Arte y creatividad en Reggio Emilia - Vea Vecchi - E-Book

Arte y creatividad en Reggio Emilia E-Book

Vea Vecchi

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Beschreibung

Este libro explora la contribución de las artes y de la creatividad en Educación Infantil. También estudia el papel de los talleres de artes y del profesorado de educación artística en las escuelas de Educación Infantil de Reggio Emilia. Lo hace a través de la experiencia de Vea Vecchi una de las primeras especialistas de educación artística en Reggio Emilia. Esta obra construida como memoria, conversación y reflexión proporciona una perspectiva única del trabajo pedagógico de este proyecto que sigue siendo una fuente de inspiración para todo el profesorado de Educación Infantil así como para quienes planifican las políticas educativas en cualquier parte del mundo. El texto de Vea está lleno de ejemplos muy significativos; atrapa a sus lectoras y lectores con la narración de la historia de estos talleres y la evolución del papel del profesorado. Algunos temas clave tratados en el libro son: - Procesos de aprendizaje y construcción del conocimiento; - La teoría de los cien lenguajes de la infancia y el papel de las poesías; - La importancia de la organización, de los métodos de trabajo y de las herramientas; - La contribución del ambiente físico; - La relación entre talleres, especialistas en artes, la escuela y el profesorado. Este obra tan clarificadora es una lectura muy recomendada para estudiantes, profesionales, responsables de la Administración Educativa, para quienes investigan en Educación Infantil y también para quienes trabajando en otros campos educativos estén interesados en la relación entre las artes y el aprendizaje. Vea Vecchi trabajó como profesora en la Escuela Municipal Infantil Diana, en Reggio Emilia durante más de treinta años, realizando investigación pedagógica y documentación en todos los lenguajes de los niños y niñas. En la actualidad trabaja como asesora de la asociación y proyecto educativo "Reggio Children".

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Vea VECCHI

Arte y creatividad en Reggio Emilia

El papel de los talleres en la educación infantil y sus posibilidades

Traducido por

Pablo Manzano Bernárdez

Revisión de la traducción por

Alfredo Hoyuelos

Ediciones Morata, S. L.

Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920

C/ Mejía Lequerica, 12 - 28004 - MADRID

[email protected] - www.edmorata.es

Nota de la editorial

En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.

Consideramos fundamental ofrecerle un producto de calidad y que su experiencia de lectura sea agradable así como que el proceso de compra sea sencillo.

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Título original de la obra:

Art and Creativity in Reggio Emilia

Authorised translation of the English-language edition published by Routledge, a member of Taylor & Francis Group..

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2013)

Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid

www.edmorata.es - [email protected]

Todas las imágenes: © Scuole e Nidi d’Infancia - Istituzione del Comune di Reggio Emilia, excepto las figuras 8.4-8.9: © Cooperativa Coopselios, Reggio Emilia.

Derechos reservados

E-ISBN: 978-84-7112-733-4

Compuesto por: Sagrario Gallego Simón

Realización de epub: John Gordon Ross

Imagen de la cubierta: Detalle del fresco para el telón del Teatro Ariosto de Reggio realizado por niñas y niños de la Escuela de la Infancia Diana de Reggio Emilia, Italia

Para Alice y Mattia

Índice

Portada

Portadilla

Nota de la editorial

Créditos

Dedicatoria

Prólogo: “Cada uno crece solo si es soñado”por Alfredo Hoyuelos

Reconocimiento

Este libro como metáfora

Vea y la scuola dell’infanzia Diana: Una escuela amable

La complejidad en una experiencia

Algunas preguntas e incertidumbres

Las preguntas, peligros y retos que Vea nos plantea

Ser tallerista

Para continuar…

Bibliografía

Agradecimientos

Compañeras de viaje

Nota sobre las terminologías de Reggio Emilia

Invitación a la danzapor Gunilla DAHLBERG y Peter MOSS

Una vida innovadora

Preocupación, esperanza y entusiasmo

Bibliografía

CAPÍTULO PRIMERO: Introducción

Nota sobre el taller

CAPÍTULO II: Estética/poética

La estética como metaestructura

La estética como activadora del aprendizaje

La belleza como aspiración y derecho de la especie

Poética

El sentir estético

Sugerencias desde el arte

Estética/ética

Estética/epistemología

CAPÍTULO III: Panorama general

Una hipótesis irreverente

Una multiplicidad de lenguajes

La multitud

Exploraciones matemáticas

Niños difíciles

Inteligencia colectiva

Las teorías de los niños

Reflexiones sobre el color

Empatía

Jugando con la metáfora

Selección de talleristas

Talleres y laboratorios

Mattia y pasar por el agujero

La columna de goma negra

CAPÍTULO IV: La metáfora de la bicicleta

La pelota de mar

Respeto

Una pedagogía femenina

Acerca de los pedagogos

Vea VECCHI en conversación sobre el aprendizaje y las talleristas con...

CAPÍTULO V: Una mirada larga, dilatada y amplia de la organización

La vida escolar normal

Elecciones importantes

Cambios

La voz de una concejal

CAPÍTULO VI: Una comunidad ética

Reuniones de clase y la relación de la tallerista con las familias

Comunicación pública

Mensajes en una botella

Defender las elecciones

Acontecimientos en la ciudad

REMIDA

CAPÍTULO VII: Ambientes

Cómo nacen las ideas acerca de los ambientes

Una investigación importante

Pedagogía y técnicos

Un metaproyecto sobre los ambientes

Exploraciones sensoriales

Una ecología de los lugares

Creación de dos gamas de mobiliario

Entre el arte y la pedagogía

La arquitectura y las formas de la pedagogía. Vea VECCHI en conversación con...

Vea VECCHI en conversación sobre arquitectura y pedagogía con...

CAPÍTULO VIII: Las profesionales de la maravilla

Diferentes puntos de vista

Acuerdos económicos

La formación de las talleristas

Simulaciones físicas

Pequeños gestos de solidaridad

La gramática de la creatividad

El rinoceronte de Durero

Aprender juntos

De las programaciones a la progettazione

Un fragmento de un mundo reflejado

Documentación de síntesis

Ojos y mente

Presencias

Necesidad urgente de cierta reflexión

Creciendo juntas

Organización del taller

Bordes de luz

Extraordinaria cotidianidad

Conversación de Vea VECCHI con...

CAPÍTULO IX: Escucha visible

Un espacio multiplicado

Traspasar la frontera

El archivo

Un grupo de aprendizaje

Observación como evaluación

Una mirada fotográfica

Tomar notas

Diferentes puntos de vista

Muchas caras para el mismo tema

Estima, sorpresa y alegría

Practicar la sintonía

Dudas

Subjetividades

Nuevas estructuras documentales

Niños documentadores

Nuevas miradas

Un trabajo importante para la ciudad

Para finalizar

Conversación de Vea VECCHI con...

CAPÍTULO X: Reanudamos la marcha

Escritura visual

Cambios

Proceso acelerado

Taller, exposiciones, ciudad

Cursos de formación profesional continua

Exposiciones como papel tornasol

CAPÍTULO XI: El Centro Internazionale Loris Malaguzzi

Más allá de la cultura escolar

Mirando al futuro: Una nueva exposición itinerante

Mirando al futuro: El primer taller en el Centro Internazionale

CAPÍTULO XII: Flores azules de achicoria

Taller y cultura en Reggio Emilia. Hoy (2012)

Caminando sobre hilos de seda

Bibliografía

Índice de nombres y materias

Obras de Ediciones Morata en Educación Infantil y Primaria

Vea Vecchi

PRÓLOGO

“Cada uno crece solo si es soñado”

Por Alfredo Hoyuelos

La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia

secreta de la cosas, no copiar su apariencia.

ARISTÓTELES.

Reconocimiento

Escribo estas líneas el día que fallece Eugenio TRÍAS, sirva esta presentación de reconocimiento a este gran pensador que me puso en el camino de comprender la filosofía estética como ese movimiento sutil que se mueve entre el límite ambiguo de lo bello y lo siniestro (TRÍAS, 1982), en el abismo de la duda, de la ambigüedad, en el filo de la navaja. En ese territorio en el que las verdades no son obvias, sino inciertas, y donde el desequilibrio creador puede emerger.

La estética, en realidad, “vive en la luz, vive en la sombra; en la certeza del mundo expresado y frente al vértigo de lo desconocido” (ZÁTONYI, 1998, pág. 9). La estética se mueve en las aguas de la transgresión. Ésta es su ética: “un buen modo de calibrar la valencia estética de una obra (…) consiste en advertir la capacidad que la obra tiene de subvertir y pervertir, por su sola presencia, los propios postulados” (TRÍAS, 1997, pág. 213). Esa frontera —repleta de tensión y conflicto vital— de la que somos habitantes poéticos nos permite desvelar múltiples significados, como en un jeroglífico simbólico que, muchas veces, se manifiesta a través del humor y de la ironía. De esta manera, la estética “impide que el hombre sea capturado y paralizado por sí mismo, que se despreocupe de sus compromisos (…) para dar sentido a nuestra vida” (ZÁTONYI, 1998, pág. 18).

Así, la estética (TRÍAS, 1997, págs. 199-219) dota a los acontecimientos de un sentido transcendental que desvela o desoculta para mostrar la realidad profunda de las cosas. Establece lazos con el pasado, recrea el presente y se lanza hacia el futuro creando una sensación de inmortalidad. Por este motivo tiene esa capacidad de seducción: “La magia y el hechizo de la obra artística, su particular capacidad de encantamiento, se hallan en estrecha trabazón con su propia capacidad crítica” (pág. 209).

He tomado prestadas para el título de este prólogo unas palabras de Danilo DOLCI (1970) que cita Vea VECCHI. Creo que sintetiza muy bien el objetivo de este libro: un viaje que se mueve en una mezcla fascinante, sugerente y provocadora entre el realismo y la utopía. Ingredientes imprescindibles para entender, desde el punto de vista estético, ético y político, la aventura educativa reggiana de la que nos habla la autora.

Este libro como metáfora

La obra que tenemos en las manos narra, desde vivencias y reflexiones propias, el sentido del taller en experiencia reggiana. Pero hablar del taller en las escuelas de Reggio Emilia es sentir cómo una tela de araña teje significados entre todo lo que concierne a la cultura de este enfoque educativo: la organización precisa de las escuelas, el rol de las profesionales, el valor de la escucha, observación y documentación, la poética de las relaciones, la función de la cocina y del personal de limpieza en la escuela, las características arquitectónicas y estéticas del espacio-ambiente, el alcance de la participación de las familias en el palpitar democrático de la escuela en la ciudad, la importancia de lo bello y lo artístico en el cruce de imaginarios posibles… Vea habla de todo esto, sin caer en el riesgo de convertirse en un manual formal o en un recetario. De hecho, el libro está lleno de profundas reflexiones que son una invitación a caminar junto a los senderos, vericuetos y jeroglíficos por los que la autora ha transitado o está moviéndose actualmente.

La extraordinaria obra que tenemos en las manos es, en origen, la traducción de un libro publicado en inglés. Vea VECCHI, que tiene la particularidad de no darse tregua en sus reflexiones permanentes, para esta versión española incluye cuatro novedosos capítulos o partes de capítulos (algunos ya avanzados en la versión noruega o sueca): una suculenta entrevista a algunas maestras sobre el significado que para ellas tiene esta maravillosa invención de Loris MALAGUZZI, del taller y del tallerista; una profunda entrevista a talleristas sobre el significado formativo y transgresor de su trabajo en las escuelas; una entrevista a las directoras actuales de la experiencia reggiana, que sitúan la realidad política actual de Reggio Emilia; y algunas reflexiones de la autora sobre la actualidad del taller fuera del taller como aportación al desarrollo cultural de la ciudad.

Se trata, por lo tanto, de una obra que tiene una autora, pero que en realidad es una canción a varias voces.

En el prólogo a la edición inglesa titulado Invitación a la danza, Gunilla DAHLBERG y Peter MOSS reflexionan en profundidad sobre los cimientos de la experiencia reggiana. Esta Invitación a la danza, también incluida en este volumen, supone una interesante y brillante introducción para comprender algunos de los hilos que tejen esa fabulosa tela de araña de la que hablaba.

Leí por primera vez el manuscrito de este libro en un viaje de ida y vuelta en tren para participar en una Muestra Internacional de Cine educativo para niños y jóvenes. Y creo que la metáfora de un viaje es una buena manera de entender el sentido de esta obra. La autora nos invita, a través de reflexiones y múltiples ejemplos entresacados de su práctica educativa con los niños y niñas, a ponernos en un camino, en un tránsito, en una aventura para desvelar los misterios y tesoros profundos del sentido del taller y de la experiencia educativa reggiana; éste sería en viaje de ida. Pero el libro es también una provocación permanente a pensar la educación con otra mirada alejada de los cánones sólo pedagógicos, psicológicos o didácticos que, a veces, encierran a la escuela en planteamientos miopes, rígidos y excesivamente disciplinares y disciplinados. Es, así, un viaje de vuelta hacia cada realidad diferente para todas las personas que trabajamos a diario en centros educativos. Lo que sí puedo asegurar es que de este viaje, no se vuelve igual. La lectura de este libro no deja indiferente: fascina, molesta, encanta, hace reír, pensar, soñar, detiene, descubre, desvela y, sobre todo, hace preguntarse de otra manera el arte de educar.

También es una obra transdisciplinar que puede servir cómo reflexión y proyecto a estudiantes, formadores, artistas, pedagogos, investigadores o arquitectos.

Vea y la scuola dell’infanzia Diana: Una escuela amable

Conocí a Vea en enero de 1987 cuando fui a realizar prácticas y a formarme como tallerista en la que durante muchos años fue su territorio de investigación permanente: la escuela Diana. Con el tiempo, ha sido siempre un placer volver a encontrarnos con nuevas ideas, diálogos y proyectos.

De Vea me sorprendieron —entre otras cosas— su particular presencia física, su disposición en todo momento a discutir y confrontarse (que no enfrentarse) con las maestras sobre las ideas que emergían continuamente en la escuela, su curiosidad insaciable, su capacidad dialógica con los niños y niñas y su amor por la belleza. Y, sobre todo, me estremeció su forma de mirar la cotidianidad de la escuela, siempre con los ojos de la novedad, con esa extrañeza típica del artista. Dice NIETZSCHE (2007) que aprender a mirar significa “acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo”1, para conseguir una mirada profunda, contemplativa, larga y pausada.

El asombro del conocer (AA.VV., 2011) es la exposición actual que relata las experiencias de los centros educativos de Reggio Emilia. Esta exposición, heredera de “Los cien lenguajes de los niños”, es una elaboración coral, cuya ideación ha sido a cargo de Vea junto a la pedagoga Tiziana Filippini. Representa, a lo largo de su recorrido narrativo, formas que tienen los niños y niñas, si son escuchados, de expresar la originalidad de su cultura en diálogo con la cultura adulta. Y esto no es posible sin la capacidad de asombro. El asombro (L’ECUYER, 2012) es esa emoción transcendental, un sentimiento de admiración que hace que uno se detenga en la belleza de las cosas pequeñas, en los detalles de lo cotidiano que, atravesados por dicha emoción, se hacen sorpresivamente extraordinarios. Vea preserva esa capacidad de asombro necesaria para ver las cosas con ojos nuevos, con curiosidad y, al mismo tiempo, con misterio estético, porque ha comprendido —con fascinación— que los niños y niñas pequeños se asombran porque no dan el mundo por supuesto. Es, como titula a uno de los capítulos del libro que sigue una idea de MALAGUZZI, una “profesional de la maravilla”.

Recuerdo que hablábamos de temas muy variados porque Vea es una fuente cultural inagotable. Siempre dispuesta a leer, a estudiar, a buscar relaciones impertinentes entre acontecimientos cotidianos.

Vea, como otros talleristas, aportaba a la escuela Diana una mirada interpretativa nueva. Recuerdo a niños y niñas jugando y danzando con hojas secas en el patio. Donde a los demás nos parecía un ludismo motriz, ella veía una performance o un espectáculo de body art. Pero no, y esto es lo extraordinario, con una interpretación forzada, sino con la capacidad de establecer conexiones genuinas, descubriendo y respetando la originalidad del conocer y actuar infantil. Sobre esta relación respetuosa y no fagocitante entre el arte, los artistas y los niños y niñas habla también en este libro.

En cierto modo, Vea me recuerda al protagonista de la extraordinaria película de Fernando TRUEBA, El artista y la modelo, en el que el personaje interpretado por Jean Rochefort tiene que establecer una relación empática y trascendente con la modelo (casi corporizarse en ella) para poder realizar —tras muchas frustraciones, esfuerzos y enfados— una actuación creativa y original: una obra de arte. Así es la relación de Vea con los niños, niñas, maestras, trabajadoras, padres y madres en la escuela. Vea es una persona que desborda creatividad. Creatividad, parafraseando a MARINA (1997), como la capacidad de construir intencionalmente sorpresas eficaces; o creatividad, emparentada, que no confundida, con la imaginación, fantasía o invención. Creatividad entendida como concebir algo nuevo y llevarlo a la práctica con un planteamiento estético.

La creatividad tiene que ver con la curiosidad vital, que es como ese arqueólogo que busca, compone y recompone trozos encontrados para entender más. El resultado es un puzle original y seductor. También tiene que ver con esa idea de hombre amante de la incertidumbre “dubitativo, que comienza a hacerse cuestión de todas las cosas que para los demás son lo que se da por supuesto. El asombro ante las cosas más insignificantes y ante las más comunes le lleva a plantearse preguntas que difícilmente podrá resolver” (PAJÓN, 2002, pág. 20).

Vea siempre veía diferente porque miraba distinto. Ella comenta: “la formación artística me ha dado una acercamiento a los problemas no esquemático, flexible, capaz de favorecer las relaciones entre las estructuras, la curiosidad, y una actitud bastante irónica y divertida. Creo que la formación artística...produce mayor libertad de pensamiento y variedad de formas de acercamiento...” Su rico imaginario cultural le impide simplificar las interpretaciones. Recuerdo que cuando analizábamos algún proceso infantil y yo le daba alguna interpretación de lo acontecido, ella siempre me decía “può darsi”, que es cómo un quizás o tal vez, un quizás sí o no, o no del todo. Este “può darsi” es una provocación que, todavía hoy, me persigue como un Pepito Grillo, para invitarme a pensar que todo, siempre, puede tener otra interpretación potencial, otra tal vez narración diferente; es una posibilidad para dudar de mis conceptos más aferrados y, sobre todo, una invitación constante a no encerrar a niños y niñas en jaulas o etiquetas predeterminadas, sin aliento de libertad. Transformando una frase de Von FOERSTER, Vea es una continua provocación a actuar, ética y estéticamente, de manera que siempre se incrementen el número de interpretaciones posibles, a través de lazos insospechados e impensados. Ésta es su honestidad y veracidad.

Vea VECCHI me hace pensar en las ideas de Jorge OTEIZA (1974) sobre la educación estética de la infancia, como ese deber de entrar en resonancia y sintonía con la mirada respetuosa y atenta de los niños y niñas para no detener su juego estético. El escultor vasco lo dice mejor:

El niño necesita, pues, del sentimiento, visión y comportamiento estético del artista provocador de sensaciones, exaltado guerrillero audiovisual de la imaginación con el juguete de la realidad. Capaz, digamos, de señalar con el dedo una diagonal invisible en el espacio y de seguirla, de saltarla, bailarla, cantarla, capaz de prolongarla o romperla, de conjugarla, siempre en una secuencia continua de percepción, estímulo y reacciones. El niño imita, entra en el juego, descubre su libertad al comprometerse con el juego, al participar y vivirlo (…) Pero el educador se detiene, detiene el juego para atender al niño. Piensa que se le puede estropear. Para el buen educador, el juego estético no debe detenerse.

La escuela Diana era (y sigue siendo) también provocación. Una escuela que no parecía (y no parece) una escuela, al menos como yo la había conocido y corporizado. Trataré de explicarme. Todavía hoy me pregunto cuántos niños, niñas, maestros y maestras se aburren en las escuelas. Dos ejemplos. Un niño de Pamplona, de 8 años, va obligado a la escuela. Todos los días se sienta (no le está permitido levantarse) de la misma manera, en el mismo pupitre y abre los mismos aburridos cuadernos y libros de texto. Tiene la suerte de estar junto a una ventana y poder ver lo que pasa fuera si no le regaña la maestra por despistarse. Y todos los días ve con fascinación cómo un barrendero recoge las papeleras de la calle y las vacía en un pequeño camión que traga la basura. A la salida de la escuela le dice a su madre: “Ya no necesito volver a la escuela más, me he fijado y he visto cómo un señor recoge la basura y yo de mayor quiero ser como ese señor; ya me lo he aprendido y ya me lo sé”. Es curioso que lo más importante para este niño, lo más significativo suceda fuera de los muros de la escuela. Me recuerda a la famosa frase de Mark TWAIN que comentaba: “Nunca he permitido que la escuela interfiera en mi educación”.

Otro niño de cuatro años que va a una escuela en Madrid y al que también obligan a hacer fichas y fichas sentado en una silla, le dice a su madre:

—Mamá, la escuela es muy difícil.

La madre tratando de ayudar:

—¿Es que no entiendes algo? ¿Quieres que te ayude?

Y el niño resolutivo:

—No. Es muy difícil porque es muy aburrida.

Creo que el aburrimiento en la escuela es la desidia y la muerte de la educación. Walter BENJAMÍN llama al aburrimiento profundo “el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia”. Salir del aburrimiento significa, como dice Byung-CHUL (2012, págs. 36-37), ser capaz de bailar o danzar con arabescos para escapar del hastío del andar lineal y rectilíneo.

Sin pasión, sin eros, es imposible como nos demuestra Vea Vecchi educar con calidad y calidez.

Visito muchas escuelas en las que las puertas de entrada están llenas de papeles con normas y prohibiciones absurdas: “A partir de las 9:05 horas la puerta se cerrará y no se podrá entrar”, “Los padres y madres deben esperar a los niños y niñas fuera de la escuela”…

La escuela Diana me acogió de forma diferente. Allí encontré en la entrada un cartel que rezaba: “Nada sin alegría”. Esta máxima ética y estética de Michel de MONTAIGNE me hicieron, rápidamente, comprender que estos centros educativos (también cuando practiqué otras escuelas) eran diferentes.

Loris MALAGUZZI hablaba de una escuela amable. Creo que hoy, más que nunca, es una idea rescatable que puede ser reflexionada y actuada en educación. Vea, a lo largo de su narración, nos da suficientes pistas de cómo pensar y construir esta escuela amable.

Estas son las características que descubrí en este ámbito educativo:

Una escuela amable es una arquitectura en la que las paredes (la llamada primera piel) hablan —a través de la documentación estética (la segunda piel)— de la cultura de las personas que la habitan. Hablan sin imágenes estereotipadas y sí a través de fotografías significantes y textos seleccionados, que narran las competencias impensadas de los seres humanos desde el nacimiento.Una escuela amable es un territorio donde los matices de los paisajes luminosos, cromáticos, sonoros, polisensoriales y táctiles conforman y componen el aire de una escuela que respira armonía, tranquilidad, serenidad, agradabilidad y mundos imaginarios que unen lo real con lo posible.Una escuela amable es un ámbito de materiales no solo comerciales, de objetos no estructurados, de evocaciones de ready-mades dadaístas, que los niños y niñas disponen en combinaciones complejas.Una escuela amable es curiosa, viva, que quiere aprender sin tedio, que huye de esa “muerte del alma” de la que habla Charles BAUDELAIRE en Las flores del mal cuando relata poéticamente la tragedia de la falta de curiosidad. Hugo ASSMAN (2004) profundiza sobre la curiosidad que proviene de nuestra animalidad neoténica, como seres biológicamente disponibles a explorar, conocer, buscar sentido y la calidad de los significados a través de la ludicidad humana, del proceso creativo y proyectual del juego.Una escuela amable es un escenario en el que los y las profesionales observan, investigan, toman notas, documentan, reflexionan, interpretan intersubjetivamente y construyen biografías narrativas cruzadas de los procesos del vivir y conocer que acontecen, recorren y circulan en la respiración de la escuela.Una escuela amable es una atalaya desde donde se aman, como dice RILKE en Cartas a un joven poeta, las preguntas mismas, prolongando la escucha, lentificando las soluciones, rumiando una y otra vez las virtudes de las dudas y curiosidades, cuestiones no banales que dan legitimidad a nuestra mirada multiinterpretativa. Una escuela amable es un contexto en el que las maestras no gritan y acompañan con su mirada testimonial, silencios elocuentes y retos contingentes los procesos rigurosos y serios de aprendizaje de los niños y niñas: desde una cercanía distante.Una escuela amable es una red de tiempos donde cada momento —sin jerarquías— es un instante educativo único: la entrada, el baño, la comida, la siesta, las propuestas…Es un escenario en el que no hay movimientos en filas controladas ni donde tampoco la escuela se transforma en una sucursal de Renfe.Una escuela amable es un recinto pequeño, acogedor, que abraza —en la cotidianidad— la bella circulación de las familias dentro de la escuela, que la sienten, así, como propia. Padres, madres, abuelos y abuelas que entran en las aulas, ven, visualizan, dialogan, permanecen, se van y vienen según sus ritmos y particulares kairos.Una escuela amable es un terreno del placer estético, un lugar en el que, como decía FREUD, el placer de pensar es como un orgasmo. El placer de pensar y sentir juntos.Una escuela amable es la que encuentra, en este placer, la vitalidad y sentido del esfuerzo por aprender de los mares de incertidumbre y de los archipiélagos de certezas. Certezas, como dice el Premio Nobel Ilya PRIGONINE en El fin de las certezas, que no pueden ser concluyentes para mantener encendida la llama de la curiosidad.Una escuela amable es un abrazo donde los errores y las equivocaciones2 se viven en la legitimidad amorosa del reconocimiento de las diferencias del Otro.Una escuela amable es aquella que acoge, como dice Luce IRIGARAY (2009), la subjetividad del Otro para que su presencia acontezca. El Otro que modifica nuestro poder ser.Una escuela amable es un espacio de optimismo que practica la máxima de Hanna ARENDT: El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable. Una escuela amable es la que entiende la profesión como misterio, pasión y aventura imprevisible, como suspenso de la sabiduría, como el asombro de lo insólito. Una escuela amable es una atmósfera pensada y agradable para los niños y niñas, las familias y las trabajadoras. Un lugar al que volver cada día con placer, en el que la identidad de los derechos de cada persona puede encontrar acogida, intercambio y enriquecimiento mutuo.Una escuela amable es una fiesta especial donde reír, donde divertirse y poder transgredir lo rutinario, lo ya sabido, y la fuerza aplastante de la tradición repetitiva sin sentido.

Ésta es la escuela, que no parece una escuela, que recuerdo y revivo cada vez que visito Reggio Emilia.

La complejidad en una experiencia

Comparto con Vea la fascinación e interés por el llamado paradigma de la complejidad. Entre otras, sé que las obras de Edgar MORIN han ocupado un lugar importante en nuestras mesillas de noche.

Tiene razón Edgar MORIN (2010) cuando afirma que las niñas y los niños nos pueden enseñar la complejidad a los adultos. “Antes de aprender a separar todo, los niños ven los vínculos entre todas las cosas, sobre todo cuando son educados en medio de la naturaleza, como los pequeños amerindios que han acompañado a sus padres en el bosque. La naturaleza no está dividida en disciplinas como la escuela. Precisamente, la escuela enseña a separar todo (…) ¡Se pueden sacar de la experiencia de los niños tantos ejemplos que contribuyen a la comprensión, a la aprehensión de la complejidad!” (pág. 217).

Dos compañeras de la Escuela Infantil Municipal Egunsenti de Pamplona, Ana y Edurne, me acaban de mostrar las imágenes de un extraordinario proyecto que han realizado con los niños y niñas de 2 y 3 años. En este documental podemos apreciar diversas propuestas en las que éstos indagan, en el jardín exterior y en un taller especial, las posibilidades insospechadas de la luz, la sombra, el color. Niñas y niños que, como científicos y poetas, se hacen preguntas, hipótesis, inventan experimentos, se emocionan, extrañan, sorprenden…

El proyecto está repleto de propuestas creativas pensadas. A modo de ejemplo, sólo me referiré a una. En el taller, en oscuridad, hay una pantalla en el centro del mismo que desciende verticalmente. A cada lado de dicha pantalla, un proyector de diapositivas lanza un haz de luz sobre esta superficie. Desde cada lado podemos percibir la proyección de la luz de ese lado y la del otro proyector. Se conforman imágenes, reales y oníricas, difíciles de descifrar, comprender. Lo extraordinario del acontecimiento es que los niños y niñas que han participado en esta investigación, se adentran a comprender las sutilezas de estas imágenes. Buscan a un lado y a otro de la pantalla. Se interponen en el haz de luz para provocar sombras que se cortan, sombras que aparecen, desaparecen y se rehacen. Tratan de desvelar y reconocer su imagen, y la de los otros y otras, a través de la mirada, los movimientos de su cuerpo, el ir y venir a cada lado, la interposición de varios objetos pensados. Incluso tiñen de color, con un acetato rosa, uno de los haces luminosos para tratar de comprender las imágenes extrañas, surrealistas e incomprensibles que emergen como si de una función teatral se tratase.

Lo importante es que estas niñas y niños no rehúyen esta complejidad; más bien disfrutan con placer, seriedad y esfuerzo de sus posibilidades y se adentran en sus secretos. Me dicen las educadoras que aman la complejidad y saben permanecer en ella con placer y alegría.

La Escuela, y de esto habla profundamente Vea VECCHI, es una organización compleja en la que suceden acontecimientos complejos. Ésta es su identidad irreductible. Pero, ¿por qué la complejidad? Porque es la que nos permite no simplificar los problemas.

Estamos llevando a cabo un proyecto de observación y experimentación en algunas escuelas infantiles municipales de Pamplona sobre el que queremos llamar tiempo de acogida (como hospitalidad hacia la alteridad del Otro3 como legítimo Otro) y no período de adaptación (concepto darwinista mucho más unidireccional). En las observaciones que hemos realizado y que ahora estamos interpretando, vemos cómo en este proceso coexisten una serie de elementos inextricables: entre otros, las condiciones laborales de los padres y madres y de las educadoras, su disponibilidad de tiempo, el tipo de vínculo que los niños y niñas tienen con sus padres y madres, el cuidado de la organización espacial y ambiental (la calidad y calidez del paisaje luminoso, objetual, cromático, sonoro, etc.), el tipo deconexión afectiva entre las educadoras y los progenitores, la complementariedad entre los miembros de la pareja educativa, los sentimientos de culpa, la temperatura de la sala, la aireación, la cualificación de las propuestas en diversos ámbitos, el tipo de miradas entre las personas participantes, las posturas y disponibilidades corporales proxémicas (HALL, 2003)y de acogimiento, el juego de los silencios4 y de las palabras, cómo padres, madres, niños y niñas han dormido o desayunado, también las presiones familiares, las expectativas sobre la escuela… e, incluso, la forma de vestir de los padres y madres.

Todos estos elementos no están yuxtapuestos; conforman una constelación o rizoma5 indisoluble. En un rizoma, “cualquier punto puede ser conectado con cualquier otro, y debe serlo (…) No hay puntos o posiciones en un rizoma como se los encuentra en una estructura, un árbol, una raíz. Sólo hay líneas (…) Es mapa y no calco. El mapa es abierto, es conectable en todas sus dimensiones, desmontable, reversible, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto, invertido.”6

En realidad, se trata de una cartografía estética, si por estética entendemos, como dice BATESON7 (un antropólogo también de referencia para Vea VECCHI), ser sensibles a la estructura que conecta las cosas o los acontecimientos. Es un desafío a ver las relaciones antes que los términos relacionados. Como sucede en una composición artística8. He observado muchas veces, cómo algunos niños y niñas son amantes de la estética. Hace muy poco estaba visitando en Getxo (Bizkaia) una macro exposición titulada “Elogio de la infancia”9, con imágenes fotográficas extraordinarias, algunas polémicas. En la calle, dos niños hablaban con seriedad:

—Yo hago taekwondo. Soy cinturón blanco.

—Mi tío es profesional. Es cinturón negro.

—El negro no queda bien.

El otro niño asintió.

Esta anécdota nos lleva a pensar y sentir, una vez más, cómo la cultura de la infancia se mueve por otros valores más cercanos a la estética que a la competitividad. Una cultura de relaciones insospechadas.

Otros hablan, con diversos matices, de interdisciplinariedad10, de paradigma holográfico11 o de ecología12. A mí me gusta más hablar, como también cita Vea, de transdisciplinariedad. La transdisciplinariedad es diferente a la interdisciplinariedad, “implica que el contacto y la cooperación entre las diversas disciplinas tienen lugar, sobre todo, cuando éstas han terminado por adoptar un mismo método de investigación, para hablar de forma más general, el mismo paradigma”.13

La transdisciplinariedad busca una teoría general que abarque todas las disciplinas que se interesan por la humanidad, buscando una conjunción del saber. En la transdisciplinariedad las barreras entre las disciplinas desaparecen, ya que cada una reconoce —en su estructura— el carácter de todas las demás.

Se trata de una nueva teoría de la organización que supere la óptica disciplinaria: “La interdisciplinariedad forma un campo constituido o fácilmente constituible, puesto que conduce a negociaciones ‘diplomáticas’ con lo que coexiste ya en un marco cerrado. Por el contrario, la transdisciplinariedad no puede construir su propio campo de investigación más que después de que la problemática y la teoría de la autoorganización hayan sido definidas”14. Pretende crear una infraestructura organizativa, que lleve a vínculos constructivos entre orden, desorden, y organización que lleve a no oponer, aislar, desunir, sino a integrar lo uno y lo diverso, lo antropológico, lo biológico, lo físico, el sujeto y el objeto.

Esta deseable transdisciplinariedad conlleva una nueva forma de elaboración del conocimiento mucho más creativa que, también, tendrá repercusión en la manera de entender el cerebro (como veremos, mucho más solidaria y con expectativas más optimistas), en todo el campo de la neurociencia y de las actitudes humanas.

La complejidad15, que no la complicación, “etimológicamente es de origen latino, proviene de complectere, cuya raíz plectere significa trenzar, enlazar (…) El agregado del prefijo com añade el sentido de dualidad de dos elementos opuestos que se enlazan íntimamente, pero sin anular su dualidad. De allí que complectere se utilice tanto para referirse al combate entre dos guerreros, como al entrelazamiento de dos amantes (…) ¿Qué es complejidad? Es a primera vista un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados, que presentan la paradójica relación de lo uno y lo múltiple. La complejidad es efectivamente el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la complejidad se presenta con los rasgos perturbadores de la perplejidad, es decir de lo enredado, lo inextricable, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre”16.

Algunas preguntas e incertidumbres

Vea, ya lo he dicho, ama las buenas (y no banales) preguntas. El libro rebosa interrogantes y demandas para pensar y actuar de forma distinta.

Preguntarse tiene que ver con reconocer que, cuando trabajamos con los niños y niñas, debemos admitir la belleza de la incertidumbre. Como decía MALAGUZZI, cada niño que nace es un punto interrogativo. O como lo expresa Eduardo BUSTELO17, “los ni­ños y niñas son los principiantes de lo imposible”.

No podemos tratar de explicar y conocer a cada niño o niña en todas sus facetas. Sería no comprender la belleza de su naturaleza inasible. Recuerdo, como anécdota significativa18 que, después de observar el juego espontáneo de unos niños y niñas de 5 años, pregunté a una de las niñas participantes sobre el misterio de por qué las niñas habían jugado con muñecas y los niños no. Aquella niña me dio una de las lecciones más importantes de mi vida: “Es cierto que estos niños no juegan con muñecas. No sé por qué, pero todo no lo podemos saber”, me comentó con gran sabiduría.

Hoy, sacudidos por la crueldad de los mercados, la prima de riesgo y por ciertas políticas neoliberales, parece que casi nadie podía anticipar la actual crisis ni las consecuencias de la recesión. La llamada ciencia económica se muestra incapaz de resolver los enigmas actuales. “Al fin y al cabo, no hay que olvidar que la ciencia económica no es una ciencia exacta sino social que, aunque maneje modelos desarrollados en la matemática y en la física, no tiene como fin las regularidades de la materia sino el comportamiento humano que puede ser (casi o a veces) irracional e incierto, lo que significa que no permite ofrecer demasiadas certezas, siendo las conclusiones fiables y definitivas más excepción que norma”19.

Trabajar en la cotidianidad de la Escuela supone, como dice MORIN, entrar —ya lo he dicho anteriormente— en un mar de incertidumbres con algunos islotes de certezas. Es una ocasión para preguntarnos. No podemos educar sin preguntarnos. Al preguntarnos, incoamos un proceso de comprensión; es decir un proceso, en el que formulamos unas preguntas previas que son una serie de estrategias para comprender el fenómeno que tratamos de explicar. Estas preguntas incoan —a su vez— una nueva forma de preguntar más allá de lo que sabemos, para generar nuevas relaciones que vayan más allá de los conocimientos previos. Las demandas, sobre todo cuando trabajamos en grupo, generan nuevos ámbitos de discusión —como sometimiento a la acción solidaria de los colegas— que implica un nuevo léxico y la posibilidad de propagar nuevo conocimiento.

Sabemos, desde HEIDEGGER20, que es necesario desarrollar y profundizar en las preguntas para encontrar la forma de interrogar por la esencia de algo. Es necesario hacer las preguntas fundamentales que demandan, adecuadamente, los fundamentos de las cuestiones que queremos descubrir o con las que podemos “ver a través” de las propias preguntas. Las preguntas son una especie de gafas que nos permiten ver de una manera, comprender en un sentido, desde un punto de vista. HEIDEGGER21 habla de “dirigir la vista”, “comprender”, “elegir” y tener un “acceso” como modos de conducirse constitutivos del preguntar. Preguntar como indagar, buscar o investigar.

“Todo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado. Preguntar es buscar conocer “qué es” y “cómo es” un ente. El buscar este conocer puede volverse un “investigar” o poner en libertad y determinar aquello por lo que se pregunta. El preguntar tiene, en cuanto “preguntar por...”, su aquello de que se pregunta. Todo “preguntar por...” es de algún modo “preguntar a...”. Al preguntar es inherente, además del aquello de que se pregunta, un aquello a que se pregunta (...) Lo peculiar de éste (preguntar) reside en que el preguntar “ve a través” de sí desde el primer momento en todas las direcciones de los mencionados caracteres constitutivos de la pregunta misma”22.

Cualquier proyecto que llevemos a cabo en la Escuela Infantil debe hacerse preguntas. Demandas que, de alguna manera, guíen nuestra forma de acercarnos a comprender el tema que deseamos indagar. Son dudas o interrogantes que, en parte, sólo buscan alguna respuesta. Decimos sólo en parte, porque aceptamos que muchas de las incógnitas sólo encuentran otros interrogantes. Son preguntas generativas de otras. Y aceptamos que las respuestas sólo son provisionales, nuevos prejuicios que revisar y encontrar nuevos sentidos, nuevos encajes sucesivos a los que no exigimos que sean verdaderos, sólo que sean aceptables.

Humberto MATURANA se pregunta qué es una respuesta aceptable, y cómo se puede saber cuál es la respuesta a dicha pregunta. “¿Cómo reconocer una respuesta adecuada si uno no sabe de antemano cuál es? Los científicos tenemos un procedimiento: las respuestas científicas, es decir, las respuestas aceptables para los científicos, deben consistir en la proposición de mecanismos (sistemas concretos o conceptuales) que en su operar (funcionar) generan todos los fenómenos involucrados en la pregunta. Si el mecanismo propuesto como respuesta a una pregunta no satisface esta condición, no es adecuado y debe cambiarse, o reformularse la pregunta. Es decir, las respuestas científicas son generativas”23.

Tenemos que ser conscientes de que la decisión sobre qué preguntas nos hagamos, aún sin cerrar los meandros de la investigación, nos pueden llevar a diversas interpretaciones. Son como las pistas iniciales que tiene un detective. Preguntas que no podemos separar de un contexto emocional, afectivo, cognitivo y social que nos une con el sujeto de la observación (de esto hablaré más adelante). Las preguntas conforman una estrategia de aproximación o forma de afrontar la investigación que no es previsible.

MATURANA (1994) distingue entre las preguntas banales o accesorias y las preguntas no banales, cualificadas, que tienen una repercusión estructural en la propia regeneración de la investigación. Las preguntas banales sólo legitiman lo que ya conocemos. Las preguntas no banales enfocan los verdaderos problemas o cuestiones que queremos entender desde la incertidumbre. Rompen los prejuicios y hacen avanzar epistemológicamente porque exploran en el lugar justo donde pueden estar escondidas las respuestas que pueden ser, a su vez, preguntas. Rescatan lo inédito y dan luz a las zonas de penumbra, siendo conscientes de que cada nueva luz provoca una nueva sombra.

“Los hechos no hablan solos, hay que hacerlos hablar. Ello sólo lo lograremos formulándoles las preguntas adecuadas a los hechos, y para poder hacerlo hemos de dejar primero que ellos nos interpelen a nosotros, que nos incomode la relativización de lo propio, causada por la eficaz alteridad de lo ajeno, dejando que la especificidad de los logros culturales ajenos penetre en nuestro interior cuestionando nuestro mundo hasta lo más hondo”24.

Preguntarnos adecuadamente supone asumir el reto de San JUAN DE LA CRUZ: “Para alcanzar el punto que no conoces debes tomar el camino que no conoces”; la subversión de RILKE: “Intente amar las preguntas mismas. No busque las respuestas, que no se le pueden dar, porque usted no podría vivirlas. Viva usted ahora las preguntas. Quizás luego, poco a poco, sin darse cuenta, vivirá un día lejano entrando en la respuesta”; la poética de VALÉRY: “La Poesía se forma o se comunica en el abandono más puro o en la espera más profunda. Sabemos que con bastante frecuencia sucede que la solución deseada nos llega tras un tiempo de desinterés del problema, y como recompensa de la libertad dada a nuestro espíritu”; el desafío de Edgar MORIN: “Muchas búsquedas de la verdad terminan con la respuesta deseada de antemano. La verdadera búsqueda encuentra la mayoría de las veces, una cosa distinta de lo que buscaba”; la sugerencia de BACHELARD: “Hay que ir por el lado (...) en que la razón gusta de estar en peligro”; o la metáfora de WITTGENSTEIN: “Es preciso que incesantemente me sumerja en las aguas de la duda”.

Las preguntas, peligros y retos que Vea nos plantea

Vea es una persona exigente, crítica y, muchas veces, justamente incómoda. A lo largo de esta obra pone de manera transversal el acento, también en forma de interrogantes, sobre algunos peligros y riesgos en los que puede caer cualquier experiencia educativa, incluida la reggiana.

Señala como mayor riesgo el no ver el riesgo. Pero también habla del riesgo de caer en un tecnicismo tecnócrata que anule la poética del ser humano; en los cursos de formación sin potenciar la verdadera escucha de las potencialidades infantiles, en desear por encima de todo productos sin desvelar el aroma de los procesos, la no confrontación de las teorías con la práctica educativa, la banalización y repetición de modelos establecidos, el no mover y transformar la organización y las ideas (en este sentido me fastidia oír en algunas escuelas el tópico: “siempre lo hemos hecho así, ¿para qué cambiar?”25), el conformismo, la declaración solo formal de la importancia del intercambio recíproco sin activar su práctica cualificada, el aferrarse excesivamente a verdades sin dejar respiración para la duda o el recluir la cocina escolar en algo meramente gastronómico.

Señala a su vez la necesidad continua de replantearse, reinterpretar y readaptar la investigación a las cualidades de la cultura infantil y de los escenarios culturales contemporáneos como son las tendencias artísticas, las aportaciones neurológicas o el mundo digital.

También habla del riesgo de la autosatisfacción y de la autocomplacencia sin un entusiasmo cultural transformador, emancipatorio o crítico, o de no saber inteligentemente traspasar el límite entre la necesaria flexibilidad y tolerancia, y una inapropiada complicidad e indiferencia con formas inadecuadas de jerarquía, connivencia, proselitismo o corporativismo.

Se refiere asimismo al peligro de un excesivo formalismo o cansancio en la forma de promover la participación de las familias sin incluirlas en procesos de democratización política de la ciudad. Vea cree que es importante, cada día, ganarse la confianza de las familias y de los responsables políticos sin renunciar a una ética fundamental que no traicione los derechos elementales de la infancia. También habla de cómo impulsar en los políticos, en los administradores y en los sindicalistas reflexiones de calado cultural para que no sean fagocitados o absorbidos por la urgencia no importante de cuestiones cotidianas sin altura de miras.

Señala el riesgo de que el taller se convierta en una técnica banal y el ambiente en un perfil esteticista sin profundidad; el peligro de transformar el ambiente escolar en una especie de exposición museística; el reto de mantener la calidad de los materiales que ofrecemos a los niños y niñas, no dejar suficiente tiempo al diálogo y a la discusión, cómo mantener la convicción y el entusiasmo, con necesarias crisis, pero como un seguro vital escolar. Advierte del riesgo de caer fácilmente en lo feo, en los árboles que dibujan maestras en los que los niños y niñas pegan mecánicamente hojas, o en la realización de fichas con imágenes pobres y estereotipadas. En este sentido, me resultan muy elocuentes, aunque tal vez algo deterministas, las palabras de LOWENFELD26: “Una vez condicionado a los libros para colorear, un niño tendrá dificultadas para gozar de la libertad de crear. La dependencia que tales métodos crean es devastadora. La experimentación y la investigación han demostrado que más de la mitad de los niños sometidos a la acción de los libros para colorear pierden su capacidad creadora y su independencia de expresión, y se vuelven rígidos y dependientes”. El riesgo de hacer documentación pedagógica como técnica finalista y no como una posibilidad de transformar la práctica educativa.

El riesgo de ciertos académicos universitarios que no frecuentan a los niños y niñas y que usan un lenguaje retórico ajeno de la originalidad y presencia infantil.

El peligro de que los criterios puramente financieros destruyan la cultura educativa y la cultura de una infancia a la que el mundo adulto traiciona y usurpa, muchas veces, derechos fundamentales.

Y, sobre todo, el eterno riesgo de continuar trabajando sin utopías, deseos y sueños. Ingredientes necesarios para no diluirse rápidamente en la mediocridad y conformismo.

Ser tallerista

Cuando fui nombrado, en 1987, tallerista de las escuelas infantiles municipales de Pamplona pregunté a Loris Malaguzzi qué tenía que hacer. Recuerdo sus palabras contundentes: “Con respeto y reconocimiento, pero tu mayor labor consiste en fastidiar cada día a la educadoras y a las maestras”. Más tarde, encontré esta cita de Malaguzzi de 1972, que representa en esencia el sentido del taller y del tallerista: “Cada escuela tiene un taller con un educador, especializado a no estar especializado: explicar el papel que el taller desempeña en la experiencia es largo: basta decir que con su naturaleza y sus actividades, y con sus conexiones, quiere construir una especie de aval para que la experiencia educativa se mantenga fresca e imaginativa, y reciba ayuda para no dejarse engañar por las rutinas, las costumbres y los excesos de esquematización”27.

Éste es el reto con el que voy a trabajar cada día. No es fácil y no siempre lo consigo. Siento el respeto y reconocimiento recíproco de extraordinarias profesionales y fastidiarlas supone darles otras interpretaciones, otras posibilidades, otro “può darsi”, desvelar otras formas de mirar y de hacer.

En este sentido, el conocimiento artístico me da siempre enormes pistas y sugerencias. El arte28 me aporta, en síntesis, la posibilidad de ver antes las relaciones que los términos relacionados; un relativismo que huye de lo absoluto de las leyes generales; una ruptura con los excesos totalizantes que algunas ciencias tratan de poseer; un rechazo de los conjuntos de ideas cerrados y determinantes; una idea de protesta, de escándalo, de deconstrucción, de lo insensato, de lo disparatado, del antiprograma; la búsqueda de una tensión expresiva; el rescate del concepto de espacio imaginado e ilusorio; la búsqueda de la multiplicidad; un carácter democrático de comunicación intersubjetiva; una búsqueda de visión plástico-imaginativa que conlleve una apreciación estética del mundo; un encuentro creativo con lo absurdo, con el imprevisto; una combinación inesperada y enigmática con el mundo; una reacción contra la monotonía, alterando las combinaciones habituales, rompiendo esquemas normalizantes; una no distinción entre lo real y lo imaginario, entre lo exterior y lo interior; un gusto por lo pequeño, por el detalle, y también, en ocasiones, por lo grandioso; una incesante búsqueda por nuevas formas de expresión ligadas a los descubrimientos científicos y tecnológicos contemporáneos; y, sobre todo, una irremediable necesidad de identificar sinergias interactivas que pongan en relación las ideas y las acciones como lugar de búsqueda de significados, como una irremediable necesidad de pasar las ideas a la acción.

Aspectos y matices que tengo siempre que investigar y actualizar con la mirada y formas culturales, también artísticas, de los niños y niñas con los que trabajo.

Otra parte importante de mi trabajo, también de esto habla Vea y otros talleristas en una entrevista, consiste en documentar, que no es lo mismo que fotografiar, para dejar constancia visible narrada de diversos procesos o acontecimientos vitales que ocurren en cualquier rincón de la escuela; para dar continuidad a esa provocación de Loris MALAGUZZI de “Lo que no se ve no existe”. Tomemos, solo como ejemplo —para explicarme— el caso de la documentación fotográfica. A través de las diversas instantáneas mi deseo es desvelar, en el trabajo con mis compañeras, las posibilidades de George ORWELL cuando dice que “Mirar lo que se tiene delante de los ojos requiere un constante esfuerzo”. En este sentido me gustan las ideas de Franco FONTANA cuando afirma que “la fotografía no es el estudio de una realidad positiva, sino la búsqueda de una verdad ideal llena de sugestión, misterio y fantasía.No debe reproducir lo visible, sino que debe hacer visible lo invisible”, aunque como el Principito de SAINT-EXUPÉRY, yo siga pensado que lo esencial es en realidad invisible a los ojos. Este es el reto o el desafío. Tomar la cámara fotográfica o de vídeo cada día, como dice el extraordinario fotógrafo Joan FONTCUBERTA (2010, pág. 49), es como quien va a pescar: “Para el zen, todo gesto artístico radicaba en el propio acto de ver. No se trataba tanto de ‘hacer’ una fotografía como de ‘captarla’: un fragmento de la realidad era identificado por un instante del espíritu, el acontecimiento quedaba colocado en medio de la estética. El fotógrafo no era un cazador de imágenes, sino un pescador de momentos: lanzaba el anzuelo a la espera de que el tiempo y la realidad picasen. CARTIER-BRESSON solía decir que él no tomaba fotografías, sino que por el contrario las fotografías le tomaban a él. Y cuando sintió la necesidad de legarnos un manifiesto, escribió este consejo: ‘Poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira’”.

No siempre lo consigo, pero a veces, se produce ese momento mágico, epifánico, que es capaz de provocar ese flechazo de amor en el que la imagen se hace relato. La documentación adecuada evita buscar el producto por encima de todo. De este riesgo habla en varias ocasiones Vea en el texto. Recuerdo una vez a cuatro niños y niñas de 18 a 22 meses en el taller. Tres de ellos estaban dejando huellas (trazos, líneas, manchas, puntos) en un papel. Pero una niña, casi imperceptiblemente, se puso el papel vacío en la cabeza. No de cualquier manera: ajustó la flexibilidad y la superficie del papel al contorno de su cabeza, hasta que los bordes del papel le cubrían las orejas. Yo creía que se estaba disfrazando. Seguí observando y vi cómo levemente los dedos de sus manos arañaban la superficie del papel a la altura de la parte superior de su cráneo. No entendí nada hasta que hice lo mismo. En realidad, esta niña de 20 meses había inventado una caja de resonancia, porque ese arañar rítmico en una parte del papel provocaba una forma de eco sonoro que se percibía transformado y ampliado en los dos oídos. Pude documentarlo adecuadamente y ofrecérselo a su padre y madre cuando vinieron a buscarla y les enseñamos el papel blanco. En él, como una provocación kandinskyana, no había nada, pero contenía la suave memoria de lo acontecido. La documentación desvelaba el secreto de sus posibilidades. Sin escucha, observación e imágenes, tal vez en otro contexto, la niña habría sido sugerida u obligada a pintar algo para solo satisfacción del mundo de los adultos.

Para continuar…

El libro de Vea es un regalo de un viaje para establecer relaciones y conexiones para no separar lo que nace estéticamente unido: la poesía, lo imaginario, la ciencia, la utopía, los sueños, el arte, la política, los gestos, las huellas, los cuentos, las narraciones, la música... El arte y la creatividad hoy no tienen buena acogida en las escuelas. El informe PISA y los curricula oficiales ni las valoran ni saben cómo reconocerlas. Tampoco saben cómo medir el entusiasmo, el placer, la alegría, el tedio o el aburrimiento que hay en las escuelas. Cuando hablo de medir, estoy de acuerdo con Martha NUSSBAUM (2012) que afirma que las capacidades deben combinar de manera compleja la preparación interna con la oportunidad externa, y que esta medición no puede responder o conformarse en ninguna escala cuantitativa.

Arte y creatividad, imaginación, fantasía y razón, lo cognitivo y lo sensible siempre unidos. Éste es el canto y el grito de las palabras de Vea que encontraremos en este libro. Palabras que me recuerdan a otro amigo de Reggio Emilia, Gianni RODARI (1979, págs. 192-193):

Pienso que la imaginación infantil tenga necesidad de nuestros cuidados, por lo menos como se tiene cuidado de la curiosidad científica. Que la fantasía sea la ayuda fundamental de una personalidad completa y que la experiencia de lo maravilloso, de la aventura, de lo cómico, de lo humano es una experiencia útil para la formación de la propia sensibilidad... Los cuentos nutren la capacidad de imaginar, movilizan los recursos de la fantasía infantil. Potencian una larga historia de observación, de reflexión sobre lo real, de saber estar en las cosas. Dan a la observación, a la reflexión y a la acción una base más amplia y desinteresada. Crean espacio para otras cosas que no sirven para nada, como la poesía, la música, el arte, el juego. Cosas que tienen que ver directamente con la felicidad del hombre y no con su utilización en máquinas productivas (...) Los cuentos sirven a las matemáticas como las matemáticas sirven a los cuentos. Sirven a la poesía, a la música, a la utopía, al compromiso político: en definitiva, al hombre en su conjunto, y no solo al fantasioso (…)

Sirven al hombre completo. Si una sociedad basada en el mito de la productividad solo tiene necesidad de hombres mutilados —fieles ejecutores, diligentes reproductores, dóciles instrumentos sin voluntad— quiere decir que está mal hecha. Para cambiarla son necesarios hombres creativos, que sepan usar su imaginación.

Disfrutemos ahora, cada uno de nosotros y nosotras junto a Vea, sin olvidar, como dice Danilo DOLCI, que la poesía del educar solamente crece si cada uno es soñado.

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1 Citado por Byung-CHUL HAN (2012), La sociedad del cansancio, pág. 53.

2 Ver en este sentido el interesante libro coordinado por Anna ESTANY, Victoria CAMPS y Mercè IZQUIERDO, Error y conocimiento: la gestión de la ignorancia.

3 Ver IRIGARAY (2008) y MATURANA en LÓPEZ MELERO y otros (2003).

4 Ver TORRALBA (2001).

5 Ver DELEUZE y GUATTARI (1977).

6 DELEUZE y GUATTARI (1977, págs. 16-31).

7 Ver BATESON (1987).

8 Ver, por ejemplo, la extraordinaria narración que Juan NAVARRO BALDEWEG (2007) hace de “La copa de cristal”.

9 Getxophoto (2012).

10 SÁNCHEZ RON (2011).

11 WILBER, editor (1987)

12 SEVERI y ZANELLI (1990).

13 BOTTOMORE (1983, pág. 11).

14 MORIN y PIATELLI (1983: 210).

15 Sigo las ideas expresadas en MORIN, ROGER y DOMINGO (2002, págs. 39 y ss.).

16 MORIN, ROGER y DOMINGO (2002, pág. 40).

17 BUSTELO (2007).

18 Ver HOYUELOS, en Mercedes CIBAROLO (2011).

19 SÁNCHEZ RON (2001, pág. 134).

20 Ver HEIDEGGER (1975 y 1989).

21 HEIDEGGER, 1989, pág. 16.

22 HEIDEGGER, 1989, pág. 14.

23 MATURANA (1997, pág. 4).

24 SANMARTÍN (2003, pág. 84).

25 También una alumna de magisterio de la universidad me comentaba que hace poco que había empezado a trabajar como educadora en una escuela infantil. Nada más llegar otra educadora le dijo: “Tú tranquila, yo te voy a decir qué hacer porque tengo muchos años de experiencia, llevo 20 años trabajando”. La alumna espontáneamente me comentó con sabiduría: “En realidad, me he dado cuenta de que solo tiene un año de experiencia; lo que pasa es que lo lleva repitiendo igual 19 veces más”.

26 Viktor LOWENFELD (1965, pág. 80).

27 Loris MALAGUZZI (1972), “Proposte a domande proposte da un amico”, pág. 64.

28 Sigo algunas ideas de Giulio Carlo Argan (1977 y 1992).