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Un emigrante pobre de Europa Central que navega de Hamburgo a América naufraga frente a las costas de Inglaterra . Los habitantes de las aldeas cercanas, que al principio no se dieron cuenta del hundimiento y, por tanto, de la posibilidad de supervivientes, lo consideran un peligroso vagabundo y un loco. No habla inglés; su extraña lengua extranjera los asusta y no le ofrecen ayuda.
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Veröffentlichungsjahr: 2021
Joseph Conrad
AMY FOSTER
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 979-12-5971-460-2
Greenbooks editore
Edición digital
Abril 2021
www.greenbooks-editore.com
AMY FOSTER
Kennedy es un médico rural y reside en Colebrook, en la costa de Eastbay. El acantilado que se eleva abruptamente tras los tejados
rojos de la pequeña aldea parece empujar la pintoresca High Street hacia el espigón
que la resguarda del mar. Al otro lado de esa escollera, describiendo una curva, se extiende de manera uniforme, durante varias millas,
una playa de guijarros, vasta y árida, con el pueblo de Brenzett destacando oscuramente en el otro extremo, una aguja entre un
grupo de árboles; más allá, la columna perpendicular
de un faro, no mayor que un lápiz
desde la distancia, señala el punto donde se desvanece la tierra.
Detrás de Brenzett, los campos son bajos
y llanos; pero la bahía está muy protegida, y, de vez en cuando, un buque de gran tamaño, obligado por la mar o el mal tiempo, fondea a una milla y media al norte de la puerta trasera de la Posada del Barco en Brenzett. Un desvencijado molino de viento, que levanta
en las cercanías sus aspas rotas sobre un montículo no más elevado que un estercolero, y una torre de defensa, que acecha al
borde del agua media milla al sur de las cabañas de los guardacostas, resultan muy familiares para los capitanes de las pequeñas embarcaciones. Son las marcas náuticas oficiales
para delimitar ese lugar de fondeo seguro que las cartas del Almirantazgo representan como un óvalo irregular de puntos con numerosos seises en su interior, sobre los que se ha dibujado un ancla diminuta y una leyenda que reza: «Barro y conchas».
Desde la parte más alta del acantilado se
ve la imponente torre de la iglesia de Colebrook.
La pendiente está cubierta de hierba y por ella serpentea un camino blanco.
Subiendo por él, se llega a un ancho valle, no muy profundo, una depresión de verdes praderas y de setos que se funden tierra adentro con el paisaje de tintes purpúreos y de líneas ondeantes que cierran el panorama.
En ese valle que baja hasta Brenzett y Colebrook y asciende hasta Darnford, el merca-
do comarcal a catorce millas de distancia, ejerce de médico mi amigo Kennedy.
Empezó su carrera como cirujano de la Armada, y después acompañó en sus periplos a
un famoso viajero, en los días en que todavía quedaban continentes con tierras inexploradas en su interior. Sus escritos sobre la flora