su gesto me hace trizas. Duele mucho verlo con ella, aunque siempre he sabido que habría otras y que nunca iba a ser yo a quien acariciara así.

Gideon sonríe un instante antes de alzar la mirada y otear la sala. Sus ojos siguen tan azules como los recordaba, protegidos por esas oscuras pestañas negras que realzan su belleza y los hace parecer más intensos. El pelo negro lo lleva a la moda, algo largo, y su piel luce más morena que antes. Lo encuentro más alto, más musculoso y más atractivo que nunca.

Me encantaría que mi corazón no danzara así por él. Me gustaría que no recordara su hoyuelo y el brillo de sus ojos cuando sonríe. Debería haber olvidado como cuando está él todo a nuestro alrededor parece desaparecer. He dejado de escuchar la música y las risas de la gente. Es como si solo pudiera oír los latidos de mi corazón resonando con fuerza en mis oídos.

Gideon sigue recorriendo la sala hasta que nuestras miradas se encuentran y se entrelazan después de tanto tiempo. Él piensa que lo odio, porque ese fue el único escudo que encontré a mano para que no supiera que estaba enamorada.

Agitada por su vuelta me tengo que excusar un momento y salir a tomar el aire. No sé por qué mi corazón se empeña en enamorarse de Gideon una y otra vez. No sé por qué no puedo olvidarlo, y todo es peor porque ahora lo he visto con ella. Nunca lo había visto con novia y verlo tras estos años, así… me ha afectado mucho.

Regreso al baile y una vez más mi mirada se entrelaza con la de Gideon. Esta vez me cuesta un segundo más apartarla por lo mucho que lo he extrañado.

 

Gideon

 

Mi mirada se pierde una vez más en la marrón dorada de Anastasia.

Hace tiempo que no la veo, más desde que hablamos sin que pareciera que nos separara un abismo. Está preciosa, como siempre. Su pelo rubio brilla con la luz y sus grandes ojos marrones siempre brillaron como si fueran piedras preciosas.

Nunca hemos sido amigos.

Nunca hemos compartido una sonrisa.

Nunca hemos intercambiado una palabra amable.

Y sin embargo me enamoré de ella mientras la miraba vivir su vida sin mí.

No debería seguir sintiendo esto, pero ya sé que he antepuesto mi carrera de espía a todo lo demás. A ella. Porque ella no es para mí. Porque hemos tenido la oportunidad de ser amigos, de acortar nuestros caminos y siempre han estado separados.

Pese a eso, por un segundo, me permito mirarla. Admirar sus bellos rasgos. Su naricilla llena de pecas, su pelo rubio ondulado y esos labios rojos como fresas que una vez tuve el placer de poder besar, pero que tuve que rechazar porque no quise aprovecharme de su inocencia.

Para ella solo fue un juego; para mí el recordatorio de que cada vez que hablaba con Ninian o con mi hermana Thea la miraba sin que nadie se diera cuenta.

Se pone recta cuando mi prometida regresa a mi lado, casi como si le molestara ya que endurece su gesto. Se gira sin un hola, sin un saludo de nuevo… Mejor. No somos amigos, no somos nada y nunca seremos amantes.

Ni podemos serlo.

No debo olvidar mi misión.

Lo mejor para ella es que nuestros caminos nunca se crucen porque no sé si podría recordar que vendí mi alma, lo que conlleva que no hay cabida para el amor en mi vida.

 

Anastasia

 

—¿Cómo estás? —me pregunta mi abuelo.

Voy a contestarle cuando leo los labios de Gideon desde donde me encuentro y descubro que presenta a la mujer morena que va a su lado como su prometida Uma Bravo, hija de un comerciante.

No puedo hablar. Imaginar a Gideon con otra siempre fue horrible, pero nunca lo había visto con nadie. Ahora es real y se va a casar con ella. Ligará su vida a la de ella.

Duele y me duele más que me afecte que no pueda mirarlo con indiferencia.

Somos dos extraños… Los desconocidos no deberían amarse.

Intento hacerme la fuerte.

Por suerte mi abuelo me ha enseñado a ocultar lo que siento tras una sonrisa, aunque quien me conoce bien no puedo engañarle y sabe enseguida que algo me sucede.

Cuando me piden un baile acepto y el siguiente igual. Esta noche me dejo adular y conquistar.

Al acabar la fiesta me duelen los pies pero mucho más el corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 2

 

 

Anastasia

 

Entro en la casa de mi primo a primera hora. Lo encuentro en vaqueros en la cocina tomando un café. Al escucharme alza su verde mirada y me observa.

—¿Te has caído de la cama?

—Gideon ha vuelto, se casa. Te va a adelantar porque tú no te has casado con Ninian. ¿Lo sabías?

—A ti Gideon no te gusta… —Deja la frase inacabada.

—No me gusta. No soporto su fea cara y ayer casi vomito al verlo. Me lo podías haber ahorrado.

—Claro, lo que tú digas y no, no lo sabía. Me acabo de enterar de que ha regresado.

—¿Y lo de su prometida?

—Tampoco lo sabía.

—Pues vaya mierda de amigos sois.

—Hace tiempo que no hablamos más de lo necesario.

—Estará muy ocupado con ella. Algunos cuando se enamoran no saben tener amigos.

—Puede ser. Luego lo llamaré que ahora me tengo que ir a trabajar. ¿Quieres café?

—No. Solo quiero que Gideon se pierda otra vez y no vuelva nunca más.

Me giro y me choco contra un pecho duro y firme como una tabla. Aspiro y reconozco el perfume de Gideon. Noto como mi corazón se acelera y como mi piel reacciona a su contacto; como cada fibra de mi ser se muere porque me estreche entre sus brazos, aspirar su aroma y perderme en su calor.

No hacerlo me tensa.

Gideon se aparta como si mi contacto le quemara y eso me enfada mucho. Alzo la vista y lo miro enfurecida.

—Yo también me alegro de haber vuelto. Con un recibimiento así, quién no lo estaría —ironiza—. Suponía que hablarías con Bruce y quería verlo antes para contarle todo.

—Pues todo tuyo, amigo de pacotilla, que ni le has contado que tienes casi mujer. Os dejo hablar.

Salgo de la casa de la piscina y tarde me doy cuenta de que voy vestida con pijama: uno corto de unicornios que me hace parecer ahora mismo patética ante ese adonis de pelo negro.

Trato de recomponer los latidos de mi corazón, pero es algo imposible porque, tras este leve contacto, mi ropa huele a él y su perfume me persigue hasta mi cuarto, sintiendo que debería por todo los medios encontrar la forma de olvidarlo. Solo así mi corazón dejará de doler.

 

Gideon

 

Me giro para ver a Anastasia andar hacia su casa con la espalda recta, como si estuviera en una fiesta. Lo hago hasta que me doy cuenta de cómo la sigo con la mirada y aprieto los puños para recordar mi sitio, mi papel; dejando que nadie vea lo que me hace sentir y como mi piel aún sigue ardiendo por su leve contacto. Me ha costado horrores apartarla de mí, tocarla y ser impasible cuando en verdad hace años que deseo abrazarla.

Aún tiemblo por su cercanía y eso nadie debe saberlo.

—No nos soportamos —le digo a Bruce sin poder descifrar si se lo cree o no por su mirada.

—Es problema vuestro. —Bruce se acerca y me da un gran abrazo—. ¿Te casas?

—Eso parece.

—Enhorabuena, supongo. A ver si la conocemos pronto.

—Organizaré una cena.

—Perfecto.

Tengo mucho de lo que hablar con mi amigo. Quiero soltar parte del peso que llevo, pero callo porque él eligió un camino que lo deja fuera de todo lo que tenga que ver con mi trabajo y mi vida. Esto nos ha distanciado.

Me quedo un poco, hasta que se marcha a trabajar y lo sigo a la puerta donde está mi descapotable negro. Entro y me marcho, solo, pensando en mi misión, en cómo debo ser, en cómo debo pensar, en a quién debo fingir amar.

Todo esto lo hago por un fin mayor y no puedo olvidarlo.

 

Anastasia

 

Salgo de la piscina aprovechando los últimos días de buen tiempo y veo a Ninian sentada en una de las hamacas con un libro en las manos. Al escucharme llegar, lo baja y me mira secarme.

—Así que Gideon ha vuelto. —Le digo que sí—. Te escuché hablar esta mañana con Bruce.

—Pues eso parece, y con súper prometida.

—Y eso te molesta.

Me siento a su lado.

—No, para nada.

—Somos amigas, Anastasia. Te conozco muy bien y no me puedes engañar.

—No estoy preparada para admitir en alto nada.

—Porque te sigue gustando y eso te incomoda.

—Pues sí, pero pienso pasar de él y de sus atractivos ojos. No pienso acercarme y así todos seremos más felices.

—Tu primo es su mejor amigo, eso que planteas va a ser un poco difícil.

—Ya veremos. ¿Y vosotros qué tal? Por cierto, ¿y Erik?

—Nosotros bien, y Erik está con el abuelo en el despacho comiendo galletas de chocolate mientras investigan algo.

Sonrío.

—¿Ese algo no será la prometida de Gideon?

—Por supuesto, pero solo por si no es de fiar y tenemos que avisar a Gideon.

—Creo que si no fuera de fiar, Gideon lo sabría —me dice Ninian.

—Bueno, por si acaso. —Miro hacia la piscina—. Me sigue pasando.

—¿El qué?

—Que a su lado me comporto como una bruja… No puedo evitarlo. Tiene que pensar de mí lo peor. Que a mí me da igual y eso… pero seguro que piensa que soy idiota. De niña no le hablaba y te usaba a ti para saber cosas de él mientras lo miraba como una tonta, y ahora lo trato como si lo repudiara. No sé ser de otra forma a su lado para protegerme.

—Lo sé. —Ninian me da un abrazo—. Gideon es un chico genial, y uno de mis mejores amigos también, o al menos antes de que se fuera así. No sé si recomendarte que seas su amiga ayudaría en algo, dado que ahora está prometido. Creo que estar cerca de él te haría más daño.

—Hasta que me olvide del todo de él así será, pero no pensemos más. Esta noche nos vamos de fiesta. Llama a Alma y que no ponga excusas. Y sin chicos, por cierto.

—Vale. Se lo diré.

Le doy un fuerte abrazo y me meto a la casa para cambiarme, además de ver qué ha descubierto mi abuelo.

 

Tras darme una ducha y cambiarme, bajo para buscar al abuelo en su despacho. Está al lado de Erik y Ninian está sentada en el sofá leyendo, tomando notas; seguro que será para una de sus carreras en Ciencias, Tecnología y algo de Medicina, pero no sé exactamente el qué. Es superdotada y su mente no deja de querer saber más de todo. Tiene una de las mentes más brillantes que he visto y lo aprende todo con suma facilidad. Durante este tiempo Ninian ha recuperado la sonrisa al lado de Bruce y de su hijo; un niño que tuvo fruto de una horrible violación con su hermanastro cuando apenas era una niña. Un hombre despreciable que ya paga por sus pecados en la cárcel.

La mujer que cuidó a Erik desde que este nació, a la que el niño consideraba su madre, no es que sea la mejor, de hecho también cumple condena en la cárcel porque estaba al tanto del robo del pequeño y no lo denunció a las autoridades, siendo cómplice del secuestro.

El padre de Ninian la hizo creer que sabía dónde estaba su hijo y que si hacía todo lo que quería, se lo devolvería. Ninian acató sus órdenes y tuvo que mentir a Bruce para encontrar a su hijo, hasta que descubrió que su padre nunca había sabido dónde estaba. El pequeño siempre había estado cerca de Ninian sin ella saberlo. Desde entonces viven juntos y solo hay que verlos para saber lo mucho que se adoran madre e hijo.

Bruce, al principio, pensaba que no sería capaz de estar cerca de un niño, de tener esa responsabilidad. Temía ser tan horrible como sus padres; mi tío Fedro era tan horrible con él, que no me extraña que lo pensara. Pero no es así. Erik y Bruce se quieren mucho, de hecho, Erik llama a Bruce papá y me consta que Bruce se derrite por ello. Lo quiere mucho.

Y yo a todos ellos; más desde que mis padres se separaron y ambos están haciendo su vida por separado, muy lejos de mí.

Mi madre no es la misma desde que se separó. Me dio un fuerte abrazo una noche antes de que me quedara dormida y me dijo que no podía quedarse, que tenía que irse. No la entendí entonces, ni lo hago ahora. Comprendo que, de repente, mirara a mi padre y no sintiera nada, pero no que yo tuviera que pagar también los platos de su separación, alejándome de ella. La quiero mucho.

Mis padres son especiales y maravillosos, y por eso al principio me costó vivir tanto tiempo lejos de ellos. Estaba acostumbrada a sus viajes, a estar un mes o dos sin verlos. Pero no tanto tiempo. A mi padre hace más de un año que no lo veo y a mi madre dos. Solo sé de ellos por el teléfono y no es suficiente.

Tomo aire y trato de no pensar en ellos porque me deja triste, y no quiero.

—¿Qué has descubierto de Uma? —pregunto a mi abuelo.

—Pues que es trigo limpio. Su familia es adinerada gracias a que su padre tiene una red de gasolineras. Ella fue miss de su país y ayuda a muchas causas sociales, al igual que su familia.

—¡Qué bien! Mejor para Gideon.

—Ya, como que no te hubiera gustado irle con el cuento de que su novia no era de fiar —me pica el abuelo y Erik emite una sonrisilla pilla.

—Por supuesto que no. Le deseo lo mejor.

Eso es cierto. Quiero que Gideon sea feliz, aun sabiendo que cuanto más dichoso lo es él sin mí, más triste me hace sentir eso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 3

 

 

Anastasia

 

—Por nosotras —digo a mis mejores amigas chocando nuestros chupitos; el cuarto de esta noche.

Alma sonríe y se lo toma de un trago, y Ninian hace lo mismo. Una tan rubia y otra tan pelirroja. No se parecen en nada y sin embargo son hermanas de padre. Un padre muerto que nunca supo que usarían su esperma para engendrar a un nuevo genio.

El padre de ambas era una persona brillante que usaba su don para el bien. Su hijo Lucas no tenía ese poder y enfermó de celos. Mató a su padre sabiendo que tenía su esperma congelado con la idea de fecundar a dos mujeres ricas para una nueva generación de genios.

Alma y Ninian nacieron en familias separadas.

Alma acabó en el orfanato y Ninian en un internado.

En cuanto Lucas las conoció, supo que Ninian era especial y la quiso usar para sus fines.

Ninian creó con la ayuda de su hermano Lucas, que se hacía pasar por un falso profesor de su internado, un chip y, cuando vio sus intenciones, lo manipuló para que si la intentaba matar, él sufriría las mismas consecuencias.

Lleno de rabia porque fuera más lista que él, le borró los recuerdos usando la hipnosis y le contó todo cuando trató de matarla.

Mi padre la salvó, a ella y a Bruce, y disparó contra Lucas cuando los iba a matar. Me consta que aún sufre por esta muerte. Es un buen hombre y esto le ha marcado. Desde entonces ha cambiado, y, aunque sonríe, su sonrisa no llega a sus ojos.

Ojalá se dejara ayudar más o pudiera estar cerca de él para apoyarle.

Ese día Alma y Ninian descubrieron que eran hermanas y que nacieron con un fin mayor.

Por suerte, al fin son libres.

La madre de Ninian era una ambiciosa que solo quería una niña para no perder una herencia y está en la cárcel por los pecados de su marido.

La madre de Alma estaba enamorada de Lucas y, cuando murió, le costó aceptar que había sido engañada. Ahora poco a poco está rehaciendo su vida y conociendo a un buen hombre que con paciencia hace que su corazón maltrecho sonría de nuevo.

Todo esto lo escribió mi abuelo en sus novelas.

Por suerte, todo eso ha acabado o eso quiero pensar, eso quiero creer… pero no lo tengo tan claro, y mi abuelo tampoco. Es por ello que estamos ideando el plan de nuestras vidas para dar un paso adelante y así descubrir la verdad. Siempre hemos tenido un instinto especial que nos avisa cuando algo va mal y los dos tenemos el presentimiento de que no todo es tan bonito como parece.

Esta falsa tranquilidad me pone de los nervios. Todo parece demasiado idílico de pronto.

Pero hoy no es día para pensar en ello.

Nos pedimos otra ronda de chupitos y el camarero me los pone tras lanzarme una mirada penetrante. La verdad es que está muy bueno y no puedo negar que me he fijado en sus labios y en sus musculosos brazos más de una vez.

—A esta os invito yo.

—¿A cambio de algo? —le pregunto coqueta.

—Solo de tu nombre.

Hago como que me lo pienso y sonrío antes de decírselo:

—Anastasia.

—Precioso.

Me marcho a la mesa y mis amigas me miran alzando las cejas.

—Está claro que le gustas —me comenta Ninian.

—Eso parece. —Me giro y me tomo el chupito mirándolo.

Es rubio, de ojos grandes marrones. No se parece en nada a Gideon y tal vez por eso me atrae, ya que no puedo compararlos.

Nos tomamos varias rondas más y a la última no me invita pero me dice que su turno acaba en media hora.

Alma y Ninian se quieren ir.

Pienso en su sugerencia y sé que me ofrece una noche de besos o de algo más tal vez… Lo pienso y me doy cuenta de que acepto porque quiero obligarme a ser feliz, a hacerme creer que no me mata imaginar a Gideon con otra siendo feliz.

—Ten cuidado —me aconsejan mis amigas antes de darme un abrazo y quedar para mañana para que les cuente todo.

Regreso a la barra y centro mi mirada en este chico sin nombre, en este hombre de ojos marrones que cada vez que me mira me promete perderme del mundo.

Me tiende una copa más y me la tomo viendo cómo termina de recoger todo, y nos quedamos solos.

Cuando se marcha el último cliente, salta de la barra y viene hacia mí. Apoya sus brazos a cada lado de mí y me observa.

Lo miro un segundo antes de alzarme y besarlo.

Lo beso como a tantos otros con los que he jugado con fuego y con la esperanza de conseguir olvidar a quien deseo besar.

Me pierdo en sus labios. Besa muy bien y es un dulce placer.

Me obligo a que me guste, a que sus manos llenen de escalofríos mi cuerpo. Me obligo a disfrutar y por eso lo sigo al almacén perdiendo de vista a mis guardaespaldas que están en una mesa esperando a que me canse de este juego.

Al llegar me sube a un congelador bajo y me besa con más urgencia. Se nota que sabe lo que hace y besa de maravilla.

Tira de mi camiseta y me la quito. Luego tiro de la suya y acaricio sus músculos.

Baja un reguero de besos por mi cuello y acaricia mis pechos sobre el sujetador, y entonces me pasa lo de siempre: me enfrío. No siento nada. El poco deseo que sentía se evapora y me quedo helada. Sin ganas de seguir.

No puedo dejar de pensar en Gideon, en su leve contacto, en lo que siento a su lado… En lo que ahora no siento con otro, una vez pasada la emoción del primer beso.

Noto los ojos llenos de lágrimas y él, sintiendo que algo no va bien, se aparta y coge mi cara entre sus manos.

—No tenemos que seguir si no quieres.

—Me encantaría desearte, pero no puedo dejar de pensar en la persona que trato de olvidar contigo.

Me da un tierno beso en los labios y me tiende mi camiseta.

—Es difícil olvidar lo que el corazón impone. —Siento que lo dice por experiencia.

—Eso parece.

Me visto y se pone la camiseta.

Cojo la botella de agua fresca que me ofrece y me despido de él.

Veo una puerta de salida que me evita salir por la entrada principal del pub y voy hacia ella, necesito unos instantes de soledad antes de enfrentarme a mis guardaespaldas, y la vergüenza de que una vez más han visto a una idiota que se empeña en avanzar sin aceptar que tiene los pies anclados al suelo.

«No se puede olvidar lo que nace en ti destinado a ser un para siempre».

Estoy buscando el coche de los guardaespaldas cuando me ponen en la nariz un pañuelo. Me remuevo pero al final el cloroformo me hace perder el conocimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 4

 

 

Gideon

 

—Te busca Bruce —me dice mi padre quitándome los cascos.

Estoy viendo unos vídeos para hacer una investigación, analizando todos los gestos de un evento al que fuimos y donde colocamos microcámaras.

Detengo la grabación y bajo para encontrarme con Bruce.

Al verlo, sé que algo malo pasa y me pongo alerta.

—¿Qué sucede? —le pregunto.

—Necesito tu ayuda para encontrar a mi prima —me pide y, conociéndolo, ya sé que ha usado todos los medios posibles para dar con ella antes de solicitar mi ayuda.

Me tenso. Noto como me inquieto y tengo que recurrir a todo mi autocontrol para conocer los detalles y así dar con ella. Saber que puede estar en peligro, me destroza por dentro. Solo pienso en encontrarla y que esté bien.

—¿Qué ha pasado?

—Pues parece que se fue con un camarero anoche y no ha vuelto. Tampoco hemos dado con él.

Le pido que me lo cuente todo y me tengo que morder la lengua para decirle que pare cuando Bruce me da demasiados detalles que no quiero saber, de cómo Anastasia se lio con ese tío y luego desapareció para, seguramente, acostarse con él.

Me duele imaginarla con otros. Saber que ellos tienen la posibilidad de estar íntimamente con ella, algo que yo nunca he tenido y nunca podré tener.

Hace años fui testigo de cómo se enrollaba con un compañero de la universidad en una fiesta, cuando se me pasó por la cabeza ir a buscarla, hablar con ella… antes de firmar el contrato de espía. Fue cuando la vi con ese chico rubio al que se comía con los ojos.

Me destrozó verla con él y tener que aceptar que lo nuestro nunca podría ser.

Lo que siento por ella no tiene sentido. He aprendido a vivir con ello, pero es saber que le ha podido pasar algo y activarse en mí todas las alarmas y mi miedo porque pueda estar sufriendo. Eso deja de lado el dolor de saber que siempre habrá otro.

Vamos a casa de Bruce en su coche mientras yo lo preparo todo para poder acceder a todas las cámaras de seguridad que hay cerca del pub. Cuando doy con ellas, antes de llegar, veo que alguien ha robado esas grabaciones. No hay nada de ayer.

—Esto no puede ser —digo cuando Bruce aparca el coche en el garaje.

—¿Qué has visto? —Se lo cuento y se tensa—. Si le pasa algo, mi abuelo se muere.

Recojo mis cosas y vamos hacia la casa. Su abuelo está pálido y tiembla de miedo al vernos sin Anastasia.

—Dejadme ayudar. Yo puedo ser de ayuda —nos dice.

—No hace falta. Descansa y no te preocupes. Daremos con ella.

Bruce sabe a que me dedico, pero le hice jurar no decir a nadie nada de esto. Ha recurrido a mí, porque sabe que tengo contactos y acceso a muchas cosas que le están vetadas.

Estamos por ir al despacho cuando la puerta principal se abre. Nos giramos y vemos a Anastasia entrar con la ropa descolocada y el maquillaje corrido. Saber que está bien me calma, pero luego me vuelve el dolor al darme cuenta de que está así por estar toda la noche con otro.

Al verme, se queda rígida, como si mi presencia le molestara. Algo que le pasa siempre.

—¿Estás bien? —pregunta Bruce.

—Sí… Solo he tenido una noche loca. No creo que necesite deciros de qué. —Me mira y sonríe antes de irse a su cuarto.

La veo alejarse sintiéndome muy tonto por estar enamorado de ella.

—Pues ya está todo listo —nos dice Norbert, su abuelo—. Gracias chicos por ayudarme. Anastasia nunca ha hecho antes algo así. Estaba preocupado. —Sonríe y corre tras su nieta.

—Lo siento. Me asusté —me confiesa Bruce.

—No pasa nada. Me gusta ayudar.

—Sí, gracias. Te invito a almorzar algo.

—No te voy a decir que no.

Nos marchamos y no puedo dejar de pensar en Anastasia con otro. No son celos lo que siento, es dolor por lo que yo nunca tendré con ella. Un dolor tan profundo que hace años se enquistó en mi pecho.

 

Anastasia

 

—Se te ha ido un poco de las manos abuelo —le digo nada más entrar y cierra la puerta.Intento calmarme tras haber visto a Gideon al lado de Bruce. Parecía preocupado hasta que abrí la bocaza y su gesto se endureció. Lo hice porque no esperaba encontrarlo y, porque tonta de mí, vi la excusa perfecta para dejarle claro que igual que él tiene novia, yo hago mi vida.

Soy una estúpida. A él le da igual lo que haga con mi vida. Le importa bien poco que anoche no me pudiera acostar con ese chico tan guapo y que besara tan bien porque no podía dejar de pensar en él.

—¿Te han hecho daño?

—No es por eso. Todo ha estado controlado y no he corrido peligro.

—Te ha costado un poco soltarte y escapar.

—Sí, eso sí, pero lo he hecho. Me refería a que no deberías haberlos involucrado.

—Ya, bueno… Como tardabas, me preocupé y cuando Bruce vino a buscarte, y le dije que no estabas… No supe cómo ocultar la verdad y se puso a investigar. No esperaba que fuera a buscar a Gideon.